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Una discusión sobre el vínculo entre Salvador Allende, Max Westenhöfer y Rudolf Virchow: aportes a la historia de la medicina social chilena e internacional*

Resumen

En el marco de la historia de la medicina social latinoamericana, numerosos trabajos historiográficos han presentado un vínculo armónico entre Rudolf Virchow, Max Westenhöfer y Salvador Allende, afirmando una procedencia virtuosa de las ideas de la medicina social latinoamericana en una prestigiosa fuente europea, como es la que representa Virchow. Un dato crucial en ese relato es que Allende habría sido estudiante de Westenhöfer; un discípulo de Virchow que vivió en Chile en tres ocasiones (1908-1911, 1929-1932 y 1948-1957). Este trabajo problematiza, usando fuentes primarias y datos de contexto, la relación entre Allende y Westenhöfer, y cuestiona la influencia de Virchow sobre el pensamiento médico-social en Chile.

Salvador Allende (1908-1973; Max Westenhöfer (1871-1957; Rudolf Virchow (1821-1902; medicina social; Chile

Abstract

In the history of Latin American social medicine, numerous works have presented a harmonious link between Rudolf Virchow, Max Westenhöfer, and Salvador Allende, which establishes the origin of ideas of Latin American social medicine in a prestigious European source, represented by Virchow. A key to that story is that Allende was a student of Westenhöfer, a disciple of Virchow who lived in Chile three times (1908-1911, 1929-1932, and 1948-1957). Based on primary sources and contextual data, this article problematizes the relationship between Allende and Westenhöfer, and questions the influence of Virchow in Chilean social medicine.

Salvador Allende (1908-1973; Max Westenhöfer (1871-1957; Rudolf Virchow (1821-1902; social medicine; Chile

La importancia de Salvador Allende como figura de la medicina social chilena es indiscutible por razones tan justificadas como su participación en la conocida organización de médicos de izquierda autodenominada la Vanguardia Médica, durante la década de 1930, por su agudo análisis en La realidad médico-social chilena (Allende, 1999ALLENDE, Salvador. La realidad médico-social chilena. Providencia, Santiago: Editorial Cuarto Propio. 1999.), publicado en 1939 durante su desempeño como ministro de Salud del gobierno del Frente Popular entre 1939-1942, por su tenaz actividad legislativa en pro de construir un sistema nacional de previsión social y por su política sanitaria durante su mandato como presidente bajo la bandera de la Unidad Popular entre 1970 y 1973 (Illanes, 2010ILLANES, María Angélica. “En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia”: historia social de la salud pública, Chile 1880-1973: hacia una historia social del siglo XX. Santiago: Ministerio de Salud. 2010.; Labra, 2004LABRA, María Eliana. Medicina social en Chile: propuestas y debates (1920-1950). Cuadernos Médico Sociales, v.44, n.4, p.207-219. 2004.; Molina Bustos, 2010MOLINA BUSTOS, Carlos A. Institucionalidad sanitaria chilena, 1889-1989. Santiago: LOM Ediciones. 2010.). Sin embargo, al presentar la figura de Allende como uno de los protagonistas de la medicina social a nivel internacional, frecuentemente se alude a que habría sido estudiante e incluso discípulo de Max Westenhöfer, científico de nacionalidad alemana y docente en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, quien a su vez fue discípulo de Rudolf Virchow en su país de origen. Virchow es reconocido en la historia de la medicina occidental como el fundador de la medicina social, por lo que un vínculo de discipulado sucesivo entre Virchow y Westenhöfer, y luego entre Westenhöfer y Allende, implica un relato ordenado y continuado que demuestra una evolución armónica del programa de la medicina social, en un contexto transcontinental y a lo largo varias décadas.

La descripción de este vínculo (Virchow – Westenhöfer – Allende) se encuentra en numerosas obras, aunque es más común en la literatura inglesa sobre historia de la medicina, de la salud pública y del derecho a la salud en América Latina (Paluzzi, 2004PALUZZI, Joan E. A social disease/a social response: lessons in tuberculosis from early 20th century Chile. Social Science & Medicine, v.59, n.4, p.763-773. 2004., p.764; Porter, 2006PORTER, Dorothy. How did social medicine evolve, and where is it heading? PLoS Med, v.3, n.10, p.1667-1672. 2006., p.1668; Brown, Birn, 2013, p.19; Apráez Ippolito, 2010APRÁEZ IPPOLITO, Giovanni. La medicina social y las experiencias de atención primaria de salud (APS) en Latinoamérica: historia con igual raíz. Polis, v.9, n.27, p.369-381. 2010., p.4; Hartmann, 2016HARTMANN, Christopher. Postneoliberal public health care reforms: neoliberalism, social medicine, and persistent health inequalities in Latin America. American Journal of Public Health, v.106, n.12, p.2145-2151. 2016., p.2145; Gaffney, 2018GAFFNEY, Adam. To heal humankind: the right to health in history. New York: Routledge. 2018., p.67). En un libro sobre la historia del concepto de este derecho, Adam Gaffney, escritor estadounidense, brinda un claro ejemplo que es típico sobre esta vinculación:

Virchow’s influence also had an international reach. His ideas were influential on Latin American social medicine, which was in part the result of the emigration of some of his pupils to Latin America in the late nineteenth century. One such individual, Max Westenhöfer, became the director of the department of pathology at the University of Chile, where he influenced the future President of Chile, Salvador Allende, who in turn wrote both an influential social medicine text and introduced legislation that led to Chile’s National Health Service (Gaffney, 2018GAFFNEY, Adam. To heal humankind: the right to health in history. New York: Routledge. 2018., p.67).

Por más que esta forma de relatar la historia de la medicina social latinoamericana se encuentre ampliamente difundida y aunque tiene todas las características de ser posible, hasta ahora nadie se ha planteado algunas preguntas de importancia: ¿Será cierta? ¿Hay suficiente base documental para respaldarla?

El objetivo de nuestro trabajo es un esfuerzo por corregir, con evidencia documental y de contexto, un relato frecuentemente reiterado en la historiografía de la medicina social chilena y latinoamericana. En este trabajo expresamos nuestra duda razonable en torno a la existencia del vínculo directo y fluido entre Westenhöfer y Allende. Pudiera ser un dato menor, excusable en historiadores que no conocen a fondo el contexto chileno en las primeras décadas del siglo XX, pero su reiteración es parte de un relato mayor, por lo que esta corrección mínima tiene no pocas consecuencias, como esperamos demostrar.

En primer lugar, la misma idea de que Allende fuese estudiante de Westenhöfer en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, a principios de los 1930, no tiene un sólido fundamento en las fuentes. Y aún más, sostenemos que, más allá de un discipulado directo, es inviable mantener que las ideas de Westenhöfer fueran de importancia en los conceptos políticos o filosóficos que formaron parte del ideario médico-social de Salvador Allende. Además, no es evidente que Virchow fuera un referente ni para Allende ni para su entorno más cercano de médicos de izquierda, agrupados en la Vanguardia Médica. Por otra parte, el reconocimiento en América Latina de Virchow como precursor de la medicina social es una novedad presente en las obras historiográficas de las últimas cuatro décadas y no necesariamente un referente claro en la medicina social latinoamericana de la primera mitad del siglo XX.

En este sentido, este trabajo espera ser un aporte para una nueva mirada a la historia de la medicina social y salud colectiva en América Latina. Desde los años 1970, aproximadamente, se produjo un resurgimiento de la medicina social en América Latina. Recientes investigaciones históricas abordan las trayectorias biográficas y el rastreo de redes internacionales (Galeano, Trotta, Spinelli, 2011; Birn, Brown, 2013), hacen análisis de la producción científica en revistas especializadas de medicina social (Spinelli, Librandi, Zabala, 2017) y de historias de instituciones como la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (Alames) (Rojas Ochoa, Márquez, 2009) y la Associação Brasileira de Saúde Coletiva (Abrasco) en Brasil (Lima, Santana, Paiva, 2015). Sin embargo, no es fácil conectar fluidamente la medicina social contemporánea con la medicina social de antaño; no solo hay discontinuidades notables desde mediados del siglo XX, sino que también existen distintas características epistemológicas e ideológicas entre las dos “oleadas” de la medicina social. La “nueva” medicina social se distingue por su fuerte apoyo en teorías marxistas (y post-estructuralistas) para cuestionar las corrientes positivistas y funcionalistas dominantes en los discursos de salud pública internacional (López Arellano, Peña Saint Martin, 2006).

