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Elementos de continuidad o desconexión entre el Movimiento del 68 y la gestación de la violencia armada de extrema izquierda en Italia

Continuity or disconnection regarding the 68 Movement and the incubation period of the far-left armed violence in Italy

RESUMEN

En este artículo se aborda el complicado vínculo que podría existir entre el movimiento del 68 y la lucha armada que se libró en Italia en los años setenta. Se trata especialmente de una labor analítica a nivel historiográfico sobre las diferentes teorías promovidas por expertos y estudiosos de estos temas que relacionan o excluyen posibles vinculaciones entre los dos fenómenos: el de la protesta estudiantil (más tarde obrera) y la violencia armada de extrema izquierda. El estudio, que incluye también un importante trabajo de campo, comienza con un enfoque previo a lo ocurrido en 1968, ya que en el año anterior ya se llevaron a cabo las primeras protestas a nivel universitario, e incluye las movilizaciones obreras de 1969, así como la formación de las organizaciones extraparlamentarias y los pródromos de las organizaciones violentas.

Palabras claves
Italia; Movimiento del 68; izquierda extraparlamentaria; violencia política; terrorismo

ABSTRACT

In this article, an analysis of the complex link between the 68 Movement and the armed struggle in Italy is carried out. To answer whether there was a clear link between the violence of the protest movements which arose in 1968 and the ensuing terrorist violence afterward, different theories have been examined by carrying out a comprehensive review of extensive literature. In order to understand the complexity of this goal, the analysis is widened to cover the previous and the following years, with special emphasis placed on workers’ protests in 1969 and the moment the Extra-parliamentary left organizations arose. The first months of 1970 are also considered as they correspond to the period when the first extreme left terrorist groups began to launch attacks.

Keywords:
Italy; ’68 Movement; Extra-parliamentary left organizations; Political Violence; Terrorism

Durante los años setenta del pasado siglo se experimentó, especialmente en el mundo occidental, una peculiar propagación de la violencia que, en algunos casos, se desvió hacia el terrorismo. En Italia, durante toda esa década, varios grupos armados de diferente orientación política provocaron terror y muerte amparándose en todo tipo de fin político. Ese periodo pasó a la historia con el nombre de “años de plomo” y se extendió hasta los primeros años de la década siguiente.

Algunos acontecimientos internacionales se han llegado a interpretar como favorecedores de la expansión del terrorismo en Europa, aunque sea de manera indirecta: la guerra de independencia de Argelia, que enfrentó el Frente de Liberación Nacional a las tropas francesas (1954-1962); la derrota de los Estados Árabes por Israel en la Guerra de los Seis Días (1967) y la consecuente exportación del terrorismo palestino hacia el Viejo Continente; la muerte del Che Guevara (1967), que sentenció el final de la guerra de guerrillas de inspiración castrista para promover la guerrilla urbana tal y como hicieron, por ejemplo, los Tupamaros en Uruguay a partir de 1968 y hasta la dictadura en 1973 (VENTURA, 2010VENTURA, A. Per una storia del terrorismo italiano. Roma: Donzelli Editore, 2010., p. 37-38; HOFFMAN, 1999HOFFMAN, B. A mano armada. Historia del terrorismo. Madrid: Espasa Calpe, 1999., p. 115; ALONSO, 2003ALONSO, R. Matar por Irlanda: el IRA y la lucha armada. Madrid: Alianza Editorial, 2003.; REY TRISTÁN, 2005REY TRISTÁN, E. A la vuelta de la esquina. Montevideo: Editorial Fin de Siglo , 2005., p. 123-183; LESSA; 2005LESSA, A. La revolución imposible. Montevideo: Editorial Fin de Siglo, 2005., p. 265-274). A todo lo anteriormente dicho, habría que añadir unas consideraciones sobre el Movimiento del 68 y averiguar si ciertas tendencias presentes en dicho movimiento se pueden interpretar como favorecedoras de la violencia que vino después (WHITTAKER, 2007WHITTAKER, D. The Terrorism Reader. London: Routledge, 2007., p. 216).

En este artículo nos centraremos en determinar si ese periodo de ebullición social, caracterizado también por un aumento generalizado de la violencia, se puede considerar como la antesala del terrorismo de extrema izquierda en el país transalpino o si, en cambio, se comete un error al vincular el 68 con la lucha armada que surgió poco después. Para ello, enfocaremos nuestro estudio, sobre todo, en el análisis de las diferentes teorías propuestas por expertos y estudiosos de dichos fenómenos, para intentar así proponer un abanico lo más exhaustivo posible sobre el estado de la cuestión al día de hoy. Para hacer esto, será fundamental incluir un análisis de los acontecimientos previos al 68, así como el estudio de los fenómenos que mayormente se suelen considerar como desencadenantes de la violencia armada en el país transalpino.

Somos conscientes de que en Italia también la extrema derecha utilizó la violencia en repetidas ocasiones. Sin embargo, este estudio se centrará, sobre todo, en la vertiente radical de izquierda al tratarse de un trabajo ya de por sí muy extenso y de elevada complejidad. En un trabajo posterior se analizarán la implicación neofascista en el 68 y las contradicciones que ese movimiento destapó en el interior de las organizaciones italianas de extrema derecha.

Antecedentes

En la segunda mitad de los años cincuenta, tras una brillante recuperación económica del país, Italia pasó por un periodo de ebullición social, cuyo auge se alcanzó en la década siguiente. A nivel político, en 1963 se inauguró el primer gobierno de centro-izquierda, donde el Partido Socialista Italiano brindaba apoyo institucional a la Democracia Cristiana, histórico partido de gobierno desde la segunda posguerra.

El proceso de acercamiento entre Democracia Cristiana y Partido Socialista Italiano había comenzado un par de años antes. Durante el XXXIV Congreso del Partido Socialista Italiano, celebrado en Milán en marzo de 1961, el Secretario socialista, Pietro Nenni, hizo hincapié en la distancia que separaba su partido de los comunistas, tendiendo así la mano a los democristianos. Estos, en enero de 1962, celebraron el VIII Congreso del partido y su secretario, Aldo Moro, aprovechó la ocasión para reivindicar la oportunidad histórica de reconducir el país hacia una nueva fase, arrinconando la experiencia de gobiernos de centro que se había impuesto en la década anterior. Moro, en su discurso inaugural, tildó el acercamiento al PSI como de un favor que la Democracia Cristiana le estaba brindando a los socialistas, permitiéndoles “la superación de la influencia agobiante del PCI” y así “devolver al PSI su antigua fisionomía, para que fuera de utilidad para la democracia italiana”. El alejamiento entre comunistas y socialistas era esencial para la estabilidad de la DC.

Cuando Aldo Moro llegó al gobierno, en diciembre de 1963, se formalizó la inclusión del Partido Socialista Italiano (PSI) en el Ejecutivo. Ese acercamiento duró, no sin problemas, hasta 19721 1 Entre las elecciones de 1968 y las de 1972 se sucedieron los siguientes gobiernos: Giovanni Leone, de junio a diciembre de 1968 (gobierno solo democristiano); Mariano Rumor I, de diciembre de 1968 a agosto de 1969 (Democracia Cristiana-Partido Socialista Unificado y Partido Republicano Italiano); Mariano Rumor II, de agosto de 1969 a marzo de 1970 (DC); Mariano Rumor III, de marzo a agosto de 1970 (DC-Partido Socialista Italiano-Partido Social Demócrata Italiano-PRI); Emilio Colombo, de agosto de 1970 a febrero de 1972 (DC-PSI-PSDI-PRI). . Los comunistas, por su parte, se veían apartados a pesar de que sus votos iban aumentando, aun quedando muy lejos de los democristianos.2 2 Para que nos hagamos una idea de la distancia que separaba la Democracia Cristiana del Partido Comunista Italiano véanse los siguientes datos: elecciones de 1958 (DC, 42,4%; PCI, 22,7%), elecciones de 1963 (DC, 38,3%; PCI, 25,3%), elecciones de 1968 (DC, 39,1%; PCI, 26,9%), (CORTE, 2006). Se llegó así a 1968 con una Italia orientada no hacia un gobierno conservador, sino administrada por una coalición de centro-izquierda moderada, con unas sólidas bases católicas y un Partido Comunista al alza, pero marginado políticamente por socialistas y democristianos.

La experiencia del centro-izquierda fue algo decepcionante. Solo se llevó a cabo una mínima parte de entre todas las reformas planificadas. Para justificar el estancamiento en el que se había anclado el Ejecutivo, se culpabilizó al periodo económico desfavorable por el que estaba pasando el país. Efectivamente, Italia estaba viviendo una coyuntura complicada, los años de bonanza habían cedido el paso a un ciclo de inflexión económica. La famosa carta publicada el 27 de mayo de 1964 en Il Messaggero3 3 “La situazione peggiora”, Il Messaggero, 27-V-1964. y escrita por el Ministro de Economía, Emilio Colombo, donde se pedía al Jefe del Gobierno que se parara el proceso reformista hasta que no se llevara a cabo un saneamiento económico del país, no es sino uno de los muchos síntomas de que Italia estaba pasando por una fase delicada. El mandato de Aldo Moro se concluyó con una sensación de inmovilismo institucional, de estancamiento político y de incapacidad de cumplir con las promesas formuladas. Todo seguía como ocho años antes. Sin embargo, ahora, el Gobierno se había debilitado, la situación económica había empeorado y la crispación social iba en aumento.

El bienio 1968-1969 fue caracterizado por las protestas de los estudiantes (primero) y de los trabajadores (después). Ambos grupos pedían mejoras. A nivel estudiantil se vivió un aumento desbordante del alumnado universitario. Al curso 1956-1957 se habían matriculado 212.000 personas, diez años más tarde, en 1967, 370.000 y, entre 1968 y 1969, 415.000. Ese incremento no iba acompañado de mejoras en las infraestructuras ni tampoco de un progreso metodológico en la enseñanza.

Los trabajadores, por su parte, reivindicaban la renovación de los contratos colectivos y pasaban por un momento de crisis debido a que, tras años de abundancia, las empresas comenzaban a estar saturadas. Aunque el nivel de desempleo se mantuviera relativamente bajo (al 3,9% en 1963, al 4,3% en 1964, al 5,4% en 1965, al 5,9% en 1966, al 5,4 en 1967, al 5,7 en 1968), es cierto que iba en aumento, y encontrar un trabajo, especialmente en el sector industrial, se hacía cada vez más complicado (MAMMARELLA, 2000MAMMARELLA, G. L’Italia contemporanea. Bologna: Il Mulino , 2000., p. 287).

