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Negociaciones en familia: género, trabajo y cuidado en Chile

Family Negotiations: Gender, Paid Work and Carework in Chile

Resumen:

La incorporación cada vez más masiva de las mujeres al mercado de trabajo e importantes cambios en las configuraciones familiares han puesto en tela de juicio la organización tradicional de las familias sobre la base de hombres proveedores/mujeres cuidadoras. Sin embargo, la evidencia disponible indica que ello no ha cambiado la distribución tradicional de tareas por sexo. Este trabajo busca aportar a la comprensión de las razones que ayudarían a explicar la persistencia de estos patrones tradicionales, y cómo parejas jóvenes con y sin hijos enfrentan el reto de conciliar familia y trabajo en la ciudad de Talca (Chile). Ello, con foco en las representaciones sociales sobre el trabajo doméstico y de cuidado y en los procesos de negociación - si los hay - que explicarían sus arreglos domésticos actuales. Nuestros resultados sugieren que se declaran patrones de organización familiar basados en la igualdad, habilidades o preferencias personales, pero las prácticas revelan la persistencia de modos de organización apegados a los patrones tradiciones según género.

Palabras clave:
género; conciliación trabajo-familia (CTF); representaciones sociales; trabajo de cuidado

Abstract:

Women’s entry into the labor market and important changes in family configurations have undermined the traditional organization of families, based on male providers and female caregivers. However, recent research suggests that this has not meant the end of these traditional, gendered patterns. This paper seeks to contribute to the understanding of the reasons behind this phenomenon and how young couples, with and without children, face the challenge of making paid work and family compatible in the city of Talca (Chile). We focus on social representations on paid, domestic and care work and on the processes of negotiation associated to the distribution of related tasks - when such processes take place - that could explain their current domestic arrangements. Our results suggest that, despite declaring arrangements based on the equality principle, personal abilities o preferences, couples maintain highly gendered modes of organization, coupled with a progressive discourse.

Key words:
Gender; Work-family Balance (WFB); Social representations; Carework.

1. Planteando el problema: cuidado, familia y conciliación1 1 Este artículo fue realizado como parte del proyecto “Trabajo y familia: estrategias y negociación para la distribución de las responsabilidades familiares en parejas de doble ingreso” (DPI-19/2014), financiado por los fondos de apoyo a la investigación de la Universidad Autónoma de Chile.

Aunque la preocupación por la familia es de larga data en Chile, desde principios de la década de 1990 se ha re-instalado en la discusión pública el rol que ésta cumple en el bienestar de las sociedades, reconociéndose sus aportes al bienestar y protección social a través de la reproducción social (CEPAL, 2009CEPAL. Panorama Social de América Latina, Santiago, CEPAL, 2009. 287p., p.161). Ello ha permitido introducir el ámbito doméstico - y especialmente, el trabajo no remunerado - como un elemento clave para el análisis de las formas de funcionamiento de una sociedad, pero también de los núcleos de desigualdad existentes en ella (Patricia PROVOSTE, 2012PROVOSTE, Patricia. Protección social y redistribución del cuidado en América Latina y el Caribe: el ancho de las políticas. Serie Mujer y Desarrollo, n. 120. Santiago: CEPAL, 2012.). Tradicionalmente el trabajo doméstico ha sido considerado una responsabilidad femenina, sin importar si la mujer cumple además otros roles de trabajo remunerado o jefatura de hogar. Según el Informe de las Naciones Unidas para el Desarrollo para Chile, las mujeres siguen realizando gran parte del trabajo doméstico y de cuidado, sin importar su situación conyugal o el hecho de que sus parejas estén en el mercado de trabajo o no (PNUD, 2010). Esta situación atenta contra las posibilidades de una inserción igualitaria en el mundo del trabajo remunerado, particularmente cuando hay hijos/as pequeños, o bien redunda en una sobrecarga de trabajo que atenta contra la salud física y mental de quienes lo realizan.

Como observa Sonia Montaño (2010MONTAÑO, Sonia. “El cuidado en acción”. En: MONTAÑO, Sonia y CALDERÓN, Coral (Eds.) El cuidado en acción. Entre el derecho y el trabajo. Santiago: CEPAL/Aecid/Unifem, 2010. p. 13-68.), la cuestión del trabajo doméstico y de cuidado sigue siendo uno de los “núcleos duros” de la desigualdad de género: las mujeres han conquistado espacios en el dominio de lo público, pero sin dejar sus responsabilidades tradicionales en lo privado. Ello, a pesar de las políticas de promoción de igualdad de género desarrolladas desde los años 90, que buscaron socavar los roles de género tradicionales. Roles que están siendo cada vez más cuestionados por las nuevas generaciones: según las Encuestas Bicentenario, las mujeres más jóvenes declaran encontrar injusta la actual distribución de las tareas en el hogar (UC-Adimark, 2013UC-Adimark 2013. Encuesta Nacional Bicentenario 2013. Disponible en: Disponible en: http://encuestabicentenario.uc.cl/resultados/2013-3/ (fecha de consulta: 08/05/2014).
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). Esto sería la consecuencia lógica de la incorporación progresiva de las mujeres chilenas al mercado de trabajo - aunque en un porcentaje aún bastante inferior al de otros países con niveles de desarrollo económico similar (INE, 2013Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Nueva Encuesta Suplementaria de Ingreso - Resultados 2013. Disponible en: Disponible en: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/mercado_del_trabajo/nene/nesi/nesi.php. (fecha de consulta: 12/01/2015).
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) - y de importantes transformaciones en las configuraciones familiares, que ponen en tela de juicio la organización tradicional de hombres proveedores/mujeres cuidadoras. A partir de los años 80, las familias chilenas han experimentado numerosos cambios, tras lo que se considera la “época dorada” del matrimonio tradicional en Chile - esto es, la predominancia de la familia caracterizada por la formalización legal de los lazos familiares (matrimonio, filiación) y la división sexual del trabajo, con varones proveedores y mujeres encargadas del cuidado del hogar y de los hijos/as. Tras este período, que fue principalmente desde la década de 1940 hasta fines de los 70, se verifica la diversificación de formas familiares y la progresiva disminución de la biparentalidad en los hogares, que bajó de 73% en 1990 a 61% en 2011. Los roles también han cambiado: entre 1990 y 2013, por ejemplo, la tasa de participación laboral femenina pasó de un 32,5% a 45,6%. En el mismo periodo, el porcentaje de hogares con jefatura femenina subió de 20% a 38% (Ministerio de Desarrollo Social, 2013Ministerio de Desarrollo Social. Resultados de la encuesta de caracterización Socioeconómica Nacional 2013. Módulo Género. 2013. Disponible en: Disponible en: http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/resultados-encuesta-casen-2013/ (fecha de consulta: 07/07/2014).
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).