A pesar de estas y otras diferencias importantes, como ya señalamos, son comunes las alusiones a una continuidad histórica en el ideario médico-social desde (al menos) 1848 hasta la actualidad (Krieger, 2003KRIEGER, Nancy. Latin American social medicine: the quest for social justice and public health. American Journal of Public Health, v.93, n.12, p.1989-1991. 2003.) y el supuesto vínculo entre Virchow y Allende, a través de Westenhöfer, cumple esta meta historiográfica. Refiriéndose al contexto europeo, Dorothy Porter y Roy Porter (1988, p.93), señalaron que “la historia de ideas sobre la medicina social pone de manifiesto sistemas de conocimiento contrapuestos – muchas veces contradictorios”; por lo que sostenemos que este relato amenaza distorsionar u opacar ciertos componentes de esta historia de la medicina social, al reducirla únicamente a un proyecto de la izquierda política, cuando en realidad era un campo relativamente abierto – en el sentido de pluralismo ideológico – y desde el punto de vista actual, lleno de matices y carente de coherencia.

Una historia de la medicina social en América Latina también debería colocarse en el contexto de las ciencias de salud tal y como se desarrollaban en la primera mitad del siglo XX. Sugerimos que muchos de los protagonistas de la medicina social tenían una identidad profesional e intelectual compleja que los llevaba a ligarse con diferentes redes científicas nacionales e internacionales. Puntualmente, proponemos que Westenhöfer llevó a Chile los conocimientos de Virchow en el campo de la anatomía patológica, sin que necesariamente estuviese abocado a compartir y difundir el pensamiento político de su maestro. En términos generales, en el caso latinoamericano, pensamos, es necesario examinar cuidadosamente las relaciones entre diversos campos científicos y analizar en detalle sus contribuciones a la medicina social.

Por otra parte, reconocemos la casi imposibilidad de probar un hecho negativo; es decir, comprobar que Allende no estuvo influenciado de alguna manera por el pensamiento médico-social de Virchow y su discípulo Westenhöfer. Sin embargo, sostenemos que no hay ninguna prueba directa de tal vínculo sucesivo y armónico entre los tres médicos y que además hay evidencias circunstanciales, tanto de fuentes primarias como secundarias, para respaldar nuestras propuestas.

Por su dimensión política, social, cultural y humana la figura del doctor Salvador Allende Gossens, presidente de Chile elegido democráticamente y derrocado por un golpe militar en 1973, seguramente se encontrará siempre en un espacio de disputas en el campo historiográfico. No solo existen serias disputas historiográficas sobre Allende como médico y ministro de Salubridad del gobierno frentepopulista de Pedro Aguirre Cerda (Sánchez Delgado, sep. 2017), sino que además Allende ha sido el objeto de tratos difamatorios por parte de sectores conservadores. Se destaca, en este contexto, la polémica generada por una serie de obras del filósofo e historiador chileno Víctor Farías (2005)FARÍAS, Víctor. Salvador Allende: antisemitismo y eutanasia. Santiago: Editorial Maye. 2005. en las que pretendió asociar a Allende con corrientes racistas y fascistas en su modo de abordar la delincuencia y la eugenesia. Nuestro artículo no aspira a ofrecer un balance o juicio definitivo sobre Salvador Allende en la medicina social, campo en que por las razones que ya se mencionaron su valor y aporte son indesmentibles. Pero sostenemos que una historia de la medicina social chilena centrada en forma casi exclusiva en la figura heroica de Allende, como descendiente directo de Virchow, es muy problemática.

A continuación, primero explicamos los orígenes del relato que cuestionamos como erróneo o dudoso. Luego daremos nuestras razones para disputar el vínculo Virchow-Westenhöfer-Allende. A continuación, explicaremos las consecuencias para la interpretación histórica de la medicina social chilena y las prácticas historiográficas más amplias de cuestionar o seguir manteniendo la importancia de esta conexión. Para terminar, proponemos una narrativa alternativa, mediante la corrección de una pequeña serie de datos, con enormes consecuencias.

El nacimiento de un relato

Como mencionamos a modo de introducción, el vínculo entre Virchow, Westenhöfer y Allende ya se va convirtiendo en una especie de sabiduría convencional en la historiografía sobre la medicina social latinoamericana. Este relato parece originarse en la obra de Howard Waitzkin, un experto y apasionado defensor de la medicina social latinoamericana. Waitzkin afirmó la existencia e importancia del vínculo entre Westenhöfer y Allende en varias obras (Waitzkin et al., 2001b, p.1592; Waitzkin, 2005WAITZKIN, Howard. Commentary: Salvador Allende and the birth of Latin American social medicine. International Journal of Epidemiology, v.34, n.4, p.739-741. 2005., p.739; 2006, p.8; 2011, p.159). Waitkzin (2006, p.8) escribe: “Max Westenhöfer, un importante patólogo alemán influenciado por Virchow dirigió por muchos años el departamento de patología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile e influyó sobre generaciones de estudiantes, incluyendo a Salvador Allende, estudiante de medicina y activista y futuro presidente de Chile”. Una relación de tipo maestro-discípulo es lógicamente implícita en esta declaración, mientras que en obras que citan a Waitzkin se convierte en una relación concreta de profesor-alumno (por ejemplo, Porter, 2006PORTER, Dorothy. How did social medicine evolve, and where is it heading? PLoS Med, v.3, n.10, p.1667-1672. 2006., p.1668; Apráez Ippolito, 2010APRÁEZ IPPOLITO, Giovanni. La medicina social y las experiencias de atención primaria de salud (APS) en Latinoamérica: historia con igual raíz. Polis, v.9, n.27, p.369-381. 2010., p.4).

En este contexto, el itinerario vital e intelectual de Waitzkin es de interés. Después del golpe de estado chileno de 1973, se hizo defensor del régimen derrocado y su política sanitaria. Tempranamente le explicó a un público de profesionales médicos de los EEUU, las nefastas maniobras geopolíticas detrás del golpe militar en Chile, en las páginas del New England Journal of Medicine, una de las revistas médicas más importante de los EEUU (Waitzkin, Modell, 1974). Hilary Modell, la colaboradora de Waitzkin en ese artículo, vivía en Chile durante los meses de trastorno político que resultó en el golpe de estado de 1973 y tuvo un rol activo en un programa de promoción de salud del gobierno de la Unidad Popular. Por otra parte, no sería exagerado afirmar que el derrocamiento de Allende produjo una respuesta muy activa entre médicos progresistas y de la izquierda política a nivel global quienes hicieron esfuerzos para apoyar a los médicos chilenos en exilio después del golpe, los que a su vez fueron un factor de importancia en el renacimiento de la medicina social (en Brasil, saúde coletiva) durante los años 1970 (Apha…, 1977APHA… Apha Task Force on Chile. Report of the APHA Task Force on Chile. American Journal of Public Health, v.67, n.1, p.71-73. 1977., p.71-73; Waitzkin et al., 2001a, p.315-323; Birn, Brown, 2013, p.151-152). Tempranamente, Waitzkin se integró a la Alames, ayudó a construir una base de datos bibliográficos sobre la medicina social en América Latina, actualmente disponible por internet y a principios de los 2000 comenzó a publicar, en inglés y español, un ciclo de investigación muy importante y valioso sobre la historia de la medicina social a nivel internacional.

No es nuestra intención poner en duda el gran valor de la obra intelectual y política de Waitzkin en el campo de la medicina social. Además, el relato que criticamos ya parece tener vida propia, al cambiar paulatinamente con la repetición en la historiografía, con significados, conexiones y usos que no se pueden atribuir a Waitzkin solamente.

