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Biologicismo (racismo) y clasismo. Los/as actuales “negros/as” en Córdoba, Argentina

Biologicism (racism) and classism. The current “blacks” in Córdoba, Argentina

Resumen

Este artículo, que tiene por insumo discursos recogidos en diferentes experiencias etnográficas, incorpora fuentes históricas, información periodística actual y dialoga con otras producciones intelectuales, intenta proporcionar una perspectiva sobre una variedad de biologicismo (racismo) en Córdoba, Argentina. A partir del análisis de la expresión “negro/a”, determinando sus referencias y acoplamientos, se plantean las siguientes hipótesis: esta modalidad de biologicismo en gran medida constituye una exterioridad con que se manifiesta el clasismo “descendente”, y en ello radica su vigencia.

Palabras clave:
referencia; estigma; esencialización; inferioridad

Abstract

This article, which has as input speeches collected in different ethnographic experiences, includes, historical sources, current journalist information, and talks with others intellectual productions, try to provide a perspective on a variety of biologicismo (racism) in Córdoba, Argentina. From the analysis of the expression “black”, determining its references and links, the following hypotheses are raised: this modality of biologicism largely constitutes an exteriority with which “descending” classism is manifested, and in this lies its validity.

Keywords:
reference; stigma; essentialization; inferiority

A modo de introducción1 1 Agradezco a los evaluadores anónimos por su aporte a través de las observaciones formuladas.

El artículo, desprendimiento de una pesquisa mayor en desarrollo en villas y barrios pauperizados de la ciudad de Córdoba, Argentina,2 2 De manera resumida, las villas -originalmente denominadas villas miseria, villas de emergencia-, son los espacios donde residen los escalones más deprimidos de la clase trabajadora -equivalente a las favelas de Brasil. Si bien es posible reconocer cierta variedad en cuanto a la edificación y las condiciones de vida, por lo general las viviendas son precarias al tiempo que el lugar carece o sufre la insuficiencia de los servicios básicos. Asimismo, sus habitantes no son propietarios de las tierras y el trazado es irregular. se enfoca en determinar qué característica asume cierta modalidad de biologicismo (fenómeno corrientemente denominado racismo) y el porqué de su presencia. Para ello se vale del estudio de la expresión “negro/a” en la mencionada ciudad. El recorrido comienza estableciendo las dos referencias del término, luego se evalúa una tercera alusión, y a continuación se examina la articulación entre las dos primeras. En esta primera etapa se expone la especificidad del caso, basada tanto en el matiz del contenido de las referencias como en la relación entre ambas, elementos a su vez que cuentan con densidad histórica. Posteriormente se avanza en una dimensión más teórica en la que, por un lado, se intenta mostrar cierta imprecisión que presenta el término racismo fundamentalmente para este caso, por lo que se explora su posible reemplazo por el de biologicismo. Y por el otro, se introduce las nociones de estigma y clasismo -entendido como prácticas que proclaman la superioridad de una/s clase/s y la inferioridad de otra/s. Finalmente se brinda una explicación de corte estructural en el marco de una sociedad basada en la explotación de unas clases sociales por otras, sosteniendo las hipótesis (encadenadas) que esta modalidad de biologicismo en Córdoba, Argentina, constituye mayormente la exterioridad con que se manifiesta el clasismo “descendente”, y en ello radica su vigencia.

La labor etnográfica en algunos casos involucró diálogos tanto individuales como grupales, consensuados y grabados con habitantes de los espacios señalados; aunque el “universo” de los entrevistados excede largamente a las “voces” que aparecen el texto, se optó por transcribir las expresiones que concentran representatividad y significancia. Mientras que en otros, se consignaron discursos circunstanciales -que no incluyeron entrevistas-, a partir de la observación de situaciones de interacción entre, por un lado, moradores de los sitios indicados, y por el otro, trabajadores proveniente de otras áreas y con los cuales se compartió el traslado a estos lugares. Con relación a esto último, se trata de los relatos de dos personas,3 3 En varias oportunidades se compartió el traslado a estos lugares con trabajadores de E.P.E.C. (Empresa Provincial de Energía de Córdoba), en razón de que fue un empleado de cierta categoría de la empresa -con el que se guarda una relación de amistad-, quien facilitó el contacto con referentes de los espacios en cuestión, dado que su labor implicaba presencia en el “territorio”, en virtud de que consistía en la instalación de pequeños transformadores domiciliarios con una “tarifa social” para familias de escasos recursos, evitando los riesgos de electrocución producto de las conexiones ilegales y precarias. pero que en virtud de la importancia de los dichos, en uno de los casos se derivó en una entrevista individual, consensuada y grabada. Cabe indicar que algunas expresiones presentan una literalidad contundente tornando innecesario cualquier agregado, mientras que otras posibilitan el desarrollo analítico, en función de un ejercicio de reflexividad (Guber, 2011GUBER, R. La etnografía: método, campo y reflexividad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2011.).

Asimismo, el aporte de fuentes documentales -históricas y actuales (periodísticas)- más allá de robustecer lo registrado etnográficamente, consolidan la propuesta teórica del artículo. Se rescatan también estudios de varios autores, con quienes en muchos casos se coincide en lo general, pero no tanto en lo particular volviéndose imprescindible entonces ciertas precisiones.

“Negro/a”: dos referencias, dos degradaciones

En la ciudad de Córdoba, Argentina, la expresión “negro/a” empleada sobre las personas, presenta dos referencias cualitativamente diferentes, aunque de hecho pasibles de ser amalgamadas entre sí. Las inherentes a las dimensiones: corporal y de clase social -también reconocidas por Blázquez (2008)BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008. y Carrizo (2018)CARRIZO, M. África en Córdoba: esclavitud, resistencia y mestizaje. Córdoba: Cooperativa de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, 2018. que a su vez emplea la fórmula: negridad no diaspórica para la segunda de las alusiones.4 4 Para la ciudad de Buenos Aires fueron enunciadas por Frigerio (2009), Geler (2016) y Adamovsky (2013, p. 92) quien describe como “una identidad ‘negra’ sin sentido diaspórico”, a la segunda de las alusiones.

En la primera se indica de modo genérico a quienes poseen -centralmente- cutis más o menos oscuro; aquellos/as que presentan en sus pieles mayor cantidad de melanina, estableciéndose así una explícita distinción con la tez clara -la que constituye una norma-ideal (Zeballos, 2016ZEBALLOS, J. De las “razas” al biologicismo. La norma-ideal biologicista en Argentina. Norus: novos rumos sociológicos, Pelotas, v. 4, n. 5, p. 129-157, jan./jul. 2016.).

A pesar de que el término inicialmente apuntaba de modo único a la población de origen africano que durante el período colonial constituyó la mano de obra esclavizada -la actual expresión de uso corriente en la ciudad de Córdoba: “trabajar como negro” da cuenta de ello-, en el presente la referencia es genérica ya que abarca de manera indiferenciada a todas las personas, más allá de sus disímiles orígenes e incluso sin que esto importe o importe demasiado, cuyo común denominador es la tez en mayor o menor medida amarronada. El término adquiere una aplicación elástica, dado que también engloba a descendientes de los primeros pobladores de América, por lo que no solo argentinos, sino también peruanos y bolivianos, por ejemplo, son incluidos. Sobre esto último, fue recurrente que trabajadores/as empobrecidos/as de origen boliviano explicitaran que una de las formas que adquiere el sistemático denuesto padecido por parte de vecinos/as argentinos/as, pertenecientes a la misma clase social es: “bolivianos negros” (L., conversación con el grupo familiar grabada en su casa, 11 de agosto 2018), lo que de algún modo pudo ser corroborado al presenciar una discusión callejera producto de un incidente menor: en aquella oportunidad, una mujer argentina airadamente se refería a otra también argentina como: “negra boliviana”, en función de sus rasgos anatómicos (2 de junio de 2018) -aunque en este caso la supuesta nacionalidad califica la “condición” de “negra”, al mismo tiempo pone de manifiesto que la condición atribuida puede comprender a la mencionada nacionalidad.5 5 Asimismo, argentinos/as que poseen rasgos de los primeros pobladores de América no sólo son pasibles de ser enunciados como “negros/as”, sino que eventualmente, esto es, dependiendo de las circunstancias, también pueden ser “[…] bolivianizados […]” (Zeballos, 2020, p. 4350). Pero también descendientes de italianos, españoles y hasta de árabes, quedan comprendidos como “negros/as” -coincidiendo con Ratier (1971RATIER, H. El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971., p. 44): “el color moreno de la piel puede llegarle directamente de Andalucía o de la baja Italia, cuando no de recientes antepasados sirios o, simplemente de su prolongada exposición al sol.”

Esta referenciación realiza simultáneamente dos operaciones: generaliza y sintetiza; engloba y concentra, lo construido como diferente y opuesto a las pieles rosadas.

Se debe tener presente que más allá de las recientes llegadas de haitianos/as, dominicanos/as, senegaleses/as y nigerianos/as que se suman a la comunidad caboverdiana, producto de la masiva inmigración europea de finales del siglo XIX y principios del XX, Argentina en general y Córdoba en particular se destaca por el marcado proceso de mestizaje de los/as afro-descendientes con el resto de la población; mestizaje que incluso se produjo desde el período colonial (Turkovic, 1981TURKOVIC, R. Race relations in the Córdoba Province (1800-1853). 1981. Tesis (Doctorado en Historia) - Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1981.), (Carrizo, 2018CARRIZO, M. África en Córdoba: esclavitud, resistencia y mestizaje. Córdoba: Cooperativa de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, 2018.), lo que generaba y aún genera una “[…] incertidumbre fenotípica […]” (Guzmán, 2013GUZMÁN, F. Performatividad social de las (sub)categorías coloniales. Mulatos, pardos, mestizos y criollos en tiempos de cambios, guerra y política, en el interior de la Argentina. In: GUZMÁN, F.; GELER, L. (ed.). Cartografías afrolatinoamericas: perspectivas situadas para análisis transfronterizos. Buenos Aires: Biblos, 2013. p. 57-83., p. 57) -a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, algunos países caribeños e inclusive en alguna medida en Brasil, por casos. Las categorías afro-mestizos y afro-indígenas (Carrizo, 2018CARRIZO, M. África en Córdoba: esclavitud, resistencia y mestizaje. Córdoba: Cooperativa de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, 2018.) dan cuenta del fenómeno.

