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EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA COMPARATIVA: CAMPOS DE TRANSFERENCIAS Y CIRCULACIÓN DE SABERES, SIGLOS XIX Y XX1 1 Artículo no publicado en plataforma de preprint. Todas las fuentes y bibliografía utilizadas están referenciadas en el artículo.

IN THE ORIGINS OF COMPARATIVE HISTORY: FIELDS OF TRANSFER AND CIRCULATION OF KNOWLEDGE, 19TH AND 20TH CENTURIES

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar la circulación del método comparativo en las ciencias sociales de los siglos XIX y XX, a través de un campo de transferencias caracterizado por una serie de conexiones, procesos superpuestos e influencias cruzadas, que hicieron de este método un paradigma científico. Por lo tanto, aquí se estudian menos las características de la historia comparada que las transferencias que la hicieron posible; menos los historiadores que los intercambios disciplinarios, las influencias recíprocas, entre ellos y con otros comparatistas. El análisis de sus obras, artículos o libros de la época, o de los que se escribieron sobre ellos, permitió reconstruir las ideas, la circulación del conocimiento y las prácticas científicas que definieron el perfil de la historia comparada, así como de la historia global, entre los historiadores franceses de la corriente de Annales.

Palabras clave
Campos de transferencia; comparaciones transculturales; método comparativo; historia comparada; Annales

Abstract

The aim of this article is to study the circulation of the comparative method in the social sciences in the nineteenth and twentieth centuries, through a field of transfers characterized by a series of connections, overlapping processes and cross-influences that made this method a scientific paradigm. Therefore, here we study less the characteristics of comparative history than the transfers that made it possible; less the comparative historians than the disciplinary exchanges, the reciprocal influences, among themselves and with other comparative historians. The analysis of their works, articles or books of the time, or those written about them, made it possible to reconstruct the ideas, the circulation of knowledge and the scientific practices that defined the profile of comparative history, as well as global history, among the French historians of the Annales movement.

Keywords
Transfer fields; cross-cultural comparisons; comparative method; comparative history; Annales

Introducción

En cuanto forma sistemática de indagación social que atraviesa fronteras amuralladas o abre unidades fortificadas, la comparación parece haber ganado la partida. En los últimos dos siglos, su utilidad para el análisis social es incuestionable: que haya servido para conocer el mundo y cambiado la manera de comprenderlo, es una afirmación poco usual para nuestros métodos de investigación (STENGERS, 2011STENGERS, Isabelle. Comparison as a mater of concern. Common knowledge, Durham, v. 17, n. 1, p. 48-63, 2011.). Ya en 1963, Witold Kula había escrito que la polémica en torno del uso del método comparativo atravesaba dos siglos, volviendo a surgir con cada generación, revistiendo en cada una de ellas nuevos colores y otros matices. Para él, la polémica se basaba en dos inquietudes científicas: la preocupación por la precisión, la exactitud y la certeza de las afirmaciones de la ciencia, y la carrera creadora hacia los nuevos descubrimientos (KULA, 1963KULA, Witold. El método comparativo y la generalización en la historia económica. In: KULA, Witold. Problemas y métodos en la historia económica. Barcelona: Península, 1963, p. 571-614.). El desafío que este método representa para las prácticas del análisis social y el conocimiento científico, a partir de la tensión entre “las certezas de la ciencia” y los “nuevos descubrimientos”, se juega entre lo seguro y lo posible, entre lo cierto y lo probable. En este sentido, los viejos problemas adquieren otra luminosidad, mientras que los contemporáneos despliegan tenuemente las ondas de su propia radiación.

