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Time is money: optimización, identidad y cultura laboral en la sociedad deseada

Resúmenes

¿Es posible modificar la cultura de la optimización contenida en la expresión Time is money? En tanto no es una relación natural, y en tanto existen otros modos culturales de organizar el tiempo y el trabajo, sin duda es posible. Pero ¿cómo hacerlo desde dentro de una cultura marcada por tal impronta? La sugerencia de este trabajo es que debemos repensar nuestro rumbo colectivo, fundamentalmente en cuanto al criterio de optimización que marca las relaciones laborales. Es aquí donde se amalgaman las capacidades tecnológicas, con los criterios cuantitativos de eficiencia y un determinado modo de organización social. Y es a partir de la exacerbación de tal relación que progresivamente se van perdiendo las conquistas sociales, el valor humano de las relaciones, y el rumbo colectivo como horizonte: las jornadas laborales ampliadas progresivamente consumen mayor cantidad de nuestro capital vital: el tiempo. Esta afirmación puede resultar extraña en una época donde las nuevas tecnologías permiten efectivamente realizar las mismas tareas en un tiempo menor. Pero, es aquí donde la cultura de la optimización lo reinvierte para realizar más trabajo; trabajo que en nuestras sociedades de base capitalista sólo contribuye a concentrar el rédito. En este artículo he tratado de señalar dos puntos con los que es posible comenzar a orientar tales relaciones con un sentido diferente: (a) La noción de "implicación" que conduce a considerar insuficientes las evaluaciones técnicas y cuantitativas de las nuevas tecnologías y sus riesgos posibles: es necesario reflexionar también sobre el riesgo social en función del rumbo deseado para la sociedad a futuro. (b) Por otro lado, por medio de la noción de epimeleia se concluye que, para participar políticamente en esta construcción social, precisamos comenzar por establecer y ejercer los valores de nuestra identidad a través de un proceso de política interior, de construcción subjetiva.

Política tecnocientífica; Jornada laboral; Cultura del trabajo; Cultura de la optimización


Is it possible to change the culture of optimization refered by the expression "Time is Money"? Given that it is not a natural relationship, and since there are other cultural modes of organizing time and work, it is certainly possible. But how to do it from within a culture marked by such an imprint? We must rethink our collective course, primarily with regard to the criterion of optimization in labor relations. This is where technological capabilities merge with the quantitative criteria of efficiency and a certain social organization. And from the exacerbation of such a relationship we gradually lose the social gains, the value of human relations, and the collective course. The extended labour day progressively consumes our vital capital: time. This may be strange in an era where new technologies allow to perform the same tasks in less time. But in the material culture of productivity this tends to for further work, work that in our capitalist societies only serves to concentrate the revenue. In this article I draw attention to two points to steer such relationships in a different way. (a) The notion of "implication" that leads to consider inadequate the new technologies evaluation and their potential risks in technical terms: we need also to consider the social risk related to social endings. (b) On the other hand, by the concept of "epimeleia" we arrive to the point that to participate in this social construction, we need to begin establishing and manifesting the values of our identity through a internal policy, the construction and defense of our identity.

Technoscience policy; Labor day; Labor culture; Optimization culture


ARTIGOS

Time is money: optimización, identidad y cultura laboral en la sociedad deseada

Fernando Tula Molina

Investigador Adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina ftulamolina@gmail.com

RESUMEN

¿Es posible modificar la cultura de la optimización contenida en la expresión Time is money? En tanto no es una relación natural, y en tanto existen otros modos culturales de organizar el tiempo y el trabajo, sin duda es posible. Pero ¿cómo hacerlo desde dentro de una cultura marcada por tal impronta? La sugerencia de este trabajo es que debemos repensar nuestro rumbo colectivo, fundamentalmente en cuanto al criterio de optimización que marca las relaciones laborales. Es aquí donde se amalgaman las capacidades tecnológicas, con los criterios cuantitativos de eficiencia y un determinado modo de organización social. Y es a partir de la exacerbación de tal relación que progresivamente se van perdiendo las conquistas sociales, el valor humano de las relaciones, y el rumbo colectivo como horizonte: las jornadas laborales ampliadas progresivamente consumen mayor cantidad de nuestro capital vital: el tiempo. Esta afirmación puede resultar extraña en una época donde las nuevas tecnologías permiten efectivamente realizar las mismas tareas en un tiempo menor. Pero, es aquí donde la cultura de la optimización lo reinvierte para realizar más trabajo; trabajo que en nuestras sociedades de base capitalista sólo contribuye a concentrar el rédito. En este artículo he tratado de señalar dos puntos con los que es posible comenzar a orientar tales relaciones con un sentido diferente: (a) La noción de "implicación" que conduce a considerar insuficientes las evaluaciones técnicas y cuantitativas de las nuevas tecnologías y sus riesgos posibles: es necesario reflexionar también sobre el riesgo social en función del rumbo deseado para la sociedad a futuro. (b) Por otro lado, por medio de la noción de epimeleia se concluye que, para participar políticamente en esta construcción social, precisamos comenzar por establecer y ejercer los valores de nuestra identidad a través de un proceso de política interior, de construcción subjetiva.

Palabras-clave: Política tecnocientífica. Jornada laboral. Cultura del trabajo. Cultura de la optimización.

ABSTRACT

Is it possible to change the culture of optimization refered by the expression "Time is Money"? Given that it is not a natural relationship, and since there are other cultural modes of organizing time and work, it is certainly possible. But how to do it from within a culture marked by such an imprint? We must rethink our collective course, primarily with regard to the criterion of optimization in labor relations. This is where technological capabilities merge with the quantitative criteria of efficiency and a certain social organization. And from the exacerbation of such a relationship we gradually lose the social gains, the value of human relations, and the collective course. The extended labour day progressively consumes our vital capital: time. This may be strange in an era where new technologies allow to perform the same tasks in less time. But in the material culture of productivity this tends to for further work, work that in our capitalist societies only serves to concentrate the revenue. In this article I draw attention to two points to steer such relationships in a different way. (a) The notion of "implication" that leads to consider inadequate the new technologies evaluation and their potential risks in technical terms: we need also to consider the social risk related to social endings. (b) On the other hand, by the concept of "epimeleia" we arrive to the point that to participate in this social construction, we need to begin establishing and manifesting the values of our identity through a internal policy, the construction and defense of our identity.