Un registro histórico resulta un excelente antecedente. En los censos, municipal (Capital) y provincial de niños de 1887 y 1889 en Córdoba, los infantes fueron distribuidos de un modo binario a partir de las categorías: “blancos” y “de color”. Los últimos alcanzaban en la ciudad el 32%, mientras que en la provincia ascendían al 36% (Carrizo, 2018CARRIZO, M. África en Córdoba: esclavitud, resistencia y mestizaje. Córdoba: Cooperativa de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, 2018.). Pero más allá de los porcentajes, resulta de gran importancia observar que ya a finales del siglo XIX la clasificación “de color” aludía a las pieles más oscuras de un modo genérico, no específico.

Al margen de la histórica invisibilización y negación del pasado africano en Argentina en general, actualmente en la ciudad de Córdoba se desarrolla más que la “[…] (des)racialización de los afro-descendientes […]” (Blázquez, 2008BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008., p. 13),6 6 Algo parecido fue propuesto para la ciudad de Buenos Aires por Frigerio (2009). una “racialización extensiva/extendida” -posiblemente la apreciación de Blázquez se deba a que considere la referencia somática en un sentido estricto: a través de la noción de razas, la cual consiste en la construcción de una serie de características corporales prototípicas -y/o estereotípicas-, una especie de, siguiendo a Haider (2020HAIDER, A. Identidades mal entendidas: raza y clase en el retorno del supremacismo blanco. Madrid: Traficantes de Sueños, 2020., p. 85): “entidad fija”. Para el caso cordobés la referencia corporal de “negro/a” no depende de un conjunto de marcadores como postula la noción de razas, sino que se sedimenta básicamente en uno: la pigmentación epidérmica amarronada, siendo el diacrítico por excelencia, y subsidiariamente en otro: los cabellos negros y/o castaño oscuros. Coincidiendo así con lo precisado por Segato (2007SEGATO, R. La nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de la identidad. Buenos Aires: Prometeo, 2007., p. 133): “color es signo, y su único valor sociológico radica en su capacidad de significar”.

Es decir, y dando cuenta inclusive del mencionado mestizaje, se produce una ampliación, por difuminación, de lo que se considera cutáneamente “negro/a”. Quienes portan cutis con tonalidades más oscuras, a lo cual se le agregan cabellos del mismo tono, sin precisar su genealogía “caen” bajo esta denominación -en este punto hay convergencia con lo que acontece en Estados Unidos: alguien que exprese corporalmente origen africano en ambos espacios es considerado/a “negro/a”, sin embargo, fuera de ello existe una gran divergencia: en Córdoba (y en Argentina) quien presente piel rosada, aunque posea ascendientes africanos es considerado “blanco/a”, mientras que en el país del norte, el diagnóstico se invierte pasando a ser considerado/a “negro/a”, ya que es la “regla de la gota de sangre” (one-drop rule) la que juzga, estipulando que toda persona que tenga algún antecesor, para este caso, “negro”, aunque fuese en generaciones lejanas y sin importar que su cromatismo cutáneo pueda ser claro, es considerada “negra”.

Esta concepción extendida, y en algún sentido hasta laxa, de “negro/a”, de alguna manera ayuda a evidenciar tanto el artificio teórico de la categorización racial propiamente dicha como -y especialmente- la consecuente subjetividad de la percepción:

[…] debemos recordar que estamos condicionados para observar precisamente esos rasgos y que nuestra habilidad para distinguir a los individuos en contraste con los tipos es un artificio de nuestra educación. No tenemos ninguna dificultad en distinguir a individuos de nuestro propio grupo, pero todos “ellos” se parecen. (Lewontin; Rose; Kamin, 2009LEWONTIN, R.; ROSE, S.; KAMIN, L. No está en los genes: racimos, genética e ideología. Barcelona: Crítica, 2009., p. 168).

Si se dejase de pensar en términos de los conjuntos raciales, y se lo hiciese en función de la variabilidad individual se reconocerá que no existen cortes abruptos, delimitaciones fundamentales, ya que como indicara Langaney en (Jacquard, 1987JACQUARD, A. Elogio de la diferencia: la genética y los hombres. Barcelona: Ediciones Granica, 1987., p. 93): “se puede pasar sin discontinuidad de los hombres más claros (los europeos del Norte) a los más oscuros (los sara del Chad), eligiendo a los intermedios únicamente en otras dos poblaciones (los africanos del Norte y los bosquimanos).” La instauración de la idea de razas, significó que la variedad exterior humana pasó a estar compartimentada y taxonomizada. Se establecieron parcelas en función de determinadas características anatómicas que, se suponía, poseía cada grupo o mejor dicho, la totalidad de los individuos comprendidos en dichos conjuntos. Sin embargo, por un lado, al interior de cada “raza” también se dan variaciones individuales (Lewontin; Rose; Kamin, 2009LEWONTIN, R.; ROSE, S.; KAMIN, L. No está en los genes: racimos, genética e ideología. Barcelona: Crítica, 2009.) -más aún, como manifestaran Mazettelle y Sabarots en (Lischetti, 1977LISCHETTI, M. Antropología. Buenos Aires: Eudeba, 1977., p. 350): “los individuos considerados típicos son muy escasos”-, haciéndose en algunos casos dificultosa la justificación de su inclusión, y por el otro, grupos que no se correspondían estrictamente con las características indicadas para una supuesta raza, según los casos, eran, no obstante y aún más arbitrariamente, incluidos, o erigidos en nuevas razas (Lewontin; Rose; Kamin, 2009LEWONTIN, R.; ROSE, S.; KAMIN, L. No está en los genes: racimos, genética e ideología. Barcelona: Crítica, 2009.). En consecuencia y por ejemplo, que determinadas personas sean consideradas “negras”, queda librado a los pareceres del observador e inclusive ocasionalmente a circunstancias ajenas a lo físico.

Pero esta acepción de “negro/a” no es aséptica, ni vacua. Durante el trabajo de campo, se registraron discursos como los siguientes: “[…] los papás hacemos el esfuerzo para que nuestros negritos (hijos) estén mejor […]” (E., conversación grupal grabada en la casa de M., 23 de abril de 2019); “[…] el negro es lindo, muchas veces uno lo dice de cariño: ¡negrito! […]” (C., conversación grupal grabada en la casa de M., 23 de abril de 2019); “[…] por ahí se dice acá negro y está todo bien […]” (R., conversación individual grabada en su casa, 16 de agosto de 2019). La expresión en referencia a este cromatismo goza de una connotación positiva cuando se la emplea dentro del ámbito de los afectos en las relaciones familiares y de amistad -también indicado por Blázquez (2008)BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008. para Córdoba y Grimson (2017)GRIMSON, A. Raza y clase en los orígenes del peronismo: Argentina, 1945. Desacatos, Ciudad de México, n. 55, p. 110-127, sept. 2017. a nivel nacional. Siendo como revelara Ratier (1971RATIER, H. El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971., p. 78): “un apelativo cariñoso que no hiere”. Por lo que goza de gran circulación.

Aunque fuera de este uso, la referencia posee un sentido negativo. Al significante denigratorio7 7 La etimología del término denigrar refiere ennegrecer. que envolvía la piel oscura africana durante el período colonial (Grüner, 2010GRÜNER, E. La oscuridad y las luces: capitalismo, cultura y revolución. Buenos Aires: Edhasa, 2010.), y que precisamente fue instaurado para justificar la explotación de la fuerza de trabajo esclavizada,8 8 Como indicara Romay (2014, p. 208): “las representaciones sociales del negro han variado muy poco en la mayoría de los países de nuestro continente, lo que sugiere la vigencia de cierta exclusión simbólica de los más oscuros.” se le sumó el ideario de la elite dirigente y dominante que se encargó de la construcción del Estado Nacional hacia las últimas décadas del siglo XIX, ya que en una muestra elocuente de conciencia de clase mediante la afirmación del propio cuerpo (Foucault, 2002FOUCAULT, M. Historia de la sexualidad I: la voluntad del saber. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2002.) -o más bien de un alto grado de conciencia-, proyectaba una nación “blanca”, es decir europea (Zeballos, 2020ZEBALLOS, J. Bolivianos/as en Córdoba, Argentina: una inferiorización producto de tres registros. Revista Izquierdas, Santiago de Chile, n. 49, p. 4341-4361, jun. 2020.), como su genealogía, en la que las porciones afro-descendientes y americanas, las portadoras de las pieles cuyos tintes eran más oscuros, quedaban reducidas a un mero pasado extinto. Es decir, el ideario “blanco” estuvo necesariamente acompañado por la subestimación hacia los demás grupos poblacionales. En esta línea, conviene marcar que a principios del siglo XX, un miembro de los sectores hegemónicos de la provincia de Córdoba se expresaba contundentemente:

[…] el color denuncia cierta notoria correspondencia con el estado social en que viven los grupos […] el color es el sello persistente de influencias físicas primordiales sobre el organismo y es, en el presente, el común denominador de muy diversos factores psicológicos y colectivos, que en los mismo grupos se advierten […] todo el mundo sabe hasta que punto la raza negra se ha mantenido política, artística y religiosamente rebajada. (Orgaz, 1915ORGAZ, R. La raza como factor social. Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, año 2, n. 3, p. 377-389, mayo 1915., p. 387).

