Open-access ¿DE LAS CALLES A LA VIRTUALIDAD? PROTESTA EN ARGENTINA Y URUGUAY EN TIEMPOS DE COVID-19

Das ruas para a virtualidade? Protestos na Argentina e no Uruguai em tempos de COVID-19

RESUMEN

En América Latina, las medidas impulsadas por la crisis del COVID-19 exacerbaron la desigualdad, pero también generaron formas novedosas de movilización social. Aunque el aislamiento limitó las protestas, en 2020 y 2021 estas continuaron e incluso aumentaron en algunos casos. Algunas movilizaciones se trasladaron a la virtualidad, mientras otras retomaron gradualmente el espacio público. Este contexto desafió los marcos conceptuales y metodológicos tradicionales del estudio de las acciones colectivas. Se analiza qué formas alternativas de movilización surgieron en ambas orillas del Río de la Plata, el impacto de las medidas gubernamentales y cómo estudiarlas dando cuenta de la relación entre regímenes políticos, repertorios de acción y estructuras de oportunidad. A partir de etnografías digitales, examinamos la protesta en Argentina y Uruguay, explorando cómo la crisis sanitaria transformó tanto la acción colectiva-dentro de parámetros definidos por medidas gubernamentales pero también las culturas políticas específicas, como las herramientas para su análisis.

Palabras Clave:
repertorios de protesta; movilización; Río de la Plata; pandemia; etnografía digital

RESUMO

Na América Latina, as medidas de confinamento adotadas em resposta à crise da COVID-19 agravaram as desigualdades sociais, mas também estimularam formas inovadoras de mobilização social. Embora o isolamento tenha restringido os protestos, eles continuaram ao longo de 2020 e 2021 e, em alguns casos, até se intensificaram. Enquanto algumas mobilizações migraram para espaços virtuais, outras retomaram gradualmente o espaço público. Esse contexto representou desafios significativos para os marcos conceituais e metodológicos tradicionais no estudo da ação coletiva. Este artigo examina as formas alternativas de mobilização que surgiram em ambas as margens do Rio da Prata, o impacto das medidas governamentais e as abordagens metodológicas necessárias para analisá-las. Explora a relação entre regimes políticos, repertórios de ação e estruturas de oportunidade. A partir de etnografias digitais, investigamos os protestos na Argentina e no Uruguai, analisando como a crise sanitária remodelou a ação coletiva—não apenas dentro dos limites impostos pelas medidas governamentais, mas também em relação às culturas políticas específicas—bem como as ferramentas analíticas disponíveis para seu estudo.

Palavras-chave:
repertórios de protesto; mobilização; Rio da Prata; pandemia; etnografia digital

PROTESTAR EN TIEMPOS DE COVID EN LAS DOS ORILLAS DEL RÍO DE LA PLATA

En marzo de 2020 la central sindical en Uruguay (PIT-CNT) convocó a un apagón y un caceroleo por medidas económicas ante la crisis del coronavirus como una forma de “luchar” respetando las disposiciones sanitarias del Gobierno de centro-derecha que recién iniciaba su período. Como contramedida, se convocó a la misma hora a los simpatizantes del Gobierno a expresar su respaldo entonando el himno nacional por sus ventanas. Ese mismo día, utilizando el “hashtag” #CuarentenaObligatoriaYa, miles de usuarios en redes sociales instaban al Gobierno a declarar la cuarentena obligatoria. A las manifestaciones iniciales de rechazo, se fueron sumando intentos creativos e innovadores de hacer frente a medidas del Gobierno, como ser la aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) que introdujo cambios importantes en temas fundamentales de la vida nacional.

Ese mismo mes, del otro lado del Río de la Plata, colectivos como Ni Una Menos, MuMala, La Casa del Encuentro y distintas ONG, sindicatos y grupos de todo el país convocaron por redes sociales a salir a los balcones, asomar por las ventanas y manifestarse por medio de ruidos en contra de la violencia de género y los femicidios agudizados durante el confinamiento (Convocan a un ruidazo..., 2020). En las siguientes semanas, los ruidazos se expandieron como una forma creativa de protesta frente a medidas de confinamiento impulsadas por el Gobierno de tinte progresista que llevaba tres meses de Gobierno en Argentina.

La crisis provocada por el COVID-19 llevó a los Gobiernos del mundo a tomar una gran variedad de medidas sanitarias, de circulación, educativas y económicas buscando frenar la circulación del virus. En América Latina, el confinamiento desató serios problemas sociales, económicos y agudizó la desigualdad preexistente (Fernandez & Machado, 2021). Argentina y Uruguay, con Gobiernos de signos político partidarios contrapuestos, optaron por estrategias de mitigación y control de la pandemia sumamente diferentes (Bidegain et al., 2021; Tagina, 2021). Mientras Argentina impuso el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) en todo el país (lo cual implicó el cierre de escuelas, universidades, comercios no esenciales, oficinas públicas y privadas, la restricción de la movilidad entre provincias, el cierre de las fronteras y la restricción del uso del transporte público, entre otras medidas), Uruguay apeló a la llamada “libertad responsable”, manteniendo gran parte de la economía y las actividades en funcionamiento, aunque varias áreas se vieron claramente resentidas.

