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COMUNICACIÓN DESTRUCTIVA Y NUEVA BARBARIE EN WALTER BENJAMIN

COMUNICAÇÃO DESTRUTIVA E NOVA BARBÁRIE EM WALTER BENJAMIN

DESTRUCTIVE COMMUNICATION AND NEW BARBARISM IN WALTER BENJAMIN

COMMUNICATION DESTRUCTRICE ET NOUVELLE BARBARIE CHEZ WALTER BENJAMIN

Resúmenes

En este trabajo se indagan los elementos conceptuales con que Walter Benjamin reflexionó sobre la comunicación tras su giro hacia el materialismo histórico a mediados de la década del veinte. Sobre esa base se desarrolla un sistema de categorías sobre la comunicación en conexión con dichos elementos y se hace especial hincapié en el concepto de comunicación destructiva. La hipótesis del trabajo es que el concepto de comunicación destructiva unificó la intervención de Benjamin en aquel momento histórico y constituyó el reverso del concepto positivo de barbarie.

Materialismo histórico; Teoría de la comunicación; Modernidad; Constructivismo ruso


Este artigo explora os elementos conceptuais com que Walter Benjamin refletiu sobre a comunicação após a sua passagem ao materialismo histórico em meados da década de 1920. Nesta base, é desenvolvido um sistema de categorias sobre comunicação em relação a esses elementos e é dada especial ênfase ao conceito de comunicação destrutiva. A hipótese do trabalho é que o conceito de comunicação destrutiva unificou a intervenção de Benjamin naquele momento histórico e constituiu o reverso do conceito positivo de barbárie.

Materialismo histórico; Teoria da comunicação; Modernidade; Construtivismo russo


This paper explores the conceptual elements with which Walter Benjamin reflected on communication after his shift towards historical materialism in the mid-1920s. On this basis is a category system developed for communication in connection with these elements, with particular emphasis on the concept of destructive communication. The hypothesis of the paper is that the concept of destructive communication unified Benjamin’s intervention at that historical moment and constituted the reverse of the positive concept of barbarism.

Historical Materialism; Communication Theory; Modernity; Russian Constructivism


Cet article explore les éléments conceptuels avec lesquels Walter Benjamin a réfléchi sur la communication après son passage au matérialisme historique au milieu des années 20. Sur cette base, un système de catégories sur la communication en rapport avec ces éléments est développé et un accent particulier est mis sur le concept de communication destructive. L’hypothèse de l’œuvre est que le concept de communication destructive a unifié l’intervention de Benjamin à ce moment historique et a constitué l’inverse du concept positif de barbarie.

Matérialisme historique; Théorie de la communication; Modernité; Constructivisme russe


INTRODUCCIÓN

Este trabajo indaga los principios y elementos conceptuales con que Walter Benjamin reflexionó sobre la comunicación cuando asumió un conjunto de problemas y de premisas que, a partir de mediados de la década del veinte, lo llevaron a imprimirle a su pensamiento un giro hacia el materialismo histórico para comprender las bases materiales de la cultura ( Löwy, 2001LÖWY, Michael. Walter Benjamin: Avertissement d’incendie, une lecture des thèses “Sur le concept d’histoire”. Paris: Presses Universitaires de France, 2001. ). El giro materialista del autor se distingue tanto por la recepción crítica del materialismo histórico de Lukács y de Bloch como por la complejización de antiguos motivos y la incorporación de nuevos objetos en su reflexión. Según concuerdan diversos comentaristas ( Wolin, 1981WOLIN, Richard. From Messianism to Materialism: The Later Aesthetics of Walter Benjamin. New German Critique, v. 22 (Special Issue on Modernism (Winter), p. 81-108, 1981. ; Schwartz, 2001SCHWARTZ, Frederic. The Eye of the Expert: Walter Benjamin and the Avant Garde. Art History, v. 24, n. 3, p. 401-444, 2001. ; Jennings, 2004JENNINGS, Michael. Walter Benjamin and the European avant-garde. In: FERRIS, Davis S. (editor). The Cambridge Companion to Walter Benjamin. Cambridge: Cambridge University Press, p. 18-34, 2004. ; Wiggershaus, 2010WIGGERSHAUS, Rolf. La escuela de Fráncfort. México: Fondo de Cultura Económica, 2010. , entre otros), ese momento estuvo biográficamente marcado no solo por el viaje de Benjamin a Moscú y por su creciente interés por la cultura modernista, sino también por su relación sentimental con la activista comunista Asja Lacis, por sus frecuentes encuentros con artistas vanguardistas franceses y soviéticos, y por la sucesión de publicaciones que ampliaban su diálogo con el marxismo y con el modernismo, como es el paradigmático caso de Einbahnstraße (“Calle de dirección única”) aparecido en 1928.

Nuestro interés por este periodo particular se debe a que el giro materialista, a diferencia de las reflexiones juveniles de Benjamin sobre el lenguaje “ontocéntrico” y los lenguajes “antropocéntricos”, imprimió un enfoque distinto a su perspectiva sobre la comunicación a la que hasta entonces había entendido en términos instrumentalistas. Como señalan Marzán Trujillo y Hernández Jorge (2010)MARZÁN TRUJILLO, Carlos; HERNÁNDEZ JORGE, Marcos. Crítica y utopía en la concepción del lenguaje de W. Benjamin. Constelaciones. v. 2, p. 186-205, 2010. , la temprana “teología lingüística” del autor se concentró fundamentalmente en develar cuánto del “lenguaje de las cosas” y del “lenguaje del nombre” pudieran tener los lenguajes históricos de los hombres. Por consecuencia, agregamos, aquella “lingüística” se desentendió de la dimensión social de la situación comunicativa que acabó solapada detrás de una visión instrumentalista de los lenguajes históricos, que reducía la comunicación al un mero uso de estos. El giro materialista no sólo recuperó y atendió con mayor cuidado la dimensión social de la comunicación, sino que también la encuadró dentro de la transmisión cultural. Gracias a ello, además de los lingüísticos, enfocó sus relaciones con otros procesos históricos como las tecnologías de reproducción y maleabilidad de materiales culturales, la formación de colectivos sociales, entre otros. Por ello, y con el fin de enfocar la dimensión social con mayor precisión, nos proponemos relacionar estos elementos conceptuales sobre la comunicación con la dimensión técnica de la pregunta por la modernidad y con su recepción de la vanguardia constructivista, especialmente la soviética. El abordaje del periodo de referencia muestra que el interés de Benjamin por la comunicación está estrechamente relacionado con dos de sus principales preocupaciones de entonces: el problema de la mediación tecnológica de la experiencia en la modernidad y el problema de la formación de colectivos.