Esta alusión es un apriorismo corporal presentado como nocivo y en subordinación a la “blanquitud” europea, que en ocasiones hasta es asociado a la fealdad o a lo considerado feo en función de determinados cánones estéticos. Un albañil de origen boliviano con rasgos de los primeros pobladores de América indicó: “[…] nos dicen que somos negros y feos […]” (S., conversación con el grupo familiar grabada en su casa, 24 de septiembre 2018). Ser considerado somáticamente “negro/a” continúa siendo una ubicación, en mayor o menor medida, peyorativa (Frigerio, 2009FRIGERIO, A. Luis D’Elía y los negros: identificaciones raciales y de clase en sectores populares. Claroscuro: revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, Rosario, año 8, n. 8, p. 13-43, 2009.).

Una manifestación resulta concluyente y reveladora. Durante uno de los desplazamientos junto a personal técnico de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) a una de las villas, quien conducía el vehículo, en alusión a un inspector municipal cuya presencia le impediría hacer una maniobra de tránsito prohibida destinada a ganar tiempo, dijo: “[…] [en el semáforo] ¡…siempre está el negro culiado! […]” (L., expresión registrada el 8 de agosto de 2019). Dado que el referenciado ostentaba tegumento oscuro, la frase insultante, más allá de la carga sexual que potencia el denuesto, tiene por eje la pigmentación acentuada. Este cromatismo cutáneo devino en un agravio y se lo evoca e invoca cuando se desea insultar y/o denostar a su poseedor. Sin embargo, la experiencia etnográfica permite algo más. Quien profirió la frase posee una coloración de piel similar a la del aludido. El color en tanto factor de humillación era simultáneamente reconocido en, y empleado sobre, un “otro”, pero invisibilizado y negado sobre sí mismo. El desfasaje entre la percepción del “otro” y la autopercepción, precisamente se debe a la decisión consciente o inconsciente de escapar de modo individual del menosprecio, pero sin cuestionarlo en términos sociales; en la explicitación de la tonalidad del “otro” realizaba un implícito auto-blanqueamiento.

En síntesis, esta alusión de “negro/a” implica cierto grado de degradación simbólica. Sugiere en líneas generales y en mayor o menor medida, una valoración negativa e inferiorizante con relación a la epidermis clara.

La segunda referencia de “negro” es la de clase social -aunque aludiendo a la ciudad de Buenos Aires, en alguna medida también fue enunciada por Frigerio (2009FRIGERIO, A. Luis D’Elía y los negros: identificaciones raciales y de clase en sectores populares. Claroscuro: revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, Rosario, año 8, n. 8, p. 13-43, 2009., p. 20): “asignada a buena parte de la población de escasos recursos, no involucra una dimensión racial sino meramente socioeconómica.” En la ciudad de Córdoba residentes de villas y barrios pauperizados lo reconocen: “[…] los del barrio de adelante nos dicen los negros de la villa […]” (F., conversación individual grabada en su casa, 7 de septiembre de 2018); “[…] y otras veces otros nos dicen ¡negro de mierda! […]” (E., conversación grupal grabada en la casa de M., 23 de abril de 2019); “[…] pero por ahí se dice negro de mierda […] se lo dicen a la gente pobre, hay gente buena y gente mala, […] te están discriminando […]” (R., conversación individual grabada en su casa, 16 de agosto de 2019). El agregado “de mierda” actúa subrayando, acentuando la condición despectiva, abyecta que envuelve la adjetivación previa -“[…] incorpora la alusión a un rechazo físico y a una deshumanización […]” (Belvedere et al., 2007BELVEDERE, C. et al. Racismo y discurso: una semblanza de la situación argentina. In: VAN DIJK, T. (org.). Racismo y discurso en América Latina. Barcelona: Gedisa Editorial, 2007. p. 35-88., p. 59). En función de esta referenciación, los trabajadores desclasados inmersos en la dinámica de lumpenproletarización también son enunciados de esta manera. En oportunidad del aludido traslado a una villa, uno de los operarios comentó a sus compañeros una experiencia en otra villa: “[…] estábamos en una villa, venían dos negros y nosotros seguimos trabajando, cuando nos descuidamos nos estaban asaltando con armas […]” (D., expresión registrada el 8 de agosto de 2019). Esta denominación de los asaltantes es coincidente con la realizada por otro trabajador empobrecido, residente de un barrio en el que los robos abundan. Genérica y estereotipadamente, el ladrón “es” y lo imagina “[…] un negro muerto de hambre, con zapatillas de marca […]”, respectivamente. (S., conversación grupal grabada en la casa de M., el 7 de octubre de 2019). Hace unos años un funcionario municipal de la Ciudad de Córdoba ofuscado por los robos sufridos, publicó en su cuenta de Facebook el siguiente texto: “El próximo negro de mierda que se acerque lo cago a balazos. Si usas gorra, corte cubana, capri, zapatillas caras, mantenete lejos del auto Fiat Uno FTD148. Al final Macri tiene razón.”9 9 Luego se arrepintió públicamente y el INADI tomó participación en el caso (Se arrepintió…, 2014).

Un relato resulta significativo. Lograda cierta familiaridad con el chofer mencionado, y en virtud de que se notara que empleaba el término con una intención diferente a la cromática en algunos de los diálogos con sus compañeros, se le consultó qué consideraba que era ser “negro/a”, a lo que respondió:

[Se usa] sobre los villeros […] te pueden decir negro a vos porque vas a un baile de cuarterto10 10 El cuarteto es un género musical alegre y para bailar característico de la provincia de Córdoba, identificado con las clases trabajadores y/o sectores populares/subalternos. por más que seas rubio de ojos celestes […] lo de negro pasa por su cultura […] pero no soy racista, yo no me refiero a los negros de piel […] [me refiero] a una persona de intelecto menor, [es] discriminación directamente, algo inferior, negro es algo inferior […] todo lo que minimizás es negro […] es una discriminación hacia tus pensamientos, hacia tus gustos […] Está mal lo que voy a decir: pero a estos negros le dan todo, no quieren pagar nada, la que sostiene al país es la clase media. (L., conversación individual grabada en el vehículo de traslado el 8 de agosto de 2019).

La respuesta expone una concatenación de ideas. En primer lugar, señala el componente de clase social en un sentido restringido o específico. Luego lo desmarca de la esfera física. Asimismo, vincula las condiciones materiales de existencia tanto con la dimensión cultural como con la capacidad intelectual. Entremedio, esta persona no se considera racista, a pesar de que en otro momento había desenvuelto una conducta que desmiente esta afirmación. Y finalmente, explicita un pensamiento político sobre las capas trabajadoras más empobrecidas, que lo reconoce moralmente repudiable. A ello se debe agregar el componente de clase de quien esgrimió los conceptos: un trabajador con una relación contractual precarizada, ya que sólo lo une con la empresa empleadora un contrato renovable mensualmente, y por lo tanto fácilmente revocable.

Volviendo a la transcripta especificación de Frigerio, para la ciudad de Córdoba aunque pertinente resulta incompleta. Dado que también son contemplados por la expresión partes de la clase obrera con ingresos medios y altos -o relativamente altos-, pero abocados a labores más bien de corte físico y por lo general con exigua y/o media instrucción formal.11 11 Se alude al segmento educativo que comprende desde el primario finalizado hasta el secundario terminado, incluyendo la no conclusión del último. Los asalariados fabriles, los operarios de E.P.E.C., e incluso empleados estatales municipales y provinciales, al igual que los trabajadores del transporte público de colectivos. En el año 2013 un hecho acaecido en la ciudad de Córdoba cobró notoriedad. Un chofer de la línea por entonces denominada A 5, manifestó haber sido agredido verbalmente por una pasajera: “Yo no hablo con negros”, le habría espetado la pasajera. El motivo del insulto, de acuerdo a los dichos del conductor, habría sido un desperfecto técnico de la máquina que emite el boleto. El asalariado en una entrevista periodística, agregó: “te dicen negro, nos putean, y siempre queda ahí” (Chofer…, 2013CHOFER del A5 se cansó que le digan “negro” e irá al Inadi. La Voz del Interior, Córdoba, 26 enero 2013. Disponible en: Disponible en: http://www.diaadia.com.ar/cordoba/chofer-se-canso-que-le-digan-negro-bondi-e-ira-al-inadi . Acceso: 7 nov. 2020.
http://www.diaadia.com.ar/cordoba/chofer...
). Incluye asimismo a trabajadores independientes y pequeños empleadores, aunque con los comunes denominadores en torno a las características de las tareas que desempeñan y al nivel de formación, aunque con cierta variedad cuantitativa en los ingresos -por ejemplo, peones y dueños de taxis y remises, incluso pequeños comerciantes. Este conjunto puede ser englobado como sector/es popular/es. En síntesis, es la clase trabajadora en general, dedicada a labores físicas con estudios bajos y/o medios, el núcleo duro de enunciación.

Pero aunque substancialmente la referenciación es de clase social, en lo formal pivotea sobre una especie de tándem corpóreo-cultural, en el que el primero de los componentes brinda una relación alegórica, mientras que el segundo aporta las supuestas razones registrables; se trata de un bloque que actúa simultáneamente tanto en el plano del imaginario como en el de las conductas “observables”. Simbólicamente se emplean/recuerdan las antiguas pero aún vigentes valoraciones atribuidas a la mano de obra esclavizada procedente de África, asignándoselas a las mencionadas porciones sociales; coincidiendo con Blázquez (2008BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008., p. 14): “las propiedades de los negros de las colonias fueron trasladadas a los sectores subalternos de las sociedades imperiales y también de los Estados Nacionales que se estaban configurando […]”.12 12 Con la misma referencia en algunas provincias tanto del norte como del sur del país, el término “negro” es intercambiado por, o usado en simultáneo con, el de “indio”. Mientras que en el plano de lo presentado como tangible, los comportamientos calificados como despreciables son erigidos en “argumentos”.