Keywords: Technoscience policy. Labor day. Labor culture. Optimization culture.

INTRODUCCIÓN

A continuación propongo reflexionar sobre la jornada laboral y el sentido de nuestro tiempo de vida. Tal reflexión pretende contribuir a una construcción colectiva más amplia, la que fue explicitada en la Declaración de Santa Fe en los siguientes términos:

1. Que es necesario recuperar una acción dispuesta a colaborar con diversas corrientes de "Utopía Posible", para la edificación de un nuevo proyecto de sociedad en el cual la ciencia y la técnica asuman un rol totalmente comprometido con el bienestar de la población, aunando sabiduría práctica, con justicia y liberación de toda clase de opresiones.

2. Que se debe recobrar el debate en torno a la imaginación y la constitución del porvenir, en torno a los sentidos de las prácticas presentes en relación con la construcción colectiva de un porvenir que merezca llamarse humano.

3. Que se tienen que encontrar y generar espacios democráticos para que los diferentes actores sociales interesados, muchos de los cuales hoy no tienen posibilidad alguna de participación, puedan discutir los fines sociales de la ciencia y la tecnología, y que estos fines, así consensuados, se deben transponer como valores para la evaluación científica y tecnológica.

4. Que la participación activa de la comunidad científica, y otras, es, en este sentido, fundamental. No podemos quedarnos más como meros espectadores que sólo vemos pasar las cosas que ocurren. Debemos replantearnos nuestra actitud, sacudirnos la abulia, no quedarnos en la queja y empezar a ser un poco más protagonistas de hechos que, finalmente, nos involucran a todos.

5. Que debemos comprometernos, como trabajadoras y trabajadores de la ciencia y de la tecnología, para generar espacios amplios de discusión que integren el debate sobre la situación laboral y el sentido de nuestra labor.1 1 Disponible en el portal del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA): < www.institutocta.org.ar/spip.php?article336>.

En una sociedad caracterizada por la desigualdad, la búsqueda de políticas genuinas orientadas por el bien común, políticas genuinamente democráticas, resulta para muchos no más que las buenas intenciones de algunos ingenuos. Efectivamente, si 350 personas (las más ricas) tienen en conjunto más dinero que el resto de los 7500 millones que habitan el planeta (las más pobres), no resulta sencillo hablar de democracia, o de que los beneficios de nuestros conocimientos tecno-científicos estén orientados por la búsqueda de solución de los problemas persistentes de nuestra sociedad. A menos que comience a resultar masivamente evidente que no hemos acertado en el modo de organizarnos como sociedad, y que tal organización no es irremediable; no es el resultado de algún tipo de relación natural entre los hombres. De aquí la importancia central de la política (una vez que salimos de nuestras tendencias excesivamente naturalistas, deterministas, derrotistas o pesimistas) para reorganizarnos socialmente hacia un rumbo alternativo. La intuición que guía este trabajo es que la idea de que somos todos diferentes resulta más profundamente democrática que la de que somos todos iguales. Desde este punto de vista, es necesario construir todo proyecto social y colectivo a partir de y en la diferencia.

La jornada laboral es un dispositivo social en el que se cruzan los intereses de las partes involucradas y foco de políticas gremiales y sociales. A continuación, pretendo reflexionar sobre la jornada laboral no sólo como escenario de conflicto de intereses, sino de concepciones culturales asociadas, las cuales difieren de modo fundamental sobre cómo concebir la sociedad y, básicamente, el ser humano. Para esta reflexión voy tomar la definición de "cultura" dada por Wittgenstein en 1930:

Una cultura es como un gran organización que atribuye a cada uno de sus miembros un lugar en el que puede trabajar en espíritu de conjunto; y es perfectamente justo que su poder sea medido por la contribución que consigue dar al todo. En una época sin cultura, por otro lado, las fuerzas se tornan fragmentarias y el poder del individuo se consume en la tentativa de vencer fuerzas opuestas y resistencias a la fricción (Wittgenstein, 2000, p. 20).

Time is money representa toda una cultura de optimización que, en relación a la jornada laboral, puede caracterizarse por lo siguiente:

(a) Considerar el tiempo del trabajador como gasto empresario.

(b) Hacer del "trabajo efectivo" la principal unidad de costo: el tiempo gastado por los operarios en un sistema de trabajo.

(c) Analizar las relaciones laborales fundamentalmente en términos económicos.

Dependiendo de la cultura a la que sirva, la propia idea de "optimización del tiempo de trabajo" afecta de modo muy diferente al tiempo de vida, su contenido y calidad. Bajo la cultura Time is money, la idea de optimización se orienta directamente por el lucro, y bajo valores neoliberales conduce a la precarización de las relaciones de trabajo. Esta situación de precariedad no es sólo económica, sino consecuencia también de un proceso de desvalorización de la cultura del trabajo, i.e. de los valores identitarios que dan sentido al tiempo de trabajo, como pueden estarlo en las culturas de El trabajo dignifica o El trabajo es salud. Afortunadamente es posible una organización diferente, menos orientada por la concentración, y más por la capacitación y compensación de las situaciones evidentes de desigualdad ocasionadas por nuestra propia forma de organizarnos como sociedad; una cultura donde lo óptimo esté más focalizado en el desarrollo de nuestras identidades culturales, que en lucro o en la negociación del precio.

Sin duda las innovaciones tecnológicas han permitido una gran optimización del tiempo de trabajo, pero debemos preguntarnos a qué cultura está contribuyendo tal optimización. Desde mi punto de vista, éste es el principal punto sobre el que debemos reflexionar si queremos participar e intervenir para una mejor relación entre desarrollo tecnológico y democracia. El discurso de la innovación tecnológica constante, "nueva tecnología para un mundo mejor", orienta y genera adhesión a una política de mayor inversión pública en Investigación+Desarrollo+Inovación para "el crecimiento del país y mejoría de la población". Ambas afirmaciones merecen reflexión cuando, a pesar de tales innovaciones, el tiempo de vida de la mayoría no vio una mejoría, sino que la optimización fue en el sentido de la mayor productividad con menos operarios y funcionarios. Y en la medida en que el sistema productivo se mantenga dentro del actual esquema neoliberal, sin políticas de genuina redistribución, tal discurso y orientación servirá a la cultura "Time is money", y alentará el consumismo tecnológico como su propio motor de desarrollo.

