Open-access ARTESANOS HISPANOAMERICANOS DEL SIGLO XIX: IDENTIDADES, ORGANIZACIONES Y ACCIÓN POLÍTICA

NINETEENTH CENTURY HISPANIC AMERICAN ARTISANS: IDENTITIES, ORGANIZATIONS AND POLITICAL ACTION

Resumen

En este trabajo presentamos una visión en conjunto de la historia de los artesanos en seis ciudades hispanoamericanas en un período extenso: Bogotá, Buenos Aires, La Paz, Lima, México y Santiago de Chile desde el último tramo del siglo XVIII hasta fines del XIX. En la historiografía que se ha ocupado de estos casos hay algunos problemas recurrentes: la caracterización del artesanado y su identidad social; las formas de organización, como gremios, cofradías, sociedades y mutuales; el papel de los artesanos en las demandas de una política económica proteccionista; sus formas de participación en la política republicana; y la coyuntura de conflictividad vivida en la mayoría de estas ciudades hacia mediados del siglo XIX. Nuestro objetivo es recuperar los aspectos comunes y los divergentes que se han relevado en torno de estas problemáticas y construir preguntas que alimenten una agenda de debates sobre las intersecciones entre historia de los trabajadores, conflictividad y política en la transición del orden colonial al republicano.

Palabras clave: Artesanos; hispanoamérica; trabajo; grêmios; mutuales; proteccionismo

Abstract

This paper presents a comparative and synthetic overview of the history of artisans in six Hispanic American cities (Bogota, Buenos Aires, La Paz, Lima, Mexico and Santiago de Chile), from late eighteenth century to late nineteenth century. There are some key problems that reappear in historical studies: descriptions of artisans and their social identity; their organizations, such as guilds, brotherhoods, societies and mutualism; artisans’ demands for a protectionist economic policy; their ways of participating in republican politics; and the profound conflicts that hit most of these cities towards mid-nineteenth century. Our goal is to recover common and diverse aspects that have been revealed around these problems and build new questions that inform future debates on the intersections between labor history, conflicts and politics in the transition from the colonial order to republicanism.

Keywords: artisans; Hispanic America; labor; guilds; mutualism; protectionism

El artesanado de las ciudades hispanoamericanas durante la era de transformaciones que va desde el despunte económico de la región en el último tramo del siglo XVIII hasta su incorporación en el orden capitalista “maduro” a fines del siglo XIX ha sido investigado en distintos estudios de caso. No existe sin embargo un trabajo que intente dar cuenta de una historia común de los artesanos hispanoamericanos, desde una mirada translocal, más allá de algunas aproximaciones de síntesis7. Nuestro objetivo es recuperar los aspectos comunes y los divergentes que se han relevado en la historiografía en torno a ciertas problemáticas recurrentes, como las tensiones que dieron forma a la identidad artesanal en grupos atravesados por diferencias raciales, de estatus, posición en el proceso de trabajo o nivel de vida; las formas de organización y los cambios ligados a la supresión de los gremios corporativos; la adaptación y resistencia de los artesanos a las reformas liberales, en especial en la lucha proteccionista; el papel de los artesanos en los procesos de formación de las ciudadanía y sus formas de participación en la política republicana; y la coyuntura común de conflictividad experimentada hacia mediados del siglo XIX. Abordaremos los casos más estudiados, algunas de las principales ciudades hispanoamericanas: Bogotá, Buenos Aires, La Paz, Lima, México y Santiago de Chile. Todas eran parte del mismo conglomerado político, el Imperio español, y luego jugaron papeles centrales en los Estados que surgieron de su disolución.

Nuestra propuesta es ofrecer una visión de conjunto que sirva como un estado del arte actualizado y una propuesta de análisis. Para ello comparamos y conectamos la creciente bibliografía secundaria sobre la temática. Al mismo tiempo buscamos construir preguntas que alimenten una agenda de debates sobre las intersecciones entre historia de los trabajadores, conflictividad y política en la transición del orden colonial al republicano.

¿Qué era ser artesano?

Los artesanos de las ciudades seleccionadas se dedicaban a tareas manuales con distintos niveles de calificación, que desarrollaban en talleres. Los historiadores han agrupado dentro del artesanado a quienes trabajaban con metales como plateros, orfebres, doradores, herreros y hojalateros; con madera, como ebanistas y carpinteros; con cuero. como talabarteros, curtidores y lomilleros; a los albañiles, fabricantes de velas, cigarreros; a los productores de alimentos como panaderos, pasteleros, dulceros y chicheras; y los dedicados a la vestimenta y el calzado -sastres, sombrereros, zapateros, bayeteros, hilanderos, tejedores, costureras, etc.- que solían ser los más numerosos.

La proporción de artesanos en la población trabajadora fue significativa en todas las ciudades a lo largo de todo el período considerado, si bien es difícil ofrecer cifras estables para cada espacio a lo largo de tanto tiempo. A modo de ejemplo se puede ver que en México, en 1794, 29% de la población ocupada se dedicaba a las artesanías, mientras que en 1842 esa proporción era del 28% (la gran mayoría, varones)8. En Bogotá, en el barrio de Las Nieves, que concentraba a los artesanos, el censo de 1851 registró oficios artesanales para más del 36% de los varones ocupados9. En Lima, se ha calculado la proporción de varones dedicados a las ocupaciones artesanales dentro de un rango de 33-43%, entre 1857 y 1876; si consideramos a varones y mujeres juntos, en 1860, los oficios artesanales correspondían a un 35% de la población ocupada10. En La Paz, estimaciones gruesas hablan de un tercio de la población trabajadora compuesta por artesanos, para mediados del siglo XIX11. Por su parte, en Buenos Aires. el sector artesanal empleaba alrededor del 30% de la población masculina libre ocupada (28% en 1810, 31% en 1827, 35% en 1855 y 32% en 1869)12.

Se trataba de un grupo muy heterogéneo: mientras algunos maestros dirigían verdaderas empresas con varios oficiales y jornaleros, otros, los más, poseían talleres modestos o no tenían siquiera uno propio. En México y en Lima, la distancia entre los maestros y los oficiales y aprendices fue mayor que en los otros casos, sobre todo en el período colonial. Además, había ocupaciones mucho más prestigiosas que otras, como las de plateros y orfebres. Otros rasgos comunes a las distintas ciudades fueron la presencia de muchos esclavos y la diversidad racial (entre los artesanos había blancos y miembros de las castas). La excepción parece haber sido La Paz, donde los artesanos eran identificados con los cholos, y no con los blancos ni los indígenas13.

Junto con el análisis de este grupo en términos económicos, demográficos y raciales, una de las preocupaciones centrales de la historiografía ha sido caracterizar los cambios en la identidad de los artesanos: cómo se percibían a sí mismos, o cómo era percibido su lugar social. En general la tendencia a lo largo del período fue de transformación desde una identidad por oficio, sobre todo donde los gremios coloniales fueron fuertes, a una de grupo, en tanto “artesanos”.

En Santiago conformaban un sector intermedio entre los profesionales de clase media y el amplio universo plebeyo. Eran considerados inferiores a la “gente decente”, pero se esforzaban por demostrar que su ocupación “honorable” les confería un estatus superior al de jornaleros y personas sin empleo estable14. Esta diferenciación entre trabajadores calificados y no calificados pasó a ser un elemento central a partir de la década de 1810, ya que solo los primeros contaron con derecho a votar. Existía una identidad artesanal en la primera mitad del siglo XIX, que se revelaba especialmente en los contextos electorales, cuando las voces de los artesanos aparecían en la prensa, mezcladas con las de sectores de la élite que los interpelaban. En esta identidad aparecían solapados distintos elementos: los artesanos hablaban en nombre de los poseedores de un saber técnico, pero también como milicianos que contribuían con su país y varones proveedores de sustento para sus familias15.

