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PAREJA DE DOBLE INGRESO Y CUIDADO INFANTIL: UNA MIRADA A LAS RELACIONES DE GÉNERO EN LOS HOGARES

CASAL COM DUPLA REMUNERAÇÃO E CUIDADOS INFANTIS: OBSERVANDO AS RELAÇÕES DE GÊNERO NAS FAMÍLIAS

DUAL-INCOME COUPLE AND CHILD CARE: A LOOK AT GENDER RELATIONSHIPS IN HOUSEHOLDS

COUPLE À DOUBLE REVENU ET SOINS DES ENFANTS : OBSERVATION DES RAPPORTS DE GENRE AU SEIN DES FAMILLES

Resumen

Este artículo tiene como objetivo analizar las limitaciones, los acuerdos, las negociaciones y los conflictos a los que se enfrentan las parejas de doble ingreso en Uruguay respecto al cuidado infantil. Dichas parejas y sus interacciones son un escenario privilegiado para entender cómo se reproducen o problematizan las relaciones de género en el hogar. A partir de un estudio en tres generaciones de varones y mujeres, este artículo analiza las rupturas de estas parejas respecto a las generaciones anteriores, pero también las inercias que experimentan en términos de mandatos de género y de sus comportamientos.

INFANCIA; CUIDADO; RELACIONES DE GÉNERO; TRABAJO

Resumo

Este artigo tem o objetivo de analisar as limitações, acordos, negociações e conflitos enfrentados pelos casais com dupla remuneração no Uruguai no tocante aos cuidados infantis. Tais casais e suas interações são um cenário privilegiado para entender como se reproduzem ou problematizam as relações de gênero na família. A partir de um estudo em três gerações de homens e mulheres, este artigo analisa as rupturas desses casais com relação às gerações anteriores, assim como as inércias em termos de questões de gênero e dos seus comportamentos.

CUIDADO; RELAÇÕES DE GÊNERO; TRABALHO

Abstract

This article aims to analyze, based on a qualitative study, the limitations, agreements, negotiations and conflicts that dual-income couples in Uruguay face regarding the care of young children. These couples and their interactions are a privileged setting to understand how gender relations are reproduced or problematized at the micro level, in relationships within home when they are faced with care needs. Based on a study focused on child care in three generations of men and women, this article analyzes the ruptures that these couples make concerning the previous ones, but also the inertias they experience in terms of gender mandates and their behaviors.

CARE; GENDER RELATIONS; LABOUR

Résumé

Cet article vise à analyser les limitations, accords, négociations et conflits des couples à double revenu concernant les soins des enfants en Uruguay. Ces couples, et leurs interactions, constituent un terrain privilégié pour comprendre comment les rapports de genre se reproduisent ou se problématisent au sein de la famille. A partir d’une étude menée sur trois générations d’hommes et de femmes, cet article analyse les écarts entre les couples de la troisième génération par rapport à ceux des deux précédentes, ainsi que les inerties rélatives aux questions de genre et de leurs comportements.

CARE; RELATIONS DE GENRE; TRAVAILE

Este artículo tiene como objetivo analizar, a partir de un estudio cualitativo, las limitaciones, los acuerdos, las negociaciones y los conflictos a los que se enfrentan las parejas de doble ingreso en Uruguay respecto al cuidado de los niños/as pequeños. Dichas parejas y sus interacciones son un escenario privilegiado para entender cómo se reproducen o problematizan las relaciones de género en el nivel micro, en las relaciones dentro del hogar cuando se enfrentan a las necesidades de cuidado.

Representan asimismo una expresión de los desajustes entre el funcionamiento del régimen de cuidados, los mandatos de género tradicionales y las necesidades de familias contemporáneas en donde cada vez son más frecuentes los arreglos familiares donde ambos miembros están insertos en el mercado laboral.

En Uruguay, los sectores medios tienen escaso acceso a los servicios públicos de cuidado infantil, los cuales están destinados a la población de bajos ingresos. Cuentan con restricciones presupuestarias para la contratación de servicios en el mercado que cubran toda la jornada laboral que les permita resolver las necesidades de cuidado. El país no cuenta con una oferta pública extendida de servicios de al menos 20 horas semanales para los niños de 0 a 2 años. El 13,3% de los niños de 0 años asisten a un centro, aumentando a 38,7% cuando tienen 1 año, 57,0% cuando tienen 2 y 77,7% cuando tienen 3. Sumado a esto, las desigualdades socioeconómicas son centrales para explicar las diferencias en el acceso. A los 3 años, el 61% de los niños del quintil 1 asiste a un centro, mientras lo hace el 95,1% del quintil 5 (ECH, 2018).

En cuanto a la contratación de trabajadoras remuneradas del cuidado en los hogares, el promedio de hogares uruguayos que contratan trabajadoras del hogar es del 8.8%, pero éste es del 26.5% en los hogares del quintil de mayores ingresos y del 1.1% en el quintil más pobre (ECH, 2019).

En el marco de un mandato cultural que asocia las mujeres a los cuidados, y de las escasas políticas públicas que cubran dichas necesidades, existe un contexto favorable a que sean las mujeres las que deben o ausentarse del mercado laboral o insertarse a jornada parcial generando modelos de pareja tradicionales.

A partir de un estudio centrado en el cuidado infantil en tres generaciones de varones y mujeres, este artículo analiza las rupturas que estas parejas hacen respecto a las generaciones anteriores, pero también las inercias que experimentan en términos de mandatos de género y de sus comportamientos.

Parejas de doble ingreso ¿cómo se reparten el trabajo de cuidados en el hogar?

Históricamente, las políticas dirigidas hacia las familias en Latinoamérica y sobre todo en Uruguay, han asumido explícita o implícitamente un tipo de hogar tradicional, de varón proveedor y mujer ama de casa. Simultáneamente, millones de mujeres han ingresado al trabajo remunerado en Latinoamérica en el último cuarto de siglo. En 1990, sólo el 32 por ciento de las mujeres en América Latina tenía un ingreso económico por su trabajo remunerado. Esta proporción aumentó al 53 por ciento para 2010, con un 70 por ciento de las mujeres en edad reproductiva en la fuerza laboral.

Las parejas de doble ingreso son cada vez más habituales en nuestras sociedades latinoamericanas y especialmente en Uruguay. La brecha resultante entre las políticas y la realidad social han puesto a estas parejas bajo una tensión creciente en la posibilidad de articular el trabajo remunerado y los cuidados (Blofield, 2020Blofield, M. M. T. (2020). Moving away from maternalism? The politics of parental leave reforms in Latin America. Comparative Politics, 53(1), 1-27.).

En los últimos años, las regulaciones en la paternidad y maternidad en América Latina, y en Uruguay en particular, dan cuenta de ciertas políticas que buscan promover la corresponsabilidad paterna en los cuidados, esto es, siguiendo a Martínez Franzoni (2019Martínez Franzoni, J. (2019). Defining fatherhood in Latin America: Genes, money and caregiving. (Manuscrito en revisión de pares).), que ambos miembros de la pareja sean proveedores económicos y cuidadores. Sin embargo, estas políticas han sido puntuales y no han tenido el impacto esperado. En el caso de Uruguay puede señalarse la nueva licencia parental creada en el marco del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, un permiso para disminuir media jornada de trabajo remunerado en los primeros meses de los bebés y que puede ser usado tanto por la madre como por el padre. El uso de este permiso ha sido muy desigual entre varones y mujeres, siendo casi en su totalidad usado por las mujeres (Batthyány et al., 2018Batthyány, K., Genta, N., & Perrotta, V. (2018). Uso de licencias parentales y roles de género en el cuidado. FCS-UDELAR, Sistema de Cuidados, ONUMUJERES, OIT.).

Los datos para Uruguay muestran que las parejas de doble ingreso, donde ambos padres trabajan en el mercado laboral la misma cantidad de horas, están en aumento, siendo en la actualidad un 28,1% de las mismas. Por tanto, prácticamente 1 de cada tres hogares donde residen parejas son del tipo de doble ingreso.

