Open-access La dimensión expresiva del habla interna

Dimension expressive du discours intérieur

A dimensão expressiva do discurso interior

Resumen

Este texto constituye una propuesta teórica sobre la dimensión expresiva del habla interna. Se describe el fenómeno de interés enfatizando la propuesta de Karl Bühler respecto a la expresividad del lenguaje, los estudios de Heinz Werner sobre una dimensión fisionómica-organísmica del lenguaje humano y la aproximación teórico-empírico de Lev Vygotsky respecto al fenómeno del habla interior en la experiencia humana. Se concluye que en algunos pasajes de la obra de Vygotsky están las claves para una comprensión del habla interna expresiva, específicamente en la influencia de la esfera afectivo-volitiva en el desarrollo del pensamiento y de la palabra. Finalmente, se propone una integración de la concepción monológica vygotskyana del lenguaje interior, la noción werneriana del lenguaje fisionómico-organísmico y la propuesta bühleriana de la dimensión expresiva del lenguaje humano, para una comprensión integradora de la expresividad del lenguaje interior.

Palabras clave: habla interna; expresividad; lenguaje fisionómico

Résumé

Cet article est une proposition théorique sur la dimension expressive de la discours intérieur. Le phénomène d‘intérêt est décrit à partir de la proposition de Karl Bühler en ce qui concerne l’expressivité du langage ; des études de Heinz Werner sur la dimension physionomique-organiciste du langage humain ; et de l‘approche théorique et empirique de Lev Vygotski sur le phénomène du discours intérieur dans l‘expérience humaine. On conclut que, dans certains passages de l’œuvre de Vygotsky, plus précisément l’influence de la sphère affective-volitive dans le développement de la pensée et de la langue sont essentiels à la compréhension du discours intérieur expressive. Enfin, on propose une intégration de la conception monologique du discours intérieur de Vygotski, de la notion physionomique-organiciste de Werner du langage, et de la dimension expressive du langage humain de Bühler, pour une compréhension globale de l’expressivité du discours intérieur.

Mots-clés: discours intérieur; expressivité; langage physionomique

Resumo

Este artigo é uma proposta teórica sobre a dimensão expressiva do discurso interior. Neste são descritos o fenômeno a partir da proposta de Karl Bühler em relação à expressividade da linguagem; dos estudos de Heinz Werner sobre a dimensão fisionômica-organicista da linguagem humana; e da abordagem teórica e empírica de Lev Vygotsky sobre o fenômeno do discurso interior. Conclui-se que em algumas passagens da obra de Vygotsky são fundamentais para compreender o discurso interior expressivo especificamente a influência da esfera afetiva-volitiva no desenvolvimento do pensamento e da palavra. Por último, propõe-se uma integração da concepção monológica do discurso interior vygotskiano, da noção werneriana sobre a dimensão fisionômico-organicista da linguagem e da proposta bühleriana da dimensão expressiva da linguagem humana, para uma compreensão abrangente da expressividade do discurso interior.

Palavras-chave: discurso interior; expressividade; linguagem fisionômica

Abstract

This article is a theoretical proposal about the expressive dimension of inner speech, a phenomenon that emphasizes the Karl Buhler’s proposal in relation to the expressiveness of the language; the Heinz Werner´s studies about a physiognomic-organismic dimension of human language and the theoretical and empirical approach of Lev Vygotsky about the phenomenon of inner speech in human experience. It is concluded that some passages of Vygotsky’s work are the keys to the comprehension of the expressive inner speech, specifically the influence of affective-volitional sphere in the development of thought and language. Finally, is proposed an integration of Vygotsky’s monological conception of the inner speech, the Wernerian notion of physio-organismic language and the Bühlerian proposal of the expressive dimension of human language, for an integrative comprehension of the expressiveness of the inner speech.

Keywords: inner speech; expressiveness; physiognomic language

Introducción

El lenguaje interior ha sido objeto de estudio desde muy temprano en la historia de la filosofía. Se observan menciones a este fenómeno en distintas obras relevantes como en el Teeteto (2006), de Platón, quien establece una directa relación entre este fenómeno y el pensamiento. Es posible apreciar también menciones al habla interna en las obras del filósofo estoico Marco Aurelio (Hadot, 2001) y en la filosofía cristiana ejemplificado en Confesiones (2010), de San Agustín. Wittgenstein (1953), por otro lado, también dedica unos pasajes de sus investigaciones filosóficas a la reflexión sobre la existencia de un lenguaje privado.

En la psicología moderna fueron Piaget (1922) y Vygotsky (1934) quienes realizaron los primeros acercamientos empíricos al fenómeno. Desde los postulados de Piaget sobre el lenguaje egocéntrico infantil, Vygotsky realizó profundizaciones y reformulaciones a este tema. Los estudios posteriores sobre el habla interna en psicología contemporánea tienen una influencia vygotskiana respecto al desarrollo del lenguaje y otros procesos cognitivos superiores (Heery, 1989; Kinsbourne, 2000; Ridgway, 2009; Roberts, 2008; Villagrán, Navarro, López, & Alcalde, 2002; Damianova, Lucas, & Sullivan, 2012; Silveira & Gomes, 2012; entre otros). En los trabajos actuales sobre la experiencia de habla interior no se evidencia una dimensión expresiva que ya había sido presentada, aunque no directamente, en los trabajos filosóficos sobre la experiencia de hablarse a sí mismo.

