LA DIMENSIÓN GEOPOLÍTICA DEL PROYECTO FALLIDO DE SUPERLIGA EUROPEA DE FÚTBOL: UN ENSAYO SOBRE ECONOMIA, POLÍTICA Y DEPORTE EN EL SIGLO XXI

A DIMENSÃO GEOPOLÍTICA DO FRACASSADO PROJETO DA SUPERLIGA EUROPEIA DE FUTEBOL: UM ENSAIO SOBRE ECONOMIA, POLÍTICA E ESPORTE NO SÉCULO XXI

THE GEOPOLITICAL DIMENSION OF THE FAILED EUROPEAN FOOTBALL SUPER LEAGUE PROJECT: AN ESSAY ON ECONOMICS, POLITICS AND SPORT IN THE 21ST CENTURY

Resumen:

El objetivo principal de esta investigación es analizar y entender las causas por las cuales el proyecto de la Superliga europea de fútbol, impulsada por doce equipos de la Premier League (EPL), LaLiga y la Serie A, de abril de 2021, fracasó. En este sentido, después de repasar los antecedentes del fenómeno, y focalizar el estudio en un campo interdisciplinar como es la geopolítica del fútbol, los autores se cuestionan si al margen del clamor popular en contra de una competición semi-cerrada, ha sido la combinación de intereses geopolíticos de los varios actores lo que no ha dejado avanzar el proyecto.

Palabras clave:
Fútbol; Cooperación Internacional; Economía

Resumo:

O principal objetivo desta pesquisa é analisar e compreender as causas do fracasso do projeto da Superliga europeia de futebol, promovida por doze equipes da Premier League (EPL), LaLiga e Série A em abril de 2021. Nesse sentido, após revisar os antecedentes do fenômeno, e focando o estudo em um campo interdisciplinar como a geopolítica do futebol, os autores questionam se, além do clamor popular contra uma competição semifechada, foi a combinação dos interesses geopolíticos dos diversos atores que impediu o projeto de avançar.

Palavras-chave:
Futebol; Cooperação Internacional; Economia

Abstract:

The main objective of this research is to analyse and understand the reasons behind why the European Football Super League project, promoted by twelve teams from the Premier League (EPL), LaLiga and Serie A, from April 2021, has failed. In this sense, after reviewing the underlying precedents of such a phenomenon, and focusing the study from an interdisciplinary field such as geopolitics of football, the authors question whether, apart from the popular clamour against a semi-closed competition, it has been the combination of geopolitical interests of the various actors which has not let the project succeed.

Keywords:
Football; International cooperation; Economics

1 INTRODUCCIÓN

En abril de 2021, horas antes de que la European Clubs Association (ECA) aprobara el nuevo formato de la Champions League (UCL) para el del 2024, se hizo público el último intento, por parte de los clubes más ricos de Europa, de crear una Superliga europea de fútbol, que hubiera roto la pirámide competitiva actual que tiene como principal estandarte la UCL. Una propuesta que contó con el liderazgo del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, y el acuerdo de doce clubes provenientes de la Premier League, LaLiga y la Serie A: AC Milan, Arsenal FC, Atlético de Madrid, Chelsea, FC Barcelona, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester United, Manchester City, Real Madrid y Tottenham Hotspur (BADIA; GINESTA, 2021).

Recientemente varios autores han analizado el recorrido histórico que han tenido las reclamaciones de los clubes más relevantes de Europa ante la UEFA para poder tener una mayor participación en el reparto de los ingresos generados por las competiciones que la confederación controla, más aún después de la crisis de la COVID-19. (GINESTA, 2020; MENCHÉN, 2021). A la vez, otros autores han analizado las reivindicaciones de los clubes para poder participar en torneos que tengan mayor incertidumbre y, por tanto, más valor de mercado (HOEHN; SZYMANSKI, 1999; SOLBERG; GRATTON, 2004; BADIA, 2013). Sin embargo, al cabo de dos días de haberse hecho público el proyecto de la Superliga, los clubes ingleses, el Atlético de Madrid y los dos clubes de Milán abandonaron el mismo ante las críticas que generó entre los aficionados, los gobiernos, la UEFA y la FIFA.

El objetivo principal de este artículo es analizar y entender las causas por las que el proyecto de la Superliga europea de fútbol fracasó. En este sentido, nos cuestionamos si, al margen del clamor popular en contra de una competición semi-cerrada, ha sido una combinación de intereses geopolíticos que confluyen en el fútbol de élite europeo lo que no ha dejado avanzar el proyecto.

