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Editorial

EDITORIAL

El tema de este número de la Revista es la ética. Si esta, de manera general, es presentada como la solución de los problemas, aqui nos agradaría en resaltar su carácter problemático.

El tema de la ética se tornó recurrente entre nosotros, ya sea como ciudadanos, como profesionales y como individuos. Principalmente, al percibirnos dentro de un mundo en donde se siente y se denuncia la "falta de ética". En este sentido, también, se dice que "no existen más valores", o que se trata de "rescatar los valores...". Por otro lado, nos sentimos casi perdidos, inseguros y perplejos e indecisos con respecto de lo que es un comportamiento éticamente correcto, acerca de lo que es un valor moral. Puesto, que se trata de dos cuestiones y/o asuntos diferentes, que no deben ser confundidas.

La primera percepción, en que "falta ética", generalmente presupone que sepamos lo que es "la ética", como si todos aquellos que reclaman de esta falta se estuviesen refiriendo al mismo código moral. Estamos aqui delante de una percepción bastante fuerte y, al mismo tiempo, acrítica, de que existe algo universalmente válido para todos nosotros en el campo del comportamiento humano correcto. La segunda percepción es más compleja, y nos introduce en un ámbito de mayor reflexión: conociendo que históricamente las éticas pueden cambiar y cambiarán, sabiendo que la crisis de la cual hablamos también equivale a una crisis de la ética, o sea, a un cuestionamiento en la validez del código ético en vigencia, nos preocupa saber si, y en que sentido todavía sirven los mismos criterios morales para discernir si alguien se comporta bien o mal éticamente. Una cuestión más dificil aún, es preguntarnos si todavía podemos aspirar a un critério válido universalmente para todos los seres humanos indistintamente, o tal vez, si debemos admitir que es posible tener criterios morales culturalmente diferentes. Se debate justamente entre los especialistas si es posible, como lo hacemos hasta ahora en la cultura occidental, establecer racionalmente algún valor moral, tornándolo y juzgándolo válido para todos estos seres humanos por el simple hecho de ser racional el fundamento y porque todos estos seres humanos son racionales. Así, se puede observar que existen diversos planos para enfrentar aquello que denominamos de "problema ético", exigiéndose una análisis más clara y atenta.

Si actualmente, insistimos en declarar que la solución de los problemas se dan en el campo de la ética, y no más en el plano político o económico, esto apunta, antes que nada, para el reconocimiento en la dificultad que tenemos de salvaguardar la dimensión ética de la vida humana. Nos parece que de todos los lados se percibe que hay una tendencia a vivir como si eso del "bien" y del "mal" no más existiese, y lo que cuenta fuera apenas el hecho de "dar cierto", o "yo vencí", independientemente del precio que ocasiona para los otros. Esto nos recuerda rápidamente que una ética solo existe en cuanto tiene que ver con el reconocimiento de un compromiso que tenemos con el otro ser humano, próximo o no y, que la ética tiene que ver con la existencia de una pluralidad humana. No existiría ética si hubiese apenas el y/o un individuo. Recién se incluyen entre estos "otros" de cada individuo humano a los animales o a la naturaleza de forma general.

Quizá el drama del problema ético contemporáneo se revela más intensamente cuando repetimos la pregunta: Al final por qué existe la ética? Por qué esa presencia misteriosa en nosotros de algo que denominamos de "ley moral"? Por qué nos preocupamos en hacer el bien teniendo en cuenta al otro, y no solo a si mismo?

Cuando hablamos sobre la crisis de la modernidad, facilmente nos recordamos del Zaratustra de Nietzsche quien, al final del siglo XIX, desciende de la montaña y anuncia solemnemente que "Dios murió", y que esta noticia causará una revolución en los seres humanos. Si Dios ya no existe, y si nosotros mismos debemos ser los dioses, los auto-creadores, no será más Dios quien determinará la ley moral, ni será más Él o sus pretensos representantes quienes dirán lo que significa hacer el bien, y no debemos prestar cuentas a Él durante o después de la muerte. Quien deberá establecer la ley moral, prescindiendo de un ser absoluto externo,no es nada menos que el propio ser humano. Esta tarea es la señal de la modernidad: el ser humano debe ser autónomo, libre, cargando en si toda al responsabilidad por aquello que le acontece. Cabe a él definir las normas a partir de la cual se propiciará el bien y se evitará el mal. Asi mismo, ya no se acepta, como hacian los griegos clásicos, que existe una "naturaleza humana" universal, única, igual en todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares. Así, cabiéndole la tarea a los seres humanos, cómo ellos lo harán? Quién lo realizará? Todos ellos? En clases distintas? En pueblos y culturas diversas? Se puede establecer algo como valor a partir del consenso entre los seres humanos? Si asi fuera, ya no existió tantos consensos que nos llevaron a tragédias y al holocausto?

A todas estas y otras interrogaciones fueron dadas respuestas diferentes, con todo siempre marcado por el imperativo de la autonomía humana: algunos enfatizaban soluciones individualizadas, otras, colectivas. Pero, recientemente, estas respuestas, sobre todo las colectivas, fueron cuestionadas: la crisis de la política y la desconfianza del ser humano en su propia capacidad de alcanzar una verdad universal y única, contribuyeron también, para cuestionar la existencia y la posibilidad de definir una ética universal, además, de fortalecer aqui y allá una vuelta a la solución religiosa ("vuelta de lo sagrado"). Qué significa hoy hacer el bien? Y, si hacer el bien puede ser diferente para distintos seres humanos, Por qué todavía existe algo como un "deber moral"?

Frente a tantas interrogaciones y soluciones, el debate se intensifica, con el diálogo cada vez mayor entre los especialistas de las areas diferentes (basta recordar la bioética). Difícilmente, se puede decir que existe un acuerdo entre los estudiosos de la ética. Unos retoman las tradiciones filosóficas clásicas, otros pregonan la necesidad de nuevos conceptos. Unos acentuan soluciones más individualistas, preocupados con la ausencia de la autonomía en la sociedad contemporánea, otros enfatizan soluciones más comunitárias; unos continuan considerando a la ética como un campo exclusivo de las relaciones humanas, otros incluyen en ella las relaciones para con los animales y la naturaleza biológica en general. Es necesario recordar la insistencia de algunos autores (Foucault, Derrida, Agamben...) al sugerir una "ética de la amistad", en que señala para una tarea microfísica, del "cuidado de si", puesto que, no se trataría en cumplir una norma, sino de garantizar la propia existencia de una subjetividad humana, librándonos de una grande norma, o tal vez, de salvar el hecho de la propia existencia como una posibilidad, y no como algo ya determinado como una esencia previamente establecida. Por todo esto, es que la ética se define como "la práctica reflexiva de la libertad" (Foucault), y no solo como el simple cumplimiento de una determinada ley.

Además, de recomendar a todos los lectores los textos a seguir, queremos, con estas breves observaciones, hacer un llamado para una pluralidad y complejidad de los problemas, que no pueden ser dejadas de lado delante del volumen de fáciles prescripciones, muchas de las veces moralistas, que circulan en diferentes libros, en tantos discursos, y en las diferentes areas del saber, inclusive en la Enfermería.

Selvino José Assmann

— Doctorado en Filosofía - (Roma,1983), Departamento de Filosofia - CFH/UFSC —

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    17 Mar 2009
  • Fecha del número
    Mar 2005
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