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En el vigésimo aniversario de la muerte de Kraepelin

CONFERÊNClAS

En el vigésimo aniversario de la muerte de Kraepelin* * Discurso pronunciado el 8 de octubre de 1946 en la Asociación Argentina de Médicos Psiquiatras.

E. Eduardo Krapf

Si este círculo amigo ha querido conferirme el alto honor de conmemorar hoy, a los veinte anos de su muerte, la venerable figura de Emílio Kraepelin, se lo debo - me doy cuenta - en gran parte a mi buena suerte: he tenido el privilegio de conocer al maestro personalmente.

No lo conocí muy intimamente. Oi su última conferência, tuve con él tres o cuatro conversaciones durante las cuales él - felizmente - hablaba mucho más que yo; y asistí aí solemne sepelio que le dió la Universidad de München. Pero la fugacidad de mi contacto con él no borra el hecho de que lo he tenido. Estreché su mano; oí su voz; senti como su mirada penetrante escudrifiaba mi asustada cara de modesto aprendiz. Puedo hablar de Kraepelin como de un hombre de carne y hueso, y no necesito limitarme a conjurar de hojas ya un poco polvorientas, sólo los contornos inciertos de su pálida sombra literária.

No sé como se juzgará la labor científica de Kraepelin en el centenário e bicentenário de su muerte. Hoy, a los veinte anos de su desaparición, hemos de confesar que no nos parece tan fundamental como se admitia durante su vida.

Es cierto que la psiquiatria moderna fué, en gran parte, obra de Kraepelin. Al introducirse su sistema nosológico en las clínicas y asilos dei mundo entero, se impuso, al mismo tiempo, el pensamiento clínico en que se arraigaba, y que domina, hoy por hoy, la medicina mental en su totalidad. En cierto sentido, todos los psiquiatras de nuestra época somos más o menos kraepelinianos, y seria injusto negar cuánto todos nosotros debemos al gênio sistematizador dei maestro.

Pero seria igualmente necio si cerráramos los ojos ante el revés de la medalla. La psiquiatria clínica no tuvo un sólo iniciador: Morel y Magnan, Kahlbaum y Koch elaboraron sus conceptos básicos antes de Kraepelin. Tampoco se puede decir que el edificio no se podría haber levantado en fundamentos muy diferentes: las concepciones neuropatológicas de Jackson, Meynert y Wernicke eran tal vez hasta más apropriadas que las más primitivas de Kraepelin, pero la inundación kraepeliniana les quito toda influencia real durante decênios. Finalmente, hay que destacar que un sistema tan esencialmente estático como el de Kraepelin no pudo menos que despertar la oposición de todos aquellos que aspiraban a una psiquiatria más dinâmica. Hoche y Adolf Meyer fueron los primeros líderes dei movimiento revolucionário contra la rigidez de la nosologia kraepeliniana, y el maestro tuvo la grandeza espiritual de admitir su crítica y de modificar sus opiniones básicas muy poços anos antes de su muerte. Mientras tanto, sin embargo, la corriente dinâmica en psiquiatria ha cobrado una intensidad incomparablemente mayor, y la revolución psicoanalítica cuyos comienzos registraba Kraepelin con una curiosa mezcla de respecto e incomprensión perpleja, relativizó muchas de las teorlas que hace veinte anos parecían tener valor absoluto.

Digamos, pues, con toda franqueza: si bien, de un lado, somos hoy todos un poco kraepelinianos, dei otro lado, todos hemos dejado de serio en un sentido integral. Y no tenemos miedo de admitido hoy y aqui, en un acto de homenaje a Kraepelin. Pues podemos estar seguros que él mismo, si viviera, seria el primero en renunciar al kraepelinianismo: nada le valia la persona donde se trataba de los hechos y de la verdad.

Dije, hace un instante, que no sabia cual iba a ser el juicio de la historia sobre la obra de Kraepelin. Permítanme agregar ahora que no tengo ninguna duda acerca de la opinion que tendrá la posteridad sobre su personalidad. Pasé los anos decisivos de mi formación psiquiátrica en la Clínica de München que había sido de él, y convivi durante todo este tiempo, en parte muy intimamente, con hombres que, como Spielmeyer, Plaut, Kahn, Spatz y Lange, habían pertenecido al círculo íntimo de Kraepelin. Muchas son las anécdotas que oi allí sobre el extinto, y grande fué la impresión que me causaron los relatos de sus discípulos. Pero hubo una anécdota que se me grabó más profundamente que cualquier otra y que en mi opinion pinta a Kraepelin todo entero: cuando un discípulo lo venía a consultar acerca de un resultado de investigación que no coincidia con lo esperado y le preguntaba como debía proceder en tal encrueijada, el maestro solía contestarle "Dígalo como es", y con esto terminaba el asunto. "Dígalo como es"! Qué lema perfecto para un hombre de ciência! Qué formulación noble y orgullosa para el deber de honestidad absoluta que incumbe al verdadero investigador.