Karl Bühler es el principal autor en psicología que reflota esta antigua dimensión de la experiencia, olvidada o subdimensionada en psicología contemporánea. Bühler (1934/1965) realiza una sistematización de las funciones del lenguaje agregando una dimensión diferente a la función representacional, clásicamente estudiada en psicología del lenguaje y lingüística, y que refiere a la función del lenguaje relacionada con la comunicación de un referente, es decir, cualquier cosa exterior al acto de comunicar. Constituye la función más evidente del lenguaje, ya que se encuentra en todo acto comunicativo; se observa claramente cuando el mensaje se puede comprobar y es posible observar la relación entre el mensaje y el referente externo que denomina; y da cuenta del significado denotativo del mensaje (Bühler, 1934/1965), también se la ha llamado función denotativa, cognoscitiva o referencial.

A la función representacional del signo lingüístico, Bühler (1934/1965) le agrega la subjetividad del emisor en el acto comunicativo y la capacidad del lenguaje de interpelar al interlocutor. Denomina a este último fenómeno la función apelativa del lenguaje, y al primero, la función expresiva del lenguaje humano.

Bühler (1934/1965) recupera una antigua dimensión -expresiva- del lenguaje humano que no ha sido objeto de estudio en la investigación contemporánea. Vygotsky (1934), por su parte, realiza un acabado estudio sobre el lenguaje interior en psicología en que logró explorar y describir sus principales características y su desarrollo en la ontogenia, sin dar cuenta, al menos explícitamente, de una dimensión expresiva -en el sentido de Bühler- en el lenguaje interior.

Este trabajo constituye una propuesta teórica sobre la existencia de una dimensión expresiva del lenguaje interior. Por ello, se revisan los planteamientos de Bühler sobre el lenguaje y la sistematización detallada del habla interna desarrollado por Vygotsky, entre otros teóricos relevantes para la comprensión del fenómeno. El aporte de este texto radica en la construcción teórica de una nueva dimensión del lenguaje interior no descrita en la literatura científica, que permita abrir caminos en procedimientos metodológicos que posibiliten una aproximación empírica al fenómeno. De esta manera, intenta aumentar la complejidad del fenómeno y obtener una comprensión más holista de una experiencia inherente a lo humano.

El habla interna

Vygotsky (1934) es uno de los principales autores en psicología que se ha interesado por el desarrollo de los procesos cognitivos. Para él, el habla interna es la experiencia de hablarse a sí mismo en silencio, es decir, constituye un lenguaje sin sonido, un habla subvocalizada o cómo declara en su última obra, Pensamiento y lenguaje, un pensamiento verbal. Con el concepto de pensamiento verbal, el autor establece una clara relación entre el lenguaje interior y el pensamiento, interacción fundamental al momento de comprender el fenómeno del habla interna. En sus palabras:

El lenguaje interno es una formación especial en cuanto a su naturaleza psicológica, una forma especial de actividad verbal, con sus propias características y que mantiene una compleja relación con otras formas de actividad verbal. Creemos que no es indiferente si uno habla para sí mismo o para otros. El lenguaje interno es lenguaje para sí mismo y el lenguaje externo es lenguaje para otros. No se puede admitir que esta diferencia radical y fundamental entre las funciones de uno y otro lenguaje no tengan consecuencias en la naturaleza estructural de ambas funciones verbales. . . . No se trata aquí de vocalización simplemente. La presencia o ausencia de vocalización no explica la naturaleza psicológica del lenguaje interno, sino la consecuencia que se desprende de esa naturaleza. El lenguaje interno no sólo precede al externo, sino que es contrario a él. El lenguaje externo es el proceso de transformación del pensamiento en la palabra, su materialización y objetivación. El lenguaje interno es un proceso de sentido opuesto, que va de fuera adentro, un proceso de evaporación del lenguaje en el pensamiento. (Vygotsky, 1934, pp. 306-307)

Vygotsky (1934), a partir de sus observaciones con niños y de la revisión de los estudios del desarrollo del lenguaje en chimpancés, teoriza que pensamiento y lenguaje tienen orígenes genéticos independientes en el desarrollo filogenético. Sin embargo, es en nuestra especie -y por la influencia de la cultura- que pensamiento y lenguaje confluyen su desarrollo durante los primeros estadios del desarrollo ontogenético, momento en que el pensamiento se hace verbal y el lenguaje intelectual. Para Vygotsky la cultura ofrece desafíos que requieren habilidades cognitivas superiores para ser enfrentadas. En este desafío permanente que tiene lugar en el intercambio con el ambiente, los procesos cognitivos establecen sus funciones para alcanzar logros cognitivos cada vez mayores, así que el ser humano logra adaptarse a la cultura. De esta manera Vygotsky comprende el desarrollo psicológico como el resultado de la permanente interacción entre la cognición y el medio ambiente. A partir de los estudios sobre el desarrollo de los procesos cognitivos en la infancia -a saber, lenguaje y pensamiento- y específicamente el estudio sobre la relación entre estos, Vygotsky (1934) descubre uno de sus principales hallazgos: la relación interfuncional entre pensamiento y lenguaje difiere en cantidad y cualidad durante los diferentes momentos del desarrollo ontogenético y microgenético. Es en este contexto que Vygotsky explicita su referenciada idea respecto al desarrollo de las funciones cognitivas:

En el desarrollo ontogenético de la especia humana sus curvas de crecimiento se juntan y se separan repetidas veces, se cruzan, durante determinados periodos se alinean en paralelo llegando incluso a fundirse en algún momento, volviendo a bifurcarse a continuación. (Vygotsky, 1934, p. 91)

Desde aquí Vygotsky propuso que el pensamiento es mediado principalmente por palabras, lo que constituye aspecto fundamental en el estudio del fenómeno del habla interna.