En ese contexto, la sociedad civil organizada respondió buscando formas novedosas que cuestionaron los límites impuestos por el confinamiento y el control social. Aunque las medidas de aislamiento limitaron la organización y participación en movilizaciones callejeras, las protestas sociales continuaron. Algunas movilizaciones se transformaron a la virtualidad y otras de a poco fueron volviendo a recuperar las calles. El contexto de crisis sanitaria cambió radicalmente las reglas del juego que regulaban las dinámicas sociedad civil organizada/Estado, incluyendo las formas en que los actores se expresan y se movilizan. En algunos casos, implicó la emergencia de nuevos reclamos y demandas vinculados a problemáticas emergentes de la pandemia, en otros, llevó a cambios importantes en los repertorios de acción colectiva o a reconfigurar y resignificar tácticas viejas a la luz de los nuevos acontecimientos. Son varios los estudios que analizaron el impacto de la pandemia sobre la protesta social en diferentes contextos latinoamericanos. Algunos trabajos mostraron que, luego de una caída en la protesta social como consecuencia de la prohibición de circulación pública, a medida que pasaron los meses la protesta no solo alcanzó niveles prepandemia sino que, en algunos casos, hasta la superó (Alcázar et al., 2021; Natalucci et al., 2020; Somma y Sánchez, 2021). Por otro lado, hay estudios que han dado cuenta de la emergencia de narrativas contrapuestas en torno a la gestión de la pandemia que pusieron en tensión defensa de la vida y la economía (Santos, 2021a, 2021b).

Para analizar los sentidos y formas que adoptó la acción colectiva en Uruguay y Argentina en este contexto, resulta pertinente considerar que dentro de los regímenes políticos siempre se desarrollan repertorios limitados de protesta, y que el surgimiento de demandas debe entenderse en función de estructuras específicas de oportunidades políticas que las habilitan (Tilly, 2008). En este sentido, es crucial preguntar qué tipos de protestas y formas alternativas de movilización emergieron en este contexto tan atípico, cuáles fueron sus características distintivas, variaciones y similitudes en el tiempo y el espacio, y cómo se procesaron dichas demandas. ¿Cómo influyó la gestión diferencial de la pandemia en los repertorios de movilización social en Argentina y Uruguay? ¿Qué papel jugaron las oportunidades políticas emergentes en la adaptación de las tácticas de protesta? Además, es fundamental examinar de qué manera estas demandas fueron canalizadas, limitadas y gestionadas por parte de Gobiernos de signos ideológicos contrapuestos, así como evaluar el impacto que los diferentes regímenes de Gobierno tuvieron en cada caso nacional.

A continuación presentamos un análisis de la anatomía de la protesta social durante la crisis sanitaria en los dos lados del Río de la Plata, buscando ofrecer algunos ejes fundamentales para reflexionar sobre cómo la situación de la pandemia ha modificado las posibilidades de expresar y realizar demandas en la esfera pública. Para llevar adelante la investigación se recurrió a la etnografía digital como forma de abordaje privilegiada junto con el análisis de contenido. En la sección metodológica se detallan algunas de las características del trabajo etnográfico llevado adelante por las investigadoras en redes sociales y espacios digitales en donde se llevaron adelante protestas y movilizaciones durante el período de confinamiento. En la segunda sección se presenta el análisis colocando la mirada en transformaciones generadas en algunos aspectos centrales de la contienda política (Mcadam et al., 2010) considerando demandas (por qué) y actores (quiénes), tácticas (cómo) y el vínculo con la opinión pública y el Estado (qué). Para ello, se presentan algunas de las demandas que se visibilizaron en la arena pública durante el período más crítico de la crisis sanitaria tanto en Uruguay como en Argentina, se avanza sobre la idea de innovación táctica, se analiza el vínculo entre la protesta social y la opinión pública y el tipo de accionar policial y represión que se habilitó en el período y cuáles fueron las consecuencias. El artículo culmina con reflexiones finales.

ASPECTOS METODOLÓGICOS

La sociología cualitativa coloca en el centro la interpretación del sentido que los actores dan a sus acciones. Con el auge de las tecnologías de la información, en el siglo XXI, las formas de acceso a dichos sentidos se han visto modificadas y los espacios de manifestación se han diversificado, generando nuevas oportunidades y desafíos para la investigación. Las innovaciones tecnológicas nos han dado la posibilidad de procesar mucha información en forma rápida, fácil y simple a una escala desconocida hasta hace poco tiempo (Lazer et al., 2009) pero a menudo al alto costo de disociación del dato de su contexto de producción, un concepto que siempre ha sido clave para la investigación cualitativa. Curran (2013, p. 69) invita a pensar en el potencial de la etnografía digital, en la época del “big data”, como una técnica que nos permite no tanto acercarse a los hechos, sino a sus significados, a través de la identificación de patrones, movimientos, redes e interacciones, en culturas digitales cotidianas. En este sentido, cabe hacer una distinción entre, por un lado, la internet como locus de interacciones sociales, como contexto o campo de observación (participante o no participante) en sí mismo y, por otro lado, el internet como un medio de obtención de datos (Dicks et al., 2005). Aunque en sus inicios la teoría de contentious politics estuvo muy vinculada al estudio sistemático de los eventos de protesta a partir de material de prensa, hace años que su mirada se ha venido enriqueciendo a partir de una pluralidad de enfoques (Goodwin et al., 2003), con abordajes etnográficos que facilitan responder a preguntas clave sobre la emergencia de nuevos repertorios de acción colectiva en contextos de cambio (Auyero et al., 2009; Fu & Simmons, 2021). Según Fu y Simmons (2021) los métodos etnográficos permiten adentrarse en las preguntas “qué”, “cómo” y “por qué” que son clave para el estudio de la política beligerante, especialmente en contextos de la emergencia de nuevos objetos de indagación. La teoría de los procesos políticos, con la cual se busca dialogar a partir de los datos, permite identificar la emergencia de nuevos repertorios de movilización y cómo estos responden a los cambios en el contexto político y social (McAdam et al., 2010).

