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¿Requiem para Solari? : Relevos de la sociología universitaria uruguaya en los años sesenta y setenta del siglo pasado

Réquiem para Solari? Mudanças na sociologia universitária uruguaia nos anos 1960 e 1970

A Requiem for Solari? Changes in Uruguayan Sociology in the 1960s and 1970s

Resumen

En la segunda mitad de los sesenta, con la renuncia de Aldo Solari al Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, una nueva generación de cientistas sociales intentó dar un cambio de rumbo radical a ese espacio académico. Este artículo analiza las razones del alejamiento de Solari y plantea diferencias entre modos de entender el estudio de lo social en esos años. Asume un énfasis político-institucional para estudiar la articulación de esas posturas con los procesos contemporáneos de transformación estructural de la universidad y las actividades de organizaciones internacionales que promovían el cultivo de las ciencias sociales en América Latina. Todos esos intentos se frustaron con el golpe de Estado de 1973. Justo allí se detiene este texto.

Sociología; Universidad; Uruguay

Resumo

Na segunda metade dos anos 1960, com a renúncia de Aldo Solari do Instituto de Ciências Sociais da Universidade da República, uma nova geração de cientistas sociais tentou fazer uma mudança radical de direção desse espaço acadêmico. Este artigo analisa os motivos da saída de Solari e investiga as diferentes formas de entender o social naqueles anos. Com base em uma ênfase político-institucional estuda a articulação dessas posições com os processos contemporâneos de transformação estrutural da universidade e com as atividades de organizações internacionais que promoviam o cultivo das ciências sociais na América Latina. Todas essas tentativas foram frustradas com o golpe de estado de 1973, momento em que nossa análise se detém.

Sociologia; Universidade; Uruguai

Abstract

In the mid to late 1960s, when sociologist Aldo Solari resigned his leading position at the Institute of Social Sciences at the Universidad de la República, a new generation of social scientists attempted a radical transformation of this academic space. This paper analyzes why Solari decided to leave his position and peruses different understadings of what it mean to study social issues back then. From a political and institutional perspective, it examines how these different positions were intertwined with contemporary processes of structural change at the university and to the activity of international organizations promoting the social sciences in Latin America. All these endeavors came to a halt with the 1973 coup d’etat in Uruguay, which is the final stop of this analysis.

Sociology; University; Uruguay

A fines de 1966, Aldo Solari renunció a la dirección del Instituto de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar) y se fue del país. Una nueva generación de cientistas sociales vio en su partida una oportunidad para dar un cambio de rumbo radical al espacio académico que hasta entonces se asociara a su nombre e impulso modernizador. Las páginas que siguen repasan esos avatares. Analizan las posibles razones del alejamiento y esbozan diferencias entre modos de entender el estudio de lo social. Tienen, fundamentalmente un énfasis político-institucional y tratan de dar pistas sobre la compleja articulación de esas posturas con procesos contemporáneos de transformación estructural de la Udelar y con las actividades de organizaciones internacionales que promovían el cultivo de las ciencias sociales en América Latina. Todos esos intentos, con sus aciertos y errores todavía en ciernes, se frustaron con el golpe de Estado de 1973. Los cientistas sociales uruguayos tomaron entonces otros rumbos y debieron esperar más de tres lustros para concretar su anhelo de consolidar un espacio universitario para el cultivo de sus disciplinas. Justo allí se detiene este texto.

Historia y contexto de una partida

Aldo Solari fue un pionero de la sociología universitaria en Uruguay. Se desempeñó como docente de esa materia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Udelar desde los tempranos años cincuenta. En la segunda mitad de la década apoyó a Isaac Ganón en la fundación del Instituto de Ciencias Sociales (ICS) en esa facultad, escenario principal de los procesos de institucionalización de esas disciplinas en toda esta etapa. Estableció su prestigio académico con una temprana adhesión a la perspectiva estructural-funcionalista, predominante en la academia norteamericana, así como un progresivo alineamiento con el desarrollismo y las teorías de la modernización y una preocupación por la estratificación social. Desde esas opciones, inició en su país algunas de las más importantes especialidades de esa disciplina: sociología del desarrollo, de la educación, rural y política. En 1964 fue nombrado director del ICS ( Franco, 2001FRANCO, Rolando (ed.). (2001), Sociología del desarrollo, políticas sociales y democracia: Estudios en homenaje a Aldo E. Solari . México, Siglo XXI/Cepal. ).

Esta sólida carrera académica explica que ese mismo año, al incluirlo en su Antología del ensayo uruguayo contemporáneo , Real de Azúa sintiera la necesidad de justificarse: a pesar de su pretensión “científica”, Solari había entendido que en América Latina (y especialmente en Uruguay) la falta de buenos datos empíricos obligaba a navegar otras formas de comprensión de lo social. Si bien sus obras sobre temas rurales y educación se ajustaban a un sesgo más “científico”, el resto de su trabajo era más prescriptivo y contradecía la intensión descriptiva de la sociología (Real de Azúa, 1964, p. 571). La precisión de Real no puede extenderse mucho más allá de esos tempranos sesenta. Ya por entonces Solari colaboraba como técnico con la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) creada durante el gobierno del Partido Nacional en sintonía con la Alianza para el Progreso y fortalecía las redes internacionales de su práctica disciplinar.

Sin renegar de su adscripción al Partido Colorado y su afiliación a la masonería, Solari fue sobre todo un académico preocupado por la institucionalización de los estudios sociales desde el “interés práctico por la realidad nacional”. Creía que el fin de la “idea del Uruguay optimista” en medio de una coyuntura de crisis social y política podía favorecer la especialización disciplinar y técnica y erradicar al viejo “intelectual de café” (Solari, 1959). Al igual que en su famoso “Requiem para la izquierda”, escrito como balance de las elecciones de 1962, este señalamiento apuntaba a la responsabilidad de los intelectuales que, al acercarse a las izquierdas marxistas o nacionalistas, habían “abdicado de la tarea de pensar al país tal como es”. Además, estaba convencido de que la tan manida escasez de recursos no era una limitación y de que se conseguirían fondos si se tuviera una agenda clara de investigación y se apelara a los organismos indicados ( Solari, 1962SOLARI, Aldo. (1962), “Requiem para la izquierda”. Gaceta de la Universidad 22, noviembre. , pp. 6-12).