Durante este largo período, el método comparativo adquirió un lugar entre los métodos de investigación social, arraigándose en ciertas disciplinas con mayor fuerza que en otras, pero circulando ampliamente por muchas de ellas, en tanto método, pero también en tanto idea de la ciencia y paradigma científico (JUCQUOIS, 1989JUCQUOIS, Guy. La méthode comparative dans les sciences de l’homme. Louvain: Peeters, 1989.; RIOS GORDILLO, 2016RIOS GORDILLO, Carlos Alberto. Las formas de la comparación: Marc Bloch y las ciencias humanas. Ensayo de morfología e historia. Ciudad de México: UAM; Anthropos, 2016.; SARTORI; MORLINO, 1994SARTORI, Giovanni & MORLINO, Leonardo (ed.). La comparación en las ciencias sociales. Madrid: Alianza, 1994.; SHRIEWER et al., 2010SHRIEWER, Jürgen & KAELBLE, Harmut (org.). La comparación en las ciencias sociales e históricas: un debate interdisciplinar. Barcelona: Cortez; Octaedro, 2010.). En este sentido, la marcha de las ideas es también la marcha de los métodos y las técnicas de investigación científica. Con ironía, Sanjay Subrahmanyam (2014)SUBRAHMANYAM, Sanjay. Histoire globale de la première modernité. Collège de France, 28 noviembre 2013. Disponible en: <htps://bit.ly/3Feh9Om>. Consultado en: 31 oct. 2021.
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escribió a propósito de “la circulación del método y el método de la circulación”, como si fuese una invitación a pensar las travesías recíprocas, los juegos del intercambio y los puntos de apoyo entre métodos, ideas, pensadores y disciplinas, que confguran los campos de transferencia por los cuales todo circula velozmente.

El objetivo de este ensayo es el estudio de los orígenes de la historia comparativa en el seno de las ciencias sociales de los siglos XIX y XX, a través del viaje del método comparativo por la lingüística francoparlante, la etnología evolucionista británica, la sociología durkheimiana francesa y la historiografía alemana, belga y francesa. En una coyuntura determinada, este seno fue un “campo de transferencias” (CHARLE et al., 2006, p. 176-178CHARLE, Christophe et al. (ed.). Redes intelectuales transnacionales: formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades culturales. Barcelona: Pomares, 2006.) caracterizado por las influencias recíprocas, las conexiones disciplinares y la asimilación de prácticas de investigación, que viajaron de un medio a otro, de un “campo de origen” a un “campo de recepción”, como diría Bourdieu a propósito de los “campos de producción” y “las condiciones sociales de producción” (BOURDIEU, 2009, p. 1 62BOURDIEU, Pierre. Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba, 2009.).

Este es el campo de transferencias en el cual foreció una época cortada a la medida de las correspondencias intelectuales, las influencias y las filtraciones entre etnólogos y sociólogos, lingüistas e historiadores: Maine, Frazer, Fustel de Coulanges, Durkheim, Saussure, Meillet, Lamprecht, Pirenne, Bloch, quienes se convirtieron en comparatistas. Esta afinidad electiva les viene por haber compartido un paradigma científico capaz de generar el punto de vista de lo universal y revolucionar el conocimiento de su época. En este sentido, cabe preguntarnos: ¿Cuál es el modo de uso del método comparativo en una disciplina, a diferencia de la otra, y cómo este se relacionó con las grandes corrientes del pensamiento social de su época?, ¿cuáles fueron las prácticas científicas que, entre el siglo XIX y XX, permitieron su circulación?, ¿cómo todos los tipos de comparación confuyeron en una sola experiencia, formando la historia comparativa? Con el objetivo de analizar las relaciones entre el método comparativo, utilizado profusamente en las ciencias humanas, y la historia comparativa de Annales, este ensayo se divide en cuatro momentos: Comparaciones transculturales e historias conectadas; El método de la circulación: transferencias, filtraciones; Del método comparativo a la historia comparativa; y A modo de conclusión. De alguna forma, esta es una travesía que corre de un tiempo a otro, de una disciplina a otra, de uno a otro tipo de comparación.

