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Sobre el 13º Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Lima, Perú: 22-25 noviembre, 2014:

13th Latin American and Caribbean Feminist Congress, Lima, Peru, 22-25 November, 2014:

Este Encuentro está enmarcado dentro de la tradición general de los encuentros feministas que han tenido lugar desde 1981 en América Latina, los cuales han servido como testigos de la evolución de este movimiento a lo largo de los años, caracterizado por una mayor diversidad de "identidades" y un mayor reconocimiento como organización colectiva. En estos encuentros participan los movimientos de base que luchan por los derechos de la mujer, desde diferentes perspectivas y enfoques. El encuentro de movimientos tiene como objetivo no sólo la creación de estrategias comunes, sino el realizar un reconocimiento de su evolución en los diferentes sectores, temas, diálogos y en los debates entre las diferentes perspectivas y puntos de vista incluso opuestos. Por lo tanto, estos encuentros tienen la finalidad de crear un espacio donde queden reflejadas todas las diferencias y similitudes, proponiendo la realización de declaraciones conjuntas más amplias y donde se den cabida a todas las ideas y aportaciones.

Este 13 º Encuentro no fue una excepción. Se desarrolló con fuertes debates que reflejaban diferentes intereses, identidades e interseccionalidades. Estos debates tuvieron lugar especialmente, pero no sólo, durante las sesiones plenarias.

Las plenarias fueron tres y tuvieron como temas: 1) la interculturalidad y la interseccionalidad; 2) Vida sustentable y 3) Cuerpo y territorio. En cada una de estas sesiones se organizó un seminario liderado por diferentes participantes que representaban a los movimientos de los diversos países latinoamericanos.

La primera sesión plenaria fue moderada por Virginia Vargas, la legendaria líder feminista peruana que trabaja en el Centro Flora Tristán, en Lima (los organizadores operativos del Encuentro), y reunió a Soledad Bermúdez de Colombia, Gilda Parduccio de El Salvador, Lourdes Huanca de Perú, Julieta Paredes de Bolivia, Lilian Celiberti de Uruguay, Verónica Santa Ana de Brasil y Malu Machuca desde Perú. Tres de estas participantes (Huanca, Paredes y Santa Ana) representan a las mujeres campesinas e indígenas o a ambas. Sin embargo, sus contribuciones tenían muy poco en común, ya que mientras Huanca habló sobre la lucha de las campesinas e indígenas para liberarse de las prácticas patriarcales y recuperar el control de sus cuerpos, del placer y las contribuciones y éxitos del movimiento feminista, Paredes, por su parte, dio un discurso destacando términos como "feminismo comunitario" y "feminismo post-colonial", "feminismo despatriarcalizado" y " feminismo institucional y tradicional", un " feminismo que va de la mano con la lucha revolucionaria". Santa Ana, por su parte, habló de la lucha de las mujeres rurales en el nordeste de Brasil que realizan un trabajo productivo agrario que, como ella misma reconoció, está al mismo nivel que el de los hombres. También habló de las prácticas agroecológicas de estas mujeres, y sobre su participación en la "Marcha de las Margaritas". Malú Machuca representó a las mujeres transexuales y habló de la necesidad de conseguir un mayor reconocimiento como transexual, además de su pertenencia feminista: "Pensar que sólo las mujeres son objeto privilegiado del feminismo es tan erróneo como mirar al proletariado como el único sujeto revolucionario del marxismo". Celiberti, de Uruguay, en representación de la "Articulación Feminista Marcosur", habló sobre la necesidad de llevar a cabo una revisión crítica del feminismo, pero destacando siempre que: "el feminismo se debe construir de desde donde estamos, siempre sin negar lo que hemos alcanzado. Yo estuve en Beijing y no me arrepiento", afirmó la representante de Uruguay, destacando que existen diferentes modos de opresión y es fundamental crear nuevas alianzas para obtener mayores capacidades en el movimiento, siempre dentro de un marco de respeto.

El tema de la segunda sesión plenaria, la "Vida sostenible" reunió también un amplio número de representantes del movimiento feminista: Elizabeth Peredo, de REMTE- Bolivia; Lida Posada, de Colombia; María Luz Coji, de la red de mujeres indígenas en Ecuador; Miriam Nobre, de la Marcha de las Mujeres de Brasil; Belinda Sosa, de una organización de cooperativas de alimentos (Comedores Populares) en Perú; Tanya Irías, de Nicaragua; y Fabiola de Jurado, de la Coordinación de las mujeres indígenas en México. Cuatro temas fueron abordados por esta discusión: 1. Autonomía frente al Estado, frente a la despolitización del feminismo a través de su cooptación en el gobierno; 2. La inclusión de "trans-sujetos"; 3. El cuestionamiento de las categorías binarias de feminismo homosexual y 4. La relación Norte-Sur.

