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Género y trabajo: perspectivas sobre un programa de empleo

Gênero e trabalho: perspectivas sobre um programa de emprego

Gender and work: perspectives about a work program

Resúmenes

En este artículo será analizada la puesta en práctica de un programa de capacitación y empleo dirigido a trabajadoras domésticas en un Municipio del Área Metropolitana de Buenos Aires. Prestaremos especial atención a la manera en que las inequidades de género son problematizadas en el marco de esta iniciativa pública. En efecto, veremos que una de sus características es que busca generar una reflexión en torno al carácter sexuado de la ocupación, la desvalorización del trabajo doméstico y se propone desnaturalizar los roles femeninos tradicionales. Sobre la base de un estudio cualitativo, estudiaremos las características del programa y la perspectiva de género que adopta, su funcionamiento y las prácticas y apropiaciones de las beneficiarias.

política social; género; trabajadoras domésticas; Argentina


Neste artigo será analisada a implementação de um programa de capacitação e emprego destinado a trabalhadoras domésticas em um município da área metropolitana de Buenos Aires. Prestaremos especial atenção à maneira como as inequidades de gênero são problematizadas no contexto dessa iniciativa pública. Veremos que uma das suas características é provocar uma reflexão a respeito do caráter sexuado da ocupação, da desvalorização do trabalho doméstico, visando a desnaturalizar os papéis femininos tradicionais. Sobre a base de um estudo qualitativo, estudaremos as características do programa e a perspectiva de gênero que adota, seu funcionamento, bem como as práticas e representações.

política social; gênero; trabalhadoras domésticas; Argentina


The implementation of a training and work program for female domestic workers in a municipality of the metropolitan area of Buenos Aires is analysed with focus on how gender inequity issues are discussed in this context. The program aims to provoke a reflection regarding gender-related employment characteristics, the devaluation of domestic work, and to denaturalize the traditional female roles. The characteristics of the program and the gender perspective it adopts, as well as its functioning, practices and representations will be analyzed here based on a qualitative study.

social policy; gender; female domestic workers; Argentina


TEMA EM DESTAQUE

Gênero e trabalho: perspectivas sobre um programa de emprego

Ania Tizziani

Investigadora del Consejo de Investigaciones Cientificas y Técnicas (Conicet/Argentina) - Universidad Nacional de General Sarmiento - UNGS atizzian@ungs.edu.ar

RESUMEN

En este artículo será analizada la puesta en práctica de un programa de capacitación y empleo dirigido a trabajadoras domésticas en un Municipio del Área Metropolitana de Buenos Aires. Prestaremos especial atención a la manera en que las inequidades de género son problematizadas en el marco de esta iniciativa pública. En efecto, veremos que una de sus características es que busca generar una reflexión en torno al carácter sexuado de la ocupación, la desvalorización del trabajo doméstico y se propone desnaturalizar los roles femeninos tradicionales. Sobre la base de un estudio cualitativo, estudiaremos las características del programa y la perspectiva de género que adopta, su funcionamiento y las prácticas y apropiaciones de las beneficiarias.

Palabras clave: política social; género; trabajadoras domésticas; Argentina

ABSTRACT

The implementation of a training and work program for female domestic workers in a municipality of the metropolitan area of Buenos Aires is analysed with focus on how gender inequity issues are discussed in this context. The program aims to provoke a reflection regarding gender-related employment characteristics, the devaluation of domestic work, and to denaturalize the traditional female roles. The characteristics of the program and the gender perspective it adopts, as well as its functioning, practices and representations will be analyzed here based on a qualitative study.

Keywords: social policy; gender; female domestic workers; Argentina

RESUMO

Neste artigo será analisada a implementação de um programa de capacitação e emprego destinado a trabalhadoras domésticas em um município da área metropolitana de Buenos Aires. Prestaremos especial atenção à maneira como as inequidades de gênero são problematizadas no contexto dessa iniciativa pública. Veremos que uma das suas características é provocar uma reflexão a respeito do caráter sexuado da ocupação, da desvalorização do trabalho doméstico, visando a desnaturalizar os papéis femininos tradicionais. Sobre a base de um estudo qualitativo, estudaremos as características do programa e a perspectiva de gênero que adota, seu funcionamento, bem como as práticas e representações.

Palavras-chave: política social; gênero; trabalhadoras domésticas; Argentina

En la argentina de la última década, las políticas activas de empleo constituyeron uno de los ejes centrales de las iniciativas públicas. Sobre la base de un diagnóstico que daba cuenta de la evolución favorable del mercado de trabajo desde el año 2003, el gobierno nacional se propone transformar las políticas asistenciales - que habían sido prioritarias en el país en el período inmediatamente posterior a la crisis de 2001 - en políticas activas de empleo. En ese contexto se crean, en el año 2004, los Seguros de Capacitación y Empleo (SCyE), con el objetivo de asistir a los trabajadores desocupados en su inserción en el mercado de trabajo y facilitar la actualización de sus competencias laborales (NEFFA, 2011).

En el marco de los SCyE, se implementan algunos programas focalizados sobre categorías de trabajadores definidas como particularmente vulnerables. Es el caso del Programa de Profesionalización del Trabajo en Casas Particulares y otros Servicios Personales y Sociales, creado en el año 2008 por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS). El objetivo de esta iniciativa pública es "jerarquizar" y "profesionalizar" esta ocupación, una de las principales fuentes de empleo femenino urbano para mujeres de bajos ingresos. En efecto, la experiencia de los Planes de Jefas/es de Hogar Desocupadas/os (PJHD), daba cuenta del peso de esta ocupación entre las mujeres pertenecientes a los sectores más desfavorecidos. La mayoría de los trabajadores desempleados incorporados al PJHD eran mujeres (un 70%), que se había desempeñado en empleos no registrados y cuyas posibilidades de insertarse en el mercado de trabajo formal eran mucho más bajas que las de los hombres: del conjunto de los beneficiarios que accedía a un empleo formal, 66% eran hombres y 34% mujeres. En 2006, al menos 50% de las beneficiarias de los PJHD había declarado el servicio doméstico como su inserción laboral principal o secundaria (GOLBERT, 2006).

