Open-access Reflexiones sobre la relación entre cambio climático y movilidades: perspectivas de gobernanza, securitismo y justicia

Reflections on the Relationship between Climate Change and Mobilities: Perspectives on Governance, Securitization, and Justice

Resumen

En los últimos años la cuestión de las movilidades climáticas ha sido objeto de considerable discusión, no solo en los escenarios internacionales de gobernanza climática, sino también en la academia y en el ámbito más amplio de la cooperación internacional. En ese sentido, este artículo se propone hacer una revisión narrativa de la literatura existente sobre el tema, a partir de la cual identificar algunos desafíos para la agenda de investigación futura, en especial aquella ligada a la gobernanza de las movilidades humanas que, a nuestro criterio, corre el riesgo de ceder al securitismo. Por el contrario, apostamos por hacer una reflexión política de este fenómeno, y por enfatizar en la justicia migrante y climática como ejes de acción futura.

Palabras clave: movilidad; crisis climática; gobernanza; justicia climática; justicia migrante

Abstract

In recent years, the issue of climate mobilities has been the subject of considerable discussion, not only in international climate governance forums, but also in academia and in the broader field of international cooperation. In this regard, this article aims to provide a narrative review of the existing literature on the subject, from which to identify some challenges for the future research agenda, especially that related to the governance of human mobility that, in our view, runs the risk of succumbing to securitarianism. Instead, we advocate for a political rather reflection on this phenomenon and for emphasizing migrant and climate justice as axes for future action.

Keywords: mobility; climate crisis; governance; climate justice; migrant justice

1. Introducción1

Con su creciente visibilidad en los reportes del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), los “desplazamientos climáticos” han sido objeto de notable discusión, no solo en los escenarios internacionales de gobernanza climática, sino en la academia y en el ámbito más amplio de la cooperación internacional (Simpson et al., 2024). Parecieran existir buenas razones para ello: proyecciones apuntan a que, para entre el 2080 y el 2100, una tercera parte de la población mundial se encontrará en regiones por fuera del nicho de habitabilidad térmica (Lenton et al., 2023). El Sexto Informe de Evaluación del IPCC afirma, además, que cada grado adicional de calentamiento global por encima del promedio de la era preindustrial conducirá a un incremento del 50% en el riesgo global de desplazamientos involuntarios relacionados con inundaciones (IPCC, 2022). Este tipo de efectos se avizoran más intensos en ciertas regiones, como en los Andes, América Central y Brasil (WMO, 2022).

Sin embargo, el tema de los efectos del cambio climático en las dinámicas de movilidad humana no refiere a un futuro lejano. Un informe del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos de 2021 señala que, tan solo durante dicho año, 21.6 millones de personas migraron por razones relacionadas con el clima (IDMC, 2022). No sorprende que, en este contexto, exista una creciente preocupación por el desarrollo de políticas en la Región Andina, orientadas a responder a dicha problemática emergente. Por ejemplo, Perú incluyó en su Ley Marco sobre Cambio Climático, una definición de “migrante por causas ambientales”, exigiendo al ejecutivo, en su disposición complementaria novena, el desarrollo de un Plan de Acción “[…] para prevenir y atender la migración forzosa causada por los efectos del cambio climático” (Peru, 2018, p. 8). En Ecuador, por otro lado, se ha constituido el Grupo de Trabajo sobre Movilidad Humana, Ambiente y Cambio Climático, que agrupa a actores de instituciones estatales, organizaciones internacionales y académicas. En Colombia, la Corte Constitucional reconoció la existencia del desplazamiento forzado interno por factores ambientales, incluidos aquellos asociados al cambio climático (Corte Constitucional de la República de Colombia, 2024). No cabe duda de que el desarrollo de estas y otras políticas públicas e iniciativas orientadas a la gobernanza de esta cuestión requiere fundamentarse en la evidencia científica disponible acerca de dicho fenómeno.

El presente artículo busca contribuir a esta tarea, mediante una revisión narrativa de la literatura, a partir de la cual identificamos algunos desafíos para la agenda de investigación futura, en especial ligada a la gobernanza de las movilidades humanas asociadas al cambio climático. El artículo está dividido en cinco secciones, de las cuales la presente introducción es la primera. En la segunda sección, presentaremos las diferentes categorías desde las cuales el fenómeno ha sido abordado, así como algunas discusiones teóricas asociadas a aquellas, en particular relacionadas con las categorías de vulnerabilidad y adaptación. En la tercera abordamos, precisamente, las tensiones entre la vulnerabilidad y la agencia, tan presentes en el campo de estudio. En la cuarta, identificamos varios desafíos que se derivan de la literatura existente, sugiriendo algunos conceptos que pueden orientar la agenda de investigación futura. Finalmente, presentamos algunas conclusiones, relacionadas con una gobernanza desde las justicias migrante y climática, así como posibles líneas de investigación futura.