En 1968 y 1969, los episodios de violencia fueron bastante numerosos y el nivel de enfrentamiento entre manifestantes y policía aumentó de manera exponencial. En Italia, se incrementó el número de policías en activo hasta alcanzar, en 1971, la cifra más alta de toda Europa (228.000 agentes, uno por cada 246 habitantes) (HESS, 1991HESS, H. La rivolta ambigua. Firenze: Sansoni Editore, 1991., p. 74). Esa medida se debió, entre otros factores, a que el número de heridos entre las Fuerzas de Seguridad del Estado durante las manifestaciones se había disparado: 1.680 en 1968 y 1.442 en 1969; cifras que multiplicaban los datos de años anteriores: 369 agentes heridos en 1964, 281 en 1965, 768 en 1966 y 452 en 1967 (PANVINI, 2009PANVINI, G. Ordine nero guerriglia rossa. Torino: Einaudi, 2009., p. 52).4 4 En los años sesenta, las víctimas de las Fuerzas de Seguridad del Estado durante las manifestaciones fueron una el 5 de julio de 1960 en Licata (y 5 heridos de gravedad), cinco (y 19 heridos) el 7 de julio de 1960 en Reggio Emilia, dos (y 36 heridos) el 8 de julio de 1960 en Palermo, un muerto también en Catania ese mismo día, dos (y 48 heridos) el 2 de diciembre de 1968, en Avola. 40 heridos durante una manifestación antifascista en Génova el 30 de junio de 1960, heridos también en los disturbios de la plaza Statuto de Turín entre el 7 y el 9 de julio de 1962. Aún así, es complicado saber el número exacto de los ciudadanos heridos, ya que muchas veces los manifestantes lastimados prefirieron no acudir a un hospital para evitar ser identificados.

Sin embargo, el acontecimiento más grave de ese periodo ocurrió el 12 de diciembre de 1969. Ese día, un artefacto estalló en el interior del Banco Nacional de Agricultura de la plaza Fontana de Milán provocando la muerte de 17 personas y más de un centenar de heridos. En un principio, la investigación policial se centró en los grupos anarquistas milaneses; sin embargo, más tarde, se descubrió que detrás de esa matanza estaban unos neofascistas que, además, se habían beneficiado de la protección por parte de algunos aparatos estatales (DONDI; 2015DONDI, M. L’eco del boato. Storia della strategia della tensione. Roma-Bari: Edizioni Laterza, 2015., p. 141)5 5 Durante los numerosos procesos sobre el atentado del 12 de diciembre de 1969, en el banquillo de los acusados se sentaron también algunos agentes de los servicios secretos (que luego, sin embargo, fueron desapareciendo en los sucesivos juicios), acusados de haber desviado las investigaciones y favorecido la fuga de algunos de los principales acusados. El último juicio relacionado con esa matanza finalizó en 2005 sin ninguna detención. Se confirmó la matriz neofascista del atentado, pero los tres acusados, al haber sido absueltos por ese mismo crimen en vía definitiva en el juicio de 1987, ya no podían ser condenados. . Por su parte, los grupos extraparlamentarios de extrema izquierda aumentaron su violencia. Se asistió a lo que se denominaría los opposti estremismi (opuestos extremismos), enfrentamientos entre los dos bandos más violentos del tablero político, los neofascistas y la izquierda radical. La policía, tal y como se puede comprobar leyendo un informe del mes de diciembre de 1970, estaba alertada de la peligrosidad de esos jóvenes extremistas de opuesta orientación política, pero tardó en reaccionar.6 6 Véase el informe redactado por el jefe de la policía de Milán, Libero Mazza, el 22 de diciembre de 1970: Situazione dell’ordine pubblico. Formazioni estremiste extraparlamentari. Prot. 4.3/11763 Archivio Flamigni (de aquí en adelante A. Fl.), 13b-202.

De la protesta a la violencia

Podríamos afirmar que el 68 italiano empezó un año antes, ya que algunas universidades habían sido ocupadas a lo largo de 1967. Entre ellas, Perugia, con una fuerte base estudiantil de derechas, y Trento, donde en 1962 se había creado la primera facultad de sociología en Italia y donde estudiaron algunos de los fundadores de la organización armada Brigadas Rojas. En la Universidad de Pisa, representantes de diferentes organizaciones estudiantiles redactaron un documento que “trataba el problema universitario en términos de lucha entre el capital y el trabajo, definiendo al alumnado como figura social interna a la clase obrera y por lo tanto como fuerza subordinada”7 7 Se trataba de las Tesis de La Sapienza, del nombre de la sede de la Universidad de Pisa. Véase Lavoro Politico, n. 2, noviembre 1967, p. 26-30. Meses más tarde, Guido Viale publicará un artículo en Quaderni Piacentini donde declarará su rechazo hacia una universidad clasista y la necesidad de que los estudiantes cobren por asistir a clase: Guido VIALE: “Contro l’università” en Quaderni Piacentini, año VII. N. 33, febrero 1968, p. 2-28. Lo mismo pedía el Movimento Studentesco, véase por ejemplo el documento redactado por los estudiantes de la Università Statale de Milán durante una de las ocupaciones: Documento conclusivo della commissione didattica e strutture universitarie, 15-II-1968, apartado i, Archivio Fondazione Giangiacomo Feltrinelli (de aquí en adelante A. Fe.), Fondo Nuova Sinistra, busta 36-10.1.1. ; mientras que en otro se discutía sobre la oportunidad de crear un movimiento de vanguardia que guiara a las masas8 8 Il Potere Operaio de Pisa, Avanguardia e massa, A. Fe., Fondo Nuova Sinistra, busta 4, 8-188. . En la Universidad Católica de Milán se avivó otro foco de protesta. Allí, los estudiantes manifestaron su disconformidad en relación al aumento de las tasas universitarias. El líder del movimiento, Mario Capanna, acabó siendo expulsado, se trasladó a la Università Statale de Milán y dio vida al Movimento Studentesco milanés, una organización de la izquierda extraparlamentaria cuyo servicio de orden, organizado de manera paramilitar, era uno de los más violentos de esa época. En Turín fue ocupada la Facultad de Humanidades; en Padua, la de Física, Filología, Magisterio y Ciencias Políticas. A pesar de ser el territorio de Toni Negri, futuro fundador de Potere Operaio y de la Autonomía, en Padua había también una importante presencia de estudiantes neofascistas que se adhirieron a la ocupación universitaria. Ya a finales de 1967 serían ocupadas otras facultades en Pavia, Génova, Cagliari y Nápoles. Cuando estalló el 68 en el resto del mundo, en Italia, los universitarios ya se habían organizado, logrando que las luchas se hicieran cada vez más duras.

El 1 de marzo de 1968, los estudiantes de la facultad de arquitectura de la Universidad de Roma se enfrentaron a la policía que venía a desalojarles, siendo varias las personas que resultaron heridas en ambos bandos. Era la primera vez que entre agentes y estudiantes se llegaba a ese nivel de violencia. A partir de ese momento, ya nada iba a ser como antes, ese movimiento de jóvenes rebeldes, desorganizados y confusos tomó conciencia de que “a la violencia de los capitalistas había que oponer una violencia superior, una violencia de masas”, tal y como declaró años más tarde un exterrorista italiano que vivió en primera persona ese acontecimiento (MORUCCI, 2004MORUCCI, V. La peggio gioventù. Milano: Rizzoli , 2004., p. 66)9 9 Valerio Morucci, exmiembro de las Brigadas Rojas, considera lo ocurrido en Roma el 1 de marzo de 1968 el acontecimiento que hizo que muchos jóvenes como él perdieran la inocencia y empezaran una rápida deriva hacia la lucha armada. . Luigi Bobbio, profesor de Ciencia Política en Turín, exlíder del movimiento estudiantil y cofundador del grupo extraparlamentario Lotta Continua, afirma que “la violencia empieza a ser parte de la cultura de esa generación de militantes de manera casi natural, como afirmación teórica y como necesidad práctica” (BOBBIO, 1979BOBBIO, L. Lotta Continua. Storia di un’organizzazione rivoluzionaria. Savelli: Roma, 1979., p. 12-13).

Como si se tratara de una reacción en cadena, durante todo ese mes de marzo los movimientos estudiantiles se multiplicaron por todo el país. En su interior la presencia de jóvenes neofascistas se fue agotando rápidamente debido a que su partido, el Movimiento Social Italiano, se oponía a que sus militantes siguieran manifestando actitudes demasiado libertarias (GASPARETTI, 2006GASPARETTI, A. La destra e il ’68. La partecipazione degli studenti di destra nella contestazione universitaria. Roma: Settimo Sigillo, 2006., p. 120 y ss.). Por su parte, también el Partido Comunista Italiano, a través de Giorgio Amendola, representante del ala moderada (a pesar de su convicción de que en la lucha política no hiciera falta seguir “una línea necesariamente pacífica” tal y como declaró en Turín el 10 de diciembre de 1967 en la IV Conferencia obrera nacional del Partido Comunista Italiano) (SCAVINO, 2012SCAVINO, M. La Piazza e la forza. I percorsi verso la lotta armata dal Sessantotto alla metà degli anni Settanta. In: NERI SERNERI, S. Verso la lotta armata. Bologna: Il Mulino , 2012, p. 117-216., p. 118-123), criticaba ese movimiento contestatario considerándolo infantil e irracional.10 10 Giorgio AMENDOLA, “Necessità della lotta sui due fronti”, Rinascita, 7-VI-1968. La principal diferencia entre jóvenes neofascistas y comunistas era que los primeros, al quedarse sin el apoyo del partido, no lograron crear grupos extraparlamentarios lo suficientemente atractivos como para que se produjera un trasvase contundente del partido a los grupos. Los segundos, en cambio, sí que consiguieron crear una red de organizaciones de extrema izquierda forjadas en un relato cautivador, capaz de acaparar el interés de miles de personas descontentas con la actuación del PCI11 11 Siendo más precisos, hay que reconocer que también la extrema derecha contó con algunas (pocas) organizaciones extraparlamentarias; sin embargo, su constante coqueteo con el terrorismo, su limitada difusión a nivel nacional, su escasa presencia mediática y, en general, su limitado número de militantes, impidieron que el ala de extrema derecha triunfara fuera de un partido conservador como era el Movimiento Social Italiano. A todo eso hay que añadir que, desde un punto de vista intelectual, la extrema derecha perdió el 68: su principal pensador, Julius Evola, criticó el movimiento estudiantil, y lo mismo hizo, en repetidas ocasiones, Pino Rauti, líder del mayor grupo extraparlamentario de ese signo político, el Centro Studi Ordine Nuovo. (RAO, 1999RAO, N. Neofascisti. Roma: Edizioni Settimo Sigillo, 1999., p. 117).

