Resumen
Esta investigación trata el desempeño deportivo de los países desde las Relaciones Internacionales. Considerando que en la mayoría de estudios del deporte se minimizan o ignoran los imperativos sistémicos y el poder como un elemento integral que dirige la acción estatal, el objetivo del presente artículo es el de estudiar la relación entre la geoestructura de poder internacional y el medallero olímpico. Para ello, metodológicamente se realiza un análisis correlacional entre el Índice de Poder Mundial (IPM) y el medallero de los Juegos Olímpicos de Verano e Invierno desde la edición de Atlanta 1996 hasta Beijing 2022. Los resultados muestran que hay una alta correlación positiva en las diferentes Olimpiadas evaluadas, sosteniéndose desde las Relaciones Internacionales, que la geoestructura internacional delimita y determina el diseño de la diplomacia deportiva estatal en cuanto al desempeño deportivo: priorización del deporte en la agenda gubernamental, el diseño de los planes de medallas y recursos destinados al deporte de élite.
Palabras clave
Relaciones Internacionales; Diplomacia deportiva; Geoestructura internacional; Índice de Poder Mundial; Juegos Olímpicos
Resumo
Esta pesquisa trata do desempenho esportivo dos países a partir das Relações Internacionais. Considerando que na maioria dos estudos sobre esporte são minimizados ou ignorados os imperativos sistêmicos e o poder como um elemento integral que orienta a ação estatal, o objetivo deste artigo é estudar a relação entre a geoestrutura de poder internacional e o quadro de medalhas olímpico. Para isso, metodologicamente, é realizada uma análise correlacional entre o Índice de Poder Mundial (IPM) e o quadro de medalhas dos Jogos Olímpicos de Verão e de Inverno, desde a edição de Atlanta 1996 até Pequim 2022. Os resultados mostram que há uma alta correlação positiva nas diferentes Olimpíadas avaliadas, sustentando, desde as Relações Internacionais, que a geoestrutura internacional delimita e determina o desenho da diplomacia esportiva estatal no que diz respeito ao desempenho esportivo: priorização do esporte na agenda governamental, o planejamento de medalhas e os recursos destinados ao esporte de elite.
Palavras-chave
Relações Internacionais; Diplomacia esportiva; Geoestrutura internacional; Índice de Poder Mundial; Jogos Olímpicos
Abstract
This research examines the sports performance of countries from International Relations. Considering that most sports studies overlook systemic imperatives and power as comprehensive element that guide the state action, the aim of this article is to explore the relationship between the international power geostructure and the Olympic medal table. Methodologically, a correlational analysis is conducted between the World Power Index (WPI) and the medal table of the Summer and Winter Olympic Games, from the edition of Atlanta 1996 to Beijing 2022. The findings show a strong and positive correlation across the different Olympiads evaluated. From International Relations this means that the international geostructure defines and determines the design of state sports diplomacy in terms of sports performance: prioritization of sport on the government agenda, medal plans, and resources allocated to elite sport.
Keywords
International Relations; Sports diplomacy; International geostructure; World Power Index; Olympic Games
1 INTRODUCCIÓN
En el siglo XXI, la literatura deportiva que utiliza las Relaciones Internacionales como marco interpretativo para comprender la proyección estatal a través del deporte ha ido creciendo (Beacom, 2012; Houlihan; Zheng, 2015; Reiche, 2016; Murray, 2018; D’Agati, 2018; Jedlicka; Harris; Reiche, 2020; Pulleiro Méndez, 2020), especialmente la que adopta el concepto de poder blando de Joseph Nye para explicar la motivación estatal tras la organización de megaeventos deportivos (Brannagan; Giulianotti, 2015; Grix; Brannagan; Houlihan, 2015; Grix; Brannagan, 2016; Grix; Brannagan; Lee, 2019). Sin embargo, para comprender mejor el lugar del deporte en el sistema político internacional y viceversa, todavía necesitamos, como explica Jedlicka, “una conceptualización más amplia del deporte internacional en sí, un compromiso significativo con las perspectivas teóricas existentes en las Relaciones Internacionales, así como esfuerzos para promover nuevas afirmaciones generalizables y comprobables” (Jedlicka, 2018, p. 288).
Ciertamente, la teoría de las Relaciones Internacionales puede ofrecer una explicación adecuada de la variabilidad del comportamiento estatal en el deporte considerando que el deporte es uno de los medios para realizar la política exterior de los estados (Murray, 2018; Berg; Kessler; Hunt, 2012; D’Agati, 2018) y que, en particular, ganar medallas y títulos constituye un elemento clave del interés nacional en la competiciones deportivas (Pulleiro Méndez, 2021). Por lo tanto, la diplomacia deportiva estatal puede entenderse como la realización del interés nacional a través de actores y/o eventos deportivos, ya sea mediante la atracción –poder blando– o de la coerción –poder duro– (Pulleiro Méndez; Morales Ruvalcaba, 2023).