2. Movilidades humanas en el contexto de crisis ambiental: desplazamientos, migraciones, inmovilidad, reasentamiento.

La relación entre movilidad humana y cambio climático constituye una preocupación académica y política que puede rastrearse como tal desde la década de los 90, con el inicio del “régimen climático”, este último entendido como un tiempo “marcado por la irrupción multiforme de la cuestión de los climas y, cosa aún más extraña, de su vínculo con el gobierno” (Latour, 2017, p. 16-17). Desde entonces, al convocar comunidades epistémicas diversas, dicha relación ha sido objeto de diferentes abordajes, lo que ha derivado en la persistencia de ciertas controversias, aunque también en la configuración de una agenda de investigación convergente. Una revisión de las publicaciones en torno a este campo de estudio permite percatarse de la heterogeneidad de los actores involucrados, provenientes tanto de ciencias naturales y sociales, como de organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales, lo que se traduce en una amplitud de términos, marcos teóricos y metodológicos, así como énfasis disímiles (Klepp, 2017; Faist, Schade, 2013; Lunstrum, Bose, 2022). Piguet (2013) ha caracterizado esta multiplicidad como una división entre maximalistas y minimalistas: los primeros, más cercanos a las ciencias naturales y articulados a las preocupaciones dominantes en el régimen de gobernanza climática; los segundos, más cercanos a las ciencias sociales y a los estudios migratorios.

Sin embargo, la convergencia -e incluso la confrontación- entre estas comunidades epistémicas diversas ha permitido el desarrollo de una especie de tipología de las movilidades humanas en contextos de cambio climático y ambiental, marcadas por las tensiones e (inter) dependencias entre, por un lado, la agencia, voluntariedad o decisión de migrar, y, por otro lado, las vulnerabilidades socioambientales y la condición forzada de un desplazamiento. Al menos desde 2010, con el Marco de Adaptación de Cancún y desde propuestas académicas de diferentes autores se ha planteado distinguir entre desplazamientos, migraciones, reubicaciones e inmovilidades (Black et al., 2013; Escribano, Piñeiro, 2022). Estas distinciones, vale insistir, responden sobre todo a una intención analítica, pues en la práctica se encuentra un continuum de varias formas de movilidades e inmovilidades climáticas y ambientales (Escribano, Piñeiro, 2022; Zickgraf, 2021).

a) Desplazamientos forzados por el cambio ambiental y climático

Esta categoría busca dar cuenta del carácter imperioso de un movimiento humano en estrecha relación con un evento disruptivo relacionado al cambio climático. Así, se reconocen situaciones de mayor vulnerabilidad -y menor agencia- de individuos, familias o comunidades obligadas a desplazarse por la severidad de la afectación de un desastre climático; éste es usualmente repentino, como una inundación, pero también de ocurrencia lenta, como una sequía, que pueden afectar los medios de vida y la seguridad alimentaria de poblaciones específicas, reduciendo el margen de voluntariedad de una migración (Cazabat, 2017). 0Se trata del tipo de preocupación original que desde inicios de la década de los 90´s planteó el vínculo entre cambio climático y movilidad humana, con un énfasis causal en los componentes de cambios o disrupciones climáticas. En esa línea, el término usado en los primeros informes del IPCC fue el de “refugiados” climáticos, ecológicos o ambientales, más cercano a las propuestas de estudios demográficos y ambientales, y al campo de la acción humanitaria y la cooperación (Faist, Schade, 2013).

Conforme el campo de perspectivas disciplinarias se ha ampliado, el tratamiento de los desplazamientos ha pasado a reconocer una mayor complejidad en la configuración social de la vulnerabilidad de las personas y en la efectividad de los modelos de gobernanza relacionados con la reducción del riesgo de desastres, la adaptación al cambio climático y el desarrollo sustentable (Cazabat, 2017; Klepp, 2017). Si bien se ha mantenido una atención distintiva hacia la ocurrencia de un evento súbito o lento de tipo ambiental o climático, se observa un giro desde un énfasis más “alarmista”, con una mayor connotación negativa, a uno más orientado hacia intervenciones concretas (Faist, Schade, 2013). Esto puede observarse, por ejemplo, en propuestas que buscan favorecer condiciones para una migración voluntaria - y no forzada- (Cazabat, 2017; Escribano, Piñeiro, 2022), así como en instancias como la última Conferencias de las Partes (COP) de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en la que el problema de las movilidades humanas asociadas al cambio climático se relaciona con el Fondo de Pérdidas y Daños.

