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Encontrarse con la Naturaleza: Identidades Ecológicas en Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda, y La Loca de Gandoca, de Anacristina Rossi

Encontrar-se com a natureza: identidades ecológicas em Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda, e La Loca de Gandoca, de Anacristina Rossi

Find Oneself with Nature: Ecological Identities in Un viejo que leía novelas de amor, by Luis Sepúlveda, and La loca de Gandoca, by Anacristina Rossi

RESUMEN

En este artículo se analizan las novelas ecologistas Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda, y La loca de Gandoca, de Anacristina Rossi. Se propone que los protagonistas de estas novelas exponen identidades ecológicas, esto es, que en ellos hay una identificación íntima con la naturaleza. Para abordar la idea de identidades ecológicas, se sigue aquí al filósofo ambientalista David Utsler (2009, 2013), quien propone el concepto de identidad ambiental como un componente de la identidad y como un proyecto hermenéutico en el que el sujeto puede encontrarse con la naturaleza. La identidad ambiental se entiende como una categoría multidimensional que se puede estudiar desde tres intenciones o consideraciones filosóficas: los desvíos de la reflexión como modos de análisis, la dialéctica entre el mismo y el sí, y la dialéctica entre el sí y el Otro. En este trabajo se estudia cómo cada una de estas intenciones se manifiesta en los protagonistas de la novela de Sepúlveda y de Rossi. Se concluye que las identidades ecológicas expuestas en las novelas hacen parte del carácter activista de las mismas, ya que hacen un llamado por un cambio que garantice el cuidado del medio ambiente. Ese cambio debe ser tanto a nivel político, económico, social y personal.

Palabras clave:
Luis Sepúlveda; Anacristina Rossi; Novela ecologista; Identidad ambiental; Identidad ecológica

RESUMO

Neste artigo, analisam-se os romances ecologistas Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda e La loca de Gandoca, de Anacristina Rossi. Propõe-se que os protagonistas desses romances expõem identidades ecológicas, isto é, identificam-se intimamente com a natureza. Para a abordagem da ideia de identidades ecológicas, segue-se o filosofo ambientalista David Utsler (2009, 2013), que propõe o conceito de identidade ambiental como uma componente da identidade e como um projeto hermenêutico no qual o sujeito pode encontrar-se com a natureza. A identidade ambiental entende-se como uma categoria multidimensional que se pode estudar por meio de três intenções ou considerações filosóficas: os desvios da reflexão como modos de análise, a dialética entre o mesmo e o si, e a dialética entre o si e o Outro. Nesse trabalho, estuda-se como cada uma dessas categorias se manifesta nos protagonistas do romance de Sepúlveda e de Rossi. Conclui-se que as identidades ecológicas presentes nos romances fazem parte de seu carácter ativista, dado que faz um chamado para uma mudança que garanta o cuidado com o meio ambiente. Essa mudança deve ocorrer tanto no nível politico quanto nos níveis econômico, social e pessoal.

Palavras-chave:
Luis Sepúlveda; Anacristina Rossi; Romance ecologista; Identidade ambiental; Identidade ecológica

ABSTRACT:

This article analyses the environmentalist novels Un viejo que leía novelas de amor by Luis Sepúlveda and La loca de Gandoca by Anacristina Rossi. It proposes that the main characters of these novels exhibit ecological identities, that is, a deep identification with nature. This work follows the environmental philosopher David Utsler (2009, 2013) to discuss the idea of ecological identities. Utsler proposes the concept of environmental identity as a component of the identity and as a hermeneutical project in which the subject can find itself with nature. Environmental identity is understood as a multidimensional category, which can be studied from three philosophical intentions: the detour of reflection through analysis, the dialectic of selfhood and sameness, and the dialectic of selfhood and otherness. This essay studies how the protagonists of Sepulveda's and Rossi's novels display each of those philosophical intentions. It concludes that the presented ecological identities fall within the text’s activist condition since they call for a change guaranteeing the wellness of the natural environment. That change must occur on a political, economic, social, and a personal level.

Keywords:
Luis Sepúlveda; Anacristina Rossi; Environmentalist novel; Environmental identity; Ecological identity

Introducción

Un viejo que leía novelas de amorSEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011.(1989), del chileno Luis Sepúlveda (1949-2020), y La loca de Gandoca (1992), de la costarricense Anacristina Rossi (1952ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009.), son novelas que hacen parte del corpus que Jorge Paredes y Benjamin McLean (2000PAREDES, Jorge; MCLEAN, Benjamin. Hacia una tipología de la literatura ecológica en español. Ixquic: Revista hispánica internacional de análisis y creación, n. 2, p. 1-37, 2000.) han denominado “literatura ecologista” (PAREDES; BENJAMIN, 2000PAREDES, Jorge; MCLEAN, Benjamin. Hacia una tipología de la literatura ecológica en español. Ixquic: Revista hispánica internacional de análisis y creación, n. 2, p. 1-37, 2000., p. 6-7). En este conjunto de textos, sus autores expresan de manera explícita su preocupación por los problemas medioambientales y asumen la tarea de denunciar tales problemáticas con el fin de buscar cambios sociales, económicos y políticos en beneficio del medio ambiente natural; en otras palabras, son textos con una misión activista. Efectivamente, tanto la novela de Sepúlveda como la de Rossi denuncian un sistema político y económico cuyas acciones han tenido impactos negativos sobre el medio ambiente natural y sobre grupos humanos y no humanos que han sido históricamente marginalizados. Un viejo que leía novelas de amor narra la historia de Antonio José Bolívar Proaño, quien, en su vejez, se ve obligada a participar en la cacería de una tigrilla que amenaza la vida de los habitantes humanos del poblado colono donde reside. Esta historia se desarrolla en la región de la Amazonía ecuatoriana, entre las décadas del cuarenta y del ochenta del siglo XX, y aborda los efectos de la colonización humana, la explotación agrícola, petrolera y maderera sobre los ecosistemas de dicha región y sobre las comunidades indígenas. Mientras que La loca de Gandoca narra cómo Daniela Zermat emprende una lucha legal para defender al Refugio de Vida Silvestre Gandoca, ubicado al sur de la costa atlántica de Costa Rica. Esta historia tiene lugar a comienzos de los años noventa del siglo XX y denuncia los daños sobre el medio ambiente producidos por la ejecución de grandes proyectos hoteleros e inmobiliarios, los cuales se realizan incumpliendo las normas de protección medioambiental establecidas por el estado costarricense.

Además de la denuncia y el reclamo por un cambio a favor del bienestar de la naturaleza, tanto Un viejo que leía novelas de amor como La loca de Gandoca retratan el proceso de adquisición y afirmación de identidades ecológicas por medio de sus protagonistas: Antonio José Bolívar Proaño y Daniela Zermat, respectivamente. Estos personajes no son oriundos de los lugares donde se desarrollan las historias, pero despliegan un profundo amor por la naturaleza desde que comienzan a residir allí. La relación que estos personajes establecen con el medio ambiente natural les permite conocerlo y, asimismo, entender las distintas relaciones que se establecen entre los diferentes factores que lo componen. Gracias a esto, Bolívar Proaño y Daniela Zermat llegan a percibirse a sí mismos como parte de la naturaleza y, al mismo tiempo, toman conciencia de la importancia de luchar por su cuidado.

Alrededor de la idea de identidad y su vinculación con el medio ambiente, se han acuñado dos términos para comprender esa relación: el de identidad ambiental y el de identidad ecológica. El filósofo ambiental David Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.) explica que la diferencia entre estas dos denominaciones se encuentra en su grado de apertura y restricción. La identidad ambiental abarca las relaciones entre ser humano y diferentes tipos de medio ambiente, tales como el ambiente natural, el construido, el cultural o el social, entre otros, mientras que la identidad ecológica se concentra exclusivamente en describir las relaciones entre el ser humano con el medio ambiente natural. Sin embargo, aclara Utsler, a pesar de la diferencia en el grado de inclusión, estos dos conceptos están unidos por su carácter interpretativo ya que los dos son una forma de autocomprensión procedente de nuestras relaciones con el entorno.

David Utsler, partiendo de la noción de identidad de Paul Ricoeur, define la identidad ambiental como “an intepretation predicated upon a dialectic between the self and the other than the self of one’s (and/or community’s) environment” (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140., p. 127)1 1 “una interpretación basada en una dialéctica entre el sí y el otro distinto del sí del medio ambiente del individuo (y/o de la comunidad)” (traducción mía). . La identidad ambiental se origina entonces del diálogo con el Otro, que en este caso corresponde a un medio ambiente, y no como oposición o contraste con él, si esto fuera así, asegura el filósofo ambientalista, no podría hablarse de identidad. De manera que Utsler (2013) propone entender la identidad ambiental como un proyecto hermenéutico que fomenta un modo de pensar y de encontrarse con la naturaleza.