Esta ocupación, que agrupaba en 2010 15% de las asalariadas a nivel nacional es, al mismo tiempo, una de las más desfavorecidas del mercado de trabajo argentino. El nivel de los salarios es uno de los más bajos, situando a esta categoría entre los grupos con los menores ingresos individuales (75% de estas trabajadoras se ubican en el primer quintil de ingresos). Por otra parte, en ese mismo año, 85% de las empleadas domésticas no estaba declarada en las instituciones de la seguridad social (CONTARTESE, 2010). Este programa de profesionalización acompaña una serie de iniciativas que, desde hace más de una década, dan cuenta de una mayor visibilidad pública de las problemáticas ligadas a este sector históricamente relegado y se propone mejorar las condiciones de trabajo en la ocupación.1 1 Entre las medidas más importantes, se destacan la sanción de una nueva legislación laboral del trabajo doméstico remunerado y un programa de formalización del trabajo en el sector, basado en la simplificación del registro de las trabajadoras e incentivos impositivos para los empleadores. Sobre los efectos de estas medidas en el sector, ver Pereyra (2012).

El programa está específicamente dirigido a mujeres desocupadas, que hayan tenido alguna experiencia en el servicio doméstico a lo largo de sus trayectorias laborales. Cuando se inscriben en el programa, las participantes acceden a los beneficios de la seguridad social y a una prestación monetaria. Como contrapartida, se comprometen a realizar una búsqueda de empleo (a través de las oficinas de empleo municipales) y actividades de formación y capacitación. Algunas de estas formaciones están vinculadas con las actividades del servicio doméstico y los cuidados, y otras con sectores considerados afines, como la gastronomía y la hotelería. De la misma manera, el programa brinda financiamiento y apoyo técnico para la organización de cursos de formación profesional ligados al sector, a través de acuerdos firmados con diferentes instituciones (sindicatos de trabajadoras domésticas, municipios y asociaciones).

Sobre base de un estudio cualitativo localizado en uno de los centros de capacitación financiados por el programa, este artículo se propone analizar el funcionamiento de los cursos de capacitación ligados al empleo doméstico y las prácticas y apropiaciones de las beneficiarias. Se interroga, en particular, sobre la manera en que las inequidades de género son concebidas y problematizadas en el marco de esta iniciativa pública. Como en otros países de la región, en la Argentina, la inclusión de una perspectiva de género en las políticas sociales ha sido muy escasa. En ese marco, el programa que nos interesa constituye una excepción. En efecto, veremos que una de las características de estas formaciones para trabajadoras domésticas es que buscan generar una reflexión en torno a las cuestiones de género, el carácter sexuado de la ocupación, la desvalorización del trabajo doméstico y se proponen desnaturalizar los roles femeninos tradicionales. ¿Cómo se integra la problematización de estas cuestiones dentro del funcionamiento del programa? ¿Cuáles son las valoraciones, usos y apropiaciones de las formaciones por parte de las beneficiarias? ¿Cómo se articula esta reflexión respecto de las desigualdades de género con sus experiencias cotidianas? ¿Cuáles son los acuerdos, diferencias o conflictos en torno a estas cuestiones entre participantes e intermediarios de este programa?

Para responder a estas interrogaciones, en la primera sección presentaremos brevemente algunas características de esta iniciativa pública y la perspectiva de género adoptada por las funcionarias responsables del diseño del programa en el marco del MTEySS. En la segunda sección, nos interesa analizar el funcionamiento de los cursos de capacitación vinculados al servicio doméstico. Prestaremos especial atención a las prácticas y concepciones de las beneficiarias en relación con las formaciones, así como sus interacciones con las docentes. Este análisis será puesto en relación con las trayectorias laborales y las situaciones familiares de las participantes, que son, desde nuestra perspectiva, centrales para dar cuenta de la manera en que conciben su participación en los cursos y la problematización de las inequidades de género propuesta por el programa.

Las reflexiones que siguen están basadas en un trabajo de campo realizado entre 2011 y 2012, principalmente en uno de los centros de capacitación para trabajadoras domésticas, creado por un municipio del Área Metropolitana de Buenos Aires, con el apoyo y la financiación de este programa del MTEySS. Luego de una serie de entrevistas realizadas con las funcionarias responsables del programa a nivel nacional, nos interesó acceder a su puesta en práctica a nivel local y al desarrollo de las formaciones profesionales. En dicho centro de formación, realizamos entonces entrevistas con las responsables de los diferentes cursos vinculados al servicio doméstico (cocina y cuidados de niños en particular) y con quince beneficiarias que participaban en ellos. También realizamos observaciones participantes sistemáticas del curso de cuidado de niños durante los tres meses de su duración, que fueron registradas en un diario de campo. Los datos obtenidos durante este trabajo de campo abarcan diversos ejes que intentamos articular en las reflexiones que siguen, en particular: el funcionamiento, la dinámica y los contenidos de los cursos; las interacciones entre docentes y participantes; las trayectorias familiares, laborales y educativas de las beneficiarias.

LA "CENICIENTA DE LAS POLÍTICAS DE EMPLEO"

Esta sección está basada en las entrevistas llevadas a cabo con las funcionarias que intervienen en la implementación del programa en el MTEySS y en un manual elaborado con el objetivo de "estandarizar" y guiar las formaciones ligadas al empleo doméstico.2 2 Se trata del manual Trayecto Formativo: Servicios en casas particulares. Material de Apoyo para la formación del personal de casas particulares, Buenos Aires, MTEySS (2010), elaborado con el apoyo de un proyecto sobre estrategias de género en los servicios públicos de empleo, financiado por el Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Pudimos constatar, al menos en los cursos de formación dictados en el centro de capacitación donde realizamos el trabajo de campo, que las formadoras utilizan ese manual, entre otros materiales, en la preparación y el dictado de los cursos.

Según los datos brindados por el MTEySS, entre el año 2008 y 2011, cerca de 10.000 beneficiarias participaron del Programa de Profesionalización del Trabajo en Casas Particulares y otros Servicios Personales y Sociales. En ese mismo período, se financiaron 400 proyectos de formación, principalmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires, a través de acuerdos firmados con diferentes municipios, sindicatos de trabajadoras domésticas, asociaciones de orientación religiosa, etc. El 70% de las beneficiarias participó en formaciones ligadas al empleo doméstico y el cuidado de personas (limpieza general del hogar, cocina, cuidados de niños y adultos mayores). El resto de las participantes se inscribió en formaciones vinculadas con diversos servicios: turísticos, estéticos, textiles, de gastronomía o jardinería.