CUADRO 1
DISTRIBUCIÓN DE HOGARES DE PAREJAS SEGÚN TIPO DE PAREJAS. TOTAL PAÍS 2018

Sin embargo, el hecho de que sean parejas de doble ingreso no significa que ambos miembros dediquen la misma cantidad de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados. Los antecedentes para Europa (Bittman et al., 2003Bittman, M., England, P., Folbre, N., Sayer, L., & Matheson, G. (2003). When does gender Trump money? Bargaining and time in household work. American Journal of Sociology, 109(1), 186-214. https://doi.org/10.1086/378341
https://doi.org/10.1086/378341...
) señalan que las parejas de doble ingreso distribuyen los cuidados y el trabajo doméstico de forma más equitativa que los otros tipos de parejas, pero esto es debido a una menor dedicación de las mujeres al trabajo no remunerado más que al hecho de que los varones dedican más horas al mismo. La brecha de género entre parejas de doble ingreso es menor en países con políticas públicas que permiten una articulación más armoniosa entre trabajo-familia y en aquellos con normas de género menos tradicionales.

Los estudios dan cuenta que en los países del norte de Europa (Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca) en contextos institucionales con mayor disponibilidad de políticas de cuidado, la distribución del trabajo no remunerado es más equitativa, las horas de dedicación de los varones son más altas, así como también las tasas de actividad de las mujeres en el mercado laboral. Por el contrario, los padres tienden a dedicar menos tiempo al trabajo no remunerado en el hogar en países con menos políticas para la articulación trabajo-familia (Bittman et al., 2003Bittman, M., England, P., Folbre, N., Sayer, L., & Matheson, G. (2003). When does gender Trump money? Bargaining and time in household work. American Journal of Sociology, 109(1), 186-214. https://doi.org/10.1086/378341
https://doi.org/10.1086/378341...
).

En Uruguay, las parejas de doble ingreso también presentan brechas de género en la dedicación inferiores a las encontradas en los otros tipos de pareja. Los últimos datos cuantitativos disponibles en la Encuesta de Uso del Tiempo (Genta & Perrotta, 2015Genta, N., & Perrotta, V. (2015). Cuando las mujeres son las breadwinners ¿Quién asume el trabajo no remunerado en el hogar? In K. Batthyány (Ed.), Los tiempos del bienestar: Trabajo no remunerado, género y cuidados en Uruguay (pp. 135-168). MIDES.) indican que, en parejas de doble ingreso, se mantiene una brecha de dedicación entre mujeres y varones de 13 horas, ya que las mujeres dedican 33 horas y los varones 20 horas. En el caso del “modelo proveedor” (varones trabajan a tiempo completo y mujeres no trabajan de forma remunerada) la brecha es de 32 horas y la de “proveedor modificado” (varones trabajando a tiempo completo y mujeres a tiempo parcial) es de 20 horas semanales.

En un libro de reciente publicación sobre la experiencia de la maternidad y el trabajo, Collins (2019Collins, C. (2019). Making motherhood work: How women manage careers and caregiving. Princeton University Press.) explora la experiencia de las vidas cotidianas de la maternidad y el trabajo desde la perspectiva de madres que trabajan en 4 países industrializados (Suecia, Alemania, Italia y Estados Unidos) a lo largo de 5 años. Estos países fueron seleccionados porque cada uno representa un régimen social diferente (régimen socialdemócrata en Suecia, régimen liberal en Estados Unidos, familista en Italia y conservador en Alemania). Sin embargo, la autora busca trascender la mirada del contexto institucional en el comportamiento de varones y mujeres planteando que, a pesar de las políticas de cuidado existentes, los mensajes generizados que las mujeres reciben del Estado, de las empresas y de la cultura dominante dejan a las mujeres con la sensación de ser inadecuadas madres e inadecuadas trabajadoras. Esto lleva a plantear que las políticas “family-friendly” son insuficientes a menos que vengan acompañadas de cambio en la forma de entender la maternidad (Collins, 2019).

En el caso uruguayo, las políticas públicas de cuidado para niños pequeños se restringen a licencias que se extienden hasta los 6 meses del bebe en el caso de los menores de un año. En 2013, se amplió la licencia maternal de 12 a 14 semanas y la licencia paternal de 3 a 13 para trabajadores dependientes de la actividad privada (Ley 19.161). Las licencias por maternidad son utilizadas por 96,6% de las mujeres, mientras las licencias por paternidad por 83,0% de los varones, según los datos de la Encuesta de Usos de Licencias Parentales y Roles de Género en el Cuidado (Batthyány et al., 2018Batthyány, K., Genta, N., & Perrotta, V. (2018). Uso de licencias parentales y roles de género en el cuidado. FCS-UDELAR, Sistema de Cuidados, ONUMUJERES, OIT.). Existe también reducción horaria de medio horario para el cuidado, pudiendo ser utilizado tanto por la madre como por el padre hasta los seis meses del hijo/a. El permiso puede ser fraccionado entre mujeres y varones, de forma alternada, lo cual representa una acción concreta en vías de promover la equidad de género en los cuidados, pero al no ser un derecho individual e intransferible, desde su implementación los varones representan alrededor de un 2% de quienes lo utilizan (Batthyány et al., 2018).

Para los niños entre 1 y 2 años la oferta de cuidados proviene sobre todo del mercado, y con cargas horarias que pueden cubrir la jornada laboral de los padres, aunque con costo para las familias. En el caso de los niños de 0 a 2 años, el 37% asiste a Centros Privados, el 6,5% a Centros Públicos y el 56,1% restantes asiste a Plan CAIF. Este Plan es un servicio estatal de promoción de pautas de crianza, experiencias y oportunidades basado en instancias de aprendizaje junto a los padres, es decir, no representa centros de cuidados y además está destinado a niños de Quintiles 1 y 2.

Si se consideran 20 horas semanales de asistencia de los/as niños/as a centros de cuidados, solo el 2,5% de los de 0 años asiste, 13,8% de los de 1 año, 42,0% los de 2 y 70,4% los de 3 años. Esta situación se agudiza cuando se considera la asistencia a un centro de cuidados de 40 horas o más a la semana. Sólo el 4,9% de los/as niños/as de 0 a 4 inclusive asiste a centros 40 horas semanales o más, lo que cubriría una jornada laboral de lunes a viernes de 8 horas diarias. Para las edades de 0 a 3 años inclusive, los datos no permiten realizar afirmaciones con significación estadística. En el caso de los de 4 años, el 11,2% asiste 40 horas o más a centros. Agrupando los/as niños/as de 0 a 2 años inclusive, así como los de 3 y 4, es posible afirmar que del primer grupo de niños/as sólo el 2,4% asiste a centros 40 horas o más, mientras que lo hace el 8,6% del segundo grupo (ENDIS, 2018) Los servicios públicos de cuidados para estas edades están restringidas a los hogares de los quintiles inferiores (PLAN CAIF, por ejemplo, como se mencionó) y en la mayoría de los casos son de hasta 20 horas semanales. En el de los mayores de 3 años los servicios públicos tienen cobertura universal, pero de tan solo 20 horas semanales.

Esto indica que el cuidado está fuertemente familiarizado, que se realiza principalmente en los domicilios privados y que la disponibilidad de tiempo para la realización de otras actividades como trabajar, estudiar o gozar del tiempo libre está restringida por la escasa oferta de medios para poder desfamiliarizar.2 2 La situación descrita respecto a los servicios institucionales de cuidado infantil en niños pequeños en Uruguay es similar a la encontrada para América Latina. En el caso de Argentina, para los menores de 4 años, la cobertura promedio se acerca al 70%, pero desciende al 40% en los niños de 3 años y al 4% en los de 0 a 2 años (Borgeaud-Garciandía, 2020). En el caso brasileño, el 32,7% de los niños de 0 a 5 años se encuentra en alguna institución de cuidado, mientras que en los niños de 0 a 3 el percentual es del 26,3% (Guimarães & Hirata, 2020). En Chile, el 95,2% de los niños de 5 años asiste a centros, pero ello desciende al 81,4% en los de 4 años y se restringe al 31,6% en los de 3 años (Arriagada, 2020). En Colombia, el 38% de los niños menores de 6 años asiste a instituciones (Pineda Duque & Múnevar, 2020). Esto último afecta principalmente a las mujeres encargadas del cuidado. A su vez, la mayor parte de los niños/as de 0 a 2 años inclusive, concurre a centros privados, costeados de manera privada. La elección de centros privados muchas veces obedece a su mayor extensión horaria y flexibilidad en el manejo de los tiempos. Pero solo una parte de las mujeres puede acceder a ellos, lo que condiciona la inserción laboral de las mujeres más pobres o que no cuentan con recursos para costearlos.