A partir de los trabajos de Piaget (1922) sobre el lenguaje egocéntrico en niños, Vygotsky desarrolló la más sistemática comprensión del lenguaje interior. Previamente, Piaget (1922) había observado la presencia de una forma de lenguaje característica de niños preescolares, la que denominó lenguaje egocéntrico, ya que tiene por función una comunicación “hacia sí mismo”, con escaso interés por ser comprendido por el interlocutor; dedujo asimismo la existencia de un pensamiento egocéntrico en el niño por intermedio de un lenguaje vocalizado de similares características. Debido a que sus estudios daban cuenta de la emergencia de esta forma de lenguaje y pensamiento durante el juego infantil, concluyó que la principal función del lenguaje egocéntrico debía ser la resolución de problemas. Este tipo de lenguaje, desde la perspectiva de Piaget, estaría muy cerca de la acción y se acompaña de conductas concretas, por ejemplo, en el juego infantil. Según esta idea, el lenguaje egocéntrico carecería de función social y su principal función sería la resolución de problemas, específicamente durante el juego infantil, y el control del pensamiento. Para Piaget (1922) el lenguaje y el pensamiento egocéntricos comienzan a decrecer paulatinamente con la emergencia de un lenguaje socializado, es decir, aquel lenguaje dirigido al otro.

Vygotsky (1934) revisó exhaustivamente los postulados piagetanos y observó con mayor detalle que llamativamente el lenguaje egocéntrico desaparece en soledad y se manifiesta en el juego colectivo. De esta observación, Vygotsky desprende que el lenguaje egocéntrico, además de un instrumento para la resolución de problemas, cumple también una función social-comunicativa. Además, coherente con su aproximación genética a los fenómenos psicológicos, observó que la desaparición del lenguaje egocéntrico en la edad escolar coincide con la emergencia del habla interna. Vygotsky concluyó que el habla interna en la experiencia humana sería el producto de la evolución del lenguaje egocéntrico de lo interpsíquico a lo intrapsíquico. Esto constituye un logro del desarrollo ya que el ser humano en los primeros estadios de la vida debe recurrir a la expresión de un lenguaje vocalizado -egocéntrico- acompañado de la acción para solucionar situaciones cotidianas, pero desde la edad escolar es posible recurrir a la función internalizada.

El esfuerzo de Vygotsky por comprender este fenómeno de la experiencia continuó hacia la estructura lingüística del habla interna. A través de sus observaciones experimentales logra describir características de este tipo de lenguaje, a saber, la tendencia a la predicación y a la abreviación. La tendencia a la predicación da cuenta de la orientación del lenguaje interior a la expresión sólo de predicados y la omisión del sujeto en la estructura sintáctica. En el habla interna solo expresamos predicados, ya que el receptor, que somos nosotros mismos, conoce el sujeto de la oración. Por otro lado, la tendencia a la abreviación da cuenta de la capacidad del lenguaje interior para expresar grandes ideas condensadas en pequeños conceptos. Estas características descritas por Vygotsky apoyan el argumento de que el habla interna sería una internalización del habla egocéntrica infantil, pues ambas -habla interna y lenguaje egocéntrico- comparten las mismas características: la tendencia a la predicación y a la abreviación.

Lo anterior completa el análisis realizado por Vygotsky. El habla interna adulta y el habla egocéntrica infantil mantienen las mismas características no solo respecto a su función (cumplen la misma función intelectual) y su desarrollo genético (la desaparición del habla egocéntrica concuerda con la edad escolar, período en que aparece el habla interna), sino también mantienen similitud en cuanto a su estructura sintáctica (tendencia a la abreviación y a la predicación).

Vygotsky (1934), en su intento por lograr una comprensión genética del habla interna, describió las formas que microgenéticamente va adoptando el fenómeno desde el nacimiento de un nuevo pensamiento hasta el habla vocalizada. Al inicio es posible considerar la existencia de cúmulos de pensamientos o sensaciones difusas que provienen de la esfera motivacional de la consciencia. La mediación del habla interna permite la formalización de una línea de pensamiento o un pensamiento específico; es decir, el pensamiento inicial o proto-pensamiento toma forma como habla interna. Luego, el habla interna es mediada por el significado de palabras externas. Estos significados están más cerca de la estructura sintáctica de la palabra, es decir, son palabras que constituyen significados únicos y compartidos por todos. En esta etapa el habla interna se asemeja en gran medida al habla vocalizada. Finalmente, el habla interior se desmenuzada en múltiples palabras que componen frases y expresiones discursivas complejas que se exteriorizan en forma de habla vocalizada. Vygotsky (1934) sostenía que este proceso no es lineal ni secuencial, sino dinámico y dialéctico mientras la experiencia avanza. En relación al último y definitivo paso en el análisis de los planos internos del lenguaje, Vygotsky (1934, p. 342) refiere:

El pensamiento no es la última instancia en este proceso. El pensamiento no nace de sí mismo o de otros pensamientos, sino de la esfera motivacional de nuestra consciencia, que abarca nuestras inclinaciones y nuestras necesidades, nuestros intereses e impulsos, nuestros afectos y emociones. Detrás de cada pensamiento hay una tendencia afectivo-volitiva. Sólo ella tiene la última respuesta en el análisis del proceso del pensar. Si hemos comparado anteriormente al pensamiento con la nube que arroja una lluvia de palabras, deberíamos comparar la motivación del pensamiento -siguiendo la metáfora- con el viento que pone en movimiento las nubes.