Según las funcionarias que llevan adelante el programa a nivel nacional, no se trata de una iniciativa prioritaria para el MTEySS, sino más bien, en sus propias palabras, de "la cenicienta de las políticas de empleo". Ello responde a diferentes factores. Por un lado, la invisibilidad y la desvalorización social que caracterizan el empleo doméstico (y más generalmente el trabajo doméstico), afectan también las iniciativas públicas dirigidas a esta ocupación. Por otro lado, el programa recibió diversas críticas al interior del MTEySS, en el sentido de que contribuiría a reproducir las desigualdades más que a reducirlas. Una formación profesional en actividades del servicio doméstico, dirigida a mujeres pobres, podría reforzar la segregación por género y nivel socioeconómico del mercado de trabajo, que las encierra en ocupaciones precarias y mal remuneradas en las que ya son mayoritarias.3 3 Como en la mayoría de los países de América Latina, en la Argentina el servicio doméstico absorbe típicamente fuerza de trabajo femenina de bajos ingresos. A fines del año 2010, las empleadas domésticas representaban más de 15% del conjunto de las mujeres ocupadas y 42% de las mujeres ocupadas pertenecientes al quintil de ingresos más bajos de la población (PEREYRA, 2012, p. 169). En estas perspectivas, las mujeres que se insertan en el servicio doméstico no lo hacen por su propia voluntad, sino por las restricciones que plantea un mercado de trabajo segmentado y discriminatorio.

Esta caracterización del trabajo en el sector como una opción no voluntaria ha sido destacada por numerosos estudios sobre esta forma de empleo en América Latina. Betânia Ávila señala, para el caso de Brasil, que lejos de elegir el servicio doméstico, las trabajadoras "son conducidas" a esa ocupación por los límites que imponen las estructuras de clase, patriarcales y étnicas de ese país. El empleo doméstico se sitúa como el más próximo en el horizonte de posibilidades de las mujeres provenientes de sectores pobres, presentándose como la oportunidad más concreta para aquellas que cuentan con escasa educación formal, o se trasladan de zonas rurales y de países limítrofes hacia las periferias de las grandes ciudades. Este horizonte es pensado por las trabajadoras como una estrategia temporaria que corresponde a un momento del ciclo de vida, y es generalmente seguida por la búsqueda de otra condición de trabajo, a la que sin embargo no todas acceden (ÁVILA, 2008, p. 67).

Sin desconocer estos argumentos, la perspectiva de las funcionarias que intervienen en la implementación del programa es más pragmática. En 2011, en Argentina, cerca de un millón de mujeres se insertan en el servicio doméstico; para esas trabajadoras, la formación profesional es concebida como una herramienta que contribuiría a mejorar su posición en el mercado de trabajo. En sus discursos, la obtención de un diploma, expedido por una institución oficial, les permitiría acceder a puestos de trabajo con condiciones laborales y salariales más favorables dentro del sector y fortalecería su capacidad de negociación frente a sus empleadores. También les permitiría iniciar estrategias de movilidad profesional hacia sectores afines, más valorizados y con remuneraciones más altas.

Pero sobre todo, desde su perspectiva, la existencia de una formación profesional ligada al empleo doméstico contribuiría a revalorizar el conjunto de la actividad. La idea de "profesionalización" implica que el ejercicio de la ocupación exige la adquisición de una serie de saberes y de técnicas específicos: desde el manejo de herramientas y equipos de cierta complejidad, hasta el desarrollo de diferentes competencias de comunicación y relacionales. La profesionalización cuestionaría entonces la concepción que define esas competencias como saberes femeninos "innatos", asociados a los roles familiares tradicionales, en particular a la maternidad (ARGENTINA, 2010, p. 58).

Para insistir en este objetivo de desnaturalizar la asociación de esta ocupación con los roles tradicionales femeninos, el programa prevé, al principio de todas las formaciones, encuentros dedicados a la discusión del carácter sexuado del trabajo doméstico. En efecto, tanto en el plan formación propuesto por los manuales, como en los cursos que pudimos observar, se dedican dos encuentros a la discusión de las "cuestiones de género". En esos encuentros, las formadoras y las participantes analizan los conceptos de "sexo" y "género", los diferentes roles y actividades atribuidos a hombres y mujeres, la división sexual del trabajo y sus consecuencias.

Las actividades propuestas en estos encuentros buscan movilizar la experiencia cotidiana de las participantes: discusión en torno a los empleos actuales o anteriores de los miembros de sus familias (hombres y mujeres), así como a algunas ideas comunes sobre características definidas como femeninas o masculinas ("los hombres no lloran/las mujeres son sensibles"). Esas discusiones buscan develar la construcción cultural de esos estereotipos de género y su peso en la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo. Tratan de poner en evidencia el vínculo estrecho entre el rol tradicional de las mujeres en sus hogares y su posicionamiento en el mercado de trabajo. El manual sugiere, por ejemplo, a las formadoras, concluir esos encuentros "explicando que históricamente las mujeres se han desempeñado en los trabajos que más se parecen a las actividades que realizan para sus familias. Por ejemplo, alimentar, cuidar, educar, proteger. Es así que habitualmente han ocupado los trabajos de enfermeras, docentes, cocineras, cuidadoras. Existen así actividades que se consideran típicamente femeninas. En su mayoría se han caracterizado por tener una menor jerarquía, menor remuneración y, en muchos casos, condiciones laborales precarias. Un ejemplo de esto es el trabajo en el servicio doméstico" (ARGENTINA, 2010, p. 43).

En efecto, tal como lo destacan el manual y las formaciones, el mercado de trabajo argentino presenta una marcada segmentación por género. Según los datos del año 2012, el empleo doméstico es una ocupación altamente feminizada (en un 98,5%), junto con la enseñanza (76%) y los servicios sociales y de salud (63%). Las mujeres son, en cambio, minoritarias en la industria (30%), en las actividades agrícolas (11%) y de la construcción (2%). Las mujeres se ven, asimismo, más afectadas que los hombres por el desempleo, el subempleo horario, la precariedad y la informalidad laboral (ARGENTINA, 2013).

Desde la perspectiva de esta formación, la separación de los roles que las participantes cumplen en la organización familiar y en el mercado de trabajo contribuiría a mejorar sus situaciones laborales. La "separación entre la familia y el trabajo" sería en efecto una condición de posibilidad tanto del ejercicio de las actividades del servicio doméstico de manera profesional, como de las estrategias de movilidad hacia otros sectores. No es porque las participantes son madres, esposas, hijas, hermanas o tías, responsables de las tareas domésticas en sus hogares, que están "naturalmente" formadas para trabajar en el servicio doméstico. La actividad profesional exige, en cambio, la adquisición de competencias técnicas y relacionales que son "transversales", esto es, que pueden también ser aplicadas a toda una "familia de oficios" que se ejercen fuera de los hogares particulares (de "auxiliar de limpieza en establecimientos" a "prestadora de servicios recreativos"), extendiendo así el horizonte de inserciones laborales posibles para las beneficiarias.