También en Lima los artesanos se ubicaban en los sectores medios. Hacia mediados del siglo XIX se fue definiendo una identidad producto de las experiencias políticas y sociales vividas en una era de cambios (las “reformas liberales”), que reemplazó la agrupación gremial por lazos horizontales como “artesanos”16. La figura del “artesano honrado” reunía virtudes de la ciudadanía republicana, como el trabajo productivo como base del prestigio social -lo que desafiaba los viejos prejuicios hispanos contra el trabajo manual-, la participación electoral, el respeto a las leyes, el rechazo de la violencia tumultuaria, la promoción de la educación letrada y el fomento de la asociación. Contra el universalismo abstracto de la noción de ciudadanía individual y el temor concreto de las elites liberales por cualquier actividad política basada en identidades de grupo, esta imagen del “artesano-ciudadano” hacía énfasis en la participación política y social en tanto un grupo social, los “artesanos”, con necesidades e intereses específicos17.

Asimismo, en la ciudad de México de mediados del siglo XIX los artesanos se identificaban como tales en distintos ámbitos. Por un lado, en las demandas de elevación de los aranceles, que en algunos casos fueron levantadas por artesanos agrupados sin distinción de oficios. También sus intervenciones en el ámbito judicial dan cuenta de una identificación de los artesanos como grupo. Muchos acusados ante el Tribunal de Vagos alegaban en su defensa que trabajaban en algún oficio, lo cual era considerado un modo honesto de ganarse la vida. Asociaban al oficio con un universo de valores que los jueces podían observar con simpatía, como el respeto a la jerarquía, el amor a la familia y la solidaridad, y trataban de diferenciarse de otros sectores plebeyos18. Solían llevar a otros artesanos para testificar en su favor, lo cual indica vínculos de solidaridad19.

La situación era similar en Bogotá, donde el término “artesano” tenía un significado que iba más allá de la función productiva: compartían un saber laboral, un barrio de residencia, intereses económicos, una independencia respecto de otros y una suposición de valores comunes, que les daba una identidad colectiva20. Mientras algunos autores enfatizan para Bogotá la ocupación en la definición de artesano21, otros afirman que artesano era un término de “autoclasificación política”22, o que en la acción política de mediados del siglo XIX se condensaron en ese nombre diferentes grupos que actuaron juntos dentro de un “movimiento plebeyo”23.

Por todo esto hay autores que afirman que en estas cuatro ciudades los artesanos constituían una clase social en el siglo XIX. Según James Wood, los de Santiago lo eran por experiencias y lazos comunes, a pesar de que las distintas afiliaciones políticas y las luchas internas a los talleres quebraban solidaridades24. Vanesa Teitelbaum dice lo mismo para México, aclarando que hacia mediados del siglo XIX también apareció un discurso que amplió las identificaciones laborales a un conjunto más abarcativo de trabajadores, no solo los calificados25. En Lima, Iñigo García-Bryce sostiene que la identidad amplia del artesano ligada a la noción universal de la ciudadanía contribuía a diluir las marcas raciales, lo que era importante para un grupo todavía identificado mayoritariamente con las “razas mezcladas” hacia mediados del siglo XIX26. Luego, hacia 1870 se habría articulado un “lenguaje de clase” que incluía a los artesanos, pero también a otros grupos de trabajadores, y que hacía hincapié en los derechos políticos que le correspondían a esta clase, aunque no era radical ni crítico de las desigualdades. David Sowell sostiene que a mediados del siglo XIX los artesanos bogotanos tenían “una ideología de clase claramente formulada”, que denomina “republicanismo artesano”, caracterizado por la búsqueda de un gobierno republicano, un equilibrio social sin jerarquías de nacimiento, una moral religiosa y una educación extendida, y por una desconfianza hacia los partidos27.

No existen esas afirmaciones para Buenos Aires y La Paz ¿Existía allí una identidad artesanal? En La Paz hay indicios de que sí pero no hay suficientes estudios al respecto. En Buenos Aires los artesanos no estaban organizados como tales, no había prensa explícitamente dirigida hacia ellos y en general los pedidos de protección aduanera eran firmados por miembros de un mismo oficio. Sin embargo, en estos documentos hay indicios de que los artesanos reconocían lazos que los ligaban como colectivo: solían citar las conquistas de los trabajadores de otros oficios como un antecedente beneficioso y alegaban como principio la necesidad de defender las artes en general28. La cuestión necesita aun de más investigación.

En muchos aspectos, la del artesanado era una cultura masculina. A través del proceso de aprendizaje, los hombres abandonaban el hogar e ingresaban en un mundo dominado por otros de mayor edad que los formaban. En este ambiente, los jóvenes adquirían su habilidad manual y simultáneamente aprendían a comportarse como varones29. Esto no quiere decir que las mujeres no trabajaran en actividades similares. El caso más claro es el de la confección de ropa. En Buenos Aires, por ejemplo, a fines del período colonial, existían dos circuitos de producción. Por un lado, el de los productores varones, registrados como sastres, para los que se utilizaba la terminología artesanal. Por otro lado, cientos de mujeres que confeccionaban ropa a menor costo, pero que no eran consideradas sastres o maestras. Podían llegar a realizar la misma actividad, pero su trabajo recibía menor consideración social30. Esta dimensión de género, fundamental como es, ha sido poco explorada por la historiografía.

Tampoco se ha analizado mucho la conflictividad laboral al interior de los talleres. Sí en cambio ha habido una importante producción historiográfica sobre las formas de organización de los artesanos y sus actuaciones en la esfera política, de las que nos ocuparemos a continuación.

Formas de organización

El artesanado urbano en el Antiguo Régimen suele asociarse a dos instituciones de origen europeo: los gremios y las cofradías31. Los artesanos de todas las ciudades aquí abordadas participaron de cofradías durante el período colonial y también intentaron formar gremios. Pero su éxito fue variable. Por eso encontramos una diversidad importante en la situación de las organizaciones artesanales en el período colonial y en las décadas posteriores a la independencia.

En ciudades ubicadas en áreas centrales del Imperio español, como México, Lima y La Paz, se articuló tempranamente un sistema de gremios fuerte, que cumplían varias funciones. En primer lugar, las de aprendizaje: mediante la supervisión de los contratos y de los exámenes para acceder al rango de maestro, garantizaban la diferenciación entre aprendices, oficiales y maestros, jerarquía clave para distinguir a los artesanos de otros trabajadores manuales. Además, tenían asignado el control del proceso y el ritmo del trabajo, con la potestad de imponer tasas, fianzas y multas a quienes incumplieran sus normativas. También debían impedir a quienes no estuvieran agremiados comercializar sus productos. Por otra parte, los artesanos de estas tres ciudades tenían sus propias cofradías, que eran asociaciones de fieles dedicadas al culto de algún santo o virgen patronos y a la organización de festividades religiosas. Las cofradías también proveían asistencia en ocasiones de enfermedad y muerte y podían otorgar préstamos. Como han señalado García-Bryce para Lima y Torcuato Di Tella para México, gremios y cofradías les garantizaban a los artesanos una posición social como corporación, reforzaban su identidad grupal, eran canales para las demandas frente al Estado y permitían la diferenciación respecto de la “plebe”32.

La organización de los artesanos con fines devocionales existió también en ciudades de segundo orden dentro del sistema colonial. Los gremios, en cambio, fueron débiles en Bogotá y en Santiago. En Buenos Aires ni siquiera llegaron a formarse debido a que maestros afrodescendientes y mestizos impugnaron el monopolio de los blancos sobre la dirigencia gremial33. Este tipo de disputas en clave racial también atravesaron a gremios consolidados, como los de Lima y México34.

El debilitamiento y desaparición de los gremios fue un proceso más largo en algunas ciudades que en otras y que se explica por varias causas. Un factor que influyó fue la competencia de los no agremiados. Podía tratarse de trabajadores pobres que lograban esquivar el control del gremio, como en La Paz a lo largo del siglo XIX. Pero también, como ocurrió en Lima, México y Santiago a fines del siglo XVIII, los competidores podían ser emprendedores artesanos y comerciantes orientados hacia una producción en gran escala35. La penetración de comerciantes, que subordinaban a los fabricantes al facilitar la materia prima y asumir la comercialización del producto terminado, implicaba no solo el debilitamiento de los gremios sino una incipiente disociación entre producción y comercialización, que rompía la unidad típica del taller36.