Max Westenhöfer, entre Alemania y Chile

La trayectoria de Westenhöfer (la grafía del apellido varía en las fuentes) no es tan conocida como las de Virchow o Allende. Nacido en Bavaria en 1871, se destacó como médico del ejército alemán, y con el apoyo de su mentor Rudolf Virchow, llegó a ser el jefe de autopsias en el Hospital La Charité de Berlín. Westenhöfer estuvo cuatro veces en Chile, tres veces en residencias largas y una visita algo más corta en 1938. Fue profesor de anatomía patológica de la Universidad de Chile entre 1908 y 1911 (Sánchez Delgado, 2018a). Cabe hacer notar que desde su llegada a Chile, Westenhöfer fue un gran defensor y comunicador de la obra de su maestro Rudolf Virchow en lo relativo a la anatomía patológica, como queda claro desde la cátedra inaugural que leyó en el país sudamericano en 1908, en la que presentó a Virchow como un genio que a través de los caminos “de la morfolojía; es decir, la Anatomía Patolójica; el de la fisiolojía patolójica, es decir, la observación del enfermo; i por último, por uno, que resume i completa los dos anteriores: la esperimentación patolójica” (Westenhoeffer, 1908WESTENHOEFFER, Max. El desarrollo histórico de la anatomía patolójica i de sus métodos de enseñanza. Anales de la Universidad de Chile, v.122, n.1, p.875-884. 1908., p.880). La devoción de Westenhöfer por Virchow se mantuvo siempre relacionada con la anatomía patológica, mientras resulta menos evidente que hubiera defendido sus ideas políticas o de medicina social en el contexto chileno. En un artículo que circuló en Alemania en 1911, Westenhöfer analiza las causas de la morbilidad en Chile y allí realiza graves denuncias sobre el mal estado sanitario de los pobres y la responsabilidad directa en esa situación de la élite gobernante y de la Iglesia católica local. Pero esto fue un estudio singular en la obra de Westenhöfer en Chile y solo fue traducido al castellano a fines de la década de 1950, luego de su fallecimiento (Sievers Wicke, 1958SIEVERS WICKE, Hugo K. Max Westenhöfer (1871-1957). Santiago: Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile. 1958., p.88-126).

La siguiente estadía de Westenhöfer en Chile se sitúa entre los años 1929 y 1932, periodo en que fue contratado por la Junta Central de Beneficencia para formar médicos especialistas en anatomía patológica en el Hospital El Salvador de Santiago. En la biblioteca del Instituto de Anatomía Patológica del Hospital El Salvador – que se construyó especialmente para su misión en Chile –, Westenhöfer hizo colocar un busto de Rudolf Virchow (Westenhoefer, 1931WESTENHOEFER, Max. El nuevo Instituto de Anatomía Patológica de la Junta Central de Beneficencia. Santiago de Chile: Imprenta El Esfuerzo. 1931.) que, según la fotografía disponible, parece vigilar atentamente desde lo más alto de la sala de lectura la actividad intelectual de los anatomopatólogos chilenos. Así, las actividades de Westenhöfer en Chile revelan con toda claridad que era un admirador y continuador de las ideas y prácticas anatomo clínicas de Virchow, pero dicen muy poco o nada de que fuera un defensor de sus ideas políticas o de un cuerpo de ideas claramente reconocible como “medicina social”. Westenhöfer visitó el país en 1938 como embajador cultural del Tercer Reich y finalmente fue rescatado de la Alemania vencida en 1948 y vivió en Chile desde esa fecha hasta su muerte, en 1957 (Sievers Wicke, 1958SIEVERS WICKE, Hugo K. Max Westenhöfer (1871-1957). Santiago: Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile. 1958., p.15-18).

Westenhöfer y Allende

Entonces, ¿qué vínculos personales o profesionales hubo entre Salvador Allende y Westenhöfer? Cuando Westenhöfer era profesor de anatomía patológica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, entre 1908-1911, Allende estaba en una edad pre-escolar (nació en 1908), así que hay que hallar el posible vínculo en el segundo periodo; es decir en el periodo de 1929 a 1932, cuando Allende era estudiante en la facultad. Pero lo cierto es que en ese periodo Westenhöfer se encuentra en Chile contratado por la Junta Central de Beneficencia con el encargo de formar, en el Hospital El Salvador de la capital, a un selecto grupo de médicos para que asumiera los servicios de anatomía patológica en los hospitales del país que pertenecían a dicha institución. Allende no era parte de ese grupo y ni siquiera había concluido sus estudios de medicina en ese periodo, los que, como se sabe, culminaron con la entrega de su comentada memoria Higiene mental y delincuencia, aprobada en 1933 (Sánchez Delgado, sep. 2017, p.22-23). La labor de Westenhöfer en Chile en 1929-1932 fue parte de una gestión de sus discípulos más cercanos, formados en su primera estadía en el país entre 1908 y 1911, que para fines de la década de 1920 tenían posiciones de poder en la Junta Central de Beneficencia. Ellos trajeron a Westenhöfer a Chile para formar a los médicos que serían los futuros jefes de los servicios de anatomía patológica en los hospitales de mayor importancia en el país.

La tarea encomendada a Westenhöfer de formar a los anatomopatólogos de la Junta Central de Beneficencia fue posible en el contexto político de la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo, que asumió el poder en 1927 y que en este periodo presidencial implementó políticas cercanas al nacionalismo y al corporativismo autoritario. Cuando el gobierno de Ibáñez entró en crisis y se perdieron los apoyos políticos indispensables, para todos los involucrados en la dirección de la Junta Central de Beneficencia se hizo muy claro que ya no había espacio para la permanencia de Westenhöfer en Chile, y, en 1932, regresó a Alemania, justo en el momento en que su obra como maestro formador en anatomía patológica comenzaba a dar fruto. Por otra parte, cabe notar que en ese mismo periodo Salvador Allende integró el grupo de izquierda Avance, opositor a Ibáñez del Campo, y en todas sus biografías lo reportan como un activo luchador estudiantil contra el régimen de Ibáñez (Figueroa Clark, 2013FIGUEROA CLARK, Víctor. Salvador Allende, revolutionary democrat. London: Pluto Press. 2013., p.22-23). Así, no es sorprendente que en un banquete de despedida organizado para Westenhöfer por los anatomopatólogos formados entre 1929 y 1932, el nombre de Salvador Allende no se encuentre en el detallado listado de asistentes que consigna a los más de cien médicos y estudiantes de medicina presentes (Los médicos…, 5 oct. 1932).

Por todo lo anterior, es fundamental aclarar que entre 1929 y 1932 el doctor Max Westenhöfer no tuvo ninguna actividad académica sistemática y formal en la Universidad de Chile. Su empleador fue la Junta Central de Beneficencia y dedicó toda su energía a crear el Instituto de Anatomía Patológica del Hospital El Salvador de la capital y a formar allí a los anatomopatólogos que dirigirían servicios similares en otros hospitales que administraba la Junta Central de Beneficencia. El dato es firme y cuenta con numerosos respaldos. Por ejemplo, cuando el panorama político se volvió adverso a Westenhöfer, en 1932, se iniciaron algunas campañas para retenerlo en el país y en ese contexto el diario El Mercurio de Santiago publicó que “como se sabe, fue contratado por el gobierno de Chile para dirigir los servicios de Anatomía Patológica de la Junta Central de Beneficencia” (La prolongación…, 28 jul. 1932, p.9). Para mayor prueba, hemos tenido a la vista los borradores y el reglamento definitivo con que se dio forma al Instituto de Anatomía Patológica dirigido por Westenhöfer entre 1929 y 1932; documento que se encuentra en su legado conservado en el Instituto Iberoamericano de Berlín con el título “Bases y condiciones fijadas por la Junta Central de Beneficencia, por acuerdo N° 29 del 13 de julio de 1930, para el funcionamiento de su Instituto de Anatomía Patológica y para la matrícula de los alumnos” (Westenhoefer, 1931WESTENHOEFER, Max. El nuevo Instituto de Anatomía Patológica de la Junta Central de Beneficencia. Santiago de Chile: Imprenta El Esfuerzo. 1931., p.4-5). Este reglamento fue aprobado señalando que Max Westenhöfer era “director del curso” y el doctor Ismael Mena el prosector (p.4-5). En esa misma documentación y en otras es posible conocer con exactitud a los matriculados en el curso de Westenhöfer y Salvador Allende no figura en la lista y nunca es mencionado entre los patólogos en formación. El curso del Instituto de Anatomía Patológica del Hospital El Salvador estuvo conformado por los doctores Juvenal Barrientos, Hardy Bremmer, Ismael Mena, Eduardo Calderón, Hernán Apablaza, Alberto Guzmán, Héctor Rodríguez, Ernesto Herzog, Ernestina Peña. Algunos miembros de este curso y otros discípulos chilenos de Westenhöfer formaron un estrecho círculo afín al maestro alemán en términos culturales y políticos; en otras palabras, en torno a Westenhöfer se formó un núcleo de discípulos, dentro de los cuales había también un grupo que admiraba al nazismo y veía con beneplácito el exterminio de los judíos (Sánchez Delgado, 2018a).