En este artículo se profundizará en cómo varones y mujeres en parejas de doble ingreso se enfrentan a los mandatos de género y a las limitaciones impuestas por un contexto institucional como el uruguayo, que restringe las opciones de cuidado infantil fuera de la familia.

Metodología

La información utilizada en este artículo surge de una investigación cuyo objetivo fue profundizar en el conocimiento y la comprensión de las diferencias generacionales en torno a las relaciones de género en la distribución del trabajo no remunerado y del cuidado en los hogares, así como analizar los efectos de las políticas de cuidados en las prácticas y representaciones de mujeres y varones.

La información empírica analizada en el artículo surge de entrevistas realizadas a varones y mujeres de tres generaciones de las mismas familias durante el 2016. La estrategia metodológica utilizada en dichas investigaciones se inscribe en la investigación cualitativa longitudinal (Caïs et al, 2014). Este tipo de investigaciones tiene como objetivo captar la relación entre los elementos históricos, familiares, de contexto social y los biográficos o personales. En este sentido la investigación buscó captar el vínculo entre las distintas políticas de cuidado de cada período histórico, así como el estado de situación de las mujeres respecto al trabajo remunerado, y las estrategias adoptadas que definían cómo cuidar en cada momento.

Se desarrolló un enfoque metodológico horizontal, que consistió en analizar distintas generaciones que conviven en un momento específico. Es decir, a diferencia del vertical, que supone el seguimiento de una o varias generaciones a lo largo del tiempo, en este caso se analizan distintas generaciones que conviven en el mismo momento en que se recaba la información. El análisis generacional horizontal tiene como objetivo identificar las similitudes y permanencias entre distintas generaciones y se centra en comparar la generación e identificar qué características distinguen una generación de la otra (Caïs et al., 2014).

La generación es entendida como un colectivo de personas que comparten una misma experiencia social, diferenciándose del concepto de cohorte. Lo común entre los distintos integrantes de una generación es haber tenido hijos de entre cero y seis años en determinado período histórico.

La muestra estuvo conformada por familias donde estuvieron presentes tres generaciones de mujeres y en las que la mujer de la generación actual tuviera un hijo/a menor de seis años (generación de madres). La generación de madres actuales se conformaba por madres y padres de niños pequeños/as. La experiencia de cuidado de estas parejas se ubica desde 2010 hasta 2018, etapa marcada por la instalación del tema de los cuidados en la agenda pública, con el inicio de la discusión sobre el SNIC3 3 Sistema Nacional de Cuidados en la política pública de cuidados que comienza a funcionar en Uruguay en 2015 y que tiene como propósito articular, regular, proveer servicios y prestaciones de Cuidado desde el Estado para niños/as, personas con discapacidad y mayores en situación de dependencia. Entre sus objetivos se plantea contribuir con la eliminación de la división sexual del trabajo y la instauración del modelo corresponsable de cuidado entre Estado, mercado, familias y comunidad y entre mujeres y varones. en Uruguay. La generación de abuelas está integrada por las actuales abuelas y abuelos de los niños/as pequeños. Dichas parejas transitan la etapa de cuidados de sus niños/as pequeños en el período 1975-1990. Finalmente, la generación más vieja se conforma por las actuales bisabuelas maternas de los niños/as pequeños, quienes transitan la etapa de crianza de sus niños/as pequeños/as entre 1955 y 1965.

El estrato socioeconómico fue unos de los niveles estructurales definidos en el muestreo teórico, distinguiendo familias de nivel socioeconómico alto, medio y bajo. Para caracterizar el estrato se definieron las siguientes variables: trabajo remunerado de la mujer, las características de dichas ocupaciones (ocupación, profesión, dedicación, rama de actividad) y nivel socioeconómico del hogar. En total se entrevistaron a 12 familias: 2 familias del nivel alto, tres del bajo y siete del medio, lo que dio un total de 49 entrevistas.

La decisión de que el sector medio fuera más grande numéricamente fue una emergente durante el trabajo de campo y se tomó porque se consideró que existía gran heterogeneidad en los discursos (relacionados con las modalidades de cuidado adoptadas, con la distribución de las tareas por sexo, etc.) y las condiciones de vida (variantes en los ingresos económicos, en el nivel educativo, en el empleo, entre otros) que hacía necesario entrevistar a más familias que las pautadas inicialmente.

Este artículo se enfocará en aquellas mujeres y varones de las 7 familias de sectores medios entrevistadas que conforman parejas de doble ingreso. Cada una de estas siete familias del sector medio entrevistada, está compuesta por la generación de abuelas/os, bisabuelas/as y madres/padres. En este articulo analizamos el caso de las madres y padres actuales que conforman parejas de doble ingreso, que es lo que ocurre con todos los casos del sector medio de la generación actual y la comparamos con las generaciones anteriores (abuelos/as y bisabuelos/as) de las cuales en la muestra teórica encontramos 5 casos de hogares de abuelos/as de doble proveedor o modificado y 2 casos de proveedor tradicional. En el caso de los bisabuelos/as todos los casos son de proveedor tradicional.

En la muestra analizada ambos miembros de la pareja están insertos en el mercado laboral, a diferencia de los del sector alto o bajo donde encontramos mayor frecuencia de parejas de “modelo proveedor tradicional” o “modificado”. Al mismo tiempo son las parejas que no acceden a las políticas públicas de cuidado de tipo focalizado en los quintiles más bajos ni se encuentran en una situación presupuestal para costear servicios de cuidado de largas jornadas.

Parejas de doble ingreso de sectores medios, rupturas con el pasado

El análisis de las tres generaciones de familias dio cuenta de al menos dos grandes rupturas en la forma en cómo las parejas de doble ingreso se enfrentan al cuidado infantil en la actualidad, en comparación con las generaciones anteriores.

Una primera ruptura tiene que ver con el involucramiento paterno en los cuidados; el significado que tiene el rol de los varones en el cuidado es distinto respecto al pasado y esto es central en las parejas de doble ingreso. En segundo lugar, se incrementan las exigencias de las mujeres hacia los varones en su rol como padres, por tanto, se visualiza una problematización del rol de los varones en el cuidado que se diferencia del pasado, lo que conlleva conflictos y negociaciones en estas parejas. Estas negociaciones dan como resultado un avance en términos de desnaturalización de los roles de varones y mujeres, pero también generan una distribución de “responsable y asistente”, como se verá más adelante.

Involucramiento de los varones

Las estrategias de cuidado en parejas de doble ingreso de sectores medios en la actualidad incluyen de diversas formas a los varones. Si bien dicha participación en el cuidado no llega a la equidad con las mujeres, el significado que adquiere su involucramiento es más importante respecto a los varones en el pasado.

Los antecedentes de investigación que analizan la dedicación del trabajo doméstico en parejas de doble ingreso en el caso español (Domínguez et al., 2019Domínguez, M., Muniz Terra, L., & Rubilar Donoso, G. (2019). El trabajo doméstico y de cuidados en las parejas de doble ingreso: Análisis comparativo entre España, Argentina y Chile. Papers: Revista de Sociologia, 104(4), 337-374.) constatan una leve tendencia a la convergencia en la dedicación de varones y mujeres basada en las encuestas de uso del tiempo. Mientras los varones incrementan su dedicación al trabajo no remunerado, las mujeres aumentan el trabajo remunerado y reducen el no remunerado.

Esto no se manifiesta en los datos sobre uso del tiempo de varones y mujeres disponibles en Uruguay, probablemente porque responde a lo que ocurre para determinados perfiles de varones y de mujeres, que no son significativos cuantitativamente. Estos cambios probablemente ocurren en el marco de determinadas parejas que cuentan con ciertas características, particularmente en aquellas donde las mujeres cuentan con altos niveles educativos, acceso al trabajo remunerado, carga horaria de trabajo a jornada completa, entre otras.