Luego de la desintegración del Imperio español, la reorientación económica general debilitó a los gremios. Tuvieron un efecto disolvente la llegada masiva de importaciones europeas y la formación de un mercado de trabajo más fluido -con la decadencia de la esclavitud y la inmigración de artesanos europeos-, difícil de controlar por los maestros artesanos. Estos procesos comenzaron a perfilarse en Buenos Aires y en Santiago desde la década de 182037, mientras que en La Paz y en Lima se produjeron hacia mediados de siglo38.

La falta de sostén por parte de las autoridades es otro factor fundamental para entender la disolución de los gremios. A lo largo del siglo XIX, aunque en momentos muy distintos, las élites comenzaron a desconfiar de las corporaciones y a adoptar principios liberales. En Buenos Aires esto se produjo temprano: en 1799 el Cabildo se opuso a la formación de gremios por considerarlos contrarios a los derechos del hombre, obstáculos a la industria y al crecimiento de la población39. En México, los gremios fueron abolidos en 1814 por influjo del liberalismo gaditano40. Los de Bogotá fueron suprimidos en 1824, al tiempo que en Santiago la libertad de oficios fue imponiéndose progresivamente durante la década de 182041.

En Lima y en La Paz, las autoridades buscaron hasta mediados de siglo el apoyo de los gremios para dotarse de legitimidad y eso permitió a estas instituciones una vida más larga. En Lima, los gremios fueron útiles para el reclutamiento militar; para la recaudación de impuestos; para reforzar contratos y resolver disputas económicas; como posible medio de disciplinar a la plebe; y como fuerza de movilización en las elecciones42. Pero la capacidad de los gremios de controlar el mercado disminuyó y se fue redefiniendo su papel, alejándolos de su origen corporativo. “Gremio” empezó significar un grupo de trabajadores del mismo oficio, no necesariamente una organización legal, y en 1862 estas corporaciones fueron abolidas. En cambio, los gremios paceños no solo subsistieron durante varias décadas luego de la independencia, sino que en 1860 se formó una Junta Central de Artesanos que buscaba replicar de manera centralizada los propósitos de los gremios individuales43. En 1874 se decretó la abolición de los gremios, pero todavía en 1883 esta Junta peticionaba para que la medida no se aplicara44.

Por último, es posible que otro factor de desestructuración, sugerido por Irurozqui para el caso paceño, pero mucho más difícil de sopesar, fueran las tensiones entre maestros y oficiales y aprendices45.

En tres de las ciudades donde desaparecieron los gremios, México, Bogotá y Santiago, surgieron organizaciones de nuevo tipo que contribuyeron al desarrollo de una identidad artesanal. En México, la Junta de Fomento de Artesanos fue creada a comienzos de la década de 1840 por el gobierno de Antonio López de Santa Anna, en el marco de una política de fomento de la producción nacional. La Junta, que llegó a contar con unos 2200 miembros, concebía al trabajo como “arte”, enfatizaba la necesidad de reunirse en corporación y formar “una masa compacta, impenetrable y fuerte”46. Pero se expresaba contra el monopolio de los conocimientos y a favor de la libertad para ejercer cualquier oficio. Los maestros participaron activamente en la organización de la Junta, pues compartían con el Estado el interés de disciplinar a los oficiales y aprendices. En forma paralela funcionó la Sociedad Mexicana Protectora de Artes y Oficios, aparentemente más desligada de la iniciativa estatal47.

En Santiago y en Bogotá, la forma que predominó fueron las sociedades, que mostraban claras rupturas con la tradición gremial: eran voluntarias, agrupaban artesanos de distintos oficios y todos los miembros participaban en calidad de iguales. En ambas ciudades, se involucraron activamente en las disputas políticas y electorales, a diferencia de la Junta mexicana.

Algunas sociedades estaban integradas y dirigidas por artesanos, como varias creadas en Santiago en 1846 para apoyar a la facción liberal48. Otras eran creadas por iniciativa de miembros de las élites que aspiraban a conseguir el apoyo de los artesanos para cierto grupo político. Por ejemplo, en Bogotá en 1836, los partidarios de José María Obando, luego de su derrota en las elecciones presidenciales, crearon la Sociedad Democrática-Republicana de Artesanos y Labradores Progresistas de la Provincia de Bogotá para obtener en lo sucesivo el apoyo de los artesanos; para contrarrestarlos, quienes seguían al victorioso candidato José Ignacio de Márquez impulsaron la formación de una Sociedad Católica49.

Hacia mediados de siglo, tanto en Bogotá como en Santiago muchos artesanos confluyeron con jóvenes liberales de la élite en sociedades que cobraron gran protagonismo. En Santiago, la Sociedad de la Igualdad, que funcionó en 1850 y 1851, contó con entre 200 y 500 artesanos, algunos de los cuales habían sido promotores de asociaciones previas50. Por su parte, la Sociedad de Artesanos de Bogotá, creada en 1847 y renombrada Sociedad Democrática de Artesanos en 1849, jugó un papel político muy destacado hasta 1854. Tras la derrota de la facción liberal a la que apoyó, la Sociedad se desmoronó y fue reemplazada en 1860 por la Sociedad Unión, más centrada en la defensa sectorial que en la disputa partidaria.

A diferencia de lo ocurrido en otras ciudades, los artesanos de Buenos Aires no se organizaron en tanto tales durante la primera mitad del siglo XIX. Es probable que otro tipo de asociaciones, como las de afrodescendientes y las sociedades filantrópicas que aglutinaban a los extranjeros, hayan funcionado como sustitutos parciales de las organizaciones propiamente artesanales, al asumir funciones como el crédito y la educación técnica51. También es posible que las divisiones políticas hayan obstruido las solidaridades en este grupo ocupacional.

Hacia mediados del siglo XIX las organizaciones artesanales heredadas del período colonial y las creadas en las primeras décadas de vida independiente sufrieron importantes derrotas políticas y entraron en crisis. En reemplazo se formaron las sociedades de ayuda mutua, cuyas principales funciones eran de previsión. Las primeras surgieron a comienzos de la década de 1850, de manera prácticamente simultánea en Santiago, Buenos Aires, México y Lima. A partir de 1872 también aparecieron en Bogotá y desde 1883 en La Paz. Los tipógrafos, un oficio nuevo típico de la segunda mitad del siglo, estuvieron entre los primeros en fundar mutuales e incluso en tender puentes entre distintas ciudades: la Sociedad de Tipógrafos de Santiago, creada en 1853, estableció relaciones con sus homólogas de Lima y Buenos Aires52.

La consolidación de las mutuales implicó el abandono de las jerarquías raciales y de las que separaban a maestros, oficiales y aprendices en el marco de las organizaciones, más allá de que estas desigualdades siguiesen existiendo en los talleres. Además, las mutuales continuaban una tendencia inaugurada por las sociedades de la primera mitad del siglo: participaban artesanos de distintos oficios, lo cual demuestra una concepción más abstracta del trabajo. Con el tiempo, algunas mutuales incluirían también a mujeres, otra ruptura importante. Y algunas recibían a miembros no artesanos, como autoridades religiosas, jóvenes intelectuales y profesionales.

Otro aspecto que diferenciaba a las mutuales de los gremios era su afiliación voluntaria y el hecho de que no tuvieran un estatus corporativo que las incorporara dentro de las instituciones públicas: pertenecían de lleno al ámbito privado. En algunos casos, como el de México, la legislación restringía explícitamente la participación de estas organizaciones en la disputa política. En otros, como en Santiago o Lima, fueron las propias mutuales las que enfatizaron su carácter políticamente neutral para desligarse de las derrotas sufridas previamente por otras organizaciones artesanales. Sin embargo, en los hechos, las mutuales funcionaron en varias ciudades como instancia de mediación entre el artesanado y los políticos de tendencia liberal, ya fuera que estuviesen en el gobierno, como en Lima y en México53, o en la oposición, como en Santiago54. A los ojos de muchos políticos liberales, este tipo de organizaciones servían para moralizar y disciplinar a las clases trabajadoras y para inculcar entre sus miembros nociones y prácticas de la democracia liberal. Los sectores ligados a la Iglesia, en cambio, impulsaron formas alternativas donde la organización quedase enmarcada en la devoción católica, como la Sociedad Católica de Auxilios Mutuos creada en México en 185655.