Los inicios de la carrera de Salvador Allende sí coinciden con la labor formativa de Westenhöfer en anatomía patológica en Chile. En 1932, y principalmente por razones económicas, Salvador Allende ejerció como asistente de anatomía patológica en el Hospital Van Buren de Valparaíso. Sin duda, este puesto fue importante en la formación científica y política de Allende. Como expresó en su conocido libro de 1939, su experiencia previa como patólogo le inspiró a llevar a cabo “un examen sucinto y frío de nuestra realidad médico social” y, muchos años más tarde, Allende declararía ante una sesión del senado nacional: “Estas manos … han efectuado 1.500 autopsias. Me gané el pan metiéndolas en el pus, el cáncer y la muerte; pero me lo gané honradamente.” (Allende, 1999, p.8; Diario…, 12 mar. 1968, p.2629; Figueroa Clark, 2013FIGUEROA CLARK, Víctor. Salvador Allende, revolutionary democrat. London: Pluto Press. 2013., p.30). Pudiéramos considerar que el futuro presidente chileno se vinculaba con la formación en anatomía patológica que desarrolló Westenhöfer en el país entre 1929 y 1932, ya que en este campo científico en Chile, en esa época, actuaba un círculo muy reducido. Pero esa práctica de la anatomía patológica en el Hospital Van Buren no demuestra en ningún caso que hubiera sido alumno de Westenhöfer; sino más bien, Allende asumió ese cargo mientras que el médico titular, el doctor Hernán Apablaza, se formaba y perfeccionaba en Santiago con el maestro alemán. Tras un par de años de ejercicio como patólogo, Allende abrazó la política y el doctor Hernán Apablaza continuó como director del Instituto de Anatomía Patológica del mismo hospital (Caorsi, 2017CAORSI, Ítalo. Testimonios de academia y medicina. Valdivia: Ediciones de la Universidad Austral de Chile. 2017.; Reunión Anual…, 1935REUNIÓN ANUAL… Reunión Anual de Anatomía Patológica. Aniversario de especialización de los ex-alumnos del Prof. Dr. Max Westenhöfer 30-VI-1934, Hospital San Borja. Santiago de Chile: Prensas de la Universidad de Chile. 1935., p.567).

Además, en ningún trabajo escrito por Allende, ni en ninguna entrevista concedida por él, ni en ningún reportaje periodístico sobre Allende, se menciona a Westenhöfer (y ni siquiera a Virchow). Un único episodio relativo a un encuentro personal entre Allende y Westenhöfer puede documentarse con toda propiedad y fue en un homenaje que la red más disciplinada y fiel de discípulos chilenos brindaron a Max Westenhöfer en la Universidad de Chile en 1951, al que Allende asiste en su condición de presidente del Colegio Médico de Chile en ese entonces; es decir, un encuentro de corte institucional cuando Westenhöfer ya no ejercía ningún rol formativo y Allende era ya un experimentado político. El 30 de marzo de 1951, el diario El Mercurio de Santiago señaló que “el cuerpo médico de Santiago rendirá hoy homenaje al Dr. Max Westenhoeffer, en reconocimiento a la labor que ha desarrollado durante muchos años en la enseñanza de la medicina y en la organización de servicios hospitalarios” (Hoy cuerpo…, 30 mar. 1951, p.29). Si en principio el homenaje a Westenhöfer se presentó como parte de un reconocimiento de todo el cuerpo médico nacional, este en realidad fue organizado por la Sociedad de Anatomía Normal y Patológica de Chile; es decir, principalmente por los discípulos directos del médico alemán formados entre 1929 y 1932. De acuerdo con las intervenciones de este homenaje, la importancia de Westenhöfer en Chile se percibía – y esto aún es así en la actualidad – con toda nitidez en torno a la anatomía patológica. En el homenaje mencionado, el doctor Ismael Mena lo destacó “en su calidad de fundador de la anatomía patológica en Chile” (Prof. Max…, 31 mar. 1951, p.27), sin aludir para nada a una eventual influencia de Westenhöfer con relación a la medicina social o a la difusión de las ideas de su maestro Rudolf Virchow en ese tema. El discurso de Salvador Allende, que – recordemos – asistió al homenaje como parte de su cargo de presidente del Consejo General del Colegio Médico de Chile, tampoco tuvo como tema central la medicina social y ni siquiera al mismo Westenhöfer, sino que trató sobre “la evolución de la medicina en lo que va del presente siglo y como los facultativos chilenos se han colocado hoy a la vanguardia del progreso” (Prof. Max…, 31 mar. 1951, p.27). En este acto homenaje del 30 de marzo de 1951 participaron, también, el ministro de salubridad, doctor Jorge Mardones, que entregó a Westenhöfer una medalla y el director general de sanidad, doctor Nacianceno Romero, que le entregó un diploma que lo reconocía como miembro honorario de la Liga Chilena contra el Cáncer. En coherencia con todo lo anterior, el discurso de agradecimiento de Westenhöfer no tocó para nada la medicina social o a Virchow, sino que trató directamente de “el progreso de los estudios de la patología en Chile” (Prof. Max…, 31 mar. 1951, p.27).

Si bien fue discípulo de Virchow, Westenhöfer parece haber seguido la línea de investigación en la anatomía patológica y no se interesaba en el pensamiento médico-social o político de su maestro. Durante sus cargos de profesor de anatomía patológica en la Universidad de Chile y director del Instituto de Anatomía Patológica de la Junta de Beneficencia (1908-1911, 1930-1932), se mantuvo firmemente ligado a esta disciplina. Hugo Sievers Wicke (1958SIEVERS WICKE, Hugo K. Max Westenhöfer (1871-1957). Santiago: Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile. 1958., p.12), alumno y biógrafo de Westenhöfer, informó que todos los que colaboraron en costear la sepultura del profesor alemán, que falleció en Santiago en 1957, eran médicos anatomopatólogos. No se menciona en este mismo informe biográfico ningún trabajo de Westenhöfer publicado de índole médico-social, aunque sí se indica y traduce por primera vez al castellano su “Informe sobre la actividad del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de Chile en los años 1908-1909” (Westenhöfer, 1959WESTENHÖFER, Max. Informe sobre la actividad del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de Chile en los años 1908-1909. Anales de la Universidad de Chile, v.117, n.114, p.95-135. Disponible en: <doi:10.5354/0717-8883.2012.18802 >. Acceso en: 3 feb. 2020. 1959.
https://doi.org/10.5354/0717-8883.2012.1...
), que sirve como retrato de las miserables condiciones de la salud en el Chile de aquella época, obtenido a través de autopsias y de análisis de causas de muerte. Pero este artículo se publicó en Alemania en 1911 y, solo en 1958, Sievers Wicke (1958SIEVERS WICKE, Hugo K. Max Westenhöfer (1871-1957). Santiago: Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile. 1958., p.88-126) lo tradujo a castellano, por lo que evidentemente no era conocido en Chile hasta esa fecha. Fue también durante su primera estadía en Chile (1908-1911) que Westenhöfer recopiló datos de autopsias que hizo con cadáveres de distintas etnias, inclusive hombres y mujeres indígenas durante expediciones a la Araucanía, para respaldar las teorías evolucionistas que le dieron cierta fama mundial después de exponerlas en el Congreso Internacional de Antropología de Salzburgo, en 1926 (Sánchez Delgado, 2015SÁNCHEZ DELGADO, Marcelo. Chile y Argentina en el escenario eugénico de la primera mitad del siglo XX. Tesis (doctorado) – Universidad de Chile, Santiago, Chile. 2015., 2018aSÁNCHEZ DELGADO, Marcelo. La curiosa historia de un libro: el camino propio evolutivo y el origen del hombre de Max Westenhöfer (Chile, 1951). In: Vallejo, Gustavo et al. (Ed.). Darwin y el darwinismo desde el sur del sur. Madrid: Editorial Doce Calles. p.365-380. 2018a.).

En definitiva, podemos afirmar que durante los años 1920 a 1950 no se encuentra ninguna alusión, por parte de Allende, a los académicos alemanes Virchow y Westenhöfer.