Ahora bien, la apelación a la esfera cultural ejecuta un doble movimiento. Permite, por un lado, eludir la enunciación manifiesta de clase; la expresa de una manera encubierta, no totalmente explícita. Y por el otro, a pesar del término utilizado (“negro/a”), desmarcarse de la referencia anatómica propiamente dicha. De allí, pues, que frecuentemente se apela, también en Córdoba, a la fórmula -“aclaratoria”- “negro/a de alma” (Blázquez, 2008BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008.), (Zeballos, 2018ZEBALLOS, J. Discriminación, degradación y biologicismo: el tratamiento dado a los últimos peldaños de la clase trabajadora en Córdoba, Argentina. Norus: novos rumos sociológicos, Pelotas, v. 6, n. 9, p. 259-291, jan./jul. 2018.). En este caso, la pretendida “negritud” se aloja en una supuesta entidad incorpórea en lo profundo del ser y se manifiesta en los comportamientos -una expresión alternativa es “negro/a cabeza”, especie de enroque de “cabecita negra”, cuyo uso pareciera circunscribirse a la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, no verificándose en la ciudad de Córdoba. “Negro/a de alma” implica que la “negritud” ya no se localiza en la dimensión externa del cuerpo, sino que es interior o está interiorizada, pero a pesar de ello puede ser reconocida mediante los actos. Aunque tampoco son las conductas por sí mismas el “punto cero” de la supuesta “negritud”, sino más bien la clase o el sector social que las realiza. Por caso, el género musical cuarteto es una expresión artística considerada de “negros/as”, ya que está marcadamente identificado en términos generales con las clases trabajadoras, los sectores subalternos y populares. Siguiendo lo que indicara el chofer entrevistado, mediante de un razonamiento circular, este ritmo “ennegrece” a quienes lo escuchan y/o bailan. No es la calidad musical y/o poética lo que genera “negritud”, sino la identificación de clase y/o sector social de esta manifestación cultural.

El tándem corpóreo-cultural procede como vicario de la clase social. Se trata entonces de una práctica de clase mediante una retórica física, aunque de apelación a lo cultural. Quienes lo emplean, al no tener por intención el señalamiento de la esfera somática -de la que también dieron cuenta tanto Blázquez (2008)BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008. para la ciudad de Córdoba como Frigerio (2009)FRIGERIO, A. Luis D’Elía y los negros: identificaciones raciales y de clase en sectores populares. Claroscuro: revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, Rosario, año 8, n. 8, p. 13-43, 2009. para Buenos Aires- antes que desarrollar conscientemente una actitud negacionista -lo que tampoco clausura la posibilidad de la internalización de un pensamiento biologicista (racista) que en ocasiones tal vez no terminan de percibir-, más bien resaltan lo que consideran substancial, pero que no deja de ser formal: la dimensión cultural, como estrategia que permite solapar el comportamiento de clase.

Sin embargo, no sólo las clases explotadoras y los sectores hegemónicos emplean este término. Como se puso de manifiesto en las transcripciones, miembros de la clase obrera y los sectores populares, los considerados “negros/as”, también lo utilizan sobre los peldaños más deprimidos de la clase trabajadora -Blázquez (2011)BLÁZQUEZ, G. Hacer belleza género, raza y clase en la noche de la ciudad de Córdoba. Astrolabio, Córdoba, n. 6, p. 127-157, 2011. aunque con otros agregados también daba cuenta de ello en los bailes de cuarteto. Inclusive dentro de esta última porción social se esgrime tal expresión. En algunos casos para referir de los que se quieren separar éticamente (por ejemplo y como se indicara, del lumpenproletariado), ya que materialmente forman parte del mismo escalón, mientras que en otros, y al igual que las clases y sectores mejor posicionados, para desacreditar la mejora social de algunos miembros de la clase obrera. Durante un diálogo con una trabajadora jubilada profundamente empobrecida, refiriéndose a las clases trabajadoras con mayores ingresos, dijo: “[…] hay negros que tienen plata […]” (S., conversación individual grabada en la casa de M., el 18 de noviembre de 2019). La oración connota que, a pesar de una posición económica positiva o relativamente positiva, se puede “ser negro/a”, se mantiene la “condición de negro/a”. La “negritud” viaja en el interior de la persona acompañando el ascenso social -también para estos casos se emplea la fórmula “negro/a de alma”. No obstante, la frase de transcripta implica, simultáneamente, cierta anomalía ya que el agregado explicativo: “tienen plata” actúa indicando una excepción. La generalidad, la “regla” es que los/as “negros/as” no la tengan. Al igual que el trabajador que reconocía en, y utilizaba sobre, otro asalariado la “negritud” corporal que silenciaba para sí mismo, esta jubilada no se consideraba “negra” en función de su condición de clase -lo propio fue planteado para muchos de los que asisten a los bailes de cuarteto en Córdoba (Blázquez, 2011BLÁZQUEZ, G. Hacer belleza género, raza y clase en la noche de la ciudad de Córdoba. Astrolabio, Córdoba, n. 6, p. 127-157, 2011.).

Como resulta sencillo reconocer esta apelación no es impoluta, ni anodina, sino que posee una intención degradante; es una alusión de clase cuya dirección es descendente y de profunda subestimación. Durante la labor de campo no se registró algo así como una autoidentificación positiva en torno a “negro/a”. Más aún, nadie quiso ser considerado “negro/a”; los/as “negros/as” siempre eran otros/as y de los que se debía guardar algún tipo de distancia. Aunque es posible que ello ocurra como lo señalara, por ejemplo, Blázquez (2011)BLÁZQUEZ, G. Hacer belleza género, raza y clase en la noche de la ciudad de Córdoba. Astrolabio, Córdoba, n. 6, p. 127-157, 2011. para los seguidores del cantante de cuarteto Carlos “la mona” Jiménez en la ciudad de Córdoba, entre quienes la categoría negro/a adquiría una función identitaria -algo que también planteara para la Argentina en general Adamovsky (2012)ADAMOVSKY, E. El color de la nación argentina. Conflictos y negociaciones por la definición de un ethos nacional, de la crisis al Bicentenario. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, [s. l.], n. 49, p. 343-364, 2012.. Sin embargo, se trataría de una autoidentificación en negativo dado que se mueve conceptualmente en los mismos términos que la enunciación y no pretende revertir el agravio que conlleva, sin horizonte de proyección y marginal, ya que no solo no desborda los límites de la propia clase y/o sector que la esgrimiría, sino que incluso lejos está de ser hegemónica al interior de esta porción social.

Esta alusión lejos está de ser novedosa. En Córdoba a finales del Siglo XIX se utilizaba un término emparentado para indicar a las clases trabajadoras/sectores subalternos/populares. Eizaguirre (1898EIZAGUIRRE, J. Córdoba: primera serie de cartas sobre la vida y costumbres del interior. Córdoba: Bruno y Cía., 1898., p. 95) transcribe un relato registrado durante una reunión de la elite: “no importa que sean blancos, rubios y de perfiles correctos como manifestación de raza, nosotros les llamamos ‘mulatos’ porque el padre o la madre, la abuela o el tío fueron gente del servicio en otra hora.” Mediante el recuerdo de la genealogía esclavizada, cual mácula que se extiende a sus descendientes y en función de deslegitimar un presente no servil, las supuestas características de aquella fuerza de trabajo eran trasladadas los sectores subalternos. La importancia de estos dichos no sólo radica en probar la existencia histórica de la segunda referencia de “negro/a”, sino en que también permite reconocer la adhesión de ambas alusiones, al indicar en parte el substrato étnico que componía a aquella.

¿Una tercera referenciación?

Algunos autores -Ratier (1971)RATIER, H. El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971., Guber (1999)GUBER, R. El cabecita negra o las categorías de la investigación etnográfica en Argentina. Revista de Investigaciones Folklóricas, Buenos Aires, v. 14, p. 108-120, dic. 1999., Grimson (2017)GRIMSON, A. Raza y clase en los orígenes del peronismo: Argentina, 1945. Desacatos, Ciudad de México, n. 55, p. 110-127, sept. 2017.- con una perspectiva de alcance nacional, propusieron una tercera referencia: la cual posee un carácter político y alude a la identidad peronista; la enunciación también peyorativa, partía tanto de las elites como también de la pequeña burguesía, marcando así una férrea y visceral oposición política. Si bien esta alusión que nació con el peronismo pero como reacción a éste, en alguna medida llega hasta la actualidad, su especificidad es discutible en función -cuanto menos- de dos argumentos: uno más bien histórico y otro actual. En primer término, quien encarnaba la referencia de “negro/a peronista”, era prototípica y palmariamente la clase trabajadora, en general, y quienes se emplean en las labores de orden físico, en particular -proletarios propiamente dicho, asalariados de labores de servicio, peones rurales, etc. Sin embargo, quienes formaban parte de otras clases -por ejemplo la pequeña burguesía- y adscribían al peronismo no estaban incluidos en esta apelación. Hasta los dirigentes peronistas que no provenían de la clase trabajadora quedaban exceptuados de la rotulación. En esta línea, se debe tener presente que en momentos previos al peronismo, la elite nacional empleaba la expresión, como indicara Cantón en (Grimson, 2017GRIMSON, A. Raza y clase en los orígenes del peronismo: Argentina, 1945. Desacatos, Ciudad de México, n. 55, p. 110-127, sept. 2017., p. 118): “negros radicales” para señalar despectivamente a los seguidores de Irigoyen, quienes a su vez pertenecían a los sectores subalternos/populares. Es decir, se trataba más que de una referencia estrictamente política, de una enunciación encubierta y substancialmente de clase aunque politizada -no todos/as los/as peronistas eran o podían ser considerados/as “negros/as”.

