Las elecciones generales españolas de 2008 reprodujeron características ya comunes en las democracias occidentales: campañas permanentes, negativismo y personalización. Los medios de comunicación dominantes desplegaron a lo largo de la campaña una estrategia de polarización bipartidista incentivada por los socialdemócratas y los conservadores, lo que resultó en una pérdida de poder para los pequeños partidos nacionalistas y los partidos de izquierda. Los debates de los candidatos retornaron a la TV española después de 15 años, pero el papel moderador de los periodistas fue abolido por los dos grandes partidos, que acordaron previamente los temas de debate. La utilización por los candidatos de las nuevas tecnologías de comunicación no se tradujo en una "campaña ciudadana" o "desde abajo". La participación ciudadana espontánea resultó más temida que deseada, y los recursos revolucionarios de la Web 2.0 fueron cooptados por los partidos, integrándolos en sus estrategias de marketing político.
España; elecciones; campañas; comunicación política; Web 2.0