2 ENFOQUE METODOLÓGICO

El estudio del deporte como objeto social a veces ha permanecido inexplorado, incluso menospreciado, desde las Ciencias Sociales. Otras disciplinas, desde ópticas diversas, como las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte se han encargado de abordar tímidamente aquellos fenómenos que excedían los límites competitivos. Desde hace unos años, sin embargo, el análisis del trasfondo sociopolítico de deportes como el fútbol insertado en la complejidad de un mundo global ha suscitado, más allá de estos ámbitos, un creciente interés por parte de la academia. Como ejemplo, es posible destacar las líneas de investigación que se han emprendido en torno a la llamada Historia del deporte. La dimensión global del fútbol, además, ha favorecido la concreción de investigaciones sobre aspectos poco analizados.En este sentido, una de las corrientes más relevantes es la llamada geopolítica del fútbol (CHADWICK, 2019; SULLIVAN; CHADWICK; GOW, 2019; CHADWICK, 2022) que permite proponer razonamientos a realidades complejas a partir del análisis comparativo de variables diversas. Al respecto, Chadwik (2022) define la geopolítica económica del deporte como

“la forma en que las naciones, los Estados y otras entidades, por razones geográficas y político-económicas, se involucran en, con o a través del deporte para construir y ejercer el poder, y asegurarse ventajas estratégicas a través del control de los recursos dentro y a través de las redes de las que el deporte es un elemento clave” (CHADWICK, 2022, p 9. traducción nuestra).

La historia, la política, la geografía e, incluso, la economía aparecen como marcos esenciales para comprender, a nivel internacional, la relación entre estados, sus políticas, las culturas, identidades, los discursos de los actores y sus relaciones de poder (Ó’TAUTHAIL, 2006), como en el estudio de caso que nos ocupa (STAKE, 2005): la creación de una Superliga europea. La irrupción de un conjunto de nuevos propietarios, ajenos al fútbol, que invirtieron grandes cantidades en clubes por motivos diversos, estimuló la proliferación de estudios que pretendían analizar este fenómeno desde una perspectiva geopolítica. Así fue como, paralelo a este desembarco de multimillonarios, jeques y oligarcas en un fútbol en proceso de espectacularización (GINESTA, 2020), se desarrolló dicha línea de investigación que examina su trasfondo extradeportivo desde un enfoque interdisciplinario cercano a las Relaciones Internacionales.

Este desinterés inicial de las Ciencias Sociales hacia la geopolítica del fútbol fue cubierto a inicios del siglo XXI desde ámbitos como el periodismo, con autores como Kuper (2003) y Foer (2006). Posteriormente, sin embargo, se les sumaron otros procedentes de los círculos académicos, como Bar-On (2017), Dorsey (2016), Llopis Goig (2009), Montague (2013) o Boniface (2002, 2006), entre otros. A estas aportaciones, hay que añadir las más recientes, obra de Mazzini (2019); Reiche y Sorek (2019); Goldblatt (2019) o Pallarès-Domènech, Postiglione y Mancini (2021), entre otros.

Por lo tanto, entendemos que sólo desde una óptica multidisciplinar podemos analizar de forma adecuada nuestro objeto de estudio debido a las diversas dimensiones que presenta y a que, al ser un fenómeno muy actual, todavía no ha generado una bibliografía amplia. De hecho, sin esta perspectiva geopolítica sería complicado comprender, más allá del ámbito estrictamente deportivo y económico, la magnitud de lo que representa el proyecto de Superliga europea. Gracias a la misma, pues, podremos exponer las causas, los efectos y las implicaciones que ha conllevado el anuncio de creación de la competición y el motivo de su fracaso inicial.

3 APROXIMACIÓN TEÓRICA-CONCEPTUAL A LA SUPERLIGA EUROPEA

3.1 LOS ANTECEDENTES: UN RECORRIDO HISTÓRICO

Como industria, que mueve anualmente 21.000 millones de euros, el fútbol ha evolucionado con el tiempo a partir de una lógica capitalista (GOLDBLATT, 2019). Nos lo demuestra el cambio continuado que han sufrido las estructuras de las competiciones para hacerlas económicamente más ventajosas para los clubes de fútbol más relevantes. La propia historia de la Champions League es un buen ejemplo: cuando en 1955 el diario francés L'Equipe ideó la antigua Copa de Europa, este proyecto nació sin el visto bueno de la UEFA, que entonces sólo contaba con un año de vida (MENCHÉN, 2021).

Es decir, nos podríamos cuestionar que existe un lento pero continuado proceso de americanización del modelo de competición-espectáculo en Europa que pone la maximización del beneficio como principal objetivo de sus participantes (SLOANE, 1971; HOEHN; SZYMANSKI, 1999): las diversas reformas que ha sufrido el formato de la Copa de Europa, desde 1993 conocida como UEFA Champions League, siguen esta lógica (BADIA, 2013). En Estados Unidos, a partir de un sistema de competiciones cerradas organizan drafts, se imponen límites salariales y se centraliza la comercialización de los derechos audiovisuales y comerciales con el objetivo de favorecer el balance competitivo (MARKOVITS; HELLERMAN, 2001).

