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La Enseñanza médica en Brasil

PUNTO DE VISTA

La Enseñanza médica en Brasil

Charles Mady

Instituto do Coração (InCor) - HC-FMUSP, São Paulo, SP - Brasil

Correspondencia Correspondencia: Charles Mady Instituto do Coração da Faculdade de Medicina da USP Av. Dr. Enéas C. Aguiar, 44 05403-000 - São Paulo, SP - Brasil E-mail: cmady@cardiol.br, charles.mady@incor.usp.br

Palabras clave: Educación superior, educación médica, Brasil.

La función de la enseñanza, en todos los niveles, es educar. No hay sociedad que evoluciones de forma saludable en ausencia de una educación adecuada. Éste es, creo, entre los tantos obstáculo que Brasil enfrente, nuestro mayor problema.

Siguiendo la línea de pensamiento de su maestro, Sócrates, Platón entendió la necesidad de llegar a la verdad por medio del diálogo, durante el cual el cuestionador ejerce el papel de ayudar al interlocutor, él propio, a dar luz a la verdad. Eligió para ello, como local de aprendizaje, un bosque un poco distante de Atenas, con el nombre de un legendario héroe llamado Academus, surgiendo de ahí el término Academia para su escuela. Con la misma idea, Aristóteles fundó el Liceu, nombre que se originó del templo que había en el local, dedicado a Apolo Liceu, que en griego significa matador de lobos. Allí, como Platón, impartía sus clases caminando con sus alumnos durante todo el día, en conversaciones constantes. Este hábito generó la expresión filosofía peripatética que significar enseñar paseando, destacando la necesidad de ambiente propicio, tiempo, presencia y paciencia. En ese sistema, era importante el debate entre la opinión de todos, con acuerdos y discrepancias siendo planteadas libremente, entendiéndose que las discrepancias son muchas veces fuentes de progreso, tanto intelectual como moral. Sabían que las controversias y las diferencias de opinión eran las mayores salvaguardas de la libertad de pensamiento. La Academia se volvió, simbólicamente, la precursora de las universidades que se desarrollaron a partir de la Edad Media, generando conceptos que se mantienen verdaderos, aunque poco seguidos hoy día.

La enseñanza no es un proceso de simplemente trasmitir informaciones y no debe realizarse dentro de un sistema de dogmas que deban aceptarse obligatoriamente. El mérito de los filósofos griegos fue el de haber comprendido cómo se debería realizar una genuina educación, siendo el papel del profesor el de orientar, de llevar al alumno a ver por si mismo. Cómo aprender a pensar no es habilidad que venga rápidamente, precisa ser adquirida con esfuerzo personal, con tiempo y con la ayuda de un mentor o mentores, y no hay atajos para la adquisición de esta capacidad. Éste es el método de enseñanza bajo supervisión, como hoy lo conocemos. La interacción entre el alumno y el profesor es la mejor forma de alcanzar un aprendizaje real, y una institución puede ser llamada academia sólo cuando satisface esta categoría fundamental, generando hábitos mentales saludables, aliados a un espíritu de investigación independiente de tendencia y preconceptos momentáneos. En síntesis, educación es aprender a pensar por si, bajo orientación adecuada, en genuina interacción. Cuando una universidad falla en esta tarea, se vuelve un simple ambiente de adoctrinación. El griego Heráclito y el germánico Hegel, a pesar de haber vivido en épocas absolutamente distingas, nos transmitieron de forma muy clara la siguiente y definitiva lección: el aprendizaje de muchas cosas no enseña la comprensión. La simple lectura, aun cuando sea mucha, no mejorará, por si sola, nuestro entendimiento de algún asunto. Los diálogos, el intercambio de informaciones, la convivencia en medio académico, las reflexiones y meditaciones son fundamentales para adquirir el conocimiento adecuado e imparcial. Éste, por lo tanto, proviene de fuentes variadas, siendo las contradicciones positivas y productivas. Y cada fuente debería entender que enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su producción. Como nos enseñó Pitágoras, éste es el buen conocimiento, entendido como éticamente correcto. Es lo que, de modo magistral, comenta Menocal en su libro El ornamento del mundo, en el cual describe la convivencia ejemplar entre judíos, cristianos y musulmanes en la Península Ibérica, en la ocasión llamada de Al Andalus o Sefarad, con la siguiente frase: "Y cuando se da el entrelazamiento cultural, ¿quién podrá decir que no existe mejor manera de encontrar soluciones para las diferencias aparentemente insolubles?". Norberto Bobbio1 completa esa línea de pensamiento con esta humilde frase: "Aprendí a respetar las ideas de los otros, a contenerme frente a los secretos de cada consciencia, a comprender antes de discutir, a discutir antes de condenar". Son herederos de aquella antigua, aunque actual, forma de pensar.