Sin embargo, la evidencia disponible sugiere que ello no ha bastado para romper la distribución tradicional de tareas por sexo, como muestran los estudios realizados por Naciones Unidas (PNUD, 2010), Pablo Aguayo, Francisco Correa y Pablo Cristi (2011AGUAYO, Francisco, CORREA, Pablo y CRISTI, Pablo. Encuesta IMAGES Chile. Resultados de la encuesta internacional de masculinidades y equidad de género. Santiago de Chile: Cultura Salud/EME, 2011. Disponible en: Disponible en: http://www.mineduc.cl/usuarios/convivencia_escolar/doc/201212041625540.2011EncuestaIMAGESChileCulturaSaludEME.pdf (fecha de consulta: 02/07/2014).
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) y los datos de la Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica Nacional, CASEN, de 2011 (Ministerio de Desarrollo Social, 2011Ministerio de Desarrollo Social. Resultados de la encuesta de caracterización Socioeconómica Nacional 2011. Módulo Mujer y Familia. 2011. Disponible en: Disponible en: http://centrodelafamilia.uc.cl/201304043080/familia-chilena/resultados-mujer-y-familia-casen-2011.html (fecha de consulta: 12/07/2012).
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). Ello es consistente con evidencia internacional, que indica que los patrones de distribución de trabajo por género se mantienen relativamente inalterados, aunque las aspiraciones individuales hombres y mujeres sí han cambiado (Karina BATTHYANY, Natalia GENTA, y Valentina PERROTTA, 2012BATTHYANY, Karina, GENTA, Natalia y PERROTTA, Valentina. La población uruguaya y el cuidado: Persistencias de un mandato de género. Encuesta nacional sobre representaciones sociales del cuidado: Principales resultados. Serie Mujer y Desarrollo núm. 117, Santiago de Chile, CEPAL, 2012.; Merike BLOFIELD y Juliana MARTÍNEZ, 2014BLOFIELD, Merike y MARTÍNEZ, Juliana. “Trabajo, familia y cambios en la política pública de América Latina: equidad, maternalismo y corresponsabilidad”. Revista de la CEPAL, n.114, p.108-125, 2014.; Elizabeth JELIN, 2012JELIN, Elizabeth. “La familia en Argentina: Trayectorias históricas y realidades contemporáneas”. En: ESQUIVEL, Valeria, FAUR, Eleonor y JELIN, Elizabeth (Eds). Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado . Buenos Aires: IDES, 2012. p. 45-72.; KORNICH, Sabino y EGER, Maureen A., 2014KORNRICH, Sabino y EGER, Maureen A. “Family Life in context: men and women’s perceptions of fairness and satisfaction across thirty countries”. Social Politics, v. 23, n.1, p.40-69, spring, 2016. Publicado en línea Diciembre 2, 2014, https://doi.org/10.1093/sp/jxu030.
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). Gerardo Meil (2005MEIL, Gerardo. “El reparto desigual del trabajo doméstico y sus efectos sobre la estabilidad de los proyectos conyugales”. Reis, v. 111, n.5, p.163-179, 2005.) propone que la distribución desigual del trabajo doméstico incide en la satisfacción que se reporta con el proyecto conyugal, poniendo en discusión una nueva dimensión de la conciliación en las parejas.

En Chile la evidencia disponible es todavía limitada. Este trabajo busca aportar a la comprensión de las razones que explicarían la persistencia de patrones tradicionales (hombres proveedores, mujeres en el ámbito doméstico y de cuidado), y cómo parejas jóvenes -menores de 30 años- enfrentan el reto de conciliar familia y trabajo en la ciudad de Talca (Chile). Talca resulta una localización pertinente por estar históricamente caracterizada por bajos niveles de desarrollo social (Ministerio de Desarrollo Social, 2013) y tradicionalismo propio de las ciudades intermedias. Otras investigaciones se han centrado, mayoritariamente, en ciudades grandes, como Santiago o Concepción. Nos hemos focalizado en las representaciones sociales que dichas parejas tienen sobre el trabajo doméstico y de cuidado y en los procesos de negociación -si los hay- que explicarían sus arreglos domésticos actuales. Interesa verificar si esta negociación existe, tanto en el ámbito del hogar como en el del empleo, y en qué medida el resultado de ella refleja cambios (o persistencia) en los patrones de género tradicionales. Esto es importante por al menos dos razones: primero, en la medida en que hombres y mujeres tengan márgenes mayores para negociar la distribución de tareas en el hogar, así como la relación entre éstas y las responsabilidades laborales, será posible pensar en configuraciones familiares más igualitarias y democráticas. La segunda es que la cuestión del cuidado adopta hoy un carácter urgente: la llamada “crisis del cuidado” (Irma ARRIAGADA, 2011ARRIAGADA, Irma. La organización social de los cuidados y vulneración de derechos en Chile. 2011. Disponible en: Disponible en: http://www.cem.cl/pdf/cuidadoschile.pdf (fecha de consulta: 02/07/2014).
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; PROVOSTE, 2012PROVOSTE, Patricia. Protección social y redistribución del cuidado en América Latina y el Caribe: el ancho de las políticas. Serie Mujer y Desarrollo, n. 120. Santiago: CEPAL, 2012.) se refiere al colapso de los sistemas tradicionales de satisfacción de necesidades de las personas en situación de dependencia, basados en el trabajo femenino no remunerado.

Desde un enfoque cualitativo, el estudio analiza los discursos asociados a la negociación del trabajo doméstico en parejas con y sin hijos, identificando la composición y núcleo figurativo de las representaciones sociales asociadas al trabajo doméstico. Con ello, se espera caracterizar el proceso de negociación familiar sobre responsabilidades domésticas y de cuidado y su posible relación con variables socio-demográficas como género, grupo socioeconómico o nivel educacional. Se sostiene que las representaciones sociales son construidas por grupos reflexivos, condicionadas por determinantes sociales y culturales, ancladas en subgrupos de la población que comparten modos de socialización específicos.

El trabajo está organizado como sigue: en la primera sección exponemos el andamiaje teórico-conceptual de nuestro argumento. Las secciones siguientes presentan el método de selección de participantes y las bases metodológicas de nuestro análisis; luego, presentamos los principales resultados del análisis realizado, desde la perspectiva de la (re)construcción de los ámbitos domésticos y de cuidado en la cotidianidad de las parejas entrevistadas. Finalmente, examinamos estos resultados, que sugieren que los cambios en los patrones de trabajo representan una configuración que funde elementos tradicionales y nuevos pero que, en lo esencial, implica una mantención de patrones ya verificados en las relaciones de género.

2. Género, cuidado y co-responsabilidad: algunas precisiones conceptuales

El (des)equilibrio entre las obligaciones que hombres y mujeres asumen en el mundo del trabajo remunerado y del hogar es hoy uno de los núcleos duros de la desigualdad de género. Dicha desigualdad tendría una explicación “en dos etapas”: por una parte, existirían representaciones culturales asociadas a la masculinidad y la femineidad, que suponen como parte integral de esta última las habilidades (y el deseo) por asumir el cuidado cotidiano de la familia y el de personas dependientes. Esta explicación considera el desequilibrio de poder entre los sexos como una parte integral del fenómeno, por cuanto este trabajo es a menudo invisibilizado y desvalorizado: se asume que no contribuye al bienestar social como el trabajo remunerado, tratándose de un cuestión privada que las familias deben resolver por sí mismas (Shahra RAVAZI, 2007RAZAVI, Shahra. The political and social economy of care in a development context. Gender and Development Programme Paper Number 3. Ginebra: UNRISD, 2007. ).

Por otra parte, estas representaciones serían asumidas en el mundo público, traduciéndose en una organización del mundo productivo (por oposición al del trabajo reproductivo)2 2 El trabajo reproductivo comprende no sólo las actividades de reproducción humana (como dar a luz y criar un bebé), sino también las actividades destinadas a atender el cuidado del hogar y de la familia. Se le denomina así para para diferenciarlo del trabajo “productivo” (de bienes y servicios), que en las sociedades industrializadas es habitualmente el único reconocido, económica y socialmente, como trabajo. El trabajo reproductivo no ocurre sólo en el hogar, aunque se orienta principalmente a satisfacer las necesidades del grupo familiar. en el que el trabajador ideal es aquel que no tiene responsabilidades familiares y está, por tanto, completamente dedicado a la tarea productiva (ROYO, 2011ROYO, Raquel. Maternidad, paternidad y conciliación en la CAE. ¿Es el trabajo familiar un trabajo de mujeres? Bilbao: Universidad de Deusto, 2011. 234p.). Esta representación, altamente masculinizada, favorece el que las organizaciones no consideren las responsabilidades familiares como parte integral del bienestar de sus trabajadores/as y por ello no contemplen medidas para conciliar familia y trabajo. En este escenario, al que en Chile se suman importantes brechas salariales por género, existe poco margen para negociar nuevas formas de compatibilizar la vida laboral y la familiar en el contexto institucional.