De esta manera, en el caso de este programa, las beneficiarias no son interpeladas a través de sus roles familiares sino, antes que nada, en tanto mujeres, afectadas por la segregación de género del mercado de trabajo. Son interpeladas, en segundo lugar, en tanto trabajadoras desocupadas, que buscan mejorar sus horizontes de inserción laboral. En este sentido, el programa iría a contracorriente de las tendencias "maternalistas" y "familialistas" que caracterizan la mayoría de las políticas de lucha contra la pobreza en la Argentina. Esas tendencias subrayan la importancia del rol de las familias y, en particular, de las madres beneficiarias en tanto portadoras y mediadoras de las políticas sociales (CORTÉS, 2011). Este "paradigma maternalista" no es exclusivo de la Argentina sino que caracteriza las políticas sociales de la región y se vio reforzado, desde los años 90, por la multiplicación de programas focalizados de transferencias condicionadas de ingresos, que tendieron a reafirmar el papel de las mujeres como articuladoras directas entre el Estado y las familias (PROVOSTE FERNÁNDEZ, 2012, p. 14).

EL DESARROLLO DE LOS CURSOS DE FORMACIÓN PROFESIONAL

El centro municipal de formación para trabajadoras domésticas en el que realizamos nuestro trabajo de campo está situado en un municipio de la zona oeste del Gran Buenos Aires y fue inaugurado en el año 2009. Según las funcionarias municipales que lo llevan adelante, durante los dos primeros años de funcionamiento se dictaron 19 cursos, que contaron en promedio con unas veinte participantes. En 2012, en el momento en que realizamos nuestro trabajo de campo, ofrecía dos cursos: en cocina y en cuidados de niños. El primero contaba con 30 mujeres inscriptas y 20 participantes regulares. El curso de cuidados de niños en el que participamos, contaba con 13 inscriptas, pero sólo 6 u 8 mujeres asistían de manera regular. Este curso, como el de cocina, duraba tres meses y se dictaba dos veces por semana, en el horario de 18 a 21 horas. Los horarios nocturnos eran muy valorados por las participantes. Esto se debe a que, aunque el programa está dirigido a mujeres desocupadas, casi todas las beneficiarias estaban vinculadas con el mercado de trabajo. En el caso del curso de cuidados de niños, la mayoría se desempeñaba "en negro" (es decir, en empleos no registrados), en el servicio doméstico, en general en la modalidad de trabajo "por horas".

Pese a que todas las participantes del curso de cuidados de niños tenían experiencias de trabajo en el servicio doméstico (por sus inserciones laborales actuales o anteriores), éste no aparece, en sus discursos, como un horizonte deseable de inserción laboral. En efecto, el objetivo de construcción de una carrera profesional en el sector, tal como lo propone el programa, no parecía formar parte de los proyectos y aspiraciones de las participantes. Al comentar sus búsquedas de empleo, suelen mencionar otras ocupaciones, como en el caso de Laura4 4 Laura tenía 43 años en el momento en que la conocí, en el curso de cuidados de niños, vivía con sus tres hijos, de entre 20 y 16 años. En ese momento estaba desempleada y buscando un empleo "en lo que salga", según sus palabras. Había tenido una trayectoria laboral que incluía diversas ocupaciones (desde empleada doméstica a vendedora en tiendas de ropa) y largos períodos de inactividad. y Norma,5 5 Norma tenía 50 años en el momento en que realizamos las entrevistas y vivía con su madre. Sus dos hijos de 27 y 25 años viven y trabajan en Capital Federal. Ella trabajó durante muchos años cuidando a personas mayores. Cuenta que desde hace unos años tiene menos trabajo y que además quiere "buscar otra cosa". que estaban inscriptas en un concurso público para acceder a puestos de encargadas o cocineras en escuelas dependientes del municipio. Es también el caso de Cecilia,6 6 Cecilia tiene 32 años, viene seguido al curso de cuidado de niños con una de sus hijas, Matilda, de 7 años, porque no tiene quien se quede con ella. Vive con su marido, que trabaja en actividades de construcción. Ella trabajó muchos años como cocinera en casas de familia, pero también en restaurantes y geriátricos. que seguía en paralelo una formación de jardinería en un vivero municipal, donde esperaba ser contratada.

En la mayoría de los discursos de las mujeres que participan en la formación, sus experiencias de trabajo en el servicio doméstico las llevaban a cuestionar la posibilidad de desarrollar una actividad profesionalizada en el sector. Así, a lo largo del curso, las sugerencias de la formadora que irían en el sentido de un ejercicio profesional de estas actividades, son frecuentemente contrastadas con las situaciones concretas de trabajo que las participantes vivieron a lo largo de sus trayectorias laborales:

Ilda [formadora] trata de definir el rol de la niñera diferenciándolo del de la empleada doméstica, habla de la necesidad de saber poner límites: "si las contratan para cuidar chicos, es para cuidar chicos, no para limpiar". Silvia7 7 Silvia tiene 51 años, vive sola, no lejos de uno de sus hijos que construyó una casa en el mismo terreno que ella. Tiene una larga trayectoria laboral en el servicio doméstico, sobre todo en tareas de limpieza y cuidando niños. En el momento en que la conocí, en el curso de cuidados de niños, trabajaba a medio tiempo en la limpieza de un edificio. [una de las participantes] la interrumpe y cuenta que, unos años antes, la habían contratado para cuidar dos nenas mellizas de tres años, pero que enseguida su empleadora le pidió que hiciera tareas de limpieza "un día te pide que pases el trapo de piso, otro día que limpies el baño... es muy difícil decir que no". (Diario de campo, 24/05/2012)

Ilda comenta que las responsabilidades de la niñera deben ser definidas por sus empleadores desde el primer día de trabajo. Dice, por ejemplo, que la niñera tiene que evitar salir de la casa con los chicos que cuida porque eso implica una responsabilidad muy grande. Puede suceder que los empleadores lo pidan, pero en ese caso, les sugiere pedir una autorización escrita y firmada. Carmen8 8 Carmen tiene 22 años, soltera, sin hijos. Trabaja a tiempo completo en el servicio doméstico, en tareas de limpieza y cuidando a tres niños. Además del seguro de capacitación y empleo, participa de un programa de "terminalidad educativa" (estos es, de reinserción en la educación formal), donde prepara las materias que le faltan para terminar el colegio secundario. [una de las participantes] comenta "¡pero si no les importa!". Cuenta que la semana pasada tenía que acompañar los tres chicos que cuida a la casa de su tía y que uno de ellos salió corriendo y cruzó la calle solo. Esa noche, habló con su empleadora del tema: "me contestó, tenés que tener cuidado, agarrarlo de la mano", ¿cómo hago con tres chicos? (Diario de campo, 31/05/2012)

Como sugieren las transcripciones anteriores, a lo largo de las formaciones el objetivo de profesionalización que propone el programa es confrontado al funcionamiento del mercado de trabajo del servicio doméstico, que las participantes conocen en general muy bien. Un sector poco especializado, con niveles muy elevados de informalidad, donde dimensiones importantes de la experiencia de trabajo de las empleadas (remuneraciones, horarios y tareas, intensidad del ritmo de trabajo, etc.) dependen de una negociación personalizada e individualizada con los empleadores. Una negociación atravesada por la profunda desigualdad de las situaciones económicas y sociales de los actores que pone en contacto esta relación laboral (PEREYRA; TIZZIANI, 2013).