En este contexto se sitúa el debate sobre la creación de una Superliga europea de fútbol, que desde 1988 se ha puesto sobre la mesa en más de una ocasión impulsada, en primer lugar y a causa de la importancia del deporte como driver del negocio audiovisual, por grandes grupos de comunicación: Mediaset en 1988, Media Partners en 1998 y News Corporation en el año 2012. (BADIA, 2013). Sin embargo, últimamente, fondos y banca de inversiones como CVC Capital Partners y JP Morgan también han estado detrás del proyecto de la Superliga europea de clubes. En estos últimos años, clubes como la Juventus de Turín y el Real Madrid han promovido esta nueva competición. Al respecto, JP Morgan habría negociado una financiación con el grupo impulsor de entre 5.000 y 6.000 millones de euros para poner en marcha la competición (KLEINMAN, 2020).

Así pues, la creación de la Superliga hace años que está sobre la mesa de los grandes clubes de fútbol europeos, que han actuado como un grupo de presión para conseguir que la UEFA revise la estructura de la UCL, y lograr así una competición con un mejor balance competitivo de la que extraer mayores ingresos. En la temporada 2019-20, el campeón obtenía alrededor de 111 millones de euros -de los 2.040 millones que la UEFA repartía entre los participantes-. Con relación a la propuesta de la nueva competición, que contaría con la financiación de JP Morgan, se publicó que el vencedor podría ingresar 1.000 millones de euros (DÍAZ, 2020), cifras imposibles de igualar por la UEFA, incluso con la llegada de nuevos patrocinadores como Barclays.

El 19 de abril de 2021, horas antes de que el comité ejecutivo de la UEFA aprobara la nueva pirámide de sus competiciones de clubes para la temporada 2024-2025, se consumó la ruptura. Doce clubes, liderados finalmente por Florentino Pérez, dieron el paso y anunciaron esta nueva Superliga: AC Milan, Arsenal FC, Atlético de Madrid, Chelsea, FC Barcelona, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester United, Manchester City, Real Madrid y Tottenham Hotspur. Estos clubes apostaban por un modelo de campeonato más competitivo con un enfoque aún más comercial. Esta idea implicaba implementar un sistema de competición semicerrada, que relativizara la maximización del resultado, en el que habría quince participantes permanentes y cinco más que variarían en función del rendimiento de la temporada anterior, similar al que ya funciona en la Euroliga de baloncesto, que se empezó a disputar la temporada 2000-01 y está controlada por la empresa privada Euroleague Basketball.

Sin embargo, al cabo de dos días, los big six ingleses se desmarcaron públicamente del proyecto aduciendo presión popular y política que se desató al hacerse público, a la vez que la prestigiosa agencia de noticias económicas Bloomberg informaba sobre un posible nuevo paquete de financiación para la UEFA de 6.000 millones de euros a cargo de la gestora británica Centricus Asset Management (NAIR; LEPIDO, 2021). Al cabo de una semana, Real Madrid, FC Barcelona y Juventus se quedaron solos defendiendo, con mayor o menor matiz, el proyecto. Badia y Ginesta (2021) asumen que a pesar de que el mismo pueda fracasar, el debate de fondo continúa porque los problemas estructurales del fútbol europeo (los desequilibrios económico y competitivo) no están resueltos.

3.2 ¿LA TEORÍA DEL BALANCE COMPETITIVO COMO JUSTIFICACIÓN DE LA SUPERLIGA?

La justificación más habitual entre académicos para poder desplegar la Superliga de fútbol se ha basado en el análisis que algunos investigadores, sobre todo desde el ámbito de la economía del deporte, han hecho de los desequilibrios citados presentes en los clubes participantes de las principales ligas del continente europeo (HOEHN; SZYMANSKI, 1999; SOLBERG; GRATTON, 2004; MICHIE; OUGHTON, 2004; DIETL; GROSSMAN; LANG, 2011). La posición de estos autores ha oscilado entre los que creen que la actual situación de combinación de la UCL con las ligas domésticas es óptima, con la que considera que los clubes más ricos deberían competir exclusivamente en una Superliga europea de formato norteamericano. (BADIA, 2013, p. 4).

En este sentido, Badia se alinea con los segundos, porque entiende que quienes defienden la combinación de las competiciones europeas con las domésticas no tienen en cuenta un factor esencial: "El peso determinado que tiene en la viabilidad económica de los clubes el equilibrio competitivo de los campeonatos." (BADIA, 2013, p. 4, traducción nuestra). Por un lado, dicho autor concluye que en el momento en que estos clubes participan en la UCL, "la revalorización que supone los intangibles de cada club es tanto o más importante que los ingresos inmediatos que genera la competición continental." (BADIA, 2013, p. 22, traducción nuestra). Por otra parte, este hecho se suma a la creciente desigualdad deportiva entre los principales clubes europeos y el resto de participantes en competiciones domésticas: la diferencia entre el primero y el cuarto clasificado ha aumentado considerablemente entre 1981 y 2012 en casi todas las principales ligas europeas (menos la EPL), haciendo que el atractivo de muchos partidos sea menor al de las rivalidades europeas que ha generado la UCL. (BADIA, 2013, p. 22). La teoría del balance competitivo, pues, plantea que la base esencial para el incremento de valor del producto futbolístico es la incertidumbre del resultado (BADIA; GINESTA, 2021).