Un estudio reciente realizado a partir del discurso de los varones en Estados Unidos (Harrington et al., 2016Harrington, B., Fraone, J. S., Lee, J., & Levey, L. (2016). The new millennial dad: Understanding the paradox of today’s fathers. Boston College Center for Work & Family.), clasifica a los padres según su perspectiva sobre lo que consideran adecuado en la dedicación de varones y mujeres y lo que realmente hacen. Una primera categoría son los padres “igualitarios”, quienes creen que varones y mujeres deberían proporcionar la misma dedicación en el hogar y además manifiestan que lo hacen en la vida cotidiana. Otro grupo de padres denominados “en conflicto” responden que, si bien sus cónyuges brindan más horas en el hogar que ellos, la distribución debería ser equitativa. Estos padres “en conflicto” tienen una disonancia entre su aspiración y la realidad. El último grupo de padres “tradicional” tiene una perspectiva a partir de la cual define que las mujeres deberían brindar más dedicación al cuidado que ellos y esto es lo que ocurre en la práctica, coincidiendo lo que ocurre con lo deseable.

El nivel educativo de las parejas de los varones estudiados incide en la medida en que son más o menos igualitarios. Las cónyuges de los padres en conflicto tenían el nivel más alto de educación de los tres grupos, a los que les siguen las de los padres igualitarios y con el menor nivel educativo están las cónyuges de los padres tradicionales. Por tanto, el estudio concluye que a medida que se incrementa el nivel educativo de las mujeres, aumenta la probabilidad de que se espere que los padres compartan el cuidado de manera más equitativa. Algo muy similar ocurre con las parejas que trabajan remuneradamente y las horas en que lo hacen, es decir, que a medida que aumenta la inserción de las mujeres, también lo hacen las expectativas para que ellos compartan más equitativamente el trabajo en el hogar. Lo mismo ocurre con la proporción del ingreso de las cónyuges respecto a los ingresos del hogar, ya que en mujeres que aportan mayores proporciones de ingreso al hogar se encuentran con más frecuencia los padres “igualitarios” y lo contrario ocurre con los “tradicionales” (Harrington et al., 2016Harrington, B., Fraone, J. S., Lee, J., & Levey, L. (2016). The new millennial dad: Understanding the paradox of today’s fathers. Boston College Center for Work & Family.).

Los comportamientos, así como los discursos más “igualitarios” de varones, provienen de aquellos cuyas parejas trabajan remuneradamente, lo hacen por jornada completa, aportan un ingreso significativo al hogar y tienen altos niveles educativos. Lo contrario ocurre con los padres tradicionales, cuyas parejas no trabajan o lo hacen a tiempo parcial, con escasa contribución económica al hogar y con bajos niveles educativos.

Las parejas de doble ingresos y de sectores medios entrevistados manifiestan una presencia de los varones en el cuidado infantil, que se diferencia de forma significativa de las generaciones precedentes dando cuenta de procesos de reflexiones, de acuerdos y de negociaciones que culminan en mayor responsabilidad de los varones.

Los estudios multigeneracionales en varios países industrializados indican el declive del sostén de la familia como el único modelo para la participación de los padres en la vida familiar. Este cambio se manifiesta en un modelo de padre centrado en el trabajo remunerado en la generación más vieja, a uno centrado en su vínculo en el hogar como “hombre de familia” en la generación intermedia, a un modelo en los jóvenes donde se espera un vínculo más importante con los hijos (Ranson, 2012Ranson, G. (2012). Men, paid employment and family responsibilities: Conceptualizing the “working father”. Gender, Work and Organization, 19(6), 741-761.).

En las entrevistas realizadas, mientras en la generación anterior hay una naturalización de roles, en la generación actual no hay una asociación natural de las habilidades de la madre al cuidado ni tampoco habilidades que sean propias del padre. Se menciona el aprendizaje respecto al cuidado derivado de la práctica y el conocimiento mutuo entre padres y niños que proviene del tiempo compartido, al igual que lo señalan las mujeres.

Se observa una visión algo más crítica acerca de los roles de género tradicionales, que se asume como un cambio en los valores, como algo que le corresponde pensar y sentir a esta generación. Hay relatos más ricos acerca de tareas y tiempo de la rutina cotidiana compartido entre padres y niños, que da cuenta de la vivencia y experiencia del cuidado, lo que permite a estos padres reconocerse con habilidades positivas para estas tareas.

Me considero y bueno él ahora no te lo puede decir, pero soy bastante presente, todo el tiempo me ve incluso bueno él me pide que lo vaya a buscar a la escuela, está como acostumbrado a verme todo el tiempo por ejemplo me voy y no hace un escándalo porque sabe que al rato vengo . . . Las cosas que no es que tenga habilidad para hacerla o que siempre las hicimos juntos yo que sé, la merienda o jugar, lo que sea, pero no es que yo tenga habilidad natural o tenga más habilidades, como siempre las hicimos juntos estoy más acostumbrado a hacerlas. (Varón 1, G3, Medio).

En las tareas domésticas también se observa discursos de varones y mujeres sobre la realización compartida. Las tareas en las que los varones se involucran no son puntuales o típicamente masculinas, como las reparaciones o el mantenimiento en el hogar. El reparto equitativo en las tareas domésticas es adjudicado a los acuerdos explícitos que hacen que el andamiaje de tareas suceda de manera automática.

Limpieza, eso lo repartimos entre los dos . . . baños y cocinas las hace él; y el resto de la casa lo hago yo, es todo muy equitativo porque esto, hace tanto tiempo que estamos juntos, ya medio que la tenemos repartidas de antes, desde antes de los niños. Cuando había que limpiar, bueno vos anda a limpiar el baño que a mí no me gusta y yo me pongo a barrer, o limpiar los muebles, o qué sé yo. (Mujer 1, G3, Medio).

Tanto entre los varones como entre las mujeres se reconocen los cambios en un mayor involucramiento de los varones en la generación más joven, pero las razones que manifiestan para estos cambios son distintas. En el caso de los varones las razones de los cambios se vinculan a cambios en el contexto cultural, a cambios en los mandatos de género, vinculados a la responsabilidad que tienen los varones en el cuidado. Sin embargo, en el caso de las mujeres, las razones obedecen a la inserción de las mujeres al mercado laboral y cómo ese cambio en el comportamiento de los varones es producto de una necesidad diaria de la resolución de los cuidados.

. . . me parece que es una época, una generación totalmente distinta, me parece que nosotros ya crecimos con una manera de ver el mundo distinta a la que tuvieron nuestros padres, entonces eso dio a que el padre naturalmente le surja estar más con su hijo pero me parece que viene por ese lado, no es que los padres de antes eran malos y ausentes y no les importaba y los de ahora sí, parece que crecimos en una cultura distinta, en una época distinta. (Varón 1, G3, Medio).

Las mujeres de niveles medios plantean como elemento clave para entender la distribución anterior e inequitativa de los cuidados la imposibilidad que era para ellas insertarse en el mercado laboral, y por lo tanto ello se consideraba como origen de las desigualdades en el hogar.

Y será porque ahora las mujeres trabajan más. Más horas. Entonces no hay otra. Viste que generalmente ahora, o por lo menos lo que yo tengo alrededor, no hay personas extrañas que cuiden a los niños, es raro. O sea, hay, pero en mi entorno, no. Se arreglan entre ellos para cuidarlos. (Mujer 3, G2, Medio).

¿Asistente o responsable?

En el apartado anterior se sostiene que los varones integrantes de las parejas de dobles ingresos están involucrados en mayor medida en el cuidado respecto a las generaciones anteriores. Sin embargo, mujeres y varones en estas parejas de doble ingreso contemporáneas parecen tener roles diferentes. Las mujeres conservan un rol de gestoras, de responsables últimas de las tareas específicamente de cuidados y los varones, un rol de sostén, soporte de los cuidados que facilita la tarea, aunque no de responsables.

Son útiles las diferentes dimensiones del cuidado que elabora Tronto (1993Tronto, J. (1993). Moral Boundaries. Routledge.) porque permite distinguir las que hacen los varones de las que hacen las mujeres. En los discursos de los/as entrevistados, ambas personas de la pareja parecen detectar las necesidades de los niños, reconociendo una necesidad de cuidado que debe ser resuelta (caring about).

