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La gravedad del duelo como acontecimiento

A gravidade do luto como acontecimento

The gravity of mourning as an event

La gravité de l’événement de deuil

Die Schwere des Trauerfall als Ereignis

Resúmenes

El trabajo se propone elucidar la experiencia de duelo en su condición de acontecimiento. Respecto al cual se emprenden posiciones de renuencia o de desmentida. Del mismo modo se busca esclarecer los efectos de lo que concebimos como doble duelo mediante el procedimiento de interpretación de los discursos en un drama fílmico y en un testimonio de caso clínico. Se concluye advirtiendo el sentido de castración que posee el duelo en tanto acontecimiento.

Acontecimiento; duelo; renuencia; desmentida; castración


O trabalho tem como objetivo elucidar a experiência de luto em sua condição de acontecimento, a respeito da qual se empreendem posições de relutância ou desmentido. Por outro lado, pretendem-se esclarecer os efeitos do que se concebe como um duplo luto, utilizando-se o processo de interpretação dos discursos em um filme do gênero drama e por meio do testemunho de um caso clínico. Conclui-se indicando o sentido da castração que se relaciona ao luto como um acontecimento.

Acontecimento; luto; relutância; desmentir; castração


This paper intends to clarify the experience of mourning as an event, based on which reluctance and denial are a possibility. On the other hand, we intend to explain the effects resulting from what can be considered double mourning, based on interpretation of the script of a dramatic film, as well as on testimony from a clinical case. We conclude by highlighting the feeling of castration that relates to mourning as an event.

Event; mourning; reluctance; castration


Cet article vise à élucider l’expérience du deuil en tant qu’évènement. Face à celui-ci, le sujet assume des positions soit de réticence, soit de déni. On examine d'ailleurs les effets de ce qui est conçu comme double deuil en utilisant un processus d’interprétation de discours d'un film dramatique, ainsi que par moyen d'un témoignage d'un cas clinique. Notre conclusion porte sur le sens de la castration par rapport au deuil comme évènement.

Évènement; deuil; réticence; déni; castration


Dieser Artikel analysiert die Erfahrung der Trauer als Ereignis, welche im Subjekt Widerwille oder Verneinung auslöst und versucht außerdem, die Auswirkungen der sogenannten 'doppelten Trauer' zu erklären. Zu diesem Zweck interpretieren wir die Diskurse eines dramatischen Filmes, sowie die Aussagen eines klinischen Falles.

Abschließend zeigen wir auf, dass der Sinn der Kastration sich in der Form eines Ereignisses zur Trauer bezieht.

Ereignis; Trauer; Widerwille; Verweigerung; Kastration


El duelo como acontecimiento y la renuencia psicotizante

La experiencia de pérdida se encuentra en corazón mismo de la dialéctica psíquica. Determina el movimiento del deseo en búsqueda de la satisfacción que deparaba el objeto que ahora ya no está. Es interesante que Freud no designe duelo al proceso de asimilación subjetiva de la pérdida del pecho materno, mediante el retiro de las investiduras involucradas en ese primordial movimiento del deseo. El seno materno se constituye en el primer objeto parcial que suministra una experiencia de plenitud. El lazo de placer y totalidad establecida con ese objeto se rompe con su pérdida. Ruptura dolorosa. Ese objeto, además, como lo afirma Freud (1915/2006c)Freud, S. (2006c). Pulsiones y destinos de pulsión. En Obras Completas, XIV. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1915)., “es aportado al yo desde el mundo exterior en primer término por las pulsiones de autoconservación” (p. 131). Es decir, posee una función primordialmente vital. Ese objeto contradice, además, al Yo de la autosuficiencia narcisista. Con su pérdida se abre una grieta, una herida narcisista nunca más suturable, pues lo inscribe como faltante. Duele entonces su condición de falta irrevocable.