En esta línea, nos interesa desarrollar la hipótesis de que el concepto de comunicación destructiva unificó la intervención del autor en aquel momento histórico y constituyó para él, el reverso del concepto positivo de barbarie. Para argumentar a favor de ella nos fijamos tres objetivos. El primero de ellos es presentar el concepto de comunicación del periodo en cuestión. Esto requiere relevar e integrar conceptualmente elementos teóricamente significativos distribuidos de manera fragmentaria a lo largo de distintos escritos. El segundo objetivo es presentar el concepto de comunicación destructiva, que exige también una operación de integración conceptual y además un deslindamiento especial respecto de los conceptos de tradición y de vivencia. Por último, el tercer objetivo, consiste en vincular los conceptos de comunicación y de comunicación destructiva con cuatro conceptos destacados del período: experiencia, interioridad, técnica y pobreza.

Para estudiar esta cuestión seleccionamos un corpus de trabajo que abarca los principales textos del período ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. , 1989aBENJAMIN, Walter. La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. En Discursos interrompidos. Madrid: Taurus, pp. 15-59, 1989a. , 1989bBENJAMIN, Walter. Experiencia y pobreza. In: Discursos interrumpidos, Madrid: Taurus, p. 165-173, 1989b , 1989cBENJAMIN, Walter. El carácter destructivo. In: Discursos interrumpidos, Madrid: Taurus, p. 157-161,1989c. ), y que complementamos con algunos textos de menor repercusión. Esta selección se apoya en el hecho de que “La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica” (1989a), “El carácter destructivo” (1989c), “Porcelana china” y “Material didáctico” – los dos últimos contenidos en Calle de dirección única ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. ) – proporcionan elementos significativos al momento de indagar la diferencia entre tradicionalismo y destrucción a propósito de la formación de lo colectivo. A su vez, “Experiencia y pobreza” (1989b), “Habitando sin huellas” – parte de “Sombras breves” (1989d) –, “Para hombres” y “Piso de lujo, amueblado de diez habitaciones” - incluidos en Calle de dirección única ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. ) – puntualizan la diferencia entre vivencia del individuo burgués y de destrucción y la asientan en determinadas figuras como interior, casa, huellas, muebles y novela policial. En síntesis, en estos materiales y en estos interrogantes se encuentran las apoyaturas necesarias para explorar y postular que la destrucción (la comunicación destructiva en nuestros términos) es una categoría específica dentro de la constelación benjaminiana relativa a la modernidad, con rango de tercer término deslindado tanto de la tradición como de la vivencia.

A continuación se describe el plan de exposición: introducimos nuestra discusión mediante un análisis del carácter destructivo, en este análisis se atenderán de manera especial aquellos elementos de teoría social vertidos por Benjamin que nos permitan enfocar la inter acción destructiva (1). Luego desarrollamos un concepto de comunicación inspirado en Benjamin, y una vez establecido el concepto, interpretamos los tres tipos de relaciones sociales distinguidos por el autor: tradicional, burguesa y destructiva como modos diferenciados de comunicación, a saber, comunicación tradicionalista, comunicación burguesa y comunicación destructiva (2). Hecho esto, indagamos y robustecemos el nexo entre comunicación destructiva y formación de colectivos en el marco de la teoría estética del autor; allí nos detendremos en las vinculaciones internas entre comunicación destructiva, constructivismo ruso y apercepción cinematográfica dispersa (3). Llegados allí establecemos las relaciones entre los conceptos de comunicación destructiva y nueva barbarie o barbarie positiva (4). Finalmente, a modo de conclusión, formulamos de manera sistemática el concepto reconstruido de comunicación destructiva y explicitamos las principales limitaciones metodológicas del resultado alcanzado.

DISCUSIÓN PRELIMINAR: el carácter destructivo como relación social

En “El carácter destructivo” (Benjamin, 1989c) encontramos un elemento que justifica tanto nuestra indagación del carácter destructivo más allá de la órbita y de los atributos estrictamente personales, como nuestro posicionamiento en una perspectiva más atenta a los intereses de la sociología y de la comunicación. Este elemento es la necesidad de testificación del acto destructivo. A nuestro juicio, esta necesidad muestra que el acto destructivo participa de la construcción de una relación social específica, hecho que impide reducirlo a un mero ejercicio “personal” y/o “anti-social”. El razonamiento con que Benjamin llevó a cabo esta reflexión asume este momento “anti-social”, sin embargo, lo integra lógicamente en una serie de determinaciones sociales e históricas más amplia. El gran problema interpretativo que plantea el estilo benjaminiano de reflexión es afrontar un pensamiento que, como subrayó Wiggershaus (2010)WIGGERSHAUS, Rolf. La escuela de Fráncfort. México: Fondo de Cultura Económica, 2010. , constata una multiplicidad de ideas dispares, es decir, que asume la simultaneidad lógica de determinaciones heterogéneas, e incluso contradictorias, sin presuponer jerarquías entre ellas. El atractivo y la urgencia impuestos por este problema intensificó, en distintos campos, el interés por las nociones benjaminianas de constelación, imagen dialéctica o mónada , por caso, ya que se las supone categorías que ofrecen un encuadramiento y dotan de unidad a las distintas determinaciones ( Isenberg, 2001ISENBERG, Noah. The Work of Walter Benjamin in the Age of Information. New German Critique, 83 (Spring - Summer - Special Issue on Walter Benjamin), p.119-150, 2001. ; Benjamin, A, 2004; Pensky, 2004PENSKY, Max. Method and time: Benjamin´s dialectical images. En: The Cambridge Companion to Walter Benjamin, editado por David S. Ferris. Cambridge: Cambridge University Press, p. 177-198, 2004. ; Didi-Huberman, 2005DIDI-HUBERMAN, Georges. Ante el tiempo. Historia del arte y nacronismo de las imágenes. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2005. ). Dentro de los estudios que se ocupan de estas nociones destacamos la propuesta de García García (2010)GARCÍA GARCÍA, Luis Ignacio. Alegoría y montaje. El trabajo del fragmento en Walter Benjamin. Constelaciones 2, p.158-185, 2010. , quien a los efectos de bloquear las “lecturas reductivas” postuló que el pensamiento del autor debe ser interpretado como un “pensamiento del a la vez ”. García García se niega a optar (y así reducir) entre un Benjamin flaneur o un Benjamin ingeniero de la revolución y sostiene, en contraposición, que la singularidad y la riqueza del autor radican en su capacidad de afirmarse en ambas determinaciones a la vez .