En este pasaje significativo de la obra de Vygotsky se evidencia una estrecha relación entre habla interna y la esfera afectivo-volitiva de la consciencia. El habla interna emergería de estados profundos de la subjetividad y es expresiva de ellos. Esto es coherente con la propuesta vygotskyana de la vinculación existente entre el lenguaje interior y lo que él denomina sentido, aspecto central de la dimensión expresiva del fenómeno.

Según esta perspectiva, el significado de la palabra es lo que su contenido representa, es decir, el significado de la palabra sería invariable y constituye sólo una parte del sentido, así el significado constituye las conexiones realizadas entre la palabra y el objeto referencial durante el desarrollo ontogenético del sujeto. A diferencia del significado, el sentido tiene mayor dominio en el lenguaje interno y se relaciona con todos los elementos de la consciencia que emergen o son evocados con la presencia de la palabra, es decir, el sentido evoca el significado individual y subjetivo (no universal) del concepto; es una conexión con la experiencia situada que es referida con el lenguaje. En esta dirección, el sentido implica involucramiento afectivo con la experiencia dada, producto de la emergencia de experiencias y motivaciones profundas que son aludidas por la experiencia presente y que lo conforman. En el habla interna, la palabra está cargada de sentido, y este varía de un contexto a otro y de un sujeto a otro. Este fenómeno es lo que hace de la experiencia del habla interna un fenómeno privado y personal. En palabras de Vygotsky (1934): "en el lenguaje interno, la palabra está tan cargada de sentidos diferentes, que incluso para traducirla al lenguaje externo sería necesario utilizar todas las palabras condensadas en ella" (p. 336). Con esto se evidencia una relación entre el lenguaje interior y los aspectos más profundos de la consciencia, que cada palabra a través de su sentido logra remover. Asimismo los aspectos más profundos de la consciencia buscan expresión en el lenguaje interno, siendo un proceso complejo y el habla interna algo más que una simple forma discursiva.

Aunque fue solo implícitamente tematizado por Vygotsky, se puede desprender de su obra que el habla interna cumple un importante papel en la expresividad humana. El habla interna manifiesta el sentido de lo que realmente pensamos, de lo que queremos transmitir, o de lo que percibimos del contacto con el mundo. Sin embargo, la compleja relación entre los estados más profundos del alma y el lenguaje interior no son abordados a cabalidad por Vygotsky en Pensamiento y lenguaje (1934).

La dimensión expresiva del lenguaje

En 1934, mismo año en que Vygotsky escribió Pensamiento y lenguaje, Bühler presentó su obra Teoría del lenguaje. En este trabajo Bühler destaca la existencia de una dimensión que a la sazón no había sido considerada por la investigación en lingüística y en psicología del lenguaje, y la denominó dimensión expresiva del lenguaje.

Reuniendo la investigación hasta esa época, Bühler (1934/1965) considera que además de una dimensión representacional y apelativa del lenguaje, existiría una función del lenguaje que remite a aspectos de la subjetividad del emisor, los que no son totalmente conscientes para el sujeto. De acuerdo a la descripción bühleriana, la función representacional da cuenta de la capacidad del lenguaje para referir objetos y cosas del mundo sensible (función denotativa). Lo representacional alude al significado de la palabra y a la asociación entre el concepto y el objeto denominado por él; siendo reflejo de un mundo afuera que también puede ser percibido por el receptor. La función apelativa, por otro lado, alude al aspecto del lenguaje que busca interpelar al receptor, a saber, persuadir, emocionar, exigir, implorar, informar, etc., es decir, permite tener un impacto en el receptor. Finalmente, la función expresiva alude a la posibilidad de una comprensión subjetiva del emisor; su interioridad es parte constitutiva del mensaje y se manifiesta por su intermedio.

En la Figura 1, "S" representa el signo lingüístico equidistante del emisor y del receptor. Este signo S cumple la triple función de representación, apelación y expresión en la interacción entre los interlocutores.

Figura 1
Modelo del instrumento

Bühler realizó, además de su teoría del lenguaje, un recorrido histórico por la literatura filosófica y psicológica sobre la expresividad gestual, presentando la Teoría de la expresión (1933/1980). Según la perspectiva bühleriana, la naturaleza expresiva del ser humano trasciende los límites del lenguaje encontrando manifestación en la gestualidad. La teoría de la expresión alude a una antigua comprensión en filosofía que propone que las variaciones físicas son manifestaciones directas de los estados del alma, formando un solo sistema. Para él, la expresividad del lenguaje y su manifestación gestual permite comprender el mundo anímico y espiritual del ser humano. El lenguaje como instrumento de comunicación no sería suficiente para dar cuenta de la totalidad de la experiencia, por lo que el ser humano recurriría a la su expresión gestual para construir sentido en el contacto con el ambiente. De acuerdo a Bühler (1933/1980) la expresión, en el amplio sentido de la palabra, permite exteriorizar intimidades; tanto el gesto como la palabra permiten observar la subjetividad del emisor. Sin embargo, entre el fenómeno exterior y la intimidad en él revelada es muy diferente la distancia en uno y otro caso, es decir, la expresión corporal presenta los estados internos tal como se expresan, pero nada tiene que ver la idea de mesa con la palabra “mesa”. De esta manera propone que el estudio de la expresión gestual es un desafío en comparación con el lenguaje, incluso explicita: “esta diferencia obliga a acotar el vocablo ‘expresión’ principalmente para el modo de manifestar la intimidad que se nos presenta con máxima pureza en los gestos” (Bühler, 1933/1980, p. 10).