Más allá de esta definición, desde las Relaciones Internacionales todavía nos encontramos limitaciones en el estudio de la diplomacia deportiva. La mayoría pasan por alto el efecto de los imperativos sistémicos, como la configuración de la geoestructura internacional, en la formulación de la políticas deportivas y, por extensión, también en relación al rendimiento deportivo de los países en competiciones internacionales. En otras palabras, es necesario considerar también en el deporte cómo la geoestructura internacional constriñe la acción estatal en función del poder nacional de cada país (Waltz, 1979; 1997; Rocha Valencia; Morales Ruvalcaba, 2024), promoviendo o limitando el desarrollo del deporte de élite.
En consecuencia, el propósito de este artículo es contribuir con un enfoque estructural de Relaciones Internacionales a la comprensión sistemática del comportamiento estatal en el deporte. Para ser más precisos, las preguntas de investigación son: ¿Cuál es la relación entre la posición de un país en la geoestructura internacional y su desempeño en el medallero de las competiciones deportivas internacionales? ¿De qué manera la diplomacia deportiva estatal interviene en la relación entre la geoestructura internacional y el desempeño de los países en las competiciones deportivas?
Sostenemos en este sentido que la geoestructura internacional (variable independiente) conformada por el poder nacional de los países (variable condicional) y mediada por la diplomacia deportiva estatal (variable interviniente), determina el medallero de las competiciones deportivas (variable dependiente).
Para probar nuestro enfoque, el artículo aplicará primeramente un marco teórico de Relaciones Internacionales en la siguiente sección. A nivel metodológico, se opta por un análisis correlacional donde la variable dependiente se operacionaliza mediante el medallero olímpico –la competición deportiva más relevante a nivel político internacional– durante la Posguerra Fría, desde los Juegos de Verano de Atlanta 1996 hasta los de Invierno de Beijing 2022. Para identificar la posición geoestructural de los países empleamos el Índice de Poder Mundial (IPM), que calcula el poder nacional de los países de una manera integral. Cabe anotar que el IPM ya ha sido utilizado para observar la correlación entre el poder nacional y diversos apectos de los asuntos mundiales como el liderazgo de las potencias medias en las organizaciones internacionales (Paiva; Mesquita, 2022), la distribución de vacunas de COVID-19 (Abu El Kheir-Mataria et al., 2024) y el intercambio ecológico desigual (El Tinay, 2024), entre otros, por ello resulta pertinente emplear el IPM para estudiar el rendimiento deportivo de los países en los Juegos Olímpicos. Finalmente, tras exponer los resultados de la correlación entre el IPM y el medallero olímpico, así como la cuota de puntos por áreas geopolíticas y categorización estatal; la sección de discusión abordará la importancia decisiva de la geoestructura internacional en el rendimiento deportivo. De este modo, el presente artículo contribuye a la mejor comprensión de la lógica de funcionamiento entre la geoestructura internacional, la diplomacia deportiva y el desempeño deportivo de los países a nivel internacional.
2 MARCO TEÓRICO: GEOESTRUCTURA INTERNACIONAL Y RENDIMIENTO DEPORTIVO
Las teorías estructuralistas de las Relaciones Internacionales todavía tienen un impacto limitado en los estudios deportivos. La diplomacia deportiva se entiende principalmente desde el poder blando, en términos de atracción, de general prestigio y crear una imagen favorable a nivel internacional (Murray, 2018). Sin embargo, aquí se omite el uso del poder nacional a nivel integral y la geoestructura internacional como factores decisivos que dan forma al comportamiento deportivo estatal.
Siguiendo a Waltz (1979), la literatura sobre el rendimiento deportivo todavía es reduccionista con un impacto teórico limitado, ya que los resultados internacionales se explican principalmente como estudios de caso o estudios comparativos que combinan únicamente elementos ubicados a nivel nacional o subnacional (De Bosscher et al., 2015; Jedlicka, 2018).
Otro elemento importante a considerar es lo que explica Schweller (1997, 2018) desde el realismo neoclásico: que los Estados no solo luchan por seguridad o poder, sino también por recursos posicionales como prestigio, estatus, influencia y liderazgo político. En términos deportivos, esto se encuentra directamente relacionado con la relevancia de los rankings deportivos, así como ostentar cargos estratégicos en los comités ejecutivos del Comité Olímpico Internacional (COI) o de las Federaciones Internacionales. Se busca así aumentar su influencia en la toma de decisiones del deporte internacional, como demuestra por ejemplo, la expulsión de atletas rusos y bielorrusos del Movimiento Olímpico (Pulleiro Méndez; Gutiérrez-Chico, 2024).
Así, la incidencia de la geoestructura internacional en el rendimiento deportivo estatal es un elemento clave debido a cinco factores:
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Estatalidad deportiva: La Carta Olímpica y los estatutos de las Federaciones Internacionales definen el término país como un Estado independiente reconocido por la comunidad internacional (Pulleiro Méndez, 2020). En consecuencia, incluso habiendo algunas excepciones como la Ryder Cup o el Equipo Olímpico de Refugiados donde la participación no es de tipo estatal, la norma es que los resultados deportivos son el resultado de una competencia entre delegaciones nacionales-estatales.
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Los resultados de las competiciones deportivas son juegos de suma cero: cuando una delegación nacional gana una medalla en un evento deportivo, la pierde el resto de las delegaciones nacionales.