Estos debates nos aportan criterios para reflexionar acerca del carácter destructivo, en tanto nos permite encuadrar y dotar de unidad sus diversas determinaciones, y dar un paso más hacia la formalización de la definición. El razonamiento benjaminiano predica de un determinado explanandum un explanans compuesto a la vez por, al menos, dos atributos distintos (y en ocasiones opuestos) e infiere la unidad del explanandum de esa tensión lógica de los atributos.1 1 Remito a Mascareño (2008) para una discusión de la distinción entre explanandum y explanans como rendimiento interno de la teoría. En este sentido, asumiremos que la destrucción es a la vez un acto “anti-social” y una relación social específica. El resto de este apartado está dedicado a fundamentar textualmente este supuesto.

En primer lugar, Benjamin señaló que el carácter destructivo no hace caso a la precisión del entendimiento de los demás: “El carácter destructivo no está interesado en absoluto en que se le entienda. Considera superficiales los empeños en esa dirección. En nada puede dañarle ser malentendido” (Benjamin, 1989c, p. 160). El pasaje exhibe, con poco margen para dudas, que el carácter destructivo no está interesado por los otros y que es, por ende, “anti-social”. Sería falso por incompleto, sin embargo, inferir de este “desinterés” que el carácter destructivo sea solamente “anti-social” para Benjamin, pues, a renglón seguido, el autor predica, a la vez , un “interés” muy preciso que el carácter destructivo tiene respecto del entendimiento de los otros:

Al contrario, [el carácter destructivo] provoca [el malentendido], igual que lo provocaron los oráculos, instituciones destructivas del Estado. El más pequeño burgués de todos los fenómenos, el cotilleo, tiene lugar sólo porque las gentes no quieren ser malentendidas. El carácter destructivo deja que se le entienda mal, no favorece el cotilleo (Benjamin, 1989c, p. 160).

La primera impresión queda corregida cuando interpretamos que el carácter destructivo está a la vez interesado en provocar el malentendido por los otros y desinteresado en ser bien entendido por ellos. Leído de esta manera, Benjamin, lejos de “renunciar a lo social”, subrayó que el carácter destructivo aspira a provocar relaciones sociales distintas de las relaciones sociales burguesas. De esta manera, el carácter destructivo es “anti-social” desde el punto de vista de la reciprocidad burguesa, sin que ello agote su estatuto sociológico. El malentendido revela que hay un otro dentro de la destrucción; esto significa que el sentido de la destrucción no se reduce a la esfera privada de quien ejerza el acto destructivo, también participa de la destrucción aquel que lo entiende, aquel cuyo entendimiento busca ser provocado por el acto destructivo.

En este sentido, al quitarle relevancia a la precisión del entendimiento, el autor no predica que el carácter destructivo que sea simplemente “anti-social”, pues no renuncia al otro como tal en general, sino que renuncia en particular al modo “(pequeño) burgués” de ser “otro”: un “otro” que debe interesarse en el buen entendimiento y que debe esmerarse por, y exigir, ser bien entendido. Pero, a la vez que renuncia al “otro” burgués, el carácter destructivo busca relacionarse con, y rodearse de los otros para forzarlos a atender la destrucción.

Benjamin precisó el tipo de interacción que el carácter destructivo busca provocar. Así puso de relieve que la medida de la eficacia de la destrucción no brota del interior del carácter destructivo, sino que emerge cuando de los demás surge una reacción social específica que se enlaza a la acción destructiva: la testificación. En sus propias palabras: “El carácter destructivo hace su trabajo y sólo evita el creador. Así como este último busca para sí la soledad, el que destruye tiene que rodearse constantemente de gentes que atestigüen su eficacia” (Benjamin, 1989c, p. 160). El pasaje afirma que la testificación es necesaria, en el sentido fuerte del término, para que el acto destructivo alcance su unidad de sentido como relación social, y constituye, por tanto, un fundamento sociológico de tal relación. A diferencia del “acto creativo” de la burguesía, que espera del “público” una expectación que se esmere en entender bien, la testificación participa del acto destructivo, y construye la unidad de sentido de la destrucción. Inversamente, el carácter destructivo tampoco entiende con precisión a la testificación, lo que establece una simetría entre roles distintos, y una interacción com expectativas recíprocas. De esta manera, y de un modo muy estimulante, observamos cómo asumió que la socialidad surge de la interrelación de dos actores, no del correcto entendimiento recíproco entre ellos. La destrucción, cuando fuerza el entendimiento de otros, cumple con el requisito de socialidad y se convierte en una relación social. La interpretación sociológica de este elemento nos ofrece un panorama preliminar de las premisas de la perspectiva del autor sobre la destrucción. De esta manera, el carácter destructivo constituye relaciones sociales con independencia del entendimiento, mas no con independencia de la testificación “de los demás”.

Este razonamiento le permite a Benjamin apreciar que la destrucción se inscribe negativamente tanto en la personalidad de quien destruye como en los materiales destruidos y vueltos ruina, y a la vez se inscribe positivamente como relación social (gracias a la construcción social de sentido surgida de la interrelación destrucción/testificación) en la constelación de relaciones sociales de la modernidad; así modifica y es modificada por el sentido de otras interrelaciones existentes y pre-existentes.