El yo está hecho como organización o sistema psíquico para proteger al sujeto del dolor, del dolor de la falta del objeto que le colmaba. Sistema también capaz de odiar a ese objeto por hacerle tanta falta. Por faltarle en su presunta condición de dominio y omnipotencia. Con su idealización narcisista el yo compensa y recompensa su fragilidad originaria. Herido en su amor propio desde la experiencia de pérdida primordial el yo tiene que hacer lo posible para que las pérdidas ulteriores no lo pulvericen. Una Ichspaltung (Freud, 1938/2006dFreud, S (2006d). La escisión del yo en el proceso defensivo. En Obras Completas, XXIII. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1938).), una división interna al yo, puede producirse en función de un acontecimiento de carácter irreversible como puede ser la pérdida de un ser querido o la condición de ser querido por alguien de alta estima narcisista. Dicho proceso es equiparable a la desmentida que en el caso del fetichismo, paradójicamente, afirma lo que rechaza. Es decir, la castración. La cual es desde el pensamiento de Freud una experiencia también de pérdida de algo sumamente querido, de algo valorado narcisísticamente, como la atribución de posesión fálica. Pérdida inscrita dentro de las fantasías primordiales, a lado de la escena primaria y la que se refiere a la seducción como vía para configurar la fundación del sujeto en relación con la sexualidad. Christian Hoffman (2004)Hoffman, C. (2004). Quelques réflexions à propos du declanchement de la psychose et de ses suppléances dans le monde de l’adolescent contemporain. Figures de la psychanalyse, 9, 49-61. propone caracterizar al duelo como un “événement”, acontecimiento, en tanto su incidencia posee algo que constituye un vuelco decisivo, irreversible, en la historia de un sujeto:

El acontecimiento aporta siempre una significación nueva para la envoltura simbólica del sujeto; la paternidad, la maternidad, el fracaso, el duelo, el pasaje al acto amoroso, la mutilación y su restauración por la tecnología médica. De una manera o de otra, sus acontecimientos se reducen a la significación de la castración a la cual el sujeto no puede responder; lo real que viene en lugar y sitio del Otro se encargará de la respuesta. (p. 50)

Es lo real de la pérdida que plasma su condición de agujero en la medida en que deja caer una significación inédita, una significación de castración. No hay palabras para nombrar la experiencia, para situarla en su convulsión, en su incidencia como rasgadura de la envoltura simbólica del sujeto. El duelo puede ser una incidencia violenta del acontecimiento:

Incluso, toda separación es violenta — es por qué uno la evita, uno la difiere y eso puede cerrar el deseo. Ella es violenta como un bloque de tiempo presente que se arranca y bascula en el pasado, desde donde actúa por la memoria; violencia del duelo: el yo esta amputado de una parte del Otro; ignoraba que a este grado ella estuviera en él. (Sibony, 1998Sibony, D. (1998). Violence. Paris, France: Seuil., p. 89)

Situación terciaria donde más allá de los seres en condición de ruptura, de separación, se encuentra un fragmento del Otro, arrancado violentamente. Freud lo había entrevisto cuando para la experiencia melancólica daba cuenta de algo más allá del objeto perdido, algo que se pierde con dicho objeto, algo que no se sabe qué es pero que precipita en una desolación tal que el sujeto no se soporta a sí mismo, siendo un yo abismado, depauperado y vacío.

Algo se detiene o paraliza en el sujeto con la pérdida de un ser querido. Algo queda vital e intempestivamente frenado. Los sujetos verbalizan en la experiencia analítica este parteaguas en su biografía decantada en y por su discurso. Las cosas ya no fueron las mismas a partir de ese acontecimiento. Una impresión de paisaje de felicidad se encuentra recubierta abruptamente de tonalidades grisáceas y fondos oscuros. Un vendaval desolador ha acabado con todo. Así puede ser de devastadora y avasalladora una experiencia de pérdida. Parece haberse llevado disposición y capacidad amorosa, identidad y confianza subjetivas. Las personas llegan a evocar la catástrofe suscitada por esa pérdida: “Horrible figura del duelo: la acidia, la aridez, de corazón; irritabilidad, impotencia de amar. Angustiado porque no sé cómo volver a poner generosidad en mi vida- o amor ¿Cómo amar?” (Barthes, 2011Barthes, R (2011). Diario de duelo. 26 de octubre de 1977-15 de septiembre de 1979. México, México, D.F.: Siglo XXI, p. 190). ¿Cómo ser generoso sí parece que con la partida de su madre, Roland Barthes sufre la impresión de que ella se llevó consigo toda la generosidad y amor del cual podría disponer? Se trata de un cataclismo narcisista que redobla la pérdida del objeto con la pérdida de los atributos que constituían la consistencia del lazo identificatorio y del lazo de unión intensa:

Duelo. A la muerte del ser amado, fase aguda de narcisismo: se sale de la enfermedad, de la servidumbre. Luego poco a poco, la libertad se hace plomo, la desolación se instala, el narcisismo cede el lugar a un egoísmo triste, a una ausencia de generosidad. (p. 191)

Lo que se fue junto con la pérdida materna es algo de lo más valioso que poseía la madre. Algo de lo que compartía con su hijo. Algo que su hijo poseía como don materno. Algo que parece que ya no podrá brindar nunca más a nadie. Situación terciaria donde se enmarca el duelo, en tanto se trata de dones, atributos, rasgos, depositados, basculando entre el yo y el otro, pero que son abruptamente arrancados. Pérdida fundamentalmente narcisista. Pérdida de valores que estaban adosados a ese ser ineluctablemente perdido. Freud (1915-1917/2006b)Freud, S. (2006b). Duelo y Melancolía. En Obras Completas, XIV. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1915-1917). sólo indicaba la condición terciaria de la pérdida en la experiencia de la melancolía cuando destacaba que en esa situación “él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él” (p. 243). Es un “algo” verdaderamente fuera de la consciencia pero adherido a ese otro que se ha ido. Es un “algo” que valoriza a ese otro ciñendo el campo simbólico del deseo y haciendo insoportable su perdida.

Puede ser tal la dimensión de desplome del sujeto ante la contundencia de una pérdida que hace factible sucumbir a la psicosis. Hay pérdidas que enloquecen a quienes las sufren. Freud (1915-1917/2006b)Freud, S. (2006b). Duelo y Melancolía. En Obras Completas, XIV. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1915-1917). planteaba una “psicosis alucinatoria de deseo” (p. 242) en tanto el objeto es retenido en correlación con un extrañamiento de la realidad. Todo ello en virtud de que el sujeto se muestra renuente respecto a romper sus enlaces con el objeto perdido. Que siempre resultan ser múltiples y diversos. Se resiste a la orden que imparte la instancia que se encarga del examen de realidad. La instancia superyoica. Se muestra contumaz en esa rebeldía ante el mandato. Esa insubordinación, esa no servidumbre, para decirlo en términos que emplea Barthes, se ve ostensiblemente en un episodio de la afamada serie televisiva “Breaking Bad”. Jesse Pinkman, socio de Walter White en la fabricación de metanfetamina, ha perdido a su novia en una situación de sobredosis de consumo de droga. Después de haberla perdido de ese modo intempestivo, incluso generando sentimientos indecibles de culpa, se afana en llamarle por teléfono de manera reiterativa, aunque sabe que no es posible que le conteste. Una y otra vez se encuentra con la voz de la contestadora. Es la misma voz de la chica para decir que no puede contestar en ese momento. Jesse Pinkman insiste en llamarle en tanto quiere reencontrar esa voz que ilusiona con la presencia del ser amado perdido abruptamente. Esa voz parece hacer alucinar el cumplimiento de deseo de presencia del otro amado sobre el fondo abismal de su ausencia. Se trata de un caso específico de “Verleugnung”, desmentida, ante la experiencia de la pérdida del otro implicado en la causa del deseo. Esta pérdida es admitida “pero”, simultáneamente, objetada. Precisamente mediante la interpolación del “pero”, reconstruido por Mannoni (1979)Mannoni, O (1979). La otra escena, claves de lo imaginario. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu, para salvar un poco la contradicción. Como conjunción dicho “pero” liga posicionamientos subjetivos contrarios. Los posicionamientos que sostiene el saber respecto a los que mantienen la creencia. El objeto está muerto, asunto sabido por Jesse, pero, aun así, se encuentra vivo, cuestión de creencia pues se le requiere en el insistente llamado telefónico. Donde conviene enfatizar que “que si hay un ‘pero aun así…’ es precisamente a causa de un ya lo sé” (pp. 11-12). Ampliando el espectro decimos también que una parte del yo del sujeto ha sucumbido a la experiencia de pérdida. Es parte regida por el saber. Por un saber que, pese a todo, no se quisiera saber. La creencia se complace y se hace cómplice de eso que no se quisiera saber.