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Prevalece el mecanismo de autoayuda: Aun cuando se puede ofrecer ayuda a otros países mediante programas de colaboración e intercambio tanto a nivel del deporte de élite como de base, los beneficios resultantes están “nacionalizados” (medallas y títulos) y no pueden transferirse a otros países. Esto se debe a la representación nacional y su simbolismo político (escudos, banderas, himnos, etc.) en las competiciones deportivas.
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Los Juegos Olímpicos son un sistema muy estructurado en términos competitivos: existe una concentración de medallas en un grupo selecto de potencias, mientras que un grupo numeroso de países apenas logra ganar alguna medalla. Además, el coste de una mejora significativa en el medallero es muy alto (competición posicional), lo que ayuda a mantener en los Juegos Olímpicos una estructura competitiva muy limitada y estable a corto y medio plazo.
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Migración deportiva: Las desigualdades socioeconómicas y deportivas alienta a los mejores deportistas de países periféricos a migrar a los países del centro o semiperiferia para mantener su competitividad. Esta movilidad no se observa al mismo nivel en la dirección opuesta, lo que significa que la dinámica de la economía-mundo capitalista refuerza la jerarquía competitiva deportiva a nivel internacional.
En definitiva, tanto en la política exterior como en el deporte, las estructuras moldean y estimulan, “alientan a los estados a hacer ciertas cosas y a abstenerse de hacer otras” (Waltz, 1997, p. 915). Precisamente, la relevancia de medallero olímpico en términos políticos está directamente vinculada a la estructura bipolar de la Guerra Fría y su sistema de alianzas (D'Agati, 2013; Pulleiro Méndez; Morales Ruvalcaba, 2023). Tras el aislamiento deportivo en el periodo de entreguerras de la Unión Soviética, el Partido Comunista mencionó explícitamente en 1949 que el nuevo objetivo en el deporte durante la Guerra Fría era buscar la “supremacía mundial en los deportes principales”, especialmente en los Juegos Olímpicos, para superar a Estados Unidos (Riordan, 1993, p. 26). Por lo tanto, la determinación del bloque del Este por el éxito deportivo y la competencia posicional en el medallero implicó que las potencias occidentales también comenzaran a considerar el éxito en el deporte de élite como un objetivo político (Green; Oakley, 2001; Hunt; 2007; Bloyce; Smith, 2010; Rojo-Labaien; Rodríguez; Rookwood, 2020).
El enfoque que proponemos no implica considerar a todos los países como autómatas que reaccionan de manera idéntica a las presiones geoestructurales: si bien la distribución internacional del poder es un factor determinante para los gobiernos nacionales (Rose, 1998; Schweller; 2004, 2006; Ripsman; Taliaferro; Lobell, 2016; Willem; Scheerder, 2017; Meibauer et al., 2021), reconocemos que quienes dirigen el diseño de las políticas cuentan con un margen de acción para definir las estrategias a adoptar y los principales objetivos a alcanzar en la política exterior e interior, y más recientemente, también a nivel deportivo (Pulleiro Méndez; Gutiérrez-Chico, 2024). En otras palabras, así como no existe una estrategia única para aumentar el poder nacional y mejorar en la geoestructura internacional, existen diferencias entre países en cuanto al diseño de la diplomacia deportiva (Reiche, 2016; Nassif; Raspaud, 2023), entre los cuales se encuentran los planes de medallas: en relación a los distintos sistemas y eventos deportivos, al deporte nacional de cada país (fútbol, béisbol, hockey hielo, cricket, etc.), a la importancia de los deportes de invierno y el deporte femenino, o a las limitaciones para convertir el rendimiento potencial (tamaño de población, presupuesto, infraestructuras, etc.) en títulos y medallas.
3 METODOLOGÍA
La posición geoestructural de los Estados está directamente ligada a sus capacidades para actuar en el sistema internacional: la distribución desigual del poder da a algunos países la capacidad de actuar eficientemente, pero al mismo tiempo impone limitaciones a otros.
Para determinar esta posición de los estados se emplea el IPM. Entre sus ventajas, destaca la recopilación de datos de más de 175 países desde 1975 hasta 2022. Además, el IPM implica una lectura integral del poder nacional (Morales Ruvalcaba, 2024) ya que incluye 18 Indicadores de Desarrollo extraídos del Banco Mundial, y organizados en 3 dimensiones de poder: el poder material reside en las capacidades económico-militares, y se compone en el IPM por el ingreso nacional bruto, superficie territorial, gasto militar, comercio, reservas totales, y el gasto en investigación y desarrollo; el poder semimaterial reside en la gestión de actividades y el trabajo de una sociedad-nacional para acumular riqueza, y es evaluado en el IPM mediante el ingreso nacional bruto per cápita, población total, gasto de consumo final de los hogares per cápita, consumo de energía eléctrica, gasto en educación y en salud; finalmente, el poder inmaterial incluye la habilidad de los estados para proyectarse internacionalmente, ganar legitimidad y atraer seguidores, configurar las preferencias de otros actores, promover la cooperación y moldear la agenda internacional y se integra en el IPM a través del gasto final del gobierno nacional, ingresos del turismo, ayuda oficial para el desarrollo, líneas telefónicas, artículos de revistas científicas y población de migrantes internacionales.