Esta actitud permite desenvolver la trama de intereses que lo llevó a involucrarse con el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) en los tempranos sesenta y recibir pagos regulares y subsidios para diferentes tareas vinculadas a sus intereses académicos. El primer dato público de esta colaboración fue la organización de un Seminario de Elites en América Latina con sede en la Universidad de la República y coordinado por el sociólogo uruguayo y su reconocido colega estadounidense Seymour Lipset en junio de 1965. El seminario se desarrolló con normalidad con la presencia de lo más granado de la sociología latinoamericana y varios latinoamericanistas de Estados Unidos1 1 . Ver documentación sobre el seminario en International Association for Cultural Freedom Records, cajas 448 y 449, Special Collections Research Center, University of Chicago Library (en adelante IACFR). . Se desconocía todavía la exacta procedencia de los fondos del CLC. Tampoco se sabía que la iniciativa montevideana era una pieza importante del cambio de orientación del Congreso desde una primera etapa dirigida a contrarrestar las redes intelectuales de la Unión Soviética hacia una acción más diversificada destinada a frenar la atracción del ejemplo cubano ( Iber, 2015IBER, Patrick. (2015), Neither peace nor freedom: The cultural Cold War in Latin America . Cambridge, Harvard University Press. ). El Seminario fue parte de ese despliegue que concibió a las incipientes ciencias sociales como un campo prolífico para influir en las formas de pensar las sociedades latinoamericanas y promover el cambio por vías alternativas a la revolución. En el mismo paquete entró la revista Aportes y la creación del Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (Ilari) en 1966. El escándalo por la verificación de la CIA como fuente de financiación hizo que estas iniciativas se extinguieran, pero no es posible concebir el proceso de profesionalización de las disciplinas sociales en América Latina y su asimilación a las formas de trabajo de la academia anglosajona sin el impulso del CLC ( Janello, 2018JANELLO, Karina. (2018), “As redes editoriais do ILARI no Rio da Prata e a modernização das ciências sociais durante a Guerra Fria cultural latino-americana”. Arquivos do CMD, 7:1. , pp. 69-84).

En 1962, tres años antes del Seminario, Solari fue detectado como la persona más idónea para llevar adelante ese programa en Uruguay2 2 . Ver Louis Mercier Vega a John Hunt, 13/11/1962, iacfr, caja 236, carpeta 4. . Su labor en el ICS lo señalaba como principal promotor de esas tendencias en el país. Además, los representantes del CLC en la región coincidían en la identificación del “tercerismo” como caldo de cultivo del antiimperialismo de los intelectuales y su creciente adhesión a Cuba3 3 . Ver L. Mercier Vega, “Rapport sur la tournée en Amerique Latine”, setiembre de 1961, IACFR, caja 574, carpeta 32. . Esta tradición, que había florecido especialmente entre los estudiantes universitarios y los intelectuales del semanario Marcha , implicaba en el inicio una posición crítica frente a los polos de la Guerra Fría y una calurosa defensa de los movimientos que desde el sur del planeta disputaban con los poderes imperiales. Abarcaba un espectro amplio de adscripciones políticas, mayormente de las izquierdas no comunistas. La decisión de encargar a Solari un estudio crítico de esa tradición muestra la agudeza para detectar una voz que, por provenir de círculos cercanos, fuera escuchada con atención. Efectivamente, la publicación del libro El tercerismo en Uruguay ( Solari, 1965SOLARI, Aldo. (1965), El tercerismo en uruguay: Un ensayo de interpretación . Montevideo, Alfa. ) justo después del Seminario desató una intensa polémica de varios meses en medios de prensa ampliamente leídos por intelectuales y militantes ( Real de Azúa, 1997REAL DE AZÚA, Carlos. (1997), Tercera posición, nacionalismo revolucionario y tercer mundo: Una teoría de sus supuestos . Montevideo, Cámara de Representantes. ).

Solari se mantuvo en estricto silencio público pero no dejó de escribirse con los representantes del CLC, verdaderos artífices del texto, para comentar los avatares del debate y planificar los pasos de la empresa que los unía, incluyendo viajes regionales para fomentar las disciplinas sociales, publicaciones en medios del Congreso, asistencias a coloquios internacionales y, de modo central, la trabajosa publicación del libro resultante del seminario con Lipset. Recién cuando el crítico Ángel Rama terció desde Marcha para volver a mencionar el seminario en relación a la revelación del origen del dinero del CLC, decidió el sociólogo que era hora de hacerse oír ( Rama, 1966RAMA, Ángel. (1966), “El mecenazgo de la CIA”. Marcha , 6/5. ). Además de reivindicar su libertad intelectual, afirmó que los universitarios debían “recibir dinero y asistencia técnica sea cual sea su fuente” y que él mismo aceptaría si “los rusos o los chinos o los cubanos me ofrecen dinero para organizar un Congreso, con las mismas garantías de absoluta independencia”. Lamentó, por sobre todo, el “daño irreparable” de estas “calumnias” para la legitimidad de las ciencias sociales en el continente (Solari, 1966a).

Junto con estos deslindes, lo que el libro y la correspondencia dejan en claro es que, para Solari, la deriva del tercerismo hacia posiciones de apoyo a Cuba significaba el fracaso de la postura supuestamente independiente de sectores intelectuales que, por su redoblado anti imperialismo, se habían vuelto enemigos de cualquier intento de modernización o programa desarrollista, incluyendo el papel de las ciencias sociales en un proyecto de este tipo. Este era el punto central de coincidencia y mutuo beneficio de la relación con el CLC, una organización dirigida a sectores progresistas no comunistas e integrada por personas provenientes de las izquierdas anticomunistas. Para Solari, además, este vínculo entrañaba la posibilidad de actualizar los debates de la sociología uruguaya, modernizar métodos, objetivos y presentación de resultados, formando profesionales más a tono con sus colegas de Estados Unidos y Europa. Era también una oportunidad invalorable de internacionalizar su carrera. Aunque tenía vínculos en la región, especialmente con Gino Germani en Buenos Aires y otros colegas en Chile, fueron las redes y los recursos de su etapa de relacionamiento estrecho con el CLC los que le permitieron viajar asiduamente y entrar en contacto con sociólogos como Lipset que era poco probable que se interesaran por colaborar con el uruguayo.

Paradójicamente, cuando estos esfuerzos empezaban a dar sus frutos, la explosión del escándalo de los fondos de la CIA, el trasfondo de similares incidentes en la región (como el renombrado Plan Camelot en Chile) y las resistencias que estos asuntos despertaron en el espacio académico que había contribuido a formar determinaron su alejamiento del ICS. Según confió a fines de 1966 al delegado del CLC en Montevideo, el gremio estudiantil objetaba los proyectos de sus colaboradores amparado en el sesgo izquierdista y antiimperialista de la dirección universitaria4 4 . Benito Milla a L. Mercier Vega, 31 de agosto, 7 de setiembre y 24 de octubre de 1966, en IACFR, caja 566, carpeta 9. . Para ese entonces, Solari ya había articulado un diagnóstico lapidario de la institución en la que trabajaba. En un texto publicado ese mismo año en la revista del ILARI, señaló que la estructura de dedicación del personal docente conspiraba contra cualquier programa de investigación más o menos ambicioso y que la relación entre matrícula estudiantil y egreso demostraba que se crecía sin planificación (Solari, 1966b).