Y, en segundo lugar, aunque actualmente reflotada de forma esporádica, por un lado, por quienes poseen un lineamiento antiperonista cada vez que necesitan explicitar su oposición tanto de clase social como a -por caso- determinadas políticas sociales y económicas, y por el otro, de modo marginal por dirigentes identificados con el peronismo que representan las posiciones más bajas de la clase trabajadora -como, por ejemplo, Luis D´Elía y Milagro Sala- (Adamovsky, 2012ADAMOVSKY, E. El color de la nación argentina. Conflictos y negociaciones por la definición de un ethos nacional, de la crisis al Bicentenario. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, [s. l.], n. 49, p. 343-364, 2012.)-, la mención se ha desdibujado dado que el sujeto al que invocaba se ha dispersado políticamente. Producto de las dramáticas implicancias de las políticas económicas de los propios gobiernos peronistas de Menem (1989-1999), pero también, y más allá de cierta mejora general, de la incapacidad durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015), para modificar estructuralmente las condiciones existenciales de las porciones obreras más bajas cuyo porcentaje ronda entre un 30 y 40% de la población, en estas capas trabajadoras se ha debilitado el lazo simbólico con el ideario peronista en general, y el Partido Justicialista en particular, que obedecía a las históricas reivindicaciones sociales implementadas. A partir del trabajo etnográfico no resultó difícil reconocer que, y al igual que lo que sucede con otras porciones sociales, por una parte, existe un descontento generalizado con los sucesivos gobiernos que se plasmaba en el descrédito en la esfera política, mediante frases tales como: “[…] son todos choros […]” (J., conversación grupal grabada en la casa de M., el 22 de septiembre de 2019); “[…] son todos iguales, nosotros no les importamos nada, que vengan a vivir acá para que sepan lo que se siente. Yo quisiera que vengan a vivir a mi casa con el piso de tierra […]” (R., conversación grupal grabada en la casa de M., el 22 de septiembre de 2019). Y por la otra, sus votos oscilan y se reparten entre las opciones peronista y las de derecha -Cambiemos, luego Juntos por el Cambio. Pero esto también se replica más allá de estos sectores. Las clases trabajadoras en general y/o los sectores populares, ya fuere por cuestiones irresueltas en lo material y/o por la fortaleza de la ideología del liberalismo, tampoco ostentan necesariamente una marcada filiación peronista, lo cual se plasma tanto en la fluctuación como en la polarización de los votos en las elecciones -también contribuyeron las decisiones de ciertas conducciones sindicales de acompañar, por acción u omisión, a las gestiones altamente regresivas para la clase trabajadora como la de Macri (2015-2020). En definitiva, aunque eventualmente reavivada, la calificación/especificación política está perdiendo carnadura, ya no es (sumamente) representativa. Sin embargo, sobre los miembros de la clase trabajadora se mantiene incólume la enunciación de “negros/as”, sin importar que muchos de sus integrantes voten -por diferentes motivos- a partidos/coaliciones contra los/as cuales el peronismo compite en las elecciones. Mientras que la identificación partidaria se va desvaneciendo, el señalamiento de clase social continua.

Superposición de ambas referencias

Aludiendo a la ciudad de Córdoba Blázquez (2008BLÁZQUEZ, G. Negros de Alma. Raza y procesos de subjetivación juveniles en torno a los bailes de cuarteto (Córdoba, Argentina). Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, v. 1, n. 1, p. 7-34, jul. 2008., p. 8, énfasis del autor) afirmó: “negro devino una condición del sujeto (parcialmente) separada de la determinación genética.” Sin embargo, cabe preguntar: ¿Por qué en una alusión de clase se utiliza una noción de orden somático?, ¿ambas referencias están absolutamente separadas? En Argentina en general y en Córdoba en particular, las clases y/o los sectores sociales de algún modo presentan cierta correspondencia con las tonalidades de la epidermis. En términos esquemáticos y genéricos, las clases burguesas encumbradas y/o las elites, están conformadas en su mayoría por descendientes de europeos occidentales casi sin mestizaje con poblaciones de otros orígenes. Pero esta característica se va modificando conforme se avanza hacia las porciones obreras, dado que la mayoría de quienes portan rasgos tanto de africanos como de los primeros pobladores americanos se ubican en estas clases y/o sectores, aunque ello no significa que estas porciones sociales no estén integradas también por descendientes de europeos. Esta apreciación también fue puesta de manifiesto:

[…] la estructura social local muestra una “coloración” tan diversa que las posiciones inferiores suelen estar destinadas a la población más cobriza, resultante de varias formas de mestizaje que involucran de gran manera las herencias aborigen y africana, mientras que las superiores suelen estar ocupadas por los estratos más “blanqueados”. (Belvedere et al., 2007BELVEDERE, C. et al. Racismo y discurso: una semblanza de la situación argentina. In: VAN DIJK, T. (org.). Racismo y discurso en América Latina. Barcelona: Gedisa Editorial, 2007. p. 35-88., p. 55).

Ello se debe a que las parcialidades afro-descendientes y americanas luego del período colonial siguieron ocupando por lo general las posiciones subalternas, especialmente las parcialidades indígenas asentadas en las regiones pampeano-patagónica y del Chaco, luego de los procesos genocidas sufridos por parte del flamante Estado nacional hacia las décadas finales de siglo XIX, en procura de sus territorios y en función de la matriz productiva que adquiría el país, lo que significó no solo la desestructuración de sus organizaciones sociales sino también y fundamentalmente la expropiación de sus medios de subsistencia tradicionales.

En este sentido, el postulado: “[…] la percepción de otro fundada en estereotipos raciales ha sido, más que subsidiaria o independiente, la causante de la formación de las clases sociales en Argentina […]” (Belvedere et al., 2007BELVEDERE, C. et al. Racismo y discurso: una semblanza de la situación argentina. In: VAN DIJK, T. (org.). Racismo y discurso en América Latina. Barcelona: Gedisa Editorial, 2007. p. 35-88., p. 55), merece ciertas observaciones. En primer lugar y principalmente, los diacríticos físicos no producen -directamente- clases sociales -ni siquiera bajo los regímenes esclavistas-, son las clases/estamentos hegemónicas/os las/os que los construyen y/o emplean para “normalizar” determinada estructuración social. La población indígena sobreviviente de las masacres estatales pasó a conformar fuerza de trabajo bajo alguna modalidad salarial no por las marcaciones étnicas y/o corporales sino porque fue separada violentamente de sus medios de supervivencia; aquellos signos exteriores sólo apuntaron a legitimar la nueva situación. Asimismo, que a partir del período independentista muchos afrodescendientes, afro-mestizos, afro-indígenas no hayan podido ascender socialmente no obedeció tanto/o únicamente a los señalamientos corporales que indudablemente estaban presentes y conservaban cierto peso, como/sino a las imposibilidades de acumular el capital necesario, cambiar de oficios/ocupaciones, lograr instrucción e incluso establecer relaciones matrimoniales con descendientes de europeos. La formación de las clases sociales en un sentido estricto obedece a los procesos económico-políticos, que en muchos casos involucró el uso directo de la fuerza, mediante los cuales, indicado sucintamente, porciones de la población se hicieron propietarias de los medios de producción, y otras fueron desposeídas de ellos o simplemente lo siguieron estando -como fue el caso también de muchos trabajadores inmigrantes europeos. Son estos procesos y sus corolarios, lo que necesitan ser legitimados. En segundo término, en la sociedad criolla los sectores subalternos también estaban conformados por descendientes de europeos, con quienes en muchos casos se mezclaron las poblaciones de origen africano e indígena. Y finalmente, incluso entre los afro-mestizos y afro-indígenas se produjo cierta movilidad social ascendente, como lo reflejó para la ciudad de Córdoba y a principios del siglo XX un comentario de Bialet Massé (1904BIALET MASSÉ, J. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república: tomo I. Buenos Aires: Imprenta Adolfo Grau, 1904., p. 339): “en el último de los grandes bailes á que asistí, una niña me decía: -¿No ve mi viejo? Cuánto mulato en el club; en el teatro, en todas partes invaden” -incluso durante el período colonial dentro del sector considerado plebeyo se produjo, con límites ostensibles y para una minoría, ciertos grados de movilidad social ascendente para afro-mestizos y afro-indígenas mediante tácticas como el abandono de determinadas ocupaciones y el ingreso a las milicias y órdenes religiosas, e incluso la obtención del certificado de pureza de sangre (Guzmán, 2013GUZMÁN, F. Performatividad social de las (sub)categorías coloniales. Mulatos, pardos, mestizos y criollos en tiempos de cambios, guerra y política, en el interior de la Argentina. In: GUZMÁN, F.; GELER, L. (ed.). Cartografías afrolatinoamericas: perspectivas situadas para análisis transfronterizos. Buenos Aires: Biblos, 2013. p. 57-83., p. 61).

Con todo, a principios del siglo XX la referencia somática en el sentido extendido también se dibujada al tiempo que se superponía a la alusión de clase. Caracterizando al “obrero criollo” Bialet Massé (1904BIALET MASSÉ, J. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república: tomo I. Buenos Aires: Imprenta Adolfo Grau, 1904., p. 12) indicó: “es en su inmensa mayoría, casi podría decirse en su totalidad, moreno oscuro, de frente elevada y ojos muy vivos, negros”. Y aunque reducía el componente de linaje africano: “[…] hay muy poco de sangre negra […]” (Bialet Massé, 1904BIALET MASSÉ, J. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república: tomo I. Buenos Aires: Imprenta Adolfo Grau, 1904., p. 140), atribuyéndole más bien un origen “[…] mestizo de quichua que se cría en los faldeos de las sierras de Córdoba, Rioja, Catamarca y Tucumán […]” (Bialet Massé, 1904BIALET MASSÉ, J. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república: tomo I. Buenos Aires: Imprenta Adolfo Grau, 1904., p. 8), al mismo tiempo pero indirectamente reconocía su presencia al denunciar las condiciones laborales imperantes en la industria del calzado en Córdoba: “[…] hacer trabajar como se trabaja allí, es trabajo de negros, y ni la paciencia criolla lo aguanta […]” (Bialet Massé, 1904BIALET MASSÉ, J. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la república: tomo I. Buenos Aires: Imprenta Adolfo Grau, 1904., p. 346).