La diferente combinación de las tres dimensiones del poder permite identificar no sólo dos o tres grupos de Estados, sino nueve categorías (Anexo 1). Como parte del centro, se encuentran las Potencias Mundiales, después las Potencias Medias, y finalmente, los Estados Semicentrales. En la semiperiferia se encuentran las Potencias Regionales, y los Estados Semiperiféricos Secundarios. En la periferia destacan las Potencias Subregionales por encima de otras categorías estatales con diferentes niveles de periferización como son los Estados Periféricos Medianos, los Estados Periféricos Menores y los Estados Subperiféricos (Morales Ruvalcaba; Rocha Valencia, 2024).
Para mantener la homogeneidad de la muestra por países en relación con los datos del IPM, se descarta la Guerra Fría y se excluyen los Juegos Olímpicos de Verano de 1992 en Barcelona y de Invierno de 1994 en Lillehammer, ya que hubo un impasse entre el sistema internacional de la Guerra Fría y el de la Posguerra Fría con el surgimiento de nuevos Estados y la extinción de otros. Un desafío es cómo tratar los Juegos Olímpicos de invierno, que tienen menos deportes, países y atletas que los Juegos de verano. Considerarlos por separado favorecería a países del norte como Noruega o Canadá, pero excluirlos omitiría su mayor desempeño deportivo en esta competición. Para solucionarlo, usamos el término Olimpiada del COI para combinar los datos de las ediciones de verano e invierno en una sola categoría. Así, se consigue abarcar más deportes y mantener al mismo tiempo la representatividad de los Juegos de invierno, con entre el 17% y el 23% del total de deportes, atletas y medallas (Tabla 1).
El coeficiente de correlación de Spearman se emplea para examinar la relación entre el IPM y el desempeño de los países en los Juegos Olímpicos desde Atlanta 1996 hasta Beijing 2022 en términos de puntos: 3 por una medalla de oro, 2 por la plata y 1 por el bronce. Seleccionamos la correlación de Spearman tanto por la relevancia de la competición posicional en el medallero olímpico cuando los estados diseñan sus planes de medallas (Reiche, 2016), como por su idoneidad para datos no paramétricos y por ser menos sensible a valores atípicos fuertes, siendo aplicado en otros estudios sobre la distribución de medallas en competiciones deportivas (Truyens; De Bosscher; Heyndels, 2016; Zheng et al., 2018, 2019). Aparte de la valoración total de países (n=167) y por cada Olimpiada (entre n=163 y n=167), se ha seleccionado también a las potencias del sistema internacional (n=38). Esto se debe tanto a su relevancia estratégica en la gestión de la agenda política y deportiva global y regional, como por ofrecer metodológicamente una estabilidad constante en todo el periodo de análisis incorporando países del centro, semiperiferia y periferia.
Como complemento, y para visualizar mejor la estructura del desempeño olímpico, analizamos la cuota de puntos por áreas geopolíticas y categorización estatal. Así, el Índice Herfindahl-Hirschman (HHI) nos mostrará la concentración del reparto de puntos, mientras que la desviación típica (DT) y el coeficiente de variación (CV) nos ayudarán a entender la homogeneidad o heterogeneidad del desempeño estatal para cada categoría.
4 RESULTADOS
Como podemos ver en la Tabla 2, la correlación entre el IPM y el desempeño olímpico por puntos (significativa al 0,01) durante la Posguerra Fría es alta (ρ=0,771), lo que significa que cuanto más alto se sitúa un país en el IPM, mejor será su clasificación en el medallero en términos de puntos. Esta correlación alcanza valores muy altos para las potencias del sistema (ρ=0,832).
Correlación de Spearman del ranking del IPM y de los puntos en las Olimpiadas (XXVI-XXXII: 1996-2022)
Para cada Olimpiada, las correlaciones presentan valores altos pero ligeramente inferiores en relación con todo el período de la Posguerra Fría. Las muestras totales de países mantienen valores elevados (ρ ≥0,665, ≤0,733) mientras que las potencias del sistema se mueven entre correlaciones altas o muy altas (ρ ≥0,699, ≤0,818). Si bien leve e irregular, la tendencia que se observa es la de una mayor correlación a medida que nos adentramos en el siglo XXI.
Al observar la nube de puntos (Figura 1) se puede entender la menor correlación de la muestra del total de países ya que hay 52 que no obtuvieron ninguna medalla. Más allá de 20 Estados Subperiféricos, 23 Estados Periféricos Menores y 6 Estados Periféricos Medianos, destacamos entre la semiperiferia y centro la particularidad de Luxemburgo (IPM: 46º) y Omán (IPM: 56º). Por otro lado, algunos Estados Periféricos Menores rompen con la lógica geoestructural del IPM, destacando los casos de Kenia (IPM: 93º; Puntos: 27º), Jamaica (IPM: 97º; Puntos: 28º), Etiopia (IPM: 109º; Puntos: 37º), Georgia (IPM: 107º; Puntos: 42º), Uzbekistán (IPM: 92º; Puntos: 44º), Armenia (IPM: 115º; Puntos: 57º), Bahamas (IPM: 98º; Puntos: 58º) y Mongolia (IPM: 123º; Puntos: 60º)
Para el caso de las potencias, destacar la notable mejora en el ranking olímpico de China (IPM: 8º; Puntos: 2º), Rusia (IPM: 15º; Puntos: 3º), Ucrania (IPM: 34º; Puntos: 17º) y Kazajistán (IPM: 35º; Puntos: 21º); así como el bajo rendimiento de Arabia Saudí (IPM: 21º; Puntos: 37º) e Israel (IPM: 23º; Puntos: 35º).