Comparaciones transculturales e historias conectadas

Durante siglos, sucesivos contactos e interacciones entre culturas y civilizaciones ofrecieron múltiples datos que debían ser explicados a través de métodos científicos. La interpretación de esta red de alianzas, comunicaciones y puntos de apoyo que confguran las relaciones transculturales ha sido un terreno fértil para el uso de las comparaciones. A lo largo de su historia, las sociedades europeas han visto una imagen distorsionada de sí mismas al refejarse en el espejo del mundo no europeo. Griegos y romanos llamaron “bárbaros” a aquellos que vivían allende de sus fronteras. La imagen del diablo se asomaba tras los rostros de los “herejes” e “infieles” que se refejaron ante el espejo de la Europa cristiana. El “rústico inculto” amaneció en los albores de finales de la Edad Media cuando Europa reivindicaba el Renacimiento o el resurgimiento de la tradición cultural helénica y latina. Los viajes transoceánicos de Colón, Magallanes, da Gama, Elcano le mostraron al mundo europeo una imagen preconcebida y deformada que emanaba después de siglos de contacto con los otros: la del “salvaje”, el “oriental” y el “primitivo” (FONTANA, 2000FONTANA, Joseph. Europa ante en el espejo. Barcelona: Crítica, 2000.). Los europeos no descubrían pueblos nuevos, territorios despoblados, buscaban encontrar lo que ya conocían, se identificaban como ellos –a pesar de sus propias diferencias–, solo cuando se veían ante los otros: estar en el mundo (civilizado) era estar dentro de la Hélade, la Cristiandad, Europa.

A menudo, estos vínculos han estado mediados por las guerras o por la colonización, pues la historia universal se compone de estas relaciones de poder que articulan sociedades y civilizaciones a través de la conquista violenta y el despojo colonial: no solo reproducen la injusticia, sino también la desigualdad y la subordinación. Así, al colonialismo se aúna la dominación de clase. No obstante, estas relaciones asimétricas de poder también plantearon el desafío de pensar el mundo tal y como estaba siendo transformado. Por ejemplo, en sus refexiones sobre la cuestión colonial, Karl Marx sostenía que el colonialismo británico debía cumplir en Asia una misión doble: destruir la antigua sociedad asiática y edificar los cimientos de una sociedad occidental. Al mismo tiempo que se indignaba por la rapiña colonial o mostraba simpatía por los pueblos que resistían el saqueo, él pensaba en términos de las fuerzas productivas y los modos de producción (MARX; ENGELS, 1973MARX, Karl & ENGELS, Friedrich. Sobre el colonialismo. Buenos Aires: Pasado y Presente, 1973.). En este sentido, las prácticas coloniales de europeos, árabes, turcos y japoneses, en sus puntos en común y sus diferencias recíprocas durante siete largos siglos, llevaron a Marc Ferro a considerar que la colonización era una historia global (FERRO, 1994FERRO, Marc. Histoire des colonisations: des conquêtes aux indépendences, XIIIe-XXe siècle. París: Seuil, 1994.). Estas historias interconectadas han contribuido a formar la imagen actual del planeta, así como han invitado a pensar las relaciones entre sociedades y civilizaciones a escala global.

Pues, si desde antaño las crónicas de los descubrimientos, viajes y exploraciones por Oceanía, Polinesia, África, Asia, la India, Australia o América del Norte, Centro o Sur; e incluso, si las narraciones de viajeros, misioneros, comerciantes y exploradores han mostrado la otredad, también lo han hecho a propósito de las analogías entre formaciones sociales diferentes. Sea en las épocas de expansión imperial o colonial en el Viejo Mundo como en el Nuevo Mundo, sea en la época de Heródoto o Tucídides, en la de Bartolomé de Las Casas o Montaigne, en la de Montesquieu o Voltaire, sea en la de Marx o Weber e incluso en la nuestra, en este complejo juego de intercambios y travesías recíprocas, las comparaciones transculturales han sido constitutivas del conocimiento y la comprensión del mundo.