En cuanto a las interrelaciones existentes, ya revisamos la tensión del carácter destructivo con la alteridad pretendida por la burguesía. A la vez , en cuanto a las interrelaciones pre-existentes, la interacción destructiva se propone intervenir en el terreno de la “consciencia histórica” para exhibir la maleabilidad de los materiales históricos y el carácter destruible de las operaciones del tradicionalismo conservador. En palabras del autor: “El carácter destructivo milita en el frente de los tradicionalistas. Algunos transmiten las cosas en tanto que las hacen intocables y las conservan; otros las situaciones en tanto que las hacen manejables y las liquidan. A estos se les llama destructivos” (Benjamin, 1989c, p. 160)

Ante el conservadurismo, el carácter destructivo se propone, como alternativa, fundar un tradicionalismo destructivo, que procure restituir la posibilidad de la experiencia de la modernidad, premisa para la formación de una “consciencia histórica” en su marco:

El carácter destructivo no ve nada duradero. Pero por eso mismo ve caminos por todas partes. Donde otros tropiezan con muros o con montañas, él ve también un camino (…) En ningún instante es capaz de saber lo que traerá consigo el próximo. Hace escombros de lo existente, y no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos (Benjamin, 1989c, p. 161).

En este campo, el concepto de destrucción, lejos de agotarse en un simple hacer ruinas, exige un proceso de construcción desde y con las ruinas, este proceso completa la destrucción, y acaba de constituirla como tal. Por eso, no es casual que algunas figuras estudiadas por Benjamin, heterogéneas en un nivel superficial, tales como el ingeniero, el juego de los niños, el montajista y el revolucionario, requieran de la destrucción para producir el material necesario para que el diseño, la regulación lúdica, la secuencia y la intervención puedan suceder en la historia, con consciencia de la modificación que de ella se hace. La destrucción y la construcción de realidades de segundo orden son, para usar otra figura benjaminiana, caras de una misma moneda.

Llegado este punto surgen interrogantes en torno a la vinculación entre la relación social destructiva y la formación de colectivos en la modernidad. La respuesta requiere la incorporación de las tesis sobre la tecnología al análisis. Dentro de la modernidad, el autor identificó una nueva perspectiva de intervención histórica para el carácter destructivo, abierta por las transformaciones tecnológicas: “La técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición” (Benjamin, 1989a, p. 22).

Esta apertura histórica se debe, según el autor, a la posibilidad de maleabilidad históricamente extraordinaria que ofrece la tecnología del montaje y de la reproducción, pues el montaje facilita la desvinculación de los materiales históricos del ámbito de la tradición, y, a la vez , la reproductibilidad facilita la formación de una testificación colectiva de la destrucción. En este sentido, dentro del ámbito de la reproductibilidad técnica, el tradicionalismo destructivo, primero, fuerza a la testificación a entender que las ruinas, dejadas por el acto destructivo, se reorganizan como tabula rasa , pues las propias costumbres tradicionales son destruidas. Segundo, organiza una testificación “colectiva” de la destrucción, pues el receptor de las reproducciones tecnológicamente mediadas es, por definición, un colectivo: “gentes”. Esto es considerado -y valorado- por el autor como una experiencia colectiva propia de la modernidad, que destruye el estatuto individualmente privativo de la experiencia.

Este testigo colectivo asume la tarea de medir grupalmente la eficacia del acto destructivo, ya que interactúa con él desde la testificación, y junto a él produce una unidad social dentro de la historia. Por esta razón, en la medida en que emerge una interrelación compuesta por acciones, reacciones y expectativas recíprocas entre destructores y testigos, el carácter destructivo deviene una interacción destructiva. Los destructores y los testigos no se comprenden entre sí con precisión, pero no consideran necesario hacerlo, pues asumen que la experiencia colectiva de la destrucción interviene fundamentalmente en el ámbito de la historicidad de la materia. En esa intervención, y no en la precisión del entendimiento recíproco, la interacción destructiva halla su modo específico de construir realidades históricas, sociales y colectivas de segundo orden.

HACIA UN CONCEPTO DE COMUNICACIÓN EN CONEXIÓN CON BENJAMIN

En este apartado desarrollaremos un concepto de comunicación en conexión con las tesis del materialismo histórico de Benjamin. Para ello relevamos sus principales aportes a la materia, y sobre esa base formulamos nuestras definiciones. Luego encuadramos dentro de ellas sus categorías de tradición, vivencia y destrucción para deslindarlas qua modos de comunicación.

Debemos dejar en claro desde un comienzo que el autor no fue ni pretendió ser un teórico de la comunicación. Sus conceptos y sus reflexiones sobre la materia integraban y fueron regidos por los principios de un enfoque de los procesos de transmisión. Dentro de este enfoque, entendió a la comunicación como un proceso de transmisión donde predomina la interacción entre los hombres. Ello le bastó al autor para distanciarse de las visiones accionalistas de la comunicación, puesto que, en tanto interacción, la comunicación no se reduce a una mera acción unilateral de enunciar, ni siquiera cuando pueda demostrarse que es una acción producida para ser entendida por otros. Antes bien, se trata de una relación social de transmisión, donde la recepción juega un papel tan importante como la emisión. De esta manera, en conexión con Benjamin, podemos decir que la existencia de un locutor o emisor, o de una acción de locución o de emisión es condición necesaria para que la comunicación tenga lugar; pero sólo la existencia de un receptor y de un acto de recepción es condición suficiente para que haya comunicación. Asimismo, la mediación material de la comunicación supone que la interacción se organiza en torno a un contenido determinado con estatuto de materialidad específica.

La singularidad de la comunicación se sostiene en que estos tres momentos (locución, recepción y contenido o material), al conformarse interactivamente, producen una unidad específica, una unidad social . De esto se desprende que, a partir de distintos modos de producir esa unidad social, es decir, a partir de distintos modos de mediación entre los hombres que interactúan en torno a un contenido desde posiciones distintas de locución y recepción, habrá distintos modos de comunicación. Nuestro análisis sugiere que, en conexión con las categorías de tradición, vivencia y destrucción, se puede deslindar tres modos de comunicación respectivos en Benjamin: 1) la comunicación tradicionalista, 2) la comunicación burguesa y 3) la comunicación destructiva.

La comunicación tradicionalista es entendida, en conexión con el concepto de tradición conservadora del autor, como un proceso de transmisión de experiencias colectivas a lo largo de la historia. Este proceso es constituido por, a la vez que constituye a, la tradición, que es concebida, entonces, como comunicación diacrónica de los contenidos de experiencias colectivas. Así, la tradición pondera aquellos medios que posibilitan una transmisión con la menor alteración posible del contenido. Los copistas de la cultura china ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. ), la narración oral de relatos de abuelos a nietos (Benjamin, 1989b), son las figuras de este tipo de comunicación, donde el “texto” gobierna al transmisor: el texto milenario gobierna al copista chino y la experiencia gobierna los tonos y las modulaciones de los relatos familiares intergeneracionales.