Cuando Kraepelin, en 1887, se hizo cargo de su primer titulariado en Dorpat, inicio sus clases con una conferência sobre las distintas direcciones de la investigación psiquiátrica. Ahí trazó el programa de "estúdio cuidadoso dei detalle", dei "tratamiento monográfico de todas las pequenas variantes "y de" observación y descripeión sóbria de los hechos" cuya realización fué la tara de su vida. Y bien, lo que más llama la atención en esta conferência es cuantas veces figuran en ella adjetivos como " provisional" y advérbios como "por ahora". Kraepelin era un fanático de los hechos, y podemos estar seguros de que todo hecho observado por él era, es y será para siempre una realidad incontestable. Pero estaba muy lejos de ser un fanático de sus opiniones; tanpoco, en efecto, que se acuso hasta de inconstância excesiva y de novelería injustificada.

Es un hecho, en efecto, que sus opiniones nosológicas cambiaban, a veces, de modo casi vertiginoso. Un reflejo de esto encontramos en una nota humorística publicada en la Festschrift del Congreso Anual de la Asociación Psiquiátrica dei Sudoeste Alemán de 1896. El autor anônimo inserta ahí un hipotético prefacio para la sexta edición dei Tratado en la oual se ofrece un prêmio de 100 marcos "al que puede demostrar qué se ha hecho dei Wahnsinn (amencia) de la cuarta edición". Además figura el siguiente párrafo: "Desde que un destino feliz me permitió, despues de la aparición de la quinta edición, ver más o menos 200 enfermos, mis opiniones han vuelto a sufrir un cambio considerable; sobre todo acerca de la terminación definitiva de las distintas formas obtuve en los últimos seis meses una claridad absoluta; me he convencido que mi clasificación anterior contenía todavia demasiados síndromes, y ahora doy la agrupación más reciente, ya muy cercana dei ideal, de la cual espero que podrá quedar válida para dos o tres meses".

Y no vayan a creer que la constante renovación de los conceptos se debía a meros caprichos de Kraepelin. Siempre era la observación de enfermos - y de un poco más que 200 - que lo determinaba a modificarse. He tenido oportunidad de ver como extraía para la última (novena) edición dei tratado, historlas clínicas de paralíticos, como llenaba de notas e interrogates sus fichas, y como agrupaba y reagrupaba un material que ya de por si nadie conocía mejor que él. Puede sonar asombroso, pero se puede asegurar que en las 2000 páginas de la octava edición no figura una sola frase que Kraepelin no hubiera podido documentar en una o varlas historlas clínicas existentes en su clínica.

Lo que Kraepelin buscaba, era la verdad. Las personas no importaban. Cuando un discípulo jóven criticaba a un representante de otra escuela de modo despectivo, Kraepelin lo paraba en seco: "De un hombre que trabaja honradamente no se debe hablar sino con sombrero en mano". He ahí otra máxima merecedora de ser recordada con frecuencia. Y no es impresionante recordar que cuando se le pidieron nombres de psiquiatras dignos de reemplazarlo en el titulariado, menciono sólo a uno de sus propios discípulos y a tres hombres que provenían de escuelas "enemigas "?