El lenguaje utilizado en las manifestaciones y, en general, en todo el movimiento del 68, era cada vez más duro. Se podía ver en los cánticos y en las pancartas expuestas en las manifestaciones, y también en la radicalización de las revistas del área cercana a los protagonistas del 68. Valga como ejemplo el artículo que apareció en marzo de 1968 en la revista La Sinistra titulado: “Contra la violencia, violencia”12 12 La Sinistra, n. 10, 16-III-1968, p. 1. . En él se detallaban las técnicas de violencia defensiva que el movimiento de protesta tenía que utilizar para enfrentarse a la policía: bolas de metal, porras, piedras y artefactos molotov. Tal y como afirma Vittorio Vidotto, ese tipo de artículos “sugieren que ya existía un proyecto de violencia, aunque fuera una violencia de tipo defensivo”; además, los hechos del 1 de marzo en Roma “representaron una primera educación a la violencia” (VIDOTTO, 2010VIDOTTO, V. Violenza politica e rituali della violenza. In: VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010., p. 50-51). En las publicaciones del 68 hay una representación basada en un universo dicotómico donde aparecen dos violencias: una buena, la propia, y una mala, la del Estado, de la policía y de los demás grupos antagonistas (NOVELLI, 2010NOVELLI, E. L’iconografia della violenza politica. In Angelo VENTRONE. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM, 2010., p. 187-188).

A pesar de todo, tras un análisis de las publicaciones estudiantiles, hay que reconocer que la llamada a la violencia es todavía escasa en ese periodo si se compara con las publicaciones realizadas por las organizaciones extraparlamentarias que vendrán después. Las octavillas y los documentos redactados por los estudiantes se centraban, en su inmensa mayoría, en pedir mejoras y cambios del sistema universitario (a veces tan absurdos que rozaban la provocación).13 13 Véanse, por ejemplo, las publicaciones del Movimento Studentesco o los denominados periódicos de base (giornali di base), es decir los panfletos o las pequeñas revistas redactados y difundidos por militantes de los diferentes movimientos estudiantiles universitarios repartidos por Italia. Aquí van algunos ejemplos: Il Bò de Padua, Noi studenti de Lamezia Terme, Il foglio della sinistra universitaria de Milán, Studenti in Lotta de Massa, Redimensione de Florencia.

La ola contestataria estudiantil se difuminó de manera bastante breve. El endurecimiento de la reacción policial, la evidente ineficacia de ese tipo de protestas confusas y poco organizadas, y el hecho de que el curso escolar se estaba acabando, fueron algunas de las causas que llevaron al agotamiento de las manifestaciones. Los activistas más radicales entendieron que tenían que buscar un nuevo actor social para poder terminar el proyecto que habían empezado. Hacía falta enfrentarse no solo al sistema universitario, sino a una situación política estancada desde hacía muchos años. Se llegó así a la idea de lograr profundos cambios en los que había que promover una coalición entre estudiantes y masa obrera (HORN, 2009HORN, G. R. The Spirit of ’68. Oxford: University Press, 2009., p. 85), lo que conllevó un progresivo aumento de la violencia.

Si 1968 fue el año de los estudiantes, 1969, por lo menos en Italia, fue el de los trabajadores. La ebullición en el mundo laboral pasaba por varios factores sociales sin resolver: los movimientos migratorios internos del sur al norte del país, unas infraestructuras deficitarias en las principales ciudades de acogida de ese flujo migratorio, el consecuente aumento de trabajadores en las fábricas y la despoblación del campo, unos ritmos de trabajo cada vez más exigentes y unos empleos más inestables y peor remunerados. Los obreros comenzaron a mirar con simpatía hacia el antiautoritarismo estudiantil, dando vida a una larga serie de agitaciones que comenzaron en la provincia, para pronto establecerse en las mayores empresas italianas prevalentemente del centro-norte del país (GINZBORG, 1989GINZBORG, P. Storia d’Italia dal dopoguerra a oggi. Torino: Einaudi, 1989., p. 422). A su vez, después del verano de 1968, con la disminución del ciclo de protesta en las universidades, una parte de los estudiantes que había teorizado una colaboración entre ellos y los obreros pasó a la fase práctica, reuniéndose frente a las fábricas (especialmente las grandes empresas como FIAT, Pirelli, Olivetti) para brindar apoyo a los trabajadores.14 14 Véase, por ejemplo, el panfleto: Guerriglia urbana e rivoluzione operaia. Note per una definizione strategica del movimento studentesco, A. Fe., Fondo Nuova Sinistra, busta 36 - 10.1.2. También un documento (hay muchos, la verdad) de los estudiantes de Sociología de la Universidad de Trento, donde se habla ya en el mes de febrero de 1968 de vinculación entre luchas estudiantiles y luchas obreras: Mozione conclusiva del convegno sulle lotte studentesche, A. Fe. Fondo Nuova Sinistra, busta 48-10.6.

Ese entorno de convivencia entre estudiantes y trabajadores propició el nacimiento, entre el otoño de 1968 y el de 1969, de las principales organizaciones extraparlamentarias italianas de extrema izquierda, cuyo objetivo era colocarse a la izquierda del Partito Comunista Italiano, al que estaban enfrentadas a pesar de que el PCI fuera, para muchos de los militantes de esos grupos, el partido del que provenían.

Las organizaciones más nutridas fueron Avanguardia Operaia, Potere Operaio, Lotta Continua. Todas ellas estaban estructuradas de manera informal, sin reglas ni estatutos, ni tampoco divisiones jerárquicas en su interior, y caracterizadas por un anhelo revolucionario común. Influenciadas por los modelos de guerrillas latinoamericanas, se fueron radicalizando cada vez más y contaron en sus filas con servicios de orden organizados de manera casi paramilitar. De hecho, hasta 1974, algunas de esas organizaciones llevaron a cabo una violencia que no difería de la que utilizaron al principio aquellos grupos que serían definidos como terroristas (SOMMIER, 2012SOMMIER, I. La legittimazione della violenza. Ideologie e tattiche della sinistra extraparlamentare. In: NERI SERNERI, S. Verso la lotta armata. Bologna: Il Mulino , 2012, p. 265-284., p. 266). Solo para poner un ejemplo de cómo se estuviera llevando a cabo un determinado tipo de radicalización, es interesante analizar las letras de los himnos de dichas organizaciones, ya que dejaban claro su fascinación por la violencia. El de Potere Operaio decía: “Los proletarios están listos para luchar, ya no quieren ni pan ni trabajo, solo tienen que deshacerse de las cadenas […] cojamos el fusil, adelante camaradas, a la guerra civil. Agnelli, Pirelli, Restivo, Colombo, ya no hay palabras sino una lluvia de plomo”.15 15 Se hace referencia a Giovanni Agnelli, propietario de FIAT, a Leopoldo Pirelli, propietario de la homónima empresa de neumáticos, al ministro del Interior Franco Restivo y al Primer Ministro Emilio Colombo. El estribillo del himno de Lotta Continua decía: “Lucha de larga duración, lucha del pueblo armado, lucha continua será”. Otra canción de la misma organización se llamaba “La hora del rifle” y animaba a los camaradas a entender que ya había llegado el momento de armarse. Y por último en la canción “La violencia” se gritaba la necesidad de aumentar el nivel de enfrentamiento como camino necesario hacia la revolución.

A lo largo de 1969, las huelgas alcanzaron la cifra récord de 33 millones de horas. Al año siguiente, ya habían bajado a 18 millones y, en 1971, a 13 millones. Los trabajadores pedían mejoras salariales y mayor seguridad laboral, un empleo más estable y la abolición del trabajo a destajo. En verano de 1969, una multitudinaria manifestación de los trabajadores de FIAT en Turín acabó convirtiéndose en una batalla campal entre manifestantes y agentes de la policía. En otoño, la situación se agravó. Entre los varios frentes abiertos entre sindicatos y patronal, el que se encargaba de la negociación del nuevo contrato nacional de los metalúrgicos era quizá el más conflictivo. Su firma y la estipulación del nuevo Estatuto de los Trabajadores fueron dos grandes logros por parte de los sindicatos y de los trabajadores. Sin embargo, lejos de parar, la inestabilidad social fue aumentando y los episodios de violencia, también. Valga como ejemplo lo que ocurrió en Milán el 19 de noviembre de 1969, cuando una manifestación organizada por algunos grupos de la izquierda extraparlamentaria, en coincidencia con otra respaldada por los sindicatos convencionales, acabó con duros enfrentamientos entre manifestantes y policía y en los altercados murió el agente Antonio Annarumma.

Hacia la lucha armada

Paralelamente a la creación de los grupos de la izquierda extraparlamentaria, unos jóvenes radicales provenientes de varios lugares de Italia y con experiencias políticas diferentes formaron, en Milán, en 1969, el Colectivo Político Metropolitano (CPM) que, tal y como explicaba, de manera algo confusa, un informe del Ministerio del Interior de 1974, era una organización “cuyo objetivo era formar un organismo capaz de conducir las masas hacia la violencia sistemática y transformar en lucha generalizada cada una de las pugnas de cada categoría laboral”.16 16 Documento nr. 224/10380.1, Ministro dell’Interno, Direzione Generale della Pubblica Sicurezza - Div. Sic. Int. - Sezione 1ª- Roma, 1 de junio de 1974. Esa organización aglutinó algunas de las experiencias estudiantiles y obreras más radicales que entraron en contacto entre sí en la ciudad de Milán en ese periodo. En un documento de 1970 en el que el CPM analiza las luchas de masas del bienio 1968-1969 se reconoce la importancia que tuvieron dichas movilizaciones estudiantiles (y, más tarde, obreras) ya que “reactivaron el movimiento autónomo del proletariado” y, además, “los contenidos del movimiento estudiantil: rechazo del aspecto puramente reivindicativo de las luchas, redescubrimiento de los métodos ilegales o violentos de lucha, superación de las organizaciones tradicionales, se extendieron a las luchas obreras”.17 17 Il Collettivo, Il movimiento spontaneo delle masse e l’autonomia proletaria en Il Collettivo, enero de 1970, p. 5.

Los miembros del CPM, entre los cuales destacaban algunos protagonistas del 68 (especialmente activos en la Universidad de Trento)18 18 Uno de ellos, Renato Curcio, fue uno de los fundadores de las Brigadas Rojas. Sin embargo, en sus memorias, publicadas en 1993, le quita importancia a lo que ocurrió en 1968 llegando a decir: “Para mí el 68 no fue un año vivido con particular intensidad”. (CURCIO-SCIALOJA, 1994, p. 37). y que, de allí a unos meses, darían vida a las Brigadas Rojas, proponían la “autonomía obrera” y la “lucha revolucionaria en las metrópolis europeas”, evidenciando la necesidad de “crear luchas de masas […] violentas”19 19 Il Collettivo, Lotta sociale e organizzazione nella metropoli, enero de 1970, p. 7 y ss. . Asimismo, se citaban las experiencias de Potere Operaio y de Lotta Continua como formas de lucha complementaria para la consecución de la autonomía obrera, que se logrará a través de “una lucha de larga duración“ y gracias a la “transición de un movimiento espontáneo de masas a un movimiento revolucionario organizado”.20 20 Ibídem, p. 8.