Aquí nuevamente operarían mecanismos de poder, no sólo por género, sino también por clase social: Janet Gornick y Marcia Meyers (2009GORNICK, Janet y MEYERS, Marcia. “Institutions that support gender equality in parenthood and employment”. En: GORNICK, Janet y MEYERS, Marcia (Eds.). Gender equality: transforming family divisions of labor. Londres: Verso, 2009. p. 3-66.) sugieren que, mientras más autonomía y calificación tenga un trabajador/a (por ejemplo, mayor profesionalización o cargo de responsabilidad), más probable es que consiga negociar espacios para atender sus responsabilidades familiares en el contexto laboral. Los datos de la Encuesta Nacional para la Primera Infancia, ENPI, apoyan esta hipótesis, mostrando que el disfrute efectivo de derechos legalmente garantizados es diferentes según la clase social del trabajador/a (JUNJI/UNESCO/Unicef, 2010JUNJI/UNESCO/Unicef, Encuesta Nacional de la Primera Infancia, ENPI 2010 - Resultados Preliminares. Santiago: JUNJI/UNESCO/Unicef, 2010. 77p., p. 38). Esta misma tendencia se verificaría en la utilización de otros derechos y beneficios, como las licencias por enfermedad de hijos/as menores de un año. Otros estudios confirman que a las tradicionales barreras a la conciliación, percibidas en el ámbito de “lo cultural”, se suman aquellas ligadas a la desconfianza sobre la efectividad de estas medidas para mejorar la productividad tanto de las organizaciones privadas como públicas (María José BOSCH, Verónica CANO, María Paz RIUMALLÓ, y Claudia TARUS, 2014BOSCH, María José, CANO, Verónica, RIUMALLÓ, María Paz y TARUS, Claudia. Estudio percepciones y prácticas de conciliación y corresponsabilidad en organizaciones públicas y privadas. 2014. Disponible en: Disponible en: http://www.ese.cl/publicaciones/estudio-percepciones-y-practicas-de-conciliacion-y-corresponsabilidad-en-organizaciones-publicas-y-privadas/ (fecha de consulta: 02/07/2014).
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, p. 70).

En este punto, resulta necesario hacer algunas precisiones conceptuales. La primera de ellas concierne a la idea de cuidado, definido como la gestión del mantenimiento cotidiano de la vida y la salud. Incluye la provisión diaria de bienes, servicios y actividades necesarios para el bienestar físico y emocional de las personas, a lo largo de todo el ciclo vital (ARRIAGADA, 2011ARRIAGADA, Irma. La organización social de los cuidados y vulneración de derechos en Chile. 2011. Disponible en: Disponible en: http://www.cem.cl/pdf/cuidadoschile.pdf (fecha de consulta: 02/07/2014).
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; Valeria ESQUIVEL, Eleonor FAUR, y JELIN, 2012ESQUIVEL, Valeria, FAUR, Eleonor y JELIN, Elizabeth. “Hacia la conceptualización del cuidado: familia, mercado y estado”. En: ESQUIVEL, Valeria, FAUR, Eleonor y JELIN, Elizabeth (Eds.). Las lógicas del cuidado infantil. Entre las familias, el Estado y el mercado. Buenos Aires: IDES, págs. 11-44, 2012.). La definición y medición del cuidado es un tema en debate, ya que los propios límites del cuidado son difíciles de demarcar frente a - por ejemplo - el trabajo doméstico, ya que ambos tipos de actividad se mezclan con frecuencia. Sin embargo, la evidencia disponible en Chile y América Latina indica que es una tarea realizada mayoritariamente por mujeres (BLOFIELD y MARTÍNEZ, 2014BLOFIELD, Merike y MARTÍNEZ, Juliana. “Trabajo, familia y cambios en la política pública de América Latina: equidad, maternalismo y corresponsabilidad”. Revista de la CEPAL, n.114, p.108-125, 2014.; PNUD, 2010; INE, 2009Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Encuesta Experimental sobre el uso del tiempo en el Gran Santiago (2009). Disponible en: Disponible en: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/estadisticas_sociales_culturales/encuesta_tiempo_libre/pdf/presentacion_eut_17_04_2009.pdf (fecha de consulta: 03/03/2011).
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). La naturaleza de la actividad variará según se realice o no dentro de la familia y también de acuerdo a si se trata o no de una tarea remunerada (BATTHAYÁNY, GENTA y PERROTA, 2012). Y ha revelado ser un área particularmente resistente al cambio. Si bien Chile ha realizado avances legislativos que abren la posibilidad de que las responsabilidades familiares sean compartidas por hombres y mujeres en una proporción creciente (Carlos ARROYO, 2007ARROYO, Carlos. “Perspectivas laborales en torno a la conciliación de la vida familiar y laboral: el reto de la compatibilidad y la corresponsabilidad”. Anuario Jurídico y Económico Escurialense, n. XL, p. 243-270, 2007.; Eduardo CAAMAÑO, 2008CAAMAÑO, Eduardo. “El permiso parental y la progresiva inclusión del padre en los derechos para la armonización del trabajo y la vida familiar”. Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, n. 31, p. 325-354, 2008.), Paul Kershaw (2006KERSHAW, Paul. “Care fair: Choice, duty, and the distribution of care”. Social Politics: International studies in gender, state and society, v. 13, n. 3, p.341-371, 2006.) y Joan Tronto (2013TRONTO, Joan. Caring Democracy. Markets, equality and justice. Nueva York: New York University Press, 2013. 256p.) sugieren que los patrones tradicionales de trabajo doméstico y de cuidado no serán alterados mientras las representaciones sociales sobre esta materia no sean modificadas. De allí la importancia de profundizar en el núcleo de estas representaciones sociales, como elemento sustentador de los patrones tradicionales de contribución al trabajo doméstico y de cuidado.

El concepto de representaciones sociales, propuesto por Serguei MoscoviciMOSCOVICI, Serguei. Social Representations: Explorations in Social Psychology. Nueva York: New York University Press, 2001. 240 p. (1961) como una forma de establecer un puente entre las dimensiones individuales y colectivas de la experiencia, se refiere al conocimiento “de sentido común” (aunque puede estar alimentado por explicaciones científicas) con que las personas operan en su vida cotidiana. Son sistemas cognitivos que pueden incluir estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal positiva o negativa, que llegan a constituirse en esquemas mentales o, como indica Sandra Araya (2002ARAYA, Sandra. Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión. Cuaderno de Ciencias Sociales nº 127, San José de Costa Rica: FLACSO, 2002. Disponible en: Disponible en: http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/ICAP/UNPAN027076.pdf (fecha de consulta: 04/07/2014).
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, p.11), en:

[S]istemas de códigos, valores, lógicas clasificatorias, principios interpretativos y orientadores de las prácticas, que definen la llamada conciencia colectiva, la cual se rige con fuerza normativa en tanto instituye los límites y las posibilidades de la forma en que las mujeres y los hombres actúan en el mundo.

El estudio de las representaciones sociales (RS en adelante) nos aproxima a la visión de mundo que los individuos tienen sobre un determinado objeto social y, de manera más importante, al fundamento cognitivo y afectivo de prácticas. Este conocimiento de sentido común proporciona sustento para actuar o tomar posición ante los distintos objetos sociales. Para el caso que nos ocupa, las representaciones sociales sobre trabajo doméstico y de cuidado proveerían, por una parte, sustento a prácticas cotidianas en este ámbito, relacionadas con los mandatos culturales para cada género; por otra, constituirían un factor clave en las estrategias de distribución de responsabilidades familiares que hombres y mujeres adoptan para conciliar vida familiar y trabajo. RS menos tradicionalistas en términos de género implicarían una flexibilización de los roles en esta materia y, con ello, la apertura de márgenes de negociación para distribuir las tareas domésticas y de cuidado en el hogar. Es la ocurrencia de esa negociación - cuando se verifica - y sus características lo que nos interesa relevar en este trabajo, ya que ello indicaría la persistencia o posibilidades de cambio en los patrones de distribución del trabajo doméstico y de cuidado. Estas representaciones no se construyen en el vacío de las transacciones e interacciones cotidianas, sino que se encuentran ancladas a la experiencia afectiva, narrativa y conversacional de los grupos de pertenencia de los cuales derivan las principales creencias que sostienen los géneros. Así, es posible anticipar variaciones contextuales asociadas a los marcos ecológico-sociales que comparten grupos específicos de la población como jóvenes, homosexuales o parejas adultas emergentes.

