Introducción
La crianza como orientación de recursos de los padres para influir en el bienestar y desarrollo de los hijos ha sido objeto de investigaciones dirigidas a profundizarse en el conocimiento de las relaciones padre-hijo y sus implicaciones. Cuando los padres interactúan con sus hijos, se ponen en juego aspectos regulatorios orientados a lograr que el comportamiento de los hijos corresponda con determinadas expectativas sociales, con aspectos comunicativos orientados hacia la interacción y el razonamiento, y con aspectos emocionales enfocados en la expresión y la regulación de las emociones (Aguirre-Dávila, 2015; Rodrigo et al., 2004). Dichos aspectos pueden resultar fundamentales a la hora de plantear mecanismos de intervención que repercutan en la salud y el bienestar adolescente, lo que resalta su importancia en el contexto de la investigación y de la intervención.
Los padres enfrentan una serie de desafíos relacionados con los cambios que experimentan sus hijos en la adolescencia, al igual que con los riesgos psicosociales propios del contexto en el que se desenvuelven padres e hijos (Lozano; Valero, 2017). En este ámbito, los problemas de comportamiento son actuaciones indeseadas por las convenciones sociales que convocan a una intervención encaminada a controlarlos (Childs; Sullivan, 2011) y obedecen tanto a atributos personales de los adolescentes como a factores contextuales que sostienen dichas circunstancias (Carr, 2014). En la categoría de problemas de comportamiento se incluyen: la agresión, la ruptura de reglas (legales y escolares), el comportamiento externalizante, los comportamientos antisociales, los comportamientos de alto riesgo, la participación en conflictos y las dificultades conductuales.
Otra fuente de preocupación tiene que ver con el ejercicio de la sexualidad entre los adolescentes, teniendo en cuenta el riesgo que puede manifestar el embarazo y la maternidad en estas edades, así como la transmisión sexual de infecciones y la violencia sexual (Browning; Malave, 2015; Dillon; Cherry, 2014). Lo mismo sucede con el consumo de sustancias, definido como el uso o abuso de alcohol, cigarrillo, drogas legales o ilegales que pueden acarrear problemas a la salud y al bienestar (Clark; Washington, 2011), lo que, en la adolescencia, suele asociarse con comportamientos desadaptativos, como delincuencia, abandono escolar, conductas sexuales de riesgo, desarrollo de dependencia a largo plazo y problemas psiquiátricos (Jessor, 2016).
A pesar de lo anterior, las relaciones de los adolescentes con sus padres pueden representar un factor protector relevante (Rodrigo et al., 2004), lo que es importante teniendo en cuenta, además, que los padres de los adolescentes representan un grupo social altamente interesado en recibir apoyo para orientar a sus hijos (Thorslund; Johansson; Axberg, 2017). La formación parental es entendida como el conjunto de acciones que generan un cambio en el comportamiento de los padres, lo que incide en la relación padre-hijo y sus factores asociados (Martín et al., 2009), a la vez que puede resultar en beneficios para el comportamiento de sus hijos en la adolescencia (Ruprah; Sierra; Sutton, 2017).
Trabajos previos han confirmado la importancia y los beneficios de la formación parental (Van Ryzin et al., 2016), a pesar de que hay aspectos de ella los cuales no se han profundizado de manera suficiente, como es el caso de los contenidos abordados en el entrenamiento con padres de adolescentes y sus implicaciones. En este sentido, en este trabajo se propone una aproximación a los aspectos de la relación con los hijos adolescentes que se abordan en la formación parental, así como un análisis de los efectos que se registran sobre el comportamiento adolescente.
Método
Se realizó una búsqueda de artículos en las bases de datos de EBSCO Academic, ScienceDirect, Sage y Redalyc, con publicaciones entre 2012 y el primer semestre de 2018. Las palabras clave fueron “parent training”, “parent program”, “parent intervention”, “parent-based”, y cada una asociada con “adolescent”. Los criterios de inclusión de los artículos fueron los siguientes: (1) Publicaciones en revistas indexadas; (2) Estudios orientados a trabajar con familias de hijos entre 10 y 18 años; (3) Reportes completos en idioma inglés, portugués o español; y (4) Artículos sobre intervenciones o programas enfocados a educar los padres en temas relacionados con el proceso de crianza. Los criterios de exclusión fueron: (1) Capítulos de libros, revisiones, metaanálisis, editoriales o reseñas; y (2) Intervenciones orientadas al tratamiento de diagnósticos clínicos.