Más allá del coeficiente de correlación de Spearman, la concentración de puntos por áreas geopolíticas y la categorización estatal refuerza la existencia de una jerarquía geopolítica en el desempeño olímpico basada en la estructura internacional (Tabla 3), siendo un mercado altamente concentrado por áreas geopolíticas con un puntaje del HHI de 0,47. Según la categorización estatal, la puntuación del HHI es 0,22, lo que significa una concentración moderada.
Distribución de puntos por áreas geopolíticas y categorización estatal (XXVI y XXXII Olimpiada: 1996-2022): valores totales, promedios, DT y CV
Así, las 28 potencias dominantes del sistema –Mundiales, Medias y Regionales– abarcan el 75% del total de puntos, lo que tiene un efecto directo en la concentración del resto de categorías, moviéndose en un porcentaje entre el 6,50% y el 0,07%. En este sentido, si bien los Estados Periféricos Medianos y los Estados Periféricos Menores obtienen más puntos que los Estados Semiperiféricos Secundarios y las Potencias Subregionales, esto se explica por el mayor número de países que pertenecen a las dos primeras categorías. Por lo tanto, si miramos el promedio, se mantiene la lógica estructural del sistema internacional, estando los Estados Semiperiféricos Secundarios y las Potencias Subregionales por encima de los Estados Periféricos Medianos y los Estados Periféricos Menores.
La Figura 2 nos muestra la estabilidad del orden olímpico según la categorización estatal a lo largo de la Posguerra Fría, distinguiéndose claramente cuatro niveles diferentes. El primero está ocupado exclusivamente por las Potencias Mundiales con una cuota de mercado de puntos entre el 34% y el 39%. El segundo nivel corresponde a la lucha entre las Potencias Medias y Potencias Regionales, abarcando una cuota de mercado de puntos entre el 16% y el 21%. El tercer nivel comprende el margen del 2-7% de los puntos que ocupan los Estados Semicentrales, los Estados Semiperiféricos Secundarios, las Potencias Subregionales, los Estados Periféricos Medianos y los Estados Periféricos Menores. Finalmente, en la parte inferior, los Estados Subperiféricos no alcanzan ni el 1% de los puntos.
Sin embargo, los valores de la DT y del CV de la Tabla 4 nos dicen que estas distribuciones están lejos de ser internamente homogéneas. En las Potencias Mundiales, Estados Unidos (IPM: 0,950) está a la cabeza con 1.926 puntos mientras que Canadá (IPM: 0,803) e Italia (IPM: 0,800) están al final con 557 y 563 puntos, respectivamente; lo que explicaría cómo las Potencias Mundiales tienen un DT alto (503.32) pero el menor CV (58,46%) en comparación con las demás categorías estatales.
En la semiperiferia (DT: 330.05; CV: 228,03%), destacamos como entre las Potencias Regionales, China (IPM: 0,782) y Rusia (IPM: 0,738) tienen 1.274 y 1.267 puntos respectivamente, seguidas muy de lejos por Polonia (IPM: 0,675) y Brasil (IPM: 0,727) con apenas 210 y 199 puntos. Una situación similar ocurre en la periferia (DT: 100.28; CV: 246,91%). Cuba (IPM: 0,514) tiene 294 puntos, más que el resto de los Estados Periféricos Medianos en conjunto con la excepción de Bielorrusia (IPM: 0,497, puntos: 180). Mientras tanto, Kenia (IPM: 0,417, puntos: 147), Jamaica (IPM: 0,406, puntos: 130) y Etiopía (IPM: 0,377, puntos: 90) también tienen más puntos en conjunto que el resto de los estados periféricos menores juntos.
5 DISCUSIÓN
Los altos coeficientes de correlación indican que la geoestructura internacional es un imperativo sistémico para el rendimiento deportivo. Se constituye como un incentivo de primer orden para aquellos países ubicados en la zona alta del IPM, lo cual implica que sea asimismo una barrera para los países en la zona baja del IPM. Así, los países son conscientes tanto del poder simbólico-político del medallero como de su posición geoestructural, por lo que “las capacidades estatales delimitan y determinan no solo los recursos disponibles y dedicados al deporte, sino también el diseño de los planes de medalla a corto, medio y largo plazo” (Pulleiro Méndez; Morales Ruvalcaba, 2023, p. 2128).
De todas formas, sin llegar las correlaciones a valores iguales o superiores a 0,900, no podemos hablar de una relación de causalidad, es decir, de una transmisión directa y automática de recursos de poder hacia el medallero olímpico. Por eso es necesario considerar la propia configuración de la diplomacia deportiva estatal como variable interviniente, mediadora del rendimiento deportivo. En otras palabras, hay casos específicos en los que la diplomacia deportiva estatal llega a romper las condiciones impuestas por la geoestructura internacional teniendo en cuenta que el medallero olímpico no incluye la totalidad de deportes existentes.