Por esta dimensión expresada tanto en el lenguaje como en la gestualidad es que el ser humano intenta transmitir la complejidad de la experiencia, es decir, la expresión de los significados lingüísticos encarnados cargados de sentido son acompañados de una manifestación fisionómica. En relación a esto Werner (1955) -quien desarrolla en profundidad la dimensión expresiva de la experiencia- denomina la compleja interacción entre lenguaje y fisionomía como “la indisoluble unidad de la forma y el contenido” (p. 20). La dimensión expresiva manifestada en la gestualidad corresponde a residuos de las formas más primitivas de lenguaje (Cornejo, Olivares & Rojas, 2013) en el desarrollo filogenético, cuando el ser humano era solo gestualidad, o el gesto y la palabra estaban totalmente unidos en su expresión. Bühler (1933/1980, p. 58) referenciando a Engel escribe:

Hasta aquí pues parece ser el lenguaje de los ademanes de tanta posibilidad, poco más, o menos, como el lenguaje de las palabras; pero hay todavía una circunstancia más importante, y es que la representación del objeto y la afección que éste trae consigo están en el alma tan inseparable e íntimamente fundidos, formando una sola cosa, que el hombre quiere ver unidas con la misma precisión y fundidas con igual intimidad tales representaciones, incluso en su denominación.

En este pasaje es posible apreciar la unión forma-contenido destacada por Werner (1955). Lenguaje y gestualidad entonces constituyen una totalidad expresiva holística y organísmica. Desde la perspectiva de Werner y Kaplan (1963), la dimensión expresiva-fisionómica del lenguaje humano se evidencia en la percepción de formas lingüísticas asociadas a textura, color, peso, aromas y figuras. En los estudios realizados, específicamente a través de luso del taquistoscopio1, han demostrado cómo el lenguaje humano es percibido en primera instancia con un involucramiento organísmico -a saber, las esferas de significado involucran sensaciones corporales- antes que solamente cognitivo-intelectual. Además, han observado el involucramiento organísmico en las primeras fases de la comprensión lingüística, por ejemplo, cuando los participantes refieren frente al taquistoscópio “me da la sensación de algo cálido”, o bien cuando se les presentan conceptos desconocidos (inventados) y refieren “me parece algo pesado”, cuando refieren que las palabras tristes tienen menos luminosidad que las palabras alegres, o que las palabras que refieren a acciones “hacia arriba” (por ejemplo, subir, escalar, trepar) son posicionadas en altura y las palabras que refieren acciones “hacia abajo” (por ejemplo, descender, bajar, etc.) son relacionadas a lugares más bajos, etc.

Es así como lo fisionómico en Werner es una de las formas en que se manifiesta la expresión humana. En este sentido, la dimensión fisionómica de la experiencia o el lenguaje fisionómico (Werner, 1955) es una forma de manifestación de la teoría de la expresión de Bühler (1934/1965). Mientras el primer autor enfatiza los aspectos organísmicos, el segundo pone de relieve los aspectos gestuales necesarios de considerar para una completa teoría de la expresión. Sin embargo, la integración de ambos es fundamental para comprender una verdadera teoría de la expresión humana, como una dimensión de la experiencia que se expresa en el lenguaje y que trasciende a él desplegando su manifestación en la gestualidad.

La dimensión expresiva del habla interna

A continuación es necesario probar la consistencia teórica de la dimensión expresiva del habla interna, reflexionando e integrando los planteamientos realizados por los referidos autores. En primer lugar, es necesario mencionar que Vygotsky (1934) realiza la más acabada descripción del habla interna conocida en psicología contemporánea. Bühler (1934/1965), por su parte, completa la teoría del lenguaje humano incluyendo una nueva dimensión -aunque antigua y olvidada- la denomina dimensión expresiva por el atributo de poder reflejar la subjetividad del emisor. En otras palabras, Vygotsky (1934) sistematiza el fenómeno del lenguaje interior y Bühler (1934/1965) sistematiza y completa un modelo sobre el lenguaje exterior o vocalizado.

Si el habla interna constituye -de acuerdo a Vygotsky (1934)- la evolución ontogenética del lenguaje egocéntrico; es decir, si su emergencia es producto de la internalización de un lenguaje que antes era audible (externo), es plausible pensar que el lenguaje interior debe también mantener las mismas funciones (representacional, apelativa y expresiva) del lenguaje vocalizado descritas por Bühler (1934/1965). En el caso del habla interna, el lenguaje es representacional pues versa sobre diferentes referentes; es apelativa -o, en este caso, autoapelativa- pues es el propio hablante quien tiene la capacidad de interpelarse a sí mismo, ya que es al mismo tiempo emisor y receptor; y también es expresiva ya que da noticia de aspectos profundos de la vida psíquica del sujeto.

Aceptando la hipótesis de que las dimensiones del lenguaje vocalizado son las mismas funciones que mantiene el lenguaje interior, es necesario comprender la relación posible entre estas durante la experiencia. Bühler (1934/1965) propone que cada signo lingüístico tiene las tres funciones descritas, sin embargo, no explicita la forma en que cada una de ellas se manifiesta o el poder por sobre otras dimensiones que cada una de ellas despliega en cada momento de la experiencia.

