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“A PALAVRA DAS MULHERES NA IGREJA”

“The Word of Women in the Church”

El relato yahvista de la creación pone en escena el carácter procesual del surgimiento del varón y de la mujer, que enfatiza el compañerismo y la naturaleza complementaria de ambos sexos. Uno sin el otro deja un vacío que busca ser llenado, que desea ser completado. Ante la angustia de la ausencia y los anhelos de amistad, el varón se regocija al reconocer a la mujer como “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, y juntos llegan a formar “una sola carne” (Gn 2,23.24), lo cual señala su igualdad fundamental.

El relato sacerdotal de la creación del género humano explicita esta paridad: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya; a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gn 1,27). Dios los bendijo y comunicó su deseo de que fueran fecundos (Gn 1,28). Tanto la mujer como el varón reciben el mismo don: están llamados a entrar en relación con Dios, a ser sus interlocutores, a participar de la vida divina. Esta vocación a la unión con Dios es “la razón más alta de la dignidad humana” (GS, n. 19); queda asentado que ningún sexo tiene más dignidad que el otro.

Ambos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, detalle que Pablo no toma en cuenta cuando, al querer destacar las diferencias entre el varón y la mujer, afirma que el varón es “imagen de la gloria de Dios, pero la mujer es gloria del varón” (1 Cor 11,7). Por el patriarcalismo ambiental comienza a circular una hermenéutica que relega a la mujer a segundo lugar, y se desoyen relatos como el de la samaritana: “Muchos samaritanos de aquel pueblo creyeron en él por las palabras de la mujer” (Jn 4,39). Se considera a la mujer inferior al varón, a quien debe ser subordinada. Se la carga con toda la culpa del primer pecado, por la cual se justifica obligarla al silencio y mantenerla en permanente sumisión, siendo instruida pasivamente por los varones sin jamás ser permitida enseñar a ellos (1 Tim 2,13-14).

Este silenciamiento de la mujer contrasta con el “sí” de María, su consentimiento para ser la madre de Jesús que permite que se realice el misterio de su Encarnación (Lc 1,38; Gal 4,4). Aquella que deja surgir la vida al dar a luz verá crecer al niño de su vientre e irá comprendiendo su misión de traer vida en abundancia (Jn 10,10) a toda criatura, a todos los pueblos. Pues “no hay salvación sin la mujer” (FRANCISCO, 2020FRANCISCO, Papa. Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, 01.01.2020. https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2020/documents/papa-francesco_20200101_omelia-madredidio-pace.html (consulta 15.11.2021).
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).

Jesús llamó a las mujeres a seguirle, a ser sus discípulas. Tiene el detalle de enseñarlas en su propia casa (Lc 10,38-42). Era un discipulado de iguales, que iba más allá del rito exclusivamente masculino de la circuncisión como signo de la alianza con Dios. Desde un conocimiento íntimo de Jesús las mujeres fueron capacitadas para una participación dinámica de su misión. María se sentó a sus pies, y con el oído despierto escuchaba como discípula, para recibir también “lengua avezada que sabe decir al cansado palabras de aliento” (Is 50,4). Junto con los doce, un grupo de mujeres acompañaba a Jesús en sus viajes misioneros (Lc 8,1-3), con un compromiso que iba más allá que brindar un apoyo económico a los varones, pues colaboraban activamente en la misión de Jesús de anunciar y hacer acontecer el Reino.

La mujer que estaba encorvada durante dieciocho años no podía enderezarse; tampoco podía mirar hacia adelante ni hacia arriba. Su campo de visión se quedó muy restricto, concentrado en la tierra y en el paso de los pies que la pisaban. Veía vislumbres de la vida que pasaba, pero no podía participar activamente. Habrá sufrido dolores físicos además que humillaciones y rechazo social. Ella representa a todas las mujeres oprimidas, reprimidas, marginadas, no sólo por enfermedades sino por los sistemas patriarcales y machistas de los entornos socio-religiosos que hacen que las mujeres sean económicamente dependientes de los varones, muy vulnerables a la pobreza material, o que sufran diferentes formas de violencia.

Los líderes de la sinagoga no tenían impedimentos físicos para ver, pero en efecto se quedaban ciegos respecto a los tiempos en que Dios podía actuar y los modos de manifestación de su Reino. Éste no puede ser secuestrado por quienes creen conocer y controlar la obra de Dios. El afán de poder y dominación por parte de los varones, que les impide ver las posibilidades de crecimiento del Reino a través de las mujeres, se ha repetido a lo largo de muchos siglos.