Es esta discusión sobre diferentes horizontes culturales, asociados a la política tecnológica y a la cultura del trabajo, la que a veces parece estéril cuando enfrentamos las asimetrías generadas por el capitalismo, o las doctrinas del homo aeconomicus, o los argumentos basados en la ley del menor esfuerzo, o la falta de compromiso ético de los valores neoliberales con su trama cuantitativa de evaluación. En esta trama tecnocientífica y social, la asociación "evaluación cuantiativa-desarrollo" y "tecnología-capital" resulta no ingenua y requiere reflexión y posicionamiento con relación a nuestros objetivos como sociedad, y al valor que otorgamos a nuestro tiempo como capital de vida. No participar en esta discusión, o ser indiferente, sólo deja libre el camino a un discurso de optimización, que no está orientado por el desarrollo de la sociedad o de los hombres, sino de los recursos en función de la inversión.

Estas afirmaciones están en relación directa con la mirada crítica de Lacey sobre las "estrategias materialistas" y los "abordajes descontextualizados" que han orientado la mayor parte de los desarrollos tecnocientíficos, en los cuales:

[...] las teorías se restringen a aquellas que representan fenómenos y encapsulan posibilidades en términos que manifiestan su carácter legal [basados explícitamente en una ley] y, de este modo, usualmente en términos de haber sido generadas o generables por estructuras subyacentes (y sus componentes), procesos, interacción, y las leyes (característicamente expresadas en términos matemáticos) que las gobiernan. Al representar los fenómenos de este modo, los descontextualizan, disociándolos de cualquier papel que puedan tener en relación a la organización social, vidas humanas y experiencias, de toda relación con valores, y de cualquier posibilidad social, humana y ecológica que puedan estar abiertas a ellos (Lacey, 2005, p. 30).

Luego de la reflexión inicial presentaré - por mi parte - dos conceptos que considero fructíferos para articular las diferencias hacia un horizonte cultural diferente (del que se desprende de la globalización del mercado y las evaluaciones en términos estrictamente económicas) para la propia política científica, tecnológica y de innovación. Ambos conceptos suponen política, pero con direcciones diferentes y complementarias:

(a) El primero bajo la idea de "implicación", y se refiere al cuidado de nuestras relaciones sociales en la búsqueda de alcanzar objetivos comunes. Aquí se trata del sentido más tradicional de política, vinculado a la construcción social. Este sentido comparte el espíritu general de todos los puntos de la Declaración de Santa Fe.

(b) El segundo corresponde a la obra tardía de Foucault (2001) centrado en la noción griega de epimeleia (inquietud por sí mismo), donde el cuidado de uno mismo es la clave de la política interior, la construcción subjetiva. Este sentido está directamente relacionado con los aspectos actitudinales mencionados en el punto quinto de tal declaración.

La consecuencia de este análisis será que sólo a través de la participación en los espacios donde se institucionalizan las prácticas tecno-científicas legítimas, será posible determinar su rumbo en nuestra sociedad. A su vez, será tal rumbo tecnológico, legitimado institucionalmente, el que permitirá controlar sus consecuencias en función de los diferentes escenarios posibles que podamos representarnos, y de los diferentes valores constitutivos de las identidades involucradas.

1 OPTIMIZACIÓN Y CULTURA LABORAL

En 2004 en Argentina, Metrovías protagonizó un fuerte conflicto gremial que ejemplifica en enfrentamiento de intereses y discursos. Mientras el vocero de la empresa afirmaba que la empresa "se encontraba entre los mejores subtes del mundo", desde la privatización (diciembre, 1993) el personal se redujo un 60%, los sueldos bajaron entre el 10 y el 40%, se aumentó la jornada laboral a 8 hs. retrocediéndose en la conquista de una jornada de 6 hs. por trabajo insalubre. Además del caso de Metrovías, Aruguete estudió de modo general las relaciones y las identidades laborales en el proceso de privatización de la telefonía Argentina. La información recogida de los trabajadores de empresas de telefonía fija muestra que:

La vivencia que perdura en los trabajadores - despedidos o no - es que la privatización implica desestabilizar y fragmentar un modo de vida estructurado a partir de la identidad y cultura laborales. Esa pérdida de sentido de una ética en la que el trabajo es sinónimo de realización personal fue vivida por los trabajadores como humillación, y falta de respeto a sus trayectorias laborales y profesionales, una desvalorización de su saber, una falta de reconocimiento personal y social a su trabajo y una persistencia en la incertidumbre acerca del futuro (Aruguete, 2006, p. 321).

Esta situación no es particular, como lo muestran las tres investigaciones realizadas por Pochmann. La primera sobre 145 países (el 83,2 % de la fuerza total de trabajo con 16 años según datos de OIT - 2,9 mil millones de personas), la segunda sobre 76 empresas de tercerización de mano de obra en 33 países seleccionados, y la última sobre las 500 corporaciones más grandes del mundo. Su conclusión es que:

De manera general, la tercerización transnacional se caracteriza por generalizar el padrón asiático del trabajo, cada vez más asociado a la alta rotación, la baja remuneración y la larga jornada laboral. Este tipo de tercerización de mano de obra no se presenta como un imperativo de la modernización de las condiciones generales de producción en el inicio del siglo XIX. Por el contrario, se puede asemejar, guardada la debida proporción, al retroceso de las conquistas alcanzadas hasta el momento. Frente al engrandecimiento del poder económico pocas veces identificado en la historia del capitalismo mundial, cabe la abertura a una nueva fase de consideraciones sobre el rumbo mundial. En este sentido, el debate sobre el papel de la regulación pública sobre la actuación de las corporaciones transnacionales, una vez que la actuación de los estados nacionales se torna cada vez más restringido (Pochmann, 2008, p.25).

2 2 Se destaca que varias corporaciones transnacionales tienen una facturación superior al PBI de países enteros. Solamente las tres mayores tuvieron juntas, en 2006, una facturación mayor al PBI de Brasil.