Su fanatismo de la verdad no siempre fué agradable para su ambiente. Ser asistente de su clínica era una forma refinada de esclavitud. De dia se trabajaba prácticamente sin interrupción de las ocho de la maííana hasta las siete de la noche con un ritmo tal que era casi un poco pecaminoso caer enfermo. Se cuenta que cuando un asistente se enfermaba por segunda vez en tres anos, Kraepelin frunció la frente y dijo con cara desdefiosa: "Yo no sé, este Doctor Fulano me parece muy débilucho". El trabajo no terminaba, por otra parte, a las siete: de noche hubo reuniones y seminários, y hubo cierta época en que Kraepelin hacía experimentos sobre la profundidad del sueno, en que solía entrar inesperadamente a la una o dos de la madrugada en la habitación de sus médicos internos para despertados. de un campanazo y hacerlos sumar números. No necesito decir que fué igualmente desconsiderado consigo mismo. Poças semanas antes de morir, voló por primcra vez en su vida porque no quiso confiar el manuscrito de la novena edición dei Tratado a ningún extrafio, y prefirió la incomodidad y el peligro de un vuelo para tener la satisfacción de entregar su obra personalmente a la imprenta. Hasta sus vacaciones estaban dedicadas al trabajo. Pcseía una propiedad en el Norte de Italia, a la que se retiro todos los afios durante las vacaciones universitárlas. Y bien, he visto en el cuaderno de libros prestados de la clínica que nunca se fué ali sin llevar consigo toda una biblioteca, ni sin firmar, por otra parte, como cualquier otro, el recibo de los libros en el cuaderno.

No es de extrafíar que un hombre dei empuje de Kraepelin sabia hacerse enemigos. El primero de ellos era su primer jefe, Flechsig, en Leipzig, con quien sc peleó hasta tal punto que el gran anatomista quiso echarlo de la clínica diciendo que era un indivíduo que, evidentemente, no tenia capacidad para la psiquiatria. Esto hubiera sido un fin muy prematuro de su carrera brillante. Pero tal vez no es menos interesante registrar aqui lo que lo salvo: fueron sus coasistentes los que declararon su propósito de abandonar la clínica con él quienes afirmaron su posición. Y hay que saber lo que una actitud de esta índole significo en la Alemania imperial de 1880 para poder apreciar cuan extraordinário debe haber sido el magnetismo personal de Kraepelin. El número de discípulos descollantes que se formaron alrededor de él es, en efecto, legión. Pero que se dice de un hombre que pudo convencer a todo un Titular de Psiquiatria (Alzheimer) de renunciar a su titulariado para aceptar la dirección de un laboratório en su clínica? El destino me ha brindado la oportunidad de tener contacto personal con un gran número de psiquiatras destacados de nuestra época. Pero no exagero al decir que no he conocido a ninguno que dominaba mejor el arte de despertar en un jóven investigador, algo tímido, la llama ardiente dei entuslasmo científico.

Ya mencione que oí la última conferência que daba Kraepelin en mayo de 1926 en una sesión dei Instituto de Investigaciones Psiquiátricas que él había fundado antes de su jubilación y cuya dirección ejercía hasta su muerte. Habló cobre parálisis general, y recuerdo muy vivamente mi extrafieza cuando, en vez de esbozar programas de investigación para otros, nos presentaba un estúdio personal extremadamente exacto y - porque no decirlo? - bastante aburrido sobre la relación estadística entre ciertos sintomas y ciertos tipos de evolución. Luego ofreció en la biblioteca la habitual taza de té a la que estaban invitados todos los concurrentes a la sesión. Yo tenia 25 anos y me había iniciado en la clínica poco más de un mes antes. No pasó media hora antes de levantarse el maestro de la mesa de los personajes para acercarse a la mia y preguntarme quién era, qué hacía y qué pensaba investigar. Debo confesar que estaba algo cohibido. Pero esto no duro mucho tiempo. Pues cuando le dije que lo encontraba algo difícil orientarme, me conto él mismo acerca de la mala opinion que de él había tenido Flechsig y agrego con una sonrisa que entonces él también había dudado de si mismo, y que, despues de todo, había llegado a hacer algo útil.

Vita brevis, ars longa. Han pasado veinte anos desde que el maestro cerro los ojos para siempre. Hoy nuevos hombres están siguiendo nuevos caminos, nuevos investigadores buscando nuevas metas. La psiquiatria moderna que Kraepelin cuido en sus paiíales se ha hecho adulta y parece querer separarse de su padre para poder cumplir mejor con los deberes de un nuevo dia. Sé que Kraepelin no se opondría a esta evolución. La bendeciría. Pero nos pediria seguramente que al abandonar sus opiniones mantengamos el alto sus princípios.

Sigamos diciéndolo como es. Esto será el mejor homenaje que podemos brindar a la memória de Emilio Kraepelin.

Maipú, 1266 - Buenos Aires - Argentina

  • *
    Discurso pronunciado el 8 de octubre de 1946 en la Asociación Argentina de Médicos Psiquiatras.
  • Fechas de Publicación

    • Publicación en esta colección
      20 Feb 2015
    • Fecha del número
      Mar 1947
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