Por su parte, para respaldar el vínculo Virchow-Westenhöfer-Allende, Waitzkin cita, en distintas obras, a Allende mismo (La realidad médico-social chilena) y a la historiadora María Angélica Illanes (“En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia”). Allende, en su destacada obra de 1939, no alude ni a Westenhöfer ni a Virchow, a pesar de mostrar conocimiento de las obras de otros científicos alemanes, por ejemplo, en el ámbito de las causas sociales de la tuberculosis (Allende, 1999ALLENDE, Salvador. La realidad médico-social chilena. Providencia, Santiago: Editorial Cuarto Propio. 1999.). En su libro anteriormente nombrado, Illanes (2010ILLANES, María Angélica. “En el nombre del pueblo, del estado y de la ciencia”: historia social de la salud pública, Chile 1880-1973: hacia una historia social del siglo XX. Santiago: Ministerio de Salud. 2010., p.239) habla de Westenhöfer una sola vez y el nombre de Virchow aparece solamente en el marco de una alusión a éste, hecha por el doctor Hernán Romero en 1968 (p.455). Dentro de su obra, tanto la edición original de 1993 y la segunda de 2010, Illanes no afirma ningún vínculo entre Westenhöfer y Allende.

En las fuentes secundarias, también se nota la ausencia de Virchow y Westenhöfer en los relatos de discursos, obras escritas y recuerdos de Allende. Por ejemplo, el historiador norteamericano Peter Winn entrevistó al entonces presidente de Chile en 1972, un encuentro que resumió años más tarde en la revista Socialism and Democracy (Winn, 2005WINN, Peter. Salvador Allende: his political life… and afterlife. Socialism and Democracy, v.19, n.3, p.129-59. 2005.). Winn dice que “como estudiante de medicina, Allende me subrayó, que se hizo particularmente consciente de los problemas de los pobres de Chile – y del problema en Chile de una pobreza difundida” (p.132-133). Pero, según la misma entrevista, fueron los “estudiantes” de medicina quienes más le influyeron en su actividad política, además de su contacto con los sectores menos privilegiados en el barrio alrededor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Allende menciona a otras personas que lo influyeron, como por ejemplo un zapatero anarquista de Valparaíso, Juan Demarchi, que se convirtió en su “padrino político” (Winn, 2005, p.132). En 1974, Modell y Waitzkin (1974-1975, p.3) afirmaron estos mismos datos sobre la carrera estudiantil de Allende, sin mencionar a Westenhöfer. En otra ocasión, Allende aludió a su relación con el médico anarquista Juan Gandulfo, modelo del activista en el ámbito de política universitaria y de la medicina social (Craib, 2016CRAIB, Raymond B. The cry of the renegade: politics and poetry in interwar Chile. New York: Oxford University Press. 2016., p.169; Pavez, 2009PAVEZ, Fabián. Experiencias autogestionarias en salud: el legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942). Revista Médica de Chile, v.137, n.3, p.426-432. 2009.). En otras biografías de Allende, que nosotros sepamos, no se menciona un vínculo entre él y Westenhöfer (Martínez, 2009MARTÍNEZ, Jesús Manuel. Salvador Allende: el hombre que abría las alamedas. Santiago: Catalonia. 2009.).

Cuando se tiene en cuenta las condiciones políticas en Chile y a nivel internacional en los años 1930 y 1940, no es sorprendente que Allende se hubiese mantenido a cierta distancia de Westenhöfer. Como líder de la Federación de Estudiantes de Chile, el joven Allende, en una de sus primeras actividades políticas, contribuyó a la lucha contra el gobierno de Ibáñez, hecho que una vez ocurrido llevó a Westenhöfer a abandonar el país en 1932. Ahora bien, las alianzas políticas en Chile en la década de 1930 eran complicadas e inestables; sin embargo, es poco probable que Allende y Westenhöfer compartieran las mismas bases ideológicas de la medicina social, ya que el experto alemán se mostraba como adherente a sectores políticos de derecha y fue un fiel funcionario de la diplomacia nazi. A través del Instituto Iberoamericano de Berlín, propugnaba también un modelo evolutivo divergente al darwinismo anglosajón y de fuertes notas racistas (Sánchez Delgado, 2018a), mientras que Allende y el Partido Socialista formaron parte del Frente Popular de Chile en 1939, que, a pesar de incurrir en diversos pactos de compromiso con la derecha chilena del período para mantener el equilibrio político en el centro, conservó un imaginario de izquierdas y una postura antifascista.

Virchow y su influencia en la medicina social en América Latina

Ahora bien, no es imprescindible la presencia de Westenhöfer para que Rudolf Virchow haya influido al ideario de Allende; por ejemplo, a través de una cultura internacional letrada en las ciencias y el pensamiento político. Pero, quizás sorprendentemente, en el entorno de medicina social de Allende, durante los 1930, las evocaciones a Virchow son casi nulas. En una recopilación de información del Boletín Médico de Chile (BMC) periódico de Valparaíso, que sirvió durante muchos años como la voz de la Vanguardia Médica y foro de debates políticos y filosóficos en la medicina social – hemos encontrado una sola mención de Virchow en un artículo que no parece ser un artículo original de Chile, sino una traducción de una nota en francés proveniente de la Secretaría de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja en Paris (Rodolfo…, 29 feb. 1936, p.4). Es pertinente mencionar que Allende se desempeñó como miembro del cuerpo editorial de esta misma revista (Modell, Waitzkin, 1974-1975). Durante una epidemia de tifus exantemático en Chile, entre 1933 a 1935, la cual fue tema principal en el BMC, tampoco hay mención a Virchow en este contexto. Es llamativo este hecho, porque hay un enlace conocido entre Virchow y el tifus: en el año revolucionario del 1848, él hizo un análisis de las causas sociales de una epidemia de esta misma enfermedad en la región de Alta Silesia (entonces perteneciente a Prusia, luego Alemania, hoy Polonia) dando lugar así a un episodio célebre en la historia de la medicina social (Gaffney, 2018GAFFNEY, Adam. To heal humankind: the right to health in history. New York: Routledge. 2018., p.63-66). Si los médicos de la Vanguardia Médica hubiesen conocido bien la biografía y obra de Virchow, seguramente habrían aprovechado de este paralelismo histórico para apoyar su propio análisis médico-social de la epidemia local. Vale mencionar que Westenhöfer, mientras era médico militar en Alemania, también se destacó durante otra epidemia de tifus, en 1898 (Gaffney, 2018GAFFNEY, Adam. To heal humankind: the right to health in history. New York: Routledge. 2018., p.16), pero tampoco hay registro de esta actividad durante los 1930 en el entorno de medicina social chilena.

Agreguemos a este panorama que en algunos ensayos sobre la historia de la medicina social escritos en Chile y otros países latinoamericanos, antes de los 1950 aproximadamente, casi no aluden a Virchow. Por ejemplo, en un artículo del Boletín Médico-Social (Santiago, Chile) del año 1938, Manuel de Viado (1938)DE VIADO, Manuel. Medicina dirigida y morbilidad chilena: significado y situación espacial de la medicina dirigida. Boletín Médico-Social de la Caja de Seguro Obligatorio, v.5, n.51, p.284-345. 1938. escribió una historia detallada de la medicina social europea (de más de 60 páginas), en la cual nombra a René Sand y Max von Petenkofer, entre otros, pero no menciona a Virchow. Ahora bien, es posible que esta omisión se hiciera a propósito, ya que se trata de una revista de carácter oficial – una publicación de la Caja de Seguro Obrero Obligatorio – y Viado formaba parte del Ministerio de Salud de Eduardo Cruz-Coke, quien tuvo varios desacuerdos con Allende y la Vanguardia Médica (Del Campo, 2008DEL CAMPO, Andrea. El debate médico sobre el aborto en Chile en la década de 1930. In: Zárate, María Soledad (Ed.). Por la salud del cuerpo: historia y políticas sanitarias en Chile. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado. p.131-188. 2008.; Molina Bustos, 2010MOLINA BUSTOS, Carlos A. Institucionalidad sanitaria chilena, 1889-1989. Santiago: LOM Ediciones. 2010.; Zárate Campos, 2012ZÁRATE CAMPOS, María Soledad. Alimentación y previsión biológica: la política médico-asistencial de Eduardo Cruz-Coke. In: Cruz-Coke, Eduardo. Medicina preventiva y medicina dirigida. Santiago: Cámara Chilena de la Construcción; Pontificia Universidad Católica de Chile; Dibam. 2012.). Sin embargo, se puede argumentar también que en el amplio espectro político que va desde un liberal como Cruz-Coke al socialista Allende, Virchow no era percibido como una figura imprescindible en una historia de la medicina social. Aparentemente, las obras de Virchow no se habían traducido al español durante esta época, otro hecho que explicaría la falta de atribución de influencia decisiva en este campo al sabio alemán.