El análisis de los artículos fue desarrollado en dos etapas: la primera cualitativa y la segunda cuantitativa. En la etapa cualitativa, se categorizaron los tópicos de crianza que se proponían trabajar con los padres.
En la etapa cuantitativa, se analizaron los efectos de la formación parental sobre el comportamiento adolescente teniendo en cuenta la d de Cohen, de manera que se convirtieron los datos reportados cuando eran expresados con indicadores diferentes. Así, para convertir los valores de odd ratio a d se utilizó la siguiente fórmula:
Cuando se reportaron coeficientes de regresión estandarizados, se acudió a los datos de la fuente primaria para calcular el valor de d con las medias y las desviaciones estándar (control vs tratamiento) (Cohen, 1988). Los valores de g de Hedges se tomaron como equivalente de d. En el caso de los valores reportados con t, se utilizó la fórmula:
Los valores obtenidos de d se aproximaron a dos dígitos para su publicación, pero no para el análisis. La interpretación de los efectos para d de Cohen se tomó como: pequeño (0,2-0,5), medio (0,5-0,8), y grande (0,8 o más) (Chen; Cohen; Chen, 2010). Cuando los valores fueron más pequeños que 0,2; se consideraron insignificantes. La estimación de los intervalos de confianza para la d Cohen al 95% se hizo con:
Resultados
Se obtuvieron un total de 3.563 publicaciones, siendo inicialmente filtradas por duplicación y por los criterios de inclusión y exclusión en títulos y resúmenes, estableciéndose una muestra de 434 artículos. En la revisión final de textos completos, la muestra se redujo a 52, como se detalla en la Figura 1.
En los artículos incluidos en la fase cualitativa (n = 52), se recopilaron trabajos con información sobre implementaciones en América (50%), Europa (25,1%), África (15,4%), Asia (3,8%) y Oceanía (3,8%), además de un estudio que incluía información de varios continentes. Del total, un 34,6% de los estudios provienen de Estados Unidos, y un 15,4% de países latinoamericanos.
Los artículos revisados presentan programas e intervenciones que abordan tópicos generales de las interacciones entre padres e hijos y aspectos específicos que se manifiestan en ellas (Gráfico 1). De acuerdo con los autores de los estudios, entre los aspectos generales citados se encuentran el fortalecimiento de relaciones positivas entre padres e hijos (Forgatch; Patterson; Gewirtz, 2013), el desarrollo de una crianza positiva (Cluver et al., 2017), el reconocimiento y transformación de los estilos de crianza (Cotter et al., 2013; Irvine et al., 2015; Valente et al., 2018) y el entrenamiento en habilidades para el desempeño cuando los padres están separados (coparenting) (Basson, 2013; Keating et al., 2016).

En gris: resultados de la fase cualitativa; En negro: resultados de la fase cuantitativa.
Gráfico 1 Frecuencias de las intervenciones de acuerdo con el tipo de tópico abordado
Siguiendo el Gráfico 1, entre los aspectos específicos registrados, se destacan tres grandes grupos, en su orden: regulación, comunicación y emociones.
Dentro de los aspectos regulatorios abordados, se encuentran el establecimiento de normas (Turini; Moreira, 2012), límites (Bröning et al., 2014; Orpinas et al., 2014) y rutinas (Cluver et al., 2016), que se abordan desde el entrenamiento en estrategias para el control parental (Jacobs et al., 2016; Ladapo et al., 2013) y la regulación del comportamiento de los hijos (Estrada et al., 2017); el despliegue de parámetros de disciplina (Kumpfer; Fenollar; Jubani, 2013) con un carácter inductivo (Mason et al., 2016; Rodríguez; Martín; Cruz, 2016) y positivo (Gómez; Cifuentes; Ortún, 2012; Shapiro; Prinz; Sanders, 2012); el establecimiento de una estructura en el hogar (Amaya et al., 2016; Rickard et al., 2015); la supervisión (Doubt et al., 2017); y el monitoreo (Hadley et al., 2016; Schwandt; Underwood, 2013; Smolkowski et al., 2017). En este punto, el monitoreo fue la práctica más abordada dentro de los aspectos regulatorios, con la presencia en 15 de los trabajos revisados, seguida del establecimiento de normas con 11 menciones.