De las cenizas del Colectivo Político Metropolitano nació Izquierda Proletaria (Sinistra Proletaria) y, en verano de 1970, los militantes más radicales formaron las Brigadas Rojas, que aglutinaron a unos cuantos jóvenes que habían protagonizado las protestas de 1968 y 1969 y/o que habían militado en alguna organización extraparlamentaria. Decepcionados por la desorganización interna de esos grupos, la falta de objetivos claros y una actitud demasiado blanda hacia la violencia, habían preferido dar el salto a la lucha armada.

Ahora bien, uno de los errores que se suelen cometer al analizar el estallido del terrorismo de extrema izquierda en Italia es el de limitarse al análisis de las Brigadas Rojas, limitando el estudio a un único grupo como si se tratara de algo aislado y minoritario, promoviendo así una imagen de excepcionalidad alrededor de las BR. Es cierto que la lucha armada fue una elección limitada a un número muy reducido de personas; sin embargo, entre simpatizantes, militantes irregulares y colaboradores, el número de quienes se involucraron en esa actividad ilegal crece bastante. De manera indirecta, el terrorismo italiano llegó a salpicar a miles de personas que, de una manera u otra, coquetearon con ese tipo de violencia política. Tanto es así que, según un informe del Partido Comunista Italiano realizado en 1978, los que, de alguna manera, secundaron al terrorismo fueron por lo menos unas diez mil personas (GRINER, 2014GRINER, M. La zona grigia. Milano: Chiarelettere, 2014., p. 12).

Giangiacomo Feltrinelli es una figura relevante para entender esa fase violenta de finales de los sesenta e principios de los setenta y cómo la radicalización del bienio 1968-1969 produjo un caldo de cultivo propicio para que algunos jóvenes se escoraran hacia la violencia. Su activismo político lo llevó a explorar con curiosidad las guerrillas activas en Latinoamérica y a admirar, en general, a todas las luchas tercermundistas que se libraban por el mundo a finales de los años sesenta. Entre 1967 y 1969, su editorial [la homónima Feltrinelli] publicó libros como Oración fúnebre para Ernesto Che Guevara, de Fidel Castro; el Libro Rojo, de Mao; los discursos de Ho Chi Minh; Crear dos, tres, muchos Vietnam, de Che Guevara; Revolución en la Revolución, de Regis Debray; Aceptamos nuestras responsabilidades revolucionarias, del Partido Comunista Cubano; Diez días en Guatemala, de Camilo Castaño y La guerrilla en Venezuela, de Douglas Bravo. No sabemos a ciencia cierta cuánto influenciaron estas lecturas en la radicalización de muchos jóvenes de la época, lo que sí podemos suponer es que fueron una herramienta más en manos de una generación muy politizada.

Como reacción a las protestas estudiantiles de 1968, Feltrinelli temía que en Italia se llevara a cabo un golpe de Estado autoritario, miedo no del todo infundado ya que sabemos que hubo un amago de golpe en 1970.21 21 Se trata del fallido Golpe Borghese, intentado, sin éxito, por parte de unos grupos clandestinos armados liderados por el excomandante fascista Junio Valerio Borghese, la noche entre el 7 y el 8 de diciembre de 1970. La gran transformación de Feltrinelli de editor-magnate a revolucionario tiene una fecha concreta: el 12 de diciembre de 1969, día en el que estalló la bomba en el Banco Nacional de Agricultura de Milán. La policía llegó a barajar su nombre como posible autor de la masacre. Él pasó inmediatamente a la clandestinidad, a pesar de no tener nada que ver con el atentado, quizá convencido de que ese acontecimiento era el preludio de una deriva totalitaria (FELTRINELLI, 2001FELTRINELLI, C. Senior service. Milano: Feltrinelli , 2001., p. 353-358) (no olvidemos que a lo largo de todo ese año estallaron numerosos artefactos colocados por militantes neofascistas cuya actividad se centraba en ataques individuales, en acciones terroristas y en el entramado golpista) (DELLA PORTA, 1990DELLA PORTA, D. Il terrorismo di sinistra. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 71). Feltrinelli tejió una red de contactos entre los grupos de la izquierda extraparlamentaria, especialmente con los militantes de Potere Operaio, apoyó la solución insurreccional y creó los GAP, los Grupos de Acción Partisana. El principal objetivo de los GAP era llevar a cabo en Italia operaciones de guerrilla urbana al estilo sudamericano.

Un grupo similar a los GAP, de los que acabaría siendo una columna, fue la organización XXII de Octubre, constituida en Génova el 22 de octubre de 1969 por iniciativa de unos proletarios marxistas-leninistas. Entre sus acciones destacan el secuestro del hijo de una de las familias más adineradas de la ciudad y un atraco terminado de manera trágica con la muerte de un joven. La reacción policial a ese suceso acabó con el grupo. Se trataba de la primera formación de extrema izquierda con claras intenciones revolucionarias en territorio italiano y la primera que mató. Feltrinelli, por su parte, durante el sabotaje de las líneas eléctricas y telefónicas perdió la vida. Era el 14 de mayo de 1972 cuando el explosivo que estaba manipulando le estalló en las manos. A partir de ese momento, solo quedaban las Brigadas Rojas, y, hasta 1974, fueron la única organización terrorista de extrema izquierda presente en territorio italiano.

Las interpretaciones de los elementos precipitantes como causa del estallido de la lucha armada

Para entender el estallido del terrorismo en Italia hay que considerar las precondiciones en las que se encontraba Italia y que, de alguna manera, favorecieron la propagación de episodios de violencia armada. De manera esquemática podemos reducir dichas precondiciones i) a lo que Weinberg definía como la “tendencia a percibir el Estado como una débil y defectuosa expresión de los principios democráticos” (WEINBERG, 1986WEINBERG, L. The violent life: an analysis of Left- and Right-wing Terrorism in Italy. In: MERKEL, P. Political Violence and Terror: Motifs and Motivations. Barkeley: University of California Press, 1986, p. 145-167., p. 163); ii) al dualismo entre el norte del país industrializado y el sur menos desarrollado (DRAKE, 1982DRAKE, R. The Red Brigades and the Italian Political Traditions. In: ALEXANDER, Y. y MYERS, K. Terrorism in Europe. London: Palgrave Macmillan, 1982., p. 126); iii) a una cohesión social frágil y, iv) a un proletariado obrero tradicionalmente muy beligerante (BERTA, 1998BERTA, G. Conflitto industriale e struttura d’impresa alla FIAT. Bologna: Il Mulino , 1998.). Por otra parte, como elemento precipitante de los acontecimientos, hay una casi total unanimidad en citar el atentado perpetrado el 12 de diciembre de 1969 en el Banco Nacional de Agricultura de la plaza Fontana de Milán, del que ya se ha hablado anteriormente (ECKSTEIN, 1965ECKSTEIN, H. On the Etiology of Internal Wars. History and Theory. v.4, n.2, p. 133-153, 1965., p. 133-163; CRENSHAW, 1981CRENSHAW, M. The causes of terrorism. Comparative Politics. v. 13, n. 4, p.379-399, 1981., p. 381).

Dicho esto, lo que habría que averiguar es si el Movimiento del 68 se puede considerar también como una de esas precondiciones que favorecieron un tipo de violencia superior, más radical, más mortífera. No se trata de una labor sencilla ya que, como destaca Isabelle Sommier, el 68 en Italia se ha convertido en un “tema tabú” debido a intereses de tipo político: “por un lado se analizan los formidables años 1968 y 1969, recordados por su aspecto festivo y alegre, y por otro los oscuros años setenta, los años de plomo, sin ninguna continuidad entre aquellos dos momentos” (SOMMIER, 2009SOMMIER, I. La violenza rivoluzionaria. Roma: Derive Approdi, 2009., p. 21-22). Según Paola Bernasconi, el 68 pertenece todavía hoy a los que lo vivieron en primera persona. Al haber sido un movimiento generacional, la generación que lo protagonizó “se propone hoy como único portavoz de aquella experiencia”, aunque la mayoría de sus protagonistas “haya pasado al bando opuesto” (BERNASCONI, 2011BERNASCONI, P. Alle radici del ’68. In: DE NICOLÒ, M. L’irruzione dei giovani nel Novecento. Roma: Viella, 2011, p. 375-390., p. 378).

A pesar de esas reticencias, el debate sobre si entre el Movimiento del 68 y la lucha armada en Italia ha habido o no un vínculo directo se ha mantenido vivo durante muchos años y sigue siendo de gran actualidad. Procuraremos, por lo tanto, analizar las principales orientaciones sobre 68 y violencia armada, para averiguar cuál es el estado de la cuestión a día de hoy, sabiendo que, tal y como escribió Giovanni De Luna, manejamos “demasiada memoria y poca historia. Demasiados recuerdos y pocos documentos, demasiados sentimientos y poca filología” (DE LUNA, 2009DE LUNA, G. Le ragioni di un decennio. 1969-1979. Militanza, violenza, sconfitta, memoria. Milano: Feltrinelli, 2009., p. 162).