De hecho, y partiendo de dicha teoría, la FIFA es la primera que bendice la unión de competiciones en los mercados emergentes: la posible Superliga africana, la fusión de las ligas mexicana y norteamericana o de Bélgica y los Países Bajos (GINESTA, 2021). Ahora bien, las cosas cambian cuando una nueva competición, que escapa del control de la UEFA, se plantea globalmente en el escenario europeo, el continente que se considera la cuna del fútbol moderno.

4 RESULTADOS Y DISCUSIÓN

4.1 LOS SEGUIDORES: ¿LOS GARANTES DE LOS VALORES DEL FÚTBOL?

El anuncio de creación de la Superliga europea generó todo tipo de reacciones. Más allá de las institucionales (federaciones, gobiernos y clubes), también mostraron su oposición los aficionados. Éstos mostraban su malestar hacia lo que entendían como una nueva fase del proceso de mercantilización del fútbol (KENNEDY; KENNEDY, 2013). Sin embargo, la oposición de los seguidores respondía al autoritarismo de los entes rectores del fútbol. Un malestar visible en la extensión de lemas como "Against Modern Football" (KENNEDY; KENNEDY 2018). Un fenómeno que se acentuó notablemente durante la primera mitad de la década de los noventa, provocando el progresivo desarraigo de los seguidores respecto a sus equipos. La disputa de la Eurocopa de 1996 en Inglaterra atrajo a varias empresas que percibieron el torneo como una oportunidad para darse a conocer mediante campañas publicitarias que ascendieron a 100 millones de libras, a las que había que añadir, entre otros, los 45 millones derivados de los derechos televisivos o los 305 millones en cuatro años que la cadena Sky había pactado para retransmitir la English Premier League (EPL) desde 1992 (KEOGHAN, 2014; VIÑAS, 2015).

La llegada de propietarios foráneos, junto con el interés creciente de grandes empresas y las clases medias, hecho que supuso el aumento de los precios de las entradas al crecer la demanda y encarecerse el coste del producto-espectáculo (el partido de fútbol), también incidieron en este proceso de alejamiento que erosionaba el sentido de pertenencia de los fans, que en muchos casos se vieron excluidos de los estadios al no poder afrontar los altos precios de entradas y abonos. En su marginación, sin embargo, también incidió la remodelación de los estadios, las nuevas "catedrales de consumo" (KENNEDY; KENNEDY, 2018, p. 81, traducción nuestra) y la desaparición de las gradas de pie impuesta por el Informe Taylor en 1990 a raíz del auge del hooliganismo y de la tragedia de Hillsborough ocurrida el año anterior que provocó casi un centenar de víctimas mortales (GIULIANOTTI; BONNEY; HEPWORTH, 1994).

Todo ello transformó la fisonomía de las gradas y al mismo tiempo fue un síntoma del agrietamiento que en paralelo estaban sufriendo las estructuras comunitarias ligadas a la clase trabajadora y consolidadas a raíz de la instauración del Estado del bienestar. No sólo los fans padecieron las consecuencias de la eclosión de la industria del fútbol, muchos clubes también se vieron perjudicados y algunos, incluso, se vieron abocados a la disolución. Así, mientras entre 1982 y 2010 los casos de insolvencia ascendían a 67, sólo durante la temporada 2010/11 fueron 36 (KEOGHAN, 2014, p. 37).

En países como el Reino Unido, donde el fútbol desde finales del siglo XIX se erigió en el pasatiempo predilecto de la clase obrera y los vínculos de los clubes con las respectivas comunidades eran estrechos, este distanciamiento y el proceso de conversión de seguidores a consumidores originó episodios relevantes. Ejemplo de ello fue la marcha de seguidores del Manchester United a raíz de la compra del club por parte de Malcolm Glazer para crear un equipo nuevo, el FC United of Manchester, o la aparición de los primeros supporters trusts, como el Northampton Town Supporters Trust (NTST) creado para recaudar fondos para evitar la desaparición del club, junto con el surgimiento de Supporters Direct en el año 2000 con el objetivo de promover que los clubes contaran con una base de propietarios arraigada en la comunidad (KENNEDY; KENNEDY, 2018). Dicha plataforma fomentó la creación de más de un centenar de supporters trusts (KEOGHAN, 2014). Estas experiencias también interesaron a los seguidores de clubes de la EPL, como el West Ham United, el Liverpool o el Arsenal que trataron de coordinarse para hacer frente a la irrupción de inversores extranjeros mediante las Independent Supporters Association (ISA’s).