La pandemia del COVID-19 reconfiguró los repertorios de movilización, desplazando las protestas hacia espacios virtuales. En este estudio, utilizamos la etnografía digital para analizar las formas de protesta que emergieron durante el confinamiento en Argentina y Uruguay. Nuestra investigación combina:

  1. Sistematización inicial de material de prensa digital, para identificar actores, demandas y tácticas en ambos países (La Diaria y El País para Uruguay; Clarín y Página 12 para Argentina).

  2. Observación de interacciones en redes sociales de movimientos identificados, registrando procesos organizativos en tiempo real.

  3. Análisis de contenido de artefactos digitales (“hashtags”, afiches, videos, “podcasts”, historias) para contextualizar hallazgos.

  4. Estudio de caso de movimientos por la educación impulsados por familiares en ambos países.

En este marco, las investigadoras realizaron una etnografía digital, participando activamente en las redes sociales de movimientos identificados previamente a través de la prensa. Este enfoque permitió observar en tiempo real las interacciones y dinámicas organizativas en su contexto natural, facilitando una comprensión profunda de los procesos de organización en un entorno novedoso para muchas de las organizaciones sociales estudiadas.

La selección de los movimientos analizados en Argentina y Uruguay se basó en la intención de examinar cómo actores sociales con características similares respondieron a las restricciones y oportunidades generadas por la pandemia en contextos democráticos. En este marco, se eligieron ‘Padres Organizados’ en Argentina y ‘Familias Organizadas por la Escuela Pública’ en Uruguay, ya que ambos se movilizaron para reclamar respuestas a políticas públicas percibidas como insuficientes o inadecuadas. Estos movimientos son comparables por su carácter reactivo frente a las medidas implementadas durante la pandemia, su capacidad para articular demandas concretas en contextos democráticos y su uso innovador de herramientas digitales para amplificar sus reclamos. Este enfoque metodológico se alinea con prácticas establecidas en la etnografía digital, que permiten una inmersión profunda en las comunidades virtuales para comprender sus dinámicas internas y estrategias de movilización (Hine, 2015).

La comparación entre Argentina y Uruguay ofrece una oportunidad metodológica importante para explorar como contextos históricos y sociopolíticos similares pueden resultar en respuestas y movilizaciones sociales divergentes ante la misma crisis global. Ambos países compartieron experiencias históricas recientes claves, como golpes de estado en los años setenta, transiciones a la democracia en los ochenta, procesos de liberalización económica en los noventa y crisis financieras a finales del siglo XX. Además, ambos experimentaron giros políticos hacia gobiernos progresistas (Minutella, 2022) pero difieren en la orientación política de sus Gobiernos durante la pandemia: mientras Argentina mantuvo un enfoque progresista con Alberto Fernández, Uruguay adoptó una postura de centroderecha bajo Luis Lacalle Pou. Esta divergencia permite examinar el impacto del signo político sobre la dinámica de las protestas. Esta diferencia en la orientación ideológica de los Gobiernos constituye una variable clave para analizar cómo las estrategias gubernamentales influyeron en la dinámica de las protestas y cómo se gestaron narrativas de oposición desde los movimientos sociales.

Este contraste en la orientación política de los Gobiernos de ambos países durante la pandemia permite realizar un análisis comparativo de casos divergentes (Nohlen, 2020), lo cual es particularmente útil para evaluar la aplicabilidad de teorías clásicas de movimientos sociales en contextos atípicos como el de la pandemia por COVID-19. La elección de estos casos se fundamenta en la necesidad de observar cómo el signo político de los Gobiernos, junto con distintas oportunidades y restricciones políticas, influye en las respuestas sociales y en las dinámicas de movilización (Porta, 2013).

Según datos del Latinobarómetro, a fines de 2020 en Uruguay y principios del 2021 para el caso argentino, ambos países contaban con índices relativamente altos de aprobación social de la protesta, como forma legítima de expresar demandas, con un 56% Uruguay y 50% Argentina. Las percepciones sobre la gestión de la pandemia mostraron un fuerte contraste, con un 80% de los uruguayos evaluando positivamente la respuesta de su Gobierno, frente a un escaso 29% en Argentina. (ver Figura 1). Este vínculo entre la opinión pública y los Gobiernos constituye el telón de fondo sobre el que se desenvuelve la protesta. Este análisis comparativo de casos divergentes permite evaluar teorías de movilización social en un contexto excepcional, mostrando cómo las estructuras de oportunidades políticas moldean los repertorios de acción colectiva y las narrativas de resistencia en tiempos de crisis.

Figura 1
Opinión sobre la Capacidad del País para Gestionar la Pandemia

Fuente: Gráfico generado con la base de datos en línea de Latinobarómetro, para fines de 2020 en Uruguay y principios del 2021 en Argentina. https://www.latinobarometro.org/latOnline.jsp


La comparación entre los países se centra en tres dimensiones principales:

  1. Políticas de gestión de la crisis sanitaria y demandas sociales: Se examina cómo las decisiones gubernamentales impactaron en la movilización social, generando la emergencia de nuevas demandas asociadas.

  2. Modalidades de protesta: Se comparan las formas de protesta surgidas en cada país.

  3. Respuesta estatal a las movilizaciones: Se analizan las estrategias represivas, de negociación o cooptación y su impacto en la opinión pública.