Sin embargo, son las mujeres las que dan el siguiente paso, que es asumir la responsabilidad por la necesidad identificada y determinar cómo responder ante dicha necesidad, como resolverla y en definitiva, en otras palabras, gestionarla (taking of care). En este sentido, en las entrevistas en Uruguay la recordación o demanda cotidiana para que el trabajo doméstico y de cuidados sea más equitativo es un trabajo de las mujeres. Es escasamente frecuente según los discursos de los entrevistados un accionar de los varones “libre” de recordatorio o demanda por parte de sus parejas.

Eso le pasa mucho, adelantarse a las tareas no, él tiene buena voluntad, pero vos tenés que decirle de repente, ahora ya no tanto, pero ya te digo, ahora yo creo que anda todo muy bien, pero si yo me voy 5, 6 años para atrás cuando teníamos solo a nuestra hija, sí hay como que decirle, che viste que hay un montón de ropa, no te parece que habría que ir empezando a lavar, no más. (Mujer 4, G 3, Medio).

Una siguiente fase en los cuidados es la ejecución directa en la satisfacción de dichas necesidades (care giving), para lo cual se involucra trabajo físico y se requiere estar en contacto con quienes reciben los cuidados. En esta fase se involucran varones y mujeres, aunque como se plantea, el hecho de que sean las mujeres las responsables de esto hace que, en muchas ocasiones, como plantean los entrevistados, la gestión y la demanda sea generada por las mujeres, y que los varones satisfagan dicha necesidad.

Creo que es un tema de caracteres y de formas de ser. Yo tengo un carácter . . . yo soy mucho más enérgica, y más dinámica y resolutiva en esas cosas, que mi esposo. Es mucho más resolutivo en otras, que yo de repente soy mucho más pensante, o me detengo más a ver... analizarlas más y en las cosas de los nenes yo soy como más ágil, más dinámica. Es cómo saber cuándo tienen consulta con el médico. A mi esposo le tengo que decir el mismo día, media hora antes porque se olvidó. Se lo digo el día antes y ya se olvidó. Y yo me lo puedo acordar durante meses. (Mujer 5, G 3, Medio).

Esta distribución de varones y mujeres según las fases del cuidado se observa claramente cuando ambos integrantes están presentes, y puede potencialmente transformarse cuando los varones quedan solos a cargo de sus hijos porque se ven ante la necesidad de ser responsables de la misma durante ese periodo de tiempo.

En la cita a continuación se observa claramente el rol que asume cada uno de los integrantes de la pareja en el cuidado. Cuando las dos personas están presentes, son ellas las que gestionan la tarea y son responsables de la misma, aunque la ejecución es compartida o, de lo contrario, los varones hacen las tareas de apoyo a los cuidados, que permite también que los cuidados sean posibles.

Con lo que es el cuidado del niño no, cosas de la casa, en general yo hago más una tarea de soporte y ella es la que lleva la tarea en sí, más que nada porque creo que a ella le gusta. Si yo tengo que hacer cosas porque está trabajando o no puede o lo que sea las hago, digo, si estamos los dos ella hace las cosas y yo la ayudo, la ayudo a preparar la mesa para que coma, la silla de él, la ayudo a traer las cosas de la cocina, la ayudo con todo pero cuando llega el momento de darle de comer le da de comer ella, lo mismo con el baño, la ayudo a preparar el baño y cuando termina la ayudo a desarmar el baño pero lo baña ella, pero no es que yo nunca lo bañé, no, si ella no está lo hago yo, si estamos los dos lo hace ella y yo la ayudo. (Varón 3, G 3, Nivel Medio).

No hay tareas que yo considere que tenga que hacerlas yo o que tenga que hacerlas ella por ser la madre o el padre digo, no, no. Capaz que hay cosas que naturalmente le surgen a ella, pero no porque yo considere que ella tiene que hacerlas o porque ella considere que tiene que hacerlas, sino como que a ella naturalmente le surge tomar la iniciativa y va y lo hace. Pero no es que yo si tengo que hacerlo digo no, yo soy el padre no lo hago y tenés que hacerlo vos porque sos la madre, por ejemplo, si hace caca, por decirte algo, no, si se hace caca y hay que ir a limpiarlo es como ella sin preguntar se levanta va y… incluso bueno él también la llama a ella, no, si ella no está lo hago yo, no es que digo ay esto tendría que estar haciéndolo ella, no, si tengo que hacerlo voy y lo hago. (Varón 2, G 3, Medio).

Lo interesante es que esta distribución entre responsable y sostén de los cuidados se naturaliza o se asocia a gustos e intereses personales, no percibiendo los componentes de construcción social que hay en dichas individualidades. Esto da cuenta de cierta reproducción de los mandatos de género, pero a través de otras modalidades, en este caso en una nueva lógica de asistente y responsable.

Yo tengo todo en la cabeza, yo no necesito anotarme las cosas. Por eso te digo, yo cuando me voy tengo que hacer unas planillas que, y él me mira y me dice . . . y yo bueno, yo lo tengo como anécdota, mirá, cada vez que me voy de viaje me dice “ay, por favor, cuántos días te vas?” y les digo que me voy una semana nomás, y me dicen que claro, por ejemplo, mi hijo se va a lo de un amiguito después de la escuela, entonces a la camioneta, mínimo, le avisás “che, mirá que X va a lo de un amigo”, y todas esas cosas él no… “ah, bueno tá, bárbaro” le dice el de la camioneta, que hace una hora que está buscando al nene, entendés ? Esas cosas, ese tipo de detalles que vos tenés todo el circuito, que ahora va a natación, a gimnasia, coso, a ballet, a esto, a lo otro, cómo se llama la profesora, cuándo es el cumpleaños de Pepita.... esas cosas que tá. (Mujer 7, G3, Medio).

Negociaciones y conflictos en parejas de doble ingreso: problematización de la distribución del cuidado

La distribución entre varones y mujeres que incorpora en mayor medida a los varones en la ejecución de las tareas tiene sus orígenes probablemente en un contexto cultural en ciertos sectores socioeconómicos que relativiza el rol de varones proveedores y mujeres amas de casa. a lo que también contribuye el acceso de las mujeres al mercado de trabajo. Sin embargo, también se relaciona fuertemente con cuestiones de agencia de las mujeres, de la problematización de la distribución del cuidado en las generaciones actuales, como se verá a continuación.

Hochshild (1995) plantea las tensiones y negociaciones actuales en las parejas contemporáneas, mostrando que están influidas por el hecho de que ambos integrantes están insertos en el trabajo remunerado. Las discusiones rondan en torno a cuánto hace cada uno de trabajo remunerado y de cuidados. Como manifiesta la autora, en ausencia de cambios culturales en la forma de ser padres varones y también en el mercado laboral, las parejas de doble ingreso sufren una micro versión del déficit de cuidados.

En una de las parejas entrevistadas, el hecho de que las dos personas de la pareja están insertas laboralmente la misma cantidad de horas es un elemento clave para entender la necesidad de la negociación. La inserción de las mujeres en el trabajo remunerado genera un contexto propicio para que problematicen quién cuida y en qué medida, cuestionando las tareas realizadas por los varones.

Y sí, a mí me parece que eso se da en la construcción de la pareja, esos lugares se van dando ya desde ahí. Nosotros, los dos trabajamos, los dos estudiábamos, teníamos poco tiempo y la necesidad de dedicar tiempo también a otras cosas, entonces no tiene por qué uno hacerse cargo de todo. (Mujer 3, G3, Medio).

Sin embargo, a pesar de que en el pasado ambos miembros de la pareja podían trabajar de forma remunerada, es en la actualidad que se manifiesta más explícitamente el conflicto en relación con el cuidado en el hogar. Como plantea Hochschild, (1995Hochschild, A. R. (1995). The Culture of politics: Traditional, post-modern, cold modern and warm modern ideals of care. Social Politics: International Studies in Gender, State and Society, 2(3), 331-346.) los varones que comparten las tareas esperan que sus parejas estén más agradecidas por ser tan inusualmente colaborativos, sobre todo cuando no tienen un reconocimiento sobre esto fuera de sus hogares, en el mercado. Las mujeres que reducen las horas de trabajo para estar en el hogar quisieran que sus maridos apreciaran el sacrificio que hacen en el trabajo remunerado y en sus trayectorias laborales. En ambos lados existen sentimientos dolorosos de insuficiente gratitud.