Y nuestra realidad en la enseñanza, ¿dónde se encuentra hoy? Por fuerza de mi profesión, me limitaré al área médica. Es un curso extremadamente caro, y por su complejidad, necesita obligatoriamente instalaciones adecuadas, hospital con perfil universitario, y fundamentalmente, un cuerpo de profesores dedicados prioritariamente a la institución a la cual pertenecen, aunando actividades de asistencia, enseñanza e investigación, en alto grado de equilibrio. La asistencia es el punto central, pues es alrededor del paciente y por causa de él que ocurrirá lo restante. Por lo tanto, es imposible que haya enseñanza médica sin un adecuado hospital escuela. Este hospital deberá obligatoriamente tener capacidad para ofrecer residencia médica a sus alumnos. Cuando se visitan facultades, públicas y privadas, se verifica en muchas de ellas el grado de abandono en que se encuentran los alumnos, muchos buscando servicios externos, en general privados, para hacer pasantía, cuando entonces se transforman en nada más que mano de obra barata para otros intereses. Después de concluir sus cursos buscan desesperadamente locales donde pueden realizar residencia médica, pues sus escuelas de origen no disponen de condiciones para ofrecerles esta pasantía, que es fundamental para que puedan ejercer con dignidad sus futuras especialidades. Para empeorar este cuadro dramático, muchas escuelas colocan en sus cuerpos docentes nombres famosos e ilustres, pero que raramente se hacen presentes frente a los alumnos. Viven en otras ciudades o Estados, no teniendo por lo tanto la mínima posibilidad de generar conocimiento en el cuerpo dicente. Tales escuelas (si es que podemos denominarlas así) repudian las lecciones que los antiguos griegos nos legaron. Contratan profesores turistas o itinerantes, poco comprometidos con la calidad de la enseñanza que deberían impartir.

Infelizmente, como escribió Shakespeare2, "el mal que los hombres hacen les sobrevive". ¿Cuál es, si lo pudiéramos calcular, el perjuicio social de una mala educación? ¿Hasta cuándo seremos obligados a asistir al drama de estos alumnos que complementan su aprendizaje en aquello que podemos llamar "malas clases", patrocinadas no sé por quién?

La sociedad reclama calidad. No será por este camino que la alcanzaremos. Los antiguos griegos, estén donde estén, deben avergonzarse de nosotros.

Referencias

Artículo recibido el 13/04/09; revisado recibido el 13/05/09; aceptado el 13/05/09.

  • 1. Bobbio N. Conclusão do prefácio "Italia Civile". Manduria-Bari-Perugia:Laccita;1964.
  • 2. Shakespeare W. Trecho do sonêto 47 (Online). [Acesso em 2008 dez.4].Disponível em http://www.pensador.info/autor/William_Shakespeare/
  • Correspondencia:
    Charles Mady
    Instituto do Coração da Faculdade de Medicina da USP
    Av. Dr. Enéas C. Aguiar, 44
    05403-000 - São Paulo, SP - Brasil
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    • Publicación en esta colección
      24 Nov 2009
    • Fecha del número
      Oct 2009
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