Entre los aspectos comunicativos abordados, están la resolución conjunta de problemas (Irvine et al., 2015; Romero et al., 2017; Sieving et al., 2016), la resolución interactiva de conflictos (Amaya et al., 2016; Hidalgo et al., 2014; Hidalgo et al., 2016; Rodríguez; Martín; Cruz, 2016; Tsang; Low, 2016), y el diálogo (Destin; Svoboda, 2017; Mejía; Ulph; Calam, 2016; Ramirez et al., 2012; Tarantino et al., 2014; Thomas; Parthasarathy; Bhugra, 2013), una práctica abordada por 32 de los 52 estudios, siendo la más incluida al desagregar los tópicos de crianza.
Entre los aspectos emocionales se incluyen la calidez en la relación padre-hijo (Bogart et al., 2013; Santisteban et al., 2017; Schwandt; Underwood, 2013), la aceptación de los hijos por parte de los padres (Burke; Brennan; Cann, 2012), el apoyo parental (Jacobs et al., 2016; Schwandt; Underwood, 2013; Suárez; Rodríguez; Rodrigo, 2016), la expresión de afecto (Bröning et al., 2014; Giannotta; Ortega; Statti, 2013; Orpinas et al., 2014) y de emociones (Ferreira; Turini; Setsuo, 2017; Vargas; Lemos; Richaud, 2017), la regulación emocional de los hijos (Amaya et al., 2016), la sensibilidad parental (Giannotta; Ortega; Statti, 2013) y el manejo de la ira y la tensión por parte de los padres (Cluver et al., 2016).
Otros aspectos abordados en menor medida se refieren a las creencias parentales, incluyendo las metas de crianza (Durrant et al., 2017), las actitudes (Adolfsen et al., 2017), el locus de control parental (Piehler et al., 2018) y la autoeficacia parental (Bogart et al., 2013). En la categoría varios, se abordaron aspectos como el involucramiento parental (Russell; Lincoln, 2017; Smolkowski et al., 2017; Thornton et al., 2018), el apoyo a la autonomía de los hijos (Burke; Brennan; Cann, 2012) y la guía parental por medio del modelamiento (Schwandt; Underwood, 2013).
Por otro lado, en los estudios revisados se plantearon objetivos primarios dirigidos a influenciar los padres, con una proyección de resultados secundarios hacia tendencias comportamentales de los hijos en la adolescencia. En este contexto, se destaca un interés por influir en la tendencia de los adolescentes a presentar problemas de comportamiento, al manejo de la sexualidad y al consumo de sustancias.
Al seleccionar solamente los estudios con reportes de efecto sobre las tendencias comportamentales de los hijos en la adolescencia, se encontraron 22 estudios. La Tabla 1 resume los aspectos más relevantes de los estudios con los reportes de efecto sobre el comportamiento de los adolescentes.