Por el lado de la discusión teórica, autores como Piguet (2018) observan una dificultad en los esfuerzos por desarrollar modelos comprensivos de los desplazamientos en contextos de cambio climático. Este autor cuestiona la utilidad explicativa del dualismo entre desplazamientos forzados y migraciones voluntarias, y propone apoyarse en los estudios migratorios para profundizar la comprensión de aquellas situaciones de movilidades con una agencia restringida, pero existente, en contextos de cambios o disrupciones climáticas.

b) Movilidades en el contexto de crisis climática y ambiental

La incorporación de las aproximaciones teóricas y metodológicas de los estudios migratorios, en particular, y de las ciencias sociales, en general, ha sido fundamental en el estudio de la relación entre cambio climático y movilidad (Klepp, 2017; Faist, 2018). Con ello, se ha dado paso a un abordaje más amplio que el originalmente planteado, reconociendo una multicausalidad entre variables ambientales, sociales, culturales, económicas y políticas, llevando la atención hacia la agencia de los individuos y familias que deciden migrar (Piguet, 2018). De acuerdo con Zickgraf (2021), si bien se considera la vulnerabilidad estructural, la forma en cómo el cambio climático -o los factores ambientales en general- afectan el proceso de “decisión” de migrar es la preocupación más recurrente en esta literatura. Autores como Adams y Adger (2013) observan que la migración supone un razonamiento complejo, a modo de un cálculo estimado pero serio, entre los costos que involucran un movimiento, la minimización de riesgos y los beneficios esperados para la persona o grupo familiar. Así, se configura un sentido de agencia y decisión voluntaria que contrasta con los énfasis en las vulnerabilidades, las amenazas climáticas y la situación límite implícita en la noción de desplazamiento forzado.

La literatura menciona diferentes escuelas o marcos analíticos de los estudios migratorios utilizados para abordar casos que incluyen formas de movilidad humana asociada al cambio climático (Zickgraf, 2021). El marco más referido o usado implícitamente en los estudios de caso o las reflexiones teórico-metodológicas es el de la Nueva Economía de Migración Laboral (NELM), en la cual se entiende a la movilidad como una estrategia familiar con la que se busca reducir la vulnerabilidad y mejorar los medios de vida (Zickgraf, 2021; Adams, Adger, 2013; Piguet, 2018). En esa línea, la movilidad es planteada como una forma de adaptación ante riesgos asociados al cambio climático tanto de configuración súbita como paulatina (Zickgraf, 2021; Adams, Adger, 2013). La NELM ha sido cuestionada por guardar un sesgo economicista que no problematiza suficientemente estructuras asimétricas dentro del hogar como los roles de género, las diferencias de poder entre los miembros de la familia, la distribución de los riesgos y los beneficios de migrar (Zickgraf, 2021; Faist, 2018).

Otro marco que deja ver abordajes más amplios y exploratorios de las migraciones es el Paradigma de las Movilidades, que propone centrar la atención en el movimiento de personas, objetos e información, así como en las representaciones y prácticas de esos movimientos, reconociendo las dinámicas socioespaciales a diferentes escalas y analizando críticamente la gobernanza de esas movilidades (Zickgraf, 2021). Por su amplitud, este paradigma también ha sido cuestionado por cierta imprecisión metodológica o por caer en una ambigüedad respecto a qué se entiende por movilidad e inmovilidad en el contexto de cambio climático (ídem).