Por su parte, el ambientalista y educador Mitchell Thomashow (1995THOMASHOW, Mitchell. Ecological Identity: Becoming a Reflective Environmentalist. Cambridge: MIT Press, 1995.), al hablar de la relación de identificación entre ser humano y naturaleza, la denomina como identidad ecológica y la define como los diferentes modos en que los seres humanos se interpretan a sí mismos como seres vinculados con el entorno natural. Este vínculo se refleja en la personalidad, valores, acciones y concepto de sí misma que posea una persona. La naturaleza es un objeto de identificación, y esto conlleva a que la interpretación que cada individuo haga de sus experiencias de vida trascienda las interacciones culturales y sociales para incluir las conexiones con la tierra, la percepción de los ecosistemas y la experiencia directa con la naturaleza. Para Thomashow (1995THOMASHOW, Mitchell. Ecological Identity: Becoming a Reflective Environmentalist. Cambridge: MIT Press, 1995.), la posibilidad de extender nuestro sentido del yo en relación con la naturaleza solo es posible cuando se posee una visión ecológica del mundo, esto es, una manera de interpretar el mundo teniendo como base la comprensión y el reconocimiento de las interacciones de los seres vivos entre sí y con su entorno.

A partir de estas dos definiciones de la identidad ambiental y la identidad ecológica, se puede considerar que esta última es un tipo de identidad ambiental. Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.) reconoce que pueden presentarse distintas formas de identidad ambiental; y en gran medida esas identidades están determinadas por la forma como se conceptualiza el medio ambiente. Dentro de la identidad ecológica (como uno de los varios tipos de la identidad ambiental), el medio ambiente natural se concibe como un mundo en el que cada uno de sus componentes está íntima y vitalmente interconectado con los demás, es un mundo al que los seres humanos pertenecen y en el que participan como cualquier otro de sus elementos constitutivos.

Las identidades ambientales que se observan en los protagonistas de Un viejo que leía novelas de amor y La loca de Gandoca corresponden a identidades de tipo ecológico. En estas novelas, los protagonistas se identifican con la naturaleza y la entienden como un todo interconectado al que ellos mismos también pertenecen. A lo largo de este análisis se hablará principalmente de identidad ambiental ya que se sigue la propuesta de David Utsler sobre este tema. No obstante, es pertinente reiterar que el término más preciso para describir el tipo de identificación entre ser humano y medio ambiente que se manifiesta en los protagonistas de las novelas acá estudiadas es el de identidad ecológica.

Utsler, como se mencionó arriba, define la identidad ambiental siguiendo la noción de identidad de Paul Ricouer. Para este filósofo francés, la identidad no es una categoría estática sino más bien multidimensional por lo que su estudio abarca tres intenciones filosóficas: los desvíos de la reflexión como modos de análisis, la dialéctica entre el mismo y el sí (o dialéctica entre la mismidad y la ipseidad), y la dialéctica entre el sí y el Otro (o dialéctica entre la ipseidad y la alteridad) (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.). Como se verá a continuación, cada una de estas intenciones se refleja en José Antonio Bolívar Proaño de Un viejo que leía novelas de amor y Daniela Zermat de La loca de Gandoca. Estudiar cómo se manifiesta cada una de estas intenciones permite dar cuenta de cómo se forman y expresan las identidades ecológicas que poseen estos personajes, e igualmente evidencia éticas que incluyen la naturaleza y distintas propuestas de cuidado medioambiental.

La reflexión en las experiencias con la naturaleza

Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.) al describir el primer rasgo de la hermenéutica del sí de Ricoeur, los desvíos de la reflexión como modos de análisis, comenta que en esta primera instancia se plantea que solo se puede llegar al sí de manera reflexiva ya que este no puede conocerse en la inmediatez. Para alcanzar tal fin se requiere tomar el camino de la reflexión consistente en una serie de rodeos o desvíos para ir de vuelta al sí. Estos rodeos, explica Pablo Corona (2017CORONA, Pablo. Antropología y ontología: algunos aportes desde la hermenéutica de Paul Ricoeur. Umbrales filosóficos: Blog de Escuela de Filosofía de la USAL, 17 maio 2017. Disponível em: https://umbralesfilosoficos.com/antropologia-y-ontologia-algunos-aportes-desde-la-hermeneutica-de-paul-ricoeur/ . Acesso em: 25 out. 2022.
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) comentando el trabajo de Ricoeur, son un proceso para la comprensión del sí que se realiza por medio de la mediación de un texto (obras, símbolos, creencias y valores que hacen parte de una cultura). El sí mismo se documenta y se forma en dicho texto, y al interpretarlo los dos entran en diálogo, con lo cual se abre el camino para que el sí mismo se comprenda en el texto como lector antes que como autor pues lo que se busca es entender el mundo del texto.

Para comprender la identidad ambiental, Utsler sugiere tomar las experiencias de vida con el medio ambiente como los rodeos que llevan al sí a conocerse o, en otras palabras, tomar dichas experiencias como los textos mediadores cuya interpretación conduce a la comprensión del sí. Esto se debe, en palabras de Utsler, a que: “there are places or experiences of places or physical entities that we find meaningful in one way or another, and this meaningfulness gives us a sense of who we are or by which we identify ourselves” (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140., p. 129)2 2 “existen lugares o experiencias de lugares o entidades físicas que son significativas para nosotros de alguna forma, y esa valía nos ofrece un sentido de quiénes somos o de aquello a través del cual nos identificamos a nosotros mismos” (traducción mía). . Las experiencias de vida relacionadas con el medio ambiente nos permiten aprender del mundo físico natural a la vez que contribuyen en la formación de nuestra personalidad, visión del mundo y sentido de sí mismos. Sin embargo, en la reflexión de las experiencias de vida se entiende que el uno se identifica en una relación compleja por y a través del Otro, ya sea por contraste o por comparación con él. Y ese Otro, para Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.), es el medio ambiente; de modo que los rodeos que llevan al sí a conocerse son un diálogo entre el sí y el Otro, entre el sí y el entorno como dos sujetos separados y distintos.

Este primer rasgo de la hermenéutica del sí, los desvíos de la reflexión como modos de análisis, se observa en José Antonio Bolívar Proaño y Daniela Zermat, los protagonistas de Un viejo que leía novelas de amor y La loca de Gandoca, respectivamente. Reflexionar sobre sus experiencias de vida en la selva de la Amazonía y en la selva de Gandoca da cuenta de aquellos sucesos determinantes que contribuyen en la formación de una relación particular con la naturaleza. No obstante, aclara el mismo Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.), no todas las experiencias ambientales llevan a que la persona se identifique con un entorno determinado o a que la identificación sea positiva. Esto último se puede apreciar de forma especial en Un viejo que leía novelas de amor. En esta novela de Luis Sepúlveda, el viejo Bolívar Proaño ama profundamente la Amazonía y es testigo del grave daño ambiental que producen la agricultura, la ganadería, y la explotación maderera, minera y petrolera. Sin embargo, ese amor no siempre fue una constante en la vida de este personaje, por lo que en un momento de su vida su identidad ambiental no tuvo una inclinación positiva hacia el medio ambiente natural, es decir, no siempre fue una identidad de tipo ecológico.

Bolívar Proaño se convierte en morador de la selva amazónica en su adultez, cuando le ofrecen ser parte de un programa del gobierno ecuatoriano que buscaba colonizar los territorios fronterizos en disputa con Perú. Bolívar Proaño, oriundo de un pueblo de la sierra ecuatoriana, acepta irse como colono a la Amazonía y se traslada allí junto con su esposa, Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo. La pareja, al mudarse a la selva, busca una mejor fortuna en términos económicos; pero, sobre todo, quiere encontrar allí una vida sin prejuicios ya que en la sierra se enfrentan al estigma de ser una familia que no puede concebir hijos. A pesar de sus ilusiones, Bolívar Proaño y su esposa encuentran una realidad precaria en la selva. El narrador de la novela describe los primeros años en la Amazonía como un periodo de penurias para todos los colonos recién llegados. Las experiencias con el medio ambiente de estos personajes con la selva amazónica son sumamente negativas y, por lo tanto, no conducen a una identificación con la naturaleza.

Durante esos primeros años en la selva, los colonos se encuentran en una lucha constante contra las condiciones del territorio ya que no saben cómo lidiar con las persistentes lluvias, cómo conseguir alimentos, cómo defenderse de las enfermedades de la selva ni de los ataques de los animales. Y a pesar de su experiencia como trabajadores agrícolas, estos colonos tampoco saben cómo cultivar la tierra de la selva, lo cual se aprecia en el intento de Bolívar Proaño y su esposa por desmatar el bosque para dedicarlo a la agricultura: “La pareja se dio a la tarea de construir precariamente una choza, y enseguida se lanzaron a desbrozar el monte. Trabajando desde el alba hasta el atardecer arrancaban un árbol, unas lianas, unas plantas, y al amanecer del día siguiente las veían crecer de nuevo, con un vigor vengativo” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 42). Sin embargo, aunque el narrador describe el retorno de la vegetación de la selva como “vigor vengativo”, y el territorio en general como “región maldita” e “infierno verde que le arrebatara [a Bolívar Proaño] el amor y los sueños” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 44) (remitiendo así a la imagen clásica de la novela de la selva latinoamericana), la lucha constante contra la selva no se debe tanto a que ella sea un ente maligno en su esencia, sino al nulo conocimiento que tienen los colonos y el mismo Bolívar Proaño sobre ella.