La comunicación burguesa es entendida, en conexión con el concepto de interlocución burguesa del autor, como un proceso de transmisión realizada desde una interioridad; como una comunicación originada en un determinado sujeto de locución, quien desde una interioridad irreductible y cerrada ofrece argumentos y razones para convencer a otros, al resto, de los sujetos de locución, y que a su vez es pasible de ser convencido por los argumentos y razones de otro locutor (Benjamin, 1989a, 1989c).2 2 Para Benjamin (1989a, 1989c) el contenido de la locución burguesa lleva impresas las huellas del locutor y la expectativa de impresión de huellas constituye una norma. La interlocución es la comunicación de las distintas huellas de la multiplicidad de locutores intervinientes en dicha esfera, y el fenómeno resultante es el convencimiento y la atención a las buenas razones. La comunicación individuada conforma una esfera comunicativa conocida como inter locución. La interlocución es concebida, entonces, como una comunicación sincrónica del contenido de experiencias individuales con el horizonte del convencimiento, donde la riqueza de ideas nuevas es sofocante. En sentido estricto, Benjamin no piensa, o al menos no aporta elementos que nos permitan pensar o suponer que los modos de comunicación tradicionalista y burgués comuniquen, ni mucho menos armonicen, entre sí; antes bien, la centralidad de la posición del locutor burgués queda sumamente tensionada con el gobierno que el “texto” tradicional impone al acto de locución. Esta tensión entre locución y contenidos es una de las tensiones de la constelación moderna, pero no es ni la única ni la más importante pues aún no ha entrado en escena la moderna comunicación destructiva.

La comunicación destructiva es entendida, en conexión con la discusión preliminar sobre el concepto de carácter destructivo, como un proceso de transmisión de los hombres que no sólo saben la esterilidad de convencer ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. ), sino que consideran superficiales los esfuerzos en pos de ello, pues no pretenden ser entendidos en su accionar destructivo. Como señalamos en la discusión preliminar, la destrucción se trata de una interacción porque el acto destructivo requiere rodearse de y está dirigido a personas que atestigüen su eficiencia. En esa interacción, la destrucción se constituye como comunicación pues pone al destructor en posición locutora, a los testigos en posición receptora y a los objetos destruibles tanto como a las ruinas en posición de contenido o material. De esta manera, la destrucción articula sentido de un modo sincrónico pues vuelve recíprocas las expectativas de destructores y testigos, y, a la vez , media de un modo diacrónico la interacción con los contenidos o materiales culturales pues al destruirlos y simultáneamente reorganizarlos, no sólo muestra la plasticidad histórica de estos, sino también las posibilidades de sentido, no exploradas por la tradición, de cuyas aperturas puede emerger, disruptivamente, la revolución dentro de la historia.

Para precisar el ejercicio de deslindamiento anterior, proponemos agregarle un lente sistemático a la mirada, y distinguir los tres modos de comunicación sobre la base de tres variables: 1) el referente de la transmisión (unidad de locución y recepción), cuyas categorías principales son referente individual o referente colectivo; 2) el tratamiento de la temporalidad de la transmisión, cuyas categorías principales son temporalidad diacrónica o temporalidad sincrónica y 3) la organización del contenido o material, cuyas categorías son la reproducción o la emergencia de información.

De acuerdo con la primera variable (el referente de la transmisión), el modo tradicionalista se distinguen del burgués por el referente colectivo del primero y el referente individual del segundo. En tanto que el modo destructivo tiene un referente individual pues la comunicación es disparada a través de un carácter destructivo y, a la vez , tiene un referente colectivo porque es medido grupalmente, evaluado socialmente e inscripto en la materialidad colectiva por una consciencia histórica.

De acuerdo con la segunda variable (el tratamiento de la temporalidad), el modo tradicionalista y el burgués son distinguidos por el carácter diacrónico y sincrónico de uno y otro respectivamente. En tanto que el modo destructivo es sincrónico por simetría de expectativas en el acto destructivo, y, a la vez , diacrónico por la consciencia histórica de los materiales destruidos y reorganizados novedosamente.

De acuerdo con la tercera variable (la organización del contenido o material según se reproduzca o emerja información), los modos tradicionalista y burgués se distinguen por el modo reproductivo de la mediación material del primero y el modo emergente del segundo, aquí cobra plenitud la noción de vivencia entendida como fundamento de la locución, de la huella que no estaba y que ahora está. En tanto que el modo destructivo, es reproductivo del contenido material del texto tradicional, pero no de las costumbres tradicionalistas, a las cuales destruye, ni del ámbito tradicionalista, del cual se desvincula históricamente, y es, a la vez , emergente, no de la vivencia individuada, pues para excederla borra toda huella, sino de la experiencia colectiva de una consciencia histórica.

Este ejercicio de deslindamiento categorial apuntala la diferencia específica de la comunicación destructiva, en primer lugar, porque la distingue cualitativamente al destacar que produce valores simultáneamente en todas las categorías principales; en segundo lugar, porque la cualidad comunicativa de la destrucción obtura una visión sintética de los otros dos modos de comunicación. En el mejor de los casos, si se requiere alguna imagen de esto, podríamos decir, parafraseando a Benjamin (1987)BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. , que la comunicación destructiva es el reverso de los otros dos modos. Y es en este punto donde se vuelve indispensable profundizar la historicidad de la comunicación destructiva en conexión con la perspectiva del autor sobre la modernidad, la pobreza de experiencia y la estética del shock.