Si a través del comentario que incorporara Eizaguirre se puede observar que las dos referencias se fusionaban a finales del siglo XIX, la descripción de Bialet Massé la consolida ya que apuntala el contenido corporal de la segunda, algo que en alguna medida también incluye lo recopilado por Eizaguirre.

Así, pues, el tono más o menos oscuro de la piel fue establecido como el “biotipo” de estas fracciones de la sociedad. Generalizado y estereotipado como representación anatómica de estas clases y sectores sociales, ello se debió al sustrato étnico que lo conformó, que se traduce en algo así como una “masa crítica” en cuanto a dicho rasgo corporal. Y esto aún se verifica en el “campo”: se pudo observar que los tintes oscuros en la piel adquieren mayor frecuencia en las villas y barrios pauperizados, que en los barrios que pertenecen a las clases burguesas o a los sectores mejor posicionados materialmente.

En virtud de que las particularidades somáticas, de algún modo “le ponen cuerpo” a las clases y/o sectores sociales, en aquellas se burilaron las clases sociales. Las características exteriores han sido erigidas en marbetes físicos de las clases y por lo tanto generan algo así como expectativas de pertenencia de clase -el propio Ratier (1971)RATIER, H. El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971., reconoció haber sido víctima de esta relación mecanizada. A partir de ello, la tonalidad tiene el efecto o la capacidad de, coincidiendo con Bourdieu (1998BOURDIEU, P. La distinción: criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus, 1998., p. 566): “enclasar”. De modo que la relación entre lo corporal y la clase social termina siendo circular. Si la mayor pigmentación adquiere el carácter de representación de las clases trabajadoras y/o los sectores populares, la sola presencia de aquella tiene el efecto de situar socialmente a priori a quien la porta, al margen de su pertenencia real de clase: quien posee este cromatismo es inmediatamente considerado como perteneciente a las clases trabajadoras -e incluso eventualmente como un delincuente o potencial delincuente (Zeballos, 2020ZEBALLOS, J. Bolivianos/as en Córdoba, Argentina: una inferiorización producto de tres registros. Revista Izquierdas, Santiago de Chile, n. 49, p. 4341-4361, jun. 2020.). Así también, cuando el cutis más oscuro se presenta en quienes realizan ocupaciones -por casos- empresariales, intelectuales, profesionales, etc., se genera cierta extrañeza en el observador; extrañeza que en alguna medida también se produce cuando en las villas se detectan pieles rosadas y cabellos claros.

Es por esta vinculación que en ocasiones, cuando se produce cierta movilidad social ascendente de alguien que proviene de los espacios subalternos, convirtiéndose en un personaje público o en una celebridad, en simultáneo suele desarrollarse un “blanqueamiento” subjetivo en la percepción de quien lo observa, sin embargo, esta modificación en la apreciación también está condicionada por diferentes factores, como por ejemplo, la ocupación y la aceptación social de las conductas de la persona en cuestión. Es decir y según el caso, es asimilado o asemejado físicamente a las clases dominantes, a las cuales se acerca económicamente -con este sentido puede ser aplicada la metáfora de Fanon (1973FANON, F. Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires: Abraxas, 1973., p. 36): “se es blanco a partir de un cierto número de millones.” Al objetivo ascenso social eventualmente le acompaña/concierne una subjetiva movilidad física. Algo así refería Grimson (apudAdamovsky, 2008ADAMOVSKY, E. ¿Existe una dimensión étnica o racial desatendida en la investigación social en la Argentina? Nuevo Topo: revista de historia y pensamiento crítico, Buenos Aires, n. 5, p. 147-160, sept./oct. 2008., p. 157):

[…] en Argentina pareciera que la clase (en un sentido socio cultural) define la raza. Al mirar un fenotipo mestizo o mulato que ha arribado a las clases altas puede verse a alguien que ha descendido de los barcos, así como al ver un pobre puede verse un negro y al ver a un migrante interno puede verse un boliviano.

No obstante, cuanto menos en la ciudad de Córdoba no es la posición social per se o actuando en el vacío, la que influye en la percepción cutánea, sino que lo es, como se indicó, en función de las particularidades físicas que la conforman y/o representan, aunque sea estereotipadamente, en función de un proceso histórico determinado.

En la confluencia de referencias se puede reconocer una dúplice degradación. La que recurre al color y la que se ampara en la condición de clase social; de yuxtapuestas, ambas inferiorizaciones pasaron a estar aleadas. Una trabajadora dedicada a las labores domésticas y el cuidado de niños, y con rasgos de los primeros pobladores americanos refirió su experiencia en la que tuvo a una niña por protagonista:

[…] yo me quedaba con los chicos ahí en la casa y los papás se iban a trabajar, y bueno una de las chicas me había llamado negra, como que me hizo sentir mal ahí una criatura estar diciendo eso o se le vino, no sé, no encontraba explicación, o viene de los padres que escuchan. Cuando vinieron los padres yo les comenté, y bueno, los padres delante de mí llamaron la atención a la nena [le dijeron:] - “no se debe tratar así a la gente, que por el color…” […] Tenía seis años [la nena]. (I., conversación individual grabada en su casa el 11 de noviembre de 2019).

Aunque en la reprimenda de los padres aludieron a la piel, se debe tener presente que el denuesto fue ejercido sobre la trabajadora contratada -esto es, sobre quien guarda una estrecha relación de dependencia material.

¿Racismo o biologicismo?, estigmas y clasismo

La denominación racismo es empleada para dar cuenta, por ejemplo, de la subestimación en función de la tonalidad epidérmica. Sin embargo, la expresión presenta cierta imprecisión no tanto por sí misma como por el concepto que le dio origen. Gracias a los avances científicos producidos desde mediados del siglo XX, particularmente en materia genética, la base teórica sobre la que se erigió/e el término racismo se evaporó: la noción de razas humanas, desde hace un tiempo ha sido desacreditada definitivamente (Lewontin; Rose; Kamin, 2009LEWONTIN, R.; ROSE, S.; KAMIN, L. No está en los genes: racimos, genética e ideología. Barcelona: Crítica, 2009.), (Gould, 2007GOULD, S. La falsa medida del hombre. Barcelona: Drakontos, 2007.) -lo que no obsta que las prácticas llamadas racistas continúen.

Asimismo y por otra parte, la referencia cromática extensiva/extendida “negro/a” en un sentido estricto no se corresponde absolutamente con la noción de razas, ya que -como se indicara- por un lado, se asienta -básicamente- en un único marcador corporal y no en el conjunto de marcadores que hacen a una “raza” determinada. Y por el otro, a pesar de aludir originalmente a la “raza negra”, abarca a otros colectivos, incluso a personas de origen europeo, ya fuere por el mestizaje como por las variaciones individuales al interior de cada grupo.

En función de estos -brevísimos- señalamientos, una alternativa -provisoria- es la utilización de la nominación biologicismo. Siguiendo a Menéndez (2001MENÉNDEZ, E. Biologización y racismo en la vida cotidiana. Alteridades, México D.F., v. 11, n. 11, p. 5-39, enero/jun. 2001., p. 7): “el biologicismo supone la explicación del comportamiento humano, incluyendo sus padeceres, por estructuras biológicas innatas.”13 13 Agregaba Menéndez (2001, p. 7): “el biologicismo constituye el núcleo manifiesto en torno al cual se legitima por lo menos una parte de las concepciones y acciones racistas.” Desprendiéndose entonces que para el autor el primero de los fenómenos engloba/incluye al segundo. Se trata de una especie de relación causa/efecto falaz construidas entre las diferentes esferas humanas, en la que componentes de la dimensión biológica (cualquiera que sea el elemento invocado, desde el aspecto exterior de los cuerpos: tanto la morfología -rasgos del rostro, de la cabeza, incluyendo la tipología de cabellos, la altura, etc.-, como también y fundamentalmente la tonalidad cutánea -pero además el color de ojos y cabellos-, hasta elementos internos -la sangre, el cerebro, la fibra muscular, los genes, etc.-), fungen como origen/razón concluyente de las particularidades que adquieren las restantes dimensiones, pasando a ser éstas últimas efectos de la primera -estableciéndose una “[…] continuidad entre lo físico y lo moral […]” (Todorov, 2007TODOROV, T. Nosotros y los otros. México D.F.: Siglo XXI Editores, 2007., p. 117), que involucra un determinismo biológico, siendo “[…] una explicación reduccionista de la vida humana en la que las flechas de la causalidad van de los genes a los humanos y de los humanos a la humanidad […]” (Lewontin; Rose; Kamin, 2009LEWONTIN, R.; ROSE, S.; KAMIN, L. No está en los genes: racimos, genética e ideología. Barcelona: Crítica, 2009., p. 32). Así, pues, la subestimación construida a partir del matiz epidérmico configura una modalidad de biologicismo -la sociobiología, por caso, otra.

Con todo, y más allá del término que se utilice para mencionar al fenómeno, resulta una obviedad indicar que el relacionamiento señalado no parte de algo dado ni natural, sino de la dimensión social -(Goffman, 2006GOFFMAN, E. Estigma: la identidade deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 2006.), (Haider, 2020HAIDER, A. Identidades mal entendidas: raza y clase en el retorno del supremacismo blanco. Madrid: Traficantes de Sueños, 2020.). Aunque no es tan obvio señalar que tampoco es producto de una sociedad en su conjunto. Se trata de una construcción realizada en sociedad, pero por determinado/s grupo/s, en beneficio propio y en desmedro de otro/s de la misma sociedad, y/o de otra/s sociedad/es,14 14 Un ejemplo de ello fue enunciado por Fanon (2009, p. 193): “el negro, […] jamás ha sido tan negro como desde que ha sido dominado por el blanco.” con capacidad de naturalización y efecto de verdad (Foucault, 1996FOUCAULT, M. Genealogía del racismo. Buenos Aires: Altamira, 1996.), en el marco de específicas relaciones de producción y de poder,15 15 Algo semejante planteaba Grüner (2010, p. 24): “no hay Diferencia pura: hay que partir de la modernidad como una época de contaminación, que ha -insistamos- producido diferencias a través de un ejercicio de poder.” y de las cuales de algún modo da cuenta.16 16 “[…] las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas […]” (Marx; Engels, 1974, p. 50). El corolario es una ordenación caprichosa, aunque intencional al interior de la especie humana, que se plasma en la estructuración jerárquica: superioridad de unos e inferioridad de otros.