Tabla 1 Resumen de los efectos reportados en los estudios
Estudio | Aspecto de crianza | Objetivo | Edad hijos | Sesiones (Duración) | Grupo | Pts | nI | nC | Efecto | d | p | Interpretación |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1. ABCD Parenting Young Adolescent Program (ABCD) (Burke; Brennan; Cann, 2012) | Aceptación, calidez, monitoreo, apoyo a la autonomía, establecimiento de normas | Problemas de conducta | 10-14 | 6 (2) | NR | Pd | 54 | 59 | η2=0.03 (ANCOVA, F (1, 112) = 3.99) | 0.35 | 0.048 | Pequeño a medio |
2. Let’s Talk! (LT) (Bogart et al., 2013) | Comunicación parental, calidez, involucramiento, apoyo a la autonomía, autoeficacia parental | Comunicación sobre temas de sexualidad | 11-15 | 5 (2) | 5 | Pd | 34 | 32 | Odds ratio=3.1 (1.1, 9.0) a 4.7 (1.3, 17.6) | 0.62 | .005 | Medio a grande |
3. Parenting Wisely (PW) (Cotter et al., 2013) | Involucramiento parental, Autoeficacia Parental, Estilos de crianza | Problemas de comportamiento | 11-15 | Autoadministrado | Familia | Pd, Hj | 38 | 52 | d=0.199 | 0.20 | <.05 | Pequeño |
4. Sinovuyo (Cluver et al., 2017) | Crianza Positiva, Supervisión, Involucramiento | Comportamiento agresivo, ruptura de reglas | 10-17 | 10 (NR) | 30 | Pd, Hj | 30 | 30 | d=-0.41; -0.35 | 0.35 | 0.05 y 0.03 | Pequeño a medio |
5. Sinovuyo (Cluver et al., 2016) | Manejo de la ira y la tensión, resolución de problemas, disciplina, normas y rutinas | Delincuencia, agresión | 11-17 | 12 (2 - 2,5) | NR | Pd, Hj | 115 | 115 | t=4.37 | 0.50 | < 0.001 | Medio |
6. Brief randomized controlled intervention (BRCI) (Destin; Svoboda, 2017) | Comunicación | Calificaciones | NR | 1 (0,75) | 45 | Pd | 26 | 19 | d=0.74 | 0.74 | 0.045 | Medio a grande |
7. Familias Unidas (FU) (Estrada et al., 2017) | Monitoreo, regulación del comportamiento de los hijos, comunicación | Consumo de alcohol y sustancias, sexo sin condón | 12-16 | 8 (2) | 10 - 15 | Pd, Hj | 376 | 370 | Sustancias d=0.27; Condón d=0.98 | 0.27 | <.01 | Pequeño para sustancias |
8. Connect Program (Giannotta; Ortega; Statti, 2013) | Apoyo, Sensibilidad Parental, Expresión de afecto | Consumo de cerveza y vino | 11-14 | 10 (1) | 20-44 | Pd | 44 | 66 | d=- 0.55; -0.44 | 0.44 | ≤ .05 | Pequeño a medio |
9. Work It Out Together (WIOT) (Hadley et al., 2016) | Comunicación, Monitoreo | Autoeficacia para prevenir el VIH | M = 15.46 | 2 (3) | Diadas P/H | Pd, Hj | 83 | 87 | d=0.37 | 0.37 | < .05 | Pequeño a medio |
10. Parenting Toolkit Intervention (PTI) (Irvine et al., 2015) | Autoeficacia parental, disciplina, monitoreo, comunicación establecimiento de normas, resolución de problemas, estilos de crianza. | Problemas de conducta | M = 13.1 | Autoadministrado | Familia | Pd | 155 | 152 | η2=0.017 (ANCOVA F (NR) =3.95) | 0.26 | 0.048 | Pequeño |
11.Brief parenting psychoeducation intervention (BPPI) (Jordans et al., 2013) | Disciplina y comunicación | Agresión | 10-14 | 2 (2 - 3) | 20 | Pd | 58 | 62 | d=0.60 | 0.60 | 0.001 | Moderado |
12. Parents Plus - Parenting When Separated (PP/PWS) (Keating et al., 2016) | Co-crianza, Comunicación | Problemas de comportamiento y emocionales | 2-16 | 6 (2) o 12 (1) | 6 - 12 | Pd | 82 | 79 | d=-0.48 | 0.48 | <.01 | Pequeño a medio |
13. Share the Keys (STK) (Knezek et al., 2018) | Involucramiento parental, comunicación, estilos parentales | Normas de conducción | M= 13.6 | 1 (1,5) | NR | Pd | 115 | 569 | t=-1.88 y t=-2.08 | 0.35 | < .05 | Pequeño a medio |
14. Common Sense Parenting Plus (CSPP) (Mason et al., 2016) | Supervisión, Disciplina Inductiva | Problemas de comportamiento | M = 13.41 | 8 (2) | 8 - 10 | Pd | 95 | 108 | β=0.26; -0.42 | 0.02 | < .05 | Insignificante |