Tabla 1
Comparación de los rasgos primordiales de cada tipo de comunicación en Benjamin

COMUNICACIÓN DESTRUCTIVA Y ESTÉTICA

El concepto de comunicación, delineado en la sección precedente, se conecta con el cuerpo principal de la teoría estética de Benjamin, pues permite desarrollar una perspectiva comunicativa sobre la unidad social, y sociológica, de la obra de arte. Así vista, una obra de arte constituye una comunicación, en la que el acto expresivo ocupa la posición de la locución, asimismo la posición de recepción cobija al acto de percepción del gesto expresivo; en tanto que el trabajo formal con el material, pasible como dijimos de ser mediado técnicamente, conserva y altera la historicidad de estos y de los instrumentos que lo trabajan. Gracias al concepto de comunicación, ninguno de los componentes de la triada conformada por locución, recepción y material, puede ser entendido como instancia autónoma, cada uno de ellos es entendido, más bien, como momento de la unidad del proceso social, y por ende, la unidad estética entre expresión y percepción materialmente mediada implica necesariamente una unidad social e histórica específica. Este encuadramiento comunicativo del hecho estético, profundiza la conexión con Benjamin, pues lejos de ir en desmedro de la mediación técnica, sensibiliza la teoría estética a ella, ya que la interacción entre gesto expresivo (locución) y percepción de la obra (recepción) es vista como un proceso materialmente mediado. En esta mediación la tecnología participa de manera determinante.

La conexión entre comunicación y estética nos permite, consecuentemente, observar la producción y los productos estéticos según los modos de comunicación que hemos deslindado anteriormente. En particular nos interesa estudiar el sostén y los criterios que el concepto de comunicación destructiva aporta al análisis de las vanguardias artísticas.

Buck-Morss (1992)BUCK-MORSS, Susan. Aesthetics and Anaesthetics: Walter Benjamin’s Artwork Essay Reconsidered. October, 62 (Autumn): 3-41, 1992. ha sugerido que Benjamin se propuso recuperar la etimología clásica de la voz aisthisis y que su teoría estética tiene en dicha recuperación su punto de partida, es decir, es una teoría sobre el aparato perceptivo del individuo. Buck-Morss desprendió de ello que el autor tiene una visión neurológica de la modernidad de la experiencia del shock, pues su teoría se centraría en los impactos específicos de la modernidad sobre el aparato perceptivo de la experiencia individual. Cabe precisar que, a diferencia de la neurofisiología contemporánea, las premisas neurológicas de la teoría estética de Benjamin no excluyen que la percepción se encuentre socialmente mediada.

Más allá de la evidente sutileza interpretativa de Buck-Morss, el concepto de comunicación destructiva nos invita a revisar parcialmente su tesis, de manera tal que podamos revincularnos con las vanguardias artísticas y con las tecnologías de la comunicación.

Desde un punto de vista comunicativo, si el interés de Benjamin en colocar la modernidad en una perspectiva estética se agotara en la neurología del referente individual del shock deberíamos concluir que para él sólo habría comunicación burguesa en la modernidad, es decir, sólo habría una comunicación dirigida a poner en shock al aparato perceptivo del individuo. El campo del arte de la modernidad se agotaría en el hecho de que un creador genial procuraría convencer acerca de una percepción determinada a cada uno de los individuos que componen su público. De manera que, si la teoría estética de Benjamin sólo tuviera un soporte neurológico individual, no habría lugar en ella para referentes colectivos de la comunicación. En este sentido, por reducción al absurdo, entendemos que la tesis neurológica de Buck-Morss corre el riesgo de perder de vista la amplitud sociológica de la visión de Benjamin, si sólo se ciñe a la individualidad estética, sin consideraciones sobre la estética colectiva.

De los elementos que hemos estudiado hasta aquí cabe inferir que la teoría estética del autor, en conexión con el concepto de comunicación, no podría agotarse en el referente individual de la percepción, ya que indaga los elementos y factores que indiquen la puesta en marcha de procesos colectivos de experiencia de shock. En este punto la “neurología” del shock trasciende al individuo y nos conduce hacia el aparato estético de la percepción -y del shock- colectivo. Según Benjamin, las experiencias de percepción colectiva cuentan con numerosos antecedentes y con otros tantos anhelos o intentos de lograrla, entre ellos la arquitectura, la tragedia, las vanguardias artísticas del siglo XX y el cine.

Pero surge entonces la pregunta más natural ante el planteo ¿cómo está compuesto el aparato estético donde la experiencia de shock es colectiva? La respuesta es que un aparato estético semejante está compuesto por la dispersión de las masas: la apercepción dispersa de las masas: “Disipación y recogimiento se contraponen hasta tal punto que permiten la fórmula siguiente: quien se recoge ante una obra de arte, se sumerge en ella; se adentra en esa obra (…) Por el contrario, la masa dispersa sumerge en sí misma a la obra artística” (Benjamin, 1989a, p. 53). En este punto, el aparato estético colectivo queda ligado con la aspiración de las masas a acercar las cosas hacia sí, y la visión de aquella aspiración se ve enriquecida porque ahora sabemos que las masas no sólo acercan las cosas hacia sí, sino que las sumergen en ella: la materialidad de las masas incorpora la materialidad de las obras, incluso las artísticas. Una estética de las masas debe partir de esa premisa. Caso contrario, la experiencia colectiva de shock (el más grande ejemplo ofrecido por Benjamin es aquella producida por la mediación cinematográfica del shock colectivo o de la masificación del shock) quedaría afuera del campo. Otro tanto sucedería con el esfuerzo del autor por interpretar estética y comparativamente las vanguardias artísticas y la cinematografía, pues la estética del shock en el campo de la producción de obras de arte no es comprensible sin los presupuestos históricos, sociales y colectivos de la tecnología de montaje.

Schwartz (2001)SCHWARTZ, Frederic. The Eye of the Expert: Walter Benjamin and the Avant Garde. Art History, v. 24, n. 3, p. 401-444, 2001. , quien inauguró el camino hacia el estudio de la influencia del constructivismo ruso en Benjamin también se ha detenido en este crucial papel desempeñado por la dispersión ( Zerstreuung ) dentro de la teoría estética de nuestro autor. Según Schwartz, la visión del autor sobre la dispersión y el montaje está inmersa en los diálogos que éste sostuviera con los constructivistas rusos. Schwartz de este modo ha conectado el interés por las recepciones colectivas estéticamente teorizadas con el papel del montaje en la construcción de obras mediadas tecnológicamente y el arribo de las masas al estatuto de experto.