Existen otras líneas y marcos de análisis que han sido tomados de los estudios migratorios para tratar la relación entre el cambio climático y los procesos que llevan a la decisión de migrar. Nuevamente, aparecen las preocupaciones, ventajas y limitaciones de cada línea vinculada a una tradición disciplinar, entre las que resaltan las vertientes más económicas, psicológicas y sociológicas, como la escuela neo-clásica, el abordaje de capital humano, o el análisis de redes, respectivamente (Piguet, 2018). Más específicamente, dos marcos analíticos referidos con frecuencia en la literatura revisada es el de Aspiraciones-Capacidades, que propone abordar la dinámica entre la aspiración de un individuo de migrar o no y la capacidad de realizar esa aspiración, considerando los recursos, redes y otros instrumentos usados para sortear los obstáculos y aprovechar las oportunidades (Zickgraf, 2021; Schade, 2013); el otro marco es el de “exit, voice and loyalty”, que abarca la relación entre la agencia de los actores en el lugar de origen, el debilitamiento del arraigo con ese lugar, y la disposición de migrar a otros territorios (Piguet, 2018).

c) Reubicaciones planificadas e Inmovilidades

Las reubicaciones planificadas remiten a un proceso más institucionalizado de movilidad que involucra a comunidades enteras o un número importante de hogares, que salen de un lugar en el que la exposición a ciertas amenazas y los esfuerzos de reducir el riesgo sobrepasan los costos de relocalizarse en un nuevo territorio con mejores condiciones de habitabilidad (Escribano, Piñeiro, 2022). Esto implica la participación de instituciones estatales, locales, y comunitarias, así como la consideración de un marco legal y un manejo de recursos suficientes, lo que ha llevado a que el número de casos sea pequeño y no siempre exitoso (Escribano, Piñeiro, 2022; Faist, Schade, 2013). Con todo, el señalamiento de las reubicaciones en instancias como la Conferencias de las Partes (COP) da cuenta de una de las formas en que se concibe la movilidad humana y cómo ha ingresado en la agenda climática.

Por otro lado, existe una cantidad importante de artículos que han problematizado la situación de aquellas personas, hogares y familias que permanecen en sus territorios pese al incremento del riesgo asociado al cambio climático y otros factores ambientales. Uno de los términos más repetidos es el de poblaciones “atrapadas”, que observa cómo las familias con menos recursos no pueden asumir los costos que implica una migración, siendo obligadas a lidiar con los impactos del cambio climático en su territorio (Ayeb-Karlsson et al., 2018). Con todo, autoras como Zickgraf (2021) plantean una visión más amplia, usando el término de “inmovilidades” para reconocer también los casos de poblaciones o familias que prefieren permanecer en su lugar de origen, recurriendo a otras estrategias adaptativas distintas a la movilidad. Con ello, se cuestiona una lógica causal por la que un fenómeno asociado al cambio climático deriva en movilidad, y se propone la necesidad de tratar de forma conjunta, como parte de un mismo fenómeno, tanto a las personas o comunidades que se movilizan como aquellas que permanecen en un mismo lugar (ídem).

En el caso del Sur Global, sin embargo, pueden identificarse ciertas tendencias que trascienden la pluralidad geográfica y social. Una revisión sistemática de literatura realizada por Kaczan y Orgill-Meyer (2019) revisó 17 estudios empíricos sobre movilidad climática. El análisis de esta literatura encuentra que:

  • Este tipo de movilidad (a tono con lo que los estudios migratorios ya habían constatado en otros tipos de migraciones) suele darse con mayor frecuencia entre los hogares con cierto poder adquisitivo, evitando situaciones en las que se ven obligados a desplazarse o en las que están obligados a la inmovilidad.

  • Las crisis generadas por fenómenos de aparición rápida, como las inundaciones, por ejemplo, agotan rápidamente los recursos de los hogares, lo que limita la capacidad de migrar. Por otro lado, las crisis de evolución lenta, como las temperaturas extremas o las sequías, tienden a inducir la movilidad, posiblemente al permitir que los hogares tengan más tiempo para reunir los recursos necesarios para este proyecto.

  • La gravedad del shock climático, junto con los factores económicos y culturales, afecta el grado en que se produce la movilidad. Es decir, y en concordancia con lo aseverado por los autores revisados previamente, siempre se trata de una cuestión multicausal.

  • Finalmente, pero muy importante, los shocks climáticos impulsan con más frecuencia movilidades interna de larga distancia, al tiempo que las ciudades siguen siendo el destino más común. Por otro lado, las migraciones dentro de las mismas localidades son menos frecuentes, así como son menos frecuentes todavía las migraciones internacionales.