El diagnóstico tenía coincidencias con las preocupaciones del sector que se venía afianzando en el gobierno universitario desde hacía una década, especialmente luego de la conquista de la autonomía y la coparticipación plena de estudiantes, docentes y egresados en la Ley Orgánica de 1958. Este grupo era diverso pero coincidía en defender esas conquistas con el objetivo central de promover la investigación científica, atender los “problemas nacionales” y cambiar el papel de la institución como mera formadora de las clases dirigentes y las profesiones liberales. La elección como rector del ingeniero Óscar Maggiolo en 1966MAGGIOLO, Óscar. (1966), “Universidad y Cide: Una tesis colonialista del desarrollo”. Marcha , 28/1. marcó el punto más alto de incidencia de esta tendencia que apostaba a la educación superior como motor del cambio social. La relación de esos universitarios con el “desarrollismo que estaba en el aire” ( Altamirano, 1998ALTAMIRANO, Carlos. (1998), “Desarrollo y desarrollistas”. Prismas 2. ) era compleja, pero el Plan de Reestructuración de la Udelar, presentado en 1967 por Maggiolo, estaba impregnado de esas ideas, desde el uso de la planificación indicativa hasta la referencia recurrente a las cifras y análisis de la CIDE ( Markarian, 2018MARKARIAN, Vania. (2018), “Tres partes y tres fuentes: Un ensayo de ubicación del Plan Maggiolo en el contexto intelectual del Uruguay de los sesenta”. In: JUNG, María Eugenia; MARTÍNEZ, María Laura & PAROLI, Pablo. 50 años del Plan Maggiolo: Historia, testimonios y perspectivas actuales . Montevideo, Udelar, 2018. ).

Sin embargo, los escritos de Solari ni siquiera mencionaban esos esfuerzos de reforma sino que se enfocaban en atacar la “ideología de izquierda” del gremio estudiantil, la politización de los cuadros universitarios y su mala interpretación del principio de autonomía como obstáculos esenciales para que la institución cumpliera con sus fines de producción de conocimiento (Solari, 1967, pp. 105-131). A partir de sus lazos con el CLC, el sociólogo había apostado a la modernización de su disciplina desde la creencia liberal en la independencia del conocimiento científico con respecto a las determinantes económicas y políticas. Y durante un tiempo estos vínculos lo habían favorecido. Cuando el escándalo estalló en su cara, sin atisbo de autocrítica, Solari siguió culpando a sus colegas por politizar los espacios académicos. Esta posición lo alejó radicalmente de los terceristas y otros izquierdistas que adherían a un antiimperialismo contrario a recibir fondos de cualquier organización en la órbita de Estados Unidos. Le impidió también entenderse con el sector predominante de la dirigencia universitaria que, aunque abierto a aceptar apoyo extranjero si se adecuaba a sus prioridades para la institución y el país, repudiaba el tipo de compromiso que primero reveló Camelot y poco después las denuncias sobre el CLC. Y lo distanció de alguien como Maggiolo, que compartía algunos de sus presupuestos sobre el vínculo entre educación y desarrollo y, como demostró su plan, estaba dispuesto a defender la transformación de la institución para “servir mejor al país” (Maggiolo, 1966). Seguramente no era posible acercar posiciones una vez que se había mentado a la CIA, pero no hay evidencia de que Solari hiciera ningún esfuerzo por analizar sus propias responsabilidades en el asunto.

Además, el sociólogo aceptó un cargo en Ilpes (Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, Cepal) y se radicó en Santiago de Chile en 1967, justo cuando los debates en torno al llamado “Plan Maggiolo” abrieron la oportunidad de pensar el lugar del conocimiento de lo social en la Universidad, un tema que le preocupaba sinceramente hacía más de una década. No estuvo, por ejemplo, en el renombrado Seminario de Estructuras Universitarias dirigido por Darcy Ribeiro a mediados de 1967, en simultáneo con la presentación y discusión del plan, donde participaron más de setenta universitarios interesados en la reforma de su institución. Allí se debatieron varias propuestas de organización de las áreas sociales y humanísticas de muy diferente orientación e inspiración. En ausencia de Solari, no hubo una intervención específica sobre la sociología y los debates se concentraron en los deslindes disciplinares de las posibles nuevas estructuras, sus eventuales competencias y solapamientos con las existentes (Schaeffer et al ., 1969-1970). El documento de Maggiolo, por su parte, daba prioridad a las disciplinas de lo social que entonces se veían como más cercanas al método científico: la sociología y la economía, que adquirían la categoría de “instituto central”, principal innovación en materia de organización de la actividad académica5 5 . Ver Consejo Directivo Central (CDC), Distribuidos , 396/67, “Plan de Reestructuración de la Universidad presentado por el Rector de la Universidad Óscar J. Maggiolo”, julio de 1967, Archivo General de la Universidad de la República (en adelante AGU). . Aunque no llegó a aplicarse integralmente, este planteo tuvo consecuencias concretas en los subsiguientes intentos de reorganizar los campos de estudio social en la Udelar, ya sin la presencia de Solari.

La nueva dirección del Instituto de Ciencias Sociales

Su legado y su espectro reinaron sin embargo sobre esos intentos. Una polémica desplegada en Marcha a fines de 1967 con motivo del libro resultante del seminario organizado con Lipset en 1965 sirve de punto de partida para conocer cuánto impactó en la camada de sociólogos que quedó al frente de esa tarea (Lipset y Solari, 1967a, 1967b). Arrancó Real de Azúa criticando la adhesión de esos autores a la “sociología norteamericana” (“símbolo” del “síndrome de soberbia nacional” de Estados Unidos). Atacó sus métodos y las supuestas virtudes de su carácter científico y rescató a los intelectuales latinoamericanos (“nuestros filósofos y ensayistas”) del desprecio al que esa concepción los sometía para elevar a sus “técnicos”, “profesionales” y “científicos”. Acusó también a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), donde hacía una década se formaban grandes contingentes de cientistas sociales de toda América Latina, de “escuela del cipayismo”. Y remató: “yo no estoy seguro de que cuando un joven sociólogo flacsista ve un intelectual no haga una ficha y la remita a la agencia de seguridad más próxima a su domicilio” (Real de Azúa, 1967a, 1967b).

Le contestó Alfredo Errandonea hijo que estaba entonces terminando un seminario en Flacso y era docente del Instituto de Ciencias Sociales. Asumiendo el sayo de “joven flacsista”, defendió el “cultivo científico” como “camino más azaroso y menos heroico” para promover el cambio social. Sostuvo también que el “autonomismo cerril y retrógrado” del veterano polemista concedía en exclusividad a los “desarrollistas”, como Solari y Lipset, el reino de la ciencia y excluía a los que, como él, querían ser “personeros del futuro” para “superar el imperialismo capitalista”. No dudó, por último, en tildar al “primer desarrollista criollo” de “ideólogo disfrazado de técnico” (Errandonea, 1967a, 1967b y 1967c).