15. Salud y Éxito (SyE) (O’Donnell; Fuxman, 2017) | Apoyo, monitoreo, establecimiento de normas, comunicación | Iniciación sexual, intenciones de tener sexo | M = 13.9 | Autoadministrado | Familia | Pd | 3283 | 2621 | Adjusted Odds Ratio= 0,69 (0.56, 0.84); 0,74 (0.61, 0.90); 0,78 (0.63, 0.96) | 0.14 | <.01; <.001; < .05 | Insignificante a pequeño |
16. Parents Plus / Working Things Out Program (PP/WTOP) (Rickard et al., 2015) | Comunicación, estructura, manejo del conflicto. | Dificultades conductuales | M = 13.81 | 8 (NR) | 47 | Pd, Hj | 32 | 46 | η2=0.36 (ANOVA, F (2, 30) = 8.381) | 1.50 | 0.001 | Grande |
17. EmPeCemos (Romero et al., 2017) | Resolución de problemas, Comunicación, Establecimiento de normas. | Problemas de conducta | M = 15.25 | 12 (1,5) | 5 - 10 | Pd, Hj, Pf | 37 | 21 | η2=0.16 (ANOVA, F (1,47) = 8.91 | 0.87 | <.01 | Grande |
18. Culturally Informed and Flexible Family-Based Treatment for Adolescents (CIFFTA) (Santisteban et al., 2017) | Apoyo, calidez, disciplina, involucramiento | Desordenes conductuales | 12-15 | 4 - 10 (presenciales y virtuales) | Familia | Pd, Hj | 40 | 40 | d=0.58 | 0.58 | <.01 | Medio |
19. Family Check-up (FCU) (Van Ryzin; Stormshak; Dishion, 2012) | Apoyo, establecimiento de normas, comunicación, monitoreo, supervisión | Comportamiento antisocial | M = 11.88 | 2 - 3 (1) | Familia | Pd | 287 | 172 | d=0.86 | 0.86 | 0.52 | Grande |
20. Örebro Prevention program (OPP) | Control parental, monitoreo. | Consumo de alcohol | M = 12.7 | 1 (NR) | NR | Pd, Hj | 588 | 699 | Odds ratio=0.30 | 0.66 | 0.01 | Medio a grande |
Positive Family Support (PFS) (Verdurmen et al., 2014)' | Monitoreo, involucramiento | Problemas de comportamiento | 10-14 | NR | NR | Pd, Hj, Pf | 2602 | 2401 | g = 0.10 | 0.10 | Reporte no significativo | No significativo |
Encuentro (Sieving et al., 2016) | Comunicación, apoyo, valores culturales | Comunicación sobre temas de sexualidad | 11-14 | 16 (2) | 9-12 | Pd, Hj | 33 | 16 | NR | 2.79 | 0.06 | No significativo |
La duración en horas (hs); Pts: participantes; Pd: padres; Hj: hijos; Pf: profesores; nI: muestra del grupo intervención; nC: muestra del grupo control; Efecto: según reporte del estudio original.
De acuerdo con lo obtenido, una intervención puede ser efectiva independientemente de su duración, tamaño y composición de los grupos de participantes, o la forma en que sea administrada. Así, una intervención efectiva puede estar entre 1 y 16 sesiones, con duraciones de 45 minutos a 3 horas y se puede observar un efecto medio tanto si la intervención es corta (Destin; Svoboda, 2017) como si es extensa (Cluver et al., 2016). Del mismo modo, se puede observar un efecto grande al trabajar con grupos pequeños (Romero et al., 2017) o de mayor tamaño (Rickard et al., 2015), sólo con los padres (Van Ryzin; Stormshak; Dishion, 2012) o con los padres y los hijos (Rickard et al., 2015). Finalmente, también se encontró efectos significativos tanto en intervenciones presenciales facilitadas por personal entrenado (Bogart et al., 2013), o por padres que actúan como pares (Destin; Svoboda, 2017), como en intervenciones autoadministradas con el apoyo de contenidos digitales (Santisteban et al., 2017), grabaciones de audio (O’Donnell; Fuxman, 2017) o libros y videos (Cotter et al., 2013). De las anteriores opciones, el mejor efecto fue observado en una combinación de sesiones de trabajo presenciales y virtuales (Santisteban et al., 2017).