5.1 DE LA GEOESTRUCTURA INTERNACIONAL AL MEDALLERO OLÍMPICO
El poder nacional constituye la base para que los países desarrollen su competitividad deportiva, limitando el número de medallas, así como el tamaño de las delegaciones nacionales que participan y el tipo de evento que un país puede aspirar a albergar (Müller, 2015; Pulleiro Méndez; Morales Ruvalcaba, 2023). Así, las élites político-deportivas nacionales son conscientes de sus capacidades nacionales, delimitando no sólo la financiación y las inversiones relacionadas con el deporte, sino también el alcance de sus políticas deportivas y sus objetivos a corto, medio y largo plazo con el medallero. Derivado de la financiación y otros recursos disponibles,
los gobiernos tienen un impacto en la capacidad organizativa de las federaciones deportivas porque, a través de los objetivos impuestos a las federaciones, los gobiernos influyen implícitamente en la misión de las federaciones y determinan la capacidad organizativa requerida por las federaciones deportivas (Willem; Scheerder, 2017, p. 307).
En consecuencia, la geoestructura internacional de poder moldea el desempeño deportivo, empujando o alentando a los países más poderosos y a las potencias emergentes a ubicarse entre los primeros países en el medallero olímpico. Aparte de la correlación total de la muestra, esto también se puede observar en la de las potencias. Incluso cuando los países tienen diferentes regímenes políticos, sistemas deportivos y preferencias sobre su deporte nacional, es un elemento común su enfoque en el deporte de élite con planes de medallas específicos diseñados para los Juegos Olímpicos, aumentando la financiación y los recursos deportivos para lograr sus objetivos, diseñados según su posición en la geoestructura internacional.
Así, Houlihan y Zheng explican que “una vez que los gobiernos identifican el éxito en el deporte de élite como un objetivo político, quedan atrapados en un camino del que es cada vez más difícil desviarse” (2013, p. 343), mientras Reiche enfatiza que “las clasificaciones de medallas son los principales puntos de referencia para que los estados-nación consideren los Juegos como un éxito o un fracaso” (2016, p. 16). En este sentido, los polos del sistema como Estados Unidos o la Unión Soviética en el pasado, y las potencias en ascenso que apuntan decididamente a convertirse en un polo como China se ven casi obligados a estar siempre en lo más alto del medallero debido a las propias presiones estructurales, adaptando sus planes de medallas, recursos y políticas deportivas para mantenerse entre las superpotencias deportivas (Lyu; Leite Junior; Pulleiro Méndez, 2024). El resto de Potencias Mundiales no son una excepción en esta búsqueda del éxito deportivo ya que su objetivo es situarse al menos entre los 5-10 mejores del medallero olímpico.
Precisamente, al concentrarse las medallas olímpicas en las potencias dominantes del sistema —Mundiales, Medias y Regionales—, un efecto directo pero secundario de la geoestructura internacional es que aquellos países con menor nivel de poder en el IPM no tienen la misma presión o necesidad de estar clasificadas entre los 10 o 20 mejores países en el medallero. Teniendo en cuenta que hoy en día los países necesitan invertir “aún más para mantener su éxito” (De Bosscher, et al., 2008b, p. 217), lo que significa que la competitividad del deporte internacional está aumentando; a estos países más débiles les resulta difícil, especialmente a los más pequeños, mantener una financiación e inversiones de mínimos en el deporte de élite con planes de medallas ambiciosos (Houlihan; Zheng, 2013, 2015). Así, debido a su debilidad, la diplomacia y las políticas deportivas de estos países están más limitadas y son más vulnerables a procesos y disensos a nivel nacional. Desde el realismo neoclásico se señala a este respecto la fractura entre Estado y sociedad, la debilidad institucional y/o la falta de consenso político, además de las limitaciones existentes en la movilización de recursos (Götz, 2021).
Al final, para los Estados periféricos con un poder nacional reducido (Morales Ruvalcaba, 2023; Tzili, et al., 2024), su principal objetivo sigue siendo enviar la mayor delegación posible a competir en los Juegos Olímpicos, con el objetivo de servir como “preparación para los Juegos regionales en los que el éxito es más probable” (Reiche, 2017, p. 996; Pulleiro Méndez; Morales Ruvalcaba, 2023). Incluso para los Estados Semicentrales y Semiperiféricos Secundarios con un poder nacional medio, el coste de ganar muchas medallas durante un largo período de tiempo supera los beneficios en cuanto al prestigio obtenido. Por lo tanto, su política deportiva se caracteriza por tener un plan de medallas modesto a través de la especialización selectiva. Es decir, estos países centran sus limitados recursos en deportes específicos buscando maximizar las posibilidades de ganar medallas (Reiche, 2015; Houlihan; Zheng, 2013), lo cual no genera una alteración significativa en el orden estructural del medallero.