Si hoy en día sería inconcebible un relato de los antecedentes históricos de la medicina social sin mencionar a Virchow, no siempre fue así. Por ejemplo, René Sand, de Bélgica, sí alude a Virchow en su libro Medicina social y progreso nacional, una reproducción de una serie de conferencias dadas en Santiago en 1924. Pero lo coloca en un grupo amplio de precursores de la medicina social, con el mismo nivel de importancia de Frederick W. Taylor, experto en organización industrial, o Adam Smith, el pensador de la economía política inglesa (Sand, 1925SAND, René. Medicina social y progreso nacional. Santiago: Impresa Universitaria. 1925., p.13). El argentino Germinal Rodríguez (1933)RODRÍGUEZ, Germinal. El concepto de la medicina social: ensayo de una sistematización para su estudio universitario. La Semana Médica, v.40, n.1, p.729-734. 1933., en un artículo de 1933, recorre la historia de la medicina social, mencionando a varios “autores alemanes” y a los sucesos del 1848 en Europa, pero no hay ninguna alusión a Virchow (y hay que destacar que Rodríguez, además de ser médico, fue político del Partido Socialista Independiente de Argentina). En su libro Chile en la vanguardia, de 1936, un elogio a la Vanguardia Médica de Chile, el argentino Juan Lazarte (1936LAZARTE, Juan. Chile en la vanguardia: impresiones. Valparaíso: Editorial Médica Chilena. 1936., p.49) sostiene “la perspectiva de la medicina como gran ciencia social”, sin reconocer las semejanzas de esta noción en un lema de Virchow: “La medicina es ciencia social, y la política no es otra cosa que medicina en gran escala”. En 1941, el argentino Juan Ramón Beltrán (1941)BELTRÁN, Juan Ramón. Historia de la medicina social: bosquejo preliminar. La Semana Médica, v.48, n.2, p.94-101. 1941. no dice nada de Virchow en un artículo titulado “Historia de la medicina social: bosquejo preliminar” aunque sí menciona a otros alemanes (como Max von Petenkofer) y las reformas sanitarias que se produjeron en Alemania por los intentos revolucionarios del 1848. Hynek Pelc (1939)PELC, Hynek. El desarrollo de la enseñanza de la medicina social. Anales de la AABEMS, v.4, n.87, p.19. 1939., de Checoslovaquia, en un discurso pronunciado en Praga y traducido al español para los Anales de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social en 1939, sí alude a Virchow como una figura clave en la medicina social europea (catedrático en higiene social en su país, Pelc fue ejecutado por los nazis en 1942). En el programa de un curso de medicina social de la Universidad de Costa Rica, publicado en 1956, hay una sola referencia a Virchow, con su nombre mal escrito (“Wirchow”) y se lo presenta en una sección sobre la revolución bacteriológica, sin elucidar su programa político (Jimenez, 1956JIMENEZ, Otto. Curso sintético de medicina social. San José: Universidad de Costa Rica, Departamento de Publicaciones. 2 v. 1956.).

La noción de que Virchow era un prócer de la medicina social no estaba muy difundida ni en Chile ni en otras partes de América Latina, hasta muchos años después de su muerte. Claro que no era un personaje desconocido; dentro del ámbito de la anatomía patológica y gracias a la celebrada teoría celular sabemos que Virchow era un referente importante en el aspecto clínico. Por ejemplo, en el fichero del Museo Nacional de Medicina Dr. Enrique Laval, que cataloga los contenidos de la antigua biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, hay cuatro fichas en las que Virchow figura como autor, y todas estas obras tratan de patología y autopsias y nada de medicina social. Sin embargo, hay que reconocer que Virchow tuvo una influencia sutil en la medicina social latinoamericana de aquella época; por ejemplo, el higienista Carlos Enrique Paz Soldán, de Perú, le dio el nombre La Reforma Médica a su propia revista (de amplia difusión en todo el continente) en homenaje a la revista del mismo título (en alemán) que publicaba Virchow en el siglo XIX (Birn, Brown, 2013, p.17; Cueto, Palmer, 2015, p.169).

Consecuencias historiográficas

Ahora bien, aceptemos, considerando los argumentos hasta aquí desplegados que no hay un vínculo fuerte entre Allende, Westenhöfer y Virchow. Más allá de la rectificación de un dato histórico, ¿qué significado tiene desarticular este vínculo? Aquí ofrecemos algunas reflexiones sobre la importancia de esta pequeña obra de revisionismo, tanto en el ámbito histórico como en lo historiográfico.

La aseveración del vínculo Virchow-Westenhöfer-Allende parte de un concepto muy instalado en la cultura occidental: que las ideas se transmiten, como reliquias familiares, de una generación a otra, a través de la relación entre maestro y estudiante. Quizás la más famosa de este tipo de relaciones sería la que existía entre Sócrates, Platón y Aristóteles en la cultura griega antigua. Es posible que, como somos investigadores (y a la vez, productos de un sistema educativo formal), exista un sesgo que nos lleva a darle mucha importancia a la relación entre maestro y estudiante, más de la que se justifica en las fuentes, a veces. Hay que tener cuidado, porque los nuevos métodos de investigación histórica de redes sociales, si bien amplían la cantidad y densidad de conexiones que un historiador puede comprender, a veces cae en la misma falacia analítica: que las ideas se transmiten de una persona a otra por contacto, sea por unas relaciones de maestro-estudiante, participantes en un mismo congreso científico o colegas en la misma institución académica o agencia de gobierno. Los análisis de redes científicas históricas bien hechos – por ejemplo, un estudio exhaustivo de redes en eugenesia entre Argentina y el resto del mundo (Miranda, Vallejo, 2012) – equilibran un rastreo nítido de conexiones profesionales con un examen profundo de las posturas, discursos y debates político-intelectuales entre las personas que componen dicha red.

El supuesto vínculo que interrogamos también refleja ciertas tendencias europeizantes de la historia de ideas en general y específicamente en el ámbito de medicina social. El ideario médico-social de Allende parece adquirir mayor importancia por este vínculo con Europa y su cultura. Al restarle importancia a este vínculo, emerge un panorama distinto en el que Salvador Allende puede ser comprendido dentro de una gama amplia de influencias ideológicas, dentro de las cuales Westenhöfer y Virchow eran relativamente insignificantes. Las ideas sobre medicina social de Allende parecen provenir, principalmente, de discusiones y debates en el entorno cultural local, no siempre dependiente de (y muchas veces, en oposición a) las tendencias europeas (Carter, 2019CARTER, Eric D. Social medicine and international expert networks in Latin America, 1930-1945. Global Public Health, v.14, n.6-7, p.791-802. 2019.). Sin negar la influencia de actores europeos en la cultura científica y política occidental, se puede sostener que un campo discursivo de la medicina social latinoamericana se desarrolló con considerable autonomía de acontecimientos europeos y a partir de un reconocimiento de las particulares circunstancias geopolíticas y económicas de la región (López Arellano, Peña Saint Martin, 2006).