La asimetría de la relación entre empleadas y empleadores del servicio doméstico ha sido destacada por numerosos estudios como una de las características más específicas de esta forma de empleo. En los países latinoamericanos en los que el servicio doméstico tiene una extensión significativa y una larga historia, constituye una de las vías más paradigmáticas de contacto entre clases sociales diferentes (BRITES, 2001). En tanto tal, ha sido analizado como un lugar crítico para la reproducción de las diferencias y las desigualdades sociales (CHANEY; GARCÍA CASTRO, 1992; KOFES, 2001; ROMERO, 2002 entre otras autoras). Como sugiere el estudio de Judith Rollins (1985), las interacciones cotidianas entre empleadas y empleadores del servicio doméstico movilizan criterios más amplios de construcción de las jerarquías sociales, basadas en las estructuras de género, clase y etnicidad. Incluyen asimismo prácticas de inferiorización y subordinación de las trabajadoras (diferenciación o restricción en el consumo de alimentos, delimitación estricta del espacio de la empleada dentro de la vivienda del empleador, etc.) que justifican, desde la perspectiva de los empleadores, el escaso valor atribuido al trabajo de las empleadas, al tiempo que refuerzan su propia posición dominante (ROLLINS, 1985, p. 203).

Las dificultades, y también los cuestionamientos, que plantea esta relación asimétrica con quienes las contratan aparecen de manera recurrente en los discursos de las participantes en los cursos. En los relatos sobre sus intercambios cotidianos con sus empleadores, sobre el ejercicio de sus tareas, sobre situaciones conflictivas, peleas o renuncias abruptas a algún puesto de trabajo, esta dimensión suele estar presente:

Silvia [una participante del curso de cuidados de niño] habla de su relación con una "viejita" de 90 años, para quien trabajó durante dos años y con la que se llevaba muy mal. La contrataron para que trabajara tres horas a la mañana, acompañando a la mujer y cocinando el almuerzo, pero la mujer le pedía que se ocupara también de la limpieza. Cuenta que un día la casa se llenó de abejas y tuvieron que llamar al fumigador. Su empleadora se fue a la casa de su hijo, pero le pidió a ella que se quedara: "ella se fue porque decía que el veneno era tóxico, pero quería que yo me quedara a limpiar!". (Diario de campo, 19/04/2012)

Ilda [formadora] habla de cómo organizar las comidas, según las etapas de crecimiento de los chicos que cuidan. En todos los casos, les sugiere a las participantes que pregunten, al principio de la relación laboral, horarios y costumbres a los empleadores y dice que lo más probable es que tengan que comer con los chicos. Marlén9 9 Marlén tiene 24 años, vive con su pareja y su hijo de dos años y una hija de su pareja de un matrimonio anterior. Desde hace tres años trabaja como empleada doméstica "por horas", principalmente en tareas de limpieza. se ríe y comenta: "A mí, una [empleadora] me dijo una vez que era mejor que no me quedara a almorzar, ¡porque le salía muy caro darme de comer! (Diario de campo, 24/05/2012)

En el caso de este programa de formación, como lo constata igualmente Mary Goldsmith (2007) al analizar diversos programas de formación en el servicio doméstico en otros países de América Latina, los efectos tienden a ser ambiguos. Por un lado, estas formaciones contribuyen a instalar la concepción del empleo doméstico como una ocupación que requiere competencias y saberes específicos, que no son "innatos" a las mujeres sino que deben ser adquiridos y valorados. Por otro lado, incluso las trabajadoras mejor formadas se insertan en un mercado de trabajo desfavorable y profundamente discriminatorio (GOLDSMITH, 2007).

FORMACIÓN PROFESIONAL, ASIGNACIONES MONETARIAS Y ORGANIZACIÓN FAMILIAR

En los discursos de las beneficiarias, más que la posibilidad de construir una carrera profesional en el servicio doméstico, la formación es concebida, antes que nada, como la contrapartida de la participación en el programa, lo que les permite acceder a la prestación monetaria. El monto de las asignaciones monetarias depende de diferentes factores pero se sitúa, globalmente, entre los 275 y los 450 pesos.10 10 Entre 35 y 55 dólares estadounidenses aproximadamente al cambio oficial de principios de 2014. Esa moneda cotizaba en torno de los 8 pesos argentinos. El programa ofrece además incentivos de 150 pesos por cada curso de formación finalizado y aprobado. Esas sumas, si bien reducidas, representaban entre 30 y 50% del salario promedio de las empleadas domésticas no registradas (mayoritarias en esta categoría de trabajadoras), que alcanzaba los 850$ en 2011 (PEREYRA, 2012). Silvia, por ejemplo, una de las participantes del curso de cuidado de niños, se desempeñaba en un puesto no registrado, a medio tiempo, en la limpieza de un edificio, por un salario de $1.000. La asignación que cobraba por el seguro de capacitación y empleo al que accedía a través de la participación en el programa equivalía al 40% de sus ingresos mensuales.

Como en el caso de Silvia, las asignaciones monetarias suelen tener un peso importante en los ingresos de las participantes. Y se trata, en general, de ingresos que no son concebidos de manera individual, sino en el marco de los presupuestos familiares. En efecto, la participación en este programa se inserta en un conjunto heterogéneo de estrategias de generación de recursos (como el trabajo "en negro", los pequeños emprendimientos o la inscripción en paralelo a otros programas sociales), que están fuertemente imbricadas a las dinámicas familiares en las cuales se integran las participantes. En la trayectoria de Eli, una de las participantes del curso de cuidados de niños:

Eli tiene 19 años y una beba, Queila, de seis meses. Empezó un curso de costura en el centro de formación de actividades textiles11 11 También dependiente de un programa de formación en "Oficios populares femeninos" llevado adelante por el mismo municipio. cuando su hija tenía cuatro meses. Hace unas semanas se mudó con su compañero, Jorge, a la casa de sus suegros, en Caseros. Como el viaje era muy largo hasta el centro donde seguía el curso de costura, se pasó al curso de cuidados de niños, cerca de su nueva casa. Me cuenta que Jorge se quedó sin trabajo hace tres meses. Es por eso que, aunque su hija es muy chica, ella se inscribió en el programa de formación para poder acceder a la prestación monetaria. Su pareja tiene 25 años y trabajaba desde hacía un año en una fábrica de herrajes, en el barrio de Palermo. Eli dice que allí tenía un buen salario: "cobraba 700 pesos por semana, con eso estábamos bien". Ahora es él quien cuida a la nena cuando ella asiste a los cursos de capacitación, mientras busca otro trabajo. El padre de Eli, que trabaja en la fábrica embotelladora de Speed, en Morón, está tratando de hacerlo entrar. Eli vive con sus suegros, pero, junto con su pareja, está construyendo una casa en el mismo terreno. Ahora que Jorge se quedó sin trabajo se atrasó la construcción, pero su madre les consiguió unos materiales para terminar el techo y poder mudarse pronto. (Diario de campo, 11/06/2012)

Como en el caso de Eli, las redes familiares en las que las participantes se inscriben son cruciales en la organización de sus vidas cotidianas: en las estrategias de generación de recursos, de organización de las responsabilidades domésticas y de cuidados, de alojamiento y de inserción en el trabajo. Diferentes estudios han destacado este rol central de las redes familiares en la organización de la vida cotidiana de los sectores populares en los países latinoamericanos. Como muestran los análisis de Claudia Fonseca para el caso de Brasil, frente a condiciones de vida muy precarias, las actividades cotidianas implican densas redes que se extienden en el espacio y en el tiempo (entre las generaciones), trazando poderosas líneas de ayuda mutua. Las dinámicas familiares se configuran a través de este conjunto de vínculos, alianzas y solidaridades (también conflictos y dependencias), que están imbricados en las prácticas cotidianas (FONSECA, 2005).12 12 Según esta autora, estas redes familiares de ayuda mutua no son exclusivas de los sectores populares y se constatan también en las prácticas de los sectores medios, para asegurar por ejemplo el cuidado de niños y de adultos mayores, ante la falta de servicios colectivos vinculados a esas necesidades.

Como en los análisis de Claudia Fonseca (2005), en el caso de las mujeres que participan en el curso de cuidado de niños, tanto la elección de la formación como su inserción en el mercado de trabajo están fuertemente imbricadas en estas dinámicas familiares, que son centrales en sus experiencias cotidianas. Las reflexiones en torno a la separación entre la familia y el trabajo, a la desnaturalización de los roles domésticos femeninos que propone el programa, parece desfasada en relación con esas vivencias cotidianas. Al contrario, los roles familiares que las participantes cumplen en sus hogares, y muy particularmente el rol de madre, son fuertemente valorados:

Discutimos en grupo sobre los roles femeninos y masculinos en las familias. Ilda [formadora] da el ejemplo del "instinto maternal", dice que puede ser concebido como una construcción cultural que contribuyó históricamente a la sujeción de las mujeres y a su encierro en la esfera doméstica. Argumenta: "si la maternidad fuera un instinto, todas las mujeres querrían tener hijos, pero hay mujeres que no tienen hijos y son felices y se sienten realizadas". Norma no está muy convencida con el argumento: "no sé, para mí el instinto materno existe, al menos yo lo tengo, yo lo siento y es importante para mí". Discuten durante varios minutos sobre el tema, al final Norma cierra la discusión diciendo "no hay problema, si querés llamarlo de otra manera, llamalo de otra manera, no cambia nada. ¿Querés llamarlo inteligencia? Llamalo inteligencia, inteligencia materna. No cambia nada, yo lo tengo, yo lo siento. (Diario de campo, 31/05/2012)

Como en el caso de Norma, los discursos de muchas de las participantes del curso de cuidado de niños dan cuenta de una fuerte valoración de los roles familiares, particularmente aquellos relacionados con la maternidad. En el caso de las mujeres de los sectores populares en la región, estos roles, como lo señala Claudia Fonseca en sus investigaciones sobre Brasil, pueden aparecer en primer plano en sus proyectos de realización personal. Esto se relaciona sin duda con los horizontes estrechos de inserción profesional disponibles para las mujeres pertenecientes a estos sectores, con bajos niveles de educación formal (2004, p. 117). Pero, como veremos, en el caso de las participantes en el programa de formación que nos interesa, esta valoración puede tener significados y "razones" más diversas. En efecto, vale la pena detenerse en el significado de esta "inteligencia materna" reivindicada por Norma en la cita anterior, esto es, interrogarse sobre esa "capacidad de comprender y de resolver problemas", ese conocimiento13 13 El Diccionario de la lengua española (Real Academia Española, 2001) define la palabra "inteligencia" como "capacidad de entender o comprender; habilidad para resolver problemas; conocimiento, comprensión, acto de entender; habilidad, destreza, experiencia". asociado a la priorización de los roles familiares. Desde esta perspectiva, estos roles constituyen una dimensión central en la manera en que las participantes le dan sentido a las situaciones en las que se encuentran y a sus experiencias, y hacen frente a las dificultades que plantea la organización de sus vidas cotidianas.

GÉNERO, CLASE E INSERCIÓN LABORAL

En las últimas décadas, los estudios feministas, en particular aquellos centrados en el concepto de interseccionalidad, han cuestionado la homogeneidad de las categorías de género para dar cuenta de la diversidad de experiencias de subordinación de las mujeres. En los años 1990, Kimberlé Crenshaw (2006) desarrolla el concepto de interseccionalidad para poner en evidencia el hecho de que la particular vulnerabilidad de las mujeres negras en los Estados Unidos había quedado al margen tanto de los análisis feministas (centrados en las experiencias de las mujeres blancas) como de los discursos anti-racistas (que prestaban atención casi exclusivamente a las problemáticas de los hombres negros). Esta perspectiva busca así poner en duda la supuesta universalidad de las categorías de género, clase y raza, entre otras, para destacar las diferencias intra-categoría. En el caso que analiza esta autora, se trata de mostrar cómo el racismo, las relaciones patriarcales y la opresión de clase interactúan para dar forma a las experiencias y luchas de las mujeres negras (CRENSHAW, 2006).

Así, uno de los aspectos importantes del concepto de interseccionalidad es el de postular que los diferentes ejes de poder no actúan de manera aislada o superpuesta, sino que se interrelacionan. En estos enfoques, las diversas categorías de construcción de las diferencias (género, clase, raza, orientación sexual, etc.) están estrechamente imbricadas y se constituyen mutuamente. Estos diversos ejes de poder, esta localización particular,14 14 Crenshaw (2006) desarrolla el concepto de interseccionalidad a través de la metáfora de una encrucijada, donde los diferentes ejes de poder se imbrican y se cruzan; los individuos o grupos situados en el punto de la encrucijada están expuestos a las violencias y discriminaciones que surgen de esos diferentes ejes que se cruzan. configuran las múltiples dimensiones de las experiencias de los grupos y sujetos: tanto las discriminaciones y vulnerabilidades a las que están expuestos, como la constitución de las identidades sociales, de posicionamientos políticos, las luchas y resistencias (DAVIS, 2008).