En las intervenciones incluidas se reportan ensayos clínicos aleatorizados con medidas pre y post, así como comparaciones entre condiciones de control versus intervención, cuyos resultados pueden resultar significativos o no. Al excluir los resultados no significativos, se obtiene una representación de los efectos que pueden lograrse en las intervenciones con padres sobre las tendencias comportamentales de los hijos, como ilustra el Gráfico 2.
Como mínimo, 15 intervenciones mostraron un efecto significativo en la reducción de los comportamientos objetivos, aunque, en general, el efecto de las intervenciones puede interpretarse entre pequeño y medio teniendo en cuenta el efecto combinado (ver intervalo de predicción identificado con el número 21 en el Gráfico 2).
Los intervalos de confianza representados en el Gráfico 2 sugieren, en general, un análisis cauto puesto que los resultados de dichos estudios pueden no ser replicables. En este punto, es relevante contemplar los estudios con muestras grandes (Estrada et al., 2017; O’Donnell; Fuxman, 2017; Verdurmen et al., 2014), que tuvieron efectos óptimos e intervalos de confianza pequeños, lo que insinúa a una mejor replicabilidad. Sobre el particular, en el análisis se obtuvo un valor de z = 6,24 (p < 0,000) que sugiere que, a pesar de la heterogeneidad (I2 = 0,87; Q(df = 20)=148,85, p < 0,001), de manera agrupada todas las intervenciones incluidas en el análisis final mostraron un efecto significativo en las tendencias comportamentales de los adolescentes.
Al analizar los contenidos de las intervenciones y los programas con efectos sobre el comportamiento de los hijos, se confirma la prevalencia de un interés por los aspectos regulatorios, de forma agrupada (Gráfico 1), y la comunicación, de forma individual. Aunque aparecen menciones a temas generales como los estilos de crianza, la crianza positiva y la cocrianza, estos son acompañados de prácticas específicas. Dentro de los aspectos regulatorios sobresale el monitoreo - un 31,8% del total de los estudios con efectos le incluyeron - como una práctica de crianza que se articula con efectos de pequeño a medio, como sintetiza la Tabla 1. Hay que tener en cuenta que un mismo programa puede incluir más de un aspecto regulatorio, a pesar de que sigue siendo un conjunto de prácticas muy común; en este análisis, estuvieron presentes en 15 de los 22 estudios con reportes de efectos.
Al desagrupar las prácticas de crianza abordadas en los estudios analizados, sobresale la comunicación como una práctica que aparece en 54,5% de los estudios con efectos de la formación parental sobre el comportamiento de los hijos adolescentes. En la categoría que agrupa aspectos emocionales, predomina el apoyo (18,2%), en la de tópicos varios se destaca el involucramiento (27,3%) y, en la categoría creencias, lo hace la autoeficacia parental (13,6%).
Prácticas como la comunicación o el involucramiento pueden incidir sobre la tendencia de los hijos para adherirse a las normas (Knezek et al., 2018), de manera que este efecto no es exclusivo de las prácticas regulatorias (ver Tabla 1 y Gráfico 2). Además, la comunicación se complementa de manera efectiva y grande con el manejo del conflicto y la resolución de problemas cuando las sesiones son presenciales (Rickard et al., 2015; Romero et al., 2017). Así mismo, combinar los aspectos regulatorios con la comunicación coincide con efectos grandes sobre los problemas de comportamiento (Tabla 1), a menos que la estrategia de trabajo con los padres sea autoadministrada virtualmente (Irvine et al., 2015). Finalmente, el apoyo puede combinarse efectivamente con otros aspectos emocionales (Giannotta; Ortega; Statti, 2013) o regulatorios (Van Ryzin; Stormshak; Dishion, 2012), obteniéndose efectos significativos en ambas posibilidades.
Discusión
El análisis de la relación entre la formación parental y las tendencias comportamentales de los hijos adolescentes no solo permite confirmar que las intervenciones y los programas que implican a los padres pueden tener efecto sobre los problemas de comportamiento de sus hijos, sino que permite establecer algunos elementos que les caracterizan. Por ejemplo, de acuerdo con los datos analizados, la efectividad de la intervención frente al número de sesiones puede estar entre una y dieciséis sesiones, con duraciones de 45 minutos a tres horas (Cluver et al., 2016; Destin; Svoboda, 2017).