Muchos investigadores han visto en las mutuales un primer paso en el desarrollo del movimiento obrero. La continuidad estaría dada por la autonomía formal de las mutuales respecto del Estado56; porque de ellas emergerían asociaciones sindicales que organizarían las primeras huelgas, como en el caso de los tipógrafos de Buenos Aires57; por su acción reivindicativa, cuyas banderas luego recogería el movimiento obrero, como en el caso de las demandas proteccionistas en Santiago58; o por la presencia en organizaciones obreras de dirigentes provenientes del mutualismo, como en el caso del Gran Círculo de Obreros de México creado en 187259.

Proteccionismo y condiciones económicas

La agitación pidiendo aranceles aduaneros más altos o prohibiciones de ciertas importaciones estuvo presente de forma recurrente en las ciudades estudiadas, como motivo para la acción de los artesanos, e incluso como uno de los elementos que los definían como grupo. Se manifestó en un amplio rango de acciones: petitorios por vía administrativa, artículos en la prensa, campañas de lobby legislativo, apoyo a figuras políticas dispuestas a materializar las medidas, manifestaciones callejeras, discursos públicos y protestas violentas. La ubicuidad de estas demandas y su semejanza externa pueden oscurecer la diversidad de los contextos en los que se propusieron.

El proteccionismo -la definición de tarifas aduaneras elevadas o prohibicionistas- fue hijo de la revolución; solo era posible en el contexto de la formación de nuevos Estados, cuando se fue disolviendo el régimen fiscal colonial. En algunos contextos, el proteccionismo llegó a ser un sistema de política económica, que incluía aranceles altos, incentivos fiscales para los productos nacionales, monopolios estatales en sectores claves, leyes que prohibían a los extranjeros operar en el comercio nacional o que impedían a los mayoristas involucrarse en la venta al detalle, restricción de los puertos para el comercio exterior, etc. Esta configuración adquirió sus rasgos más claros en la primera mitad del siglo XIX y en aquellas regiones donde la inserción vigorosa en la nueva economía atlántica fue tardía. Fue el caso de Lima y La Paz, y en buena medida el de Bogotá y México. También pesó la herencia de instituciones coloniales: hasta cierto punto la historia del proteccionismo se emparentaba con el esquema económico colonial. En otros contextos, aquella configuración de la política económica fue menos consistente, o nula. Frente a Lima puede ubicarse a Buenos Aires, donde la orientación librecambista gozó de un consenso temprano, sustentado en una transición más veloz a una inserción internacional viable. También Chile experimentó tempranamente una expansión económica orientada a la exportación.

En la temprana república peruana, durante el período 1821-1845, los gobiernos fueron receptivos a la perspectiva de los artesanos limeños sobre las políticas comerciales. Dichos artesanos lograron impulsar su propia versión del proteccionismo, en un marco de negociación, que no amenazaba el precario orden social, sino que lo apuntalaba60. Aunque mucho menos conocida, la situación de La Paz puede haber sido similar61. En otras ciudades, como Buenos Aires, el espacio para que las demandas de protección de los artesanos confluyeran en una alianza con otros grupos era más reducido, y confrontaban con fuertes nociones de sentido opuesto, en especial entre la elite económica.

Esta exposición esquemática no nos debe hacer olvidar que hubo permanentes disputas en torno de la política económica. Las historias de México, Colombia, Perú y Bolivia son ricas en estas alternativas y los investigadores han ido siguiendo la participación de los artesanos en ellas. Por otro lado, aún allí donde el proteccionismo sistémico era más débil, y donde los artesanos estaban menos organizados, como en Buenos Aires, los artesanos podían lograr algunos cambios en la política económica. Su triunfo más importante estuvo en la sanción de la Ley de Aduanas de 1835, que estableció aranceles elevados e incluso la prohibición de importar muchos productos, aunque se aplicó durante pocos años62.

La demanda de tarifas presenta dos complicaciones adicionales. Por un lado, los pedidos de protección y la convergencia con los intereses del Estado y las élites podían dar lugar a muy heterogéneos cuadros de aranceles, origen a su vez de nuevas disputas. Por ejemplo, los artesanos limeños procuraban protección frente a bienes finales orientados al consumo de la elite y a la vez tarifas aduaneras bajas para los bienes de consumo popular, las materias primas y las herramientas, de forma tal de reducir sus costos63. Entonces, el proteccionismo artesanal implicaba liberar la importación de textiles baratos para los consumidores urbanos, a costa de la producción de los obrajes serranos o de fabricantes urbanos orientados a un consumo masivo. A su vez, cada oficio tenía necesidades particulares, no necesariamente coincidentes con las de los otros.

La otra complejidad de la cuestión proteccionista está señalada por la real efectividad que estas medidas podían tener para mejorar las condiciones materiales de los artesanos, tema que generó debates entre historiadores. En Bogotá, mientras Luis Ospina Vázquez afirmó que los aranceles de la primera mitad del XIX salvaguardaron a los artesanos, Frank Safford argumentó que los efectos perjudiciales para ellos se hicieron sentir incluso con esa protección64. Hans Abendroth para Bolivia y Sandra Polo Buitrago para Bogotá han dado importancia a la localización de las ciudades en el interior montañoso como barrera más eficaz para defender la base productiva que el proteccionismo aduanero65. Gustavo Prado Robles ha ponderado el papel de la moneda devaluada como forma de protección en La Paz, algo que podría explorarse en otras ciudades66. Por su parte, según Sergio Grez Toso, en Santiago de Chile se mantuvieron aranceles de alrededor del 35% para las manufacturas importadas, relativamente altos, pero incapaces de contener el ingreso de productos europeos67.

En suma, quienes han estudiado estas cuestiones han señalado que, además de las tarifas, las condiciones macroeconómicas en las que operaban los artesanos incluían otras dinámicas relevantes, como la vitalidad de la demanda urbana. Para Santiago, se ha sostenido que los artesanos fueron relativamente inmunes a la apertura comercial debido al crecimiento del mercado68. Algo semejante puede haber sucedido en Buenos Aires. En cambio, en Lima, la debilidad de la demanda de la elite, el estancamiento poblacional y los magros gastos estatales hicieron imprescindible el esquema proteccionista en la primera mitad del siglo XIX69. Otro tema fundamental para varios oficios fue la provisión de bienes para el Estado, mayormente insumos bélicos o en las obras públicas. Los artesanos tenían también otras demandas económicas, que no han recibido tanta atención como los aranceles: el control y el costo de la mano de obra, la educación técnica, la inflación y los impuestos internos.

Artesanos y política

La relación entre los artesanos y la política -que atraviesa los ejes ya analizados- ha captado recientemente la atención preferencial de los historiadores, sea desde la historia política, desde la historiografía sobre las clases populares, o bien de quienes intentan un cruce entre ambas.

Una primera delimitación es necesaria. En ocasiones, participan como artesanos; en otras, actúan, pero no se identifican como grupo. En Buenos Aires, a diferencia de lo ocurrido en otras ciudades, los artesanos no intervinieron como tales en la política. Pero como parte de la heterogénea plebe porteña se hicieron presentes en las disputas entre distintos grupos de la élite, en la agitación al interior de las milicias, en las elecciones o en el apoyo al Partido Federal70.

El repertorio de modos de participación política en los que se involucraron los artesanos fue variado: petitorios, elecciones, prensa, milicias, movilización callejera pacífica y tumultos. Estas categorías, que no son comparables ni homogéneas, no han sido tratadas en todas las ciudades, ni tuvieron la misma importancia. Un recuento analítico nos permitirá apreciar esta diversidad, sin pretender establecer ninguna tipología cerrada y teniendo en cuenta que estas modalidades tienen que pensarse en contextos situados.

La intervención escrita ante las autoridades en asuntos que los involucraban estaba presente en la época colonial. En la era republicana, las peticiones tuvieron un carácter público y estuvieron basadas en una nueva retórica de los derechos. Era frecuente que los petitorios se combinaran con remitidos a la prensa y con manifestaciones públicas para hacer visibles los reclamos. Estas campañas canalizaron demandas proteccionistas, pero otros temas también fueron atendidos. Por ejemplo, en 1861 los artesanos de México elevaron una petición al gobierno en la cual cuestionaban la decisión de la Cámara de Diputados de no actuar con suficiente dureza frente al asesinato de un dirigente liberal y amenazaban con castigar por su cuenta a los responsables71. Las campañas muchas veces fueron acompañadas por otros recursos más informales como rumores, pasquines y hojas sueltas.