En relación con el análisis del programa de capacitación para trabajadoras domésticas que nos interesa, este marco nos parece particularmente fecundo para dar cuenta de los consensos y desacuerdos entre la perspectiva de género propuesta por esta iniciativa pública y las experiencias y concepciones de las beneficiarias. En este sentido, la manera en que el programa interpela a las participantes, en tanto mujeres afectadas por la segregación de género, no basta para dar cuenta de las múltiples dimensiones de sus experiencias sociales. Y esta especificidad de la experiencia de las participantes - en tanto mujeres, en tanto miembros de las clases populares, en tanto trabajadoras domésticas - juega un rol importante en su posicionamientos en el programa, en sus utilizaciones y apropiaciones de los cursos, así como en la manera en que conciben y problematizan las cuestiones de género.

Como vimos, frente a las situaciones sociales muy precarias de las participantes, las dinámicas familiares son centrales en la organización de la vida cotidiana. En el marco de esas dinámicas familiares, y con horizontes limitados de inserción laboral, los roles domésticos pueden ser fuertemente valorados. La separación entre la familia y el trabajo, que es una de las claves de la perspectiva de género adoptada por el programa, parece desfasada respecto de esa experiencia de las beneficiarias. Sin embargo, esas dinámicas familiares son presentadas, en sus discursos, no sólo en tanto redes de ayuda mutua, sino también como objeto de conflictos y tensiones: la complejidad de las relaciones conyugales, las negociaciones que emergen de la convivencia con sus padres o familias políticas y sobre todo la desigualdad de la división del trabajo doméstico entre los miembros (hombres y mujeres) del hogar, son cuestiones que aparecen de manera recurrente en sus discursos. Los conflictos para conciliar las actividades remuneradas fuera del hogar con la carga de trabajo doméstico y de cuidados, de la que son las principales responsables, es también uno de los tópicos centrales en sus relatos. Se trata en general de la razón que mencionan con más frecuencia para dar cuenta de sus trayectorias laborales, en empleos a tiempo parcial e inestables como el servicio doméstico. Estos elementos contradicen una imagen idealizada de esas redes y dinámicas familiares en las que las participantes están insertas. Y expresan el desarrollo de una reflexión en torno de las inequidades de género por parte de las participantes, aunque ésta no coincida totalmente con la que proponen los cursos de profesionalización.

Por otra parte, en la experiencia y la perspectiva de las beneficiarias, esta reivindicación de sus roles familiares puede tener un "uso" adicional, vinculado específicamente con su inserción laboral. En efecto, en el caso de las beneficiarias de este programa de formación para empleadas domésticas, la valoración de estos roles se acompaña frecuentemente de una fuerte crítica a los estilos de vida y la organización familiar de los hogares empleadores. Como lo manifiesta Silvia, al relatar una experiencia de trabajo en la que acompañaba a una mujer mayor:

Silvia cuenta que cuando la contrataron para cuidar la "viejita de 90 años", la mujer le dio mucha pena, agrega "los viejos me dan pena cuando están solos, porque al hijo lo vi una sola vez, cuando me tomó [cuando la contrató], después no lo vi más en los 3 meses que trabajé con ella". Insiste varias veces en que la mujer estaba sola todo el día, que el hijo no iba nunca a visitarla y que la mujer "inventaba excusas" para llamarlo y quejarse de algo. (Diario de terreno, 18/06/2012)

Este tipo de relatos también es recurrente entre las participantes que trabajan cuidando niños. Las referencias a los padres y madres "ausentes", a los que "no les importan" sus hijos o que "no saben qué hacer" con ellos, aparecen con frecuencia en la manera en que dan cuenta de sus experiencias de trabajo. En este contexto, la reivindicación de sus roles familiares, de su voluntad de ocuparse de sus familias y de su capacidad para hacerlo, puede ser analizada como un elemento crucial de la manera en que se posicionan en la relación asimétrica que establecen con sus empleadores. Forma parte de un cuestionamiento (o una "profanación") de los estilos de vida de las clases medias que las contratan, que puede ser pensado como una forma de resistencia frente a los mecanismos de inferiorización y subordinación que caracterizan la relación laboral que se establece a través del servicio doméstico. De esta manera, la priorización de los roles familiares y domésticos por parte de las participantes puede ser interpretada sin dudas (tal como lo hace el programa) como un mecanismo de sujeción de las mujeres; sin embargo, desde nuestra perspectiva, también juega un rol central en los conflictos de clase que atraviesan las relaciones laborales en las que las beneficiarias están insertas.

REFLEXIONES FINALES

La perspectiva de género ha estado prácticamente ausente de la reorientación de las políticas públicas que se registró en el país en los últimos años, si no es a través de la implementación de programas puntuales en los que las mujeres son las principales beneficiarias. En este contexto, la implementación de un programa de formación profesional dirigido a trabajadoras domésticas que se propone de manera explícita problematizar el carácter sexuado de la ocupación (y del trabajo doméstico en general) es particularmente significativo. La importancia que la formación atribuye a la revalorización de los saberes y las competencias implicadas en la actividad, a la desnaturalización de los roles femeninos tradicionales y a la extensión del horizonte de inserción de las beneficiarias pueden contribuir a visibilizar y cuestiona el carácter segmentado y discriminatorio del mercado de trabajo en la Argentina. Así, pese a que no constatamos una apropiación del objetivo de profesionalización del trabajo en el sector por parte de las beneficiarias, los cursos de capacitación abren un espacio valioso de intercambio, que permite una puesta en común de las experiencias sociales y laborales de las participantes. Esta puesta en común puede contribuir al desarrollo de una visión crítica tanto de esas inserciones laborales, como de las relaciones de género.