Por tanto, en estos intercambios de saberes a escala global, uno de los métodos de indagación y conocimiento del mundo ha sido la comparación. Quizá haya sido la Ilustración el momento en el cual esta operación intelectual se convirtió en un método de conocimiento de la realidad social, cuyo encanto sedujo a los pensadores de la cultura europea: Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot, Maupertuis, Bufon, Lavoisier, Condorcet, Quesnay, Vico, Galiani, Beccaria, Kant, Herder, Lessing, Goethe, Schiller, Reid, Hume, Smith o Ferguson; una vanguardia intelectual que aspiraba desarrollar una “perspectiva cosmopolita, a viajar y aprender otras lenguas, a satisfacer su pasión por la comparación antropológica e intercultural de todo el mundo conocido (MUNCK, 2001, p. 18MUNCK, Thomas. Historia social de la ilustración. Barcelona: Crítica, 2001.). Quizá por ello, en su Historia de la etnología, Lowie (1985, p. 130)LOWIE, Robert H. Historia de la etnología. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1985. afirmó: “las verdaderas raíces del método comparativo se remontan al siglo XVIII”. Durante el Ochocientos, las corrientes intelectuales formaron una tipología general sobre los términos causales de las ideas humanas y las instituciones sociales, a partir de un estadio primitivo o natural de la sociedad, del cual partía el progreso de la civilización:

Ideas acerca de los “salvajes” no europeos, que definieron a la “civilización” por contraste; ideas sobre la naturaleza física y la diferenciación del hombre, que sacaron a la luz el problema de la universalidad; ideas acerca de la naturaleza del orden social, que definieron el contenido específico de la civilización (STOCKING Jr., 1987, p. 9-10STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987.).

En Victorian Anthropology, George W. Stocking Jr. afirmó que la búsqueda de leyes, regularidades y principios universales, o de la cultura, la evolución, la civilización, el hombre (en singular, a partir del postulado de la tradición cristiana sobre la unidad básica de todos los grupos humanos) es una herencia de la Ilustración. Por ende:

Muchos de los argumentos metodológicos, las secuencias del desarrollo general y los específicos conceptos sustantivos de un tardío evolucionismo sociocultural, pueden ser encontrados dentro de esas corrientes: la idea de la “unidad psíquica del hombre”; el “método comparativo”; las “etapas” del desarrollo intelectual y socioeconómico”; los adelantos de una sociedad militar a la comercial; las ideas de un fetichismo primitivo, el despotismo oriental estático, y el vigor del hombre en los climas templados de Europa (STOCKING Jr., 1987, p. 19STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987.).

Estas ideas sobre la naturaleza humana, la cultura y la civilización –ya claramente identificables en los primeros integrantes del panteón de la antropología: H. Spencer, H. Maine, E. B. Tylor, J.F. McLennan, L. Morgan, F. Boas o J. Frazer– se difundirían en el continente europeo y en los Estados Unidos de América al penetrar en las obras de distintos autores relacionados con el sustrato cultural de los ilustrados: Tocqueville, Condorcet o Voltaire y, en particular, Montesquieu, autor de las Cartas persas (publicada en 1721), Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos (en 1734) y El espíritu de las leyes (en 1748). Sus tipologías sociales y comparaciones sistemáticas encauzaron las investigaciones hacia el espectro de los fenómenos sociales y la búsqueda de causas generales. Stocking Jr. (1987, p. 14)STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987. ha considerado que a Montesquieu se debe el desplazamiento de “noventa grados” de los ejes de la comparación cultural: de la comparación “horizontal (o espacial) a la vertical (o temporal)”. Es decir, la comparación en las coordenadas de espacios y tiempos, sean vecinos o distantes, contemporáneos o no.

No obstante, de acuerdo con el historiador de la antropología, en la época de la formación del panteón de los antropólogos evolucionistas, la comparación “que había sido usada para establecer las conexiones tanto en el espacio como en el tiempo fue subordinada a la reconstrucción de la secuencia temporal” (STOCKING Jr., 1987, p. 184STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987.). Más aún, la misma secuencia de tiempo adquirió un carácter diferente cuando “su vasta extensión fue estructurada primeramente en término de etapas regulares gobernadas por procesos generalizados y solo de manera secundaria por procesos difusionistas y migratorios de un carácter histórico particular” (STOCKING Jr., 1987, p. 184STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987.). Por esta razón, el método comparativo fue adoptado por un número importante de los antropólogos más notables del siglo XIX y principios del XX: Tylor, Spencer, Frazer, Boas, Malinowski, Radclife-Brown, Evans-Pritchard y Fortes. Así, evolucionistas, difusionistas y funcionalistas, los integrantes de las escuelas del período harían del método comparativo un campo privilegiado de experimentación (con diversos tipos y variantes) y una herramienta esencial para el estudio de la cultura y las sociedades humanas.