Alberto Melucci, tal y como recuerda Robert Lumley, escribió que “el terrorismo rojo fue al mismo tiempo la desembocadura más radical y la antítesis más radical de los nuevos movimientos de clase” (LUMLEY, 1998LUMLEY, R. Dal ’68 agli anni di piombo, Firenze, Giunti Editore, 1998., p. 255). Según Sidney Tarrow y Donatella della Porta, el aumento de los episodios de violencia coincidió con el 68. De 1.922 incidentes protagonizados por estudiantes entre 1968 y 1973, el 53% estaba vinculado con algún acto violento (DELLA PORTA-TARROW, 1986DELLA PORTA, D. y TARROW, S. Unwanted children: Political violence and the cycle of protest in Italy. 1966-1973. European Journal of Political Research. v. 14, p. 5-6, 1986., p. 612; SÁNCHEZ CUENCA-AGUILAR FERNÁNDEZ, 2009SÁNCHEZ CUENCA, I. y AGUILAR FERNÁNDEZ, P. Violencia política y movilización social en la transición española. In: BABY, S. Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX. Europa del Sur-América Latina. Madrid: Casa de Velázquez, 2009, p. 95-111., p. 96-97; VIDOTTO, 2010VIDOTTO, V. Violenza politica e rituali della violenza. In: VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010. p. 47). Sin embargo, siempre según Della Porta, el giro hacia la violencia armada se debió a una serie de factores externos al movimiento (DELLA PORTA, 1996DELLA PORTA, D. Movimenti collettivi e sistema político in Italia (1960-1995). Roma-Bari: Laterza , 1996., p. 66-67). Entre ellos destacan la imagen, presente en la contracultura de izquierda, de un Estado violento e injusto, que había infringido las reglas del juego democrático; los rumores de un posible golpe de Estado; la muerte de algunos manifestantes a manos de la policía o de los neofascistas; así como los indicios de una implicación de los servicios secretos en la protección de los asesinos del atentado del 12 de diciembre de 1969 en Milán. En un informe interno del Partido Comunista Italiano de 1982, en el que se preguntaba a los militantes que señalaran los principales factores que más habían favorecido el nacimiento del terrorismo, aparece, entre las opciones más secundadas, la complicidad de los aparatos estatales.22 22 Dirección del PCI, Sección Problemas de Estado, Primo rapporto sull’inchiesta di massa sul terrorismo, Roma, 7 de mayo de 1982, p. 4, A. Fl., 15c/115. Leyendo las memorias de algunos ex militantes de las Brigadas Rojas, nos encontramos con la reiteración de ese momento precipitante que fue el atentado en el banco de Milán y la sospecha de que una parte del Estado italiano había encubierto a los autores materiales e intelectuales de esa matanza, convirtiéndose así el Estado en el principal enemigo (CURCIO-SCIALOJA, 1994CURCIO, R. y SCIALOJA, M. A cara descubierta. Tafalla: Txalaparta, 1994., p. 57-58; FASANELLA-FRANCESCHINI, 2004FASANELLA, G. y FRANCESCHINI, A. Che cosa sono le BR. Milano: BUR, 2004., p. 55; MORETTI, 2002MORETTI, M. Brigate Rosse. Una storia italiana. Milano: Baldini & Castoldi , 2002., p. 19; MAZZOCCHI, 1994MAZZOCCHI, S. Nell’anno della tigre. Storia di Adriana Faranda. Milano: Baldini & Castoldi, 1994., p. 45; MORUCCI, 2004MORUCCI, V. La peggio gioventù. Milano: Rizzoli , 2004., p. 42).

Si es imposible negar la importancia que tuvo ese atentado, tampoco hay que considerarlo como causante de todos los males que le siguieron. Vittorio Vidotto se decanta por una elección valiente y quizá controvertida, según la cual la cronología de la violencia política de la Italia de los años de plomo tendría que empezar con los altercados de Valle Giulia en Roma del 1 de marzo de 1968 entre estudiantes y policías, y no con el atentado del Banco Nacional de Agricultura. La tesis de Vidotto quiere derrumbar la “excusa” que se esconde detrás de esa matanza, cuya matriz neofascista entregó en manos de la izquierda un salvoconducto que les permitía ejercer la violencia maquillándola de acción defensiva y, por lo tanto, justificada (VIDOTTO, 2010VIDOTTO, V. Violenza politica e rituali della violenza. In: VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010., p. 49). Sin embargo, tal y como apunta Barbara Armani, “ya antes de 1969 y de la “estrategia de la tensión”, la extrema izquierda identifica el Estado con su aparato represor, y considera el enfrentamiento directo como única vía practicable” (ARMANI, 2012ARMANI, B. La retorica della violenza nella stampa della sinistra radicale. In: NERI SERNERI, S. Verso la lotta armata. Bologna: Il Mulino, 2012. p. 231-264., p. 243; ARMANI, 2005, p. 42).

Entre quienes vivieron en primera línea esos años convulsos, algunos (saliéndose del coro) afirman que el germen de la violencia ya estaba presente mucho antes de ese atentado. Adriano Sofri, por ejemplo, exlíder de Lotta Continua, se preguntaba, en un libro de Luigi Manconi - también exmilitante de esa organización extraparlamentaria y hoy profesor de Sociología - si “sin el atentado de la plaza Fontana, hubiera lanzado la primera piedra o no”. Su respuesta no deja ninguna duda sobre lo que le podía haber pasado a muchos jóvenes de su generación:

Creo que sí. Es más, creo que ya la habíamos lanzado […] Nosotros no empezamos a creer ya no solo en la necesidad sino también en la virtud de la violencia después del 12 de diciembre. Nosotros llevábamos mucho tiempo llenándonos la boca de esa violencia […] Y no era solo resignación a la necesidad de la violencia, a la legítima defensa […] era algo más. Una idea de violencia como paso decisivo y constitutivo del hombre nuevo, una violencia emancipadora (MANCONI, 2008MANCONI, L. Terroristi italiani. Milano: Rizzoli , 2008., p. 27).

Sobre la necesidad de redimensionar el papel que tuvo el atentado de la plaza Fontana de Milán hay cada vez más consenso, ya que, en efecto, el deseo de venganza era algo bastante presente en toda la literatura de la época, especialmente después del nacimiento de las organizaciones extraparlamentarias que se sentían víctimas de continuos agravios e injusticias perpetrados por parte de un Estado percibido como opresor (PANVINI, 2009PANVINI, G. Ordine nero guerriglia rossa. Torino: Einaudi, 2009., p. 91). Concuerdo con Angelo Ventrone cuando llega a decir que poner el acento en la violencia defensiva hace que nos concentremos solo sobre lo que quien luchaba no quería (un Estado corrupto y violento) y olvidar lo que esa gente quería, la revolución (VENTRONE, 2010VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010., p. 12). Según Gabriele Licciardi, con el paso del tiempo los estudiantes elaboraron y pusieron en práctica un tipo de violencia que ni siquiera necesitó esa coartada de la “violencia defensiva” (LICCIARDI, 2014LICCIARDI, G. Macchie rosse. Lavis: NdA Press, 2014., p. 49).

Interpretaciones sobre Movimiento del 68 y violencia armada

Analizando, más en general, la literatura sobre el 68 italiano, podemos detectar que la producción es heterogénea e incluye tesis que van de la negación más absoluta de una vinculación directa entre 68 y lucha armada, que interpreta el terrorismo como el intento desesperado de sofocar la creatividad y la espontaneidad bajo el peso de la organización y la ideología (TARROW, 1990TARROW, S. Violenza e istituzionalizzazione dopo il ciclo di protesta. In CATANZARO, R. Ideologie, movimenti, terrorismo. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 48), a otras que sí que vislumbran una posible conexión o incluso consideran que el año de las protestas estudiantiles marcó la ruta hacia una radicalización de la violencia.

Las teorías negativas interpretan el terrorismo como causa del final del periodo de rebelión y de enfrentamiento al poder establecido y no como consecuencia de la radicalización de las luchas estudiantiles (primero) y obreras (después). Marco Ravelli, en Storia dell’Italia Repubblicana, se postula como uno de los estudiosos más firmemente convencidos del absoluto distanciamiento entre terrorismo y 68, y divide el periodo de anhelo social del 68 del periodo oscuro que le siguió (RAVELLI, 1995RAVELLI, M. Movimenti sociali e spazio politico. In Storia dell’Italia repubblicana, vol. II. Torino: Einaudi , 1995., p. 473). Luisa Passerini también se coloca en una línea de discontinuidad, detectando en el 68 un uso de la violencia más verbal e ideológica, mayormente dirigida hacia las cosas que hacia las personas (PASSERINI, 1988aPASSERINI, L. Ferite della memoria. Rivista di storia contemporanea. v. 2, p. 173-217, 1988a., p. 178), y una elevada afirmación de la subjetividad individual, más que de la inconciencia grupal (PASSERINI, 1988bPASSERINI, L. Autoritratto di gruppo. Firenze: Giunti, 1988b. ). Sidney Tarrow, de manera algo pedagógica, advierte que “aquellos italianos que recuerdan la violencia como la principal herencia del ciclo de protestas le está haciendo daño a su propio país” (TARROW, 1990TARROW, S. Violenza e istituzionalizzazione dopo il ciclo di protesta. In CATANZARO, R. Ideologie, movimenti, terrorismo. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 47). Su teoría, según la cual el estallido de la violencia se lleva a cabo en el momento en el que empieza a menguar el ciclo de protestas, sugiere que “la violencia no apareció de manera lineal sino debido a un proceso competitivo de cambios tácticos desarrollados en el interior de los movimientos sociales” (TARROW, 1990TARROW, S. Violenza e istituzionalizzazione dopo il ciclo di protesta. In CATANZARO, R. Ideologie, movimenti, terrorismo. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 49).

Henner Hess y Giovanni De Luna son partidarios de la interpretación de una violencia defensiva del 68, consecuencia directa de la represión policial y de la estrategia de la tensión (HESS, 1991HESS, H. La rivolta ambigua. Firenze: Sansoni Editore, 1991., p. 74-89; DE LUNA, 1998DE LUNA, G. Interpretazione della rivolta. In D’AMICO, T. Gli anni ribelli (1968-1980). Roma: Editori Riuniti, 1998., p. 10).23 23 Léanse las palabras de Francesco “Pancho” Pardi, activista del 68 y futuro militante de Potere Operaio, donde dice: “nos vimos obligados a la violencia ya que fueron los otros los que comenzaron a ejercerla” (GRANDI, 2005, p. 283). Esta es una de las posiciones más comunes entre los que militaron en el 68 y en las organizaciones de la izquierda extraparlamentaria que hacían hincapié en la interpretación de un Estado cada vez más autoritario y violento (DE LUNA, 1991DE LUNA, G. Azione collettiva, violenza e conflitto nella cortuzione dell’Italia republicana. Passato e Presente. X, 1991., p. 25-26; CRAINZ, 2003CRAINZ, G. Il Paese mancato. Roma: Donzelli, 2003.). Otra teoría especialmente en boga a finales de los setenta y principios de los ochenta era la que culpaba un sistema político bloqueado como causa principal de la violencia, tal y como sustentado, por ejemplo, por Bonanate (BONANATE, 1979BONANATE, L. Dimensioni del terrorismo politico. Milano: Franco Angeli, 1979., p. 77-78).