En Argentina en general y en Córdoba en particular, la piel con mayor pigmentación constituye en alguna medida un factor -o causa- de inferiorización; es un “[…] estigma, un atributo profundamente desacreditador […]” (Goffman, 2006GOFFMAN, E. Estigma: la identidade deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 2006., p. 13). Sin embargo, el desdoro atribuido a esta condición no adquiere por sí solo la dramática gravedad que se verifica en otros países, ya que si bien es evidente que en labores como “atención al cliente”, “relaciones públicas”, “ventas”, de muchas empresas, no son empleados quienes poseen esta característica epidérmica -situaciones a las que no se le debe restar gravedad-, no se verifican por casos, exclusión espacial ni que la movilidad social (cualquiera sea su dirección) esté condicionada -directamente- por esta particularidad corporal, tampoco sueldos diferenciales ni ocupaciones “orientadas”, representando algo así como una dominación simbólica.

No obstante, el grado de desvalorización se agudiza sensiblemente cuando el estigma biologicista confluye con el clasista, ejerciéndose una doble degradación -se debe tener presente que la subestimación por clase social se manifiesta también mediante otras retóricas que escapan al biologicismo (Zeballos, 2018ZEBALLOS, J. Discriminación, degradación y biologicismo: el tratamiento dado a los últimos peldaños de la clase trabajadora en Córdoba, Argentina. Norus: novos rumos sociológicos, Pelotas, v. 6, n. 9, p. 259-291, jan./jul. 2018.). Similar densidad en el agravio se aprecia cuando la referencia es formalmente anatómica, alusivamente cultural, pero substancialmente de clase social. Por cualquiera de las dos vías, apelar a la tonalidad de la piel “real” o “figurada” es una estratagema que evita manifestarse abiertamente en términos de clase; en ambas la “cuestión” de clase subsume a la somática. Y ello también es percibido por quienes padecen la estigmatización. Durante una entrevista a un grupo de mujeres residentes de una villa, una de ellas indicó “[…] la gente del barrio nos dice: los negros del fondo, pero más que por ser morochos, la discriminación viene por el lugar donde vivimos […]” (C., conversación grupal grabada en su casa el 15 de mayo de 2019) -en sintonía con esto pero debido también a lo extremo de las situaciones en las que viven, los tópicos preponderantes y reiterados en los relatos de los/as entrevistados/as, obedecen a las condiciones existenciales (incluyendo venta-consumo de drogas, violencia y robos), y la discriminación sufrida por ello, relegando al biologicismo a un lugar marginal o sin existencia entre sus preocupaciones.

La esencialización propia del biologicismo, es puesta al servicio de un clasismo “de arriba hacia abajo” que impone sus objetivos -acordando con Ratier (1971RATIER, H. El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1971., p. 33): “lo racial es solo un condimento para lo social”. Esta práctica -incluso históricamente- parte de las clases explotadoras, ejerciéndola sobre el/los sector/es popular/es y/o las clases trabajadoras en general, y los peldaños más deprimidos de esta en particular, expresando estructuralmente el antagonismo entre, y la ordenación de, las clases sociales.

Sin embargo, dando muestra del carácter hegemónico del espacio social del que parte, dentro de los sectores populares y/o de la/s clase/s asalariada/s la acción es imitada, y por lo general con la misma dirección descendente; aunque ello no modifica que estructuralmente esta clase social es víctima del ejercicio degradante. Los/as mejores posicionados/as materialmente, que, aunque referidos/as no se consideran “negros/as”, emplean el estigma sobre quienes ocupan los últimos peldaños, apuntando a resaltar las distancias al interior de la misma clase y/o sector/es. Asimismo, integrantes de las ubicaciones más bajas de la clase obrera, también lo utilizan. En algunos casos, sobre otros miembros de la misma posición, ensayando una cisura simbólica e/o imaginaria ya que de lo material es imposible. Mientras que en otros, sobre las porciones trabajadoras que se encuentran materialmente por encima pero que no cuentan con una alta cualificación, con la intención de deslegitimar la mejora social. Pero en todos los casos sin pronunciarse abiertamente en términos de clases.

Esta reutilización por las clases subalternas y explotadas sobre sí mismas, contradictoria con sus propios intereses -y manifestando una especie de guerra social (Engels, 1974ENGELS, F. La situación de la clase obrera en Inglaterra. Buenos Aires: Esencias, 1974.) simbólica en la clase trabajadora-, es indicativa de que las diferentes posiciones internas son elucubradas en/con los mismos términos que lo realizan las clases dominantes. Y en tal sentido, tiene el efecto de reforzar la evidente fragmentación de la clase obrera.

Consideraciones finales

Esta modalidad biologicista revela en un sentido profundo, la calidad del relacionamiento en una formación capitalista entre las diferentes clases sociales: las superiores degradan a las inferiores. Traduciéndose en el plano de las prácticas como una acción que permite manifestarse de modo clasista sin hacerlo explícitamente: es un ropaje mediante el cual se encubre tal comportamiento, cuyo efecto es legitimar las diferencias.

Las evaluaciones construidas sobre particularidades de la esfera anatómica de los seres humanos no son fines sino más bien medios. El biologicismo sólo es una especie de formalidad, una supuesta razón aunque de carácter instrumental -“[…] no es más que una herramienta, pues sólo cobra sentido mediante su vinculación con otros fines […]” (Horkheimer, 2007HORKHEIMER, M. Crítica de la razón instrumental. La Plata: Terramar, 2007., p. 45)- que se muestra como tal, al subordinarse al clasismo. Se trata de un instrumento ideológico.17 17 También Menéndez (2001) avanzó en esta línea. La ideología refiere a “[…] un conjunto con coherencia relativa de representaciones, valores, creencias […]” (Poulantzas, 1969POULANTZAS, N. Poder político y clase sociales en el Estado capitalista. México D.F.: Siglo XXI Editores, 1969., p. 263), cuyo objetivo es

[…] ocultar las contradicciones reales, reconstruir, en un plano imaginario, un discurso relativamente coherente que sirva de horizonte a lo vivido de los agentes, dando forma a sus representaciones según las relaciones reales e insertándolas en la unidad de las relaciones de una formación. (Poulantzas, 1969POULANTZAS, N. Poder político y clase sociales en el Estado capitalista. México D.F.: Siglo XXI Editores, 1969., p. 265).

En este caso, el estigma biologicista no se inmiscuye en la sociedad civil (Marx, 2008MARX, K. Crítica de la economía política. Buenos Aires: Claridad, 2008.): en las relaciones sociales de producción como en antaño -por caso, el régimen esclavista de fuerza de trabajo africana en América-, sino que constituye una manifestación ideológica de una formación social regida por la desigualdad propia de la explotación llevada a ciertos grados, pero acompañada por una igualdad político-jurídica, en la medida que explicita la ponderación degradante que se ejecuta sobre la clase explotada en general, y las parcialidades más deprimidas dentro de esta en particular, manifestando un profundo desprecio de clase aunque mediante otros términos, y que por lo tanto también desacredita las mejoras que demanda y/o logra, al tiempo que celadamente avala dicha ordenación social y sus polares diferencias, lo que no es otra cosa que el interés de las clases explotadoras;18 18 Mecanismo “[…] mediante el cual una sociedad fundamentalmente no igualitaria, basada sobre una ideología fundamentalmente igualitaria, racionalizaba sus desigualdades e intentaba justificar y defender aquellos privilegios que la democracia implícita en sus instituciones debería cambiar inevitablemente […]” (Hobsbawm, 2007, p. 276). con ecos de Clausewitz se puede afirmar que este biologicismo es un clasismo por otros medios.

Y en ello, subsidiariamente, se vislumbra un par de características intrínsecas del actual régimen social. Por un lado, quien/es ocupa/n una posición subalterna en lo material, y este “ejercicio” también aplica al interior de la clase obrera, es/son pasible/s de un tratamiento “congruente” con, o “equivalente” a, ello. Lo que denuncia que la estima social se atribuye y distribuye en función de las diferencias materiales. Y por el otro, la movilidad ascendente en términos masivos y substanciales es sistémica o estructuralmente imposible.

Esta práctica biologicista en tanto “[…] explícito sistema ideológico […]” (Arendt, 2006ARENDT, H. Sobre la violencia. Madrid: Alianza Editorial, 2006., p. 103), se erige en una especie de disciplinamiento de clase -más aún cuando es reproducido sobre sí misma por la clase sobre la cual se lo ejerce, lo que se verifica incluso literalmente “en la palabra y por la palabra”19 19 Indicó Althusser en (Spivak, 1998, p. 178): “La reproducción de la fuerza de trabajo requiere no sólo de una reproducción de sus habilidades, sino también, al mismo tiempo, de una reproducción de su sumisión a la ideología dominante para los obreros, así como de una reproducción de la habilidad para manipular la ideología dominante de forma correcta hacia los agentes de la explotación y de la represión, de modo tal que también la provean para afirmar la dominación de la clase dominante en la palabra y por la palabra.” -, una forma de subjetividad objetivada en los relacionamientos, aunque no-institucionalizada, de control de clase, encauzando discursiva y simbólicamente la conflictividad social (de origen de clase) inherente al régimen productivo, hacia una esencializada relación maniquea de superioridad-inferioridad -transfigurando “[…] en superioridad ontológica fantástica la vulgaridad de la jerarquía de puestos en el consumo […]” (Debord, 1995DEBORD, G. La sociedad del espectáculo. Santiago de Chile: Ediciones Naufragio, 1995., p. 35). Como intuyera Goffman (2006GOFFMAN, E. Estigma: la identidade deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 2006., p. 15): “construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como, por ejemplo, la de clase social.” Más que de un peligro biológico (Foucault, 1996FOUCAULT, M. Genealogía del racismo. Buenos Aires: Altamira, 1996.), es la intencional biologización -real o formal- de las diferencias de clase social.