La situación de los colonos mejora hasta cierto punto cuando la comunidad indígena shuar se acerca para enseñarles a sobrevivir allí, como indica el narrador: “De ellos aprendieron a cazar, a pescar, a levantar chozas estables y resistentes a los vendavales, a reconocer los frutos comestibles y los venenosos, y, sobre todo, de ellos aprendieron el arte de convivir con la selva” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 43). Con esto queda en evidencia el desconocimiento de los colonos sobre la selva y, además, se aprecia la falta de interés de estos personajes por observar el territorio para entenderlo y sobrevivir en él. Los colonos llegan a ese territorio con el deseo de imponerse y hacer de la selva un espacio productivo para ellos mismos y para la nación. Aunque los shuar les enseñan a vivir en la selva y les insisten en que no es posible dedicar la tierra a la agricultura como ellos la conocen, los colonos no renuncian tan fácilmente a este proyecto: “Pese a las palabras de los indígenas, [los colonos] sembraron las primeras semillas, y no les llevó demasiado tiempo descubrir que la tierra era débil […]. Al llegar la siguiente estación de lluvias, los campos tan duramente trabajados se deslizaron ladera abajo con el primer aguacero” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 43). De manera que se genera una lucha antagónica entre el colono y la naturaleza, ya que aquel no la comprende, no es capaz de escuchar a quienes la conocen y tampoco puede desprenderse de una perspectiva colonizadora de mundo. Esta vivencia se traduce en una experiencia ambiental negativa para el colono, impidiendo que se dé una identificación entre este último y la naturaleza. Por el contrario, en esa lucha entre el colono y la selva se perpetua una visión del mundo en la que la naturaleza y el ser humano son dos entidades separadas y opuestas, visión en la que, además, el mundo natural debe servir al ser humano como recurso por lo que requiere ser controlado y explotado.

Además de las dificultades mencionadas anteriormente, la mayor experiencia ambiental negativa que tendrá Bolívar Proaño en esos primeros años como colono será la muerte de su esposa. Dolores muere a causa de la malaria dos años después de su llegada a la Amazonía. Este es un punto de quiebre para el protagonista de la novela de Sepúlveda, pues el amor por Dolores es lo que principalmente lo motiva a abandonar la sierra, y con su muerte pierde todas las razones para permanecer en la selva. A pesar de esto, no puede regresar a la sierra porque para él “Los pobres lo perdonan todo, menos el fracaso” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 44). Bolívar Proaño quiere vengarse de quien para él es el responsable del fallecimiento de Dolores: la selva amazónica. No obstante, comenta el narrador, “en su impotencia descubrió que no conocía tan bien la selva como para poder odiarla” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 44); así que decide adentrarse en ella con los shuar para conocerla de verdad y, eventualmente, poder ejecutar su venganza.

La vida con el pueblo shuar será una experiencia transformadora para Bolívar Proaño y le traerá una serie de experiencias ambientales positivas, muy distintas a las vividas en sus primeros años en la Amazonía; tanto así que llegará a abandonar sus deseos vengativos, como lo expresa el narrador: “Antonio José Bolívar Proaño nunca pensó en la palabra libertad, y la disfrutaba a su antojo en la selva. Por más que intentara revivir su proyecto de odio, no dejaba de sentirse a gusto en aquel mundo” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 44). Los shuar le enseñan a Bolívar Proaño a subsistir en la selva, con ellos aprende a cazar y a reconocer los frutos comestibles. También, como bien señala William O. Deaver (2002DEAVER, William O. El mundo de la selva en Un viejo que leía novelas de amor. Alba de América: Revista Literaria, v. 21, n. 39-40, p. 349-358, 2002.), por primera vez se siente incluido dentro de una comunidad humana “que lo acepta a pesar de sus diferencias” (DEAVER, 2002DEAVER, William O. El mundo de la selva en Un viejo que leía novelas de amor. Alba de América: Revista Literaria, v. 21, n. 39-40, p. 349-358, 2002., p. 352) y sin coartarle su libertad. Con esto aprende que es parte de otra gran comunidad: la selva misma, comunidad de la cual también hacen parte seres no humanos, los cuales son tan importantes y necesarios como los seres humanos. La relevancia de esto último queda reflejada en las enseñanzas que recibe Bolívar Proaño acerca de los ciclos de vida de la naturaleza, los cuales, según el pueblo shuar de la novela, cuando son respetados permiten su renovación, garantizando de esta forma el bienestar de todos los seres vivos que la conforman. Los shuar de la novela siguen esos ciclos y establecen una normativa que regula tanto la caza de animales como el tiempo que la comunidad puede residir en un lugar determinado de la selva. Este es “el arte de convivir en la selva” como afirma el narrador. Y bajo ese arte seguirá viviendo Bolívar Proaño incluso después de ser expulsado por la comunidad shuar.

Al igual que Bolívar Proaño, Daniela Zermat, protagonista y narradora de La loca de Gandoca, se convierte en residente del Refugio Gandoca en su adultez cuando se muda con su esposo para formar una familia allí3 3 No es totalmente claro en la novela si Daniela es residente permanente del Refugio Gandoca o si su residencia es estacionaria, pero los pocos indicios que ofrece la novela hacen pensar que se trata de lo segundo. A lo largo de la narración se menciona un traslado regular entre dos residencias, una ubicada en la ciudad (tal vez San José) y la otra en el Refugio Gandoca. . Pero a diferencia del protagonista de la novela de Sepúlveda, las experiencias ambientales más significativas para Daniela Zermat son, en general, positivas. La primera de ellas es cuando Carlos Manuel, su esposo, la lleva al refugio por primera vez para declararle su amor y sellar la relación entre ellos a través del encuentro sexual. Este tiene lugar en una de las playas de Gandoca, en un espacio abierto de la naturaleza. Sin embargo, este encuentro no solo consuma la relación entre estos dos personajes, sino que también es un ritual de aceptación y consagración en los misterios de la naturaleza. Durante el encuentro sexual, Carlos Manuel presenta a Daniela ante Yemanyá de Benín, la diosa del mar y de la luna, la madre fuerte y protectora del panteón yoruba. Carlos Manuel le pide a la diosa que proteja a su amada y esta a su vez acepta siempre y cuando Daniela mantenga su cabello largo. Daniela no se niega a la petición de la diosa y, efectivamente, recibe su protección en los momentos más críticos narrados en la novela.

Después de este ingreso ritual en la naturaleza y ya radicada en Gandoca, Daniela recorre, observa y describe con gran detalle el refugio:

Recuerdo ese verano como el punto más alto y perfecto de todos nuestros años de vida en común. Habían florecido los sangríos y el suelo estaba lleno de flores amarillas. También habían florecido las iponemas y una alfombra apretada y multicolor cubría la arena. Las orquídeas se abrían en los cocoteros y detrás de la playa, antes del yolillal, la blanca multitud de los lirios salvajes perfumaba el silencio marino (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 24-25).

Por medio de este tipo de imágenes se entrevé un alto grado de contacto con el medio ambiente, pero un contacto en el que la protagonista de La loca de Gandoca se detiene a contemplar lo que la rodea, intentando, así mismo, entender ese entorno. Esa comprensión del medio ambiente que habita Daniela le permite llegar a diferenciar y nombrar los distintos tipos de especies animales y vegetales que allí se encuentran; e igualmente, llegar a comprender los procesos biogeoquímicos que tienen lugar allí. En estos términos, su mirada parece estar mediada por la ciencia. Daniela nombra, diferencia y clasifica los componentes del medio ambiente natural, pero no para aislarlos, sino para comprender las relaciones existentes entre cada uno de ellos.

Además de lo anterior, la contemplación de la naturaleza lleva a Daniela a ver la diversidad de paisajes que existen en la naturaleza. El mar, por ejemplo, nos muestra la protagonista de la novela, no es un paisaje homogéneo en todos los lugares donde se le encuentre sino, todo lo contrario, es un paisaje variado:

Hay mares lisos de un azul índigo uniforme, mares perfectos como el Océano Pacífico. Hay mares con veinte metros de transparencia, como el Caribe en San Blas. El mar del Refugio Gandoca es una cosa distinta. No es un mar de buceo porque pasa revuelto diez meses al año. No es azul, tiene un alma cambiante, ora verde, ora violeta, ora gris (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 20).

Reconocer la diversidad de mares le permite a Daniela identificar las particularidades del mar de Gandoca y apreciar en él una belleza singular, distinta a la belleza que ella misma reconoce en los otros mares sobre los que ha reparado. En la observación cuidadosa, Daniela también identifica formas de la naturaleza que para ella son hermosas como los pantanos, los humedales, los insectos, o los procesos de descomposición de la vegetación. Formas que no necesariamente son percibidas como bellas por todos los seres humanos, como es el caso de los turistas y los inversionistas extranjeros que en la novela se acercan a Gandoca buscando arena dorada, mar azul, palmeras verdes y días de constante sol.