El intercambio nos da algunas pistas sobre la forma en que los jóvenes sociólogos uruguayos trataban de proyectar el futuro de su disciplina a la sombra de Solari. Como ha dicho Gerónimo de Sierra, también protagonista de ese período, el empeño estaba puesto en legitimarse mediante una operación de ruptura con el pasado inmediato (De Sierra, 2007, p. 356). En este sentido el mote de “flacsistas” no era útil porque Solari tenía vínculos con Flacso y en 1964 había alentado el regreso al país de Carlos Filgueira, uno de los primeros uruguayos que estudió allí, para que lo ayudara a consolidar su proyecto al frente del Instituto ( Trindade, 2013TRINDADE, Hélgio (ed.). (2013), Las ciencias sociales en América Latina. Buenos Aires, Eudeba. , p. 283). En términos generales, además, la camada formada mayoritariamente en Flacso no renegaba del afán de la generación de Solari de profesionalizar la disciplina mediante la “investigación empírica con métodos y técnicas controlables”, según se enseñaba en ese organismo pionero de las ciencias sociales en América Latina. Su orgullo era haber sobrepasado a sus maestros también en los terrenos de la “lógica de la investigación”, las “nociones epistemológicas” y las “técnicas estadísticas” ( De Sierra, 2007DE SIERRA, Gerónimo. (2007), “Las ciencias sociales en Uruguay: Un caso de desarrollo y profesionalización tardíos”. In: TRINDADE, Hélgio (ed.). Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada . México, Siglo XXI. , p. 348; Errandonea, 2003ERRANDONEA, Alfredo. (2003), “Historia institucional de la sociología”. Revista de Ciencias Sociales 16:21. , p. 33).

Así, mientras Solari estaba preocupado por “la tendencia creciente en América Latina entre los sociólogos jóvenes a confundir el uso de un lenguaje abstruso con la construcción de la ciencia” (Solari, 1967, p. 10), muchos de éstos lo tacharon de “ensayista” ( Franco, 2001FRANCO, Rolando (ed.). (2001), Sociología del desarrollo, políticas sociales y democracia: Estudios en homenaje a Aldo E. Solari . México, Siglo XXI/Cepal. ). Por encima de esas acusaciones, el verdadero eje del cisma generacional era la equiparación de esa construcción disciplinar con el estructural-funcionalismo y la sociología de la modernización como recetas para la investigación y el diseño de políticas públicas. Varias décadas más tarde, Errandonea definió esa primera fase de la sociología en Uruguay, superada en 1967 con la partida de Solari, en base a su credo de que el país saldría de la crisis a partir de la “voluntad política de planificar el desarrollo” mediante “cambios estructurales” que estaban “al alcance de la propia sociedad nacional”; y de que era responsabilidad de los “técnicos” convencer a las “elites políticas” de la importancia de tal misión ( Errandonea, 2003ERRANDONEA, Alfredo. (2003), “Historia institucional de la sociología”. Revista de Ciencias Sociales 16:21. , p. 28).

Efectivamente, desde 1967, con el apartamiento de Solari y la dispersión de varios de sus colaboradores, estas ideas fueron perdiendo preponderencia en la orientación del ICS. La dirigencia del Centro de Estudiantes de Derecho (CED) tuvo un papel preponderante en esta etapa y se valió del clima reformista del rectorado de Maggiolo para activar el cambio de rumbo del servicio. Promovió como director a Alfredo M. Errandonea que, además de padre del flacsista en cuestión, era un abogado diez años mayor que Solari pero de reciente ingreso como docente de ciencia política en la Udelar. Se trató, fundamentalmente, de aprovechar la oportunidad que abría la inclusión de la sociología como disciplina meritoria de un instituto central de investigación en el plan presentado por el rector a mediados de 1967. Efectivamente, la declaración como tal del Instituto de Ciencias Sociales en 1968 fue el impulso para una real institucionalización académica de la sociología en el país. Allí se aglutinó el primer núcleo docente con alta dedicación y sistemáticamente formado, mayormente en el exterior y primordialmente en Flacso. Sus logros más importantes fueron la realización de concursos para la provisión efectiva de cargos docentes en 1969 y la aprobación del nuevo plan de estudios en 1971, que creó la Licenciatura en Sociología.

Los estudiantes nucleados en el CED participaban formalmente del gobierno tripartito del Instituto y tuvieron por tanto voz y voto en todas esas decisiones. A pesar de su edad, la mayoría tenía un historial importante de militancia gremial y política. Todos asistieron al primer “curso de formación de investigadores en ciencias sociales” promovido por Errandonea padre y opinaron sobre las características del concurso internacional que formó el primer plantel estable de investigadores. El tribunal estuvo integrados por tres mujeres: la marxista chilena Marta Harnecker, la socióloga de la educación argentina Ana María Eichelbaum de Babini y la especialista en movimientos sociales, Inés Izaguirre, también argentina. Resultaron ganadores Enrique Cárpena y Liliana de Riz, dos sociólogos argentinos que huían de la dictadura de Onganía, dos flacsistas ya mencionados (Filgueira y Errandonea hijo) y otro uruguayo con estudios en Lovaina (de Sierra) ( Aguiar, 2016AGUIAR, César. (2016), “La peripecia fundacional”. In: ALONSOS, José M. et al. Académicos sin universidad, un testimonio: Los primeros veinte años de Ciedur . Montevideo: inédito. , pp. 6-7).

Durante 1970, la nueva plana mayor del Instituto se abocó a diseñar los planes de estudio para la proyectada licenciatura y también a modificar los de abogacía y notariado a partir de la concepción del derecho como una ciencia social, con la introducción de un “ciclo básico” común a todas las titulaciones de la Facultad. Asumió también la docencia de la sociología como materia introductoria en los “ciclos básicos” de otras facultades e inició cursos en el interior del país. Simultáneamente, se crearon grupos de investigación con vistas a convertirse en futuros institutos dedicados a otras ciencias sociales. La organización de la biblioteca y la edición de los Cuadernos de Ciencias Sociales entre 1970 y 1973 completaron un panorama de la efectiva institucionalización de la sociología universitaria en esta etapa ( Aguiar, 2016AGUIAR, César. (2016), “La peripecia fundacional”. In: ALONSOS, José M. et al. Académicos sin universidad, un testimonio: Los primeros veinte años de Ciedur . Montevideo: inédito. , pp. 6-7; De Sierra, 2007DE SIERRA, Gerónimo. (2007), “Las ciencias sociales en Uruguay: Un caso de desarrollo y profesionalización tardíos”. In: TRINDADE, Hélgio (ed.). Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada . México, Siglo XXI. , pp. 346-352, Errandonea, 2003ERRANDONEA, Alfredo. (2003), “Historia institucional de la sociología”. Revista de Ciencias Sociales 16:21. , p. 36; Filgueira, 1986FILGUEIRA, Carlos. (1986), “Sociología”. In: CINVE, Ciencia y tecnología en el Uruguay . Montevideo, MEC. , pp. 177-181).