3. La adaptación: entre la vulnerabilidad y la agencia

Recurrentes en la literatura, la vulnerabilidad, la adaptación y la resiliencia remiten a otro tipo de conceptos que guardan una estrecha relación con preocupaciones o diseños de intervenciones o acciones de la gobernanza del cambio climático (Faist, Schade, 2013). Esos conceptos han sido objeto de debate y críticas, señalados a veces como operativos, apolíticos, y asociados a un tipo de soluciones de arriba hacia abajo (Faist, 2018); a pesar de esto han prevalecido como parte de la gramática de los abordajes del cambio climático, siendo lo suficientemente flexibles para ampliar su complejidad o redefinirse (Klepp, 2017). Son conceptos relacionados, pero que expresan diferentes énfasis en las múltiples dimensiones del problema que nos ocupa. Así, por ejemplo, y tal como se mencionó previamente, la categoría de desplazamientos forzados tiende a poner acento en las vulnerabilidades, mientras que las migraciones voluntarias suelen caracterizarse como formas de adaptación (Adger et al., 2018). En términos sociológicos, se podría decir que las vulnerabilidades expresan sobre todo el peso de estructuras desiguales, mientras que la adaptación da cuenta de la agencia de los actores sociales.

El uso del concepto de vulnerabilidad dentro de los estudios de movilidad humana en contextos de cambio climático y ambiental ha sido objeto de reinterpretaciones diversas, pasando de un abordaje más físico a uno más social. En las etapas tempranas de este campo de estudio, originalmente se hablaba de una “vulnerabilidad a las condiciones climáticas” que obligaba al desplazamiento de comunidades o familias (Faist, Schade, 2013). En ese sentido, se alineaba a aquel abordaje unicausal de un factor ambiental que sobrepasaba las capacidades de ciertos grupos y obligaba un desplazamiento. Entendida así, la noción de vulnerabilidad corría el riesgo de alimentar una narrativa de carácter esencialista que encasillaba a las comunidades del Sur Global como pasivas, frágiles y objeto de protección (Klepp, 2017).

Con la mayor participación de los aportes de las ciencias sociales a las discusiones del campo climático, se problematiza el concepto de vulnerabilidad desde una lectura de las estructuras sociales, en la que se precisa que la vulnerabilidad es una construcción histórica que da cuenta de sociedades desiguales en términos del desarrollo de las capacidades requeridas para lidiar con eventos disruptivos; esto, por ejemplo, expresado en que unas comunidades más que otras (por ejemplo, poblaciones rurales, indígenas o mujeres), presenten una mayor exposición a ciertas amenazas, una mayor dependencia a ecosistemas más sensibles al cambio climático y ambiental, un menor acceso a la participación y toma de decisiones públicas, entre otras (Faist, 2018; Adger et al., 2017).

El concepto de adaptación, por otro lado, se posicionó en este debate llevando el foco de atención desde las vulnerabilidades hacia la agencia de los actores (Faist, Schade, 2013). Desde esta perspectiva y respecto a la forma en que las comunidades responden al cambio climático y ambiental, se sugiere que “la capacidad adaptativa se relaciona de manera inversa con la vulnerabilidad. Así, a mayor capacidad adaptativa, menor vulnerabilidad2” (Adger et al., 2018, p. 32). En esa línea, y guardando una orientación hacia la acción local o la intervención pública, los abordajes desde la adaptación dan cuenta de diferentes formas de reducir la vulnerabilidad (Klepp, 2017). A continuación, se muestran algunos de esos abordajes encontrados en la literatura.

Una de las aproximaciones con mayor peso sobre la adaptación viene desde la mencionada Nueva Economía de Migración Laboral (NELM), que problematizó la lectura dominante previa que entendía a la movilidad por motivos ambientales cómo una acción límite y desesperada, luego de fracasados los intentos por adaptarse a los cambios del entorno. En su lugar, la NELM propone entender la movilidad como otra estrategia más de adaptación, por la que los hogares procuran reducir la inseguridad, la incertidumbre y el riesgo, así como incrementar ingresos y mejorar sus condiciones de vida (Adams, Adger, 2013; Zickgraf, 2021). Una perspectiva similar es la del marco de Aspiraciones-Capacidades y el esquema de migración circular orientado hacia el desarrollo de capacidades y ejercicio de derechos en el lugar de origen, que, en línea con la propuesta de Amartya Sen, se traduciría en prácticas y estrategias de adaptación a presiones generadas por el cambio climático y ambiental (Schade, 2013; Zickgraf, 2021; Faist, Schade, 2013).