La evidencia disponible para Chile sugiere que, a pesar de importantes avances en materia de igualdad género, la sociedad chilena aun muestra rasgos tradicionalistas. El Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD) de 2010Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Informe de Desarrollo Humano en Chile. Género: los desafíos de la igualdad. Santiago, PNUD, 2010. 363p. mostró que para un porcentaje importante de la población encuestada, la representación más frecuente acerca de la mujer es aquella que la define a partir de los roles que enmarca la familia y la maternidad (2010, P.56). Ello sugiere que es el rol de responsable del hogar y del cuidado el que más se vincula con la identidad femenina. Otras investigaciones cuantitativas sugieren que para las mujeres jóvenes la constitución de una pareja estable y la maternidad son parte importante de sus proyectos personales, pero ya no constituyen (al menos al nivel de imaginarios) el centro de su biografía (SERNAM, 2012). Asimismo, hay datos que sugieren un cambio perceptible en los varones, quienes reclaman un papel más protagónico en la crianza de los hijos y, particularmente, en la esfera emocional, aunque ello no lleve aparejado una mayor participación masculina en actividades relacionadas con el cuidado cotidiano de infantes (Francisco AGUAYO, Pablo CORREA y Pablo CRISTI, 2011AGUAYO, Francisco, CORREA, Pablo y CRISTI, Pablo. Encuesta IMAGES Chile. Resultados de la encuesta internacional de masculinidades y equidad de género. Santiago de Chile: Cultura Salud/EME, 2011. Disponible en: Disponible en: http://www.mineduc.cl/usuarios/convivencia_escolar/doc/201212041625540.2011EncuestaIMAGESChileCulturaSaludEME.pdf (fecha de consulta: 02/07/2014).
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; SERNAM 2012). En la misma línea un estudio chileno plantea una transformación de la idea de paternidad tradicional sostenida principalmente por jóvenes universitarios (Gonzalo GALLARDO, Esteban GÓMEZ, Magdalena MUÑOZ y Nicolás SUÁREZ, 2006GALLARDO, Gonzalo, GÓMEZ, Esteban, MUÑOZ, Magdalena y SUÁREZ, Nicolás. “Paternidad: representaciones sociales en jóvenes varones heterosexuales sin hijos”. Psykhe, v.2, n. 15, p. 105-116, 2006.) y que contiene la noción de mayor involucramiento en las tareas de cuidado y transformación en las funciones asociadas al rol paterno.

A pesar de ello, José Olavarría (2004OLAVARRÍA, José. “¿Dónde está el nuevo padre? De la retórica a la práctica”. En: VALDÉS, Ximena y VALDÉS, Teresa (Eds.). Familia y vida privada: ¿transformaciones, resistencias o nuevos sentidos? Santiago: CEDEM/FLACSO, 2004. págs. 215-250.) y Ximena Valdés et al. (2006VALDÉS, Ximena; CARO, Pamela; SAAVEDRA, Rosa; GODOY, Carmen Gloria; RIOJA, Tania y RAYMOND, Émilie. “¿Modelos familiares emergentes o fractura del modelo tradicional?”. En: VALDÉS, Ximena; CASTELAIN-MEUNIER, Christine y PALACIOS, Margarita (eds.). Puertas adentro. Masculino y femenino en la sociedad contemporánea. Santiago: Editorial LOM, 2006. p. 11-103.) observan que uno de los puntos más difíciles de implementar dentro de la agenda de igualdad de género ha sido la incorporación de los varones a las tareas domésticas y de cuidado. En ese contexto, interesa preguntarse qué es lo que ha cambiado en las experiencias cotidianas de los sujetos, y por las condiciones de dicho cambio. Avanzar hacia la co-responsabilidad familiar, entendida como una distribución equitativa entre los miembros de la pareja de la energía, tiempo y desarrollo de habilidades que resultan determinantes en una familia para llevar a cabo las tareas del hogar y el cuidado de los hijos (Susana TORÍO LÓPEZ, José Vicente PEÑA, María del Carmen RODRÍGUEZ, Carmen María FERNÁNDEZ y Susana MOLINA, 2010TORÍO LÓPEZ, Susana; PEÑA, José Vicente; RODRÍGUES, María del Carmen; FERNÁNDEZ, Carmen María y MOLINA, Susana. “Hacia la corresponsabilidad familiar: Construir lo cotidiano. Un programa de educación parental”. Educatio Siglo XXI, v. 28, n.1, p. 85-108, 2010.) requiere que los miembros de la pareja identifiquen la posibilidad -y, de manera más importante, la necesidad- de negociar y redefinir sus roles en el hogar.

La literatura sugiere que las posibilidades que hombres y mujeres tienen de redefinir y negociar sus roles tradicionales está asociada a las RS de género que ellos y ellas portan. Sin restar importancia a esta variable, factores como la edad, el NSE y la presencia de hijos/as - en particular menores de 6 años - influirían de manera significativa en los márgenes de negociación que los sujetos tienen frente a lo que se percibe como sus responsabilidades domésticas y de cuidado. Un estudio que compara países de la OCDE en estas categorías encontró que aquellas con hijos pequeños gastan en promedio 2 horas diarias más que quienes no tienen hijos en este segmento y que mujeres con educación secundaria completa gastan en promedio 1,8 horas menos de trabajo doméstico que quienes poseen menor calificación (Evelyn ARRIAGADA, 2012ARRIAGADA, Evelyn. “Factores que indicen en la distribución de tareas domésticas dentro del hogar. Comparando países de la OECD”. En: VII CONGRESO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA encuentro PreALAS 24, 25 y 26 de octubre de 2012. Pucón: Universidad de la Frontera, Universidad Católica de Temuco y Red de sociología de Universidades Chilenas.2012.). Ocupaciones con menor renta, calificación y prestigio implicarían niveles de autonomía y control del propio tiempo más bajos, lo cual implica menor flexibilidad en la administración de responsabilidades laborales frente a las familiares (Rosario UNDURRAGA, 2013UNDURRAGA, Rosario. “Mujer y trabajo en Chile: ¿Qué dicen las mujeres sobre su participación en el mercado laboral?” En: MORA, Claudia (ed.). Desigualdad en Chile: la continua relevancia del género. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2013. p. 113-142.). Finalmente, la presencia de hijos/as, en especial menores de 6 años, resulta decisiva (Sonia YÁÑEZ, 2004YÁÑEZ, Sonia. “Escenarios de flexibilidad laboral y formas de empleo flexible en un estudio de empresas”. En: TODARO, Rosalba y YÁÑEZ, Sonia (eds). El trabajo se transforma. Relaciones de producción y relaciones de género. Santiago de Chile: Centro de Estudios de la Mujer, 2004. p. 74-118.), pues las altas demandas de cuidado de este grupo etario plantean una urgencia que implica una fuerte presión para el regreso a los roles tradicionales, especialmente para las mujeres.