¿Optimización de recursos? Sin duda! Pero no hablemos de democracia. No es posible hacerlo cuando sólo una identidad se vuelve hegemónica, la neoliberal, con su característica falta de compromiso ético. La cultura Time is money no sólo no consigue integrar los valores identitarios de las culturas del trabajo, sino que orientada por la optimización (en el marco del consumo y el progreso) los precariza; la ecuación costo-beneficio desvaloriza lo construido social y simbólicamente al colocarle el precio más bajo del mercado. De esta manera, la dirección en la que orienta es contraria a la de la sociedad deseada por muchos, una sociedad integrada cultural y laboralmente; una sociedad menos fragmentada, en el sentido de la definición de Wittgenstein del comienzo.

2 AUTOCONSERVACIÓN Y AUTOPRESERVACIÓN

Estoy entendiendo la naturaleza de estos valores identitarios en el sentido de la distinción de Bleichmar entre autoconservación y autopreservación: buscamos conservar nuestro aspecto material, nuestra salud y nuestra vida biológica, procuramos preservar nuestra identidad (en algunos casos en contra de nuestra salud y hasta de nuestra vida biológica). Esta distinción es ilustrada con gran claridad en una entrevista concedida al portal El Sigma:

Yo desarrollé la diferencia entre auto-preservación y auto-conservación para plantear que hay momentos muy decisivos de la historia en los cuales un ser humano tiene que elegir seguir siendo quien es, pese a morir, o vivir dejando de ser. Esto aparece muy claro en los relatos, de los campos de concentración y de la segunda guerra y también de la Argentina, de las formas con las cuales se produjeron procesos de desubjetivación de las víctimas. En los '90 se produce un fenómeno diferente que es que hay una expropiación de la identidad a partir de que la propuesta de autoconservación prima sobre la autopreservación identitaria pero como si fuera una elección de quien la realiza; o bajo las formas de la desconstrucción de la identidad laboral. Alguien que pierde el trabajo no es un obrero de la construcción temporariamente desocupado, es un desocupado. Me sucedió algo que me impactó mucho con un taxista a quien le pregunté como sabía tanto sobre determinado tema y me dijo: yo fui sociólogo. Con lo cual no era un sociólogo que manejaba un taxi, sino alguien que ahora era un taxista que alguna vez fue sociólogo. Este es un proceso de desconstrucción identitaria, por eso las formas espontáneas con las cuales la sociedad intenta resistir se constituyen como modelos identitarios (Bleichmar, 2002, p. 68).

El discurso de la optimización, tanto en su aspecto industrial - producción - como en su aspecto laboral - jornada laboral - está a su vez imbricado con el discurso del desarrollo tecnológico. Un elemento central de esta relación es el valor simbólico que tiene la eficacia en nuestra cultura. La idea de eficacia se liga con el aspecto más material de nuestra cultura: funciona! Sin duda siempre es mejor que funcione, a que no lo haga. Pero nuestra cultura tiene otro aspecto que no tiene que ver con el funcionamiento de los artefactos, sino con los valores que consideramos parte de nuestra identidad: nuestros valores identitarios, dentro de los cuales los de la cultura laboral pertenecen al grupo de los fundamentales. El rumbo tecnológico tiene que procurar que no se pierda el equilibrio entre ambos. Más adelante diré que tal equilibrio depende de extender nuestra capacidad de acciones responsables, no sólo en relación a lo que queremos conservar, sino a lo que deseamos preservar.

En este punto, de modo intencionado o no, el ideario de la optimización tecnológica, de la mano de la precarización laboral, conspira contra la construcción de una sociedad más justa. Debemos recuperar las identidades culturales que colocan medida a los fines; reorientar nuestra gran capacidad tecnológica con sentido democrático significa dirigirla hacia la obtención de metas sociales y utopías posibles.

Teniendo estas consideraciones presentes, se vuelve central la reflexión en nuestra sociedad contemporánea sobre la finalidad del avance tecnocientífico. En este sentido, coincido con el diagnóstico de Castoriadis:

mientras el desarrollo de la tecnología y la tecnociencia se acelera y se convierte en autónomo [...] a la par del triunfo, durante este período, del imaginario capitalista, hay un retroceso cada vez más marcado del movimiento democrático, del movimiento hacia la autonomía en el plano social y político (Castoriadis, 2005, p. 103).

En conclusión, este hecho nos enfrenta con una encrucijada histórica: o continuamos el camino actualmente hegemónico hacia el agotamiento de las significaciones históricas y sociales, la apatía, la irresponsabilidad y el cinismo, (dejando el rumbo al supuesto control racional de la tecnociencia autónoma, ligada la expansión del consumo por el consumo), o se consigue un proyecto de transformación política hacia un proyecto de autonomía tanto individual como colectiva (cf. Castoriadis, 2005, p. 109).

3 JORNADA LABORAL: TIEMPO Y VALOR

En algún sentido no trivial nuestro mayor capital es el tiempo que disponemos para vivir. En la medida en que sean insuficientes nuestros medios para subsistir o alcanzar nuestros fines, buscamos tales medios en general trabajando para otros. El trabajo es una de las relaciones sociales más características donde se plasman las necesidades, las prácticas y los sistemas de distribución de recursos. Paralelamente, allí se establecen las diferencias, las asimetrías y las relaciones de poder y dominación.

En nuestra sociedad, de base tecnológica y capitalista, el resultado de tal cruce de intereses se articula con el discurso de la optimización y la eficacia. Como vimos, tal discurso orienta políticas contrarias a la jerarquización de la cultura laboral precarizando las relaciones de trabajo. Por otro lado, tal orientación política tampoco va en el sentido de la democratización del trabajo por la vía de una disminución progresiva de la jornada laboral. Estos dos objetivos podrían ser foco de políticas de desarrollo social, ampliando el alcance de los beneficios que nos ofrece la tecnología: la optimización del tiempo. Pero en la cultura Time is money tal política no forma parte del rumbo, siempre centrada en la optimización con relación a la productividad. Estas relaciones fueron explícitamente tematizadas por H. Marcuse:

La sociedad se reproduce en un creciente conjunto técnico de cosas y relaciones que incluyó la utilización técnica del hombre - en otras palabras, la lucha por la existencia y la explotación del hombre y la naturaleza se tornaron cada vez más científicas y racionales. El doble significado de "racionalización" es relevante en este contexto. El gerenciamiento científico y la división científica del trabajo aumentaron enormemente la productividad del emprendimiento económico, político y cultural. Resultado: un patrón de vida más elevado. Al mismo tiempo y con los mismos fundamentos, ese emprendimiento racional produjo un patrón mental y de comportamiento que justificó y absolvió las particularidades más destructivas y opresivas del emprendimiento. La racionalidad y la manipulación tecnocientífica están fundidas en nuevas formas de control social (Marcuse, 1967, p. 144).