Éste fue el caso del anuncio del proyecto de Superliga, que muchos seguidores entendieron como un paso más en la pérdida de identidad de sus clubes. La mañana siguiente de darse a conocer la noticia, cientos de fans se concentraron a las puertas de los estadios para mostrar su rechazo. Las protestas se limitaron a exhibir pancartas y entonar cánticos contra los propietarios, salvo las protagonizadas por los seguidores del Manchester United que accedieron por la fuerza a Old Trafford para invadir el terreno de juego y hacer más visible su enojo. En paralelo, setecientos fans bloqueaban las puertas del hotel en el que se alojaban los jugadores tratando de impedir que llegaran al estadio para disputar el partido Manchester United-Liverpool, que finalmente fue suspendido. Algunos hinchas exhibieron pancartas reclamando el establecimiento en el fútbol inglés de la regla 50+1 de la Bundesliga que asegura que la propiedad de los clubes, salvo puntuales excepciones, —últimamente también están en entredicho por parte del Bundeskartellamt (BKartA), la autoridad independiente de la competencia en Alemania—, recaiga en los seguidores al ser los accionistas mayoritarios (CONN, 2021).

Horas más tarde los clubes ingleses se desdecían de sus acuerdos y hacían público que abandonaban el proyecto de Superliga. Durante algunos días, las protestas persistieron en Manchester con el objetivo de presionar, sin éxito, la familia Glazer para que abandonara la entidad. A pesar de que los seguidores más pasionales y algunos opinadores creyeron que la marcha atrás de los grandes clubes ingleses obedecía a sus protestas, en realidad su abandono se debía a otras motivaciones. En realidad, la renuncia a formar parte de la Superliga iba más allá de unas protestas más llamativas que multitudinarias. Encontramos desde los intereses políticos, especialmente después del Brexit y con el advenimiento próximo del Mundial de Qatar 2022, hasta evitar entrar en conflicto con los grandes operadores televisivos que aseguran a la EPL más de 3.000 millones de euros anuales (GINESTA, 2020).

También contribuyó la serie de amenazas manifestadas por la UEFA y la FIFA, preocupadas porque podían perder el control de la gestión del fútbol ante la unilateralidad propuesta por los clubes. Unas advertencias que, si los clubes persistían en su actitud, conllevarían el veto a la participación de jugadores y equipos implicados en los torneos oficiales (incluso las ligas nacionales los amenazaron con la expulsión).

A todo ello se añadió la retirada de patrocinadores (la marca suiza de relojes Tribus del Liverpool, o la de complementos alimentarios MyProtein del United), la caída de la cotización de los clubes en la bolsa y la confirmación de un nuevo paquete de financiación de la UEFA por parte de la británica Centricus Aset Management (O’CONNOR, 2021). Este conjunto de factores fue más determinante para que los los Big Six (Arsenal, Chelsea, Liverpool, Tottenham Hostpur, Manchester United y Manchester City) decidieran retirarse del proyecto el 20 de abril de 2021. En cambio, las movilizaciones de los fans, y el rechazo público de algunos futbolistas, no tuvieron un impacto similar.

4.2 LA SUPERLIGA TOPA CON LOS INTERESES DEL MUNDIAL DE 2022

El proyecto de la Superliga de abril de 2021 cojeabasin la presencia del PSG y el Bayern de Múnich. Ambos clubes comparten relaciones con el emirato de Qatar, un actor fundamental en los últimos años en el desarrollo de la industria del fútbol (CHERRIBI, 2006; EL-NAWAWY; POWERS, 2010; MAZZINI, 2019; SAN EUGENIO VELA; GINESTA, 2014).

Desde que Qatar Sports Investments (QSI) compró el PSG en 2011, el club se ha convertido en el principal embajador de un emirato que ha de organizar la Copa del mundo de fútbol en 2022, cuyas obras que ya se han cobrado 6.500 muertos entre sus trabajadores (PATTISSON; MCINTYRE, 2021). Nasser Al-Khelaïfi, presidente del PSG y de la cadena de televisión Bein Sports, tiene una causa abierta en Suiza por corrupción y no podía entrar en conflicto con la FIFA sabedor de la importancia que tiene el Mundial por el reposicionamiento de la marca-país y, además, porque Qatar Airways es desde 2017 uno de los principales sociosde la FIFA (MAZZINI, 2019, p. 102).

Por una parte, acoger un Mundial es uno de los hitos más importantes del proceso de rebranding territorial que Qatar inició en 1995. Una estrategia de posicionamiento geopolítico que ha tenido el deporte como uno de sus activos más preciados. Un buen ejemplo de lo que se conoce como sport place branding (REIN; SHILEDS, 2007; SAN EUGENIO VELA; GINESTA, 2014), que podríamos resumir como la búsqueda de una identidad territorial competitiva a través del deporte. Por otra parte, la estrategia de sport place branding desplegada por Qatar ha contado con una fuerte inversión en patrocinio deportivo (AMARA; AL-EMADI, 2019). El ejemplo más relevante fue el que vinculó a Qatar Sports Investment (QSI) y el FC Barcelona, que posibilitó que Qatar Foundation y Qatar Airways fueran los patrocinadores principales de la camiseta azulgrana entre 2010-2017 (GINESTA, 2013).