Una vez que abandonemos la idea de un vínculo armónico y progresivo entre Virchow, Westenhöfer y Allende, también puede que le restemos importancia a Allende mismo en una historia de la medicina social vista desde el pensamiento hegemónico occidental (Europa y EEUU). Aquí coincidimos con Birn y Necochea López (2011)BIRN, Anne-Emmanuelle; NECOCHEA LÓPEZ, Raúl. Footprints on the future: looking forward to the history of health and medicine in Latin America in the twenty-first century. Hispanic American Historical Review, v.91, n.3, p.503-527. 2011. en que, a veces, existe una brecha entre las investigaciones históricas sobre la medicina social (y la salud pública) hechas en América Latina y los usos de esta historia en el mundo angloparlante. Para los simpatizantes de la medicina social en este segundo grupo, la medicina social chilena gira alrededor de Salvador Allende; es el protagonista (y, muchas veces, la única persona nombrada) de esta historia. Claro, la historia real es más complicada: había referentes importantes en el movimiento de la medicina social que anteceden a Allende, como el ya mencionado médico anarquista Juan Gandulfo (Pavez, 2009PAVEZ, Fabián. Experiencias autogestionarias en salud: el legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942). Revista Médica de Chile, v.137, n.3, p.426-432. 2009.); grupos importantes que impulsaron la medicina social en los que Allende no tuvo participación, como el Sindicato de Médicos de Chile, formado en 1924 (Molina Bustos, 2010MOLINA BUSTOS, Carlos A. Institucionalidad sanitaria chilena, 1889-1989. Santiago: LOM Ediciones. 2010.); otros personajes importantes de la Vanguardia Médica y de la Amech, como Ángel y Jaime Vidal Oltra, Juan Marín, Gustavo Molina y Juan Garafulic (Del Campo, 2008DEL CAMPO, Andrea. El debate médico sobre el aborto en Chile en la década de 1930. In: Zárate, María Soledad (Ed.). Por la salud del cuerpo: historia y políticas sanitarias en Chile. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado. p.131-188. 2008.); y otras propuestas no socialistas en el entorno de medicina social, como las que proponían médicos como Eduardo Cruz Coke o Jorge Mardones Restat (Zárate Campos, 2012ZÁRATE CAMPOS, María Soledad. Alimentación y previsión biológica: la política médico-asistencial de Eduardo Cruz-Coke. In: Cruz-Coke, Eduardo. Medicina preventiva y medicina dirigida. Santiago: Cámara Chilena de la Construcción; Pontificia Universidad Católica de Chile; Dibam. 2012.). Además, había organizaciones estatales como la llamada División de Higiene Social de la Dirección General de Sanidad, que estuvo activa desde 1925 hasta la década de 1940, cuyo director fue Waldemar Coutts (éste sí un maestro de Allende, pero con ideas de ultraderecha) entre 1927 y 1939 (Sánchez Delgado, 2018b), y la Caja del Seguro Obrero Obligatorio, cuyo fundador, el doctor Exequiel González Cortés, se inspiró en instituciones semejantes en Alemania. Igualmente, no se puede dar por hecho que la autoría de La realidad médico-social chilena corresponda a Allende solo, ya que se trataba de un programa del gobierno del Frente Popular. Las políticas médico-sociales de Chile fueron influidas por instituciones de alcance internacional, progresistas o reformistas, pero no necesariamente de carácter socialista, como la Sociedad de las Naciones y la Organización Internacional del Trabajo (Carter, 2019CARTER, Eric D. Social medicine and international expert networks in Latin America, 1930-1945. Global Public Health, v.14, n.6-7, p.791-802. 2019.). Allende, tal vez, introdujo un marco analítico novedoso en la medicina social chilena, basado en el “materialismo histórico” (Labra, 2004LABRA, María Eliana. Medicina social en Chile: propuestas y debates (1920-1950). Cuadernos Médico Sociales, v.44, n.4, p.207-219. 2004., p.213), inherente a la línea socialista de la medicina social. Y es cierto que la figura de Salvador Allende, por su renombre internacional, sirve como un “enganche” para comunicar a diversos públicos la relevancia de la medicina social en Chile. Sin embargo, una historia tan centrada en una única personalidad histórica puede que sea deficiente.

Una historia alternativa

Proponemos una historia diferente. Durante el apogeo de la medicina social chilena (entre 1920-1940), el pensamiento médico-social de Rudolf Virchow casi se desconocía, y él fue tratado más bien como experto en patología celular y en anatomía patológica. Max Westenhöfer transmitió los conocimientos de Virchow en estas ramas de la biomedicina, pero no llevó sus conceptos de la medicina social a Chile. Allende, como las demás figuras de la Vanguardia Médica (y antecesores importantes, como Gandulfo), generaron sus programas de medicina social dentro de un ambiente político-intelectual muy fecundo, diverso y complejo, lo cual imposibilita trazar una línea directa entre Virchow y Allende a través de Westenhöfer.

Mientras tanto, con el correr del siglo XX y en otras latitudes se llevó a cabo un trabajo de “rescate histórico” a Rudolf Virchow. Fue resucitado como prócer de la medicina social por el trabajo de historiadores cercanos a pensamientos de izquierda como Henry Sigerist y sus estudiantes George Rosen y Edwin Ackerknecht, quienes publicaban en inglés y alemán (algunos tenían vínculos importantes con Suiza y Alemania y eran opositores al régimen nazi) (Porter, Porter, 1988; Rosenberg, 2007ROSENBERG, Charles E. Erwin H. Ackerknecht, social medicine and the history of medicine. Bulletin of the History of Medicine, v.81, n.3, p.511-532. 2007.). En Los grandes médicos – publicado originalmente en alemán en 1932, luego en inglés en 1933 –, Sigerist (1949)SIGERIST, Henry. Los grandes médicos: historia biográfica de la medicina. Barcelona: Ediciones Ave. 1949. dedica un capítulo a Virchow, aunque una traducción al español de esta obra no se publica hasta 1949. Ackerknecht, desde su tesis de doctorado, de 1932 (escrita baja la supervisión de Sigerist), hasta una muy citada biografía de Virchow publicada años más tarde (Ackerknecht, 1953ACKERKNECHT, Erwin H. Rudolf Virchow: doctor, statesman, anthropologist. Madison: University of Wisconsin Press. 1953.), fue impulsor de lo que Rosenberg (2007ROSENBERG, Charles E. Erwin H. Ackerknecht, social medicine and the history of medicine. Bulletin of the History of Medicine, v.81, n.3, p.511-532. 2007., p.531) califica como la historia del origen (the Ur-narrative) de la medicina social en la actuación de Virchow en Alta Silesia en 1848.

Más tarde, esta historia de Virchow se difunde en círculos reducidos de la medicina social latinoamericana, la que experimenta un renacer en los años 1970 y 1980. Este grupo busca no solo comprender los antecedentes históricos de su campo de estudio (y acción social-sanitaria), sino también profundizar los enlaces de la medicina social con un movimiento socialista internacional. Terminan colocando a Virchow – debidamente, vale decir – en un grupo revolucionario del 1848, el que incluye por supuesto a Marx y Engels. En este rescate histórico, se destacan los trabajos de Juan Cesar García y Gustavo Molina (y más tarde, el ya mencionado Howard Waitzkin). García dijo puntualmente, en una conferencia en Rio de Janeiro en 1974: “En 1848 nace el concepto de medicina social; es también el año de los grandes movimientos revolucionarios en Europa. Al igual que las revoluciones, el concepto de medicina social surge casi simultáneamente en varios países europeos” (García, 1994GARCÍA, Juan César. 1848: nacimiento de la medicina social – conferencia en Río de Janeiro, 1974. In: García, Juan César. Pensamiento Social en Salud en América Latina. Ciudad de México: Interamericana McGraw-Hill; Organización Panamericana de la Salud. 1994., p.144). Otro dato interesante es que Michel Foucault (1977)FOUCAULT, Michel. Nacimiento de la medicina social. Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud, v.3, n.6, p.89-108. 1977. también dio una conferencia sobre “El nacimiento de la medicina social” en Rio de Janeiro ese mismo año, sin omitir la historia de los trastornos revolucionarios del siglo XIX que dieron lugar a una medicina de estado alemana, pero sin mencionar a Virchow.