Nada de esto se logró sin tensiones internas, en parte porque, como dijo Filgueira décadas después, se “tendía a abarcar [...] mucho más de lo que [...] podía aportar un pequeño núcleo en consolidación”, en parte porque había enormes presiones políticas sobre la orientación que se daría a las nuevas estructuras y posiciones (Filgueira, 1986, p. 180). Lo prevalente en los nóveles cuadros docentes fue la crítica al desarrollismo, a la sociología de la modernización y al estructural-funcionalismo pero sin rechazar el instrumental perfeccionado en Estados Unidos y otros países para servir a esas “teorías conservadoras”, como dijo el director Errandonea (Errandonea, 1969). Así, los sociólogos uruguayos se pusieron a tono con las tendencias latinoamericanas y abrazaron el dependentismo en sus varias versiones: marxista en André Gunder Frank, historicista en Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto y en clave de “colonialismo interno” en Pablo González Casanova, entre otras. También hubo influencias de las corrientes renovadas de la historiografía nacional con énfasis en la historia social, el “revisionismo histórico” y el marxismo. Según la recapitulación de Errandonea hijo, el período se caracterizó “por la rispidez de las discrepancias, en un debate que no llegaba a sustanciarse [...] pero que tenía puntos álgidos” en asuntos como la estructura de clases, las declinaciones del dependentismo y, fundamentalmente, las trabas del sistema imperial con centro en Estados Unidos. Este último énfasis, liderado por de Sierra, Cárpena y de Riz, era prevalente entre los quince investigadores del Instituto (Errandonea, 2003, pp. 34-36).

Visto el panorama, no puede extrañarnos que Solari estuviera contento de haberse ido, como confesó desde Santiago a sus viejos amigos del CLC a fines de 1967, mientras éstos trataban de mantener a flote los proyectos de ciencias sociales que habían quedado huérfanos en Montevideo6 6 . Ver B. Milla a L. Mercier Vega, 27 de noviembre de 1967, en IACFR, caja 566, carpeta 9. . Les preocupaba no sólo la situación política y las tensiones universitarias sino la deriva general de los cientistas sociales que, tal como vieron en la polémica entre Real y Errandonea hijo sobre el “flacsismo”, parecían más interesados en clasificar a las personas y los centros académicos en base a una “concepción policial” que en debatir enfoques, problemas y contenidos. Estaban convencidos, por tanto, de que no valía la pena intentar ningún nuevo acercamiento con el ICS y redujeron su escasa presencia en el país a proyectos vinculados con las artes plásticas7 7 . L. Mercier Vega a B. Milla, 5 de diciembre de 1967, y Mercier a Milla, 11 de diciembre de 1967, caja 566, carpeta 9. .

De todos modos, la política de los sectores predominantes en el Instituto era, en palabras de Errandonea padre, “desconfiar de los poderes dadivosos” (Errandonea, 1969). Continuaron los viajes de formación pero se mantuvo un ánimo vigilante con respecto a los destinos y financiadores. La peripecia de Carlos Filgueira da cuenta de las pasiones y contradicciones que estos temas siguieron despertando. El pionero flacsista uruguayo, retornado en 1964 con apoyo de Solari, se marchó en 1967 a Belo Horizonte para participar en un programa de posgrado en ciencia política financiado por la Fundación Ford en el marco de un convenio entre el gobierno autoritario brasileño y la USAID. En 1969, como vimos, ganó el primer lugar en el concurso para “jefes de investigación” del Instituto. Este resultado despertó grandes resistencias de los militantes estudiantiles y el conjunto de sus colegas, que firmaron una carta donde lo acusaban de complicidad con la dictadura por haber participado de ese convenio ampliamente denunciado por sus pares en Brasil. Decidido a regresar de todas maneras, tuvo que enfrentar el boicot de sus clases y una campaña de carteles en las paredes de la Facultad con la consigna “Fuera los imperialistas”. Luego de soportar esta situación durante más de un año, los estudiantes reconocieron hacia 1971, con el lanzamiento de la licenciatura, que su aporte en las materías de metodología y teoría era esencial para su formación y se reconciliaron con su presencia ( Trindade, 2013TRINDADE, Hélgio (ed.). (2013), Las ciencias sociales en América Latina. Buenos Aires, Eudeba. , pp. 291-292).

Para ese entonces, Filgueira y otros muchos docentes y estudiantes del Instituto habían decantado su militancia política hacia las experiencias fundadoras de la coalición de las izquierdas uruguayas en el Frente Amplio (FA) y buscaban apoyarla desde la especificidad de sus saberes. Según César Aguiar, joven protagonista de esta etapa, sólo los Errandonea, desde su primordial anarquismo, y de Sierra, desde una postura radical, se negaron a participar en la implementación de encuestas durante la campaña electoral para mantener informada a la dirigencia de la nueva fuerza política. Durante 1971, el Centro de Estudios de Opinión Pública (Ceop), creado ad hoc por varios integrantes del ICS, realizó tres encuestas nacionales para el FA con la colaboración en el diseño muestral del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Administración. Era una experiencia poco frecuente en el país y mucho menos en esas tiendas. Aguiar reconoció que la calidad del estudio fue “bastante mala” pero destacó que pudieron informar a los dirigentes que perderían “ampliamente” en Montevideo (Aguiar, 2016, pp. 6-8). Esta actividad se realizó de modo paralelo a la reorientación de las líneas de investigación del Instituto hacia temas de conyuntura, dejando parcialmente de lado el estudio de la estructura de clases en clave histórica hacia temas como campañas y resultados electorales y la intervención de los militares en política que habían tenido menos presencia en el primer período.

Ya hacia fines 1971 se empezó a manifestar un nuevo cisma en el Instituto que seguramente sumaba discrepancias de orientación teórico-metodológica a las diferencias políticas generadas por el nacimiento del FA. A comienzos de 1972, la aparición de la Revista Uruguaya de Ciencias Sociales , asociada al Centro de Investigaciones Sociales de Montevideo y dirigida por Errandonea hijo, expresó esas diferencias, que ahora parecían insalvables. Luego de encomiar el camino iniciado en 1968 con la reestructuración del servicio, su primer editorial proclamaba el “naufragio” de ese intento “en medio de las pequeñas ambiciones, la intolerancia y la incomprensión; lógicas resultancias de una Universidad que – al igual que el país, y como reflejo de El – se sumerge cada vez más en una aguda crisis desintegrativa.” Ese espacio, remataban, estaba “estancado y sin capacidad efectiva de producción científica de relieve, en vías de convertirse en mera sede de cursos. Para nuestros propósitos constituye una etapa clausurada.” Como trasfondo estaban la renuncia de Errandonea padre y la designación del filósofo Mario H. Otero como director interventor en esa etapa de transición8 8 . Ver CDC, Actas de sesiones , 13 y 27 de diciembre de 1971, AGU. . En la presentación del segundo número de la revista oficial del Instituto, Otero dio algunas pistas de la crisis. Recalcó la necesidad de “desmitificación del cargo de Director” y la utilidad de una ordenanza que legitimara las decisiones colectivas, sin desconocer que la situación general de la Udelar y del propio servicio, especialmente la falta de recursos, podrían derivar en una existencia meramente “nominal” (Otero, 1972). El posterior nombramiento de Filgueira como director efectivo, a casi tres años del concurso de 1969, señaló la culminación de esta etapa ( Trindade, 2013TRINDADE, Hélgio (ed.). (2013), Las ciencias sociales en América Latina. Buenos Aires, Eudeba. , p. 292).