Qatar Airways ha cerrado patrocinios con otros clubes, como el Bayern de Múnich. Si bien Karl-Heinz Rummenigge, que entonces era su director general, alertó que, más que una Superliga, los grandes del fútbol debían racionalizar sus presupuestos, no es menos cierto que desde 2016 Qatar Airways se anuncia en el Allianz Arena. Además, el club tiene contrato con la compañía, hasta 2023, para que también figure en la camiseta del equipo, hecho que generó protestas entre la afición, como por ejemplo la exhibición de una pancarta con el lema “Für geld waschen wir alles rein" [Por dinero lo blanqueamos todo, traducción nuestra], durante el Bayern-Friburgo en noviembre de 2021 (LA POLÉMICA..., 2021). El conjunto bávaro incluso se ha mostrado favorable a modificar la normativa del 50+1 en Alemania para poder posibilitar la entrada de inversores privados (VIÑAS, 2020).

La proximidad del Mundial 2022 ha sido un inconveniente para consolidar el proyecto de Superliga, pese a que los clubes fundadores debían comunicarlo con rapidez ante la oficialización, por parte de la ECA, de la propuesta de nuevo formato de la UCL a partir de la temporada 2024-2025 que se amplía de 32 a 36 equipos.

4.3 LA UEFA Y LAS LIGAS: BUSCANDO LA ESTABILIDAD DEL NEGOCIO A NIVEL GLOBAL

La Eurocopa de 2020 se pudo jugar en verano de 2021 con la pandemia de la COVID-19 bajo control. Entre los principales patrocinadores del evento, se encontraba la marca Qatar Airways. Además, aprovechando el congreso ejecutivo de la European Club Association (ECA) celebrado durante la Eurocopa, el presidente de la UEFA Aleksander Ceferin y el empresario Nasser Al-Khelaïfi, elegido máximo dirigente de la ECA tras la salida de Andrea Agnelli a raíz de no poder consolidar el proyecto de la Superliga, escenificaron de nuevo el rechazo al mismo acordando que UEFA y ECA trabajarán en común para acordar un nuevo Memorandum of Understanding (MoU) que garantice la estabilidad a largo plazo del fútbol europeo (posterior al 2024). El objetivo es que el mismo permita obtener mejoras financieras para que los clubes acaben con su escasa liquidez y convenir con la FIFA un mejor calendario de partidos internacionales, asegurando así que los jugadores reciban las protecciones necesarias cuando participan en competiciones con sus respectivas selecciones (POLO, 2021).

Los movimientos de los entes rectores del fútbol internacional, así como los gestores de los principales campeonatos nacionales, perseguían garantizar su control sobre la industria del fútbol y, por tanto, impedir que los clubes aumentaran su poder y, sobre todo, sus ingresos. Para ello no dudaron en coaccionar y amenazar, más o menos sutilmente, a los implicados en el proyecto de Superliga con sanciones o exclusiones. La UEFA, por ejemplo, decidió retener un 5% de los ingresos al Inter, el Milan, el Atlético de Madrid y a los seis clubs ingleses que debían percibir por las competiciones en que participaran durante un año. Una sanción leve dado el acuerdo al que llegaron tras firmar la "Declaración de Compromiso de los Clubes". Por el contrario, el proceso sancionador contra los equipos díscolos quedó parado a raíz de las medidas cautelares recogidas en una interlocutoria judicial que prohibía explícitamente a la UEFA y la FIFA tomar represalias contra los tres clubes y sus directivos y futbolistas (DEL ROSAL, 2021).

En el ámbito de las competiciones estatales, uno de los más críticos con el proyecto fue Javier Tebas, presidente de La Liga. Para Tebas, que el FC Barcelona, el Real Madrid o el Atlético de Madrid dejaran de considerar el torneo doméstico como una de sus principales prioridades representaría un verdadero cataclismo económico para LaLiga, que valora sus derechos de televisión por encima de los 1.800 millones de euros anuales. La Superliga, si quisiera revalorizarse a nivel audiovisual debería considerar rivalizar con las competiciones nacionales por la franja televisiva del fin de semana (GINESTA, 2020).

Las consecuencias derivadas de su concreción explican la escalada beligerante de manifestaciones por parte de los organizadores de los torneos nacionales al ver peligrar su negocio. Uno de los más enérgicos ha sido Tebas que en sucesivas declaraciones tildó a los promotores de la Superliga de instigadores de un "golpe de estado contra el fútbol europeo" (ARÉS, 2021). En declaraciones en el Foro Sport Business Days, celebrado en junio de 2021, el propio Tebas insinuó que si el Real Madrid y el FC Barcelona persistían en su actitud se podría modificar a la baja el porcentaje que ambos reciben en concepto de derechos televisivos.

Por su parte, la EPL también se mostró partidaria de sancionar económicamente a los clubes implicados en la Superliga con 22 millones de libras. En caso de reincidencia, amenazó a los equipos con una multa individual de 25 millones de libras y la pérdida de 30 puntos en la clasificación del campeonato (LA PREMIER LEAGUE..., 2021). Es decir, se contemplaron medidas coercitivas para evitar cualquier tentativa que intente romper el modelo de negocio de la EPL.