Si tomamos los planteamientos de Vygotsky sobre la relación entre los distintos procesos psicológicos durante el desarrollo y su afirmación de que estos procesos se relacionan con fluctuaciones cualitativas y cuantitativas en cada momento del desarrollo ontogenético, no es posible una relación homogénea entre las tres dimensiones del lenguaje y menos su estabilidad en el tiempo. Es decir, en el modelo de Bühler la relación entre las tres dimensiones del lenguaje sería constante y equitativa en cada momento del desarrollo.

El modelo de Bühler (1934/1965) representado en la Figura 1 carece de organización jerárquica, esto es, sus componentes son equidistantes del signo lingüístico -o al menos Bühler no expresa lo contrario en su obra- lo cual no ocurre en la experiencia humana comunicativa. La distancia del emisor, receptor y del signo respecto al referente explicitado varía permanentemente en el tiempo durante el proceso de comunicación, es decir, el signo puede estar más lejos o cerca del significado atribuido por cada interlocutor, y esta distancia sufre constantes fluctuaciones en la dimensión temporal. Lo mismo podría ser posible en cuanto a las dimensiones del signo lingüístico: expresividad, representación y apelación no emergen con la misma intensidad en cada signo lingüístico en el tiempo.

La expresión gráfica del modelo del instrumento de Bühler (1934/1965) muestra la misma distancia y forma de relación entre las distintas dimensiones y el signo lingüístico, sin embargo, es posible pensar que más bien consiste en una relación dinámica y dialéctica entre las tres funciones y que esta relación dinámica no es igual en cantidad y cualidad a lo largo del desarrollo ontogenético y microgenético, de modo similar a lo propuesto por Vygotsky (1934) respecto a las funciones mentales en el desarrollo cognitivo. Desde esta perspectiva es posible pensar que la relación entre las dimensiones bühlerianas del lenguaje no son iguales en los diferentes periodos del desarrollo; un signo puede ser representativo, apelativo y expresivo en distinta medida a cada momento. Así es posible pensar que cada palabra en el lenguaje interior presenta diferentes niveles de expresividad.

Por otro lado, el modelo bühleriano es estático y no incorpora la experiencia en curso propia del proceso comunicativo. Durante la experiencia, emisor y receptor intercambian papeles que despliegan las tres dimensiones del lenguaje de una manera dinámica y dialéctica en forma recursiva hacia mayores niveles de generalización. Werner y Kaplan (1963) destacan que la comunicación es un proceso que avanza de la ambigüedad a la generalización, en un proceso permanente de construcción de significados que van siendo generalizados hasta alcanzar significados mayores para dar sentido a la experiencia. Este proceso ocurre en el tiempo, en movimiento hacia un futuro inmediato y desconocido. En palabras de los autores: “el desarrollo psicológico de los organismos avanza hacia estados de relativa maduración. Bajo el más amplio rango de condiciones, el desarrollo de los organismos sufre transformaciones desde estados de relativa indiferenciación hacia formas adultas diferenciadas e integradas” (Werner & Kaplan, 1963, p. 5). Esta dinámica no se observa en el modelo bühleriano, que no da cuenta de la movilidad del proceso comunicativo. En este intercambio permanente de papeles en el tiempo -entre emisor y receptor- se despliegan las funciones del lenguaje (representacional, apelativa y expresiva) y se generan relaciones entre ellas a cada momento de una manera diferente. El lenguaje a través de su representación, apelación y expresión es lo que tiñe el proceso comunicativo de una “atmósfera” emocional. De acuerdo a esto, es posible pensar que el signo lingüístico del modelo de Bühler (1934/1965) entonces no es estático, sino que avanza hacia la generalización en niveles mayores de abstracción y manifiesta cada vez proporciones distintas de cada uno de sus componentes funcionales. En otras ocasiones, el signo avanza hasta ser destruido por nuevas emergencias cargadas de las mismas dimensiones funcionales del lenguaje. Así entonces, integrando la perspectiva de los autores aquí desarrollados es plausible sostener que el signo lingüístico bühleriano mantiene, tanto en el lenguaje interno como externo, diferentes niveles de expresividad según avanza el curso de la experiencia y las diferentes expresiones comunicativas del lenguaje interno. Además, la expresividad del lenguaje interior tiene manifestaciones diferentes en los distintos estadios del desarrollo microgenético del lenguaje interior propuesto por Vygotsky (a saber, las motivaciones del pensamiento, cúmulos de pensamiento, lenguaje interno mediado por palabras internas, lenguaje interno mediado por palabras externas, lenguaje vocalizado). En este sentido, el lenguaje interior es expresivo en sus distintas fases del desarrollo, o bien, en algunas fases puede presentar mayores niveles de expresividad, ya que como plantea Vygotsky (1934) el desarrollo del lenguaje interno se puede dar en todas las direcciones posibles, así como verse interrumpido en cualquiera de sus estadios.