Son las generaciones más jóvenes, que han experimentado la erosión de los modelos de género tradicionales, las que están cuestionando más activamente la división de tareas por sexo. Esta situación podría explicarse por la construcción de discursos más igualitarios sobre el trabajo doméstico, que pueden o no traducirse en prácticas efectivas, proceso consistente con lo reportado por Silvia Sánchez-Herrero, María del Pilar Sánches-López y Virginia Dresch (2009SÁNCHEZ-HERRERO ARBIDE, Silvia; SÁNCHEZ-LÓPEZ, María del Pilar; DRESCH, Virginia. “Hombres y trabajo doméstico: Variables demográficas, salud y satisfacción”. Anales de psicología, v.25, n.2, p. 299-307, 2009.) y Rima H. Habib, Ayman Zohry, Iman Nuwayhid y Faten Najdi (2006HABIB, R. R., ZOHRY, A., NUWAYHID, I. A., y NAJDI, F.. “Older adults in the division of domestic labor in communities on the outskirts of Beirut”. European Journal of Ageing, v. 3, p.137-145, 2006.) en otros contextos.

3. Participantes y método

Considerando estos elementos, se seleccionó a 11 parejas de doble ingreso en la cual ambos integrantes trabajaran fuera del hogar en una jornada de al menos 22 horas semanales o equivalente. La selección fue hecha a través de una invitación abierta a la comunidad a participar en el estudio, así como del uso de la estrategia de bola nieve, para reunir a parejas que cumplieran con los requisitos de ser menores de 30 años (como generación expuesta a cambios en los modelos familiares y de protección social en Chile) y presencia/ ausencia de hijos menores o mayores de 6 años (edad escolar), por su impacto en la organización del cuidado. Del grupo seleccionado, tres parejas no tenían hijos/as, en tanto cuatro tenían hijos/as menores de 6 y las restantes, entre los 6 y los 11 años. Se procuró que las parejas tuvieran al menos dos años de co-habitación (matrimonio o convivencia), y que hubiera una representación equitativa entre profesionales con altos niveles de autonomía y otras ocupaciones con exigencias más rígidas en términos de tareas, horarios y disponibilidad física del trabajador/a en el lugar de trabajo. En términos de NSE, se utilizó el nivel educacional como proxy (dada la alta correlación entre nivel educacional y de ingreso en Chile), seleccionándose, para cada sexo, cinco personas con educación superior completa (universitaria o técnica-profesional) y seis bajo ese nivel educativo. Tanto la edad como el nivel educacional son clave, pues los datos disponibles sugieren que hay un cambio generacional en las actitudes de género en los menores de 30 años, y que ese cambio es más acentuado en quienes tienen mayores niveles de educación formal.

Como técnica de recolección de la información se utilizó la entrevista semi-estructurada, instrumento que no busca permitir al investigador/a entrar en el mundo estudiado hasta el punto de alcanzar la identificación que le permita verlo con los ojos de sus personajes, sino acceder a la perspectiva del sujeto estudiado: comprender sus categorías mentales, interpretaciones, percepciones y sentimientos, los motivos de sus actos sobre la base de un marco comparable, pero flexible (Tom WENGRAF, 2004WENGRAF, Tom. Qualitative research interviewing: biographic narrative and semi-structured methods. Londres: SAGE, 2004. 424p.). Cada miembro de la pareja fue entrevistado/a por separado.

El método de análisis fue la identificación de categorías recurrentes en el discurso, que dieran cuenta de representaciones sobre trabajo doméstico y de cuidado y los roles identificados para hombres y mujeres en esta materia, si los hubiera. Estas categorías fueron definidas a priori con los referentes provistos por la teoría de género, aunque se consideraron también categorías emergentes (Gloria PÉREZ SERRANO, 2004PÉREZ SERRANO, Gloria. Investigación cualitativa: Retos e interrogantes. Madrid: Editorial La Muralla, 2004. 234 p.). En una segunda etapa, con la ayuda de herramientas computacionales (programa Atlas.ti) se identificaron relaciones/asociaciones entre categorías, con la finalidad de identificar ideas o argumentos recurrentes para grupos según las variables sociodemográficas definidas, o bien constatar la inexistencia de tales diferencias. Finalmente, las categorías que permeaban todos los discursos fueron agrupadas en lo que se consideró el núcleo figurativo de la representación, definido como una imagen nuclear concentrada, con forma gráfica y coherente que captura la esencia del concepto o idea que se trata de objetivar; sería, en suma, un esquema sintético, condensado, que permite una recuperación clara del sentido esencial de la RS. Ello, bajo el supuesto de que tanto hombres como mujeres realizan tareas domésticas, pero la forma en que éstas se representan en el marco de un mundo “genderificado” afectaría su distribución, reflejando la persistencia (o flexiblización) del dualismo de género, lo que condicionaría la negociación sobre el reparto (Ximena VALDÉS, Pamela CARO, Rosa SAAVEDRA, Carmen Gloria GODOY, Tania RIOJA y Émilie RAYMOND, 2006VALDÉS, Ximena; CARO, Pamela; SAAVEDRA, Rosa; GODOY, Carmen Gloria; RIOJA, Tania y RAYMOND, Émilie. “¿Modelos familiares emergentes o fractura del modelo tradicional?”. En: VALDÉS, Ximena; CASTELAIN-MEUNIER, Christine y PALACIOS, Margarita (eds.). Puertas adentro. Masculino y femenino en la sociedad contemporánea. Santiago: Editorial LOM, 2006. p. 11-103.).

4. Resultados

Una de las primeras constataciones del análisis de las entrevistas fue la aparente contradicción entre lo que se declara, en términos de la repartición de tareas, y lo que se verificó al preguntarse a las parejas por prácticas específicas de trabajo doméstico y de cuidado. Si bien la mayoría de los/as informantes declaró no considerar que hay tareas específicas por sexo, en la práctica se verificó que se mantiene una división a lo largo de las líneas tradicionales, aunque con una reformulación más sutil y que sugiere una realineación de las tareas por género. En línea con lo tradicional, los hombres declaran ocuparse principalmente de lo que ocurre fuera de la casa (mantención del jardín, por ejemplo) o en áreas típicamente masculinas: arreglar desperfectos dentro del hogar -cañerías, bombillos, etc. - , sacar la basura, cortar o apilar leña. Y en un ámbito relativamente nuevo, también declaran asumir nuevas tareas típicamente consideradas femeninas, como cocinar u ocuparse de los niños/as, cuando los hay.

Sin embargo, y en un examen más profundo, con frecuencia aparece una nueva forma de involucramiento de los varones en lo doméstico que muestra fuertes resabios de los roles tradicionales. Ésta se caracteriza por el hecho de que los hombres “escogen” aquellas tareas domésticas con las cuales se sienten más cómodos o para las cuales sienten tener más habilidad. En este contexto, cocinar fue una elección frecuente. Las tareas relacionadas con la limpieza y otras de menor prestigio fueron asumidas, casi por defecto, por las mujeres, ya sea personalmente o mediante la contratación de personal de servicio. La siguiente cita ejemplifica esta idea:

“[A] veces uno tiene ganas [de cocinar] y lo hace, a veces cada uno lava lo suyo, cada uno lava su ropa, pero trato de mantener el baño y la cocina que es lo que me toca, lo más limpio [lo más limpio posible]…porque me encanta que esté limpio”. (Mujer, profesional, sin hijos).

La cita arriba ilustra una relación frecuentemente encontrada en las narraciones de los/as informantes: si bien hombres y mujeres atribuyen importancia a la limpieza del hogar, los varones declaran que tareas tales como limpiar el baño no les resultan agradables y, por ende, se asume que es la pareja quien debe ocuparse de ello. Cocinar, en cambio, especialmente cuando se hace para invitados fuera del grupo familiar inmediato, es una tarea que los varones sienten que pueden realizar y que deja un producto visible, tangible -una habilidad perceptible para el entorno. Limpiar, por el contrario, es algo que sólo se percibe “cuando está mal hecho”, como observara uno de nuestros informantes.