La jornada laboral, en el sentido del tiempo disciplinado del trabajo y el dedicado a las actividades lúdicas y creativas, es clave para la construcción de una sociedad con sentido sustantivo. Tomo de Loureiro la síntesis de la posición de Marcuse al respecto:

En suma, para Marcuse, el socialismo, comprendido como una forma social cualitativamente diferente del capitalismo, exige cambios en el paradigma productivista de la modernidad y, más allá de ello, como ya dije, requiere la transformación de la propia idea de razón, o como él llama "razón sensible" o "racionalidad libidinal" y que Immanuel Wallerstein, en un artículo reciente, retomando a Weber, llamó "razón sustantiva".

Marcuse pensaba que esa posibilidad ya existía en el capitalismo avanzado - y esta es una de sus tesis más conocidas - dado que con la automatización del trabajo la sociedad podría tener como eje el tiempo libre y no más el tiempo de trabajo, lo que permitiría una modificación en la propia estructura psíquica de los individuos: la energía pulsional invertida en el trabajo alienado sería invertida en actividades lúdicas y llenas de sentido. No hay dudas de que entramos aquí en el terreno de las utopías, pero de la "utopía concreta", siguiendo la expresión de E. Bloch que Marcuse gustaba citar (Loureiro, 2004, p. 276).

4 TIEMPO ESPACIALIZADO Y TIEMPO-DEVENIR

Para esta reflexión debemos partir, de modo general, de la distinción clásica entre Chronos y Aiôn, como bien lo hace P. Zariffian en su excelente estudio sobre el tiempo laboral, bajo los términos tiempo espacializado y tiempo-devenir. Para la caracterización de tales conceptos retoma la formulación de J. Deleuze y la reinterpretación de H. Bergson:

Chronos es el presente que existe y que hace del pasado y del futuro sus dos dimensiones siempre dirigidas desde el pasado hacia el futuro, a medida que los presentes se suceden en los mundos o en los sistemas parciales. Aiôn es el pasado-futuro en una subdivisión infinita del momento abstracto, que no cesa de descomponerse en los dos sentidos de una sola vez, esquivando para siempre todo presente (Deleuze, 1990, p. 95).

Por su vez, Zariffian:

Tomaremos la reinterpretación propuesta por Bergson por medio de la distinción tiempo espacializado que materializa el puntero de un reloj - y la duración, en la cual se ejerce un ímpeto permanente de totalidad del pasado (en su virtualidad y actualidad) en dirección del futuro, duración que caracterizaremos como tiempo-devenir (Zariffian, 2002, p. 2).

Zariffian va a señalar, a mi juicio correctamente, el desequilibrio entre ambos a partir de la referencia al "valor trabajo" - que marcó la emergencia del capitalismo industrial - como "trabajo efectivo":

¿Cómo se pueden controlar y comprar de una sola vez los trabajos concretamente heterogéneos, relacionándolos con una mínima medida social: el costo del tiempo de trabajo? ¿Cómo marcar en él el control del tiempo del operario?

La existencia socialmente establecida de un tiempo espacializado homogéneo ofrece el terreno para la respuesta. Es suficiente relacionar estos trabajos heterogéneos a un mismo "cálculo de minutos" y hacer de ese gasto de tiempo el referente central del valor económico mercadológico de los bienes producidos e intercambiados. Es eso lo que indica, de manera muy precisa, por el concepto de "valor de trabajo". De esto se deduce el concepto clásico de productividad del trabajo: una disminución del tiempo socialmente necesario para producir una unidad de mercancía, concepto operacionalizado en los instrumentos de medida del costo y el rendimiento de cada puesto. La influencia de este abordaje fue directa en la construcción (tardía) de la compatibilidad analítica industrial, para la cual Taylor participó activamente.

El hecho de que esta compatibilidad haya escogido la norma del tiempo de trabajo operario como unidad de operación para los otros cálculos de costos es muy sintomático de esta orientación. Todos los otros costos (indirectos) son "cargados" en esa unidad de operación (Zariffian, 2002, p. 8).

Por mi parte, relacionaré tales diferentes temporalidades con la distinción anterior diciendo que el tiempo espacializado corresponde a nuestro aspecto material y biológico (lo que buscamos conservar), y el tiempo devenir corresponde a los valores, los fines y la identidad que da sentido y valor a determinados aspectos de nuestras vidas (lo que buscamos preservar). Teniendo esto presente, puede decirse que el principal efecto del desequilibrio señalado por Zariffian será la disminución del tiempodevenir, y la desvalorización de la calidad del tiempo humano como importante para el tiempo de trabajo. De este modo, recuperar tal equilibrio debería ser parte del propio objetivo de una tecnología de calidad; también debería serlo del objetivo de una tecnología con dimensión ética y humana, ya que es sólo en el propio tiempo-devenir donde se producen "las transformaciones cualitativas, de los sentidos a los que se les presta atención y de las tomas de posición ética" (Zariffian, 2002, p. 15).

Por tanto, podría decirse que el desarrollo tecnológico bajo el actual esquema neoliberal, donde se enfatiza el tiempo especializado (efectivo) por sobre el tiempodevenir (humano), tampoco contribuye a disponer de la mejor tecnología, de calidad, sino sólo a la que mejor optimiza los costos. Como concluye Zariffian contra J. Habermas:

No es el modelo del "mejor argumento" el que debemos movilizar, sino el test de lo que tiene éxito en relación al porvenir seleccionado, frecuentemente de manera más afectiva que racional.