Así la desmentida hace bascular a un yo disociado y hace que el duelo mismo se encuentre en la balanza y oscilación constante de la presencia--ausencia del ser amado. Es la oscilación, la fluctuación, en la que parece colocarse la situación de castración. En la desmentida del duelo el yo fluctúa entre el saber y la creencia. Pero ésta no se impone, no impone absolutamente su peso de certeza. El saber da paso a la creencia, causa la creencia, que parece mitigar el dolor del duelo. Pero de igual modo parte de la renuencia a separarse definitivamente del objeto amado, de su resistencia, a dejarlo ir, se mitiga bajo la ficción o ilusión de acompañamiento. Una sección de su ser se ha ido acompañando al muerto, al desaparecido o al que se ha alejado de su vida. Es decir, nos asomamos a la posición de identificación con el muerto, particularmente en la condición de inmovilidad eterna. La inmovilidad que se extrema en una posición pétrea. Se perfila así la gravedad letal de esta postura de renuencia ante la experiencia de pérdida. Gravedad que petrifica al sujeto. Pues no es sólo que se configure de modo tortuoso y tormentoso la identificación con el ser perdido, cuestión que Freud dilucida en el entronque de duelo y melancolía, sino que el yo deviene el otro del fondo sepulcral.

Barthes da cuenta de esta identificación cuando indica “a partir de ahora y para siempre soy mi propia madre” (p. 46) y cuando informa de su emotividad “femenina” (p. 39) dentro del sentido indecible del duelo. También lo que aparece en este discurso testimonial de Barthes, es la muerte, en su dimensión cruda y real, dentro del duelo. El “hoyo de aflicción” (p. 87) conduce al hoyo de la sepultura, el “sin cesar desollado” (p. 96) remite a la consunción y descomposición del cadáver y lo nauseabundo de la tristeza y de lo irremediable viene a comunicarse con la putrefacción del mismo. El yo del sujeto en parte no quiere dejar solo a su ser querido, no lo quiere abandonar a su suerte y a su muerte. Y eso lo hace coparticipar no sólo de los rasgos y atributos que dejan como saldo una relación de amor. El sujeto se apropia fundamentalmente de lo que era característico del otro amado ahora perdido. Eso característico del otro es refugio ante la desolación de la pérdida. Pero de igual manera el sujeto dolido por la pérdida comparte tan empáticamente el estado de muerte del otro que se sumerge en la dimensión de lo siniestro de ultratumba. Esa es la gravedad ominosa del duelo. Gravedad hecha poema en esa inmersión identificatoria y acompañante del doliente en los territorios siniestros del ser amado perdido. En el poema de Miguel Hernández (1960)Hernández, M. (1960). Antología. Buenos Aires, Argentina: Losada. llamado Elegía, dedicado y destinado a la memoria de su amigo Ramón Sijé, se observa el retiro del duelo por la retención del objeto en los senderos que las artes macabras han plasmado no sin amargura: “la corrupción subterránea de los cuerpos, el envés de la vida” (Aries, 1999Ariès, P. (1999). El hombre ante la muerte. Buenos Aires, Argentina: Taurus., p. 503).