Es decir, esta acción biologicista carece de autonomía. Guarda una dependencia umbilical para con el clasismo, actuando oficiosamente para este. Y es precisamente en su eficacia instrumental para las clases hegemónicas, cuyo uso por los/as trabajadores/as es la mejor demostración, donde radica su vigencia. Si no se correspondiera de alguna manera con la actual formación social, travistiendo -y por lo tanto dando cuenta al mismo tiempo de- sus contradicciones, no sería otra cosa que un espectro en desuso. Para este caso, la aseveración: “[…] la moderna racionalidad de clases se desliza hacia una racionalidad premoderna y perenne de castas y estatus relativos que se expresan en la marca étnica o racial […]” (Segato, 2007SEGATO, R. La nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de la identidad. Buenos Aires: Prometeo, 2007., p. 143) debe ser observada en algunas cuestiones. En primer lugar, el deslizamiento solamente es un recurso. En segundo término, es la propia “racionalidad de clases” la que permanentemente necesita y utiliza mecanismos que refuercen la naturalización el actual entramado social. Y por último, lo hace empleando herramientas que se expresan en términos formalmente diferentes a lo que se pretende consolidar.

Pero esta imbricación funcional no lo equipara al capitalismo, ni lo constituye necesariamente en inevitable. Por un lado, la relación entre el biologicismo y el capitalismo no es recíproca ya que el último puede desprenderse del primero sin que la propiedad privada de los medios de producción, la relación capital-trabajo, las articulaciones entre las clases sociales, sufran consecuencia alguna -la tesis de Malcolm X, en (Haider, 2020HAIDER, A. Identidades mal entendidas: raza y clase en el retorno del supremacismo blanco. Madrid: Traficantes de Sueños, 2020., p. 47): “no se puede tener capitalismo sin racismo”, es cuanto menos discutible-, mientras que si el biologicismo no diera “respuestas” al actual orden, como se indicó, ya habría desaparecido. Y por el otro, el biologicismo no es más que una de los instrumentos posibles, por lo que eventualmente puede ser reemplazado por otras técnicas o elementos que cumplan el/los mismo/s objetivo/s de un modo más eficiente -el “fundamentalismo cultural” (Stolcke, 1995STOLCKE, V. Talking culture: new boundaries, new rethorics of exclusion in Europe. Current Anthropology, Chicago, v. 36, n. 1, p. 1-24, 1995., p. 4), por ejemplo.

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  • 1
    Agradezco a los evaluadores anónimos por su aporte a través de las observaciones formuladas.
  • 2
    De manera resumida, las villas -originalmente denominadas villas miseria, villas de emergencia-, son los espacios donde residen los escalones más deprimidos de la clase trabajadora -equivalente a las favelas de Brasil. Si bien es posible reconocer cierta variedad en cuanto a la edificación y las condiciones de vida, por lo general las viviendas son precarias al tiempo que el lugar carece o sufre la insuficiencia de los servicios básicos. Asimismo, sus habitantes no son propietarios de las tierras y el trazado es irregular.
  • 3
    En varias oportunidades se compartió el traslado a estos lugares con trabajadores de E.P.E.C. (Empresa Provincial de Energía de Córdoba), en razón de que fue un empleado de cierta categoría de la empresa -con el que se guarda una relación de amistad-, quien facilitó el contacto con referentes de los espacios en cuestión, dado que su labor implicaba presencia en el “territorio”, en virtud de que consistía en la instalación de pequeños transformadores domiciliarios con una “tarifa social” para familias de escasos recursos, evitando los riesgos de electrocución producto de las conexiones ilegales y precarias.
  • 4
    Para la ciudad de Buenos Aires fueron enunciadas por Frigerio (2009)FRIGERIO, A. Luis D’Elía y los negros: identificaciones raciales y de clase en sectores populares. Claroscuro: revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, Rosario, año 8, n. 8, p. 13-43, 2009., Geler (2016)GELER, L. Categorías raciales en Buenos Aires. Negritud, blanquitud, afrodescendencia y mestizaje en la blanca ciudad capital. Runa, Buenos Aires, v. 37, n. 1, p. 71-87, jul. 2016. y Adamovsky (2013ADAMOVSKY, E. La dimensión étnico-racial de las identidades de clase en la Argentina. El caso de Cipriano Reyes y una hipótesis sobre la “negritud” no diaspórica. In: GUZMAN, F.; GELER, L. (ed.). Cartografías afrolatinoamericas: perspectivas situadas para análisis transfronterizos. Buenos Aires: Biblos, 2013. p. 87-112., p. 92) quien describe como “una identidad ‘negra’ sin sentido diaspórico”, a la segunda de las alusiones.
  • 5
    Asimismo, argentinos/as que poseen rasgos de los primeros pobladores de América no sólo son pasibles de ser enunciados como “negros/as”, sino que eventualmente, esto es, dependiendo de las circunstancias, también pueden ser “[…] bolivianizados […]” (Zeballos, 2020ZEBALLOS, J. Bolivianos/as en Córdoba, Argentina: una inferiorización producto de tres registros. Revista Izquierdas, Santiago de Chile, n. 49, p. 4341-4361, jun. 2020., p. 4350).
  • 6
    Algo parecido fue propuesto para la ciudad de Buenos Aires por Frigerio (2009)FRIGERIO, A. Luis D’Elía y los negros: identificaciones raciales y de clase en sectores populares. Claroscuro: revista del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, Rosario, año 8, n. 8, p. 13-43, 2009..
  • 7
    La etimología del término denigrar refiere ennegrecer.
  • 8
    Como indicara Romay (2014ROMAY, Z. Elogio de la altea o las paradojas de la racionalidad. La Habana: Fondo Editorial Casa de las Américas, 2014., p. 208): “las representaciones sociales del negro han variado muy poco en la mayoría de los países de nuestro continente, lo que sugiere la vigencia de cierta exclusión simbólica de los más oscuros.”
  • 9
    Luego se arrepintió públicamente y el INADI tomó participación en el caso (Se arrepintió…, 2014SE ARREPINTIÓ el funcionario municipal que reivindicó justicia por mano propia. La Voz del Interior, Córdoba, 7 jul. 2014. Disponible en: Disponible en: http://www.lavoz.com.ar/politica/con-expresiones-racistas-funcionario-municipal-reivindico-justicia-por-mano-propia . Acceso: 1 dic. 2019.
    http://www.lavoz.com.ar/politica/con-exp...
    ).
  • 10
    El cuarteto es un género musical alegre y para bailar característico de la provincia de Córdoba, identificado con las clases trabajadores y/o sectores populares/subalternos.
  • 11
    Se alude al segmento educativo que comprende desde el primario finalizado hasta el secundario terminado, incluyendo la no conclusión del último.
  • 12
    Con la misma referencia en algunas provincias tanto del norte como del sur del país, el término “negro” es intercambiado por, o usado en simultáneo con, el de “indio”.
  • 13
    Agregaba Menéndez (2001MENÉNDEZ, E. Biologización y racismo en la vida cotidiana. Alteridades, México D.F., v. 11, n. 11, p. 5-39, enero/jun. 2001., p. 7): “el biologicismo constituye el núcleo manifiesto en torno al cual se legitima por lo menos una parte de las concepciones y acciones racistas.” Desprendiéndose entonces que para el autor el primero de los fenómenos engloba/incluye al segundo.
  • 14
    Un ejemplo de ello fue enunciado por Fanon (2009FANON, F. Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009., p. 193): “el negro, […] jamás ha sido tan negro como desde que ha sido dominado por el blanco.”
  • 15
    Algo semejante planteaba Grüner (2010GRÜNER, E. La oscuridad y las luces: capitalismo, cultura y revolución. Buenos Aires: Edhasa, 2010., p. 24): “no hay Diferencia pura: hay que partir de la modernidad como una época de contaminación, que ha -insistamos- producido diferencias a través de un ejercicio de poder.”
  • 16
    “[…] las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas […]” (Marx; Engels, 1974MARX, K.; ENGELS, F. La ideología alemana. Barcelona: Ediciones Grijalbo, 1974., p. 50).
  • 17
    También Menéndez (2001)MENÉNDEZ, E. Biologización y racismo en la vida cotidiana. Alteridades, México D.F., v. 11, n. 11, p. 5-39, enero/jun. 2001. avanzó en esta línea.
  • 18
    Mecanismo “[…] mediante el cual una sociedad fundamentalmente no igualitaria, basada sobre una ideología fundamentalmente igualitaria, racionalizaba sus desigualdades e intentaba justificar y defender aquellos privilegios que la democracia implícita en sus instituciones debería cambiar inevitablemente […]” (Hobsbawm, 2007HOBSBAWM, E. La era del capital. Buenos Aires: Crítica, 2007., p. 276).
  • 19
    Indicó Althusser en (Spivak, 1998SPIVAK, G. ¿Puede hablar el sujeto subalterno? Orbis Tertius, La Plata, v. 3, n. 6, p. 175-235, 1998., p. 178): “La reproducción de la fuerza de trabajo requiere no sólo de una reproducción de sus habilidades, sino también, al mismo tiempo, de una reproducción de su sumisión a la ideología dominante para los obreros, así como de una reproducción de la habilidad para manipular la ideología dominante de forma correcta hacia los agentes de la explotación y de la represión, de modo tal que también la provean para afirmar la dominación de la clase dominante en la palabra y por la palabra.”

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    13 Jun 2022
  • Fecha del número
    May-Aug 2022

Histórico

  • Recibido
    08 Abr 2021
  • Acepto
    14 Feb 2022
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