“Al verla Jesús, la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Y le impuso las manos. Al instante se enderezó, y empezó a alabar a Dios” (Lc 13,12-13). Viendo su situación, Jesús reivindica la dignidad de la mujer como “hija de Abraham” (Lc 13,16) y la libera de las cadenas del mal, acción propia del Sábado (Lc 4,18-19). Ella responde espontáneamente con profunda gratitud y comienza a vivir en plenitud. Al ponerse en pie con la columna recta se le llenan los pulmones de aire con más facilidad, y halla su voz para proclamar las maravillas de la obra salvífica de Dios. ¡Cuánto enriquecimiento para la comunidad, la Iglesia, cuando las mujeres se ponen de pie, encuentran su voz y pueden participar con todo su ser!

La samaritana y Marta son figuras de mujeres que, a partir de su experiencia de Jesús, profesan una profunda fe cristológica, reconociendo su identidad como Mesías (Jn 4,29) e Hijo de Dios (Jn 11,27). Junto con Magdalena (Jn 20,18), la samaritana y Marta son testigos fieles de Aquel que es la Vida. Pero en la Tradición de la Iglesia casi se ha olvidado de ellas. Durante largos siglos no se ha escuchado su voz porque se ha puesto todo el énfasis en la confesión de fe de Pedro, su liderazgo en la Iglesia y aquel de sus sucesores (Mt 16,13-19). Esto a pesar del contraste entre Magdalena y Pedro la mañana de la Resurrección: ante el descubrimiento de la tumba vacía Magdalena corrió para contarlo; en cambio Pedro, aun creyendo que Jesús había resucitado, regresó a su casa sin proclamar esta gran noticia. (Jn 20,1-10)

En la carta a los gálatas, Pablo sitúa la igualdad de dignidad entre el hombre y la mujer en el contexto de nuestra filiación divina por la fe en Cristo, que nos justifica (Gal 3,25-27). “Los que se han bautizado en Cristo se han revestido de Cristo, de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,27-28). El sacramento del Bautismo confiere la dignidad de sujetos tanto a las mujeres como a los varones, en un plano de igualdad incluso en la diversidad de formas de vida o de roles específicos. Ambos sexos están revestidos de Cristo, reciben la fe y la misión de transmitirla (LG n. 17; 32). Nuestra común humanidad, existencia como imagen de Dios y condición de bautizados constituyen la base de la llamada a toda la Iglesia a caminar juntos hacia Dios, haciendo realidad su Reino. La conversión sinodal supone largos procesos de escucha mutua entre todos los miembros del Pueblo de Dios, para oír mejor la voz del Espíritu Santo, aprender a mejorar la calidad de nuestras relaciones humanas y renovar nuestro estilo de ser Iglesia.

El sacramento clave para la proclamación de la Palabra es el bautismo, y no el de orden. El Concilio Vaticano II valora la categoría de Pueblo de Dios para hablar de los miembros de la Iglesia. Es la base común en la cual se insiere la pluralidad de estamentos: laicas/os, religiosas/os, diáconos, presbíteros, obispos, cardenales y el propio papa. Aun casi sesenta años después, para mucha gente “la Iglesia” sigue siendo sinónimo del clero, de la jerarquía. Todavía queda mucho trabajo para promover la recepción del Concilio. Y seguimos con normas canónicas por las cuales las mujeres no pueden proclamar el Evangelio ni dar una homilía, bajo argumentos en torno al sacramento de orden y de la “presidencia única” en la liturgia. Pero este acaba siendo un argumento hueco, pues muchas veces no se cumple esta presidencia única porque quien preside delega estas funciones a otros ministros ordenados. Al lado de textos fundamentales que vamos identificado en las fuentes de la teología, este amordazamiento de la mujer es algo muy extraño y sin justificativa. Hay muchas mujeres mejores preparadas que los ministros ordenados en una parroquia para dar una homilía que alimenta a las/los fieles.

Los saludos de Pablo en el capítulo 16 de su carta a los romanos ponen de manifiesto el protagonismo de las mujeres en las primeras comunidades cristianas. Febe, “diácono de la Iglesia de Cancreas”, ha sido “protectora de muchos” (Rom 16,1-2). Prisca es nombrada antes de su esposo Aquila, contrario a las costumbres que nombraban siempre primero al varón. Son una pareja que acoge a una Iglesia local en su casa, y son colaboradores de Pablo en pie de igualdad, dispuestos a entregar la vida hasta lo último (Rom 16,3-5; 1 Cor 16,19). Se menciona a María, que se ha fatigado mucho por la comunidad (Rom 16,6). Junia, junto con su esposo Andrónico, son designados “ilustres entre los apóstoles” (Rom 16,7). Pablo se dirige a diversos otros líderes de las comunidades, entre los cuales constan varias mujeres. Actualmente la diaconisa Febe es estudiada, junto a otras lideresas de este tiempo, por la segunda comisión nombrada por el Papa Francisco en respuesta a una consulta por la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG) realizada en 2016 sobre el diaconado de las mujeres.