El siguiente paso dado por Benjamin es definir dispersión. La definición de dispersión es notablemente historicista y funcionalista, lo cual le permite formar juicios estéticamente comparativos, y críticos, de las vanguardias y el cine. A propósito el autor indicó que: “Antes de que el cine estuviese en alza, los dadaístas procuraban con sus manifestaciones introducir en el público un movimiento que un Chaplin provocaría después de manera más natural” (Benjamin, 1989a, p. 49 n. 25). A lo que añadió lo siguiente:

Por medio de la dispersión, tal y como el arte la depara, se controlará bajo cuerda hasta qué punto tienen solución las tareas nuevas de la apercepción. Y como, por lo demás, el individuo está sometido a la tentación de hurtarse a dichas tareas, el abordará la más difícil e importante movilizando a las masas. Así lo hace actualmente el cine (Benjamin, 1989a, p. 54).

Desde la perspectiva estética de Benjamin, las vanguardias artísticas, especialmente el dadaísmo, el cubismo, el surrealismo y el futurismo italiano, son entendidas como movimientos artísticos que tratan diversamente la experiencia de la modernidad. Sin desmedro de ello, el énfasis puesto en el rol del montaje conduce hacia procesos históricos que exceden a aquellos movimientos, sin que por ello dejen de estar referidos al mismo problema. Así llegamos a la construcción de la obra cinematográfica.

El sentido de la mediación técnica de la percepción distraída ( distracted )3 3 Aunque utilicemos la traducción establecida de la voz distracted , no queremos dejar de resaltar que en el idioma inglés el término tiene una segunda acepción: “estar fuera de sí”. El empleo de esta acepción facilita una visión más cabal de la interpretación ofrecida por Schwartz. que el cine permite a una escala colectiva, es el sentido que, siguiendo Schwartz (2001)SCHWARTZ, Frederic. The Eye of the Expert: Walter Benjamin and the Avant Garde. Art History, v. 24, n. 3, p. 401-444, 2001. , Benjamin explotó del constructivismo. El cine vincula, por un lado, la estética con el montaje que construye realidades naturales de segundo grado (Benjamin, 1989a), y, por otro lado, los procedimientos constructivistas de ampliación técnica de la percepción con el lugar del locutor, así los entiende como un acto expresivo e indica su unidad social.

En este punto, la comunicación destructiva despliega todo su potencial, pues el cine, el locus amoenus del montaje, no sólo constituye un punto de convergencia de una serie de tendencias históricas (a nivel económico, laboral, estatal, tecnológico, social), sino que Benjamin detecta en el cine principios estéticos de una potencial capacidad consteladora inherente a su funcionamiento: “La circunstancia decisiva es ésta: las reacciones de cada uno, cuya suma constituye la reacción masiva del público, jamás han estado como en el cine tan condicionadas de antemano por su inmediata, inminente masificación” (Benjamin, 1989a, p. 45)

La mediación tecnológica de la materia cultural diluye en la realidad novedosa, emergente, de segundo orden tanto las huellas del artista como el sentido tradicionalista. En este sentido, el montaje mediatiza la expresión con la recepción colectiva.

Esta experiencia colectiva del shock es aquello que hace que la pobreza de la experiencia no constituya un gesto melancólico hacia la tradición – hacia la comunicación tradicionalista por extensión –, sino, por el contrario, un principio de colectivismo históricamente novedoso por su potencial revolucionario. La especificidad moderna de la experiencia colectiva del shock masifica, y complejiza y enriquece, la conexión entre pobreza de la experiencia y nueva barbarie al situar la mediación tecnológica entre las premisas de la masificación.

Benjamin, dialogando intensamente con la vanguardia constructivista, detecta la posibilidad, y posteriormente la necesidad, de revisar esa premisa y de situar los resultados de esa revisión en el contexto del vínculo entre vanguardia y comunicación, por lo que ambos conceptos resultan modificados. La revisión es regida por el siguiente principio sustitutivo: descartar la concepción burguesa del interior, cerrado e irreductible, de un sujeto y colocar en su lugar una materialidad con interioridad, pero no inaccesible, apta para formar colectividades.4 4 Es interesante observar las asociaciones con que Benjamin ilustró la diferencia entre interior e interioridad. Por un lado asoció el “interior” con los “hombres-estuche” (Benjamin, 1989c) y con una casa cuyo habitante decoró su interior con el estilo mobiliario de la segunda mitad del siglo XIX ( Benjamin, 1987 ). Por otro lado asoció la “interioridad” con el vidrio, una materia que ocupa espacio, pero es transparente y es refractaria a las huellas. En conexión con ello, y siguiendo la contraposición de ambas ilustraciones establecida por Benjamin, podemos decir que en la comunicación destructiva los hombres interactúan a través de la “interioridad” y en la comunicación burguesa interactúan con un “interior” burgués y entre diversos “interiores” burgueses. La materia de la “interioridad” es el vidrio, la materia del “interior” es el vacío de un estuche. La primera es compatible con la destrucción, pues elimina toda huella; la segunda constituye un recinto cerrado, un ámbito amueblable, donde vivenciar para sí las marcas de sí. Muy bellamente, Benjamin (1987) lleva la contraposición hasta afirmar que la “interioridad” es gobernada por las líneas de la materia, a diferencia del “interior”, que es gobernado por los muebles de la segunda mitad del siglo XIX, los que cercan al cadáver que quedó dentro de la casa, cuya puerta sólo se abrirá para la entrada de la novela policial que la relate. Con ello no sólo las premisas son cuestionadas, sino también la comprensión de los efectos de la comunicación: una vez descartado el hipotético sujeto que expresa y comprende desde un interior, y asumido el funcionamiento de una interioridad entre entidades comunicantes que no deja huellas de expresividad alguna, pasamos de una intersubjetividad mediada entre interiores recíprocamente heterogéneos, a un nuevo tipo de formación colectiva.

Por todo ello se requiere que la relación entre lenguaje y comunicación sea concebida de nuevo. Al ser puesta en entredicho la asimilación desde un aparato neurológico individual, es necesario desarrollar una cuidadosa modificación complementaria del lugar de la expresión en el acto comunicativo, pues el montaje, aun siendo tecnológicamente mediado, no construye nada si carece de una masa de testigos que lo perciban desde una recepción distendida y que evalúen socialmente su eficacia destructiva y la realidad de segundo orden emergente. De modo que, si somos capaces de mediar esto último con la concepción positiva de barbarie propuesta por Benjamin en aquel entonces, estamos en condiciones de conectar comunicación destructiva y masas.