En conclusión, la geoestructura internacional constriñe tanto los límites superiores como los inferiores del desempeño estatal en los Juegos Olímpicos. Hay cifras que los Estados Semicentrales, Semiperiféricos Secundarios y los que conforman la periferia no podrán alcanzar simplemente porque su posición en la geoestructura de poder les impide desarrollar políticas deportivas con planes de medallas ambiciosos en el medallero olímpico. Al mismo tiempo, las potencias dominantes de la geoestructura establecen un número mínimo de medallas a ganar acorde a su posición y estatus internacional que, en caso de no lograrlo, implicará cambios en sus políticas deportivas para asegurar las metas de sus planes de medallas. Esto es compatible con la consideración de que el objetivo olímpico de muchos países a corto plazo, independientemente de su poder geoestructural, es mejorar o mantener al menos el número de medallas totales y de oro de la edición olímpica anterior (Reiche, 2016).
5.2 LA DIPLOMACIA DEPORTIVA ESTATAL COMO MEDIADORA DE LAS CONDICIONES GEOESTRUCTURALES
Aún con correlaciones altas o muy altas, nos encontramos con casos destacados donde el desempeño olímpico de los países no es acorde a su posición geoestructural. Como mencionamos en el marco teórico, los estados no son simples autómatas en reacción a la geoestructura internacional, por lo que el diseño de la diplomacia deportiva en función a particularidades político-deportivas de cada estado también incide en los rankings finales.
Así, no todas las Potencias Mundiales y Medias tienen el mismo interés por los deportes de invierno, disminuyendo el número de medallas de países como Reino Unido, Japón, Australia, España o Bélgica. Por el contrario, los deportes de invierno, y especialmente el hockey sobre hielo, son una parte importante de la identidad deportiva canadiense, ubicándose entre los 5 primeros países en el medallero histórico de los Juegos de invierno. Sin embargo, incluso con programas específicos enfocados a la obtención de medallas para posicionarse como una potencia deportiva líder a nivel mundial (Thibault; Harvey, 2013; De Bosscher et al., 2015), Canadá no ha logrado alcanzar el top 10 del medallero olímpico de verano en la Posguerra Fría.
Otro elemento a considerar aquí es que incluso cuando la geoestructura internacional desincentiva la adopción de programas de deporte de élite, en la periferia y baja semiperiferia los países (ex)comunistas como Cuba, Ucrania, Bielorrusia, Kazajstán, etc., todavía conciben el éxito deportivo como un importante medio para establecer y/o reforzar su identidad nacional (De Bosscher et al., 2008a; Rojo-Labaien; Rodríguez; Rookwood, 2020), superando el desempeño olímpico su posición geoestructural. Esto reduce aún más las escasas opciones de medalla de otros países periféricos y semiperiféricos pequeños. Sin embargo, a medida que pasan más años desde el fin de la estructura bipolar de la Guerra Fría, sus resultados olímpicos están cada vez más ligados a sus propias limitaciones de poder actuales, que a su legado/modelo comunista, destacando especialmente aquí el lento pero constante declive de Cuba en el ranking de medallas desde la XXVI Olimpiada (Carter, 2009).
En el caso de los estados semiperiféricos, son los que tienen el comportamiento más dinámico en la geoestructura internacional (Morales Ruvalcaba, 2020; Apango et al., 2024). Además de tener como objetivos estar entre las superpotencias deportivas, la política deportiva de Rusia y China también se centra en organizar megaeventos deportivos para reforzar la idea de que se sitúan entre las principales potencias como naciones de cultura, deporte y entretenimiento (Müller; Steyaert, 2013). Impulsado por su creciente poder nacional a lo largo del siglo XXI, Brasil adoptó en la última década esta misma estrategia; albergar la Copa Mundial FIFA y los Juegos Olímpicos de verano en 2014 y 2016, y aspirar también a estar clasificado entre los 10 mejores países en el medallero, pero aún sin éxito a este respecto. Por el contrario, en lugar de centrarse en ganar medallas, el principal objetivo de México y de países del Oriente Medio como Qatar, Bahréin, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos ha sido priorizar la organización de eventos internacionales en fútbol, balonmano, deportes de motor, etc. Esto no significa que obvien totalmente el desempeño olímpico, pero desde luego que no lo valoran de forma estratégica como China, Rusia o Brasil (De Bosscher, et al., 2008a; Reiche, 2015; Brannagan; Giulianotti, 2015).
Finalmente, los modelos SPLISS (Factores de Política Deportiva que Conducen al Éxito Deportivo Internacional) y WISE (Promoción de la mujer en el deporte, institucionalización de la promoción deportiva, especialización deportiva, y adopción temprana de nuevas tendencias deportivas) identifican aspectos clave sobre cómo optimizar la capacidad extractiva nacional en términos deportivos mediante apoyo financiero; gobernanza, organización y estructura del deporte de élite; participación deportiva; identificación, desarrollo y especialización del talento; apoyo a los atletas una vez finalizada su carrera deportiva, promoción del deporte femenino, desarrollo de instalaciones deportivas de calidad, provisión y fomento de entrenadores, competencia (inter)nacional e investigación e innovación científica (De Bosscher et al., 2015; Reiche, 2016).