Gustavo Molina Guzmán fue compañero de Allende y dirigente de importancia en la política de la salud en Chile, desde la época de la Vanguardia Médica hasta el gobierno de la Unidad Popular. Asistió a un seminario semanal de Sigerist en Johns Hopkins, en 1941 (Molina se encontraba en la universidad con un grupo más grande de chilenos, entre ellos los impulsores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile) (Terris, 1975TERRIS, Milton. The contributions of Henry E. Sigerist to Health Service Organization. The Milbank Memorial Fund Quarterly – Health and Society, v.53, n.4, p.489-530. 1975.). Años más tarde, durante su detención por el gobierno militar después del golpe del estado de 1973, y luego durante su exilio en Colombia, Molina tradujo una colección de ensayos de Sigerist al español (Sigerist, 1974; véase también Terris, 1975TERRIS, Milton. The contributions of Henry E. Sigerist to Health Service Organization. The Milbank Memorial Fund Quarterly – Health and Society, v.53, n.4, p.489-530. 1975.) – la traducción de Molina se origina en una compilación editada por Milton Roemer (1960)ROEMER, Milton (Ed.). Henry E. Sigerist on the sociology of medicine. New York: MD Publications. Inc. 1960., experto en sistemas de salud, quien había sido alumno de Sigerist en Johns Hopkins. Estas obras probablemente ayudaron a subrayar la importancia histórica que tenía Virchow. Desde entonces, la medicina social latinoamericana se ubica explícitamente dentro de una historia política-intelectual más amplia, con alcance internacional y con sólidas raíces ideológicas europeas y dentro del progresismo.

Nuestra historia alternativa explica los orígenes del coronamiento de Virchow como el padre de la medicina social y la difusión de esta narrativa en el entorno de la medicina social latinoamericana. Pero la misma cronología de la producción historiográfica sugiere que los médicos chilenos de izquierda en el periodo de 1930 a 1950, entre ellos Allende, habrían sido inconscientes del legado ideológico y político de Virchow, y ellos tampoco habrían reconocido su propia ubicación en una trayectoria del desarrollo de la medicina social que origine con el sabio alemán.

Consideraciones finales

Hasta aquí, desde la perspectiva de la historiografía de la medicina social latinoamericana – especialmente la producida en el hemisferio norte –, Salvador Allende y su entorno de medicina social en el Chile de la década de 1930 debían formar parte de una historia de armónico discipulado intelectual con raíces profundas y seguras en la historia intelectual europea; es decir, con Virchow. La figura de Max Westenhöfer, un discípulo directo del padre de la teoría celular, que desarrolló con Chile una relación que le llevó a tratar a este país como su “segunda patria” (Westenhöfer, 1951, p.III), resultó ser la figura perfecta para la transmisión hasta Allende de las ideas de medicina social de Virchow.

Sin embargo, el vínculo entre Virchow y Allende, por medio de Westenhöfer, debería calificarse como un relato cómodo pero finalmente falso, que merece descartarse y con ello abrir camino a investigaciones basadas en un mayor caudal de evidencia histórica y que pueden llegar a ofrecer, estimamos, un relato menos armónico y más complejo en el que el ambiente intelectual de la medicina social chilena puede terminar resultando un campo menos dependiente de la figura de Salvador Allende, cuyo renombre internacional tiene otras bases y otras causas.

Por el mismo camino de la rectificación historiográfica que aquí hemos presentado, la medicina social chilena tal vez llegue a presentar un panorama en que la creatividad local, junto al viaje transnacional de ideas políticas, médicas y sanitarias, cuestione las genealogías que damos por ciertas en determinados momentos y que reproducen esquemas de legitimidad eurocéntrica. Cuando Allende entró al escenario público, la tradición del diagnóstico médico-social en Chile ya tenía larga data, desde La cuestión social de Augusto Orrego Luco en 1884. Y tales estudios críticos de los problemas nacionales impulsaron el desarrollo de una infraestructura política y legal de salud pública, seguros sociales y otras protecciones sanitarias y sociales en Chile. Aunque muchas veces deficientes, estas políticas sanitarias y sociales se desarrollaban sin necesitar grandes aportes o presiones desde afuera. Las diversas posturas ideológicas dentro del campo de la medicina social y las condiciones dadas por la institucionalidad sanitaria existente tenían que ajustarse entre ellas.

Esta creatividad local tenía varias raíces, pero durante la época que examinamos aquí (desde 1930 a 1950, aproximadamente) se puede explicar, en gran parte, por la falta de hegemonía ideológica en la política de salud pública internacional. Si bien existían organizaciones internacionales involucradas en la salud (entra ellas, la Sociedad de las Naciones, la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Sanitaria Panamericana), estas carecían del peso institucional y de los recursos financieros como para imponer determinadas normas en la organización de la salud pública y en los sistemas de salud locales. Por eso, la medicina social, tanto en Chile como en otros países donde esta idea cobró fuerza, era un campo relativamente abierto y no propenso a descartar ideologías a priori.

Así, en términos metafóricos, la medicina social en América Latina no se asemeja a una rama del árbol genealógico del marxismo europeo, sino más bien se parece a un caleidoscopio: elementos ideológicos supuestamente incompatibles u opuestos (del positivismo, socialismo, anarquismo, liberalismo) que se toman de otro lugar, sea Europa o los EEUU, que se ubican de maneras impensadas en las nuevas composiciones que los latinoamericanos hacen con ellas (Sánchez Delgado, 2016SÁNCHEZ DELGADO, Marcelo. El cuerpo eugénico y el espacio público en Chile, 1941: el vuelo del genio de Tótila Albert. In: Correa, María José; Kottow, Andrea; Vetö, Silvana (Ed.). Ciencia y espectáculo: circulación de saberes científicos en América Latina, siglos XIX y XX. Santiago: Ocho Libros. p.297-322. 2016.).

Por eso proponemos una línea de investigación histórica que sea capaz de examinar con profundidad la relación entre ideología política y las ciencias en el ámbito de la medicina social. En el contexto contemporáneo, en la nueva historia de la medicina y de la salud pública, las ideas políticas parecen ubicarse por encima de los hechos, redes y personajes en el ámbito científico-académico como el motor del cambio histórico. Nosotros proponemos que se vuelva a prestar más atención en el desarrollo del pensamiento científico a través de redes de profesionales cuyas orientaciones políticas no explican, suficientemente, sus acciones en el desarrollo de un programa de medicina social. Y, de acuerdo con Acha y D’Antonio (2010ACHA, Omar; D’ANTONIO, Débora. Cartografía y perspectivas del “marxismo latinoamericano”. A Contracorriente, v.7, n.2, p.210-256. 2010., p.243), en cuanto al marxismo latinoamericano, “no es posible concebirlo como sostenido en una propia coherencia teórica, sino parece aconsejable seguirlo en sus transformaciones al calor de los diálogos recíprocamente transformadores”. Esta postura no desmentiría en absoluto la influencia de ideologías de la izquierda en la medicina social, pero sí nos llamaría a resistir la suposición de continuidad y coherencia ideológicas; que como en toda la práctica historiográfica, hay que comprobarla, antes de suponerlas y asumirlas retrospectivamente de acuerdo a nuestras apreciaciones y percepciones del tiempo presente. El mismo compromiso con un método analítico dialéctico, característica primordial del marxismo, quizás nos obliga a cuestionar no solo la permanencia de ideologías, sino también la estabilidad de los parámetros de los conflictos ideológicos en el tiempo – así los cuadros fundamentales de los problemas sociales del 1848 no son los mismos del 1939, del 1973 o de la actualidad. No proponemos una historia sin política, sino más bien una historia aun más comprometida con la verdad y con la posibilidad de pensar nuestra historia sobre bases firmes y así volver a imaginar, pensar y construir una medicina social latinoamericana.

Como sabemos, la historia siempre está abierta a nuevas y mejores interpretaciones y no pretendemos cerrar la discusión, sino más bien enriquecerla, contrastarla con fuentes seguras y aportar, en la medida de nuestros esfuerzos, a derribar un relato cómodo e innecesario, además de incorrecto. Al disolver la afirmada conexión entre Max Westenhöfer y Salvador Allende, se abren nuevas posibilidades para la historia de la medicina social latinoamericana, con una mayor complejidad en el diálogo norte-sur y con una base algo más ajustada a los hechos.

AGRADECIMIENTOS

Los autores declaran no tener conflicto de intereses. Para Carter, este artículo es parte de un proyecto de investigación sobre la historia de la medicina social latinoamericana financiado por el programa Fulbright Scholars de los Estados Unidos y una beca del American Council of Learned Societies. Para Sánchez, este artículo es parte del proyecto Conicyt Chile Fondecyt Iniciación n.11170565 “La profesionalización de la anatomía patológica en Chile desde fines del siglo XIX hasta 1950. Redes y actores para un cuerpo moderno”.

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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    23 Oct 2020
  • Fecha del número
    Jul-Sep 2020

Histórico

  • Recibido
    23 Ago 2018
  • Acepto
    13 Mar 2019
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