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Un reto que debemos afrontar

Editorial

Un reto que debemos afrontar

La vuelta del milenio coincide con múltiples cambios en las proyecciones de diferentes estados acerca de su papel en el mantenimiento y promoción de la salud de sus pueblos, con actitudes y criterios que cubren un amplio espectro cuyos polos extremos son el paternalismo a ultranza y la absoluta exoneración de las responsabilidades estatales en esta importante necesidad social. Las corrientes neoliberales que se extienden por el mundo apoyan esta última posición y sus consecuencias son la privatización máxima de los servicios de salud con la inevitable proyección asistencial -en detrimento de lo preventivo promocional - y la excesiva preocupación por el paradigma costo beneficio, orientación que en el caso de los usuarios de menos recursos se traduce en la trágica limitación de acceso a servicios cada vez más costosos ofrecidos por especialistas y técnicos de la salud cada vez mas afectados en su status social y explotados por empresas cuyos objetivos fundamentales no son precisamente satisfacerse con el deber cumplido.

La soga una vez mas, tiende a quebrarse por su parte más débil.

Las exigencias progresivas de las Managed Care and Health Maintenance Organizations sobre todo expresadas en los paradigmas demanda-tiempo, normas-calificación y presupuesto-necesidades (esta vez en un contexto esencialmente economicista) van de la mano con la progresiva exposición pública de su ejercicio por los medios masivos de comunicación electrónicos y escritos que destacan con finalidades sensacionalistas los errores médicos y las altas sumas de dinero alcanzables mediante demandas por mala practica. Proponiéndoselo conscientemente o no transitan peligrosamente en forma activa por una pendiente resbaladiza, cuyos resultados finales- de no ser contenida a tiempo llevaría a la desaparición de la paradigmática relación médico paciente, y su desplazamiento por una trágica relación médico-demandante potencial donde la compasión ante la situación del enfermo y su familia solo florecería en candidatos a canonización y no por la mayoría de los profesionales que aunque movidos por la vocación humanística y de servicio al seleccionar nuestra carrera, se frustrarían constantemente durante su formación y alcanzarían la entropía al iniciar una práctica cada vez más deshumanizada y comercializada, fenómeno casi inconcebible en la más humana de las profesiones. La crisis de identificación profesional brillantemente descrita por autores españoles como el síndrome de Tomas se difundiría en progresión geométrica y la praxis médica estaría a punto de convertirse en la contrapartida de lo que fue cuando el médico de familia del pasado siglo erigía -sin proponérselo- en un líder social de primer rango junto al sacerdote, el maestro, el alcalde y el juez. Sus gratificaciones eran fundamentalmente vocacionales y morales, pero su status distaba mucho de enfrentar los peligros de las agresiones de una población que le cobra al médico con sus continuas demandas, el abandono de que es víctima por sus estados neoliberales ¿Puede satisfacerse así la vocación de servicio? ¿Puede sentirse un médico satisfecho con su labor cotidiana y respetado por su comunidad? ¿Puede desarrollarse el humanismo, la integralidad y la ética en este contexto? La respuesta reiterada o seria: solo excepcionalmente.

Pensamos que los psiquiatras y el resto de los integrantes del equipo de salud mental debemos enfrentar esta situación como profesionales expertos en relaciones humanas, como ciudadanos conscientes de nuestras potencialidades como agentes de cambio y como formadores de nuevas generaciones de médicos a quienes debemos preparar para no asumir pasivamente esta crisis que atenta contra las bases del ejercicio de una profesión que elegimos por sentirnos pagados lo bastante con la dicha de una madre, con una cara que sonríe por que ya no padece, por la paz de un moribundo a quien ocultamos la llegada de la muerte y también por ansiar conocer al hombre y penetrar todo lo trágico de su destino. Y esas motivaciones merecen ser respetadas por los estados, medios masivos, por las empresas intermediarias y por la población.

Eduardo B. Ordaz

Presidente APAL

Ricardo González Menéndez

Secretario General APAL

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    12 Jun 2000
  • Fecha del número
    Dic 1999
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