COMUNICACIÓN DESTRUCTIVA Y BARBARIE POSITIVA

La comunicación destructiva se anuda con la emergencia histórica, con la disrupción que conforma novedades, que extrae de la materia los principios inmanentes que la rigen, para lo cual siempre se muestra bien dispuesta a pagar el alto precio de violentarla hasta destruirla y allí encontrar la fortaleza de la materia y el camino de la disrupción que requería ingenieros: “[El carácter destructivo] hace escombros de lo existente, y no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos” (Benjamin, 1989c, p. 160).

En este punto, la comunicación destructiva exhibe su articulación con otra propiedad de la modernidad: la nueva barbarie, la barbarie conceptualizada positivamente, mediante un notable esfuerzo de Benjamin. La barbarie moderna, emergente de la pobreza de la experiencia, es una barbarie que siempre está dispuesta a comenzar desde el principio y sin otra cosa que materialidad entre las manos:

¿Adónde le lleva al bárbaro la pobreza de experiencia? Le lleva a comenzar desde el principio; a empezar de nuevo; a pasárselas con poco; a construir desde poquísimo y sin mirar ni a diestra ni a siniestra. Entre los grandes creadores siempre ha habido implacables que lo primero que han hecho es tabula rasa (Benjamin, 1989b, p. 169).

Ahora podemos precisar mejor y enriquecer nuestro concepto: la comunicación destructiva es el modo de comunicación que se dan los nuevos bárbaros. La mediación tecnológica, capaz de construir aparatos estéticos colectivos y, con su mediación, capaz de constelar colectivos de manera históricamente novedosa a través de experiencias de shock colectivas, en pocas palabras, capaz de masificar , muestra ahora los fundamentos del vínculo entre la comunicación destructiva y las nuevas masas bárbaras.

En este punto, se revela el notablemente original vínculo entre redención y política revolucionaria que Benjamin estableciera. Haciendo a un lado la organización programática del partido, haciendo a un lado la mera propaganda, discutiendo con la reacción en su propio terreno, el autor, como ingeniero político, si se nos permite, muestra el camino hacia una organización revolucionaria de las masas, a partir de volver colectivamente conscientes los sustentos y sustratos históricos de la formación moderna de colectivos masivos.

CONCLUSIONES: hacia un estatuto comunicativo de la intervención histórica

Para presentar las conclusiones optamos por hacer un balance de las operaciones analíticas desarrolladas y formular de manera sintética y sistemática el concepto de comunicación destructiva que hemos elaborado a lo largo del trabajo, procurando acentuar sus relaciones con otras determinaciones.

A lo largo de este trabajo procuramos reformular el concepto de destrucción de Benjamin como un concepto de comunicación destructiva. Para ello hemos relevado elementos de los textos y los hemos forzado a exacerbar sus distancias respecto de otros conceptos a los efectos de descubrir diferencias entre ellos. Consideramos que este procedimiento ha dado el resultado deseado, ya que hemos logrado diferenciar, deslindar y clasificar categorialmente a la comunicación destructiva dentro del concepto general, también reconstruido, asumido por el autor a partir de 1928.

La comunicación destructiva es una de las categorías que conforman el sistema categorial del análisis benjaminiano de la modernidad. Como tal, queda fuertemente referida a la unidad social producida por la interacción entre un carácter destructivo, que asume la posición de locutor, y un colectivo de testigos que evalúan socialmente la eficacia del acto destructivo; la interacción está mediada materialmente por la reproducción de contenidos destradicionalizados y por la emergencia de una organización disruptiva de contenidos históricamente novedosa. El complejo aparato estético que percibe la unidad social de la comunicación destructiva es la consciencia histórica, cuya percepción de la materialidad está mediada sincrónicamente con los dispositivos tecnológicos de masificación y diacrónicamente con el sentido histórico de la disrupción de la posibilidad de una redención colectiva.

REFERÊNCIAS

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  • 1
    Remito a Mascareño (2008)MASCAREÑO, Aldo. Acción, estructura y emergencia en la teoría sociológica. Revista de Sociología. v. 22, p. 217-256, 2008. para una discusión de la distinción entre explanandum y explanans como rendimiento interno de la teoría.
  • 2
    Para Benjamin (1989a, 1989c) el contenido de la locución burguesa lleva impresas las huellas del locutor y la expectativa de impresión de huellas constituye una norma. La interlocución es la comunicación de las distintas huellas de la multiplicidad de locutores intervinientes en dicha esfera, y el fenómeno resultante es el convencimiento y la atención a las buenas razones.
  • 3
    Aunque utilicemos la traducción establecida de la voz distracted , no queremos dejar de resaltar que en el idioma inglés el término tiene una segunda acepción: “estar fuera de sí”. El empleo de esta acepción facilita una visión más cabal de la interpretación ofrecida por Schwartz.
  • 4
    Es interesante observar las asociaciones con que Benjamin ilustró la diferencia entre interior e interioridad. Por un lado asoció el “interior” con los “hombres-estuche” (Benjamin, 1989c) y con una casa cuyo habitante decoró su interior con el estilo mobiliario de la segunda mitad del siglo XIX ( Benjamin, 1987BENJAMIN, Walter. Dirección única. Madrid: Alfaguara, 1987. ). Por otro lado asoció la “interioridad” con el vidrio, una materia que ocupa espacio, pero es transparente y es refractaria a las huellas. En conexión con ello, y siguiendo la contraposición de ambas ilustraciones establecida por Benjamin, podemos decir que en la comunicación destructiva los hombres interactúan a través de la “interioridad” y en la comunicación burguesa interactúan con un “interior” burgués y entre diversos “interiores” burgueses. La materia de la “interioridad” es el vidrio, la materia del “interior” es el vacío de un estuche. La primera es compatible con la destrucción, pues elimina toda huella; la segunda constituye un recinto cerrado, un ámbito amueblable, donde vivenciar para sí las marcas de sí. Muy bellamente, Benjamin (1987) lleva la contraposición hasta afirmar que la “interioridad” es gobernada por las líneas de la materia, a diferencia del “interior”, que es gobernado por los muebles de la segunda mitad del siglo XIX, los que cercan al cadáver que quedó dentro de la casa, cuya puerta sólo se abrirá para la entrada de la novela policial que la relate.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    20 Jul 2020
  • Fecha del número
    2020

Histórico

  • Recibido
    1 Set 2017
  • Acepto
    08 Jun 2020
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