Con todo, vale traer también a colación reflexiones críticas de la literatura que alertan sobre cómo la adaptación al cambio climático puede presentarse a veces como una medida individualista, en lógica de emprendimiento, que no considera las vulnerabilidades estructurales, las brechas de la desigualdad y las responsabilidades de los gobiernos (Faist, 2018). De una manera más amplia y reflexiva, se ha cuestionado el sesgo sedentario que suele predominar, para reconocer que, desde una perspectiva local, las comunidades humanas históricamente han sabido interactuar, adaptarse y habitar sus entornos, tanto en procesos estables como inestables (Zickgraf, 2021). Como una expresión de aquello, existen estudios de caso sobre conocimientos locales que dan cuenta de formas prácticas de adaptación, en los que se plantea una complementariedad de los distintos tipos de conocimiento para pensar territorialmente diseños posibles y pertinentes de intervenciones (Klepp, 2017).

4. Desafíos en la investigación para una gobernanza de las “movilidades climáticas”

Como hemos señalado, la literatura sobre movilidades humanas asociada al cambio climático y ambiental parece apuntar a la prevalencia de procesos de carácter multicausal e intranacional. Contrasta, entonces, con las líneas narrativas dominantes del régimen de gobernanza climática que caracterizan las “movilidades climáticas” como desplazamientos trasfronterizos. ¿Por qué este creciente interés en estudiar las movilidades en relación con el cambio climático? ¿es una cuestión de las agendas climática y migratoria globales solamente? ¿es la constatación de los inminentes impactos de este fenómeno? ¿o se trata de un uso instrumental de esta realidad para reforzar el control de las movilidades humanas?

Klepp y Fröhlich (2020), al igual que Baldwin et al. (2019), y Boas et al. (2019; 2022) sostienen que hay un carácter inherentemente político en el nexo entre el cambio climático y las movilidades. Si bien los estudios muestran que este fenómeno da lugar sobre todo a migraciones internas Sur - Sur (Weber, 2015) o a la inmovilidad (Black et al., 2013; Zickgraf, Perrin, 2017; Zickgraf, 2021), suelen predominar narrativas que enfatizan en las movilidades Sur Norte, y en las que el fenómeno es pensado desde la seguridad nacional o en su defecto es tratado de manera despolitizada.

Por otra parte, Klepp y Fröhlich (2020) registran los efectos que la misma gobernanza y las políticas del cambio climático pueden tener sobre las poblaciones migrantes más empobrecidas y racializadas, lo que denominan efectos de segundo orden de la política climática. Con esta categoría aluden a como el cambio climático se configura como una nueva herramienta de gobernanza (Klepp, Chávez-Rodríguez, 2018), invirtiendo fondos cada vez mayores en intervenciones relacionadas con el clima, como la adaptación y la mitigación.

Los objetivos y propósitos de estas nuevas herramientas de gobernanza aún están lejos de ser obvios. El control y el acceso a los recursos, por ejemplo, a través de narrativas de adaptación (Vázquez, 2017) o la (re)territorialización y reconstrucción de la condición de estado vinculada a las políticas climáticas y los proyectos de reducción de emisiones fruto de la deforestación y degradación forestal (REDD+) (Hein, 2019), pueden entenderse como efectos de segundo orden de las políticas climáticas. Estas implicaciones y efectos de las políticas de cambio climático y las intervenciones de adaptación o mitigación a menudo no son reconocidas ni transparentes. (Klepp, Fröhlich, 2020, p. 3-4)

Frente a esto Boas et al. (2019; 2022) proponen cambiar el enfoque y la agenda de investigación en lo que respecta al cambio climático y las movilidades, al menos en el Norte Global. Para estas autoras, las investigaciones deben captar adecuadamente la naturaleza compleja, móvil e interconectada del fenómeno, así como los retos clave generados por la confluencia de la crisis ambiental y las movilidades, en tanto que una nueva agenda debería proponerse desde la academia y las agencias internacionales, para enfrentar la securitización de la gobernanza que busca responder a este fenómeno.

Varios autores (Klepp, Fröhlich, 2020; Baldwin et al., 2019; Boas et al. 2022) señalan que pensar en el concepto de justicia migrante, trabajado en los estudios migratorios (Sheller, 2018), podría permitir pensar más críticamente esta dimensión política de la relación entre cambio climático y movilidades. Así mismo, otros autores como Adger et al. (2018) reconocen que los gobiernos deben facilitar las migraciones voluntarias, pues la imposibilidad de decidir y el control de la movilidad son en sí mismos consecuencias y costes del cambio climático. Desde una perspectiva complementaria, algunos autores proponen pensar la gobernanza desde abajo, pues

es justo en la escala local donde han tenido lugar los conflictos sobre mitigación y adaptación al cambio climático en los últimos años, lejos de reuniones mundiales espectaculares pero inconsecuentes. Son los conflictos climáticos locales y no la gobernanza climática global los que han logrado algún progreso en el tratamiento del rampante incremento del carbono en la atmósfera. (Faist, 2018, p. 22)