Al aceptar la idea de que el lenguaje interno es expresivo en sus diferentes fases del desarrollo microgenético es posible poner en tensión las funciones del lenguaje interno clásicamente descritas por Piaget y Vygotsky: la resolución de problemas y el control del pensamiento. La experiencia cotidiana del lenguaje interior y el desarrollo teórico, que en este trabajo se intenta presentar, permiten introducir la dimensión expresiva como una nueva función del lenguaje interior. Esto quiere decir que el lenguaje interno fluctúa entre una forma controlada, voluntaria, cognitiva e intelectual -la cual posibilita la resolución de problemas y la concentración en la tarea- y otra forma involuntaria, no controlada, dominada por el afecto, una experiencia total de imágenes, lenguaje, afecto y cognición. Recordando el planteamiento de Bühler (1933/1980) sobre la expresión humana en el lenguaje y la corporalidad, este autor destaca que si bien el fenómeno de la expresión constituye una totalidad holística, se hace más evidente su acceso desde la corporalidad que desde el lenguaje. Esto debido a la directa relación del cuerpo con la consciencia humana, mientras en el lenguaje los aspectos internos están más lejos de la superficie de la consciencia y son más difíciles de acceder. Aplicando esta idea al fenómeno del lenguaje interior, es posible afirmar que éste es expresivo en todas sus formas: en cada una de sus manifestaciones da cuenta de los aspectos más profundos de la consciencia humana, sin embargo, la directa relación con la naturaleza primitiva del ser humano, de la cognición humana y del desarrollo del lenguaje, por su manifiesta expresividad que corresponde a los residuos de las formas más primitivas de lenguaje humano -en el sentido de Cornejo, Olivares y Rojas (2013)- es que el concepto de expresión capta mejor el sentido de la segunda forma de manifestación del lenguaje interior, a saber, una forma de lenguaje interno involuntario, organísmico, con dominio sensorial y afectivo.

Desde esta perspectiva el lenguaje interno no solo cumpliría la función de resolución de problemas y control del pensamiento, sino también una función expresiva. Esta función implica la simple descarga y contemplación, a veces un espacio de juego, y otras como complejos cúmulos de pensamiento que invaden involuntariamente la experiencia psicológica, probablemente relacionados a los primeros estadios del desarrollo microgenético vygotskiano y expresando los profundos motivos del pensamiento. Es importante mencionar que si bien la expresión es una dimensión de la experiencia humana total, al utilizarnos la conceptualización de Bühler para comprender esta dimensión en el lenguaje interior nos permite hablar desde ahora de la dimensión expresiva como una función del lenguaje interno, que se encuentra en permanente interrelación con otras funciones descritas por Bühler, a saber, representacional y apelativa. Es así como la expresividad de la experiencia es también una función del lenguaje interno.

Siguiendo con el desarrollo teórico de Bühler (1934/1965), en el modelo del instrumento -presentado en la Figura 1- parece imposible que emisor y receptor sean la misma persona, más bien emisor y receptor están en una permanente alternancia de posiciones durante la experiencia comunicativa. Como el objetivo de Bühler fue describir las dimensiones del lenguaje vocalizado, la separación entre emisor y receptor parece obvia y no genera tensión. Sin embargo, cuando intentamos aplicar el modelo del instrumento en el lenguaje interior nos encontramos con la dificultad de que, en el habla interna, emisor y receptor es el mismo sujeto.

Bühler (1934/1965) reconoce que la expresividad del lenguaje es manifestación de la más profunda subjetividad del emisor, sin embargo en el habla interna el receptor es el mismo sujeto. Debido a esto, el modelo de Bühler tal y cual es desarrollado en teoría del lenguaje, constituye un modelo óptimo para el habla vocalizada, ya que en el habla interna el referente, lo apelativo y expresivo del acto comunicativo comienza y finaliza en el mismo sujeto.

Aquí es necesario volver a Vygotsky para defender el argumento de que la dimensión expresiva del lenguaje también se encuentra en el habla interna y es el mismo sujeto quien constituye el emisor y receptor de su propio mensaje, es decir, el fenómeno mantiene un carácter monológico. Vygotsky (1934) enfatiza que el lenguaje interior está más cargado de sentido. De esta manera, el lenguaje en el interior remueve todos los aspectos de la consciencia asociados a esa idea, y esa experiencia no es dialógica (emisor y receptor como dos entes separados), sino que holística y total. Esto se relaciona con una de las características del lenguaje interior descrita por Vygotsky, la que hace mención a la ausencia de sujeto y la mantención de los predicados. Al ser el mismo sujeto el emisor y receptor, en el lenguaje interior se elimina el sujeto y se mantienen los predicados, pues la persona conoce el sujeto de su predicado.

Con el concepto de sentido desarrollado en Pensamiento y lenguaje, y la crítica a la teoría moderna de las emociones, Vygotsky (1934) reconoce que la experiencia humana excede los límites del lenguaje, manteniendo una expresividad más genuina en la gestualidad como expresión de la relación entre la consciencia y el alma. En este sentido, la expresividad del lenguaje interior no se manifiesta en la corporalidad como un simple fenómeno afectivo, sino que es la totalidad del psiquismo y el permanente fluir de la consciencia el que se expresa en la fisionomía como una sola compleja totalidad. Es aquí el punto de conexión entre lo fisionómico de Werner, lo expresivo de Bühler y el fenómeno del lenguaje interior explorado por Vygotsky.

Werner y Kaplan (1963) proponen que en el proceso de formación de símbolos en la experiencia humana, las formas de símbolos internas y externas aparecen indiferenciadas en los estadios primitivos del desarrollo. A lo largo del desarrollo humano se produce una progresiva diferenciación o distancia entre las formas internas del símbolo (dinámica connotativa) y las formas externas del símbolo (el vehículo fónico o escrito). Esta diferenciación o separación no es nunca una total ruptura; por el contrario, las formas internas y externas del símbolo mantienen siempre una conexión, aunque cada vez más distantes.