La participación en las elecciones fue otra forma de hacer política. Los artesanos, en especial los dueños de talleres, estuvieron entre las capas más incluidas en el derecho al voto dentro de los sectores populares. En Santiago, una serie de disposiciones en las décadas de 1810 y 1820 habilitaron a votar a oficiales y maestros, mientras que los aprendices quedaron excluidos. Los artesanos se convirtieron así en pieza clave de la disputa electoral y fueron objetivos del proselitismo de las distintas facciones. Pero, pese a que su derecho a votar estaba legalmente reconocido, también enfrentaron fraudes sistemáticos, lo que generó protestas72. Este formato de convocatoria de las elites políticas y respuesta de los artesanos en torno al voto también se observa en otros contextos. En Lima, los artesanos figuraron en primer plano entre los fundadores del Civilismo a comienzos de la década de 187073.

Sin embargo, la movilización electoral no siempre siguió los marcos de la política formal. Para la “producción del voto”, se apelaba también a prácticas que han sido conceptualizadas como “clientelismo”. En Bolivia, dado el régimen censitario que restringía el voto por criterios de edad, género, alfabetización y renta, la posibilidad de votar de los artesanos estaba reducida a unos pocos maestros74. En el período presidencial de Manuel I. Belzu (1848-1855) se habrían incorporado más dueños de talleres y pequeños comerciantes75. Pero fue menos la inclusión legal que el clientelismo electoral lo que dio lugar a una fuerte presencia de artesanos como “votantes, manifestantes en procesiones cívicas, agitadores, matones, ‘billeteros’ o espías”76.

En los sistemas políticos del siglo XIX, la prensa jugó un rol fundamental. Pueden distinguirse tres posibilidades en la relación entre ella y los artesanos. En primer término, el uso de la prensa establecida para expresar sus demandas. Segundo, la aparición de una prensa creada por el oficialismo o la oposición con el objetivo de atraer a los artesanos, vinculada a las elecciones. En La Paz, durante los años de Belzu, se destaca la aparición de periódicos como El Artesano de la Paz y durante las décadas siguientes existieron múltiples periódicos, hojas y remitidos que en nombre de “los artesanos” salían para expresar el apoyo a algún candidato77. Tercero, la propia prensa artesana. En Lima, se fundaron periódicos como El Artesano (1873) y El Obrero (1875-1877), a cargo de trabajadores tipógrafos78, y antes en Santiago un tipógrafo fundó El Pueblo en 1846.

La participación de artesanos como milicianos fue clave, pero no ha sido investigada en todos los casos. En Santiago, la Guardia Cívica incorporó a la mayoría de los artesanos. Pensada desde el gobierno de Diego Portales como un medio de control, según Wood tuvo un efecto contrario: cuantos más esfuerzos se requerían de los artesanos, más estos se consideraban como contribuyentes activos de la república, y, por lo tanto, acreedores de mayores derechos79. Grez Toso, en cambio, se centra en el costado opresivo de la militarización. Sostiene que la Guardia Cívica, donde los artesanos y otros pobres se enfrentaban al autoritarismo, se transformó en un ámbito de politización y resistencia, y que la reivindicación de su reforma se transformó en un eje que estructuraba el movimiento popular urbano80.

Otras instancias como la movilización callejera pacífica, las fiestas y celebraciones y la participación en exposiciones industriales no han recibido una atención pareja. Existe una conexión entre estas celebraciones y las fiestas coloniales en las que desfilaban las corporaciones gremiales, en el sentido de que la presencia urbana materializaba al grupo81.

Los tumultos y protestas violentas fueron uno de los modos de participación frecuentes en la política plebeya durante el siglo XIX, y allí se hicieron presentes los artesanos. Hay abundante evidencia de la participación de artesanos en el saqueo del mercado del Parián en México en 1828, en el motín santiaguino de 1844 con motivo de la condena a Francisco Bilbao, en la movilización popular de marzo de 1849 que salvó a Belzu de un levantamiento en su contra y que incluyó el saqueo de casas de los opositores, y en la movilización masiva del pueblo limeño que en 1872 ayudó a resistir un golpe de Estado contra el presidente civilista82. Pero excepto unos pocos casos, los artesanos no se recortan como actores: estas acciones colectivas surgían de descontentos económicos o políticos que afectaban a los artesanos, pero no solo a ellos. A tono con la historiografía europea, a veces se ha proyectado en los artesanos el papel de líderes de la multitud, pero la cuestión ha de situarse caso por caso.

Los conflictos de mediados del siglo XIX

Hacia mediados del siglo XIX se vivió una coyuntura de intensa participación de los artesanos en varias de las ciudades aquí estudiadas, combinada con disputas de facciones políticas. Una nueva ola de reformas liberales y los primeros efectos de economías más vigorosas abiertas al mercado mundial impulsaron amplios movimientos de protestas de artesanos, quienes tomaron las banderas proteccionistas, particularmente en Lima, Bogotá y La Paz.

En Lima, una gran campaña de agitación proteccionista de los gremios de 1849 pareció coronarse con una victoria: la sanción de la llamada “Ley de Artesanos”, que colocaba una fuerte barrera arancelaria. Pero hacia 1852 la victoria proteccionista se había esfumado: en el medio de un giro rotundo de la orientación estatal y de las elites hacia el librecambismo, el Congreso adoptó una tarifa baja y uniforme83. Los artesanos se vieron enfrentados entonces a la ruptura de la alianza social de la que habían participado y debieron lidiar con un nuevo esquema liberal que los marginaba. La agitación proteccionista continuó, en medio de un creciente deterioro de las condiciones de vida, hasta culminar en las revueltas de Lima y El Callao en 1858. La llegada de puertas y ventanas provenientes de Estados Unidos, destinadas a la construcción de las estaciones del ferrocarril, provocó desasosiego, en especial entre los carpinteros. Los artesanos cursaron varias peticiones a las autoridades y la prensa, en nombre de la industria nacional. Pronto se pasó a la acción directa: una multitud atacó los depósitos en El Callao y arrojó al mar artículos importados. Hubo tumultos en la ciudad y el presidente Ramón Castilla impuso violentamente el orden84. Fue el fin de la causa proteccionista.

En Bogotá, comenzó una baja de tarifas en 1846, ante lo cual la Sociedad de Artesanos pidió protección arancelaria al año siguiente, pero la ley resultante de esos debates fue precisamente en el sentido contrario85. Los grupos artesanos movilizados se conectaron con los liberales, que presentaron proyectos de suba de aranceles en 1850 y 1851, sin suerte. Los liberales llegaron al poder con el apoyo artesano, pero no tomaron las medidas que el sector esperaba. Otra facción liberal llamada “draconiana” se volvió defensora de la restricción de las importaciones y consiguió el apoyo de muchos artesanos. La represión a los draconianos desarticuló la participación artesana e hizo desaparecer los reclamos tarifarios por un buen tiempo86.

En México el proteccionismo aplicado por el gobierno de Santa Anna perdió terreno con el retorno del federalismo en 1846, y luego de la derrota en la guerra contra Estados Unidos se desacreditó aún más. Los artesanos reaccionaron en defensa de los aranceles: en 1849, fabricantes de carruajes y muebles hicieron oír sus quejas en la prensa; en 1851, los primeros se amotinaron y destruyeron carros extranjeros87. Ese mismo año, una representación elevada al gobierno, firmada por más de 6000 artesanos sin distinción de oficio, había pedido la suspensión de la importación de manufacturas extranjeras, en nombre de “las necesidades de la clase trabajadora”88.

En La Paz, la coyuntura fue particular pues más que movilizarse contra las reformas en sentido librecambista, los artesanos lo hicieron a favor de un gobierno, el de Belzu, que fue el último en defender con ahínco el proteccionismo, que se debilitaría tras su caída89.