No obstante, la observación de la naturaleza para Daniela no se limita a ser un ejercicio de apreciación de su belleza material y de conocimiento de los procesos biológicos y químicos que tienen lugar allí, también es un ejercicio de conocimiento interior de la persona que observa. Daniela explica ese proceso de conocimiento refiriéndose al mar de Gandoca en los siguientes términos: “Yo lo conozco bien y sé que no es un mar sino un lugar interior, un temperamento, una importante etapa en el conocimiento de sí. Sentarse en las playas del Refugio Gandoca es trascenderlo todo, incluso su propia arbitraria belleza, sus flores y sus algas, eternas, perfumadas, putrescibles” (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 20-21). Contemplar la naturaleza le permite a Daniela aprender a conocerse a sí misma. En ese proceso de conocimiento de la naturaleza y de sí misma, Daniela aprende, como ella misma afirma, que “llueve y hay selva en el fondo del mar” (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 15), es decir, que en el mar hay formas de vida complejas como en los ecosistemas terrestres; pero también le permite conocerse a sí misma y aprender que también hay selva dentro de ella, que ella misma también es una forma de vida compleja y que, por lo tanto, también ella es naturaleza.

El amor, que desde la infancia siente Daniela por la naturaleza, se consolida cuando ella entra a Gandoca y tiene la oportunidad de contemplarla. De manera similar al caso de Bolívar Proaño en la novela de Luis Sepúlveda, la contemplación y, como señala Sofía Kearns (1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998.), el reconocimiento de la belleza y diversidad de la naturaleza de Gandoca le permite a Daniela comprender el valor ecológico que tienen todos los seres vivos del refugio, esto es, el aporte que hacen a la vida de los ecosistemas allí presentes. Con esto, Daniela aprende sobre las relaciones ecológicas que se manifiestan en la naturaleza y sobre cómo ella también participa en esas relaciones. A partir de la conciencia de estos vínculos Daniela podrá desarrollar una visión ecológica del mundo desde la que interpretará sus experiencias de vida para conocerse a sí misma y reconocer, al mirar en su interior, que ella también es un ser de la naturaleza; lo que resulta determinante para la constitución de la identidad ecológica que asume. En este punto es importante reiterar que el acercamiento de Daniela hacia la naturaleza está marcado por un conocimiento técnico o científico sobre esta; aunque es personal, en él interviene la mirada de la ciencia como herramienta para interpretar lo que observa en la naturaleza. Mientras que en Bolívar Proaño el acercamiento es personal pero mediado por los individuos que viven en la selva, las herramientas con las que este personaje observa la naturaleza corresponden al conocimiento ancestral al que le permiten acceder los shuar.

Sujetos que pueden reconfigurarse

La segunda intención o rasgo de la hermenéutica del sí corresponde a la dialéctica entre la mismidad y la ipseidad o dialéctica entre el mismo y el sí. Explica Utsler que la identidad de mismidad consiste en ser la misma persona a través del tiempo y lo ejemplifica de la siguiente forma: “Over time, I am the same person. The young boy who once traversed the streams and woods now sits in front of his computer writing this chapter and all the years between these two events do not change that identification” (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140., p.130)4 4 “A través del tiempo, yo soy la misma persona. El joven que una vez atravesó riachuelos y bosques ahora está sentado en frente de su computador escribiendo este capítulo y todos los años que han transcurrido entre estos dos eventos no cambian esa identificación” (traducción mía). . David Utsler niño del pasado y David Utsler adulto del presente corresponden al mismo individuo. Mientras que la identidad de la ipseidad “‘implies no assertion concerning some unchanging core of the personality.’ In contrast to sameness, ipseity, or selfhood, accounts for the dynamics, changing aspects of personality in the same person” (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140., p. 130)5 5 La identidad de la ipseidad “no implica ninguna afirmación concerniente a algún núcleo invariable de la personalidad. A diferencia de la mismidad, la ipseidad o el sí, da cuenta de las dinámicas, de los aspectos cambiantes de la personalidad en una misma persona” (traducción mía). . Esto quiere decir que el niño de ayer y el adulto de hoy, a pesar de corresponder al mismo individuo, ha experimentado una serie de cambios en su personalidad a lo largo de la vida, como consecuencia de esto ese individuo hoy en día expresa unos valores y una visión del mundo que no poseía en el pasado. Esto no quiere decir que esa persona corresponda a dos individuos distintos, por el contrario, se trata del mismo individuo, pero transformado por sus experiencias de vida.

La dialéctica de la mismidad y la ipseidad implica que una única persona puede cambiar, y para Utsler, este es el aporte más significativo de la segunda intención o rasgo de la hermenéutica del sí de Ricoeur a la identidad ambiental. No todas las identidades ambientales, o las formas de interpretarnos a nosotros mismos en relación con la naturaleza, son necesariamente amigables con el medio ambiente. Un ejemplo de ello son las identidades ambientales que interpretan la naturaleza como fuente de recursos ilimitados que pueden ser explotados sin ningún control (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.). En este tipo de identidades no se manifiesta una actitud de cuidado hacia el medio ambiente natural ni se establece un vínculo afectivo con él; son identidades en las que la naturaleza es concebida como un objeto que satisface algunas necesidades o deseos. Sin embargo, indica Utsler (2013), nuevas experiencias pueden reconfigurar a la persona, gracias a esto el individuo puede desarrollar un nuevo sentido de sí mismo, un sentido que sea más benigno ambientalmente.

Esta segunda intención de la hermenéutica del sí también se puede observar en Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda. Como se vio en párrafos más arriba, la relación entre Bolívar Proaño y la selva durante los primeros años de su estancia es conflictiva. Inicialmente, la selva se le presenta como elemento desconocido que debe someter y dominar para lograr sobrevivir y alcanzar los objetivos trazados mudándose a allí: obtener libertad y prosperidad económica. Entre la naturaleza y el Bolívar Proaño de los primeros años en la selva, no hay una relación de identificación porque no hay diálogo entre ellos. El protagonista de la novela de Sepúlveda reacciona negativamente ante ese territorio, lo cual conduce al establecimiento de una relación de oposición, contraste y antagonismos entre este personaje y la selva. Sin embargo, como bien lo indica Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.), la identidad no es una categoría estática, por lo que con los años y, sobre todo, con la experiencia de vivir la selva con los shuar, la relación entre Bolívar Proaño y la naturaleza cambia. Gracias a esta experiencia se establece entre ellos un diálogo que permite un ejercicio interpretativo, el cual lleva a Bolívar Proaño a repensarse a sí mismo y a asumir nuevos valores y nuevas formas de ver el mundo. Y en ese repensarse e interpretarse a sí mismo en relación con la naturaleza, Bolívar Proaño llega a reconocerse como parte de ella.

El momento que representa la conclusión del proceso de cambio de la identidad ambiental de Bolívar Proaño queda plasmado en el encuentro entre este personaje con una serpiente equis. Un ejemplar de este tipo de víbora muerde a Bolívar Proaño luego de que este ha convivido con los shuar por cinco años y se ha convertido en un buen conocedor de la selva. El protagonista de la novela de Sepúlveda, sintiendo los efectos del veneno de tal animal, lo mata y luego busca a los shuar para que lo salven. La comunidad lo cura y lo cuida hasta que su salud está totalmente reestablecida. El hecho de que Bolívar Proaño sobreviva al ataque del animal es interpretado por los shuar como una prueba de aceptación impuesta por sus divinidades, por ello homenajean al protagonista de la novela con la Fiesta de la Serpiente. Durante esta celebración, le conceden a Bolívar Proaño el privilegio de probar por primera vez el natema, bebida que le permite tener una visión muy especial:

en el sueño alucinado se vio a sí mismo como parte innegable de esos lugares en perpetuo cambio, como un pelo más de aquel infinito cuerpo verde, pensando y sintiendo como un shuar, y se descubrió de pronto vistiendo los atuendos del cazador experto, siguiendo huellas de un animal inexplicable, sin forma ni tamaño, sin olor y sin sonidos, pero dotado de dos brillantes ojos amarillos. Fue una señal indescifrable que le ordenó quedarse, y así lo hizo. (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 48).

Deaver (2002DEAVER, William O. El mundo de la selva en Un viejo que leía novelas de amor. Alba de América: Revista Literaria, v. 21, n. 39-40, p. 349-358, 2002.) interpreta este ritual de aceptación como metáfora de un proceso de limpieza en el que Bolívar Proaño se despoja totalmente de su identidad de hombre blanco colonizador. La alucinación le hace ver claramente a Bolívar Proaño que él es un ser de la selva y un elemento constitutivo de ella al igual que los shuar y los demás seres vivos que la habitan. Por lo tanto, termina de abandonar por completo su deseo de venganza y de percibirse como enemigo y sujeto contrario de la selva. Su propósito será convivir con ella y (cuando sea expulsado de la comunidad shuar) mantener a raya a aquellos que amenazan su bienestar porque comprende que del bienestar de la selva depende el suyo y el de otros seres con los que se siente vital y afectivamente conectado, como los shuar o la tigrilla a la que deberá matar por pedido de ella y como acto de compasión.