El tiempo-devenir es esa forma social que completamos con nuestras angustias, nuestros deseos, nuestras expectativas racionales, con nuestras inclinaciones. El podría ser el receptáculo de una vida democrática (Zariffian, 2002, p. 17).

Teniendo en cuenta lo anterior, puede decirse que la jornada laboral, tanto en lo referido a su calidad como a su cantidad, es uno de los principales dispositivos donde se articulan tales relaciones, y donde la política puede obtener resultados transformadores con el fin recuperar la dignidad de la cultura laboral, y alejarnos de su precarización.

5 EPIMELEIA

Sea que busquemos una "utopía concreta" (posible), sea que tengamos la intención de buscar una mejor relación entre nuestras capacidades y los problemas de la mayoría, es necesario modificar políticamente el rumbo existente. Pero, a su vez, esto sólo es posible a partir de la política interior, donde se conjugan nuestros valores y reflexiones en nuestras propias actitudes frente a los problemas, tensiones y contradicciones. Sólo por su intermedio podemos reorganizar nuestras prioridades y modificar nuestro propio comportamiento social.

El modelo foucaultiano de política interior, basado en la noción griega de epimeleia (inquietud por nosotros mismos), es fructífero para movilizar argumentos contra la evaluación individualista sobre lo óptimo; i.e. argumentos en los que la acción individual y el compromiso personal no están desvinculados de los intereses colectivos. El interés en introducir esta noción aquí es que la idea de cuidarnos se liga de modo fundamental, no con la evaluación individual sobre la satisfacción de nuestras necesidades (lo que queremos conservar), sino con los caminos para desarrollar nuestra identidad hacia la plenitud y felicidad (lo que queremos preservar).

Por otro lado, en la medida en que parte de nuestra naturaleza humana depende y se modifica en función de nuestras relaciones sociales y afectivas, la propia preocupación por uno mismo comienza por cómo ejercer nuestra libertad frente al otro. Mi libertad se ejerce cuando decido cómo actuar con el otro, desde la obediencia a la indiferencia, desde el aprendizaje a la creatividad y la enseñanza. Es justamente para un mejor ejercicio de nuestra libertad que se vuelve central el auto-conocimiento, no como un saber convertido en el sustituto de su ignorancia, sino una mayor conciencia de sí mismo, de los propios límites y posibilidades. Este modelo, centrado en la reflexión sobre uno mismo, liga el cuidado de uno mismo con el cuidado de nuestras relaciones sociales, mediante un proceso de autoconocimiento y auto-transformación.

Siguiendo la intuición nietzscheana, "nosotros, los que conocemos, somos desconocidos para nosotros mismos", y con el fin de lograr autonomía moral, Foucault pone de manifiesto la necesidad de revisar críticamente los modos en que la regulación de la conducta y el conocimiento se instituyeron de modo sistemático. Y coincidiendo con M. Weber, coloca la función del intelectual no en decir a los demás lo que hay que hacer, sino en:

cuestionar las evidencias y los postulados, en sacudir los hábitos, las formas de actuar y de pensar, en disipar las familiaridades admitidas, en retomar la medida de las reglas y de las instituciones, y a partir de esta re-problematización participar en la formación de una voluntad política (en la que tiene la posibilidad de desempeñar su papel de ciudadano) (Foucault, 1996, p. 11).

En este camino de autoconocimiento pueden distinguirse tres momentos:

(a) El conocimiento de uno mismo que conduce a la filosofía: establecimiento de los fines.

(b) El conocimiento de uno mismo que conduce a la política: establecimiento de fines comunes y prácticas de reciprocidad.

(c) El conocimiento de uno mismo que conduce a la catarsis: implicación profunda con uno mismo en la relación entre lo que uno quisiera ser y lo que es (cf. Foucault, 2001, p. 176).

Es aquí donde se liga, de modo decisivo, el cuidado de uno mismo con el autogobierno y, por su intermedio, con la política: "No se puede gobernar a los demás, no se pueden transformar los propios privilegios en acción política sobre los otros, en acción racional, si uno no se ha ocupado de sí mismo" (Foucault, 2001, p. 51).

Esta reflexión, centrada en la reflexión y práctica sobre uno mismo, liga el cuidado de sí con conocernos y transformarnos hacia lo que queremos ser. Como observa G. Deleuze, aquí Foucault va más allá de sus primeros análisis estructurales - basados en la noción de dispositivo - considerando la construcción subjetiva como vía de transformación del orden establecido. "El sí-mismo no es ni un saber ni un poder. Es un proceso de individuación que tiene que ver con grupos o personas y que se sustrae a las relaciones de fuerza establecidas como saberes constituidos: es una especie de plusvalía" (Deleuze, 1990, p. 157).

Esta plusvalía tiene que ver con la capacidad de los individuos de resignificar, cambiar su orden de prioridades y valores, y transformar sus vidas y sus verdades. Será la askesis (práctica de verdad del sujeto) y no la mathesis (conocimiento del mundo) la que prepare al sujeto para poderse constituir en sujeto de verdad, permitiéndole "acceder al discurso verdadero" sobre sí mismo: "La askesis es lo que permite que el decir veraz - decir veraz dirigido al sujeto, decir veraz que éste también se dirige a sí mismo - se constituya como manera de ser del sujeto. La askesis hace del decir veraz un modo de ser del sujeto" (Foucault, 2001, p. 313).

Este discurso verdadero debe poder ser dominado y administrado por el sujeto; la askesis le proporciona la prudencia necesaria para hacerlo según las circunstancias. Este modelo - basado en la askesis y no en la mathesis - es, entonces, un modelo de política interior al que Foucault define como helenístico y caracteriza por vía comparativa:

A diferencia del modelo platónico, no identifica la inquietud de sí con autoconocimiento ni absorbe la primera en el segundo. Al contrario, tiende a acentuar y privilegiar la inquietud de sí, a mantener al menos su autonomía con respecto a un autoconocimiento cuyo lugar me parece, con todo, limitado y restringido. Segundo, a diferencia del modelo cristiano, este modelo helenístico no tiende en absoluto a la exégesis de sí, ni a la renuncia a sí, sino, al contrario, a constituir al yo como objetivo a alcanzar (Foucault, 2001, p. 252).