NUEVAS DEMANDAS ASOCIADAS A LA CRISIS SANITARIA

Los movimientos sociales pueden ser definidos como esfuerzos organizados de personas que, con un propósito común, buscan cambios sociales o políticos mediante la acción contenciosa (McAdam et al., 1999). Estos movimientos fomentan la solidaridad y la identidad colectiva (Tarrow, 2002). Sin embargo, compartir objetivos comunes no es suficiente para sostener un movimiento; es fundamental el proceso de enmarcamiento, según el concepto desarrollado por Snow et al (1986, 1988), que alude al marco interpretativo mediante el cual los movimientos asignan significado a los eventos y problemas sociales. El enmarcamiento se despliega en tres tipos principales ampliamente utilizados para el análisis de demandas: diagnóstico, que identifica el problema y sus responsables; pronóstico, que propone soluciones y estrategias; y motivacional, que moviliza a las personas hacia la acción colectiva. Estos marcos son dinámicos y se adaptan para atraer nuevos públicos, aprovechar oportunidades políticas emergentes o responder a discursos contrarios (Benford y Snow, 2000). El éxito de los movimientos radica, en parte, en su capacidad para ajustar sus narrativas en función del contexto sociopolítico cambiante.

La pandemia de COVID-19 reconfiguró estas dinámicas de enmarcamiento en muchos países. En un sugestivo artículo las autoras Abers y Bülow (2021) dan cuenta de la importancia de combinar el análisis de repertorios de protesta con el de los enmarcamientos para comprender las respuestas creativas de la sociedad ante momentos de incertidumbre. Santos (2021) destaca cómo las narrativas producidas por diversos actores en Brasil moldearon las percepciones públicas y la gestión estatal de la crisis. Para el caso chileno, Somma y Sánchez (2021) dan cuenta del impacto de la pandemia como evento transformador, que llevó a movimientos como el sindical a abrazar nuevas demandas, a la vez que tuvo un impacto desmovilizador sobre otros actores, como el movimiento estudiantil. Sin embargo, los autores demuestran que eventos transformadores anteriores (como el estallido chileno en 2019) impactan significativamente sobre potenciales protestas subsiguientes.

En Argentina, Nava y Grigera (2020) documentan que, durante el primer año de la pandemia, predominaron protestas por falta de pago, reducciones salariales y despidos, con las organizaciones sindicales como protagonistas. Esto coincide con los datos recopilados por Natalucci y Stefanetti (2022) a partir de la confección de un catálogo de protestas quienes encontraron que las organizaciones sindicales fueron las más movilizadas durante la pandemia (Natalucci & Stefanetti, 2022). En Uruguay, el “Índice de Conflictividad Laboral” registró una de las tasas más bajas desde 1995, lo que podría indicar, desde la teoría de las oportunidades políticas, que las políticas de “libertad responsable” promovieron una percepción favorable del manejo gubernamental, limitando las protestas masivas, pero permitiendo manifestaciones específicas. Los 62 conflictos reportados estuvieron vinculados mayormente a recortes presupuestarios, demandas por mayor inversión en educación, y rechazo a la Ley de Urgente Consideración del nuevo Gobierno (Rieiro et al., 2021). En este contexto, el enmarcamiento de las nuevas demandas no solo facilitó la articulación de las protestas, sino que también contribuyó a redefinir los significados del activismo en tiempos de crisis sanitaria.

Las diferencias entre Argentina y Uruguay muestran cómo las respuestas gubernamentales, las expectativas políticas y los contextos económicos moldearon los repertorios y las demandas emergentes. En ambos países, sectores especialmente afectados por la pandemia, como trabajadores informales y del turismo, encabezaron protestas específicas. En Argentina, tras una reducción inicial de la protesta debido al confinamiento, las movilizaciones de trabajadores no esenciales, comerciantes gastronómicos y otros sectores ilustraron cómo las medidas sanitarias impulsaron nuevas formas de acción (Magnano, 2020). De manera similar, en Uruguay, las ollas populares emergieron como una estrategia colectiva para enfrentar la inseguridad alimentaria (ver Rieiro et al., 2021). Los colectivos artísticos fueron otro sector duramente golpeado. El 30 de junio de 2020, en Uruguay, el colectivo que reúne a trabajadores de la cultura y artistas de todo el país organizó una intervención artística en la Plaza Independencia (El colectivo que reúne..., 2020). Aunque como reclamo más inmediato los impulsó la solicitud de aprobación al Poder Ejecutivo de un protocolo que permitiera volver a abrir los espacios culturales, el colectivo buscaba visibilizar la crítica situación por la que atraviesa la cultura en general. La consigna consistió en asistir con un elemento distintivo de su oficio o rol, así como una “butaca propia” para formar una platea. En forma similar, al cierre del año, artistas circenses se manifestaron, disfrazados y en personaje, frente a la sede de la Presidencia, en Montevideo, solicitando ayuda para el sector. Aunque la dimensión performativa de la protesta es algo que ha sido ampliamente estudiado y, por otro lado, muchos movimientos sociales emplean elementos artísticos para hacer oír sus demandas, en un contexto de aislamiento y distanciamiento social, la “toma” de la calle y del espacio público adquirió nuevos significados durante la pandemia. En la próxima sección ponemos el foco en la transformación de la dimensión táctica de la protesta.

VIEJAS DEMANDAS NUEVAS FORMAS DE PROTESTA

Las tácticas son un aspecto importante de la protesta ya que son la cara visible de las demandas de los actores en el espacio público (Olzak & Uhrig, 2001) y están asociadas tanto a cómo se forma la opinión pública sobre una protesta específica como a la probabilidad de represión estatal (Earl, 2003). La mutación en los repertorios y las formas de reclamo puede explicarse como consecuencia de cambios en el entorno político y aperturas relativas de las oportunidades de movilización, pero también como innovaciones por parte de los activistas y las relaciones con las autoridades, el público en general y los objetos de su reclamo (Tilly, 2008). De igual forma, es posible ver cómo hay tácticas que se resignifican en este contexto, como el caceroleo en Uruguay o el cacerolazo en Argentina. Lo que durante la dictadura se asoció con una forma de protesta que se podría realizar desde la casa para minimizar posibilidades de represión, y durante la crisis económica se popularizó como expresión de desencanto, durante la pandemia se volvió una forma segura de protestar y expresar rechazo #quedandoencasa.