Sin duda, la demanda proteccionista fue central en estas ciudades. Pero hubo otras motivaciones para la acción artesanal: las adhesiones políticas, el anticlericalismo, tensiones sociales arraigadas e ideas igualitaristas. Así puede entenderse la “literatura plebeya” que Francisco Gutiérrez Sanín ha documentado en Bogotá90. Esta propulsaba la caída de las trabas de acceso a la ciudadanía, que diferenciaba a los trabajadores manuales, los ruanas -que llevaban las cargas pero no los beneficios, pese a su superioridad moral-, de los ricos, los casacas, egoístas y disipados.

En Santiago, en la década de 1850 se vivió un agitado momento político que movilizó a los artesanos, quienes tuvieron un rol central durante la primera fase de desarrollo de la Sociedad de la Igualdad (aunque no la acompañaron con la misma intensidad en el levantamiento de 1851)91. Los historiadores no han consensuado en que el proteccionismo haya sido el motivo central de la movilización. Para Grez Toso y para Cristian Gazmuri, esta demanda fue fundamental92. Wood, en cambio, sostiene que el debate aduanero, pese a que estaba dentro de las preocupaciones de los artesanos, no fue el motor que los llevó a la arena política, sino la búsqueda de que se efectivizase su derecho al sufragio y de que se detuviesen los abusos de los oficiales de la Guardia Cívica93.

Otra situación contrastante puede verse en Buenos Aires, donde en 1854 se discutió una nueva Ley de Aduanas. En la Legislatura las opiniones no fueron unánimes y varios representantes temieron por la situación de “industrias nacionales”, pero finalmente se establecieron grandes reducciones arancelarias. En los años sucesivos los artesanos se expresaron en la prensa contra estas reducciones y se dirigieron hacia el gobierno para solicitar un alza94.

Este período de agitación se cerró con derrotas políticas de las facciones que apoyaron los artesanos, o de los artesanos mismos: en Lima, fueron reprimidos en 1858; en Santiago, la oposición fue reprimida luego del motín de 1851 y en la guerra civil de 1858; en Bogotá, los “draconianos” y los artesanos fueron derrotados militarmente en 1854 y muchos de ellos enviados al confinamiento en Panamá. En La Paz, el cierre de esta coyuntura fue menos turbulento, aunque incluyó un golpe contra el sucesor de Belzu.

Siguió entonces un período de reflujo, que, con distintas temporalidades, dio paso a un renacer de la participación política de los artesanos, con nuevas formas de organización. En este nuevo contexto, la cuestión proteccionista estuvo presente, pero perdió centralidad, en buena medida porque ya no tenía eco en las dirigencias políticas.

Este fue el caso de Lima. Luego de un período de desmoralización, los artesanos buscaron recomponer sus organizaciones y sus vínculos con el régimen político, bajo el signo de la integración. Es cierto que siguieron las peticiones y los artículos de la prensa que clamaban por protección. Pero en el diálogo político este tema ya no generó tanta atención, como se ve en las apelaciones de los líderes civilistas como Manuel Prado95.

En La Paz, el desmonte de las instituciones mercantilistas que habían regido por décadas fue más tardío, y no dio lugar a masivas protestas o a nuevos intentos de influencia por vía de apoyos a dirigencias alternativas dentro de la élite. Durante la segunda mitad del siglo XIX, el comportamiento popular en las ciudades habría estado caracterizado por el clientelismo político y otras formas de integración, en parte por el fantasma de la experiencia belcista96. Pero siguieron existiendo expresiones de descontento contra el librecambio por vía de peticiones, manifiestos y artículos de prensa firmados por artesanos97.

En Bogotá, la protesta del artesanado contra los aranceles bajos continuó con menos énfasis; por ejemplo, en 1868 la Sociedad Unión volvió a pedir al Congreso un aumento de tarifas98. La alineación de los artesanos con los partidos no volvió a darse de modo tan claro como a mediados del siglo, pero sí se involucraron divididos en disputas políticas, como ocurrió a fines de la década de 1860. Con la llegada a la presidencia de Rafael Nuñez en 1880, que abrió el período de la “Regeneración”, hubo un cambio drástico, puesto que el mandatario aumentó los aranceles, medida que suscitó entusiasmo entre los artesanos99.

En este sentido, es probable que las crisis económicas -como la que golpeó en la década de 1870 a varios países como efecto de la crisis del mercado mundial- abrieran oportunidades para las demandas proteccionistas. En Santiago de Chile, las mutuales recogieron estas demandas, lo que marcaba una continuidad de las reivindicaciones artesanales a lo largo del siglo. Los artesanos volvieron a la arena política en 1875-1876 en una campaña presidencial, y en 1876 hubo mitines por el aumento de los aranceles. Estas demandas tomaron una forma más unificada en 1885, en el marco de los primeros intentos de coordinación de los movimientos de trabajadores100. Con la crisis también se expresaron voces a favor del proteccionismo en Buenos Aires. Los artesanos confluyeron con dueños de incipientes industrias, jóvenes universitarios influidos por pensadores proteccionistas estadounidenses y alemanes, y ganaderos en una campaña por el alza de tarifas, que triunfó en 1876. Sin embargo, este movimiento se desarticuló rápidamente101.

Una atención exclusiva a la rica coyuntura de mediados de siglo puede oscurecer las trayectorias de los actores en todo el período analizado. Junto con épocas donde el peso de la intervención artesana fue mayor, hubo otras en las que su presencia se retrajo. Sin embargo, no todos los casos estudiados aquí cuentan con trabajos con una perspectiva de largo plazo que permitan explicar los variables grados de participación política.

Conclusiones

Los artesanos de las seis ciudades analizadas tuvieron una historia común durante el siglo XIX, marcada por una reorientación de sus organizaciones en el nuevo contexto político e ideológico luego de las independencias, por el nuevo escenario económico tras el fin del monopolio comercial español, y por las oportunidades para la participación política popular abiertas con el advenimiento de repúblicas. Sin embargo, las formas y motivos de su acción, sus identidades y organizaciones fueron diferentes. Tal diversidad se vincula con las variadas formas y tiempos en las que las regiones se insertaron en la economía atlántica, con la fortaleza o debilidad de la tradición gremial en cada lugar durante el período colonial, y con la manera en que se organizó la disputa entre partidos y facciones en la arena política.

Estas comparaciones se basan en una bibliografía muy variada en sus intereses y que presenta enfoques distintos, incluso dentro de cada caso. Las fuentes empleadas por los diferentes trabajos son diversas, aunque la prensa y sobre todo las publicaciones de las organizaciones de artesanos ocupan en el lugar principal. Otros documentos con datos ricos sobre el artesanado, como los judiciales, no han recibido tanta atención en la historiografía considerada, con algunas excepciones como la de Teitelbaum102.

Como ya se mencionó, la variable de género ha tenido poco espacio en los trabajos sobre el artesanado -como excepciones vale la pena mencionar a Lyman Johnson y a Wood- y las temáticas más estrictamente laborales no han sido muy exploradas -salvo en Ciudad de México, sobre todo en los trabajos de Sonia Pérez Toledo103-. Las formas organizacionales y la acción política han ocupado un lugar central, pero mientras algunos se interesaron más en el aporte de los artesanos a la política republicana de los incipientes Estados hispanoamericanos, otros se preocuparon más por rastrear los orígenes de los obreros del siglo XX.

En este último tema la situación es muy desnivelada. Para Santiago, Grez Toso considera que los artesanos protagonizaron un movimiento popular urbano que se gestó en la década de 1840 y que tuvo una continuidad organizacional, política y reivindicativa hasta 1880, cuando entroncó con el movimiento obrero en los inicios de la industrialización104. Discute así con Gazmuri, que no ve continuidad entre las asociaciones artesanales de la primera mitad del siglo XIX y las organizaciones obreras de fin de siglo, para él únicamente inspiradas en el ejemplo europeo105. En México los trabajos de Teitelbaum y de Carlos Illades abordan las tradiciones, organizaciones e identidades artesanales buscando elementos de continuidad con el posterior desarrollo del movimiento obrero, al que tienen como horizonte106. Algo similar ocurre con el trabajo de Sowell para Bogotá, que rastrea la trayectoria política de los artesanos hasta el momento en que esta da lugar al movimiento obrero “moderno” a comienzos del siglo XX107. En Lima y La Paz la conexión con el siglo XX ha sido menos cultivada y en el primer caso García-Bryce criticó la búsqueda de antecedentes en el artesanado decimonónico108. En Buenos Aires las historias del movimiento obrero han buscado el origen de sus tradiciones en las experiencias que sus promotores traían de Europa, y no hay trabajos que recuperen las movilizaciones de la primera parte del siglo XIX como antecedentes del movimiento obrero finisecular.