En el caso de Italia fueron otros clubes los que pidieron sanciones para la Juventus, el Inter y el Milan. Mediante una carta dirigida al presidente de la Lega, Paolo Dal Pino, 11 equipos de la Serie A, los mismos a excepción de Parma y Cagliari que se oponían a la cesión de los derechos televisivos del torneo a Dazn, reclamaron la convocatoria de una asamblea extraordinaria para abordar la imposición de sanciones a los tres clubes aduciendo "el evidente y grave daño" que suponía su implicación en el proyecto por el fútbol transalpino (MAZZEO, 2021).

Todo ello confirma que, por un lado, la estructura actual de la industria del fútbol no responde únicamente a criterios competitivos, sino que confluye en ella un cúmulo de relaciones geopolíticas y económicas entre los actores participantes (clubes, competiciones, federaciones, estados y patrocinadores) que determinan la configuración y organización de los grandes eventos deportivos. La política y el deporte, en realidad, confluyen de forma permanente (MURRAY, 2019). Por otra parte, y como apunta el mismo Murray cuando define las grandes dinámicas de la diplomacia deportiva a nivel global (2019, p. 135), se percibe una tendencia a buscar la estabilidad del sistema por parte de las grandes organizaciones que gestionan la gobernabilidad del deporte a nivel internacional.

4.4. EL FÚTBOL Y LA GRAN GLORIA DE GRAN BRETAÑA

Las dinámicas propias de la política británica también podrían ser uno de los factores que hayan hecho embarrancar el proyecto de Superliga. Nos podríamos plantear si la oposición a la misma ha sido capitalizada por el primer ministro Boris Johnson en un doble ámbito de actuación: a nivel de política interna reforzando la fidelidad de sus votantes, como en la esfera internacional para poder retener la EPL como uno de los activos más relevantes de su diplomacia deportiva (MURRAY, 2012, 2019; MCCLORY, 2021; CASTLE, 2021).

El miedo a que la crisis de la Superliga pudiera afectar la fidelidad del voto conservador en feudos que en 2019 fueron tories se ha interpretado como una de las causas de la oposición de Downing Street a la propuesta, más teniendo en cuenta que los distritos de Gran Manchester, Merseyside, South Yorkshire y West Yorkshire continuaron siendo los más disputados entre laboristas y conservadores. En este sentido, el primer ministro apareció ante la opinión pública como el defensor de las clases populares, que se hallan en el origen histórico de los clubes del país, así como también un opositor a la llegada de capital extranjero a pesar de las reticencias que tiene su gobierno para legislar a favor de un sistema de propiedad de los clubes similar al de la Bundesliga.

En el momento que el ejecutivo británico refuerza el sentimiento de pertenencia a una nación "libre" y quiere construir un "Reino Unido más global" (DE MIGUEL, 2021), la EPL no deja de ser uno de los activos más importantes de proyección externa del país. De hecho, en marzo de 2021 el gobierno del Reino Unido publicó el documento Global Britain in a competitive age. Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy (GLOBAL BRITAIN..., 2021), un texto que quiere situar la estrategia del gobierno británico en el nuevo contexto geopolítico post-Brexit y post-pandemia. El documento subraya explícitamente la importancia del softpower para el Reino Unido y reconoce el papel que desempeñan activos como el British Council, la BBC y el deporte de primer nivel en la configuración de su marca-país.

La EPL no sólo es la competición futbolística con más valor para el mercado televisivo (GINESTA, 2020), sino un símbolo que combina la tradición y el reforzamiento del "sentido de lugar" de sus participantes, con la necesaria mercantilización del deporte inherente al proceso de globalización. Johnson destacó que el fútbol era "una de las grandes glorias del patrimonio cultural” del país (WALKER; ELGOT, 2021, traducción nuestra). Su ejecutivo dió un paso más en junio de 2021: The Times publicó, el 10 de junio, una exclusiva asegurando que

los jugadores y entrenadores extranjeros de clubes de la Premier League que participen en competiciones separatistas como una Superliga europea tendrán sus permisos de trabajo revocados bajo las nuevas reglas. (ZIEGLER, 2021, traducción nuestra).

Nos podríamos cuestionar que, cuando el Reino Unido recupera la plena soberanía política, no puede perder el control de ninguno de sus símbolos nacionales. De hecho, casualmente, el proyecto de Superliga liderado por Florentino Pérez se deshacía en el momento que la agencia Bloomberg publicaba que la UEFA estaba en conversaciones con la británica Centricus Asset Management sobre un paquete de financiación de 6.000 millones de euros para reformar la UCL (NAIR; LEPIDO, 2021).