Quiero escarbar la tierra con los dientes,

Quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

Y besarte la noble calavera

Y desamordazarte y regresarte (pp. 56-57)

Gravedad del doble duelo

Gravedad (2013) es precisamente el título que lleva un filme sobre una epopeya galáctica centrada en el personaje de la científica y astronauta Ryan Stone. Puesta en escena de la heroicidad femenina. Una mujer afronta una serie de adversidades y el desafío épico radica en superarlas. La primera adversidad aparece desde su nacimiento. Era esperada como hombre por parte de su padre. Nace mujer pero su padre no se resigna a la pérdida de su expectativa narcisista y le da el nombre de sus anhelos irrenunciables. Le impone su soberbio empecinamiento en la ratificación de la virilidad. Le da nombre de hombre. Imposición violenta correlativa a un duelo no hecho en la prehistoria del sujeto. Sibony (1998)Sibony, D. (1998). Violence. Paris, France: Seuil. afirma que encontramos diversas situaciones de violencia allí donde no hemos emprendido un duelo en relación con ese otro que no ha respondido al ideal que tejimos en torno a él. Uno decepciona al otro no respondiendo al ideal con que ha investido nuestro ser. Aunque también el otro decepciona a uno al no responder a la idealización con la cual hemos encumbrado su ser. Esta “doble decepción merece ser integrada. Duelo del estado de beatitud, o de identificación” (p. 108). Duelo de una expectativa ideal quebrada. Duelo que no se hace y que inscribe su fracaso en el nombre de Ryan. Nombre que estaba anticipado, preparado para un niño por nacer. No para una niña. El nombre propio fija la resistencia a la decepción. Nada sabemos de los designios de la madre ni de la condición vincular entre los padres de esta heroína del mundo interplanetario. Pero sabemos que esta petrificación como condición subjetiva plasmada en su patronímico, “Stone”, puede haberse establecido desde el discurso inconsciente que atraviesa la subjetividad del realizador del film, en función también de otra experiencia de duelo irresuelto. La hija de Ryan Stone de cinco años muere en un accidente en la escuela. Este trágico suceso se lo comunican mientras ella conduce su vehículo. Allí su vida queda bruscamente tomada y capturada por el acontecimiento. Allí una parte de su ser se hace de piedra, deviene “stone”. Lo real viene a ocupar el lugar del Otro que no tiene respuesta al acontecimiento.