Sin embargo, la perspectiva de las participantes puede no coincidir con la perspectiva de género propuesta por el programa. Las mujeres que participan en las formaciones están inscriptas en dinámicas múltiples y complejas, que van más allá de las dimensiones que abarca el programa. La interpelación en tanto mujeres, afectadas por la segregación en el mercado de trabajo, parece no bastar para movilizarlas en torno a una experiencia de subordinación compartida. Así, la separación entre el trabajo y la familia, que es una de las claves de esa interpelación, parece desfasada frente a la experiencia social de las beneficiarias. En primer lugar, en situaciones sociales y económicas muy precarias, las densas redes familiares en las que se inscriben las participantes juegan un papel central en la organización de sus vidas cotidianas, sus proyectos y aspiraciones. En ese marco, la perspectiva de las participantes incluye tanto la priorización de sus roles domésticos, como una visión crítica de las relaciones entre hombres y mujeres y entre las diferentes generaciones, que destaca no sólo la ayuda mutua, sino también las tensiones, conflictos y dependencias. La complejidad de estas dinámicas, y sus efectos sobre la experiencia de las participantes, se ven reforzadas por el acceso prácticamente nulo a servicios colectivos de cuidados de personas para las mujeres pertenecientes a los sectores más desfavorecidos de la población (PAUTASSI, 2007).

En segundo lugar, incluso si la obtención de un diploma expedido por una institución oficial puede reforzar la posición de estas trabajadoras en las negociaciones con sus empleadores, en tanto empleadas domésticas se enfrentan a una ocupación que ofrece bajos salarios y condiciones de trabajo muy desfavorables. Su inserción en el servicio doméstico las inscribe además en una relación laboral que conjuga distancia social y proximidad física, lo que acentúa los conflictos y estrategias de diferenciación de clase. En ese marco, la priorización de sus roles domésticos y familiares puede jugar un rol importante en la manera en que las participantes se posicionan en la relación asimétrica que establecen con quienes las contratan.

En este sentido, las prácticas y perspectivas de las participantes en el programa da cuenta de la manera en que las múltiples dimensiones de su experiencia social, en tanto mujeres, en tanto miembros de las clases populares, en tanto trabajadoras domésticas, se imbrican y se constituyen mutuamente. La articulación de esas diferentes dimensiones en el diseño de este tipo de iniciativa pública, podría enriquecer tanto las propuestas para el mejoramiento de las condiciones de trabajo en las ocupaciones relegadas, como la problematización de las inequidades de género.

Recebido em: abril 2014

Aprovado para publicação em: junho 2014

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  • ROMERO, Mary. Maid in the USA New York: Routledge, 2002.
  • Género y trabajo: perspectivas sobre un programa de empleo

    Gender and work: perspectives about a work program
  • 1
    Entre las medidas más importantes, se destacan la sanción de una nueva legislación laboral del trabajo doméstico remunerado y un programa de formalización del trabajo en el sector, basado en la simplificación del registro de las trabajadoras e incentivos impositivos para los empleadores. Sobre los efectos de estas medidas en el sector, ver Pereyra (2012).
  • 2
    Se trata del manual
    Trayecto Formativo: Servicios en casas particulares. Material de Apoyo para la formación del personal de casas particulares, Buenos Aires, MTEySS (2010), elaborado con el apoyo de un proyecto sobre estrategias de género en los servicios públicos de empleo, financiado por el Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento (BIRF).
  • 3
    Como en la mayoría de los países de América Latina, en la Argentina el servicio doméstico absorbe típicamente fuerza de trabajo femenina de bajos ingresos. A fines del año 2010, las empleadas domésticas representaban más de 15% del conjunto de las mujeres ocupadas y 42% de las mujeres ocupadas pertenecientes al quintil de ingresos más bajos de la población (PEREYRA, 2012, p. 169).
  • 4
    Laura tenía 43 años en el momento en que la conocí, en el curso de cuidados de niños, vivía con sus tres hijos, de entre 20 y 16 años. En ese momento estaba desempleada y buscando un empleo "en lo que salga", según sus palabras. Había tenido una trayectoria laboral que incluía diversas ocupaciones (desde empleada doméstica a vendedora en tiendas de ropa) y largos períodos de inactividad.
  • 5
    Norma tenía 50 años en el momento en que realizamos las entrevistas y vivía con su madre. Sus dos hijos de 27 y 25 años viven y trabajan en Capital Federal. Ella trabajó durante muchos años cuidando a personas mayores. Cuenta que desde hace unos años tiene menos trabajo y que además quiere "buscar otra cosa".
  • 6
    Cecilia tiene 32 años, viene seguido al curso de cuidado de niños con una de sus hijas, Matilda, de 7 años, porque no tiene quien se quede con ella. Vive con su marido, que trabaja en actividades de construcción. Ella trabajó muchos años como cocinera en casas de familia, pero también en restaurantes y geriátricos.
  • 7
    Silvia tiene 51 años, vive sola, no lejos de uno de sus hijos que construyó una casa en el mismo terreno que ella. Tiene una larga trayectoria laboral en el servicio doméstico, sobre todo en tareas de limpieza y cuidando niños. En el momento en que la conocí, en el curso de cuidados de niños, trabajaba a medio tiempo en la limpieza de un edificio.
  • 8
    Carmen tiene 22 años, soltera, sin hijos. Trabaja a tiempo completo en el servicio doméstico, en tareas de limpieza y cuidando a tres niños. Además del seguro de capacitación y empleo, participa de un programa de "terminalidad educativa" (estos es, de reinserción en la educación formal), donde prepara las materias que le faltan para terminar el colegio secundario.
  • 9
    Marlén tiene 24 años, vive con su pareja y su hijo de dos años y una hija de su pareja de un matrimonio anterior. Desde hace tres años trabaja como empleada doméstica "por horas", principalmente en tareas de limpieza.
  • 10
    Entre 35 y 55 dólares estadounidenses aproximadamente al cambio oficial de principios de 2014. Esa moneda cotizaba en torno de los 8 pesos argentinos.
  • 11
    También dependiente de un programa de formación en "Oficios populares femeninos" llevado adelante por el mismo municipio.
  • 12
    Según esta autora, estas redes familiares de ayuda mutua no son exclusivas de los sectores populares y se constatan también en las prácticas de los sectores medios, para asegurar por ejemplo el cuidado de niños y de adultos mayores, ante la falta de servicios colectivos vinculados a esas necesidades.
  • 13
    El
    Diccionario de la lengua española (Real Academia Española, 2001) define la palabra "inteligencia" como "capacidad de entender o comprender; habilidad para resolver problemas; conocimiento, comprensión, acto de entender; habilidad, destreza, experiencia".
  • 14
    Crenshaw (2006) desarrolla el concepto de interseccionalidad a través de la metáfora de una encrucijada, donde los diferentes ejes de poder se imbrican y se cruzan; los individuos o grupos situados en el punto de la encrucijada están expuestos a las violencias y discriminaciones que surgen de esos diferentes ejes que se cruzan.
  • Fechas de Publicación

    • Publicación en esta colección
      11 Set 2014
    • Fecha del número
      Jun 2014

    Histórico

    • Recibido
      Abr 2014
    • Acepto
      Jun 2014
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