Un último punto por destacar es la cuestión de la perspectiva. En general, de acuerdo con la mejor tradición de la historia social, las investigaciones se dedican con intensidad a un ámbito local. Pero muchas veces realizan comparaciones, más por motivos metodológicos que temáticos, con ciudades europeas -sobre todo inglesas y francesas, por los trabajos de Eric Hobsbawm, George Rudé, E.P. Thompson y William Sewell- o con Nueva York -en particular por el trabajo de Sean Wilentz-. En cambio, no se toman como referentes los movimientos de artesanos en otras ciudades hispanoamericanas que fueron contemporáneos con los que se estudian. En los pocos estudios que lo hacen, como los de Sowell o Wood, se trata de una comparación ex post, no utilizada para elaborar el propio caso sino efectuada una vez que ya se han sacado todas las conclusiones sobre él109. De modo similar, en ninguna de las ciudades abordadas conocemos las conexiones con otras, salvo con Europa o Estados Unidos, lugares mucho menos parecidos que las ciudades vecinas. No sabemos entonces cuánto importaba para los artesanos de una ciudad lo que ocurría en otra de su misma región. Aun si no había una mirada hacia las otras, tenerlas en cuenta es clave, ya que, como muestra este trabajo, hubo mucho en común entre los artesanados del largo siglo aquí abordado. Es deseable que futuras investigaciones locales tomen esa perspectiva mayor como punto de partida, para construir una historiografía que evite la trampa de los “casos excepcionales”, ya que, al fin de cuentas, todos los son.

