Aprender y Enseñar a Pensar: un desafío en la formación de los investigadores/es cualitativos

Hay varios motivos señalados por diferentes investigadores acerca de las dificultades de reconocimiento de la investigación cualitativa en el campo de la Salud. Pero quisiera argumentar aquí, a favor de qué, para el fortalecimiento de la investigación cualitativa, necesitamos aprender y enseñar a pensar. La necesidad de formación de buenos investigadores cualitativos parece ser uno de los desafíos sobre el que aún no nos ocupamos con atención cuidadosa, pero que comienza a destacarse en la agenda de nuestras discusiones.

Pensar en cómo enseñamos la investigación cualitativa puede ser un camino que nos ayude a superar las adversidades que conocemos bien. Además de las técnicas y métodos, es necesario, sí, comprender las dimensiones onto-epistemológicas que determinan las decisiones metodológicas. Esto porque no hay receta, ni un solo modo de mirar al mundo, ni de acercarnos a la realidad. Múltiples son los caminos y hay que saber escoger el mejor camino. Y para eso, no existe fórmula matemática, ni tampoco receta lista.

Todos estamos de acuerdo en que los nuevos investigadores necesitan comprender cómo su visión del mundo determina las elecciones que hacen. Y que su visión del mundo es moldeada por sus creencias y valores, que se construyen histórica y socialmente. Necesitamos comprender que las teorías son un modo de explicar el mundo; que son provisionales, históricamente determinadas, a partir de dadas condiciones sociales, económicas y políticas; que son lentes, con las cuales cada uno ve el mundo; que ayudan a interpretar la realidad – que es mutable, parcial y efímera.

Conocer todo esto proporciona herramientas importantes para las decisiones que, nosotros investigadores, necesitamos hacer, pero no necesariamente, que nos ayude a hacerlas. Porque no se trata de información, sino de comprensión. La investigación cualitativa va mucho más allá de la aplicación de técnicas y procedimientos. El método no tiene valor por sí mismo. La devoción al método es una forma de alejarse de la comprensión de la experiencia real de los participantes del estudio. La metodolatría, que ha sido criticada por diversos investigadores cualitativos, contribuye a esclavizarnos cuando nos olvidamos de que las reglas del método nos sirven, sí, pero hasta cierto punto, porque para hacer buena investigación cualitativa es preciso sabiduría y confianza, imaginación y creatividad.

Por eso, hay que aprender a pensar. Pero ¿cómo podemos enseñar a pensar? Como enseñar a pensar, cuando nos encontramos con investigadores/estudiantes formateados a lo largo de la vida escolar por actividades de memorización; una vez que somos presionados por un sistema que cobra productividad y que limita el tiempo de la producción científica, ¿transformando la tarea del científico en pragmática e inmediatista?

¿Cómo enseñar a pensar, cuando la práctica pedagógica tradicional, aún hegemónica, desconsidera al aprendiz como sujeto de la acción científica, y de su proceso de aprendizaje, y lo transforma en un simple receptor pasivo del producto final de esa actividad?

En general, nosotros, docentes, nos centramos en los contenidos necesarios y en las actividades propuestas a los estudiantes. ¿No sería el caso de pensar más allá de eso? Y nos preguntamos: ¿Para qué sirven los contenidos? ¿Para qué sirve el profesor? ¿Cuáles son las experiencias de aprendizaje que pueden contribuir a enseñar al joven investigador a pensar? Responder a estas preguntas nos exige, como docentes, pensar el sentido y la finalidad de la educación. Significa pensar más allá de las cuestiones fundantes de la investigación cualitativa y pensar también las bases filosóficas que orientan nuestra práctica pedagógica para enseñar y aprender la investigación cualitativa.

Para ello, es necesario anclar nuestra práctica pedagógica en referenciales pedagógicos que promuevan la reflexión, siembran la duda, despierten la curiosidad y liberen la imaginación y la creatividad. Necesitamos desarrollar, de modo intencional y consciente, las competencias necesarias para una docencia reflexiva. Para Freire⁽¹⁾, el buen profesor es aquel que desafía a sus alumnos, estimulando la pregunta y la reflexión crítica. Por eso, el diálogo entre el profesor y los estudiantes es un aspecto fundamental para el desarrollo de la curiosidad epistemológica. La relación dialógica debe ser llena de curiosidad y de inquietud. Esto porque, desarrollar la investigación cualitativa, exige investigadores capaces de pensar; estableciendo y asumiendo la responsabilidad y los riesgos por las decisiones tomadas. Además de los contenidos teóricos-epistemológicos y metodológicos, preparar investigadores cualitativos competentes requiere una formación política y ética, como contenido. Un investigador ético es entendido como aquel capaz de establecer juicios de valor, tomar decisiones y asumir responsabilidades por las decisiones tomadas.

Por lo tanto, la excelencia de los investigadores cualitativos nos exige dos movimientos: La formación de los investigadores con experiencia, como docentes críticos-reflexivos; y la formación de jóvenes investigadores con amplia capacidad crítica-reflexiva.

Aprender y enseñar a pensar es un requerimiento necesario, pues el investigador cualitativo necesita construirse, teniendo como base la libertad de la voluntad, la autonomía para organizar los modos de producción de conocimientos y la responsabilidad por la dirección de sus acciones; es necesario un profesional capaz de producir una ciencia que contribuya a la comprensión de la naturaleza del cuidado en Enfermería y Salud y sobre todo de las expectativas de las personas que lo reciben; que rescate y valorice la creatividad, la complementariedad, la convergencia, la complejidad y la unidad del sujeto.

REFERENCE

• ¹
  Freire P. Pedagogia da Autonomia: saberes necessários à prática educativa. 43ª ed. São Paulo: Paz e Terra; 2011.

Fechas de Publicación

• Publicación en esta colección
  18 Abr 2019
• Fecha del número
  Mar-Apr 2019