Con la progresión del desarrollo, las formas internas del símbolo se hacen cada vez más encubiertas por intermedio de gestos internos, imágenes, estados posturales-afectivos, sentimientos, etc.; es decir, las formas internas del símbolo -cada vez más diferenciadas de las formas externas- son condensadas de manera encubierta en los “gestos internos”, sentimientos imágenes, etc. Los autores señalan:

Nuestra respuesta entonces a la pregunta acerca de la relevancia de los estudios sobre fisionomización para comprender la formación de símbolos en la vida cotidiana, es que tales estudios ponen en primer plano las tendencias por las cuales los símbolos son típicamente llevados de una manera encubierta, en varios dominios de la total matriz organísmica, desde el cual algún vehículo simbólico emerge y en el cual permanece incrustado. Estas tendencias, las cuales son cubiertamente realizadas a través de gestos internos, conjuntos posturales-afectivos, etc., en el habla cotidiana pueden ser “traducidos” en propiedades visuales o auditivas, porque las dinámicas connotativas transcienden las modalidades psicológicas particulares, y pueden ser manifestadas equivalentemente en formas materiales diferentes de la actividad organísmica. (Werner & Kaplan, 1963, p. 239)

Esto mantiene una directa relación con el lenguaje interno expresivo. Las formas internas de los símbolos lingüísticos son fisionomizadas, desde la perspectiva de Werner, y “traducidas” a otras formas de actividad interior propias de la matriz organísmica de la experiencia humana, lo que evidencia la naturaleza expresiva de las formas internas de lenguaje, constituyendo así una experiencia kinésica-postural-afectiva-imaginística, propia de la fusión cognitiva-organísmica de los primeros estadios del desarrollo del lenguaje humano.

A partir de estos argumentos se hace posible la comprensión de una nueva función del lenguaje interior. La expresividad observada en Bühler (1934/1965) respecto al lenguaje vocalizado es posible de ser articulada con los postulados vygotskyanos. Los lineamientos para la noción de expresividad del lenguaje interior en Vygotsky se encuentran en su crítica a la teoría de las pasiones en psicología moderna y en los pasajes finales de su obra Pensamiento y lenguaje.

Bühler (1933/1980) al enfatizar la importancia de la dimensión fisionómica en la expresividad muestra las mismas intuiciones que Vygotsky (2004) realiza en la teoría de las emociones. La compleja relación entre los estados del alma y la manifestación en el cuerpo es algo que requiere un retorno a los principios filosóficos de la teoría de las pasiones, específicamente la teoría spinoziana, y la expresividad del espíritu. En la perspectiva vygotskyana el habla interna es monológica, y en el modelo de Bühler la dimensión expresiva fue desarrollada a partir del lenguaje vocalizado dialógico. La integración que completa el análisis del fenómeno debe apuntar hacia la comprensión monológica vygotskyana -emisor y receptor el mismo sujeto como una sola experiencia holista- y la extrapolación de la dimensión expresiva bühleriana como característica del lenguaje interior, lo que lo hace no solo representacional sino presentacional para el propio sujeto (Shanon, 2008).

Consideraciones finales

Bühler (1934/1965) en sus clásicos trabajos sobre lenguaje y expresión recupera una antigua tradición omitida del estudio del lenguaje y la gestualidad en psicología moderna: la teoría de la expresividad humana. Esta se observa en el lenguaje ordinario y la manifestación fisionómica que lo acompaña, encontrándose además directamente relacionada con el lenguaje fisionómico desarrollado en los trabajos de Werner. Si bien Bühler y Werner no desarrollaron un modelo sobre el lenguaje interior, sí lo hizo Vygotsky y en su trabajo sobre este fenómeno es posible observar en acción la dimensión expresiva bühleriana y la noción de fisionomía werneriana. En la esfera motivacional de la consciencia -como estadio inicial sobre el cual emerge el habla interior- está la clave para entender la expresividad y fisionomía del lenguaje en los postulados vygotskyanos y, por lo tanto, del habla interior.

La dimensión expresiva del habla interna constituye una manifestación de los estados más profundos de la consciencia, es decir, la expresividad de la esfera volitivo-motivacional que resuena en nuestro interior en forma de una condensada experiencia de imágenes, pensamientos y afectos. En este sentido afirma Shanon (2008) que la subjetividad de la consciencia es el punto de partida de la comunicación humana y el mensaje construido su resultado, constituyendo así la experiencia de hablar -a sí mismo y a otros- un acto presentacional y no solo representacional.

Desde la perspectiva de la experiencia humana desarrollada en estos trabajos, el habla interna correspondería entonces a un proceso indiferenciado entre cognición y emoción, que en su totalidad expresa la complejidad total de la experiencia, del flujo de la consciencia y su naturaleza animada. Aceptar entonces la concepción monológica del habla interna en Vygotsky, la comprensión organísmica-fisionómica en Werner y la dimensión expresiva en Bühler -las dos últimas solo parcialmente manifestadas en la obra de Vygotsky- son fundamentales al momento de comprender la dimensión expresiva del lenguaje interior.

Referencias

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  • 1
    La técnica taquistoscópica fue un instrumento utilizado por Werner que estudió la percepción de los sujetos a palabras en milésimos de segundos. Cada concepto o frase breve aparece en el taquistoscópio a una velocidad de 50 milisegundos, casi imperceptible para el ser humano, y por sus diferentes sílabas. Luego va apareciendo completo el concepto hasta su total claridad. El sujeto debe reportar su experiencia luego de cada aplicación intentando descifrar el significado del concepto.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Sep-Dec 2017

Histórico

  • Recibido
    16 Ago 2016
  • Acepto
    24 Ene 2017
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