Lo anterior es importante porque muestra las condicionantes de la distribución de tareas entre hombres y mujeres: aunque no se declara la creencia en roles de género, ésta se manifiesta bajo la forma de la vigencia de la atribución de las tareas domésticas al ámbito de las responsabilidades femeninas. Ellas son, el último término, las encargadas de organizar la vida cotidiana, mientras ellos asumen un rol más bien subsidiario, que aparece frecuentemente en los discursos masculinos en expresiones como “ayudar en la casa” o “colaborar con la pareja”. De manera similar, aunque con signo opuesto, la distribución de las responsabilidades financieras del hogar también muestra la persistencia de la díada hombres proveedores- mujeres cuidadoras o encargadas del hogar. Es relevante recordar aquí que se trata de parejas en las cuales ambos aportan ingreso al hogar, aunque en general la proporción de ingreso masculino es mayor que el femenino, ya que ellos trabajan más horas y/o perciben una remuneración mayor. Volveremos a esto.

Hecha esta observación, el análisis de las entrevistas mostró una clara tendencia a que ellos asuman los gastos vinculados a la mantención del hogar como tal, mientras ellas o bien asumen la alimentación e insumos de limpieza (esto es, la compra del supermercado), o bien reservan una parte importante de su ingreso para gastos excepcionales o inversiones futuras, como si se tratara de un ingreso complementario. Las siguientes citas ilustran este patrón:

“Él [paga] la luz, el agua, el gas, el cable, el crédito hipotecario, qué se yo, y yo me encargo de las cosas de aseo, de comprar las cosas del mes, entonces nos da casi el mismo valor. Pero somos autónomos cada uno con su sueldo”. (Mujer, profesional, un hijo menor de 6 años).

“No…no sé si llegamos a un acuerdo total [acerca de cómo distribuir el dinero], es como en un momento le dije, negra, no, tú tu plata, júntala, ahorra la plata para tener una casa más adelante, y yo me encargo de las cuentas”. (Hombre, no profesional, sin hijos/as).

En este plano, se reconocen diferencias por NSE: si bien en todos los casos los varones tienden a asumir el rol de proveedor principal, la categoría asume mayor importancia en los varones de NSE bajo y medio bajo. Las mujeres de NSE medio-alto afirman su autonomía y su contribución al hogar, como se ve en la cita arriba, en la cual la informante resalta que la contribución es igual (“nos da casi el mismo valor”, como se señala en la cita de la mujer) y la autonomía financiera de los miembros de la pareja. Ello es consistente con otras investigaciones que reportan que la consciencia respecto de la desigualdad es más acentuada entre las mujeres jóvenes y de clase medio-alta y que, cuando ésta se percibe como alta, genera mayor sensación de injusticia en este mismo grupo (VALDÉS et al., 2006VALDÉS, Ximena; CARO, Pamela; SAAVEDRA, Rosa; GODOY, Carmen Gloria; RIOJA, Tania y RAYMOND, Émilie. “¿Modelos familiares emergentes o fractura del modelo tradicional?”. En: VALDÉS, Ximena; CASTELAIN-MEUNIER, Christine y PALACIOS, Margarita (eds.). Puertas adentro. Masculino y femenino en la sociedad contemporánea. Santiago: Editorial LOM, 2006. p. 11-103.; UC-Adimark, 2013).

Al consultarse por la forma en que se llegó a la actual distribución de tareas y de recursos financieros, otro patrón de interés emerge: gran parte de las mujeres profesionales (NSE medio alto) hablan explícitamente de una negociación que, en todos los casos excepto uno, fue iniciada por ellas - esto es, fueron las mujeres quienes plantearon la necesidad de redefinir roles y redistribuir tareas. En los demás casos, se habla de un proceso que se dio “naturalmente”, una distribución de tareas que “fluye” o se habría dado de manera espontánea - en teoría, basada en las preferencias y habilidades de cada uno de los miembros de la pareja. No obstante, la descripción de las rutinas cotidianas revela que, se hable de negociación o no, las mujeres reportan que les toca una parcela mayoritaria de las tareas del hogar, ya sea porque los términos de la negociación no se cumplieron (y no se desea volver a la discusión inicial) o porque los varones hacen “lo que pueden” y ellas deben terminar lo que se hizo a medias, con pérdida de tiempo personal. En los discursos femeninos se reportan muy pocas referencias a tiempo personal propio - salir con amigos/as, hacer deportes o cultivar pasatiempos -, con la excepción parcial de las mujeres sin hijos. Ello no ocurre en el caso de los varones, quienes sí plantean referencias espontáneas a tiempo personal.

Al preguntarse a las parejas con hijos/as por la distribución de las tareas de cuidado infantil, las referencias a procesos de negociación prácticamente desaparecen, incluso entre quienes reportaron negociar trabajo doméstico y dinero. Aquí reaparece el rol materno como preponderante: los hombres reconocen querer ser padres más cercanos y activos en la crianza de sus hijos, lo cual se traduce en que estén más disponibles para lo lúdico y la comunicación, y - entre quienes tienen hijos/as en edad escolar - para apoyar la realización de los deberes y tareas del colegio. No obstante, las tareas cotidianas de reproducción de cuerpos - bañar, vestir, cuidar de la ropa - se dejan en manos femeninas, especialmente en caso de enfermedad de un hijo/a, como se muestra en la siguiente cita:

“Si mi hija se enferma no come, duerme todo el día, a lo único que se levanta es a vomitar o al baño, no molesta, pero ni yo me siento cómoda ni yo creo que a C. [pareja] le gustaría [cuidarla], no lo haría, como que no sabe”. (Mujer, no profesional, dos hijas mayores de 6).

Algunos datos de contexto pueden ayudarnos a comprender este fenómeno. El estudio de 2011 realizado por Aguayo, Correa y Cristi (2011AGUAYO, Francisco, CORREA, Pablo y CRISTI, Pablo. Encuesta IMAGES Chile. Resultados de la encuesta internacional de masculinidades y equidad de género. Santiago de Chile: Cultura Salud/EME, 2011. Disponible en: Disponible en: http://www.mineduc.cl/usuarios/convivencia_escolar/doc/201212041625540.2011EncuestaIMAGESChileCulturaSaludEME.pdf (fecha de consulta: 02/07/2014).
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) en tres grandes urbes chilenas mostró que 97,8% de los hombres considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre. Sin embargo, 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. Estas representaciones se vinculan con la historia familiar, que fue una categoría recurrente al tratar el tema de la relación con los hijos/as: muchos varones, especialmente de NSE medio-bajo, declararon querer distanciarse de un modelo paterno cuya prioridad es el trabajo remunerado, que deja poco tiempo y energía para escuchar a los hijos o apoyar sus obligaciones escolares. A pesar de ello, al preguntárseles por su respuesta en el caso hipotético de una emergencia - enfermedad o accidente de un hijo/a -, la gran mayoría de ellos planteó como estrategia de afrontamiento llamar a la madre o a la abuela del menor (o sea, a una mujer). Las mujeres reforzaron este patrón, ya que todas ellas plantearon que dejarían el trabajo sin pensarlo para acudir a ver al hijo/a y “después veo qué hago con mi trabajo”, como señaló una de nuestras informantes, aunque las redes familiares (madres y abuelas, especialmente) aparecen como un recurso de gran importancia para las mujeres también. El siguiente extracto ilustra esta idea:

“Cuando se enferman [las niñas] es mamá, todo mamá. Así que no me quita el sueño eso de que si se enferman, tengo que trabajar, no, o sea, llamo a mi mamá y trato de avisarle oye, vente temprano si veo que la niña está enferma.” (Mujer, no profesional, dos hijas mayores de 6 años).