Marco Grispigni, moderadamente más partidario de una posible conexión entre 68 y la violencia que vino después, declara que entre “esas dos realidades había puntos de contacto y, en algunos casos, el caldo de cultivo era similar” (CECI, 2013CECI, G. M. Il terrorismo italiano. Storia di un dibattito. Roma: Carocci Editore, 2013., p. 180-204). Sin embargo, una vez más, se apunta a la reacción despropositada por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado (GRISPIGNI, 2012GRISPIGNI, M. Mucchio selvaggio. Conflitto e violenza politica nell’Italia degli anni Settanta. In CORNELISSEN, C. et al. Il decennio rosso. Bologna: Il Mulino , 2012., p. 134) y a la desastrosa y equivocada reacción policial al atentado del Banco Nacional de Agricultura de Milán (GRISPIGNI, 2016GRISPIGNI, M. Quella sera a Milano era caldo. La stagione dei movimenti e la violenza politica. Roma: Manifestolibri, 2016. ) como los factores principalmente responsables del aumento de la violencia. Nicola Tranfaglia, por su parte, detecta una continuidad de tipo ideológico y cultural entre 68 y violencia. Sin embargo, deja claro que, entre 1969 y 1975, el 83% de las 4.384 acciones violentas contra cosas o personas fue obra del extremismo neofascista; diferente fue lo que ocurrió después de 1975 (TRANFAGLIA; 1994TRANFAGLIA, N. L’Italia democratica. Milano: Unicopli , 1994., p. 43; DELLA PORTA-ROSSI, 1984DELLA PORTA, D. y ROSSI, M. Cifre crudeli. Bologna: Istituto Cattaneo, 1984., p. 25). Siempre según Tranfaglia, entre la contestación estudiantil, la protesta obrera y las organizaciones terroristas no había ninguna filiación directa, ni se podía vislumbrar ningún vínculo. El profesor napolitano considera que el nacimiento del terrorismo no se debió a los grupos extraparlamentarios, sino a unas élites minoritarias que abandonaron precozmente, o en una fase posterior, el movimiento, una vez que el camino de las organizaciones extraparlamentarias se encauzaba hacia las instituciones formando pequeños partidos políticos y, de hecho, conformándose con la praxis política convencional (CECI, 2013CECI, G. M. Il terrorismo italiano. Storia di un dibattito. Roma: Carocci Editore, 2013., p. 192). Sin embargo, en una publicación de 2007, Tranfaglia declara que “algunos de los que adhirieron, o fundaron, la organización terrorista Prima Linea participaron activamente al 68” (NOVELLI-TRANFAGLIA, 2007NOVELLI, D. y TRANFAGLIA, N. Vite sospese. Milano: Baldini Castoldi Dalai, 2007., p. 32-33).

Aurelio Lepre afirma que los movimientos nacidos del 68 radicalizaron la violencia, aunque, como Tranfaglia, apunta sobre la mayor presencia de terrorismo neofascista en los momentos sucesivos al bienio 1968-1969 y no a la lucha armada de extrema izquierda (LEPRE, 2004LEPRE, A. Storia della Prima Repubblica. Bologna: Il Mulino , 2004., p. 248). Percy Allum divide el periodo que va de 1969 a 1978 en dos fases: la primera, denominada trama nera, estaba caracterizada por atentados dinamiteros llevados a cabo de manera indiscriminada por parte de la extrema derecha; la segunda, que empezó en 1974, vio como protagonistas a numerosos grupúsculos armados de extrema izquierda entre los cuales se destacaban las Brigadas Rojas y los Núcleos Armados Proletarios (NAP) (ALLUM, 1978ALLUM, P. Political Terrorism in Italy. The Contemporary Review. n. 1, p. 75-82, 1978., p. 75).

Según una investigación realizada en 1990 por Donatella della Porta, solo el 24,6% de los que militaron en organizaciones clandestinas de extrema izquierda nació antes de 1951, el 36,4% entre 1951 y 1955 y el resto después de esa fecha (DELLA PORTA, 1990DELLA PORTA, D. Il terrorismo di sinistra. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 139). Claro está que, según estos datos, solo un número reducido de estos militantes pudo, antes de pasar a la lucha armada, haber participado en el movimiento de 1968. Por otra parte, que haya sido un número limitado no excluye que unos cuantos pudieron efectivamente haberlo hecho, aunque es cierto que la inmensa mayoría se radicalizó después de la quiebra de las organizaciones extraparlamentarias ya bien entrados los años setenta. Esa “segunda generación” del terrorismo de extrema izquierda, sin embargo, fue reclutada por redes de “militantes provenientes de una cultura política que no condenaba el uso de la violencia” y cuya “socialización política se había llevado a cabo durante el largo ciclo de protestas de finales de los sesenta y principios de los setenta” (DELLA PORTA, 1990DELLA PORTA, D. Il terrorismo di sinistra. Bologna: Il Mulino , 1990., p. 162).

Si Silvio Lanaro hablaba, en los años noventa, de “exageraciones violentas o sectarias”, consecuencias de un “malestar que apunta a las penurias económicas y al enquistamiento de la fase política” (LANARO, 1992LANARO, S. Storia dell’Italia repubblicana. Venezia: Marsilio, 1992., p. 371), una década después, Giuseppe Mammarella apuntaba a que lo que ocurrió durante el bienio 1968-1969 fue el “preludio de los años de plomo” (MAMMARELLA, 2000MAMMARELLA, G. L’Italia contemporanea. Bologna: Il Mulino , 2000., p. 350). Con el paso del tiempo se comenzó a hablar de “largo 68” (il lungo Sessantotto) para describir un periodo temporal que iba mucho más allá del periodo encerrado en los meses de protestas estudiantiles (ORTOLEVA, 1991ORTOLEVA, P. Le culture del ’68. In AGOSTI, A., PASSERINI, L. y TRANFAGLIA, N. (eds.). La cultura e i luoghi del ’68. Milano: FrancoAngeli, 1991. p. 38-61; ADAGIO et al., 1999ADAGIO, C. et al. Il lungo decennio. L’Italia prima del ’68. Verona: Cierre, 1999. ; FASANO-RENOSIO, 2002FASANO, N. y RENOSIO, M. I giovani e la política. Il lungo ’68. Torino: EGA, 2002.; MARINO, 2004MARINO, G. C. Biografia del Sessantotto. Utopie, conquiste, sbandamenti. Milano: Bompiani, 2004. ; GIACHETTI, 2008GIACHETTI, D. Il Sessantotto. Milano: Unicopli, 2008.; MARINO, 2011MARINO, G. C. 1968-1977. Il lungo Sessantotto. In DE NICOLÒ, M. L’irruzione dei giovani nel Novecento. Roma: Viella , 2011., p. 409-419).

Simona Colarizi, a finales de los noventa, se aleja aún más de quienes separan abiertamente el 68 y la deriva terrorista. Según ella, si el terrorismo había nacido y se había desarrollado se debía también a un “caldo de cultivo fértil preexistente, sembrado por la contestación estudiantil del 68 y cultivado por parte de los grupos extraparlamentarios” (COLARIZI, 1998COLARIZI, S. Storia dei partiti nell’Italia repubblicana. Roma-Bari: Laterza , 1998., p. 414-415). La violencia, pues, fue una consecuencia de la tendencia a la radicalización interna al 68 y a la admiración de la violencia ejercitada por parte de ese movimiento contestatario, admirador de los Black Panthers, del Black Power, pero también de la lucha armada del IRA, en Irlanda del Norte.

Más recientemente, Isabelle Sommier es clara en apuntar que “tal y como no sería posible limitar la contestación del 68 solo a una cuestión sobre la violencia, al mismo tiempo no se puede separar 68 y violencia en dos momentos independientes, sin ninguna vinculación entre ellos” (SOMMIER, 2009SOMMIER, I. La violenza rivoluzionaria. Roma: Derive Approdi, 2009., p. 25). Marica Tolomelli no tiene dudas sobre las conexiones más o menos directas entre el 68 y el nacimiento del terrorismo. Sin embargo, su reflexión va más allá de una vinculación casi automática entre ambos fenómenos y se centra en destacar que, en el 68, la violencia era más teórica que práctica (TOLOMELLI, 2007TOLOMELLI, M. Il Sessantotto. Roma: Carocci, 2007., p. 118-119). Efectivamente, los episodios de violencia llevados a cabo durante el periodo de protesta estudiantil no tienen nada que ver con acciones de tipo terrorista. La violencia era más bien teorizada y a veces perpetrada a través de enfrentamientos con la policía o con estudiantes de opuesta orientación política.

Siguiendo con la distinción entre terrorismo y violencia de baja intensidad, Simone Neri Serneri diferencia entre la aceptación de la violencia y el rechazo hacia la lucha armada. Estas son sus palabras:

la extendida adhesión a una perspectiva política revolucionaria llevó consigo al mismo tiempo la aceptación implícita o explícita de la violencia como instrumento habitual e incluso necesario de lucha política […] Esto sin embargo no significa la aceptación de una estrategia insurreccional, y menos aún una inclinación hacia la lucha armada o terrorista (NERI SERNERI, 2012NERI SERNERI, S. (ed.) Verso la lotta armata. Bologna: Il Mulino , 2012., p. 21).

Uno de los historiadores que más vincula el terrorismo al movimiento social del 68 es Piero Craveri, pero lo hace analizando la ambigua relación entre violencia e izquierda italiana: por un lado, está la izquierda tradicional, crítica con la deriva violenta, y, por el otro, la Nueva Izquierda, que de la violencia a menudo se nutría y que se separó del PCI (CRAVERI, 1995CRAVERI, P. Storia d’Italia . Vol. 24. Torino: UTET, 1995.). Giovanni De Luna, siguiendo los pasos de Craveri, también analizó el vínculo presente entre la tradición de la izquierda italiana y el terrorismo, pero “culpó” especialmente a los grupos extraparlamentarios de esa deriva violenta (CECI, 2013CECI, G. M. Il terrorismo italiano. Storia di un dibattito. Roma: Carocci Editore, 2013., p. 196-199). Por último, Angelo Ventura considera que el 68 “es un fenómeno complejo de radicalización, que marca un cambio decisivo en la génesis del terrorismo” (VENTURA, 1984VENTURA, A. Il problema delle origini del terrorismo di sinistra. In DELLA PORTA, D. (ed.) Terrorismi in Italia. Bologna: Il Mulino , 1984., p. 83; VENTURA, 2010VENTURA, A. Per una storia del terrorismo italiano. Roma: Donzelli Editore, 2010., p. 38). Del mismo periodo y proponiendo un análisis similar al de Ventura están Nando Dalla Chiesa y Severino Galante (DALLA CHIESA, 1981DALLA CHIESA, N. Del Sessantotto e del terrorismo: cultura e politica tra continuità e rottura. Il Mulino, n. 1, p. 53-94, 1981., p. 53-94; GALANTE, 1981GALANTE, S. Alle origini del partito armato. Il Mulino, 30, 1981., p. 444-487).