La oposición del Reino Unido a la Superliga fue la primera manifestación oficial, desde un gobierno europeo, al proyecto. Después, fueron sus homólogos españoles e italianos los que manifestaron su oposición. Ante la cuestión prejudicial que el Juzgado de lo Mercantil 17 de Madrid elevó al Tribunal de Justicia de la Unión Europa para saber si existía abuso de posición dominante de la UEFA y la FIFA en el conflicto de la Superliga (vulneración de los artículos 101 y 102 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea), la Abogacía del Estado envió un pliego de alegaciones contra el proyecto y alineándose con la UEFA y sus 55 federaciones. Un procedimiento al que se sumó el ejecutivo italiano (EL GOBIERNO ITALIANO..., 2021). Por su parte, el 24 de noviembre de 2021 el Parlamento Europeo aprobó, con 597 votos a favor, un informe no vinculante sobre la política deportiva de la UE que rechaza las nuevas competiciones al margen de las estructuras federativas (EL PARLAMENTO..., 2021).

5 OBSERVACIONES FINALES

El proyecto de la Superliga de abril de 2021 sacudió el panorama futbolístico. A pesar de que el proyecto quedó en entredicho al cabo de dos días, la posibilidad de que doce clubes de los más importantes del continente europeo pudieran romper la pirámide competitiva y abrazar un proyecto en solitario ayudó a aflorar un debate que, hacía tiempo, era necesario de abordar (BADIA; GINESTA, 2021).

Más allá de poner en evidencia que estos doce clubes buscaban la fórmula de incrementar los ingresos en el momento que la COVID-19 había impactado fuertemente en su economía, la revisión de la actual estructura de las competiciones es inevitable si nos atenemos a dos variables esenciales: el desequilibrio económico entre clubes y, también, el consecuente desequilibrio competitivo que se ha generado desde los años noventa. Además, si bien la UEFA y las ligas nacionales se han enrocado para evitar la marcha de los doce fundadores, la FIFA está bendiciendo proyectos similares en otros continentes.

Si bien la justificación de que la Superliga es inevitable a medio plazo -o lo que podría ser una revisión a fondo de los criterios de redistribución de ingresos del actual modelo de la Champions League-, necesita de un análisis que siga un planteamiento mutlidisciplinar, también el fracaso de la última tentativa de crear una Superliga europea no se puede circunscribir únicamente a los efectos que han tenido las protestas de los aficionados. El fracaso de la Superliga también se debe buscar, como hemos mencionado a lo largo del artículo, sobre todo, en las actuales dinámicas que caracterizan la geopolítica económica del fútbol (CHADWIK, 2022). En este caso, ha sido especialmente relevante la penetración del emirato de Catar en el negocio del fútbol, siendo este deporte un activo para incrementar su posicionamiento geoestratégico -como evidencia la organización del Mundial de la FIFA de 2022-; el deseo de la UEFA y las grandes ligas europeas de mantener bajo su control el negocio del fútbol, así como el interés del gobierno británico de usar la Premier League como uno de los pilares sobre el que sustenta la construcción de marca país en el escenario post-Brexit.

El debate de la Superliga ha hecho aflorar la hipocresía en que se mueve el fútbol contemporáneo, como confirma Widdop en una entrevista a The Yorkshire Post:

Las inversiones requieren estabilidad y saben que una Superliga sería un gran rival para la NBA o la NFL. Ahora los aficionados estamos muy enfadados, pero todos los que hemos mirado SkySports o hemos pagado dinero para tener una camiseta hemos contribuido en este modelo hacia dónde vamos. (WESTBY, 2021, traducción nuestra).

En síntesis, lo que ha quedado demostrado en el efímero proyecto de la Superliga europea, bajo el cobijo del banco de inversiones JP Morgan, es que a la hora de defender el actual modelo de negocio y competición del fútbol en Europa la UEFA ha contado con la complicidad de propietarios y accionistas de los clubes fundadores ajenos al arraigo histórico tradicional de los mismos. Paradójicamente, el origen de estos garantes del fútbol en el viejo continente es extra-europeo: asiáticos, norteamericanos, rusos y, sobre todo, de Oriente Medio donde Qatar se convierte en un actor imprescindible para entender la actual configuración de la industria del deporte (AMARA; AL-EMADI, 2019; MAZZINI, 2019).

Esta investigación plantea futuras líneas de investigación que permitan continuar descifrando dicho fenómeno. Más allá de los estudios sobre el balance competitivo de los campeonatos, es especialmente interesante avanzar en la comparativa entre la revisión del modelo de competiciones en Europa con las casuísticas propias de futuros campeonatos supranacionales en África o América del Norte. Incluso, en caso de que un día la Superliga europea pueda llegar a ser una realidad, la comparación con la Superliga china podría ser relevante dados los flujos de capital que hay entre ambos mercados, las motivaciones de origen y, sobre todo, el trasfondo político que rodea al fútbol en Europa y en China (MURRAY, 2019).

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Editado por

RESPONSABILIDAD EDITORIAL

Alex Branco Fraga ^*, Elisandro Schultz Wittizorecki ^*, Mauro Myskiw ^*, Raquel da Silveira ^*

Fechas de Publicación

• Publicación en esta colección
  08 Abr 2022
• Fecha del número
  2022

Histórico

• Recibido
  26 Nov 2021
• Acepto
  18 Feb 2022