6 IMPLICACIÓN

Voy a usar el término "implicación" en dos sentidos diferentes y complementarios:

1. Implicación social: El primer sentido pretende ligar tal modelo helenista de política interior, basado en nuestra posibilidad de autoconocimiento y auto-transformación (construcción subjetiva), con actitudes de construcción colectiva. Tal identidad se constituye en precondición para realizar acciones con sentido y valor; sólo por su intermedio conseguiremos ampliar nuestras acciones responsables con relación a la noción de "riesgo social". En tal sentido, conduce a la revisión de nuestra conducta y, en definitiva, a la participación para un rumbo democrático en la relación tecnología y sociedad. De este modo se relaciona con la idea de política como construcción social.

2. Representación previsible: Este segundo sentido está asociado a nuestra capacidad de previsión y puede definirse como "toda representación anticipada que podamos realizar sobre las consecuencias de nuestras acciones posibles, sean estas individuales o colectivas". Este sentido incluye las predicciones nomológicas - basadas en nuestro conocimiento empírico -, pero decididamente va más allá e incorpora la pluralidad de representaciones posibles, a partir de las diferencias categoriales, axiológicas y culturales de los actores involucrados.

Ambos sentidos están presentes cuando nos preguntamos ¿qué implica a futuro lo que estamos haciendo? ¿qué consecuencias pueden preverse a partir de nuestro conocimiento de las actuales prácticas sociales y tecnocientíficas, y su historia? ¿en qué sentido los avances tecnocientíficos contribuyen a una sociedad más equitativa, y en cuáles no? ¿en qué sentido nuestras capacidades tecnológicas optimizan el tiempo de trabajo y nuestro tiempo de vida?

Hemos visto al comienzo cómo las diferencias fundamentales en los modos de responder estas preguntas dependen de los valores de la cultura a la que refiramos tales respuestas. En la cultura "Time is money" se privilegia la consideración cuantitativa y económica, y la optimización del tiempo se focaliza en el tiempo espacializado y no en el tiempo de vida. Los dos sentidos de implicación que presenté tienden a superar las evaluaciones propias de la cultura neoliberal: el primero por recuperar la centralidad de los diferentes valores identitarios afectados (recuperación de lo valioso más allá del dinero); el segundo por colocar lo colectivo como parte de lo individual. En ambos casos resulta que debemos diseñar una política tecnológica con mecanismos de evaluación no estrictamente técnicos, económicos o de crecimiento productivo. Por el contrario, debemos incorporar la evaluación en función del rumbo colectivo; i.e. si las relaciones que se afianzan y las que se deterioran, como consecuencias de si nuestras prácticas tecnocientíficas coinciden, o no, con nuestros valores y expectativas en tanto sociedad.

Para facilitar esta evaluación más integral, y para contribuir al diálogo democrático sobre lo óptimo - con sus diferentes valores y culturas asociadas - vuelvo a presentar las distinciones conceptuales a las que, en conjunto, he denominado contexto de implicación (cf. Molina, 2006). La función de tal contexto es relacionar tal evaluación con los dos sentidos de "implicación" señalados para responder las preguntas sobre lo óptimo a futuro. Este desarrollo profundiza la idea de "desarrollo sustentable" definida en el informe Brundtland como "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas" (Brundtland, 1987).

La primera distinción se refiere a la propia noción de "control", idea que se encuentra en el corazón de todo proyecto y práctica tecnológica. Aquí la propuesta es distinguir entre dos sentidos de "control":

1. CONTROL-1 como capacidad tecnológica: en este primer sentido la idea de control se piensa como un fin en sí mismo, donde el aumento de control es siempre deseable. Podría decirse que esta es la idea técnica de control como valor. Tal capacidad tecnológica puede ser desarrollada, sin una finalidad específica. Por otra parte, en los casos donde la finalidad sí está especificada, ésta se refiere a una determinada aplicación o sistema tecnológico.

2. CONTROL-2 como dominio de la capacidad tecnológica en función de fines y valores: este sentido, más amplio, incluye el sentido anterior pero incorpora de modo central la discusión sobre los valores que guían las prácticas científicas. Aquí, la mera referencia a una determinada aplicación o producto tecnológico, no se ve como justificación del uso dado a tal capacidad, sino que se considera necesario que tales resultados se legitimen por avanzar en el cumplimiento de alguno de los valores consensuados por la sociedad.

Dado que el control puede perderse en cualquiera de los dos sentidos, surgirán dos sentidos diferentes de "riesgo", y ambos deben ser contemplados al diseñar políticas y evaluar las posibilidades tecnológicas:

1. Riesgo material. Sólo hay responsabilidad en el caso de que algo falle en el diseño tecnológico. La evaluación de los riesgos es técnica y dejada en manos de especialistas. Los legos no tienen participación por falta de conocimiento experto.

2. Riesgo social. También hay responsabilidad en el caso en nada falle en el diseño tecnológico, y reconoce que los problemas éticos y sociales vinculados a la ciencia están relacionados con el respeto a los valores mantenidos por la sociedad, y la distribución justa de los beneficios en función del origen de los recursos destinados a su promoción y desarrollo.

Estas distinciones contribuyen a la deliberación democrática sobre desarrollo y rumbo tecnológico y a la discusión sobre el papel del experto frente al resto de la sociedad. Vemos que los dos sentidos de riesgo introducen dos nociones diferentes de "responsabilidad". La primera está sólo relacionada al riesgo material y podríamos llamarla "responsabilidad tecnológica"; la segunda se relaciona con el riesgo social y la posibilidad de implicarnos subjetivamente en problemas colectivos; a ésta podríamos llamar "responsabilidad plena". Como señalé en la segunda sección, el equilibrio en el diseño de políticas y mecanismos de evaluación depende de extender nuestra capacidad de acciones responsables, no sólo en relación a lo que queremos conservar en el nivel material, sino a lo que sería bueno preservar en el nivel identitario y simbólico.