Figura 2
Apagón, Cacerolazo y Hashtags

En Uruguay, las movilizaciones clásicas del calendario anual —como el 8M, Día de los trabajadores, la Marcha de la diversidad y la Marcha del Silencio— tuvieron que reinventarse, aunque dichos procesos no estuvieron carentes de tensiones dentro de los organizadores, así como con las autoridades respecto a los márgenes permitidos y las percepciones respecto al riesgo de determinadas tácticas. La gestión de estas movilizaciones revela dinámicas clave en la adaptación de los repertorios de acción colectiva frente a restricciones sanitarias y destaca cómo las oportunidades políticas influyen en las formas de protesta. Por ejemplo, en 2020, el acto tradicional del 1º de mayo, organizado por la central sindical PIT-CNT, fue cancelado y reemplazado por una movilización bajo la consigna “Lo urgente es la solidaridad”, en referencia a la Ley de Urgente Consideración aprobada por el Gobierno. La protesta adoptó nuevas formas: caravanas de autos y motos en todo el país, seguidas de una conferencia de prensa y la emisión de un mensaje por los medios públicos y TV Ciudad, tras la negativa del Gobierno a permitir una cadena nacional. La jornada culminó con un llamado a aplaudir desde los hogares en solidaridad. Esta modalidad innovadora no solo aseguró la visibilidad de las demandas, sino que también reflejó un repertorio adaptado a las limitaciones del contexto sanitario, que evitó de esta forma una posible condena social (En perspectiva, 2020). En relación al 8M durante 2021 las organizaciones tomaron posturas diferentes, mientras la Coordinadora de Feminismos UY convocó a concurrir a la marcha procurando respetar las medidas de distanciamiento (Lussich, 2021), la Intersocial Feminista no adhirió a la marcha como otros años y llamó a “múltiples manifestaciones virtuales y presenciales, seguras y cuidadas, en nuestros barrios y pueblos, pero articuladas más allá de fronteras” (Proclama de la Intersocial Feminista en Cotidiano Mujer, 2021). Estas diferencias ilustran las tensiones internas sobre las tácticas adecuadas en contextos de restricciones a la movilidad, así como las diversas interpretaciones del riesgo y la responsabilidad colectiva. También dan cuenta de efectos posibles de la pandemia sobre la descentralización de la protesta ya que en este caso implicó una reterritorialización hacia espacios menos céntricos de la ciudad. Por su parte, los organizadores de la Marcha del silencio, evento fundamental del movimiento por los derechos humanos (Álvarez, 2020), apelaron en 2020 y 2021 a una serie de innovaciones en su repertorio usual, que tradicionalmente convocó a multitudes a marchar en silencio. Días previos a la fecha del 2020 varios balcones y ventanas exhibieron margaritas (en referencia a la simbólica imagen de la Asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos) y el día de la marcha se ensayaron varias innovaciones que ampliaron el repertorio simbólico, algunas de las cuales perduraron en ediciones posteriores, reforzando la dimensión performativa de la memoria colectiva.

En forma similar, en Argentina, el 24 de marzo, el Día de la Memoria, también adquirió un formato virtual. Los organismos convocantes instaron a compartir fotos con pañuelos blancos en redes sociales y a colocarlos en balcones, puertas o ventanas bajo el lema: “Sin marcha, pero con memoria”. Sin embargo, a pesar de las estrictas restricciones a la circulación, también emergieron protestas presenciales como las caravanas vehiculares organizadas bajo los “hashtags” “#CaravanaDel30M” y “#CaravanaPorLaLibertad”, en rechazo a las medidas de aislamiento y en forma similar a lo que haría luego la central de trabajadores en Uruguay, dando cuenta de posibles efectos “contagio” en relación con innovaciones tácticas a ambas orillas del río (Caravana al obelisco..., 2020).

Figura 3
Viejas Demandas y Nuevas Formas de Protesta durante el Período de Confinamiento

Fuente: Red social Twitter (desde 2023 de nombre X), 2020.


Términos como “clictivismo”, “hacktivismo” e “individualismo en red” han sido empleados para referir a nuevas formas de organización y protesta en las redes (Pleyers, 2017). Aunque internet se ha vuelto un lugar cada vez más popular para manifestar disconformidad y (re)crear identidades colectivas, a menudo funciona como un lugar de apoyo de movimientos en territorio (Diani, 2000; Porta & Mosca, 2005; González Vaillant et al, 2015). Entre las nuevas formas de protesta podemos mencionar los tuitazos en donde alguna organización o grupo de personas convoca a repetir en redes sociales (en especial en la red social X, anteriormente Twiter) alguna consigna. Si bien el tuitazo ya era una táctica conocida en años previos (Earl et al., 2010), la pandemia le otorgó nuevas dimensiones al ser adoptada por sectores que tradicionalmente no utilizaban las redes sociales como canal de protesta, como sindicatos, organizaciones barriales y colectivos de base territorial. Además, esta forma de movilización adquirió una centralidad renovada como espacio de visibilización de demandas en un contexto marcado por las restricciones a la protesta presencial (Abers & Bülow, 2021). En este sentido, el tuitazo no solo facilitó la participación masiva en las redes sociales, sino que también potenció la capacidad de coordinar acciones simbólicas transnacionales, logrando captar la atención pública y mediática, incluso en un escenario de aislamiento social. En general, el tuitazo se realizaba en un horario acotado (pocas horas) utilizando un “hashtag” para que se vuelva tendencia y los medios masivos de comunicación (como los canales de aire de televisión y radio) levanten la noticia. Por ejemplo: #abortolegalya cuando diputados y senadores discutían en el congreso la ley por el aborto legal y gratuito en diciembre de 2020 en Argentina. El período de confinamiento y las restricciones a la movilidad social fueron una herramienta fundamental para sostener la visibilidad y continuidad de las protestas.