Aquí, es claro que el peso de los roles tradicionales aún se hace sentir, pero también cabe hipotetizar la persistencia de las desigualdades de poder de las que hablamos al inicio de este trabajo. Esto es, las personas no sólo sienten (a nivel normativo) que deben cumplir con ciertas obligaciones en función de su sexo, sino que también hay márgenes de negociación estrechos o inexistentes. Desde esta perspectiva, si nuestros informantes siguen el patrón existente en Chile, las mujeres recibirán salarios inferiores a los de los hombres, tanto debido a que se concentran en ocupaciones con niveles más bajos de remuneración, como porque debido a la desigualdad de género ellas reciben montos inferiores por un mismo trabajo - situación que se agudiza cuanto mayor es el nivel de educación de la mujer (INE, 2013). Ello implica que su aporte económico al hogar será menor o, si equipara al de su pareja, representará una proporción mayor de su ingreso. Por ello, las mujeres tendrán menos poder de negociación en el hogar.

Por ejemplo, hombres y mujeres reportaron considerar la historia familiar -tanto la propia como la de la pareja - como un factor clave para entender las actitudes y disposiciones frente al trabajo doméstico y de cuidado: familias tradicionalistas en términos de género producirían hombres y mujeres proclives a reproducir esos patrones. No obstante, mientras los varones criados en ambientes tradicionales plantean que no fueron educados para limpiar el baño, lavar ropa o cambiar pañales, y que por lo tanto no desarrollaron las habilidades requeridas por estas tareas, algunas de nuestras informantes (mujeres) reportaron haber sido criadas “sin lavar un vaso”: sus madres hacían todo por ellas, sin exigirles desarrollar habilidades domésticas. Pero ellas tuvieron que aprender para la gestión de sus propios hogares, excepto en un caso en el que esa responsabilidad se trasladó a personal de servicio remunerado (cuyo sueldo paga la mujer). Así, mientras ambos sexos pueden no haber desarrollado habilidades domésticas durante su propia crianza, al iniciar una relación de pareja con convivencia las mujeres se ven compelidas a asumir el rol de responsables por el funcionamiento del hogar - tengan habilidad para ello o no, como muestra la siguiente cita:

Nunca me vi en la necesidad de estar cocinando, estar preparándome las cosas [en la casa paterna]. No me vi en la necesidad porque ella [la madre] siempre estuvo ahí, ella me hacía todo, entonces cuando me quise salir del nido, o sea, me salí del nido, fue todo horroroso, todo, todo, todo, todo [enfrentar las tareas domésticas]. (Mujer, profesional, sin hijos/as).

Ello sugiere que, más allá de preferencias personales, la díada mujer cuidadora-hombre proveedor, aunque atenuada, se reproduce también por mecanismos de poder dentro y fuera del hogar, particularmente frente a tareas de menor prestigio. Frente al trabajo remunerado, las mujeres se mostraron mucho más dispuestas a ceder oportunidades de ingreso y promoción laboral para atender responsabilidades familiares que sus parejas, reforzando la idea de que se trata de “sus” responsabilidades - idea frecuentemente compartida por los/as empleadores (BOSCH et al., 2014BOSCH, María José, CANO, Verónica, RIUMALLÓ, María Paz y TARUS, Claudia. Estudio percepciones y prácticas de conciliación y corresponsabilidad en organizaciones públicas y privadas. 2014. Disponible en: Disponible en: http://www.ese.cl/publicaciones/estudio-percepciones-y-practicas-de-conciliacion-y-corresponsabilidad-en-organizaciones-publicas-y-privadas/ (fecha de consulta: 02/07/2014).
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). En el contexto chileno, en el cual aún se concibe al trabajador/a ideal como uno 100% disponible para las necesidades de la organización y con muy pocas políticas que consideren las responsabilidades familiares más allá de las instancias de embarazo, parto y post-natal,3 3 A partir de 2011, la legislación chilena (Ley 20. 545) incorporó al régimen existente de descanso maternal –seis semanas de prenatal y 12 de posnatal– un permiso posnatal parental de 12 semanas, con la posibilidad de traspasar al padre parte del tiempo de descanso (dentro de los 6 meses de post-natal). Según cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, desde 2011 hasta diciembre de 2014 sólo un 0,2% de los padres hicieron uso de esta posibilidad. En el caso de nuestra muestra, ninguno de los varones utilizó la posibilidad de permiso post-natal paterno. ello significa escasos márgenes de negociación en lo laboral también.

En relación a este punto, las parejas sin hijos reportan estar conscientes de que los arreglos familiares actuales experimentarán un cambio radical con el nacimiento de un bebé. En las parejas con niños/as una estrategia frecuente involucra el recurso a las abuelas o el que ella busque una ocupación más flexible o reduzca, al menos temporalmente, sus horas de trabajo remunerado (regresando a un patrón de género tradicional). Las mismas estrategias aparecen como posibilidad para quienes no tienen hijos/as, no sin una cierta resistencia femenina, como muestra la cita siguiente, representativa de las conversaciones sobre la cuestión de la maternidad en las parejas sin hijos/as:

No, él me dice, lo que me dijo la última vez que hablamos del tema [tener hijos/as], me dijo, no, yo creo que sería mejor que tú te dedicaras a él. Y ahí yo no le dije nada, porque fue como, ah, me estás cortando las manos, me estás cortando mi carrera (Risas). O sea, me está cortando a mí como persona, porque, efectivamente, yo me imagino con un hijo más adelante, pero no me veo estar ahí, dedicada 100% a ese bebé, no, sino que me veo haciendo mi trabajo, quizás que mi mamá me la vea [al hijo/a]. (Mujer, profesional, sin hijos).

De una manera quizás paradójica, fueron las mujeres con educación superior las que reportaron mayores posibilidades de negociar sus responsabilidades familiares en el ámbito del trabajo remunerado. Esto también es consistente con otros estudios, que sugieren que las mujeres con mayores niveles de educación (y por ello, con mejores expectativas laborales) se incorporan en mayor proporción al mercado laboral (Ministerio de Desarrollo Social, 2011). Ello porque este segmento puede recurrir a la contratación de servicios de terceras. Al mismo tiempo, quienes son más difíciles de reemplazar por parte de las organizaciones suelen tener espacios de autonomía mayores para compatibilizar familia y trabajo (Janet GORNICK y Marcia MEYERS, 2009GORNICK, Janet y MEYERS, Marcia. “Institutions that support gender equality in parenthood and employment”. En: GORNICK, Janet y MEYERS, Marcia (Eds.). Gender equality: transforming family divisions of labor. Londres: Verso, 2009. p. 3-66.). La paradoja radica en que, como muestra la cita arriba, este grupo suele ser el que tiene mayor consciencia de las dificultades implicadas en el proyecto de conciliar familia y trabajo. Ninguno de los/as entrevistados/as reportó estrategias institucionales - más allá de lo exigido por la ley laboral chilena - para facilitar la conciliación entre responsabilidades laborales y familiares, lo cual supone que las negociaciones que puedan ser llevadas a cabo en lo laboral son altamente dependientes de circunstancias y recursos personales. Un relato frecuente en este sentido tiene que ver con la discrecionalidad de la jefatura y las posibilidades que el tipo de ocupación proporciona para responder a situaciones familiares que requieren la presencia paterna o materna en el horario de trabajo:

Yo sé que mi jefe es súper comprensivo, pero a la vez es un jefe... Que le gusta estar en los máximos. Y nunca he estado yo en la situación de que G. [hijo] se enferme y que yo tenga que entregar un informe a las seis de la tarde […] estoy segura de que si eso ocurriera, mi jefe me diría, bien, hay que entregar un informe a las seis de la tarde, proponme tú cómo resuelvo esto. (Mujer, profesional, 1 hijo menor de 6).

Al otro día me quedo hasta más tarde o al final uno igual cumple tareas [para recuperar el tiempo]…pero puede que se toque uno con un jefe que no es papá o que no está muy interesado en el tema, que no le guste y que claramente te diga no. (Hombre, no profesional, 2 hijas mayores de 6).