Desde la perspectiva de este trabajo, la transformación de nuestro actual modo de organización social, hacia prácticas más responsables, requiere deliberación y participación democrática; i.e. participación de la sociedad civil en la discusión del rumbo de los avances tecnocientíficos y la evaluación de nuevas tecnologías. Esto es imprescindible para que la responsabilidad en política tecnocientífica no se reduzca a la responsabilidad tecnológica, sino para que incorpore los mecanismos para ejercer una responsabilidad participativa, en sentido pleno.

CONCLUSIÓN

Para concluir voy a comenzar por hacer mías tres conclusiones ajenas, que proporcionarán el marco para las propias. La primera es la de Napud y Vallejos:

En las postrimerías del siglo XX (a partir de lo que Marcuse llamaría la sociedad opulenta) la idea de modernidad pierde su capacidad de organizar y dar significado a la vida de las personas. Y este acontecer, según Eric Hobsbawn, no es ni más ni menos que el triunfo de la lógica del capital - bajo los efectos de la extraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y en los años posteriores - que, de la mano del abandono de la invención política, terminó por conformar un paisaje humano en el que es casi imposible percibir el sentido histórico de nuestra existencia. El cambio es percibido entonces, y paradójicamente, como un dinamismo social sin agentes sociales, sin sujetos (Napud & Vallejos, 2008, p. 13-4).

También coincido con la conclusión de Loureiro, a partir de sus estudios sobre H. Marcuse:

Una sociedad libre necesita de la ciencia y de la tecnología, pero de una nueva ciencia y una nueva tecnología, no más fundada exclusivamente en la razón instrumental, abstracta, sino que tenga en cuenta los valores. En ese sentido no sería una ciencia imperialista en relación a las tradiciones locales mas, por el contrario, como ya se dijo, revalorizaría los antiguos modos de producción (Loureiro, 2004, p. 277).

Finalmente, tomo de Martins la perspectiva de los trabajadores sobre desarrollo sustentable:

En la perspectiva de los trabajadores, expresada por sus representaciones sindicales, el entendimiento es de que el hilo conductor de las propuestas sobre desarrollo sustentable por parte de la sociedad civil está en la defensa de la ciudadanía y la democracia participativa, que busca ver reconocido el derecho y las capacidades que las personas del pueblo tienen de elegir cómo quieren vivir y cuales sean sus destinos. En este sentido, los foros, tribunales populares etc. son movimientos "paraguas" en los cuales se abrigan diferentes segmentos de la sociedad, en una palabra: la transformación del orden social vigente para un modelo de desenvolvimiento social justo y ecológicamente sustentable (Martins, 2001, p. 105).

¿Es posible modificar la cultura de la optimización contenida en la expresión Time is Money? En tanto no es una relación natural, y en tanto existen otros modos culturales de organizar el tiempo y el trabajo, sin duda es posible. Pero ¿cómo hacerlo desde dentro de una cultura marcada por tal impronta? La sugerencia de este trabajo es que debemos repensar nuestro rumbo colectivo, fundamentalmente en cuanto al criterio de optimización que marca las relaciones laborales. Es aquí donde se amalgaman las capacidades tecnológicas, con los criterios cuantitativos de eficiencia y un determinado modo de organización social. Y es a partir de la exacerbación de tal relación que progresivamente se van perdiendo las conquistas sociales, el valor humano de las relaciones, y el rumbo colectivo como horizonte: las jornadas laborales ampliadas progresivamente consumen mayor cantidad de nuestro capital vital: el tiempo. Esta afirmación puede resultar extraña en una época donde las nuevas tecnologías permiten efectivamente realizar las mismas tareas en un tiempo menor. Pero, es aquí donde la cultura de la optimización lo reinvierte para realizar más trabajo; trabajo que en nuestras sociedades de base capitalista sólo contribuye a concentrar el rédito.

En este artículo he tratado de señalar dos puntos con los que es posible comenzar a orientar tales relaciones con un sentido diferente. Las evaluaciones en términos estrictamente técnicos o económicos son ambas insuficientes, y a la larga insatisfactorias desde el punto de vista del desarrollo democrático. Las primeras tienden a perder adecuación social al suponer que sólo se trata de aplicar un conocimiento universal y, consecuentemente, tiende a minimizar la importancia de evaluar las condiciones sociotécnicas locales (a esta tendencia me referí al comienzo, citando a Lacey, como abordaje descontextualizado). Las segundas tienden hacia la optimización del rédito a expensas, y no a favor, de los entornos locales y las condiciones sociales.

En este sentido, el experto no puede verse a sí mismo sólo como un especialista del saber, sino que debe implicarse además como ser humano en una visión más amplia; su responsabilidad no se agota en el dominio de una especialidad del conocimiento, sino que tiene además una irrenunciable responsabilidad humana, conforme a valores, por la que también debe responder. Las distinciones propuestas por el contexto de implicación tienden a separar los diferentes niveles en que podemos considerar control, riesgo y responsabilidad para facilitar la participación y deliberación democrática en política tecnológica y de innovación.

Por otro lado, para participar políticamente en esta construcción social, precisamos comenzar por establecer y ejercer los valores de nuestra identidad a través de un proceso de política interior, de construcción subjetiva. Este punto lo desarrollé bajo la noción de epimeleia sobre la que llama la atención Foucault. En mi opinión, la importancia de este concepto es que nos proporciona la respuesta a por qué tender a modificar el rumbo actual, en términos no meramente altruistas o idealistas. El cuidado del otro, y en este sentido de mis relaciones sociales, es una parte esencial del cuidado de uno mismo. Cuidar del otro en un sentido humano, y no considerarlo un mero recurso para la optimización de mis capacidades, o rédito, es parte del comportamiento prudente por medio del cual cuido de las relaciones que me son necesarias y que, en tal sentido, me constituyen. Mediante la prudencia a la que conduce la implicación con nuestro propio cuidado, ampliamos nuestras acciones responsables y transitamos desde la responsabilidad tecnológica a la responsabilidad en sentido pleno.

Claro que este camino requiere como condición previa nuestro autoconocimiento, el saber cómo deseamos comportarnos con nosotros mismos y con los demás (para establecer los fines comunes y las relaciones de reciprocidad)... algo que no siempre está tan claro.

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  • Fechas de Publicación

    • Publicación en esta colección
      22 Set 2009
    • Fecha del número
      Set 2008
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