Los ejemplos de Argentina y Uruguay ilustran esta transformación: mientras en Argentina las estrictas restricciones al espacio público impulsaron innovaciones como caravanas de vehículos y campañas virtuales (ej., el Día de la Memoria), en Uruguay, la estrategia de “libertad responsable” permitió mantener algunas movilizaciones físicas con adaptaciones creativas, como la Marcha 8M. Estas estrategias no solo demuestran la capacidad adaptativa de los movimientos, sino que también sugieren cómo las condiciones políticas y sanitarias moldearon los repertorios de acción colectiva, reafirmando la observación teórica de que el activismo digital es tanto un recurso complementario como una estrategia necesaria en contextos de movilidad limitada. Las estructuras políticas y las estrategias estatales configuran las posibilidades y limitaciones de la acción colectiva en contextos de crisis sanitaria, aunque las brechas digitales existentes también impactaron en su uso y alcance.

LA OPINIÓN PÚBLICA, LA SANCIÓN SOCIAL Y EL CONTROL DE LA PROTESTA

Un tercer aspecto revisitado por la pandemia es el vínculo entre protesta social y opinión pública. Los activistas buscan visibilidad, legitimidad y presión sobre las autoridades, considerando cómo sus tácticas afectan la percepción pública (Huff & Kruszewska, 2016). El apoyo social es crucial para lograr concesiones.

En Uruguay, la Marcha por la Diversidad de 2021 optó por una movilización masiva, desatando críticas por su impacto en los contagios. Se cuestionó desde una perspectiva sanitaria, y el ministro de Salud expresó en Twitter: “el derecho a la salud es también un derecho de tod@s”. Este episodio ilustra la medicalización de la protesta y el uso de redes sociales por parte de autoridades para influir en la opinión pública. Los activistas intentaron mitigar las crítica aplicando protocolos sanitarios.

En Argentina, la prolongación de la cuarentena generó críticas que alimentaron un marco interpretativo (Snow et al., 1986) en contra de las restricciones. Términos como ‘cuarentena más larga del mundo’ y ‘infectadura’ movilizaron a sectores que reclamaban mayor libertad. El documento “La democracia está en peligro” (2020), firmado por intelectuales y figuras públicas, reforzó estas posturas (Montero, 2022). Una caravana de autos simbolizó la oposición a las políticas de aislamiento.

Desde una perspectiva racional (Olson, 1965), los costos y beneficios influyen en la decisión de protestar, pero también las emociones y discursos afectivos (Paramio, 2005). En Argentina, el debate se polarizó entre salud y economía; en Uruguay, varios sectores progresistas priorizaron la salud. Las restricciones dieron mayor autonomía a las fuerzas de seguridad, generando abusos (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional [Correpi], 2020). Mientras la ministra de Seguridad Sabina Frederic intentaba erradicar la violencia institucional (Alberto Fernández y Frederic..., 2020), hubo represión en comunidades indígenas. En Uruguay, menos restricciones y una cultura política distinta limitaron los casos de represión, aunque se aprobaron leyes que restringían el derecho a reunirse.

La interrupción de clases presenciales generó nuevas demandas. Padres Organizados, en Argentina, enmarcó la falta de presencialidad como un error político con consecuencias graves, promoviendo una “reapertura segura” y utilizando evidencia científica y valores universales para ganar apoyo. Desafiaron nuevas restricciones con recursos judiciales, ilustrando tensiones entre política, ciencia y sociedad civil. Familias Organizadas por la Escuela Pública, en Uruguay, redefinió sus demandas para promover la presencialidad plena, empleando redes y movilizaciones para influir en las decisiones.

LA MIRADA SOBRE UN MOVIMIENTO: LAS FAMILIAS Y LA EDUCACIÓN

Las medidas de confinamiento estricto establecidas en marzo de 2020, con la subsiguiente interrupción de clases presenciales en todos los niveles educativos, también dieron lugar a un entramado de nuevas demandas. En Argentina, luego de ocho meses sin asistencia a las escuelas, varias familias empezaron a organizarse a través de redes sociales para reclamar por la apertura de los establecimientos educativos conformándose el grupo https://padresorganizados2020.ar/. Este colectivo, que rápidamente se expandió con filiales en distintas regiones del país, utilizó estrategias de encuadre (“framing”) (Snow & Benford, 1988) para articular su causa, captar apoyo y legitimar su reclamo frente a la opinión pública. En primer lugar, se observa un proceso de enmarcamiento de diagnóstico, mediante el cual las familias identificaron el problema central como “la falta de presencialidad en las aulas” y lo vincularon a consecuencias negativas para los niños, como el retroceso en el aprendizaje y el impacto emocional del aislamiento. Este encuadre presentó la suspensión de clases presenciales como una falla de las políticas públicas, especialmente en comparación con países que ya habían reabierto las escuelas, como Uruguay. En segundo lugar, el colectivo desarrolló un “framing” pronóstico, ofreciendo soluciones claras y específicas, como “la reapertura segura de las escuelas” y la adopción de medidas de prevención basadas en evidencia científica. En sus mensajes, enfatizaron que “escuelas abiertas no propagan el virus”, apoyándose en estudios internacionales y estadísticas locales. Este encuadre buscó posicionar el reclamo como viable y fundamentado. Finalmente, el colectivo movilizó un “framing” motivacional, destacando consignas como “los niños primero” y “la educación no puede esperar”, que apelaban a valores universales, como el derecho a la educación y la protección de la infancia. Este encuadre, acompañado de un discurso explícitamente apartidario, permitió ampliar su base de apoyo, incluyendo familias con diversas orientaciones políticas. Estas estrategias discursivas no solo definieron el problema y sus posibles soluciones, sino que también contribuyeron a legitimar al movimiento en un contexto altamente polarizado. De este modo, el “framing” adoptado por Padres Organizados no solo buscó garantizar el apoyo de sus seguidores, sino también generar presión sobre los tomadores de decisiones, apelando a valores éticos y argumentos científicos para sustentar su reclamo.