En realidad se trata de una experiencia de doble duelo. Lo cual explica la violenta petrificación de la astronauta. La gravedad de su condición subjetiva. No es sólo la pérdida de su hija. También se trata de una pérdida de la condición materna. Al perder a su hija, a su hija única, esta mujer deja de ser madre. Pierde un estatuto de ser que le permitía diferenciarse de su familia de origen fundando otra. Por eso su hija estaba en relación con la significación de la castración. Como Lacan (2008)Lacan, J (2008). El seminario. Libro 10. La Angustia. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Trabajo original publicado en 1962-1963). lo propone al referirse al hecho de que estamos de duelo solamente respecto a aquel o aquella que era “soporte de nuestra castración” (p. 125). Para Ryan Stone su hija única le permitía situarse en una posición de diferenciación simbólica, abría el acceso a la condición de filiación que define el poder materno en relación con su descendencia. Es decir, no es sólo un lazo amoroso el que se ha roto, sino también un lazo de parentesco que extiende y cifra un orden genealógico. Su compañero de odisea galáctica, Matt Kowalski, le hace reeditar transferencialmente el drama de la suspensión del duelo respecto a su hija. Asidos, en la inmensidad del espacio, por un solo cable, el cable vital o mortífero, se encuentran él y ella en un momento decisivo del drama. Drama violento pues enmarca lo que Wieviorka (2005)Wieviorka, M. (2005). La violence. Paris, France: Hachette. denomina el sujeto de la supervivencia. Es la situación de un sujeto confrontado por otro en el límite, en la encrucijada, de la vida y la muerte. Es la encrucijada especular pero mortal de tú o yo. El compañero le conmina a “dejarle ir”, a “soltarle”. Con esta enunciación parece también exhortarle a soltar también a su hija, a liberarle y liberarse de alguien que sigue pesando como piedra en su vida o que ha hecho de su ser una condición pétrea. Barthes (2011)Barthes, R (2011). Diario de duelo. 26 de octubre de 1977-15 de septiembre de 1979. México, México, D.F.: Siglo XXI dice que la presencia del ser querido, dolorosamente perdido, la presencia áspera y pesada de su ausencia, es como la de una de una piedra que gravita sobre nuestro ser: “La aflicción como una piedra… (en mi cuello, en el fondo de mí)” (p. 118). Esta aflicción inconmensurable hace que, aunque Ryan Stone se ocupe de otras cosas y se mueva hasta una distancia enorme de la tierra, permanezca anclada a “cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas” (Freud, 1915-1917/2006bFreud, S. (2006b). Duelo y Melancolía. En Obras Completas, XIV. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1915-1917)., p. 243) que la enlazaban amorosamente con su hija. Ryan Stone no había podido soltar a su hija. La conminación puede emanar, ya lo subrayábamos, de la instancia superyoica que posee la función de imponer su propio talante de realidad. Instancia de mando que conmina imperiosa e imperativamente a soltar al otro, a dejarlo ir. Pero esta conminación se puede topar con renuencias como ya lo veíamos anteriormente. Se puede tropezar con una actitud de contumacia que se expresaría en “je ne lâche pas” (Lacan, clase del 20 de marzo de 1968Lacan, J (1968). L’acte psychanalytique. Inédito), yo no suelto. Posicionamiento subjetivo propio del estadio anal y que se traduce en “cette avaricie structurante du désir”, esta avaricia estructurante del deseo. Stone se asume avara ante la pérdida de su hija. La avaricia supone un afán desaforado de riquezas que no es posible dejar perder. Para Stone su hija es su bien y riqueza más querida. Por lo tanto, asume una actitud de ahuyentar su falta. No ha posibilitado que su hija se sitúe en su propia posición singular de ser-para-muerte. La muerte de su hija es afrenta narcisista: “Puedo darle todo al otro, salvo la inmortalidad, salvo morir por él hasta el extremo de morir en su lugar y librarle así a su propia muerte” (Derrida, 2000Derrida, J. (2000). Dar la muerte. Barcelona, España: Paidós., p. 48).

Las personas que amamos se retiran, pueden incluso retirarnos el amor que nos tributan, pero nuestro amor permanece mucho tiempo gravitando, soñando con suscitar o resucitar al otro o el amor del otro. Alguien narra en un momento de su análisis lo inquietante o desquiciante de su estado actual. No puede estar en ningún lado. Extraña a su amada. Extraña esa magia que parecía haber en su relación. Extraña esa vivacidad que inspiraba su presencia, su contacto, su intimidad corporal y sexual. Interesa también en estos casos esta especie de ubicuidad siniestra de la ausencia del ser amado: “¡Quiero regresar! (pero ¿dónde? ya que ella no está en ningún lado y era ahí donde podía regresar). Busco mi lugar” (Barthes, 2011Barthes, R (2011). Diario de duelo. 26 de octubre de 1977-15 de septiembre de 1979. México, México, D.F.: Siglo XXI, p. 188). Se busca el lugar propio en la medida en que antes de su pérdida, el ser amado como presencia divinizada parecía estar en todos lados. Por eso es que la pérdida es capaz de reducir al sujeto a una condición de estado inorgánico. A ese estado hacia el cual las pulsiones de muerte empujan en su apetito destructor: “Deberíamos observar más a los minerales, a las piedras, la lava petrificada, los fósiles, la roca — nos dicen lo que somos. Es en esta mineralidad donde nos parapetamos cuando el amor se retira” (Dufourmantelle, 2012Dufourmantelle, A (2012). En cas d’amour. Psychopatologie de la vie amoureuse. Paris, France: Rivages., p. 51). Cuando el amor se nos retira o cuando se retira aquel o aquella que nos lo aportaba nos retiramos, nos vemos rechazados, reducidos a piedras. También podemos reducir a mineral, a roca fósil, la pérdida misma del ser amado. La película de Alfonso Cuarón muestra el boquete abierto en la historia de Ryan Stone. Nada sabemos del padre de la hija que murió accidentalmente. Eso implica un misterio. No hay señor Stone en ningún lado como lo dice la protagonista. Eso convoca la cuestión de una pérdida que precede a la de la hija. Una pérdida de la cual no se sabe nada. De la cual no se habla. Entonces se trata de una pérdida encriptada, impenetrable:

… mientras la cripta se sostiene, no hay melancolía. Esta se declara en el momento en que las paredes se tambalean, a menudo a consecuencia de la desaparición de algún objeto accesorio que le servía de puntal. Entonces, ante la amenaza de que la cripta se derrumbe, el yo entero deviene cripta, disimulando bajo sus propios rasgos el objeto de amor oculto. Ante la inminencia de perder su sostén interno, el núcleo de su ser, el yo se va fusionar con el objeto incluido al que imaginará abandonado por él, y comenzará abiertamente un “duelo” interminable. Se pondrá a propalar su tristeza, su herida abierta, su culpabilidad universal; sin, por otra parte, denunciar jamás lo indecible.(Abraham y Torok, 2005Abraham, N., & Torok, M. (2005). La corteza y el núcleo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu., p. 244)

Barthes (2011)Barthes, R (2011). Diario de duelo. 26 de octubre de 1977-15 de septiembre de 1979. México, México, D.F.: Siglo XXI insiste en el hecho de que la aflicción que implica la pérdida de su madre es decible, aunque “inexpresable” (p. 187). El hecho de que pueda hablar de ella hace levemente soportable su ausencia. Pero también advierte que el duelo poseería un peso real que lo haría “insusceptible de una dialéctica narrativa” (p. 61). Es decir, algo queda sedimentado en la experiencia de pérdida que escapa a toda expresión. Algo inmutable e incomunicable define el estatuto real del duelo. Ni el llanto ni el grito ni la palabra alcanzan a expresar el dolor de la pérdida. Es el otro, el compañero de la hazaña espacial para Ryan Stone, Matt Kowalski, el que tiene que desprenderse. No sin dejar un saldo de culpa en el sujeto. Pero este otro del desprendimiento transferencial reaparecerá en este drama épico en un punto de viraje del mismo. Cuando parece que nuestra heroína ha claudicado, cuando parece que se ha dejado vencer abandonándose a la muerte, aparece el deseo encarnado de manera alucinatoria en Kowalski. Lo que finalmente se ha dejado ir retorna para alentar el deseo en el sujeto, para que el sujeto no traicione la causa de su deseo (Lacan, 1959-1960/1990Lacan, J (1990). El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Trabajo original publicado en 1959-1960).). Le suministra la clave de solución al enigma de su saber acerca de cómo salir de la condición adversa en que se encuentra. La heroína ha asumido su ser para la muerte pero también ha asumido finalmente la muerte de su hija. Hasta ahora no podía hablar con su hija. Había quedado petrificada su palabra en dirección a ella. Ahora se dirige a ella a través de este compañero de aventura. Éste será el emisario de su palabra, su intermediario para poder acercarse a su hija muerta, respecto a la cual se encontraba dolida. Es decir, dolida tristemente por su pérdida; pero también dolida furiosamente. Esa es la pieza difícil de reconocer en este proceso de retracción del duelo. La molestia, el enojo, contra la hija absurda y torpemente muerta, como lo manifiesta en su discurso Ryan Stone.