Avatares de una institucionalización tardía

El abanico de tensiones que acabamos de relatar signó el rumbo de la tan ansiada institucionalización de la sociología dentro de la Universidad de la República, tal como se produjo en el lustro posterior a la partida de Solari. No está de más apuntar que se hizo con un retraso notorio con respecto a la región. Tanto en Brasil como en Argentina y Chile, con sus muchas disparidades, las ciencias sociales se habían consolidado como disciplinas universitarias años antes con sus respectivas instancias de formación, grupos de investigación y agendas de trabajo. En Uruguay, el proceso fue tardío incluso con respecto a áreas cercanas como la economía y la historia, pero no tanto en relación a la ciencia política y la antropología, que recién se establecieron en las décadas siguientes. En el caso de la economía, los esfuerzos realizados desde los años cuarenta lograron fortalecer la investigación, generar información confiable, colaborar con organismos técnicos en la órbita estatal y autonomizar la carrera de economista. El trabajo del Instituto de Economía expresó interpretaciones diferentes de la historia económica y la crisis contemporánea, desde el desarrollismo cepalino hasta la declinación dependentista de fines de los sesenta, pero no estuvo tan fuertemente atravesado por las tensiones derivadas del propio proceso de institucionalización, que ya se había cumplido a grandes rasgos cuando se procesó la transición de tendencias (Barbato, 1986; Messina, 2019MESSINA, Pablo. (2019), “ El Proceso Económico del Uruguay: Las peculiaridades del dependentismo uruguayo ”. Montevideo, inédito. ). Si sumamos la mayor disponibilidad de fondos de la Udelar y la relativa capacidad de sus autoridades para evitar escándalos al recibir partidas extra presupuestales, tendremos un panorama menos dramático que el que debieron afrontar los sociólogos al tratar de afianzarse en la Facultad de Derecho9 9 . Según Filgueira, la economía contaba con el 73% del presupuesto asignado a las ciencias sociales en la Udelar, mientras que la sociología con el 13% ( De Sierra, 2007 , p. 349). .

Esa coyuntura hizo más compleja la búsqueda de herramientas para responder a las enormes exigencias de una situación social y política explosiva que sus pares de otros países o disciplinas acometieron desde una situación institucional más consolidada. Durante el período más denso de ese proceso, entre la declaración como instituto central en 1968 y la aprobación del plan de estudios de la licenciatura en 1971, Marcha publicó una retahíla de artículos enfocada en la capacidad de la nueva sociología universitaria de enfrentar los desafíos de una época de gran radicalización política en todo el continente, siempre con tono de advertencia sobre lo que no debía hacerse en nuestro medio.

Un buen ejemplo fue la publicación en enero de 1969 de una nota del argentino Daniel Goldstein sobre las denuncias de sectores estudiantiles nacionalistas de la Universidad de Buenos Aires y varios intelectuales de izquierda sobre el Proyecto Marginalidades, financiado por la Fundación Ford. Comenzó así una intensa polémica sobre las implicancias de relevar mediante el método de encuesta a las poblaciones más pobres del continente. Según Goldstein, se estaba colaborando con “una nueva agencia de inteligencia [...] con la misión de coleccionar información y proponer líneas de acción contrarrevolucionaria” para los “pueblos neocoloniales” (Goldstein, 1969). Esta posición replicaba la sospecha de Real sobre los jóvenes flacsistas: los propios métodos de recolección de datos ponían a la sociología al servicio del poder imperial, sin importar que los responsables directos del proyecto (José Nun, Miguel Murmis, Juan Carlos Marín y Ernesto Laclau, en este caso) tuvieran notorias credenciales izquierdistas. El intercambio subsiguiente, con respuestas y acusaciones cruzadas entre Nun y varios ensayistas argentinos, planteó un dilema aparentemente insalvable para los cientistas sociales de izquierda de la época entre la adhesión a ciertos métodos y sus usos como instrumentos de cambio social (Nun, 1969; Viñas, 1969VIÑAS, Ismael y otros. (1969), “Cartas de los lectores: Sociología e imperialismo”. Marcha , 31/1. ; Goldstein y Nun, 1969GOLDSTEIN, Daniel & NUN, José. (1969), “La polémica sobre el proyecto Marginalidad”. Marcha , 28/2. ).

Más allá de las particularidades de los campos de estudio donde se insertó este proyecto, que ha analizado minuciosamente el historiador Mariano Plotkin, el debate permite vislumbrar dos posiciones que también se expresaron en el ambiente uruguayo. De un lado, quienes apelaban a un “doble mecanismo de legitimación” como intelectuales de izquierda y como académicos transnacionales, dos “sistemas de legitimación aparentemente incompatibles pero que se habían desarrollado de manera simultánea en el campo de las ciencias sociales locales” (Plotkin, 2015). Para estos, entre ellos Nun y muchos de nuestros flacsistas, era posible usar los métodos favorecidos por las agencias financiadoras para promover la “capacidad revolucionaria de las clases explotadas latinoamericanas” (Nun, 1969). O, como dijo en palabras más simples Errandonea padre sobre el final de la polémica en Marcha: a la hora de la evaluación del instrumental, había que actuar “sin odio y sin amor; odio y amor sólo a los valores” ( Errandonea, 1969ERRANDONEA, Alfredo. (1969), “Ciencias sociales, problema político: Entrevista a A. Errandonea”. Marcha , 17/10. ). Del otro lado se posicionaban quienes, como Goldstein (y también los primeros denunciantes de los vínculos de Solari con el CLC), censuraban la participación en “investigaciones auspiciadas o subvencionadas por organizaciones que puedan ejercer presión [...] sobre los hombres como objeto de estudio. Los cientistas sociales no deben aceptar colaborar con el enemigo. Los sociólogos latinoamericanos no deben olvidar que Camilo Torres era sociólogo” (Goldstein, 1969). La referencia a Torres agregaba dramatismo porque el sacerdote colombiano, pionero de la Teología de la iberación y fundador de la escuela de sociología de América Latina en la Universidad Nacional de Colombia, se había enrolado en un grupo guerrillero y había sido asesinado en su primera experiencia de combate a comienzos de 1966. Seguramente era su ejemplo el que había invocado Errandonea hijo al lanzarle a Real de Azúa a fines de 1967 que el “cultivo científico” de la sociología era un “camino más azaroso y menos heroico” que el de la lucha armada para promover el cambio social (Errandonea, 1967a).

No siempre fue fácil, sin embargo, ubicarse sin ambages en uno de los bandos porque, como señala Plotkin en base al análisis de Pierre Bourdieu, los mecanismos de legitimación muchas veces se solapaban o tomaban el lenguaje de un campo para posicionarse en otro (Plotkin, 2015). Así, por ejemplo, las críticas por izquierda solían provenir de quienes no participaban de los nuevos sistemas de prestigio y recompensa propiciados por las formas modernas de cultivo de las disciplinas sociales a partir de los subsidios internacionales. La acusación de “cientificismo” contra quienes creían poder separar los métodos de recolección de los usos de la información reponía el contenido político a todos los proyectos de investigación, pero era también una estrategia para disputar hegemonías internas por parte de los excluidos de ciertos circuitos. En otras situaciones, esos acusados reaccionaban contra colegas que habían aceptado dinero de organizaciones que estaban demasiado comprometidas como para salvaguardar la pureza de los proyectos que auspiciaban. Los avatares del retorno de Filgueira en 1969 son un buen ejemplo de esas contradicciones y fluctuaciones de los bandos que dividían a los cientistas sociales de izquierda del momento, con los dos Errandonea avalando la denuncia de complicidad con el “malón gorila contra la universidad brasileña”. El problema se volvió lo suficientemente acuciante como para que a fines de ese año el Instituto organizara un seminario para discutir estos temas y a nivel central la Universidad convocara un foro sobre las políticas de investigación científica y la “neta penetración imperialista a través de las ayudas económicas”, un asunto que no podía seguir quedando librado a la voluntad individual de los docentes.