En noviembre de 2020, luego de firmar petitorios, movilizaciones presenciales, y mucha participación en redes sociales y medios masivos de comunicación, Padres Organizados vivieron como un triunfo propio el paulatino retorno a la presencialidad escolar. De la misma forma y frente a las nuevas medidas decretadas por el Gobierno nacional para controlar el número de contagios, fueron los Padres Organizados los que presentaron el recurso de amparo a la justicia para que no se suspendan las clases. El Gobierno de CABA tomó esa petición para formalizar la propia. Este caso ilustra la intersección y tensión en tiempo real entre el campo político partidario, el científico, la sociedad civil y la justicia en tiempos de excepcionalidad.

También se evidenció una experiencia similar en Uruguay con la aparición en escena del colectivo “Familias Organizadas por la Escuela Pública”, una organización creada en mayo de 2019–sin anticipar lo que se venía–, como un “colectivo abierto y en formación” integrado por familias interesadas en fortalecer la Escuela Pública. Este objetivo se redimensionó en el contexto de pandemia, redefiniendo sus demandas. El colectivo no solo gozó de gran visibilidad, participando en diversos ciclos y charlas en medios de comunicación, y ejerciendo presión sobre las autoridades a través de las redes sociales, sino que realizaron una serie de movilizaciones demandando la “presencialidad plena y obligatoriedad” de la asistencia a clases (Cientos de personas..., 2020) en forma similar a sus pares argentinos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en Argentina, en Uruguay se logró el regreso a la presencialidad de forma gradual a partir de inicios de mayo y las demandas de las familias se focalizaron en demandar la “presencialidad plena y obligatoriedad” de la asistencia a clases. La convocatoria a una protesta en octubre del 2021 leía: “¿Tenés un hijo/a, sobrino/a, vecino/a en la escuela pública y te preocupa que no vaya todos los días, y que el tiempo pedagógico esté reducido a dos días por semana? Entonces te esperamos en la Plaza Varela” (Álvarez, 2020). La elección de la Plaza Varela como lugar de protesta obviamente no fue casual ya que José Pedro Varela fue responsable de la implementación de una de las reformas educativas más importantes en Uruguay, estableciendo su gratuidad, obligatoriedad y laicidad. Durante la manifestación en 2020, muchos de los padres lucieron túnicas blancas con moñas azules, adquiriendo de esta forma la protesta un elemento performativo que le dio alta carga simbólica y visibilidad, sirviendo como una suerte de “marco puente” (Snow & Benford, 1988) entre la presencialidad y el derecho a la educación pública. Sin embargo, no solo la demanda tenía sus raíces en la pandemia, sino que la movilización buscó adherir a los protocolos sanitarios, en tónica con lo que ha sido una constante en este colectivo (trabajar de forma alineada con las recomendaciones y documentación producida por las autoridades competentes). Debajo de la convocatoria se urgía a los concurrentes a ir con tapaboca y mantener el distanciamiento social recomendado.

Es interesante, entonces, cómo en este contexto surgieron nuevas demandas que permitieron a los colectivos organizarse para hacer reclamos frente a las autoridades, muchas veces desdibujando fronteras de pertenencia y adscripción anteriores (como la político partidaria), y que suelen pesar en los movimientos sociales de corte más tradicional, para aglutinarse en torno a las consecuencias de esta crisis tan atípica. En el caso de las Familias de la Escuela Pública y los Padres Organizados, su capacidad de convocatoria estuvo dada, en parte, por identificar una demanda sumamente extendida (vinculada además con la disrupción de las rutinas cotidianas) que resuena fácilmente con gran parte de la opinión pública. En el caso uruguayo, el reclamo cobró aún más resonancia en el contexto de implementación de una política de “libertad responsable”, a tono con la visión liberal del Gobierno, que permitió a la actividad económica seguir su cauce, aunque claramente enlentecida y afectada por la pandemia, pero que suspendió la presencialidad en la educación con el objetivo de disminuir la movilidad.

Es necesario enmarcar las protestas en el proceso político del período para pensar sobre cómo ha afectado a los intereses de las personas y las posibilidades que tienen para canalizar sus demandas. En sintonía con las teorías críticas a los enfoques de la privación relativa, Buechler (2016, pp. 113-114) explica, no obstante, que los movimientos sociales no surgen como respuestas directas a un pesar o un problema. Hay muchos factores que inciden en la conformación de una movilización social. En este sentido, la disponibilidad de recursos, como “tiempo libre”, emerge como una novedad del nuevo escenario pandémico. Es posible que el tiempo para participar de reclamos colectivos y también la disponibilidad para entrar en contacto hayan sido una variable importante para explicar el crecimiento de estos movimientos, que se suma a su capacidad de generar alianzas con profesionales y científicos. Sería interesante analizar el perfil de quienes los integran ya que parecería haber una prevalencia de integrantes de clase media que también pudieron sostener altos grados de movilización.