Dentro de los tópicos comunes analizados que caracterizan el entrenamiento, se encuentran las prácticas de crianza como la comunicación, el monitoreo y el apoyo. A pesar de que la comunicación entre padres e hijos durante la adolescencia constituye un desafío, pues el desarrollo de la autonomía se relaciona con cambios en las percepciones de privacidad y responsabilidad y en los patrones de apertura al diálogo con los padres (Laursen; Collins, 2004), constituyendo un factor protector único frente a los riesgos que amenazan el bienestar psicosocial durante la adolescencia (Bogart et al., 2013).
La comunicación entre padres e hijos puede resultar un complemento apropiado para el monitoreo parental pues otorga un rol activo a los hijos en la orientación de sus actividades, ayudando, además, a aclarar las expectativas parentales sobre el comportamiento de los adolescentes (Anderson; Branstetter, 2012). Cuando los padres conocen la ubicación, las compañías y las actividades que desarrollan sus hijos tienen la oportunidad de incidir de manera más apropiada en las decisiones de estos (Grolnick; Pomerantz, 2009). Así se ha encontrado que el manejo del monitoreo, entendido como una forma de control parental, reduce la posibilidad de que los adolescentes consuman sustancias y manifiesten conductas de riesgo (Branstetter; Furman, 2013; Kerr; Stattin; Burk, 2010; Kiesner; Poulin; Dishion, 2010).
De manera similar, el apoyo parental ha sido asociado con un óptimo ajuste psicosocial de los adolescentes (Giannotta; Ortega; Statti, 2013), pues vitaliza el vínculo afectivo entre padres e hijos, moderando positivamente la expresión de otras prácticas de crianza en relación con las tendencias comportamentales en la adolescencia (Keijsers et al., 2009). Así mismo, el involucramiento, como despliegue de esfuerzos parentales por implicarse en las experiencias de sus hijos, aglutina posibilidades de expresión comportamentales, emocionales y cognitivas que benefician el desarrollo durante la adolescencia (Morales; Aguirre, 2018).
Dado que la crianza es un proceso relacionado con diferentes aspectos sociales y personales de los padres, las intervenciones y los programas deben atender a las posibles dificultades que se experimentan para participar de ellas. Frente a esto, aparecen alternativas como la virtualidad, la telesalud, los diseños híbridos (presencial/virtual), o plantear sesiones presenciales cortas y contundentes, que en el presente estudio han revelado ser efectivas. Adicionalmente, es posible señalar que una misma intervención o programa puede manifestar múltiples efectos positivos, lo que subraya la importancia de reflexionar con detalle sobre las estrategias y los recursos a utilizar.
Frente a la heterogeneidad estadística reportada, es necesario tener en cuenta la diversidad clínica de los estudios incluidos en términos de las características de las intervenciones (número de sesiones, duración, modo de administración, recursos y metodología), así como de los objetivos de crianza y de comportamiento de los hijos. Esto no disminuye la importancia de las intervenciones parentales como oportunidad, pero sí plantea la necesidad de ser cautelosos en la comparación de resultados. Los reportes no significativos se deben analizar a la luz de los tamaños muestrales y las dificultades reportadas para la implementación; al respecto, el diseño y ejecución de estrategias de formación parental deben contemplar posibles contingencias comunes en estos casos, como la deserción y los cambios en la cooperación de otros actores institucionales relevantes, incluyendo la disminución de recursos operativos.
Entre los aspectos que plantean oportunidades para mejorar el efecto del entrenamiento parental está el sistema de creencias de los padres en el proceso de crianza. Así, por ejemplo, contribuir al desarrollo de las expectativas parentales positivas puede resultar beneficioso para los hijos, puesto que manifiestan sus efectos longitudinalmente (Froiland; Peterson; Davison, 2012), influyendo sobre las aspiraciones de estos (Hou; Leung, 2011). De igual forma, cultivar en los padres la flexibilidad en la evaluación de los atributos humanos puede influenciar positivamente en la apreciación que los hijos hacen de sus experiencias (Yeager; Dweck, 2012). De hecho, el sistema de creencias parentales puede resultar en un factor crítico para la participación y la adherencia de los padres en las intervenciones (Spoth; Redmond, 1995), lo que supone consecuencias para la orientación de los adolescentes (Brock; Beazley, 1995).