Para ese entonces era bastante claro que el gobierno de Estados Unidos había perdido interés (o confianza) en iniciativas como las del CLC y que las fundaciones desplegaban lógicas de penetración académica que no podían reducirse a la política exterior de ese país. La documentación del Departamento de Estado revela que desde 1967, aproximadamente, ya no se apostaba a ganar a la izquierda moderada o a los sectores reformistas sino que se empleaba una estrategia menos sutil para cambiar la correlación de fuerzas en la Universidad de la República. Se mantuvieron los intercambios de estudiantes y los programas de asistencia en varias facultades, pero desde comienzos de ese año el embajador en Uruguay dio muestras de apoyar la creación de una universidad privada, confesional o no, para contrarrestar la influencia de la Udelar en la escena intelectual local10 10 . Ver por ejemplo “Memorandum for Ambassador Hoyt”, 5 de enero de 1967, “John L. Topping to George H. Thigpen”, 26 de enero de 1967; “Educational and Cultural Exchange Program Request for Uruguay”, 1 de setiembre de 1967; y “Debriefing of Ambassador Hoyt”, 27 de setiembre de 1967, State Department (Record Group 59, Box 4) en National Archives and Records Administration (NARA), disponible en la página del Grupo de Estudios Interdisciplinarios del Pasado Reciente (Geipar) de la Udelar: http://www.geipar.udelar.edu.uy (en adelante citado como Nara-Geipar). . Los contactos con los sectores de derecha habían sido constantes durante todo el período, pero siempre con una puerta abierta hacia grupos cercanos a la orientación predominante en la casa de estudios desde 1958. En más de una ocasión, los representantes de las derechas se habían quejado de que las ayudas y becas habían favorecido a los “extremistas”11 11 . Ver por ejemplo “Memorandum of conversation”, American Embassy, Montevideo, 24 de noviembre de 1965, State Department (Record Group 59, Box 2) y “Memorandum of conversation”, American Embassy, Montevideo, 11 de agosto de 1965, State Department (Record Group 59, Box 3), en Nara-Geipar. . Más allá de lo exacto de la afirmación, es claro que la diversidad de vínculos se fue extinguiendo hacia fines de los sesenta, sustituida por una clara predominancia de quienes buscaban el “establecimiento de ciencias democráticas” y trataban de trasladar sus proyectos con financiación extranjera a la órbita privada12 12 . Ver por ejemplo el caso del Dr. Antonio Borrás, en “John L. Topping to Lt. Col. Richard E. Krause”, 22 de enero de 1968, State Department (Record Group 59, Box 2792) en Nara-Geipar. . A nivel nacional se trataba, de modo más crudo, de “inclinar la balanza” en favor del nuevo gobierno del colorado Jorge Pacheco Areco, claramente autoritario y brutalmente represivo aunque todavía legitimado en elecciones democráticas13 13 . “Memorandum from ARA-LA/APU to ARA”, 8 de mayo de 1968, State Department (Record Group 59) en Nara-Geipar. .

La radicalización de la situación política nacional y regional había ido cerrando el espacio para cualquier posibilidad de acuerdo entre la Universidad y el gobierno. La discusión sobre la reforma institucional quedó relegada a ámbitos cada vez más circunscriptos mientras crecían las disputas internas y los continuos enfrentamientos con los sectores conservadores de los partidos tradicionales. Proliferaron entonces las amenazas de intervención, los allanamientos ilegales y hasta los asesinatos de estudiantes en las calles de Montevideo por parte de la policía. Muchos en la izquierda fueron a su vez desentendiéndose de los aspectos específicos de la política universitaria que ahora veían como un campo de reclutamiento para proyectos más radicales, incluyendo el de la guerrilla urbana. En 1972 asumió como rector Samuel Lichtensztejn, joven profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Administración con poca actuación en el cogobierno. Como primer rector proveniente de las ciencias sociales desde la Ley Orgánica de 1958, quiso también renovar la estructura académica pero su mandato estuvo marcado por la polarización y el enfrentamiento. En ese marco, como es obvio, también la posibilidad de seguir construyendo una sociología científica que mantuviera una apertura hacia la promoción del cambio social fue perdiendo ímpetu hasta la intervención de la casa de estudios por parte del gobierno autoritario instalado con el golpe de Estado de junio de 1973.

¿Final de juego?

¿Qué hicieron entonces los protagonistas de la historia que venimos contando? Solari se quedó durante toda la dictadura uruguaya en Chile. El puesto en ILPES fue el verdadero despegue de una carrera internacional que había tenido impulso esencial en sus colaboraciones con el CLC. Volvió a Uruguay en los años ochenta, en tiempos de transición a la democracia, para asumir un puesto directivo en el organismo central de enseñanza pública a pedido del presidente Julio María Sanguinetti. Murió en Montevideo en 1989.

De los sociólogos que se habían puesto al hombro la reorganización del Instituto luego de su partida, muchos marcharon al exilio y se insertaron en universidades y organizaciones internacionales. Todos vivieron con consternación lo que sucedía en el país. El espacio institucional donde se habían formado fue completamente desmantelado por las autoridades interventoras. En términos globales, cerca de la mitad del plantel docente fue destituido por razones políticas. El ICS fue clausurado. En 1974 reabrió como Instituto de Estudios Sociales dependiente de rectorado. Cambió casi totalmente de áreas de interés y dejó de formar sociólogos y especialistas en temas considerados “peligrosos” (marxismo, dependentismo y enfoques estructurales) para hacer énfasis en asuntos más técnicos como codificación y análisis de datos, estadística, análisis psicosocial, comunicación de masas etc. ( Markarian, 2015MARKARIAN, Vania. (2015), “La Universidad intervenida: Cambios y permanencias de la educación superior uruguaya durante la última dictadura, 1973-1984”. Cuadernos Chilenos de Historia de la Educación 4. ). No se volvió a consolidar la licenciatura. No hubo en Uruguay, como en Brasil y hasta cierto punto en Argentina, un proyecto de modernización universitaria bajo signo conservador sino una serie de medidas más o menos coherentes destinadas a satisfacer las demandas de una institución orientada a las necesidades inmediatas del mercado de trabajo (Patto, 2014; Bekerman, 2010BEKERMAN, Fabiana. (2010), “Modernización conservadora: La investigación científica durante el último gobierno militar en Argentina”. In: BEIGEL, Fernanda (ed.). Autonomía y dependencia académica: Universidad e investigación científica en un circuito periférico, Chile y Argentina, 1950-1980 . Buenos Aires, Biblos. ).