Es también en lo local en donde pueden palparse la articulación de múltiples escalas de poder, la manera en que las políticas de movilidad y también ambientales, toman una forma particular y son recibidas, reformuladas o incluso resistidas por los sujetos en movilidad climática. De esa manera es que podemos acceder a la multiplicidad de movilidades y de políticas de la movilidad que se articulan de maneras complejas y situadas (Boas et al., 2022)

5. Para una agenda investigativa desde la adaptación transformacional y las justicias ecológica y migrante

Como hemos mostrado en las páginas precedentes, una revisión de la literatura existente sobre la cuestión que nos ocupa permite identificar al menos cuatro desafíos para el estudio de las movilidades humanas asociadas al cambio climático y ambiental.

La primera apunta a contrarrestar la agenda securitista que, como señalan Boas et al. (2019), se fundamenta en representaciones del fenómeno que poco corresponden a la realidad. Se trata de caracterizaciones autoreferenciales, en las que se presenta al cambio climático como un factor monocausal que desencadena movilizaciones masivas hacia el Norte-Global (Boas et al., 2019, p. 2). Como hemos señalado, la evidencia empírica parece apuntar en otra dirección. La agenda de investigación futura tiene entonces la tarea de capturar, de manera rigurosa, el carácter multicausal del fenómeno, incluyendo la forma en que el cambio climático se articula a otros factores -políticos, sociales, económicos y culturales, por ejemplo- preexistentes que propician las movilidades.

No menos importante resulta la tarea de capturar las dinámicas de poder que determinan esta narrativa. Como ha sido caracterizado de manera extensa desde la ecología política, el régimen de gobernanza climática está constituido por inequidades de poder en múltiples escalas, que influencian la representación del problema y restringen el rango de soluciones disponibles (Forero Torres et al., 2012). El tipo de intervenciones generadas por esta estructura de toma de decisiones no solo puede carecer de efectividad sino, además, puede aumentar aún más la vulnerabilidad de quienes son, justamente, los menos responsables de la configuración de la crisis climática y ambiental que atravesamos (Moreno, 2013). En este contexto, una gobernanza de las movilidades vinculadas a la crisis climática debe estar guiada por los principios de justicia ecológica y justicia migrante, que reconozcan los factores históricos que han puesto a grupos sociales específicos en condiciones de mayor vulnerabilidad.

La noción de justicia ecológica remite precisamente a la responsabilidad diferenciada respecto a la configuración de la crisis ambiental que atravesamos. Parte de constatar que las naciones e individuos con mayor responsabilidad en su configuración son, paradójicamente, los menos vulnerables a los efectos causados por el cambio climático y ambiental. Son, al mismo tiempo, quienes tienen la mayor capacidad para financiar las medidas de adaptación que los países y poblaciones más vulnerables requieren (OXFAM, 2023).

En tanto que la noción de justicia migrante o justicia de las movilidades, acuñado por Sheller (2018), cuestiona como:

tradicionalmente, el concepto de movimiento ha tenido una connotación positiva en el imaginario colectivo de la sociedad, reflejada en atributos como la aventura, el placer, el éxito, el intercambio y enriquecimiento cultural. Sin embargo, esta concepción está mediada por quiénes son los sujetos de ese movimiento. Mientras que el turista, el comerciante, el aventurero, el estudiante de intercambio son vistos como algo positivo, el migrante, el refugiado, el solicitante de asilo, la víctima de trata, son rechazados. (Silva Sánchez, 2023 , p. 132)

La justicia de la movilidad apunta, precisamente, a reconocer ese carácter constitutivo y también selectivo de las movilidades en el orden social global. Por otro lado, reconoce que la (in)movilidad es el denominador común de las crisis que vivimos hoy en día: crisis climática, crisis urbanística y la crisis migratoria. Todo lo cual pondrían de manifiesto las injustas relaciones de poder que determinan las movilidades desiguales, que no solo se manifiestan en el también desigual acceso a los medios de transporte, la planificación urbana discriminatoria o las barreras transfronterizas, sino que abarca también las múltiples luchas y la subversión de ese orden, como la que sostienen los y las migrantes con la persistencia de su movimiento. (Silva Sánchez, 2023 ,p. 137-138).