Giorgio Galli es aún más contundente. Su libro Il partito armato se abre con un capítulo que lleva por título “Del 68 a la lucha armada”, dejando clara ya desde el principio su posición sobre la vinculación entre ambos acontecimientos. En las primeras líneas de dicho capítulo se afirma que “las premisas históricas y sociales de la lucha armada en Italia son internas al movimiento que toma su definición en un año, el 68” (GALLI, 1993GALLI, G. Il partito armato. Milano: Kaos Edizioni, 1993., p. 15). Marco Clementi declara que “entrar en las Brigadas Rojas representó para muchos el camino natural tras años de empeño en los grupos extraparlamentarios”, pero no cita abiertamente el 68, aunque la mayoría de esas organizaciones nacieron, como hemos visto, como consecuencia de las luchas de ese periodo (CLEMENTI, 2007CLEMENTI, M. Storia delle Brigate Rosse. Roma: Odradek, 2007., p. 26). Guido Panvini, por su parte, habla de la violencia entre los sectores más extremos de la derecha y de la izquierda como facilitadores de ese “clima en el que maduró el terrorismo y, al mismo tiempo, creó las condiciones idóneas para su nacimiento, a través de una progresiva militarización de la lucha política, cuyo objetivo llegó a ser la eliminación del enemigo” (PANVINI, 2009PANVINI, G. Ordine nero guerriglia rossa. Torino: Einaudi, 2009., p. 6).

Separar los “años formidables”24 24 Esta expresión se refiere a un famoso libro escrito por el líder del Movimiento Estudiantil de Milán, Mario CAPANNA, Formidabili quegli anni, Milano, Rizzoli, 2006. del 68 de los oscuros años del terrorismo es una labor que le conviene a los protagonistas de aquellos años que no quieren que se les tilde de cattivi maestri (“malos maestros”, una expresión muy utilizada para describir a aquellos intelectuales que coquetearon con la violencia y, de paso, indujeron a muchas personas a dar el salto hacia la lucha armada). Esta es la opinión de Federica Rossi, que además subraya el hecho de que “la revolución ya era parte del 68, o incluso antes […] La violencia revolucionaria [...] ya se encuentra en el centro de los debates del 68” (ROSSI, 2010ROSSI, F. Memorie della violenza, scritture della storia. In VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010., p. 215-216). Hay que analizar, siempre según Rossi, la legitimación de la violencia “como un proceso de larga duración, que empieza a finales de los sesenta”, por lo tanto “la radicalización es un proceso de legitimación progresiva de las formas violentas de lucha” (ROSSI, 2010ROSSI, F. Memorie della violenza, scritture della storia. In VENTRONE, A. I dannati della rivoluzione. Macerata: EUM , 2010., p. 216).

Si es cierto que el clima de legitimización de la violencia ya estaba presente probablemente antes de 1968, no hay que cometer el error de pensar que todo el mundo auspiciase esa violencia. Luigi Manconi nos ayuda a avalar este concepto al afirmar que:

de entre los miles de manifestantes que gritaban consignas violentas, como por ejemplo “matar a un fascista no es un delito”, solo una parte muy reducida lo hacía conscientemente; aún menos eran los que se hubieran atrevido a poner en práctica esa acción, y de los pocos que lo hubieran hecho, una mínima parte hubiera realmente participado en el proyecto de eliminación de una vida humana” (MANCONI, 2008MANCONI, L. Terroristi italiani. Milano: Rizzoli , 2008., p. 88).

Angelo Ventrone critica el razonamiento de Manconi ya que, según él, es imposible no vislumbrar una vinculación entre “los muchos que dijeron y los pocos que actuaron”. Y añade que “aunque no sea posible solapar e identificar los momentos de teorización y legitimación de la violencia con la práctica de la misma, es al mismo tiempo imposible declarar que su distancia es clara y definida” (VENTRONE, 2012VENTRONE, A. Vogliamo tutto. Roma-Bari: Laterza , 2012., p. 116).

Conclusiones

Detectar un vínculo irrefutable entre el 68 y la lucha armada, así como descartarlo totalmente, no nos parecen dos planteamientos acertados. No es posible vincular de manera directa, por lo menos en el caso italiano, el 68 al terrorismo, como si un hecho fuera una lógica consecuencia del otro, ya que el tipo de violencia ejercida ese año era más bien una expresión de una desordenada y poco organizada rebeldía juvenil, que poco tenía que ver con la violencia asesina que unas organizaciones clandestinas y bien organizadas llevarían a cabo tiempo después. Por otra parte, tampoco podemos afirmar stricto sensu que la violencia teorizada (más que ejercida) en ese periodo de contestación estudiantil (y más tarde obrera) y la actitud permisiva de una parte de la sociedad hacia ella no hayan, de alguna manera, favorecido una paulatina radicalización hacia la violencia armada posterior.

En este trabajo hemos comprobado las grandes diferencias teóricas planteadas por los investigadores a lo largo de los años. Hay quien niega de manera rotunda cualquier vínculo entre 68 y lucha armada como si se tratara de dos periodos cerrados e incomunicables entre sí. Otros, sin embargo, vislumbran ese continuum entre el periodo de protesta estudiantil y la violencia sucesiva. Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en diferenciar entre violencia rebelde (a menudo una expresión de agresividad defensiva) y violencia armada (organizada y ofensiva). Con el paso del tiempo, han surgido cada vez más teorías que proponen una continuidad histórica entre esos acontecimientos salvaguardando al mismo tiempo los aspectos diferenciales que los caracterizaron. En general, estamos asistiendo al abandono de la distinción entre los apetecibles años sesenta y los despreciables años setenta.

El recorrido que se puede trazar podría ser el siguiente. En Italia, por lo menos hasta el final del ciclo de protestas del bienio 1968-1969, la violencia se interpretaba como opción (a veces incluso necesidad) defensiva, a la que se sumaron algunos episodios aislados de violencia ofensiva desorganizada. En ese periodo, una generación de jóvenes se estaba acostumbrando a convivir con la violencia, a aceptarla como natural, a considerarla útil y hasta necesaria para conseguir objetivos políticos. Más tarde, con la creación de los grupos extraparlamentarios, aumentaron los episodios de violencia ofensiva difusa y, aun manteniéndose un alto grado de desorganización, se asistió a los primeros intentos de cohesión gracias a la creación de los servicios de orden (servizi d’ordine), donde, además, se interpretaba la política como una especie de enfrentamiento bélico (VENTURA, 2010VENTURA, A. Per una storia del terrorismo italiano. Roma: Donzelli Editore, 2010.; BRAVO, 2008BRAVO, A. A colpi di cuore. Storie del Sessantotto. Roma-Bari: Laterza, 2008. ). El siguiente paso fue la formación de organizaciones revolucionarias que contemplaron la concreta posibilidad de llevar a cabo la lucha armada. Los Grupos de Acción Partisana de Feltrinelli y el Grupo XXII de Octubre se propusieron como focos guerrilleros autónomos con funciones de vanguardia con respecto a los movimientos de masas y de apoyo externos a las luchas. Por último, la radicalización violenta alcanzó su momento más álgido con la llegada de las Brigadas Rojas y su interpretación de la lucha armada como vanguardia armada perpetrada por un grupo pequeño de militantes revolucionarios cuyo objetivo era alcanzar la dictadura del proletariado como etapa previa a la instauración de una sociedad comunista basada en los dictámenes del marxismo-leninismo. En esta última interpretación hay una clara divergencia entre el espíritu libre y no encorsetado del 68 y las rígidas pretensiones brigadistas de guiar el proletariado hacia la revolución.

Cabe destacar una clara división estratégica entre los movimientos sociales y las organizaciones terroristas. Para los primeros, la violencia era quizá uno de entre todos los instrumentos de lucha posibles; sin embargo, para los segundos, la violencia consistía en el único medio a su disposición. El concepto de vanguardia del movimiento se supeditaba a eso, a la necesidad imperiosa de utilizar la violencia por encima de otros tipos de estrategias. Las Brigadas Rojas unían la política a la violencia, sus acciones de propaganda armada (tal y como ellos mismos las definían) eran el claro ejemplo de que el objetivo último de ese grupo era formar el partido armado y no ser el brazo armado de un representante político como, por ejemplo, el IRA para el Sinn Féin o ETA para Batasuna.

Dicho esto, el caldo de cultivo de los grupos armados a veces fue el mismo que se fue radicalizando a partir de las luchas del bienio 1968-1969 (aunque solo una pequeña parte de los que militaron activamente en el 68 acabaron pasando a la lucha armada, ya que la inmensa mayoría de los que formaban parte de organizaciones violentas eran aún muy jóvenes en 1968). Por otra parte, creemos que las protestas estudiantiles y las manifestaciones obreras no tendrían que analizarse como acontecimientos separados, ya que las primeras retroalimentaron las segundas y estas últimas aumentaron el nivel de enfrentamiento social. La violencia aumenta cuando las luchas estudiantiles se unen a las luchas obreras. Sin embargo, tal y como hemos visto, se trata de una violencia muy diferente a la violencia terrorista en los objetivos, en las formas y en la manera de organizarse. Por otra parte, las primeras acciones de las BR se parecían mucho a aquellas perpetradas por los trabajadores más violentos.

Para entender todo el fenómeno del camino violento hacia la lucha armada, a la radicalización de una franja mínima de la población (caracterizada sobre todo por el intenso periodo de enfrentamientos violentos entre jóvenes de extrema izquierda y de ultraderecha), hay que sumar el aumento de la represión policial y la ineptitud de los partidos tradicionales, especialmente del Partido Comunista Italiano, al no entender las nuevas exigencias que llegaban desde su base. Muchos jóvenes comunistas se sintieron abandonados por su partido y se inclinaron hacia posiciones más extremas. Criticar a esos jóvenes desamparados y aislarlos no fue la mejor medida. En este artículo hemos visto como algunos historiadores hablan de esa ambigua relación entre violencia e izquierda italiana, vislumbrando algo de torpeza entre los líderes del PCI y acusando a las formaciones de la Nueva Izquierda de haber intensificado el nivel de enfrentamiento.

Desde luego, lo que ocurrió en Italia es algo anómalo si lo comparamos con los muchos países que vivieron las contestaciones del 68. Solo en el país transalpino surgieron tantos grupos terroristas en los años siguientes a esa fecha (en Alemania también hubo terrorismo, pero su alcance fue mucho menor con respecto al que tuvo en Italia). Justo en Francia, donde el 68 tuvo más relevancia social, no se constató el nacimiento de ninguna organización terrorista de relieve por lo menos hasta los años ochenta, lapso temporal demasiado largo como para buscar una vinculación entre los dos hechos. Tampoco ocurrió en México, donde, sin embargo, la represión policial alcanzó unos niveles muy elevados, culminando con la matanza de la plaza Tlatelolco. En Italia, nos hemos referido varias veces en este texto al atentado del Banco Nacional de Agricultura de Milán como al hecho desencadenante de una radicalización armada. La reiteración constante, por parte de los protagonistas de ese periodo, del discurso según el cual había que defenderse de un Estado opresor, se está interpretando, a nivel historiográfico, cada vez más como una manera para auto-absolverse y rehuir de las responsabilidades individuales. Sin querer menospreciar la gravedad de ese atentado, habría que considerar ese acontecimiento como una de las posibles causas de la violencia que le siguió, sobre todo, por el hecho de haber fortalecido la convicción individual de que había que reaccionar contra un Estado autoritario e injusto, pero no como la única causa de la deriva terrorista.