En estas presentaciones se abordaron estos temas de forma variada o incluso a veces los ignoraron. Algunas representantes se acercaron a las cuestiones de sustentabilidad donde las mujeres han tenido un papel fundamental, defendiendo los recursos naturales frente a las élites y a las empresas transnacionales, causantes del deterioro del planeta al expulsar al medio ambiente residuos procedentes de sus industrias, y los proyectos de desarrollo de infraestructuras. Según Belinda Sosa, habían sido las mujeres quienes habían sustentado la vida en tiempos de guerras y crisis (por ejemplo durante el período de Sendero Luminoso): "Las mujeres no son las vulnerables sino que viven en condiciones vulnerables, de las cuales ellas no son las responsables". Por su parte, las representantes de las mujeres indígenas manifestaron que el reto no es sólo encontrar un equilibrio entre mujeres y hombres, sino entre los seres humanos y la naturaleza, y dar a conocer los éxitos que han alcanzado sus organizaciones. La representante de Brasil habló sobre la cooptación del movimiento y la necesidad de evitar ser funcional al sistema, es decir, la necesidad de hacer entender a las autoridades que el tiempo de las mujeres no es una fuente inagotable y, por lo tanto, debe ser cuidado de la misma forma que cualquier otro recurso natural.

En la tercera sesión plenaria se abordó el tema de "Cuerpos y territorios". Entre las panelistas estaban María Isabel Cedano (Perú), Natasha Jiménez (Costa Rica), Betania Ávila, (Brasil), Elena Reynaga (Argentina), Adriana Guzmán (Bolivia), Magaly Pineda (República Dominicana) y Dirce Rivera (México). Las presentaciones revelaron los "nudos" ya mencionados en la segunda plenaria, por ejemplo, las trabajadoras sexuales expresaron su frustración por ser marginadas por el movimiento feminista: "Tenemos que luchar por ser mencionadas en las declaraciones oficiales sólo para descubrir que más tarde se olvidara tratar este tema". También el movimiento transexual expresó resentimientos similares, y Adriana Guzmán, representante del feminismo comunitario en Bolivia, fue muy crítica hacia el feminismo tradicional y la utilización de los conceptos género y patriarcado que sólo servían para "esconder al patriarcado". Guzmán destacó, además, que los conceptos de cuerpo y territorio habían sido cooptados, y era necesario volver a construir un feminismo útil en torno a la memoria de las mujeres en relación con el espacio, el tiempo y el cuerpo. Por último la ponente mexicana resaltó otra tensión, la de las jóvenes feministas quienes, además de sufrir mayor violencia sexual, hoy en día se sienten medidas por un "feministrómeno" por las feministas más establecidas.

Aparte de estas sesiones hubo una gran diversidad de talleres, mesas redondas y presentaciones individuales que continuaron la discusión y profundizaron en las tensiones ya presentadas por las plenarias.

Uno de estos talleres me pareció particularmente interesante. Su tema era la participación política de las mujeres y su transformación del poder. El proyecto se había realizado por las organizaciones indígenas y negras de las mujeres de Colombia, Brasil, Perú y Ecuador. Este era un proyecto de investigación comprometida. La metodología era particularmente interesante: el objeto de estudio eran las mujeres que a su vez fungieron como investigadoras en la elección de los métodos, temas y en el análisis de las conclusiones. Parte del objetivo era recuperar la memoria de la participación política de las mujeres en las diferentes organizaciones desde la década de los 1980s, cuando las primeras organizaciones aparecieron como resultado de las presiones internacionales que ejercían los grupos feministas. Uno de los ejemplos destacados fue el trabajo que se realizó por mujeres indígenas en la provincia de Chimborazo, en Ecuador, donde existen unas 600 organizaciones. Los resultados de la investigación nos hablan de que la integración de los derechos de las mujeres dentro de las culturas indígenas ha sido posible a través de enfoques colectivos e individuales. Sin embargo, se señaló que la incidencia política de este trabajo fue limitado debido a las políticas de "transversalización", que diluyen los esfuerzos por la igualdad de género.

Como ya lo hemos señalado, las sesiones y los talleres hicieron aflorar tensiones que re-aparecieron a lo largo del Encuentro. Por ejemplo, las mujeres Afro-latinoamericanas se sintieron excluidas de los paneles de las plenarias (algo que las organizadoras atribuyeron a problemas de planificación) y resolvieron escribir una resolución leída en plenaria. La resolución misma y su lectura fue tremendamente poética y emotiva, con casi todas las participantes afro-latinoamericanas ocupando la escena, todo lo cual finalizó con un enorme aplauso.