Este liderazgo femenino continuó durante los primeros siglos cristianos en algunas comunidades, si bien es cierto que en otras comenzaron a ser relegadas. Las mujeres sabían acoger a la gente en sus casas, como Marta y María lo hacían a Jesús. Esto ayudaba a superar las separaciones y jerarquías entre los sexos impuestas por la sociedad y la religión de la primera Alianza. Colaboraban en sinergia con los varones en la misión evangelizadora, y algunas eran líderes en sus comunidades y en las actividades misioneras. Posteriormente fueron relegadas a un rango de inferioridad, a ser pasivas, ignorantes, sumisas y serviles ante los varones. A modo de ejemplo, mencionamos a las beguinas de la edad media en Europa, mujeres que se asociaban para llevar adelante una profunda vida de oración y apostolado, pero independientemente de las formas institucionales establecidas de la época. Después de un tiempo de florecimiento, llegaron a ser perseguidas y frenadas por la jerarquía. Pese a tantas limitaciones, otros siglos han visto grandes figuras femeninas, muchas veces en la línea profética, como Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Rosa de Lima, Edith Stein y otras.

En la doctrina social de la Iglesia se ha ido dando un proceso paulatino de reconocimiento de la dignidad de la mujer al mismo nivel que la del varón, reflejando a paso muy lento algunos de los avances del lugar de la mujer en la sociedad civil, especialmente a partir del siglo XX. De verla como sumisa al marido y atada al hogar, se pasó a percibirla como persona y compañera en el matrimonio, y a reconocer sus derechos humanos: a trabajar fuera de casa, a votar y a participar en la vida social y pública. En 1967, el Papa Pablo VI nombró a una mujer como subsecretaria del Consejo de Laicos. El Papa Juan Pablo II comenzó a hablar del “genio femenino” y de la contribución específica e incalculable de las mujeres a la sociedad y a la Iglesia; en 2004 eligió a una mujer como subsecretaria del Dicasterio para la Vida Religiosa. El Papa Benedicto XVI señaló la necesidad de realizar estudios interdisciplinares sobre la relación entre el varón y la mujer.

Aunque las mujeres participen en muchas responsabilidades pastorales y de liderazgo, como en la Iglesia de Brasil, de modo particular en las comunidades eclesiales de base y en la región amazónica, el Papa Francisco reconoce que “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. [...] En los lugares donde se toman las decisiones importantes, el genio femenino es necesario” (SPADARO, 2013SPADARO, A. Entrevista al Papa, 21.09.2013, en http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/september/documents/papa-francesco_20130921_intervista-spadaro.html. (consulta 15/07/2016).
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). En su pontificado aparecen más mujeres en algunos dicasterios romanos y en la Comisión Teológica Internacional. El nombramiento en febrero de 2021 de la Hna. Nathalie Becquart como una de las dos subsecretarias del Secretario General del Sínodo de los Obispos ha sido emblemático, ya que supone que tiene voto en el Sínodo (LÓPEZ, 2021LÓPEZ, M.-P. “Mujeres en el Vaticano”, 28.02.2021, en La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/20210228/6261105/papa-francisco-vaticano-mujeres-subsecretaria-nathalie-becquart-sinodo-obispos.html (consulta 27.10.2021).
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). Es importante tener claro que estos nombramientos no son una concesión benévola, sino signos incipientes de un lento despertar por parte de la jerarquía al soplo del Espíritu que distribuye sus dones donde quiere (Jn 3,8).

Cada vez más las mujeres, sean teólogas profesionales o no, hacen teología como sujetos en vez de ser “objetos” de la investigación realizada por los varones. Llevan a cabo esta tarea de forma crítica desde una perspectiva femenina, llenando el vacío dejado por su ausencia en la reflexión teológica oficial durante muchos siglos. Reflexionan narrativamente sobre sus propias experiencias vitales, que sobre todo de parte de quienes han sufrido mucho necesitan ser contadas y escuchadas, pues la sanación comienza en el reconocimiento, como en el caso de la mujer encorvada. También revisan los grandes tratados de teología sistemática desde la perspectiva de la mujer, cuestionando los presupuestos de una teología androcéntrica. En este proceso van surgiendo nuevas categorías, como la ecofeminismo. El sendero para adelante pasa por el reto de “caminar juntos”, bautizadas y bautizados, en la complementación y enriquecimiento mutuo de dones y perspectivas para fortalecer el modo sinodal de ser Iglesia.

Referências

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    11 Feb 2022
  • Fecha del número
    Sep-Dec 2021

Histórico

  • Recibido
    15 Oct 2021
  • Acepto
    19 Nov 2021
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