En la fenomenología clínica doble del duelo podemos inscribir una experiencia de doble duelo en una joven que ha perdido hace algunos años a su madre y que acude a consulta1 1 El fragmento de caso que presentamos, forma parte de un grupo de casos que conforman la tesis doctoral de la coautora del presente artículo, y que lleva por título: “Posiciones subjetivas ante la pérdida. El duelo y sus perturbaciones”, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2015. a un servicio comunitario de una institución universitaria. Esa pérdida es re-significada en función de otra. Tropezamos entonces con pérdidas que se acoplan por la ruta memorable de la palabra del sujeto. Katy, una joven de 22 años de edad, presenta un estado de abatimiento subjetivo en función, según su decir, de una reciente ruptura con una persona con quien llevara cuatro años de intensa relación. Ella, como Stone, ha perdido a alguien que le resultaba fundamental en su vida. Como soporte de la castración, su exnovio Rob, se constituye en alguien decisivo que pauta y define tanto sus límites como sus posibilidades. Su discurso parece ordenarse en función de Rob. Núcleo y leitmotiv de su palabra, Rob parece no dejar sitio para nadie más en la historia que Katy comienza a movilizar y sacudir mediante su palabra de fluir libre: “Sentí que nuestro amor era mágico y yo lo rompí. Yo creé un ideal, lo bonito, lo puro bonito. Y ahora se derrumbó todo. Creo que se rompió el ideal de los dos. Yo me destruí mi propio ideal”. Resiente la impresión de haberse destruido a sí misma al no haber respondido al ideal resulta desolador. No ha podido integrar en su envoltura simbólica esa decepción de sí y del otro.

La separación de su novio, aunque dominante en su discurso, no sería la única: “Mi mamá falleció hace 4 años. Nunca trabajé lo de mi mamá. Ella estaba inválida, era la segunda vez que tenía cáncer. Rob siempre me escuchaba, de lo de mi mamá”. Es enunciada, entonces, la pérdida materna como si hubiera sido imposible hacer de ella un duelo. ¿Por qué habría quedado encriptada, como en Stone, la muerte de un ser querido?, ¿Qué hizo de esta pérdida, algo indecible, o algo solo escuchado por Rob? Así como en Stone, el desprendimiento de su compañero supone el desprendimiento de su hija (dejarla ir), y la condición de madre que tuvo por ella, en Katy, el desprendimiento de Rob (dejarlo ir) supone traer de vuelta la pérdida inexpresable de su madre. Pérdida que parece poseer una configuración fantasmática. Katy no puede acercarse a su madre muerta, más que por mediación del otro, de Rob. El cual figura en una doble función. De escucha única en relación a la muerte de la madre y de tapón de la pérdida. Su papel de soporte de la castración también hace inevitable una relación exacerbada hasta la idealización.

La gravedad del duelo es tal que se recusa la pérdida acentuando la presencia del otro que nos hace falta mediante la alucinación psicótica. De igual modo puede dividir el yo del sujeto entre el saber y la creencia en relación con dicha perdida. El doble duelo patentiza la gravedad de la falta. A una pérdida no susceptible de narrativa, encriptada, se suma otra, que parece liquidar la vitalidad del sujeto. Pensar al duelo como acontecimiento permite insertarlo en la trama de la significación de castración considerando que remite a la densidad abrumadora de una pérdida a nivel de lo real.

Referencias

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  • 1
    El fragmento de caso que presentamos, forma parte de un grupo de casos que conforman la tesis doctoral de la coautora del presente artículo, y que lleva por título: “Posiciones subjetivas ante la pérdida. El duelo y sus perturbaciones”, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2015.
  • Financiamento/Funding: Os autores declaram não terem sido financiadosa ou apoiados / The authors have no support or funding to report.
Editores do artigo/Editors: Profa. Dra. Ana Maria Rudge e Profa. Dra. Sonia Leite

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Jul-Sep 2017

Histórico

  • Recibido
    13 Feb 2017
  • Acepto
    30 Mar 2017
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