En línea con estos aportes, Kamo utiliza la información de la National Survey of Families and Households (NSFH) para la sociedad estadounidense, y encuentra desacuerdos en cómo se reparte el trabajo del hogar en las parejas de doble ingreso. Los hallazgos señalan que los varones tienden a sobreestimar sus propias contribuciones o las esposas a subestimar la contribución de los maridos. Los esposos tienden a sobreestimar (o las mujeres a subestimar) las contribuciones de sus esposas en comprar y pagar cuentas, sugiriendo que los esposos son ineficientes en hacer estas tareas. Esta discrepancia entre lo que genera uno y otra sugiere que las variables actitudinales están afectadas por lo esperado socialmente. El sentimiento de resentimiento de cada una de las personas del matrimonio en la realización de las tareas del hogar hace que se sobreestime la contribución propia al trabajo del hogar. La esposa percibe injusticia en la forma en que el esposo comparte el trabajo en el hogar.

Castelló (2012Castelló, L. (2012). Trabajo de cuidado, género y clase social. Remedios desiguales a un problema común. Revista Sociología del Trabajo, 73, 24-41.) plantea que las mujeres en la actualidad se presentan menos condescendientes y más subversivas y exigentes respecto a los roles dentro del hogar. Las experiencias de resignación o de conformismo más frecuentes en el pasado se abandonan y el malestar se hace explícito. Como plantea la autora, esta tensión no es vivida como una cuestión secundaria, sino que forma parte de los conflictos diarios de las mujeres en las parejas. Una de las formas de resolver este conflicto es externalizar el cuidado hacia la contratación de trabajo doméstico y de instituciones de cuidado (Castelló, 2012, p. 36).

En las siguientes citas es posible apreciar los procesos de búsqueda de acuerdos y las tensiones explícitas que transitan las parejas contemporáneas de doble ingresos con niños a cargo en Uruguay.

Nos costó, nos costó discusiones, idas y venidas y ahora está como un poco más armónico. Tenemos nuestros días. Hay días que yo estoy más alterada y hay días que él está un poco más descansado de más y, bueno, tá, la vamos llevando. Pero está mucho mejor la convivencia. No sé, para darte un ejemplo, ahora saca la ropa y la dobla. Antes sacaba la ropa y la dejaba arriba de la cama, ¿qué pensás, que se dobla y se guarda sola? Hacés toda la tarea, hacéla entera, porque yo no te saco tu ropa y la dejo tirada arriba de la cama para que se doble. La doblo, la guardo. Como que en eso nos fuimos entendiendo. Y bueno, tá, fue como un proceso. (Mujer 4, G3, Medio).

La idea de proceso y aprendizaje están vinculadas a las demandas de las mujeres hacia los varones para el establecimiento de acuerdos en la convivencia.

“Sí...sí, sí, eso mil veces se ha planteado, yo pila de veces le he planteado cosas que yo sentía, que estaba como más sobrecargada, y con total apertura, ¿no? siempre me escuchó y trató de cambiarlo, de modificar” . . .. Pero tá, pienso que también es todo un aprendizaje, porque uno tiene determinada organización familiar cuando no están los hijos, que vos hay cosas que ya tenés como estipulado, “bueno tá, llegamos y si yo quiero quedarme tirada en el sillón y no hacer más nada” tá, pero después hay otras cosas que estás como haciéndolas y te alteran un poco esos ritmos, y bueno, hay que bañarla porque después se duerme y entonces es ahora, no es después. Son otros tiempos que uno tiene que incorporar y tá, es todo nuevo, todo un aprendizaje. (Mujer 2, G 3, Medio).

En general, se intenta llegar a acuerdos en la distribución de manera que los proyectos profesionales, laborales y educativos de ambos no se vean truncados por las tareas de cuidado; sin embargo, esto implica una ingeniería compleja en los casos con los que no se cuenta con una mercantilización de las tareas domésticas o el trabajo de cuidados.

Cuando estamos con los niños hacemos las tareas que hay que hacer, o sea no es nada de mirá esto acá llegué yo le di la merienda, pero ahora que estás los bañas porque los bañas vos, no en cuanto a la actividad diaria se reparten con quien esté . . .. Y lo que toca hacer, lo hacen con quien esté, no hay nada que sea exclusivo de decir no, mira, esto lo haces con mamá o cuando venga mamá te bañas, o te hace la comida o lo que sea, no, no, con eso no, no. (Varón 1, G3, Medio).

Es interesante que se plantee como una característica de la construcción de la pareja, aspecto que no aparece en las generaciones anteriores. Cuando comparamos los procesos señalados con respecto a las parejas de doble carrera en las generaciones anteriores, se observa la mayor naturalización de los roles de género en los discursos de los y las entrevistados. En la generación de las abuelas (que cuidan en 1980-1990) se da una ruptura en cuanto a la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Esta generación puede definirse como de «transición» en el sentido usado por Martín Palomo y Muñoz Terrón (2013Martín Palomo, M. T., & Muñoz Terrón, J. M. (2013). Hombres y mujeres en los cuidados: Viejos y nuevos modelos para la igualdad. Cuadernos Kóre: Revista de Historia y Pensamiento de Género, 8, 149-178.). La incorporación al mercado de trabajo de las mujeres está extendida, aunque no se cuestionaba el lugar de las mujeres en el hogar.

Se evidencia, por el contrario, rigidez en el discurso en los roles de género. La repetición de “era así”, “así se daba” en los discursos da cuenta de la ausencia de cuestionamiento sobre ese reparto cuando los hijos eran pequeños.

¿El padre alguna vez…? No… No… Era de la época machista, donde se encarga mamá de todo eso, las madres… No es que fuera malo, no, simplemente se daba así, y yo lo… En aquel entonces yo lo veía bien [risas] en aquel entonces era como normal que pasara eso, ni me lo cuestionaba, o sea, los nenes estaban mal, los llevaba yo; había que llevarlos al médico, los llevaba yo; al dentista, yo, o sea… No me lo cuestionaba, era la época… (Mujer 4, G2, Medio).

Esta generación es la de la “doble presencia” (Balbo, 1994Balbo, L. (1994). La doble presencia. In C. Borderías, C. Carrasco, & C. Alemany, Las mujeres y el trabajo. FUHEM-Icaria.), ya que al mismo tiempo que se inserta en el mercado laboral, mantiene las obligaciones, responsabilidades y tiempos de tareas en el ámbito doméstico sin un cuestionamiento tan claro a nivel discursivo. Lo destacable aquí es que, en esta generación de las abuelas, no se manifiesta un cuestionamiento hacia los varones de su rol en el momento en que tenían a sus hijos pequeños, aunque sí lo hay en retrospectiva.

Yo si no tenía ganas de cocinar tenía que cocinar igual, ¿entendés? . . . Para mí ahora está perfecto como hacen los jóvenes. Está bueno que los padres se involucren. (Mujer 3, G2, Medio).

En aquel momento capaz que no me daba cuenta porque yo estaba en la máquina todo el día y bueno, tenía la energía para hacerlo. Me hubiese gustado que compartiera un poco más, o que un día me dijera “estás cansada, te lavo los platos”. No, olvidáte (risas), esas cosas no. (Mujer 4, G2, Medio).

La inserción de las mujeres en el mundo del trabajo y el aumento de sus niveles educativos son hitos clave, pero esto no produce cambios rápidos sino marcados por un proceso de más largo plazo. En la generación de las abuelas, incluso en las parejas de doble ingreso que son el foco en este artículo, persistía la rigidez de la división sexual del trabajo en el hogar y en los discursos no se manifiesta cuestionamiento a este reparto en dicho momento. En la actualidad, las mujeres están más educadas (en 2016, el 24 % de las mujeres tiene estudios universitarios frente al 9,4 % en 1985) y más allá de lo que efectivamente se realice, la problematización sobre los roles de género está instalada en el discurso de los sectores medios.

A pesar de este cuestionamiento o problematización de parte de las mujeres en las generaciones de madres, existen algunas continuidades en la distribución inequitativa como el rol de asistente y responsable que asumen varones y mujeres ya mencionado antes, pero también los que tienen que ver con el acceso de cada uno de los integrantes al mercado de trabajo.

Las tensiones principales que surgen en las parejas contemporáneas tienen que ver con el tiempo dedicado al trabajo remunerado de parte de uno y de otro, porque ésta es la única justificación válida para que esas parejas no participen en el cuidado de los hijos. Es decir, ya no está presente el mandato de género como justificación válida para no cuidar, sino la dedicación al trabajo remunerado.