La cita arriba ilustra una idea frecuente: el jefe/a otorga facilidades para responder a la exigencia familiar, pero la respuesta debe ser organizada de manera personal, particularmente en aquellos trabajos donde parte de las tareas pueden ser recuperadas en casa o en otro horario. Otros trabajos, con requerimientos horarios mucho menos flexibles, simplemente no ofrecen esa posibilidad, como reportaron quienes tienen ocupaciones consideradas de menor calificación. Y, en estos casos, las estrategias adaptativas de las mujeres involucran reducir su propio tiempo de trabajo (y con ello, su ingreso monetario), cuestión que los varones no hacen.

Discusión: ¿cambio en los patrones familiares, o más de lo mismo?

Nuestros resultados confirman que, si bien hay cambios en las experiencias cotidianas de los sujetos, incluso cuando se las compara con la propia historia familiar, ese cambio sería más aparente que efectivo. Para Olavarría (2004OLAVARRÍA, José. “¿Dónde está el nuevo padre? De la retórica a la práctica”. En: VALDÉS, Ximena y VALDÉS, Teresa (Eds.). Familia y vida privada: ¿transformaciones, resistencias o nuevos sentidos? Santiago: CEDEM/FLACSO, 2004. págs. 215-250.), la creencia -generalizada desde mediados de la década de 1990 - según la cual los varones en los últimos años participan cada vez más en las actividades domésticas y de crianza en una relación de mayor igualdad con la mujer y de cercanía con los hijos -, es una hipótesis relativamente frágil, que lleva a que la familia se declare de una forma (mayor igualdad) y se construya de otra, más apegada a los patrones tradicionales. Nuestros resultados lo confirman: hoy ya no se asume la división mujer cuidadora-hombre proveedor sin cuestionamiento, pero a pesar de ello, en las prácticas cotidianas de organización de la vida doméstica (incluidas las finanzas hogareñas) se reproducen roles tradicionales. Esto es particularmente visible en relación al cuidado de hijos e hijas. Hay más implicación psicológica y emocional de los varones, pero ello no se traduce en modos concretos de compartir el cuidado diario de los hijos con las tareas habituales.

Los varones, aunque participen, son conscientes de que desempeñan un papel secundario en un entorno donde se sienten más demandados en lo laboral, argumentando que son las mujeres a quienes les cuesta delegar y que son muy exigentes en cuanto al nivel de desempeño doméstico. Sin embargo, ellas expresan su disconformidad por la escasa participación de sus parejas y estar dispuestas a sacrificar el nivel de exigencia a cambio de una división más equitativa. Incluso en los niveles de mayor NSE, son las mujeres quienes deben buscar las estrategias de conciliación de vida laboral y familiar. Sólo como último resorte -cuando no es posible contar con madres, abuelas o vecinas- se recurre a alterar la rutina masculina, viéndose mermada nuevamente la posibilidad de decidir de las mujeres.

Como ya señalamos, creemos que esto obedece, en parte, a representaciones sociales en cuyo núcleo aún habitan roles de género tradicionales. Si bien a nivel discursivo se observan transformaciones en línea con la igualdad de género, ellas coexisten con una ideología de la desigualdad que permea las prácticas cotidianas de trabajo doméstico, dificultando la negociación y, con ello, un ejercicio efectivo de corresponsabilidad. Ello contribuye a la persistencia de prácticas asimétricas, de acuerdo a los recursos de poder diferenciado en la relación. Los varones todavía “ayudan”, “colaboran” o escogen aquellas tareas que les resultan más llevaderas y son, al menos simbólicamente (y en muchos casos, también materialmente), quienes mantienen el hogar desde el punto de vista financiero, reforzando un círculo que favorece la reproducción de roles tradicionales.

Desde el punto de vista del contenido semántico de las representaciones sociales, y por su traducción en prácticas cotidianas concretas, resulta interesante constatar que hombres y mujeres declaran tener una concepción de los roles de género más flexible que la generación de sus padres; sin embargo, la organización de las rutinas cotidianas y la distribución de tareas (esto es, las prácticas) sugiere que aún persisten ideas nucleares que moldean las decisiones de hombres y mujeres: todavía se espera que ellos provean y decidan el modo de organización de lo doméstico (en cuya ejecución mantienen un papel subsidiario), mientras que ellas son las que deben resolver los problemas cotidianos para que el hogar funcione. En otras palabras, la asimetría de poder persiste, ya que si bien no se encuentra en los discursos referencias explícitas a roles de género tradicionales - cuestión que ya se identifica como “políticamente incorrecta” -, se constata que todavía los hombres tienen márgenes de autonomía (de opción) mayores que los de sus parejas en cuanto a las labores domésticas y de cuidado.

En este marco, creemos que la expectativa de los varones de ser padres más cercanos en lo emocional - sin necesariamente compartir la carga de trabajo doméstico que un niño/a implica - es una forma de transitar hacia un modelo de masculinidad más pleno y con más posibilidades en la esfera afectiva, sin alterar de manera significativa su condición de proveedores y, con ello, la estructura de poder que les permite “ayudar” en lo doméstico, en lugar de compartir las responsabilidades. Lo anterior, por supuesto, no significa que nada haya cambiado, o plantear una posición pesimista frente a este proceso. Creemos que se han logrado avances, pero que éstos aún no han llegado al nivel profundo que se requiere para lograr la igualdad de género efectiva. Resultaría interesante en futuros estudios, explorar si estas lógicas de binariedad, se reproducen en otros tipos de relaciones de pareja, como por ejemplo parejas del mismo sexo, ya que si bien no se da la polaridad femenino-masculino, podrían surgir otras formas de relación de poder, como el NSE que podrían seguir reproduciendo lógicas de desigualdad que impidan la corresponsabilidad en la esfera de lo doméstico.

Este estudio avanza en profundizar la comprensión sobre las transformaciones efectivas en los roles tradicionales de género, ya que a pesar de veinte años de discurso público de igualdad de género, aun estos discursos no han logrado permear las prácticas concretas de negociación y distribución de trabajo doméstico en la cotidianeidad de los sujetos. Queda mucho por avanzar en la corresponsabilidad en el trabajo doméstico, comprendiendo que solo cuando se lo entienda como una contribución social de relevancia, es posible que logre un estatus que busque ser compartido.

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  • 1
    Este artículo fue realizado como parte del proyecto “Trabajo y familia: estrategias y negociación para la distribución de las responsabilidades familiares en parejas de doble ingreso” (DPI-19/2014), financiado por los fondos de apoyo a la investigación de la Universidad Autónoma de Chile.
  • 2
    El trabajo reproductivo comprende no sólo las actividades de reproducción humana (como dar a luz y criar un bebé), sino también las actividades destinadas a atender el cuidado del hogar y de la familia. Se le denomina así para para diferenciarlo del trabajo “productivo” (de bienes y servicios), que en las sociedades industrializadas es habitualmente el único reconocido, económica y socialmente, como trabajo. El trabajo reproductivo no ocurre sólo en el hogar, aunque se orienta principalmente a satisfacer las necesidades del grupo familiar.
  • 3
    A partir de 2011, la legislación chilena (Ley 20. 545) incorporó al régimen existente de descanso maternal –seis semanas de prenatal y 12 de posnatal– un permiso posnatal parental de 12 semanas, con la posibilidad de traspasar al padre parte del tiempo de descanso (dentro de los 6 meses de post-natal). Según cifras de la Superintendencia de Seguridad Social, desde 2011 hasta diciembre de 2014 sólo un 0,2% de los padres hicieron uso de esta posibilidad. En el caso de nuestra muestra, ninguno de los varones utilizó la posibilidad de permiso post-natal paterno.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    May-Aug 2017

Histórico

  • Recibido
    15 Set 2015
  • Acepto
    10 Mayo 2016
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