Una perspectiva basada en los conceptos de justicia migrante y justicia ecológica apuntaría a reconocer, de manera simultánea, el derecho a migrar y el derecho a permanecer el condiciones dignas y seguras. El cumplimiento de estos derechos puede lograrse mediante el diseño e implementación de medidas de adaptación orientadas al cambio transformacional. Aquí, la adaptación se entendería como un proceso progresista de reducción del riesgo, bajo la consideración del carácter sociohistórico de las vulnerabilidades que participan de su configuración. Esto implica alejarse de visiones de desarrollo basadas en el crecimiento económico, privilegiando en cambio perspectivas centradas en el ser humano (Pelling, 2010, p. 24-25).

Un giro hacia la adaptación transformacional puede, al mismo tiempo, favorecer intervenciones a nivel local, lo que puede traducirse en una democratización de la gobernanza. Puede, de hecho, iniciarse en pequeñas escalas y de manera gradual, desencadenando luego procesos de retroalimentación a escalas mayores. Transformaciones a escala local operarían así́ como “experimentos transformativos” articulados a aprendizajes mutuos y al intercambio con otros contextos (Folke et al., 2010, p. 5-6).

Pero a diferencia de lo que tiende a plantear el discurso del régimen de gobernanza climático actual, esto no eliminaría el derecho a migrar, ni la existencia de las movilidades como una dentro de múltiples opciones de adaptación con las que cuentan individuos, familias y comunidades. La inmensa responsabilidad que tienen los países del Norte Global en la configuración de la crisis ambiental debe traducirse en políticas migratorias que favorezcan la implementación de estas estrategias.

6. A manera de conclusión: hacia la justicia climática y migrante

Una de las cuestiones que la literatura alrededor de las movilidades climáticas ha ido clarificando es que este es un fenómeno de carácter múltiple, en donde no hay espacio para la causalidad unívoca, ni para la segmentación entre lo estructural y lo potestativo. En ese sentido, estaríamos hablando de una pluralidad de movilidades climáticas que tampoco pueden segmentarse en categorías cerradas de refugio, desplazamiento, atrapamiento o migración, sino que habría una interrelación entre distintas formas de movilidad que además se articularían con procesos históricos complejos. Así mismo, éstas solo pueden entenderse como fenómenos situados en lugares concretos, relacionales, multiescalares y siempre cambiantes. (Boas et al., 2022, p. 3370)

La perspectiva cada vez más integradora va superando la tensión que en su momento -pero todavía en la actualidad- fue muy importante entre la literatura que establecía a los sujetos migrantes climáticos como primordialmente vulnerables y aquella que colocaba el énfasis en su capacidad de acción. Sin embargo, esta polaridad puede persistir quizá en la forma de construir narrativas, en las respuestas políticas o en la gobernanza de este fenómeno. En ese sentido, parece urgente seguir desarrollando estudios que plasmen la complejidad de estas movilidades y, siguiendo a Boas et al. (2022), permitan mirar así mismo aquellas políticas de gobernanza también de manera compleja y siempre en disputa.

Si algo queda claro, es que ambos fenómenos, el ambiental y el migratorio, han interactuado históricamente, sin embargo, la agenda climática global ha tendido hasta ahora a posicionar el imaginario de las movilidades climáticas como una cuestión masiva y amenazante. De hecho, un número cada vez mayor de estudios muestran lo contrario:

que las relaciones entre el cambio climático y la migración humana son a menudo indirectas, a pequeña escala, y toman formas específicas del contexto, influenciadas por una serie de otros factores socioeconómicos y políticos. Las formas en que las personas se desplazan en un clima cambiante son diversas y suelen consistir en movilidades relativamente locales (Boas et al., 2022, p. 3367)

De manera simultánea, la misma agenda climática global ha colocado el peso de la adaptación y de la resiliencia en los presuntos lugares de origen de las movilidades climáticas, es decir en el sur global. Cuando, sin duda, palear la crisis climática-ambiental y su consecuente cambio climático no pasa por controlar o gobernar las movilidades, ni si quiera por prevenirlas, sino por generar condiciones de justicia ambiental y social que permitan la vida digna en cualquier lugar del planeta.

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  • 1
    Este trabajo se llevó a cabo gracias a la ayuda de la subvención otorgada por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, Ottawa, Canadá. Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente las del IDRC.
  • 2
    Nuestra traducción.
  • Editores del dossier
    Joan Lacomba, Beatriz Felipe

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    11 Nov 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    31 Mayo 2024
  • Acepto
    17 Jul 2024
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