Sobre terrorismo y 68 podemos concluir que las teorías más difusas hoy son las que consideran que el camino hacia la violencia clandestina se llevó a cabo de manera progresiva y que no habría que escindir ese periodo del sucesivo; que influyeron probablemente las relaciones interpersonales que se crearon entre los militantes del 68-69 primero y de los grupos extraparlamentarios después (aunque sabemos que muy pocas personas de las que participaron en el periodo de protestas acabarían militando en una organización armada) y que la violencia durante las protestas del 68 era casi siempre solo teorizada (y ni siquiera de una manera excesiva). Sin embargo, se fue poco a poco pasando de la teoría a la práctica (aunque la violencia ejercida en el bienio 1968-1968 difiriera totalmente de lo que sería más tarde la lucha armada), especialmente tras el encuentro y colaboración entre estudiantes y masa obrera, más acostumbrada a enfrentamientos violentos y menos proclive a elucubraciones teóricas, y tras la radicalización de las organizaciones extraparlamentarias.

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Notas

  • DECLARACIÓN DE FINANCIAMENTO

    Este estudio forma parte del proyecto “El terrorismo europeo en los años de plomo: un análisis comparativo” (HAR2015-65048-P), financiado por el Plan Nacional I+D+I del Ministerio de Economía y Competitividad de España.
  • 1
    Entre las elecciones de 1968 y las de 1972 se sucedieron los siguientes gobiernos: Giovanni Leone, de junio a diciembre de 1968 (gobierno solo democristiano); Mariano Rumor I, de diciembre de 1968 a agosto de 1969 (Democracia Cristiana-Partido Socialista Unificado y Partido Republicano Italiano); Mariano Rumor II, de agosto de 1969 a marzo de 1970 (DC); Mariano Rumor III, de marzo a agosto de 1970 (DC-Partido Socialista Italiano-Partido Social Demócrata Italiano-PRI); Emilio Colombo, de agosto de 1970 a febrero de 1972 (DC-PSI-PSDI-PRI).
  • 2
    Para que nos hagamos una idea de la distancia que separaba la Democracia Cristiana del Partido Comunista Italiano véanse los siguientes datos: elecciones de 1958 (DC, 42,4%; PCI, 22,7%), elecciones de 1963 (DC, 38,3%; PCI, 25,3%), elecciones de 1968 (DC, 39,1%; PCI, 26,9%), (CORTE, 2006).
  • 3
    “La situazione peggiora”, Il Messaggero, 27-V-1964.
  • 4
    En los años sesenta, las víctimas de las Fuerzas de Seguridad del Estado durante las manifestaciones fueron una el 5 de julio de 1960 en Licata (y 5 heridos de gravedad), cinco (y 19 heridos) el 7 de julio de 1960 en Reggio Emilia, dos (y 36 heridos) el 8 de julio de 1960 en Palermo, un muerto también en Catania ese mismo día, dos (y 48 heridos) el 2 de diciembre de 1968, en Avola. 40 heridos durante una manifestación antifascista en Génova el 30 de junio de 1960, heridos también en los disturbios de la plaza Statuto de Turín entre el 7 y el 9 de julio de 1962. Aún así, es complicado saber el número exacto de los ciudadanos heridos, ya que muchas veces los manifestantes lastimados prefirieron no acudir a un hospital para evitar ser identificados.
  • 5
    Durante los numerosos procesos sobre el atentado del 12 de diciembre de 1969, en el banquillo de los acusados se sentaron también algunos agentes de los servicios secretos (que luego, sin embargo, fueron desapareciendo en los sucesivos juicios), acusados de haber desviado las investigaciones y favorecido la fuga de algunos de los principales acusados. El último juicio relacionado con esa matanza finalizó en 2005 sin ninguna detención. Se confirmó la matriz neofascista del atentado, pero los tres acusados, al haber sido absueltos por ese mismo crimen en vía definitiva en el juicio de 1987, ya no podían ser condenados.
  • 6
    Véase el informe redactado por el jefe de la policía de Milán, Libero Mazza, el 22 de diciembre de 1970: Situazione dell’ordine pubblico. Formazioni estremiste extraparlamentari. Prot. 4.3/11763 Archivio Flamigni (de aquí en adelante A. Fl.), 13b-202.
  • 7
    Se trataba de las Tesis de La Sapienza, del nombre de la sede de la Universidad de Pisa. Véase Lavoro Politico, n. 2, noviembre 1967, p. 26-30. Meses más tarde, Guido Viale publicará un artículo en Quaderni Piacentini donde declarará su rechazo hacia una universidad clasista y la necesidad de que los estudiantes cobren por asistir a clase: Guido VIALE: “Contro l’università” en Quaderni Piacentini, año VII. N. 33, febrero 1968VIALE, G. Contro l’università. Quaderni Piacentini. n. 33, p. 2-28, febrero 1968., p. 2-28. Lo mismo pedía el Movimento Studentesco, véase por ejemplo el documento redactado por los estudiantes de la Università Statale de Milán durante una de las ocupaciones: Documento conclusivo della commissione didattica e strutture universitarie, 15-II-1968, apartado i, Archivio Fondazione Giangiacomo Feltrinelli (de aquí en adelante A. Fe.), Fondo Nuova Sinistra, busta 36-10.1.1.
  • 8
    Il Potere Operaio de Pisa, Avanguardia e massa, A. Fe., Fondo Nuova Sinistra, busta 4, 8-188.
  • 9
    Valerio Morucci, exmiembro de las Brigadas Rojas, considera lo ocurrido en Roma el 1 de marzo de 1968 el acontecimiento que hizo que muchos jóvenes como él perdieran la inocencia y empezaran una rápida deriva hacia la lucha armada.
  • 10
    Giorgio AMENDOLA, “Necessità della lotta sui due fronti”, Rinascita, 7-VI-1968.
  • 11
    Siendo más precisos, hay que reconocer que también la extrema derecha contó con algunas (pocas) organizaciones extraparlamentarias; sin embargo, su constante coqueteo con el terrorismo, su limitada difusión a nivel nacional, su escasa presencia mediática y, en general, su limitado número de militantes, impidieron que el ala de extrema derecha triunfara fuera de un partido conservador como era el Movimiento Social Italiano. A todo eso hay que añadir que, desde un punto de vista intelectual, la extrema derecha perdió el 68: su principal pensador, Julius Evola, criticó el movimiento estudiantil, y lo mismo hizo, en repetidas ocasiones, Pino Rauti, líder del mayor grupo extraparlamentario de ese signo político, el Centro Studi Ordine Nuovo.
  • 12
    La Sinistra, n. 10, 16-III-1968, p. 1.
  • 13
    Véanse, por ejemplo, las publicaciones del Movimento Studentesco o los denominados periódicos de base (giornali di base), es decir los panfletos o las pequeñas revistas redactados y difundidos por militantes de los diferentes movimientos estudiantiles universitarios repartidos por Italia. Aquí van algunos ejemplos: Il Bò de Padua, Noi studenti de Lamezia Terme, Il foglio della sinistra universitaria de Milán, Studenti in Lotta de Massa, Redimensione de Florencia.
  • 14
    Véase, por ejemplo, el panfleto: Guerriglia urbana e rivoluzione operaia. Note per una definizione strategica del movimento studentesco, A. Fe., Fondo Nuova Sinistra, busta 36 - 10.1.2. También un documento (hay muchos, la verdad) de los estudiantes de Sociología de la Universidad de Trento, donde se habla ya en el mes de febrero de 1968 de vinculación entre luchas estudiantiles y luchas obreras: Mozione conclusiva del convegno sulle lotte studentesche, A. Fe. Fondo Nuova Sinistra, busta 48-10.6.
  • 15
    Se hace referencia a Giovanni Agnelli, propietario de FIAT, a Leopoldo Pirelli, propietario de la homónima empresa de neumáticos, al ministro del Interior Franco Restivo y al Primer Ministro Emilio Colombo.
  • 16
    Documento nr. 224/10380.1, Ministro dell’Interno, Direzione Generale della Pubblica Sicurezza - Div. Sic. Int. - Sezione 1ª- Roma, 1 de junio de 1974.
  • 17
    Il Collettivo, Il movimiento spontaneo delle masse e l’autonomia proletaria en Il Collettivo, enero de 1970, p. 5.
  • 18
    Uno de ellos, Renato Curcio, fue uno de los fundadores de las Brigadas Rojas. Sin embargo, en sus memorias, publicadas en 1993, le quita importancia a lo que ocurrió en 1968 llegando a decir: “Para mí el 68 no fue un año vivido con particular intensidad”. (CURCIO-SCIALOJA, 1994CURCIO, R. y SCIALOJA, M. A cara descubierta. Tafalla: Txalaparta, 1994., p. 37).
  • 19
    Il Collettivo, Lotta sociale e organizzazione nella metropoli, enero de 1970, p. 7 y ss.
  • 20
    Ibídem, p. 8.
  • 21
    Se trata del fallido Golpe Borghese, intentado, sin éxito, por parte de unos grupos clandestinos armados liderados por el excomandante fascista Junio Valerio Borghese, la noche entre el 7 y el 8 de diciembre de 1970.
  • 22
    Dirección del PCI, Sección Problemas de Estado, Primo rapporto sull’inchiesta di massa sul terrorismo, Roma, 7 de mayo de 1982, p. 4, A. Fl., 15c/115.
  • 23
    Léanse las palabras de Francesco “Pancho” Pardi, activista del 68 y futuro militante de Potere Operaio, donde dice: “nos vimos obligados a la violencia ya que fueron los otros los que comenzaron a ejercerla” (GRANDI, 2005GRANDI, A. Insurrezione armata. Milano: Rizzoli , 2005., p. 283).
  • 24
    Esta expresión se refiere a un famoso libro escrito por el líder del Movimiento Estudiantil de Milán, Mario CAPANNA, Formidabili quegli anni, Milano, Rizzoli, 2006CAPANNA, M. Formidabili quegli anni. Milano: Rizzoli, 2006..

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    28 Oct 2019
  • Fecha del número
    2019

Histórico

  • Recibido
    17 Ene 2018
  • Acepto
    19 Feb 2019
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