La dialéctica entre la mismidad y la ipseidad también se puede observar en Daniela Zermat de La loca de Gandoca, aunque en ella no hay un cambio radical como en Bolívar Proaño. A pesar de esto, en Daniela se presenta un proceso de afirmación en la reflexión en el Otro, el medio ambiente natural, que conduce a que solidifique su amor y se compenetre con él. En la novela de Anacristina Rossi, Daniela declara que su amor por la selva viene desde la infancia, lo que indica que desde mucho tiempo antes de ser habitante del Refugio Gandoca ya se había dado un contacto con la naturaleza y generado así un aprecio por ella. Pero a pesar de esa declaración, la novela no narra las memorias de la niñez de Daniela, las cuales podrían explicar el origen de ese amor y de las primeras experiencias que permitieron en este personaje la adquisición de una identidad ecológica. No obstante, la novela deja claro que Daniela en su adultez llega a Gandoca con una inclinación positiva hacia el medio ambiente natural y esta evoluciona por influencia de su esposo, Carlos Manuel, quien la lleva al refugio, como explica Daniela: “para darme una lección completa sobre el amor y sobre la función espiritual de la luz. Yo amaba desde la infancia la lluvia y la selva. Vos me enseñaste que llueve y hay selva en el fondo del mar” (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 15).

Como se expuso anteriormente, al inicio de su relación con Carlos Manuel, Daniela participa de un ritual de aceptación en los misterios de la naturaleza cuando Carlos Manuel la presenta ante Yemanyá de Benín. A partir de esta experiencia, la protagonista de la novela de Rossi recorre el refugio para contemplarlo y conocerlo, al mismo tiempo que vive una serie de encuentros sensuales con él. La naturaleza de Gandoca es para Daniela sinónimo de belleza, y esta es disfrutada sensualmente por ella. Este goce de los sentidos se presenta en distintos grados: desde el deleite por sentir la tibieza de la arena hasta el placer del goce erótico que experimenta por el contacto con el mar. En varios de los encuentros sexuales que Daniela describe junto con su esposo, tanto el cuerpo de este como algunos elementos de la naturaleza aparecen como motivadores del goce erótico. De entre estos encuentros, el más significativo se presenta cuando la protagonista de la novela describe ser penetrada por el mismo mar estando con su marido:

En el mar de cristales cambiantes como un caleidoscopio que siempre recomienza. Acostarse en el mar. Los verdes lechos tibios de thalassia. Ser penetrada hasta el fondo por el mar Caribe cuando el amor alcanza los confines del trópico en un hechizo verde de estuarios aquietados y palmeras que crecen al revés (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 25).

Este encuentro erótico que vive Daniela con el mar es una oportunidad para trascender y unirse al cuerpo de la naturaleza, eliminando toda separación y diferenciación entre ella y el medio ambiente natural.

George Bataille (1986BATAILLE, Georges.Erotism: Death and Sensuality. San Francisco: City Lights Books, 1986.) explica que en el erotismo hay un objetivo distinto al de la actividad sexual, que busca la simple reproducción y el cuidado de los hijos; ese objetivo es más bien una búsqueda de tipo psicológico. El erotismo procura la superación de la discontinuidad que existe entre dos seres. Bataille (1986) entiende la discontinuidad de los seres como el estado de individualidad y de diferenciación de cada ser, estado que lo aleja y lo hace diferente al otro. En el goce erótico y en la muerte, esa discontinuidad se puede superar. La continuidad se da en el erotismo en el momento en que los dos seres se disuelven, cuando el ser constituido momentáneamente desaparece en el otro (BATAILLE, 1986BATAILLE, Georges.Erotism: Death and Sensuality. San Francisco: City Lights Books, 1986.). En la escena citada, Daniela al ser penetrada por el mar pierde la forma de su ser constituido para disolverse y continuarse en él, de modo semejante al estuario en el que las aguas del río se funden con las del mar, estas dos pierden su forma para pasar a constituir ese nuevo espacio: el estuario mismo. Después del goce erótico, los dos seres que se habían unido en esa experiencia vuelven a ser dos seres discontinuos, pero en el caso de Daniela ese carácter discontinuo no es absoluto. La experiencia erótica refuerza su conciencia de las relaciones ecológicas y de la posibilidad de continuarse en la naturaleza por medio del reconocimiento de las relaciones y de las semejanzas que la acercan a otros seres vivos.

Pese al creciente amor que vive Daniela por la naturaleza, esta última va a quedar relegada en un segundo plano a causa del alcoholismo y la violencia de Carlos Manuel. Después de muchos años de vivir una relación en apariencia sana, Carlos Manuel sufre una recaída en el alcohol de la que intenta recuperarse sin éxito. Esta se produce justamente cuando llegan los grandes proyectos hoteleros a Gandoca, los cuales violan las normativas que regulan el refugio. Inicialmente, Daniela piensa que los administradores del mismo impedirán el incumplimiento de las normas por parte de esos grandes proyectos; sin embargo, esto no ocurre. Mientras que los proyectos de turismo masivo y de especulación inmobiliaria comienzan a desarrollarse en el Refugio Gandoca, Carlos Manuel no logra abandonar ni controlar su consumo de alcohol y, al mismo tiempo, se vuelve agresivo contra Daniela. La repuesta de ella es la de olvidarse de la naturaleza para sobrevivir a la violencia de su marido y tratar de salvarlo a él de su enfermedad, y a la familia que juntos han construido:

Esa tarde se acabó para mí la belleza, se acabaron la plenitud y la ternura. Los almendros gigantescos, las alfombras de ipomeas y los verdes lechos tibios de thalassia, el zacate de mar, dejaron de ocupar un lugar importante en mi vida. El punto medular pasó a ser la lucha contra tus fugas nocturnas, tus golpes, tu alcohol (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 33-34).

Carlos Manuel muere luego de varios intentos por desintoxicarse. Después de su fallecimiento y de meses de duelo, Daniela regresa a los brazos de la naturaleza de Gandoca, no para buscar en ella consuelo ante el dolor de la pérdida sino para salvarla de la destrucción.

El momento en el que se da el despertar de Daniela luego del duelo es cuando ella confronta por primera vez a Dominique, la francesa que construye un complejo hotelero frente a su casa sin los permisos correspondientes. Este despertar es descrito por los hijos de Daniela como una resurrección (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009.). Al volver a la vida, Daniela va a reclamarle a Yemanyá por haberle arrebatado a su esposo, esta le indica que debe reclamarle a Oxum, la deidad yoruba asociada a los ríos. Cuando Daniela se acerca a Oxum, se encuentra con la siguiente escena:

Había mirado el río con tanta tristeza que no había visto las latas en el fondo, las botellas plásticas que traía flotando y una espuma amarillosa acumulada. En la vera habían talado todos los árboles y el barro resbalaba por escorrentía. También caían al río los desagües de varias cabinas (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 58).

Al encontrarse ante este panorama, Daniela se levanta para defender el refugio. La protagonista de La loca de Gandoca no puede quedarse cruzada de brazos porque, como sostiene Kearns, en los dos seres que ama Daniela (su esposo y la naturaleza de Gandoca) se ha instalado un mal que los llevará a su aniquilación, “la muerte de Carlos Manuel y la posible muerte de Gandoca significan el final de lo que fuera un paraíso para Daniela” (KEARNS, 1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998., p. 315). Por lo tanto, este personaje debe dar una batalla y esta debe ser de tipo legal.

La batalla de Daniela debe ser contra las mismas instituciones creadas por los seres humanos, instituciones en las que la naturaleza y sus habitantes humanos (afrocaribeños e indígenas) no tienen voz a pesar de que ellas mismas se han declarado sus defensoras. Kearns explica que una de las singularidades de La loca de Gandoca dentro de la literatura latinoamericana es que como “testimonio ecofeminista” aborda la naturaleza como un “subalterno radical” y responde a ello “primero, dándole voz, y por tanto poder discursivo; y segundo, haciendo una dura crítica a la política neoliberal y a su actitud utilitaria inherente respecto al medio ambiente” (KEARNS, 2006KEARNS, Sofía. Nueva conciencia ecológica en algunos textos femeninos contemporáneos. Latin American Literary Review, v. 34, n. 67, p. 111-127, 2006, p. 115). La crítica se ve a lo largo de la novela en el reclamo que le hace a las instituciones por medio de su lucha legal; y ante el lento proceso de esa batalla, Daniela decide también escribir la historia de lo que allí está ocurriendo para que sus connacionales se enteren y se movilicen en defensa de la naturaleza y en contra de la corrupción del estado. Y es en el texto que Daniela escribe paralelamente al proceso legal donde le da espacio a la voz de la naturaleza para que esta sea escuchada por los costarricenses.

Este segundo rasgo de la identidad ambiental o dialéctica entre el mismo y el sí permite ver como las distintas experiencias ambientales que tiene todo individuo a lo largo de su vida pueden conducir a cambios dinámicos en la personalidad del mismo. A su vez, esos cambios implican que el individuo puede abandonar una visión del mundo y unos valores para asumir otros que antes no poseía. Y, en concordancia con esto último, ese individuo tendrá la oportunidad de interpretarse sí mismo como parte de la naturaleza. En el caso de los protagonistas de las novelas acá analizadas, se puede apreciar que sus experiencias ambientales son en gran medida distintas, pero profundamente transformadoras. Bolívar Proaño, luego de varios años de convivencia con los shuar, finalmente se reconoce como parte de la naturaleza y acepta esta condición cuando en la visión alucinada se ve a sí mismo como parte de ese mundo y como un igual a los demás seres que lo habitan. Por su parte, Daniela Zermat paulatinamente refuerza su conexión con la naturaleza hasta llegar a compenetrarse con ella; lo anterior, gracias a los encuentros eróticos que tiene con el mar y a la observación detallada que realiza de los ecosistemas del refugio Gandoca. Los cambios en la personalidad de estos personajes les permiten desarrollar una identidad ecológica particular y una toma de conciencia de esta.