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  • 7
    Sobre los artesanos coloniales véase: JOHNSON, Lyman L. Artesanos. In: SOCOLOW, Susan; HOBERMAN, Louisa S. (Orgs.). Ciudades y sociedad en Latinoamérica colonial. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1992. MIÑO GRIJALVA, Manuel. La protoindustria colonial hispanoamericana. México: El Colegio de México; Fondo de Cultura Económica, 1993. Ricardo Melgar Bao exploró momentos del siglo XIX: la “república artesanal” de Belzú en Bolivia, la comuna de Bogotá, la Sociedad de la Igualdad en Chile y las revueltas artesanales de Perú (1848-1872), bajo la premisa de que entre 1850 y 1880 existía un “balbuceante movimiento obrero latinoamericano” dentro de los “límites de la cultura artesanal”. MELGAR BAO, Ricardo. El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna. Madrid: Alianza Editorial, 1986. Algo semejante hizo previamente: GODIO, Julio. El movimiento obrero de América Latina 1850-1918. Bogotá: Ediciones Universidad Simón Bolívar, 1978. Ambos se ocuparon más de la prédica de los pensadores socialistas utópicos que de la acción artesanal. En su estudio sobre el desarrollo de una “democracia cívica” en la América Latina del siglo XIX, Carlos Forment comparó diferentes aspectos de México y Perú, entre ellos sus asociaciones de artesanos. FORMENT, Carlos. Democracy in Latin America 1760-1900. Vol. 1 Civic Selfhood and Public Life in Mexico and Peru. Chicago and London: The University of Chicago Press, 2003. La coyuntura de participación artesana a mediados de siglo en Bogotá y en Lima se analiza en: SOWELL, David. Artisans and Tariff Reform: The Sociopolitical Consequences of Liberalisms in Early Republican Spanish America. In: PELOSO, Vincent C.; TENENBAUM, Barbara (Orgs.). Liberals, Politics and Power. State Formation in Nineteenth-Centur Latin America. Athens - London: The University of Georgia Press, 1996. Más recientemente, un panorama de la cuestión de artesanado e inmigración en: CURI, Alcides Beretta. Inmigración europea y artesanado en América Latina (1814-1914). Notas sobre algunos temas y problemas, a modo de presentación. Theomai, n. 31, p. 5-23, 2015.
  • 8
    PÉREZ TOLEDO, Sonia. Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: UAM-COLMEX, 2005, p. 134.
  • 9
    SOWELL, David. Artesanos y política en Bogotá, 1832-1919. Bogotá: Pensamiento Crítico; Círculo de Literatura Alternativa, 2006, p. 31
  • 10
    COSAMALÓN AGUILAR, Jesús A. El juego de las apariencias. La alquimia de los mestizajes y las jerarquías sociales en Lima, siglo XIX. México: El Colegio de México; Instituto de Estudios Peruanos, 2017, pp. 193-194, 209.
  • 11
    SCHELCHKOV, Andrey A. La utopía social conservadora en Bolivia: el gobierno de Manuel Isidoro Belzu (1848-1855). La Paz: Plural, 2011, p. 69.
  • 12
    GUZMÁN, Tomás. La estructura ocupacional y la economía urbana de Buenos Aires a mediados del siglo XIX, 1827-1855. Ponencia apresentado em XXIV Jornadas de Historia Económica. Rosario, Argentina, out. 2014, p. 19.
  • 13
    Para Lima véase: GOOTENBERG, Paul. Between silver and guano: Commercial policy and the state in postindependence Peru. Princeton: Princeton University Press, 1991. GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic: Lima’s Artisans and Nation Building in Peru, 1821-1879. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2004. COSAMALÓN AGUILAR, Jesús A. El juego de las apariencias. Op. Cit.. Para Santiago de Chile: WOOD, James A. The Society of Equality: Popular Republicanism and Democracy in Santiago de Chile, 1818-1851. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2011. GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago de Chile: RIL Editores, 2007. GAZMURI, Cristian. El “48” chileno: igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1992.1818-1851. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2011. GREZ TOSO, Sergio. Para La Paz: BARRAGÁN ROMANO, Rossana. Ciudad y sociedad, La Paz en 1880. Revista Ciencia y Cultura, n. 7, p. 205-225, 2000. SCHELCHKOV, Andrey A. La utopía social conservadora. Op. Cit.. Para México: KICZA, John E. Colonial entrepreneurs : families and business in Bourbon Mexico city. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1983. ILLADES, Carlos. Estudios sobre el artesanado urbano del siglo XIX2. ed., corr. y aum. . México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 2001. PÉREZ TOLEDO, Sonia. Los hijos del trabajo. Op. Cit. TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización: honor, trabajo y solidaridades artesanales en la Ciudad de México a mediados del siglo XIX. México: Colegio de México, 2008. Para Buenos Aires: MARILUZ URQUIJO, José M. La industria sombrerera porteña, 1780-1835 : derecho, sociedad, economía. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2002. JOHNSON, Lyman L. Los talleres de la revolución. La Buenos Aires plebeya y el mundo atlántico, 1776-1810. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2013. GUZMÁN, Tomás. La estructura ocupacional. Op. Cit. Para Bogotá: GAVIRIA LIÉVANO, Enrique. El liberalismo y la insurrección de los artesanos contra el librecambio: primeras manifestaciones socialistas en Colombia. Bogotá: Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2002. SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit.
  • 14
    ROMERO, Luis Alberto. ¿Qué hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895. Buenos Aires: Sudamericana, 1997. WOOD, James A. The Society of Equality. Op. Cit., p. 4. GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 47.
  • 15
    WOOD, James A. The Society of Equality. Op. Cit.
  • 16
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit., p. 11-14, 57.
  • 17
    Ibid., p. 69.
  • 18
    TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit., p. 17, 120, 277.
  • 19
    PÉREZ TOLEDO, Sonia. Los hijos del trabajo. Op. Cit.
  • 20
    SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit., p. 35-37.
  • 21
    VARGAS MARTÍNEZ, Gustavo. Colombia 1854: Melo, los artesanos y el socialismo. Bogotá: La Oveja Negra, 1972. ESCOBAR RODRÍGUEZ, Carmen. La revolución liberal y la protesta del artesanado. Bogotá: Fundación Universitaria Autónoma de Colombia, 1990. GUERRA VILABOY, Sergio. Los artesanos en la revolución latinoamericana: Colombia, 1849-1854. Bogotá: Fundación Universidad Central, 2000.
  • 22
    DEAS, Malcolm D. La presencia de la política nacional en la vida provinciana, pueblerina y rural de Colombia en el primer siglo de la república. In: PALACIOS, Marco (Org.). La unidad nacional en América Latina: del regionalismo a la nacionalidad. México: Colegio de México, 1983, p. 172.
  • 23
    GUTIÉRREZ SANÍN, Francisco. Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849-1854. Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales : Ancora Editores, 1995.
  • 24
    WOOD, James A. The Society of Equality. Op. Cit.
  • 25
    TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit., p. 260-261, 277.
  • 26
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit., p. 134-135.
  • 27
    SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit., p. 159-164.
  • 28
    CHIARAMONTE, José Carlos. Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, 1860-1880. Buenos Aires: Solar/Hachette, 1971. KATZ, Mariana. Los artesanos proteccionistas. Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX. Economía y Política, v. 4, n. 2, p. 5-36, 2017.
  • 29
    JOHNSON, Lyman L. Los talleres de la revolución. Op. Cit., p. 31.
  • 30
    Ibid., p. 305.
  • 31
    Un panorama de la historiografía sobre los gremios hispanoamericanos en el período tardocolonial, con énfasis en Nueva España, puede encontrarse en SOLANO D., Sergio Paolo. Historiografía sobre las relaciones entre las instituciones y los artesanos en Hispanoamérica a finales de la Colonia. In: PÉREZ TOLEDO, Sonia; SOLANO D., Sergio Paolo (Orgs.). Pensar la historia del trabajo y los trabajadores en América, siglos XVIII y XIX. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert/AHILA, 2016, p. 17-58. El autor también analiza la participación de los artesanos en las milicias, un fenómeno particularmente relevante en los puertos.
  • 32
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  • 33
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  • 34
    FLORES GALINDO, Alberto. Aristocracia y plebe: Lima, 1760-1830 : (estructura de clases y sociedad colonial). San Isidro, Perú: Mosca Azul Editores, 1984, p. 170. GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit., p. 27-28. LUNA GARCÍA, Sandra Nancy. Trabajadores de origen africano en los gremios de la ciudad de México, siglo XVIII. In: PÉREZ TOLEDO, Sonia; MIÑO GRIJALVA, Manuel; AMARO PEÑAFLORES, René (Orgs.). El mundo del trabajo urbano: trabajadores, cultura y prácticas laborales. México, D.F.: El Colegio de México; Universidad Autónoma de Zacatecas, 2012, p. 108.
  • 35
    QUIROZ CHUECA, Francisco. Gremios, razas y libertad de industria: Lima colonial. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1995. QUIROZ CHUECA, Francisco. Artesanos y manufactureros en la Lima colonial. Lima: Banco Central de Reserva del Perú; Instituto de Estudios Peruanos, 2008. GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 67.
  • 36
    ILLADES, Carlos. Estudios sobre el artesanado. Op. Cit.
  • 37
    SALVATORE, Ricardo D. Wandering paysanos: state order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosas era. Durham and London: Duke University Press, 2003. GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 83.
  • 38
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  • 39
    JOHNSON, Lyman L. Los talleres de la revolución. Op. Cit., p. 194-201.
  • 40
    PÉREZ TOLEDO, Sonia. Los hijos del trabajo. Op. Cit.
  • 41
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 251, 271.
  • 42
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit.
  • 43
    LORA, Guillermo. Historia del movimiento obrero boliviano, 1848-1900. La Paz; Cochabamba: Los amigos del libro, 1967, p. 228-235.
  • 44
    IRUROZQUI VICTORIANO, Marta. A bala, piedra y palo. Op. Cit., p. 347-357.
  • 45
    Ibid., p. 342.
  • 46
    PÉREZ TOLEDO, Sonia. Los hijos del trabajo. Op. Cit., p. 205. La cifra en FORMENT, Carlos. Democracy in Latin America. Op. cit., p. 108.
  • 47
    PÉREZ TOLEDO, Sonia. Una organización alternativa de artesanos: la Sociedad Mexicana Protectora de Artes y Oficios, 1843-1844. Signos Históricos, v. 5, n. 9, p. 73-100, 2003.
  • 48
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  • 50
    WOOD, James A. The Society of Equality. Op. Cit.
  • 51
    GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar. Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina: las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 144.
  • 52
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 392.
  • 53
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit., p. 106-107, 167. TEITELBAUM, Vanesa; GUTIÉRREZ, Florencia. Sociedades de artesanos y poder público. Ciudad de México, segunda mitad del siglo XIX. Estudios de historia moderna y contemporánea de México, n. 36, p. 127-158, 2008.
  • 54
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 406.
  • 55
    TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit., p. 197.
  • 56
    FALCÓN, Ricardo. El mundo del trabajo urbano, 1890-1914. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1986, p. 28.
  • 57
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  • 58
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 46, 599.
  • 59
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  • 60
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  • 62
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  • 63
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    ABENDROTH, Hans Huber. Comercio, manufactura y hacienda. Op. Cit.. POLO BUITRAGO, Sandra Milena. Los artesanos bogotanos y el antilibrecambismo 1832-1836. Historia y Sociedad, n. 26, p. 53-80, 2014.
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  • 67
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 71, 110.
  • 68
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  • 69
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  • 70
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  • 71
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  • 72
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  • 73
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  • 75
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  • 76
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  • 77
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  • 78
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  • 80
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 293.
  • 81
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  • 83
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  • 84
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit., p. 59.
  • 85
    ESCOBAR RODRÍGUEZ, Carmen. La revolución liberal y la protesta del artesanado. Op. Cit.. GUERRA VILABOY, Sergio. Los artesanos en la revolución latinoamericana. Op. Cit.
  • 86
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  • 87
    ILLADES, Carlos. Estudios sobre el artesanado. Op. Cit.. TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit., p. 246-248.
  • 88
    TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit., p. 239.
  • 89
    SCHELCHKOV, Andrey A. La utopía social conservadora. Op. Cit., p. 174-1775. ORTIZ MESA, Luis Javier. Poder y sociedad en los Andes. Op. Cit.
  • 90
    GUTIÉRREZ SANÍN, Francisco. Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849-1854. Op. Cit.
  • 91
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  • 92
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  • 96
    IRUROZQUI VICTORIANO, Marta. A bala, piedra y palo. Op. Cit., p. 34-35.
  • 97
    LORA, Guillermo. Historia del movimiento obrero. Op. Cit., p. 241-246.
  • 98
    SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit.
  • 99
    BUSHNELL, David. Colombia una nación a pesar de sí misma: nuestra historia desde los tiempos precolombinos hasta hoy. Bogotá: Planeta, 2007, p. 212-215.
  • 100
    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit., p. 399, 435, 480, 510. DONOSO, Igor Goicovic; PINO, Nicolás Corvalán. Crisis económica y respuesta social: el movimiento urbano artesanal. Chile 1873-1878. Última Década, n. 1, p. 1-31, 1993.
  • 101
    CHIARAMONTE, José Carlos. Nacionalismo y liberalismo. Op. Cit.
  • 102
    TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit.
  • 103
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    GREZ TOSO, Sergio. De la “regeneración del pueblo”. Op. Cit.
  • 105
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  • 106
    ILLADES, Carlos. Estudios sobre el artesanado. Op. Cit.. TEITELBAUM, Vanesa. Entre el control y la movilización. Op. Cit.
  • 107
    SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit.
  • 108
    GARCÍA-BRYCE, Iñigo L. Crafting the Republic. Op. Cit.
  • 109
    SOWELL, David. Artesanos y política. Op. Cit.. WOOD, James A. The Society of Equality. Op. Cit.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    13 Dic 2019
  • Fecha del número
    Sep-Dec 2019

Histórico

  • Recibido
    26 Jul 2018
  • Acepto
    08 Mayo 2019
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