Sin embargo, en el caso de la educación –que, además de cumplir su función pedagógica también cumple una función social muy importante– su paralización implicó una disrupción muy fuerte de las dinámicas cotidianas de la gente, perturbando directamente al mundo del trabajo. Es, en dicho sentido, que la reivindicación por el retorno a la presencialidad funciona como un marco madre o maestro por ser lo suficientemente elástico, flexible, e inclusivo para permitir adhesión de un gran número de personas y, posiblemente, otros movimientos (Benford, 2013). Es interesante analizar posibles fracturas al interior de estos colectivos en la medida en que emergen diferentes posturas y posicionamientos en relación a los Gobiernos y el alcance de sus medidas. En 2022 en Argentina, ante el aumento sostenido de casos de COVID-19, en uno de los grupos de Whatsapp de Padres Organizados se observaron algunas disputas internas y miembros que abandonaron el grupo por no estar de acuerdo con las consignas. En Uruguay, en el contexto de una campaña impulsada por el movimiento sindical para promover un referéndum para derogar varios artículos de la Ley de Urgente Consideración, el colectivo de Familias Organizadas por la Escuela Pública decidió acompañar la iniciativa, resquebrajando el marco apartidario prevalente hasta el momento, generando una tensión al interior del movimiento. En este sentido, ambos contextos experimentaron un resquebrajamiento de esos marcos maestros en la medida que sectores de los colectivos adoptaron posturas más confrontacionales con los Gobiernos de turno.

REFLEXIONES FINALES

En este trabajo, hemos analizado cómo las transformaciones en los regímenes políticos y las reglas del juego democrático derivadas de la pandemia impulsaron formas novedosas de movilización social, redefiniendo tanto las demandas como los repertorios de protesta y las relaciones entre movimientos, autoridades y la opinión pública. Estas transformaciones cuestionaron los límites previamente establecidos para la acción colectiva, generando tensiones y oportunidades únicas.

La comparación entre Argentina y Uruguay muestra cómo las respuestas gubernamentales a la pandemia configuraron estructuras de oportunidad política divergentes. En Argentina, las restricciones estrictas limitaron las movilizaciones físicas pero incentivaron repertorios innovadores, como las acciones digitales y los usos creativos del espacio. Por el contrario, la política de “libertad responsable” en Uruguay permitió una continuidad parcial de las protestas presenciales, aunque dentro de un marco regulado que redujo la conflictividad masiva inicial. Estas diferencias sugieren que la regulación del espacio público y las narrativas gubernamentales influyeron directamente en las tácticas de movilización, las percepciones del riesgo y la legitimidad de las demandas. El confinamiento también catalizó nuevas dinámicas organizativas, desdibujando fronteras tradicionales de pertenencia y facilitando la creación de grupos emergentes, como los movimientos de familias por la educación. Las experiencias compartidas de aislamiento transformaron las prácticas habituales, otorgando nuevos significados a las ocupaciones del espacio público y otras tácticas clásicas de movilización. En Uruguay, las protestas bajo “libertad responsable” mantuvieron una continuidad discursiva con movilizaciones previas, mientras que en Argentina, la “olla a presión” del confinamiento llevó a una explosión de conflictividad en el segundo año, acompañada de repertorios adaptativos y nuevas demandas.

Desde una perspectiva conceptual, este análisis reafirma como las teorías de los movimientos sociales deben adaptarse para capturar los cambios en los repertorios de acción y los significados de la protesta en contextos de crisis. La creciente centralidad del activismo digital ya sea como herramienta de apoyo o como espacio autónomo de movilización, amplió las posibilidades de participación, pero también reveló limitaciones en términos de compromiso sostenido. El trabajo da cuenta de la importancia de poner el foco en aspectos clásicos de las teorías de los movimientos sociales: quién y por qué se protesta, cómo se protesta y cuáles son los efectos de esa protesta. Si bien estas transformaciones parecen haber diversificado las formas de protesta, queda por determinar si tuvieron un impacto duradero en las prácticas organizativas y en las dinámicas de movilización futuras, aunque este trabajo sugiere que los efectos fueron perdurables.

En conclusión, la crisis sanitaria no solo reconfiguró la acción colectiva en Argentina y Uruguay, sino que también desafió los marcos analíticos tradicionales, invitando a una reflexión crítica sobre cómo el contexto, las tecnologías y las estrategias adaptativas influyen en la evolución del activismo contemporáneo. Las miradas comparativas, que combinen enfoques globales con análisis más focalizados y que valoricen la interdependencia entre espacios de movilización virtual y presencial, pueden dar cuenta de transformaciones en curso.

  • Evaluado por el sistema double-anonymized peer review.

AGRADECIMIENTOS

Las autoras agradecen los comentarios recibidos en el Congreso de Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) realizado en 2023 y en el V Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales realizado en el 2022, así como a los editores del blog Razones y Personas (https://www.razonesypersonas.com/) donde se expusieron ideas iniciales que se desarrollan en este artículo.

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Editado por

  • Editores invitados:
    Lizandra Serafim, Leonardo Barros Soares e Matheus Mazzilli Pereira

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    25 Ago 2025
  • Fecha del número
    2025

Histórico

  • Recibido
    31 Ago 2024
  • Acepto
    06 Feb 2025
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