Seres de la naturaleza

Por último, la tercera intención tiene que ver con la dialéctica de la ipseidad y la alteridad. Explica Utsler (2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.) que, si el objetivo de la primera intención es tratar al Otro como rodeo para ir de regreso al sí, entendiendo al Otro y al sí mismo como entidades separadas y distintas, la tercera intención busca la intimidad entre ellos: que el sí sea sí mismo en tanto que es el Otro. Y esto es posible, en palabras de Utsler, porque “when otherness and selfhood are paired together it offers a way of being with ‘otherness of a kind that can be constitutive of selfhood as such’” (UTSLER, 2013UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al. (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140., p. 130)6 6 “cuando se empareja la alteridad con la ipseidad se ofrece un modo de ser en el que la alteridad puede ser constitutiva de la ipseidad como tal” (traducción mía). . Es decir, la alteridad como constituyente de la ipseidad por intimidad o implicación más que por comparación, porque la una no puede ser sin la otra.

En esta instancia se pregunta Utsler (2009UTSLER, David. Paul Ricoeur’s Hermeneutics as a Model for Environmental Philosophy, Philosophy Today, v. 53, n. 2, p. 173-178, 2009.) si es posible una dialéctica entre el sí mismo (ipseidad) y el Otro distinto de sí (alteridad) cuando este último es un Otro distinto de lo humano. La respuesta la encuentra en la caracterización del Otro que hace Ricoeur; para el filósofo francés, la alteridad es de carácter polisémico y por lo tanto no permite que el Otro se reduzca a la alteridad de otra persona. Utsler señala entonces que, si se atiende a la polisemia de la alteridad, el Otro del ser humano no será estrictamente otro ser humano. Es posible hablar de la naturaleza como sí mismo y Otro distinto de sí cuando se considera que existe una relación intercorpórea entre seres humanos y naturaleza, es decir, una relación entre los cuerpos de los seres humanos, los seres no humanos y demás factores que componen el medio ambiente natural. La experiencia del cuerpo nos permite ser conscientes de la relación entre los distintos cuerpos de los seres vivos con el mundo físico natural y, afirma el filósofo, “As ‘living members’ of the environtment, we find that we come ‘up against’ it and relate to it in ways determined, not by us, but by the environment itself. If the weather outside is cold, for example, we put on a coat” (UTSLER, 2009UTSLER, David. Paul Ricoeur’s Hermeneutics as a Model for Environmental Philosophy, Philosophy Today, v. 53, n. 2, p. 173-178, 2009., p. 175)7 7 “como miembros vivos del medio ambiente, nos enfrentamos y nos relacionamos con este en formas determinadas no por nosotros, sino por el medio ambiente mismo. Por ejemplo, si afuera hace frío, nos pondremos un abrigo” (traducción mía). . Es decir, el cuerpo de los seres humanos percibe y actúa según los cuerpos de los demás seres vivos y de otros factores que hacen parte de la naturaleza, así como esos otros cuerpos también perciben y actúan según la acción del cuerpo de los seres humanos. Lo que en últimas significa reconocer que los seres humanos al igual que otros seres no humanos son afectados por estos últimos y por las condiciones que la misma naturaleza les impone (condiciones climatológicas, biológica, geoquímicas). Además de esto, explica Utsler (2009UTSLER, David. Paul Ricoeur’s Hermeneutics as a Model for Environmental Philosophy, Philosophy Today, v. 53, n. 2, p. 173-178, 2009.), considerar las relaciones ecológicas incluyendo a los seres humanos dentro de ellas puede revelar formas en las que podemos pensar el medio ambiente como otro sí mismo basado en lo intercorpóreo; para entender al sí, este no puede ser pensado sin el Otro que es la naturaleza.

No obstante, resulta incompleta la explicación de Utsler sobre cómo el Otro puede estar implicado en el sí mismo a través de la relación intercorpórea entre seres humanos y naturaleza. La implicación no se da solo por reconocer que el medio ambiente natural puede afectar el cuerpo del ser humano y las interacciones de este cuerpo con el cuerpo de otros seres no humanos; añadiría que en esa implicación del Otro en el sí mismo por medio de lo intercorpóreo juega un papel importante la idea de lo análogo. Pedro Enrique García Ruíz, al explicar el concepto de alteridad de Ricoeur, indica que para el filósofo francés la alteridad no es un agregado externo de la ipseidad “sino que conforma parte de su estructura ontológica. Por ello la alteridad no debe reducirse a la figura del otro, pues su carácter es polisémico y es lo que permite plantear un sí mismo como otro” y, agrega, “el otro es analógico” (GARCÍA, 2013GARCÍA, Pedro Enrique. Sí mismo para otro: Un debate sobre ética e identidad en Emmanuel Levinas y Paul Ricoeur. Franciscanum: Revista de las ciencias del espíritu, v. LV, n. 159, p. 105-126, 2013., p. 115). Esto último quiere decir que el uno y el Otro, aunque sean distintos y sostengan una relación de alteridad, también pueden mantener una relación de semejanza. Igualmente, García (2013) señala que lo analógico para Ricoeur representa un principio trascendental que tiene la función de preservar la igualdad del significado del Yo pues los Otros también son un Yo, es decir, garantiza transferir ese sentido del Yo a otros sujetos distintos. Esto último permite que los Otros sean semejantes (similares) porque tienen implicado ese otro Yo, antes que prójimos (próximos), otro cercano al Yo (GARCÍA, 2013GARCÍA, Pedro Enrique. Sí mismo para otro: Un debate sobre ética e identidad en Emmanuel Levinas y Paul Ricoeur. Franciscanum: Revista de las ciencias del espíritu, v. LV, n. 159, p. 105-126, 2013.). La relación intercorpórea entre seres humanos y naturaleza se puede ver como una relación analógica, el ser humano puede hacerse consciente de la implicación de la naturaleza en él mismo en tanto que puede reconocer aquello de su experiencia corpórea que se transfiere al Otro y lo hace un semejante o, viceversa, aquello que el otro le transfiere al sí mismo manteniendo así la igualdad de significados de esos dos seres distintos.

En Un viejo que leía novelas de amor la dialéctica entre la ipseidad y la alteridad se aprecia en la forma en la que el narrador de la novela describe el cuerpo y las habilidades físicas y mentales de Bolívar Proaño: “La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 50). Esta descripción que hace el narrador sobre Bolívar Proaño permite apreciar la influencia de otros cuerpos de la naturaleza sobre el cuerpo del protagonista de la novela; e igualmente, la implicación de los primeros sobre este último. Por influencia de las condiciones de la naturaleza, el cuerpo de Bolívar Proaño (ser vivo oriundo de la sierra ecuatoriana) se transforma y, al mismo tiempo, desarrolla una serie de destrezas que antes no poseía y que le son necesarias para adaptarse a las condiciones físicas de la selva. Por otro lado, ese cuerpo transformado y sus nuevas habilidades físicas y mentales son semejantes a las de otros seres vivos habitantes de la selva: los felinos y los shuar. Pero, a pesar de la semejanza, Bolívar Proaño no deja de ser diferente, como dice el narrador repetidas veces: “era como uno de ellos, pero no era uno de ellos” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 50). Lo cual no quiere decir que Bolívar Proaño no sea parte del todo que es la naturaleza sino que, al contrario, revela la diversidad que existe en ella. Por esto, a medida que la narración avanza, la máxima se transforma: “los shuar declararon que no eras de ellos, pero que eras de ahí” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 122).

La toma de conciencia de la implicación del Otro en el sí mismo de Bolívar Proaño se da por medio de la visión alucinada que tiene lugar durante la Fiesta de la Serpiente, celebración que, como ya se mencionó, realizan los shuar para festejar que Bolívar Proaño se convierte en sobreviviente de la mordedura de una serpiente equis, evento que solo unos pocos pueden contar. En esa visión, Bolívar Proaño se percibe a sí mismo como parte de la Amazonía y así lo describe el narrador: “se vio a sí mismo como parte innegable de esos lugares en perpetuo cambio, como un pelo más de aquel infinito cuerpo verde, pensando y sintiendo como un shuar” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 48). Bolívar Proaño se ve implícito en el cuerpo de la naturaleza desde la diferencia y la semejanza, es decir, desde aquello que comparte con los felinos y con los shuar (sus músculos, sus habilidades físicas y mentales, su condición de animal mamífero), y desde aquello que lo distingue de ellos (ser un animal proveniente de la sierra o de los ecosistemas andinos). E igualmente, se observa como “uno más”, es decir, con el mismo valor ecológico que poseen los demás seres de la naturaleza.