Sin embargo, otra tensión que fue más difícil de neutralizar tuvo que ver con la elección del país donde se realizaría el próximo Encuentro. Al parecer, el comité de preparación de esta elección no recibió muchas candidaturas, por lo cual Uruguay se perfilaba como la más viable. De repente, de manera un tanto inesperada, se presentó un nuevo candidato: Bolivia, por voz de Julieta Paredes, quien presentó esta candidatura como la del feminismo indígena. Esta inesperada iniciativa causó en muchas participantes entusiasmo, pero en otras recelo. Y la situación se volvió aún más confusa cuando otra participante de Bolivia subió al podio y tuvo el valor de decir que la candidatura boliviana no era una propuesta seria, discutida y aprobada por el grupo boliviano, y que en opinión de ella Bolivia aún no estaba preparada para semejante responsabilidad. La respuesta de las partidarias de Julieta Paredes fue, como era de esperar dadas las tensiones y emociones que flotaban en el aire, muy agresiva hacia esta compañera "disidente". La polarización entre las candidaturas de Bolivia y Uruguay se hizo evidente. Los organizadores parecieron perder el control frente a la efervescencia de cada grupo; ambos grupos ocuparon el podio, que amenazaba derrumbarse frente al peso. Después de largas discusiones sobre cómo proceder, se llevó a cabo la elección, cuyos resultados fueron claros: dos tercios de las participantes favorecieron a Uruguay, que será la sede del próximo Encuentro en 2017. Pero ahí no terminaría este episodio. Al admitir la derrota, Julieta Paredes recurrió a una nueva iniciativa: Bolivia organizaría entonces el primer Encuentro Abyayala Indígena Feminista, lo que provocó que varias participantes lo interpretaran como una estrategia de división, y comenzaran a protestar con la frase: "Un sólo Encuentro".

¿Cómo se puede interpretar esta polarización? Las feministas indígenas contra las feministas blancas de clase media, ¿de ascendencia europea? Aunque tentadora, esta explicación sería simplificadora, reduccionista y poco seria. Lo que sí podemos constatar es que ya existe una posición intelectual indígena poscolonial que trata de encontrar su lugar frente a otras posiciones también indígenas y feministas pero más arraigadas, por ejemplo, en las tradiciones de género-clase o frente a la escuela feminista más clásica, pero también cuestionada por otros segmentos del movimiento, como ya lo hemos visto. Así que más que un enfrentamiento étnico o de clase me parece que esta polarización refleja las tensiones y diversidades ya apuntadas antes. Todo lo cual, lejos de descalificar la candidatura de Uruguay, la fortalece. El apoyo mayoritario recibido apunta a un reconocimiento de su larga trayectoria como movimiento feminista consolidado y fuertemente anclado en un siglo de luchas feministas.

Como parte de la síntesis presentada por las organizadoras, después de las plenarias se presentaron una serie de cuestiones con las que hay que seguir trabajando: la lucha contra el esencialismo, la necesidad de crear espacios para todo el mundo dentro del movimiento, la relación con el territorio, el reconocimiento del trabajo sexual, la herencia afroamericana, la autonomía y la sustentabilidad, entre otros. Como alguien lo hizo notar: "Un Encuentro no puede deshacer los nudos, pero puede reconocerlos", en otras palabras, el reconocimiento de las diversidades sin renunciar al principal objetivo de ampliar alianzas.

Este encuentro me sirvió para ampliar mis conocimientos sobre las diferentes perspectivas en la lucha real. Debo destacar que nunca había asistido a uno a nivel continental, y siempre los había imaginado como lugares donde se realizan importantes discusiones y argumentaciones entre los movimientos de base, colectivos, grupos e individuos. Por diversas lecturas sabía de la existencia de tensiones, discrepancias y conflictos, pero también de la voluntad por alcanzar compromisos y seguir luchando bajo las mismas banderas feministas. Esta primera experiencia no me decepcionó, sino que confirmó mis conocimientos previos y me enriqueció más de lo que esperaba. Asistí no sólo en calidad de observadora, sino también como participante comprometida, tratando de conocer a diferentes mujeres y comprender sus perspectivas, sus luchas y, muy a menudo, sus dilemas. Aprendí mucho sobre todo de la vitalidad y la diversidad de los movimientos de mujeres indígenas y sobre la madurez y consolidación de una identidad colectiva de los movimientos enfocados a la cuestión sexual: las trabajadoras sexuales pero también aquellas que defienden el derecho a elegir orientación sexual o a ser reconocidas como trans-sexuales. La vitalidad de estos movimientos, sus eternos reproches al movimiento feminista, pero también sus expectativas de solidaridad me ayudaron a reflexionar sobre la complejidad de la construcción de alianzas. Aprendemos y enseñamos sobre la interseccionalidad a nivel teórico, pero reconocerla en la práctica de mujeres campesinas, trabajadoras, intelectuales o analfabetas, heterosexuales o homosexuales o incluso transexuales, trabajadoras sexuales y/o esposas, madres, hijas, y no por eso menos feministas y organizadas, es bastante impactante. Un elemento que me ha fascinado de forma importante es la fuerza y la confianza que tiene cada una de ellas, y que 20 años atrás nunca hubiera imaginado, dadas las tremendas desigualdades existentes que todavía caracterizan a nuestro continente.

En otras palabras, si se toma a este Encuentro como medida de los avances y retos del movimiento, es inevitable ser optimista. A veinte años de Beijing, una cosa está clara para mí: pese a los retrocesos y a los tremendos retos, ya no hay vuelta atrás.

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    Ago 2015
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