Los cientistas sociales que quedaron en el país, casi todos impedidos de trabajar en la Universidad y otros espacios estatales, buscaron continuar una tradición trunca. En su mayoría se reorientaron hacia el sector privado. Algunos han contado la historia de estos años como una etapa heroica de las ciencias sociales. Son relatos donde impera la idea de “resistencia”, pieza central del lenguaje político y cultural de la oposición a la dictadura. Así, en la memoria de varios integrantes de esa generación, los centros privados fueron espacios donde se preparó el pensamiento crítico para cuando llegara la democracia ( De Sierra, 2007DE SIERRA, Gerónimo. (2007), “Las ciencias sociales en Uruguay: Un caso de desarrollo y profesionalización tardíos”. In: TRINDADE, Hélgio (ed.). Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada . México, Siglo XXI. ; Prates, 1987PRATES, Suzana. (1987), Los centros autónomos en ciencias sociales en el Uruguay: Trayectorias y perspectivas . Montevideo, Ciesu/Banda Oriental. ). Se los reconoce también como años dinámicos con enormes cambios en los enfoques teóricos y las relaciones académicas bajo el signo de la profesionalización, la especialización y la productividad. Se suele elogiar, además, la profundización de los procesos de internacionalización con vínculos más estrechos con las fundaciones internacionales y diferentes centros de capacitación de alto nivel ( De Sierra, 2007DE SIERRA, Gerónimo. (2007), “Las ciencias sociales en Uruguay: Un caso de desarrollo y profesionalización tardíos”. In: TRINDADE, Hélgio (ed.). Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada . México, Siglo XXI. , pp. 355-357; Filgueira, 1986FILGUEIRA, Carlos. (1986), “Sociología”. In: CINVE, Ciencia y tecnología en el Uruguay . Montevideo, MEC. , pp. 181-185). Ya no se hablaba tanto de los condicionamientos de estas formas de financiamiento pero es claro que los modos de trabajo habían cambiado radicalmente. Los programas de investigación y formación de perfil más académico convivieron con estudios de opinión pública, encuestas de mercado y relevamientos sectoriales. Al inicio del proceso de transición, en los tempranos ochenta, estos centros se abrieron a difundir sus resultados como parte de una esfera pública que se iba recuperando ( Brunner y Barrios, 1987BRUNNER, José Joaquín & BARRIOS, Alicia. (1987), Inquisición, mercado y filantropía: Ciencias sociales y autoritarismo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay . Santiago de Chile, Flacso. , pp. 141-179).

En la segunda mitad de esa década, con el fin de la dictadura, muchos de nuestros cientistas sociales volvieron desde el exterior o desde los propios centros privados a sus puestos en la Universidad de la República, que recobró sus formas tradicionales de funcionamiento a partir de 1985. A pesar de la restricción de recursos que caracterizó esta etapa, los alentaba la esperanza de retomar el proceso de institucionalización de las ciencias sociales truncado en esa institución a comienzos de los setenta. La aspiración se concretó finalmente, no sin grandes dilemas y renovadas disputas, con la creación de la Facultad de Ciencias Sociales en 1991. Este proceso significó una transferencia casi total de los modos de producción de conocimiento incorporados en la década anterior dentro y fuera del país al ámbito público recuperado. Empezaron a aparecer entonces los recuentos de la etapa fundacional de la sociología uruguaya donde aquellos “jóvenes flacsistas” volvieron con cierta nostalgia sobre el papel pionero de Solari y hasta las virtudes del viejo desarrollismo. Pero eso es realmente otra historia.

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  • VIÑAS, Ismael y otros. (1969), “Cartas de los lectores: Sociología e imperialismo”. Marcha , 31/1.
  • 1
    . Ver documentación sobre el seminario en International Association for Cultural Freedom Records, cajas 448 y 449, Special Collections Research Center, University of Chicago Library (en adelante IACFR).
  • 2
    . Ver Louis Mercier Vega a John Hunt, 13/11/1962, iacfr, caja 236, carpeta 4.
  • 3
    . Ver L. Mercier Vega, “Rapport sur la tournée en Amerique Latine”, setiembre de 1961, IACFR, caja 574, carpeta 32.
  • 4
    . Benito Milla a L. Mercier Vega, 31 de agosto, 7 de setiembre y 24 de octubre de 1966, en IACFR, caja 566, carpeta 9.
  • 5
    . Ver Consejo Directivo Central (CDC), Distribuidos , 396/67, “Plan de Reestructuración de la Universidad presentado por el Rector de la Universidad Óscar J. Maggiolo”, julio de 1967, Archivo General de la Universidad de la República (en adelante AGU).
  • 6
    . Ver B. Milla a L. Mercier Vega, 27 de noviembre de 1967, en IACFR, caja 566, carpeta 9.
  • 7
    . L. Mercier Vega a B. Milla, 5 de diciembre de 1967, y Mercier a Milla, 11 de diciembre de 1967, caja 566, carpeta 9.
  • 8
    . Ver CDC, Actas de sesiones , 13 y 27 de diciembre de 1971, AGU.
  • 9
    . Según Filgueira, la economía contaba con el 73% del presupuesto asignado a las ciencias sociales en la Udelar, mientras que la sociología con el 13% ( De Sierra, 2007DE SIERRA, Gerónimo. (2007), “Las ciencias sociales en Uruguay: Un caso de desarrollo y profesionalización tardíos”. In: TRINDADE, Hélgio (ed.). Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada . México, Siglo XXI. , p. 349).
  • 10
    . Ver por ejemplo “Memorandum for Ambassador Hoyt”, 5 de enero de 1967, “John L. Topping to George H. Thigpen”, 26 de enero de 1967; “Educational and Cultural Exchange Program Request for Uruguay”, 1 de setiembre de 1967; y “Debriefing of Ambassador Hoyt”, 27 de setiembre de 1967, State Department (Record Group 59, Box 4) en National Archives and Records Administration (NARA), disponible en la página del Grupo de Estudios Interdisciplinarios del Pasado Reciente (Geipar) de la Udelar: http://www.geipar.udelar.edu.uy (en adelante citado como Nara-Geipar).
  • 11
    . Ver por ejemplo “Memorandum of conversation”, American Embassy, Montevideo, 24 de noviembre de 1965, State Department (Record Group 59, Box 2) y “Memorandum of conversation”, American Embassy, Montevideo, 11 de agosto de 1965, State Department (Record Group 59, Box 3), en Nara-Geipar.
  • 12
    . Ver por ejemplo el caso del Dr. Antonio Borrás, en “John L. Topping to Lt. Col. Richard E. Krause”, 22 de enero de 1968, State Department (Record Group 59, Box 2792) en Nara-Geipar.
  • 13
    . “Memorandum from ARA-LA/APU to ARA”, 8 de mayo de 1968, State Department (Record Group 59) en Nara-Geipar.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    17 Ago 2020
  • Fecha del número
    May-Aug 2020

Histórico

  • Recibido
    9 Feb 2020
  • Acepto
    16 Abr 2020
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