La dialéctica entre la ipseidad y la alteridad también se observa en Daniela Zermat de La loca de Gandoca, en especial en la forma en la que ella percibe su propio cuerpo:

Confieso tener con la vegetación una afinidad larga. Mis arterias parecen bejucos y estoy convencida de que la flor del majagua es la piel. La piel de mis manos se pone rugosa como la superficie áspera de las hojas del árbol de uva con sus venas saltadas, una pasión vegetal. Y mis manos, cuando atiendo a los niños, tienen esa apertura frondosa, abarcante de los grandes almendros, su dulzor amargo (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 70-71).

En esa afinidad que reconoce Daniela se deja ver la implicación de la naturaleza en ella misma, pues Daniela toma consciencia de los rasgos de semejanza que encuentra entre su cuerpo, que es el cuerpo de un ser vivo perteneciente a una especie animal, y el cuerpo de otros seres vivos correspondientes a especies vegetales.

La implicación del Otro en el sí mismo de Daniela igualmente se ve en su interpretación de la experiencia de la muerte. Una noche, al visibilizar árboles para conciliar el sueño, Daniela siente que es parte de ellos: “El viento me acariciaba porque yo era hojita, tronco, lechuza, vaivén. Una voz me dijo al oído que así sería cuando muriera, que eso sentiría al morir. Y me di cuenta de que se estaba iniciando el proceso, que eso era morir, ser parte del viento, de los árboles, de los animales” (ROSSI, 2009ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 76). El verse en el Otro le permite a Daniela conscientemente entenderse partícipe de ciclos biológicos como el ciclo de vida de los seres vivos o el ciclo de nutrientes regulado por los procesos de descomposición. Es decir, del primero reconocer que ella como ser vivo comparte con otros seres vivos (animales y vegetales) la experiencia de la transformación a lo largo de la vida: nacer, crecer, reproducirse, morir. Del segundo admitir que en la muerte su cuerpo se transforma gracias a la descomposición que sufre (al igual que el cuerpo de otros animales y vegetales), y con ello se convierte en nutrientes que contribuyen a la producción de materia viva. Lo análogo aquí ya no solo atiende a las similitudes en los rasgos de la corporeidad sino también en la participación de esos cuerpos en los procesos bioquímicos que tienen lugar dentro de un ecosistema determinado.

A pesar de la similitud que manifiestan Bolívar Proaño y Daniela en la implicación del Otro en el sí mismo, los dos personajes también revelan una particularidad que los diferencia. Daniela se percibe como la naturaleza, identificando en su cuerpo semejanzas estrechas con los cuerpos vegetales, se siente físicamente semejante a las plantas: su piel son las hojas de una flor, sus brazos son bejucos; en otras palabras, se ve como una forma vegetal. En tanto que Bolívar Proaño adquiere características similares a las de los felinos, pero no llega a verse a sí mismo como un felino, lo que no evita que deje de percibirse como parte de la naturaleza. Más bien su implicación con el Otro se da manteniendo su condición de animal de la especie humana, especie del orden de los primates. Mantiene la particularidad de su animalidad con la que participa del ecosistema donde está inserto.

La dialéctica entre la ipseidad y la alteridad les permite a los personajes de las novelas no solo verse a sí mismos como uno de los muchos elementos que componen la naturaleza, sino también entender que ella los conforma o está implícita en ellos y que conocerla a ella es también conocerse a sí mismos. En el diálogo entre el sí mismo y el Otro, se descubre una relación íntima entre los dos, intimidad dada por lo analógico, por los rasgos que los hacen semejantes, en otras palabras, por la conservación del sentido de igualdad que no cancela la polisemia y la diversidad que hay en el Otro y en el sí.

Conclusiones

Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda, y La loca de Gandoca, de Anacristina Rossi, como novelas ecologistas, denuncian crímenes ambientales y reclaman cambios políticos económicos y sociales tendientes al cuidado de la naturaleza. Esos cambios que reclaman también deben ser a nivel individual y, a través de los protagonistas de sus novelas, Sepúlveda y Rossi le muestran al lector un modelo de conducta, un modo de convivencia con la naturaleza y de compenetración con ella. Ese modelo son las identidades ecológicas que exponen Daniela Zermat y Antonio José Bolívar Proaño a lo largo de las novelas.

El lector de la novela de Sepúlveda y de Rossi es testigo de la transformación de sus protagonistas. Bolívar Proaño y Daniela Zermat son ejemplos de la posibilidad de cambio, pero son unos modelos muy particulares. Estos dos personajes se alejan del héroe tradicional de las novelas de la selva latinoamericana, el cual se ha caracterizado por ser un hombre urbano, intelectual que hace el viaje a la selva en búsqueda de fortuna o aventuras. En Un viejo que leía novelas de amor, el héroe reconfigurado es un campesino mestizo que ha emigrado por la pobreza y por el estigma de los roles de género predominantes en su comunidad, mientras que, en La loca de Gandoca, el héroe es una mujer trabajadora, esposa, madre de familia y sobreviviente de la violencia doméstica. Son héroes que, gracias a esa transformación en sus identidades ambientales, entienden la naturaleza como un hogar, como un paraíso que les ofrece bienestar material y espiritual, y como un todo interconectado al que pertenecen. Y en concordancia con esto, exponen nuevas éticas, nuevas formas de vivir en el planeta Tierra y de cuidarlo.

El tema de la ética en la obra de Luis Sepúlveda lo ha estudiado Juan Gabriel Araya Grandón (2012ARAYA, Juan Gabriel. Otra ética para un nuevo mundo: El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas en Mundo del fin del mundo (1994) de Luis Sepúlveda. Notas para una investigación ecocrítica. Acta literaria, v. 44, n. 44, p. 153-165, 2012.), quien afirma que las novelas y cuentos ecologistas de Sepúlveda8 8 Dichos textos corresponden a: Un viejo que leía novelas de amor, Mundo del fin del mundo, Patagonia express, Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar, Yacaré, Hot line y La lámpara de Aladino. proponen una ética distinta a la tradicional o “ética habida hasta ahora”. Araya sigue a Hans Jonas, quien propone una ética de la responsabilidad, la cual consiste en “asumir la responsabilidad como fundamento para una ética del mundo contemporáneo que logre enfrentarse a las nuevas condiciones generadas por el ilimitado poder de la tecnociencia” (ARAYA, 2012ARAYA, Juan Gabriel. Otra ética para un nuevo mundo: El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas en Mundo del fin del mundo (1994) de Luis Sepúlveda. Notas para una investigación ecocrítica. Acta literaria, v. 44, n. 44, p. 153-165, 2012., p. 153). Esta ética, a diferencia de la ética tradicional, incluye a los seres no humanos y responsabiliza a los seres humanos de “la continuidad de la vida del planeta”; es decir, tiene en consideración las consecuencias a futuro de las acciones de los seres humanos sobre la naturaleza (ARAYA, 2012ARAYA, Juan Gabriel. Otra ética para un nuevo mundo: El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas en Mundo del fin del mundo (1994) de Luis Sepúlveda. Notas para una investigación ecocrítica. Acta literaria, v. 44, n. 44, p. 153-165, 2012.). En el caso de Un viejo que leía novelas de amor, explica Araya, la ética de la responsabilidad ejercida por Bolívar Proaño y por los shuar es muestra de que “una buena convivencia con el entorno es un modo de vivir civilizado […]. La novela establece que la civilización auténtica se encuentra en quienes respetan la cultura de la biodiversidad” (ARAYA, 2012ARAYA, Juan Gabriel. Otra ética para un nuevo mundo: El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas en Mundo del fin del mundo (1994) de Luis Sepúlveda. Notas para una investigación ecocrítica. Acta literaria, v. 44, n. 44, p. 153-165, 2012., p. 155). Por tanto, estos son los valores y modos de vida éticos que como seres humanos deberíamos asumir para asegurar el bienestar de la naturaleza.

Por su parte, Sofía Kearns (1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998., p. 319), al abordar el tema de la ética en La loca de Gandoca de Anacristina Rossi explica que la escritora costarricense también cuestiona la ética tradicional y plantea otra cercana a la “ética contextualizada” formulada por Karen Warren. Esta filosofa ecofeminista estadounidense sostiene que los seres humanos y no humanos somos:

definidos por nuestro valor ecológico; es decir, que la importancia de cada ser le sea dada por lo que éste representa para su hábitat y no solamente por derechos, reglas y principios por los cuales se adjudica valor a unos seres y se les quita a otros, como ocurre con la ética tradicional. […] Según esta nueva ética, todos tendríamos valor moral (KEARNS, 1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998., p. 319).

Con esta nueva ética la novela de Rossi, según Kearns (1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998.), les muestra a sus lectores otros modos de convivencia armónica con la naturaleza y, al ser esta un sujeto con valor moral, también interpela a los seres humanos para que se movilicen por ella.