En realidad, me encargo yo prácticamente al cien por ciento de lo que es retirar a los niños del jardín. Mi esposo trabaja hasta más tarde, y después en casa sí, son tareas compartidas. No cincuenta cincuenta . . . pero sí tratamos de que sea tarea compartida sobre todo lo que respecta a ellos. O sea, si... por ejemplo, yo lo baño, que por lo general sí lo baño yo... este... trato de que la parte de vestirlo, poner pijama y armar puzzles, lo que le gusta, y leer cuentos sea con papá mientras yo me encargo de la cena. (Mujer 5, G 3, Medio).

Las características de los trabajos de cada uno también generan condicionantes y justificaciones válidas desde estas parejas para la distribución en el hogar. Las ocupaciones de los varones parecen cumplir con el “trabajador ideal” que subsume las necesidades de cuidados a las lógicas del mercado laboral. Mientras que en el caso de las mujeres admiten mayor negociación en sus trabajos remunerados de forma de poder ajustarse a las necesidades de cuidado. Esto probablemente ocurre por varios motivos, porque las mujeres buscan trabajos que les permiten por sus condiciones articular con la familia (trabajo con menos cantidad de horas presenciales, que no les exijan viajar, con mayor flexibilidad diaria, etc.) o que las mujeres negocien más en sus trabajos generando ellas mismas las condiciones, o en tercer lugar que los empleadores muestran más flexibilidad cuando son mujeres. También pueden actuar estas tres condiciones sumadas.

Dentro de las diferentes reglas que se aplican para unos y para otros respecto a su inserción en el mercado laboral, se encuentra que mientras que el trabajo del varón es “intocable”, la madre debe tener disponibilidad para siempre poder llevar a cabo la tarea acordada, o como dice una entrevistada, “no me puede pasar nada”, porque si bien las urgencias por trabajo son admitidas para los varones, para ellas no.

. . . sé que yo no puedo tener imprevistos como puede tener él, ¿me entendés? . . . Porque donde me pase ya no sé quién los levanta. ¿Entendés? En ese sentido sí creo que... en mi caso mi esposo está muchísimo más descansado. Porque él sí puede tener un imprevisto. Llegar a las siete, “tuve una reunión, salí más tarde”. O de mañana. De mañana nos trae él siempre. Nos deja a cada cual en su lugar. Pero si tiene que irse al interior a las seis de la mañana, él se va... y soy yo la que está. Yo no puedo tener capaz una reunión a las seis de la mañana, porque... lo mato. La típica “me matás, ¿cómo hago?”. (Mujer 2, G3, Medio).

Vínculo de varones y mujeres con el trabajo remunerado: “Mala madre” o “Mala trabajadora”

El mayor involucramiento de los varones y sobre todo el mayor cuestionamiento percibido por parte de las mujeres en parejas de doble carrera convive con un contexto cultural de dos mandatos distintos y contradictorios para las mujeres. Por un lado, el que rige el mercado laboral, asociado al “trabajador ideal” y por otro el de la “buena madre”.

Collins (2019Collins, C. (2019). Making motherhood work: How women manage careers and caregiving. Princeton University Press.) plantea que los modelos culturales asociados a “trabajador ideal” y “madre ideal” necesitan ser cuestionados para que efectivamente se produzca un cambio en el uso de las políticas públicas “family friendly”. Para generar modificaciones en el mandato de la “buena madre” se requiere asociar la posibilidad de que las madres trabajen fuera de los hogares a este ideal.

A partir de las entrevistas realizadas a las mujeres, ellas se autoperciben como buenas madres cuando logran reducir las horas de trabajo acercándose a lo que consideran mejor para la vida de sus hijos. Solo estas mujeres logran evitar el castigo social de ser consideradas “malas madres”. Sin embargo, muchas de las mujeres responden que ellas creen que algunos empleadores interpretan el trabajo a media jornada como un signo de desinterés, una falta de compromiso o de habilidad, no cumplen en este caso con el “trabajador ideal”. Esto es un factor determinante para las decisiones de los empleadores sobre a quién convocar y acompañar para seguir una carrera en ascenso. En definitiva, esto marca una encrucijada entre ser buena madre por trabajar a medio tiempo y ser mala empleada por trabajar a medio tiempo. Esta encrucijada deja a las mujeres la sensación de ser trabajadoras inadecuadas y madres incompetentes.

Sin embargo, para muchas de las mujeres entrevistadas, la autoestima, la satisfacción y el estímulo que obtienen en el trabajo remunerado las convierte en mejores madres que si se quedan en el hogar. La imagen de que todo el tiempo disponible de las madres debe ser destinado a los hijos ata a las mujeres al hogar, socava su derecho a construir una vida laboral y familiar ajustada a sus intereses y deseos y en definitiva es opresiva para las mujeres. Si estas creencias no se modifican, las mujeres continuarán en desventaja incluso cuando existan políticas públicas, porque dichas políticas serán utilizadas sobre todo por las mujeres.

En las parejas de doble ingresos entrevistadas en Uruguay, si bien los varones se involucran en mayor medida y el conflicto se “resuelve” a través de externalizar los cuidados, sí persiste en los discursos el ideal del cuidado familiar y materno, el que no se problematiza ni cuestiona, mientras que por otra parte no está presente en los discursos la frustración por no cumplir con la meta del “trabajador ideal”. La reflexión se centra en el tipo de centro de cuidados al que enviar a los hijos (Batthyany & Genta, 2020Batthyány, K., & Genta, N. (2020). Uruguay: avances y desafíos en la investigación y las políticas públicas del cuidado. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.), en las características de la persona contratada, pero lo ideal continúa siendo que el cuidado sea brindado por la madre.

En el discurso de los sectores medios se observa un conflicto con la ida temprana a un centro de cuidado infantil ya que quienes cuentan con la familia para el cuidado plantean lo beneficiados que son (“la suerte que tenemos”) de contar con este recurso y, por el contrario, quienes usan el centro como estrategia, lo hacen con conflicto ya que no es la estrategia que preferirían en primer lugar, sino que resulta como alternativa frente a la ausencia de apoyos familiares para el cuidado y debido a la alta carga horaria de trabajo remunerado tanto de los padres como de las madres (“no nos queda otra que mandarlo a los ocho meses”).

Desde los ocho meses no tuvimos más alternativa que anotarlo en un jardín, en un maternal. Empezó seis horas, y al año ya empezó nueve horas en el mismo jardín . . . lo que es la finalización del día está con nosotros y nos encargamos nosotros del cuidado de los dos . . . De todo lo que conlleva llegar a casa . . . Ya sea . . . baño, alimentación, y estar con él, el resto de lo que queda del día. (Mujer 1, G3, Medio).

La gestión del proceso de elección sobre la estrategia adecuada de cuidado ocupa más lugar, responsabilidad y carga para las mujeres que para los padres, es decir, “el problema” de cómo se resuelve el cuidado es vivido de manera distinta por las mujeres que por los varones dado que ellas se preocupan y ocupan más que ellos: leen, buscan información, consultan a otras personas, piden referencias, calculan la organización semanal y horaria para conciliar empleo y cuidados, etc.

A continuación, se presenta el relato de un padre del sector medio sobre el proceso de búsqueda de las opciones de cuidado infantil y la forma en que se distribuían las responsabilidades con su pareja.

Más que nada ella buscaba y me comentaba las opciones y las veíamos juntos, y las entrevistábamos juntos. A ella le recomendaron el lugar, ella se comunicó con la dueña de ahí y bueno, manejó todo el tema ese de lo que es el contacto de la empresa y eso, y después me comentaba las opciones que le mandaban, las veíamos juntos y elegíamos a cuál entrevistar. (Varón 3, G3, Medio).

Tal como queda expresado en la cita los varones participan de manera asistencial en el proceso previo a la toma de decisión sobre la estrategia de cuidado infantil a adoptar. Se plantea que la mujer es quien busca, llama, pide referencias, se contacta con otros servicios o empresas de reclutamiento de cuidadoras, evalúa las distintas opciones y luego transfiere la información resultante al varón. El costo de la búsqueda es asumido en mayor medida por las mujeres que por los varones, ya que estos aparecen en la etapa final del proceso de decisión.