En consecuencia, con la creciente competitividad deportiva internacional aquellos países que no adoptan sistemáticamente estas políticas no optimizan su capacidad extractiva, lo cual incide en su desempeño deportivo con relación a su posición geoestructural. Por ejemplo, la mayoría de los países musulmanes de la semiperiferia se ven afectados por la ausencia o una presencia muy limitada de mujeres en sus delegaciones olímpicas. Esto supone para países como Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Omán, Emiratos Árabes Unidos o Bahréin una barrera muy importante para poder ganar más medallas, en un contexto en el que los eventos femeninos constituyen más del 40% del total de medallas repartidas en los Juegos Olímpicos de verano desde el siglo XXI.
Por el contrario, la especialización y el aprendizaje temprano serían dos elementos clave para optimizar la capacidad extractiva y tener un desempeño superior. Sin embargo, aquí es necesario matizar la especialización selectiva explicada antes, y la especialización forzada de los estados periféricos en aquellos deportes que requieren escasos recursos para tener éxito. Este último sería el caso de Kenia, Etiopía, Jamaica o Bahamas en el atletismo de resistencia o velocidad; y de Irán, Azerbaiyán o Georgia en la lucha. Aun cuando esta estrategia les asegura un número considerable de medallas en un solo deporte, podría convertirse en una vulnerabilidad considerando la rotabilidad de algunos deportes en el programa olímpico (Houlihan; Zheng, 2015).
En definitiva, el diseño y la productividad estatal es una variable interviniente para explicar los casos atípicos que no siguen la lógica geoestructural.
6 CONCLUSIONES
Este artículo ha estudiado el comportamiento deportivo estatal durante la Posguerra Fría desde una perspectiva estructural de Relaciones Internacionales. El enfoque aquí plasmado, así como las altas y positivas correlaciones explican que la geoestructura internacional incide en el desempeño olímpico estatal como un imperativo sistémico.
En Relaciones Internacionales, la política exterior de los estados queda definido por su posición geoestructural, siendo los gobiernos nacionales los encargados de dirigirla, gestionando los recursos de poder (material, semimaterial e inmaterial) que un Estado posee. Del mismo modo, la geoestructura internacional, delimita y determina el diseño de la diplomacia deportiva estatal en cuanto al desempeño deportivo: priorización del deporte en la agenda gubernamental, el diseño de los planes de medallas y recursos destinados al deporte de élite.
En otras palabras, la distribución de poder estatal en la geoestructura internacional es un factor decisivo que moldea y condiciona la variabilidad del medallero olímpico. Si bien esta lógica encaja con otros estudios socioeconómicos sobre el desempeño de los países en competiciones deportivas (Nassif, 2022; Nassif; Raspaud, 2023), la relevancia de este estudio para el estudio del deporte radica en que se expande el uso de la teoría de Relaciones Internacionales más allá del poder blando. Al utilizar la geoestructura internacional, se considera el poder de forma integral como impulsor de la acción estatal, por lo que se puede comprender mejor cómo el rendimiento deportivo es producto de las decisiones tomadas por las elites político-deportivas (diplomacia deportiva) en reacción al posicionamiento geoestructural de sus respectivos estados.
Finalmente, este artículo abre la puerta a otros autores para continuar profundizando sobre los matices de esta relación político-deportiva a nivel regional e internacional. Por un lado, es necesario seguir testando la relación del IPM a nivel regional, con los Juegos Asiáticos o los Juegos Africanos. Por otro lado, es necesario ir más allá del medallero olímpico considerando sus limitaciones en cuanto a no incluir unos 60 deportes reconocidos por SportAccord, y en cuanto a no ser el evento principal de varios deportes de alcance global como en boxeo, fútbol, tenis, golf o ciclismo (Nassif, 2022). Así, la reciente creación del Índice de Poder Deportivo Mundial (WSPI, en inglés), supondrá con su futuro desarrollo otra forma de poder testar la conexión entre la geoestructura internacional y el rendimiento deportivo a nivel integral.
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FINANCIACIÓN
Este trabajo se realizó sin el apoyo de fuentes de financiación.
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CÓMO CITAR
PULLEIRO MÉNDEZ, Carlos; MORALES RUVALCABA, Daniel. Relaciones Internacionales y rendimiento deportivo: un análisis del medallero olímpico desde el Índice de Poder Mundial. Movimento, v. 31, p. e31030. ene./dic. 2025. DOI: https://doi.org/10.22456/1982-8918.143866
DISPONIBILIDAD DE LOS DATOS DE INVESTIGACIÓN
Los datos de investigación solo están disponibles previa solicitud.
Anexo 1 Categorización estatal según el IPM
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Editado por
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RESPONSABILIDAD EDITORIAL
Alex Branco Fraga* https://orcid.org/0000-0002-6881-1446Elisandro Schultz Wittizorecki* https://orcid.org/0000-0001-7825-0358Ileana Wenetz** https://orcid.org/0000-0002-3905-1900Mauro Myskiw* https://orcid.org/0000-0003-4689-3804Raquel da Silveira* https://orcid.org/0000-0001-8632-0731* Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Escola de Educação Física, Fisioterapia e Dança, Porto Alegre, RS, Brasil.** Universidade Federal do Espirito Santo (UFES), Vitória, ES, Brasil
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
10 Nov 2025 -
Fecha del número
2025
Histórico
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Recibido
07 Nov 2024 -
Acepto
17 Mar 2025 -
Publicado
23 Oct 2025



Fuente: Elaboración propia
Fuente: Elaboración propia