La expresión de estas nuevas éticas es posible gracias a la transformación de la identidad ambiental de los protagonistas de Un viejo que leía novelas de amor y La loca de Gandoca. La identidad ambiental como un proyecto hermenéutico invita a los seres humanos a repensar su relación con la naturaleza y a encontrarse con ella, esto a través de la reflexión sobre las experiencias ambientales, el reconocimiento de la oportunidad de cambio en la personalidad, y en la posibilidad de ver al Otro, el medio ambiente natural, como un sujeto constitutivo de lo que cada individuo es sin cancelar la diferencia. Asimismo, ese proyecto hermenéutico de la identidad ambiental le deja ver a los lectores de Un viejo que leía novelas de amor y La loca de Gandoca que se pueden recorrer distintos caminos hacia esa identidad y que cada uno de ellos deviene diversas formas de identidades ecológicas, diversas formas de ser en la naturaleza. Y, a su vez, estas también conducen a otras éticas, unas éticas no antropocéntricas, unas éticas de cuidado y responsabilidad.

En concordancia con lo anterior, las novelas también proponen distintas formas de cuidar la naturaleza. En la novela de Sepúlveda se expone una postura preservacionista mientras que en Rossi se presenta una posición conservacionista. En el caso de La loca de Gandoca, como bien señala Kearns (1998KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998.), no se rechaza el uso de los recursos naturales o el uso del suelo en el refugio; sin embargo, esos usos deben hacerse con un control y un límite. Daniela Zermat al defender el refugio también aboga por un desarrollo sustentable, el cual debe ser liderado y debe servir principalmente a las comunidades humanas que han vivido allí en equilibrio con la naturaleza, estas son las comunidades afrocaribeñas y las comunidades indígenas. En palabras de la misma Daniela, el turismo que se practique en el refugio debe ser “un turismo que no dañe la naturaleza, un turismo modesto, de pequeño tamaño, verdaderamente, ecológico” y en él los habitantes del refugio deben tener “una participación directa en el desarrollo: socios, no meseros ni mucamas” (ROSSI, 1998ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca. San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009., p. 51). Imponer el modelo de desarrollo neoliberal en Gandoca significa condenar a la naturaleza a su fin y perpetuar la marginalización a la que han sido sometidos históricamente los afrocaribeños y las comunidades indígenas radicados allí. De modo que en la visión conservacionista de La loca de Gandoca es posible una convivencia armónica entre seres humanos y naturaleza mientras se hace uso de forma sostenible de esta última.

En Un viejo que leía novelas de amor, a pesar del aprendizaje y transformación que vive Bolívar Proaño a lo largo de la narración, este termina siendo expulsado de la comunidad shuar. Bolívar Proaño mata con un arma de fuego, un arma de los apaches o los blancos, a la persona que ha asesinado a su compadre shuar, Nushiño. Bolívar Proaño es expulsado de esta comunidad humana pero no de la naturaleza; sin embargo, él decide irse a vivir a El Idilio, en la frontera entre el poblado colono y la selva. Podría haberse ido al interior de la Amazonía, a un rincón distinto al ocupado por los shuar, pero esto no es así. Bolívar Proaño se queda a las puertas de la selva intentando “mantener a raya” a los gringos de las petroleras que llegan para cazar por placer y a los colonos que al deforestar la selva van “construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 60). Y al final de la novela, luego de matar a la tigrilla con el arma apache, se marcha a El Idilio “sin dejar de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su amazonía” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 137). Para Bolívar Proaño la tragedia de la selva amazónica es producto de todos aquellos foráneos que han llegado para colonizarla y aprovecharse de ella. Por lo tanto, lo mejor para cuidar de los ecosistemas amazónicos es impedir la llegada de seres humanos no pertenecientes a esos ecosistemas y no permitir sus prácticas económicas en ese territorio. Con ello se garantizaría la vida de la naturaleza en un estado puro.

A pesar de las diferencias en los modos de garantizar el bienestar de la naturaleza, tanto Un viejo que leía novelas de amor como La loca de Gandoca hacen un llamado a sus lectores para que reevalúen su relación con el medio ambiente natural y con los seres vivos, para que reflexionen en sus identidades ambientales y abracen identidades ecológicas, para que se levanten y busquen los cambios políticos, sociales y económicos necesarios para garantizar la supervivencia del planeta Tierra. De este planeta que, como afirma Sepúlveda, “es el único mundo que tenemos” (SEPÚLVEDA, 2011SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor. Barcelona: Tusquets Editores, 2011., p. 9).

Referencias

  • ARAYA, Juan Gabriel. Otra ética para un nuevo mundo: El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas en Mundo del fin del mundo (1994) de Luis Sepúlveda. Notas para una investigación ecocrítica. Acta literaria, v. 44, n. 44, p. 153-165, 2012.
  • BATAILLE, Georges.Erotism: Death and Sensuality. San Francisco: City Lights Books, 1986.
  • CORONA, Pablo. Antropología y ontología: algunos aportes desde la hermenéutica de Paul Ricoeur. Umbrales filosóficos: Blog de Escuela de Filosofía de la USAL, 17 maio 2017. Disponível em: https://umbralesfilosoficos.com/antropologia-y-ontologia-algunos-aportes-desde-la-hermeneutica-de-paul-ricoeur/ Acesso em: 25 out. 2022.
    » https://umbralesfilosoficos.com/antropologia-y-ontologia-algunos-aportes-desde-la-hermeneutica-de-paul-ricoeur/
  • DEAVER, William O. El mundo de la selva en Un viejo que leía novelas de amor. Alba de América: Revista Literaria, v. 21, n. 39-40, p. 349-358, 2002.
  • GARCÍA, Pedro Enrique. Sí mismo para otro: Un debate sobre ética e identidad en Emmanuel Levinas y Paul Ricoeur. Franciscanum: Revista de las ciencias del espíritu, v. LV, n. 159, p. 105-126, 2013.
  • KEARNS, Sofía. Otra cara de Costa Rica a través de un testimonio ecofeminista. Hispanic Journal, v. 19, n 2, p. 313-339, 1998.
  • KEARNS, Sofía. Nueva conciencia ecológica en algunos textos femeninos contemporáneos. Latin American Literary Review, v. 34, n. 67, p. 111-127, 2006
  • PAREDES, Jorge; MCLEAN, Benjamin. Hacia una tipología de la literatura ecológica en español. Ixquic: Revista hispánica internacional de análisis y creación, n. 2, p. 1-37, 2000.
  • ROSSI, Anacristina. La loca de Gandoca San José de Costa Rica: Editorial Legado, 2009.
  • SEPÚLVEDA, Luis. Un viejo que leía novelas de amor Barcelona: Tusquets Editores, 2011.
  • THOMASHOW, Mitchell. Ecological Identity: Becoming a Reflective Environmentalist. Cambridge: MIT Press, 1995.
  • UTSLER, David. Paul Ricoeur’s Hermeneutics as a Model for Environmental Philosophy, Philosophy Today, v. 53, n. 2, p. 173-178, 2009.
  • UTSLER, David. Environmental Hermeneutics and Environmental/Eco-Psychology: explorations in Environmental Identity. In: CLINGERMAN, Forrest et al (ed.). Interpreting Nature: The emerging field of environmental hermeneutics. New York: Fordham University Press, 2013. p. 123-140.
  • 1
    “una interpretación basada en una dialéctica entre el sí y el otro distinto del sí del medio ambiente del individuo (y/o de la comunidad)” (traducción mía).
  • 2
    “existen lugares o experiencias de lugares o entidades físicas que son significativas para nosotros de alguna forma, y esa valía nos ofrece un sentido de quiénes somos o de aquello a través del cual nos identificamos a nosotros mismos” (traducción mía).
  • 3
    No es totalmente claro en la novela si Daniela es residente permanente del Refugio Gandoca o si su residencia es estacionaria, pero los pocos indicios que ofrece la novela hacen pensar que se trata de lo segundo. A lo largo de la narración se menciona un traslado regular entre dos residencias, una ubicada en la ciudad (tal vez San José) y la otra en el Refugio Gandoca.
  • 4
    “A través del tiempo, yo soy la misma persona. El joven que una vez atravesó riachuelos y bosques ahora está sentado en frente de su computador escribiendo este capítulo y todos los años que han transcurrido entre estos dos eventos no cambian esa identificación” (traducción mía).
  • 5
    La identidad de la ipseidad “no implica ninguna afirmación concerniente a algún núcleo invariable de la personalidad. A diferencia de la mismidad, la ipseidad o el sí, da cuenta de las dinámicas, de los aspectos cambiantes de la personalidad en una misma persona” (traducción mía).
  • 6
    “cuando se empareja la alteridad con la ipseidad se ofrece un modo de ser en el que la alteridad puede ser constitutiva de la ipseidad como tal” (traducción mía).
  • 7
    “como miembros vivos del medio ambiente, nos enfrentamos y nos relacionamos con este en formas determinadas no por nosotros, sino por el medio ambiente mismo. Por ejemplo, si afuera hace frío, nos pondremos un abrigo” (traducción mía).
  • 8
    Dichos textos corresponden a: Un viejo que leía novelas de amor, Mundo del fin del mundo, Patagonia express, Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar, Yacaré, Hot line y La lámpara de Aladino.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    11 Ago 2023
  • Fecha del número
    2023

Histórico

  • Recibido
    29 Oct 2022
  • Acepto
    02 Nov 2022
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