El proceso de decisión y luego que los niños asisten a un centro o están cuidados por una persona en el hogar no es experimentado de la misma forma por madres y padres, y son las primeras las que, debido al rol que adquieren como responsables del cuidado, experimentan la tensión de sentirse “mala madre” al no cumplir con el mandato de género y con la construcción de la “madre ideal”.

. . . fue como entre los dos, o sea, capaz que yo me hice más mala sangre que él seguramente . . . antes de decidirlo estuve como angustiada pensando qué iba a hacer, era como que desde que nació que estaba pensando ¿y qué voy a hacer? ¿y qué voy a hacer? Y cuando llegaron los seis meses todavía no sabía qué iba a hacer, era como tremendo. (Mujer 2, G3, medio).

Este conflicto experimentado por las mujeres en parejas de doble carrera tiene sus raíces en el ideal de cuidado y condiciona muy fuertemente la forma en que se experimenta el cuidado en centros o inclusive cuando quedan a cargo de otros familiares. Esto es vivido de manera más angustiante y “culposa” por parte de las madres que de los padres y se vincula directamente con el peso que adquiere culturalmente el rol y ejercicio de la maternidad en un sistema tradicional.

El ideal maternalista se expresa en la insatisfacción con el trabajo remunerado que experimentan las mujeres. El hecho de trabajar fuera del hogar para las mujeres durante muchas horas es experimentado con disgusto, tensión y angustia. Se argumenta que preferían trabajar menos horas, lo que está asociado directamente con cumplir con el ideal de “buena madre”.

A mí me gustaría estar más. Trabajo seis horas nada más, ¿no? Pero igual es como que a veces el día se me va volando y siento que no lo aproveché demasiado. Pero bueno, es lo que hay. No tengo más remedio que trabajar. Para mí lo ideal sería cuidarlo yo . . . Y poder no tener que jorobar a nadie, y tá. Pero no se puede. Entonces tá, yo en realidad lo vivo así, medio que con un poco de dolor porque no sé, es como que el día se me va volando y a veces no lo disfruté lo que quería disfrutarlo. Cuando está enfermo necesito estar con él cuidándolo. Cuando me voy a trabajar todavía peor, siento que pobrecito, lo dejo. Siento que lo dejo, pobre, y está enfermo y que necesita estar con la mamá y no puede. Pero bueno, tá, no tengo más remedio. Pero bueno. Es lo que hay, hay que trabajar. (Mujer 5, G3, Medio).

En los casos de los sectores medios no es una opción que las mujeres abandonen el mercado, ya sea por su aporte económico al hogar o por el desarrollo personal perseguido. Pero cuando se reflexiona en torno a los posibles escenarios de cuidado infantil que reportan mayor satisfacción a los padres se plantea la posibilidad de trabajar menos horas, pero se prefiere que sean las mujeres las que se ausenten parcialmente del trabajo, aunque mantengan ingresos.

Conclusiones

Este artículo coloca el foco en las parejas de doble ingreso de sectores medios, porque son claves para entender cómo se experimentan las tensiones y la necesidad de acuerdos para resolver una estrategia de cuidado infantil a partir de limitaciones materiales, contextos institucionales restrictivos de cuidado y mandatos de género tradicionales.

El análisis de los acuerdos y conflictos de estas parejas es la expresión micro del desajuste entre la oferta y las necesidades de cuidado, y de las articulaciones y los conflictos entre el trabajo remunerado y la familia.

Los principales resultados dan cuenta de los cambios y permanencias en los discursos de las parejas de doble proveedor de sectores medios respecto a las parejas de generaciones anteriores. Las principales diferencias son el mayor involucramiento de los varones en el cuidado, pero sobre todo una mayor aceptación discursiva de que los varones deben participar en el cuidado, lo que va acompañado de una demanda de las mujeres hacia ese rol de parte de los varones. Esto es una diferencia clave respecto al pasado, donde a pesar de ser hogares de doble proveedor, las mujeres entrevistadas de dichas generaciones manifiestan una mayor naturalización de roles de varones y mujeres y por lo tanto una ausencia de tensiones explícitas ligadas a la distribución de los cuidados. Es decir, no formaba parte del discurso de varones y mujeres en dicho momento.

A pesar de que en la actualidad se presenta una mayor demanda de las mujeres y tensiones explícitas en las parejas provocadas por la distribución de los cuidados y de trabajo remunerado en las parejas de doble ingreso, continúan existiendo inercias de género que deben resaltarse. Se reproduce en estos hogares una lógica de asistente-responsable basada en una distribución de roles de varones y mujeres, donde las principales gestoras y responsables de los cuidados son las mujeres y los varones cumplen funciones de asistentes (aunque sin rechazo significativo). Por tanto, se observa cierta reproducción de roles, aunque de una forma más implícita e invisibilizada.

Finalmente considero importante señalar la contradicción presente en los discursos que muestran los antecedentes sobre ser “buena madre” o “trabajadora ideal”. En el caso uruguayo, y en los discursos de estas mujeres de sectores medios predomina la meta de la “madre ideal” y de un cuidado infantil basado en que las madres trabajan a tiempo parcial y los niños son cuidados en el marco de la familia. En los discursos de las mujeres de estos sectores está presente el rol de las mujeres en el trabajo remunerado asociado más a la necesidad económica y a la autonomía, pero no necesariamente al desarrollo profesional, con lo cual no es predominante ni explícita la frustración por el trabajador ideal.

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  • Pineda Duque, J. A., & Múnevar, D. I. (2020). La organización social de los cuidados en Colombia: mercantilización, profesionalización, desvalorización y resistencias. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.
  • Ranson, G. (2012). Men, paid employment and family responsibilities: Conceptualizing the “working father”. Gender, Work and Organization, 19(6), 741-761.
  • Tronto, J. (1993). Moral Boundaries. Routledge.
  • Disponibilidad de datos

    Los contenidos que subyacen al cuerpo de la investigación están contenidos en el artículo.
  • 1
    Varón trabaja a jornada completa y Mujer a jornada parcial.
  • 2
    La situación descrita respecto a los servicios institucionales de cuidado infantil en niños pequeños en Uruguay es similar a la encontrada para América Latina. En el caso de Argentina, para los menores de 4 años, la cobertura promedio se acerca al 70%, pero desciende al 40% en los niños de 3 años y al 4% en los de 0 a 2 años (Borgeaud-Garciandía, 2020Borgeaud-Garciandía, N. (2020). Entre desarrollo y fragmentaciones: estudios y panorama del cuidado remunerado en Argentina. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.). En el caso brasileño, el 32,7% de los niños de 0 a 5 años se encuentra en alguna institución de cuidado, mientras que en los niños de 0 a 3 el percentual es del 26,3% (Guimarães & Hirata, 2020Guimarães, N. A., & Hirata, H. (2020). Realidades nacionales, desafíos latinoamericanos. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.). En Chile, el 95,2% de los niños de 5 años asiste a centros, pero ello desciende al 81,4% en los de 4 años y se restringe al 31,6% en los de 3 años (Arriagada, 2020Arriagada, I. 2020. La injusta organización social de los cuidados en Chile. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.). En Colombia, el 38% de los niños menores de 6 años asiste a instituciones (Pineda Duque & Múnevar, 2020Pineda Duque, J. A., & Múnevar, D. I. (2020). La organización social de los cuidados en Colombia: mercantilización, profesionalización, desvalorización y resistencias. In N. A. Guimarães, & H. Hirata (Comps.), El cuidado en América Latina (Colección Horizontes del Cuidado). Fundación Medifé.).
  • 3
    Sistema Nacional de Cuidados en la política pública de cuidados que comienza a funcionar en Uruguay en 2015 y que tiene como propósito articular, regular, proveer servicios y prestaciones de Cuidado desde el Estado para niños/as, personas con discapacidad y mayores en situación de dependencia. Entre sus objetivos se plantea contribuir con la eliminación de la división sexual del trabajo y la instauración del modelo corresponsable de cuidado entre Estado, mercado, familias y comunidad y entre mujeres y varones.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    29 Oct 2021
  • Fecha del número
    2021

Histórico

  • Recibido
    10 Abr 2021
  • Acepto
    11 Jun 2021
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