Sin embargo, de entre todos ellos fue Sir James Frazer quien más lo cultivó. Al estudiar los elementos de la mente humana, cuya presencia constante en distintas culturas y épocas de la historia permitía observar la sorprendente semejanza que hay entre las ideas y costumbres de los “salvajes” y las doctrinas del cristianismo (de acuerdo con la idea evolucionista de la sucesión de estadios: magia, religión y ciencia), Frazer hizo conexiones, asociaciones, analogías y comparaciones entre antiguos ritos, cultos y leyendas celtas, romanas, nórdicas o cristianas. “A lo que nos referimos cuando hablamos del ‘método comparativo’ en antropología”, escribió a propósito Radclife-Brown (1975, p. 126)RADCLIFFE-BROWN, Alfred Reginald. El método de la Antropología social. Barcelona: Anagrama, 1975., “es al método usado por un autor como Frazer en su obra La rama dorada”.

El método de la circulación: transferencias, filtraciones

Desde la formación de la antropología como disciplina científica, el método comparativo fue practicado profusamente. El interés sobre el problema de la formación social, evolución o difusión de sus formas, o en torno de las comparaciones de largo o de corto alcance, pero, sobre todo, el debate acerca del origen y los ritos de las así llamadas “religiones primitivas”, generó estudios, en ambos lados del Canal de la Mancha, sobre la importancia de lo sagrado entre los antiguos y la explicación de sus instituciones y creencias a través de los rituales, las ceremonias y las prácticas de la religión primitiva. Un ejemplo notable fue La cité antique (1864), del historiador francés Fustel de Coulanges, obra sobre el estudio de las creencias acerca del alma y la muerte, el culto a los muertos, el fuego sagrado y la religión doméstica, creencias que “rigieron las sociedades” y “la mayor parte de las instituciones domésticas y sociales de los antiguos” (COULANGES, 1982, p. 26COULANGES, Fustel de. La ciudad antigua. Madrid: EDAF, 1982.). Gabriel Monod, el fundador de la Revue Historique, consideró a esta obra “uno de los más ilustres, así como uno de los más arriesgados modelos del método comparativo” (HARTOG, 1988, p. 103HARTOG, François. Le XIXe siècle et l’histoire: le cas Fustel de Coulanges. Paris: Presses Universitaires de France, 1988.).

Mientras él incursionaba en los terrenos del derecho antiguo, se publicaban: Ancient law, de Henry Sumner Maine, en 1861; Das muterrecht, de J.J. Bachofen, en 1861; Primitive marriage, de John Ferguson McLennan, en 1865; Researches into the early history of mankind y Primitive culture, de Edward B. Tylor, en 1865 y 1871; The systems of consanguinity y Ancient society, de Lewis Morgan, en 1871 y 1877; las dos ediciones de los The Principles of psychology, de Herbert Spencer, en 1855 y 1870-1872. La sincronía de las publicaciones ha llevado a cuestionarse si hubo una influencia rectora de la cual emanó todo, o si fueron desarrollos paralelos con préstamos recíprocos e importantes transferencias. Por ejemplo, Tylor estudió la manera en la cual el sistema materno llegó a los pioneros de la investigación (Bachofen y McLennan) y se reforzó con las investigaciones de Lubbok y Morgan. Una tesis similar a la de Primitive marriage, de McLennan, había sido adelantada por Bachofen, sin que lo hubiera leído. Fustel de Coulanges escribió La cité antique sin tener noticia de Maine, quien sí polemizó con McLennan y Morgan, aunque no con el suizo Bachofen, pues no lo había leído. Por su parte, Morgan definió la “solución coyuntural” independientemente de la obra de McLennan y, a juicio de Engels, descubrió, por su propia vía y cuarenta años después de Marx, la concepción materialista de la historia (STOCKING Jr, 1987, p. 197-208STOCKING Jr., George W. Victorian anthropology. New York: Free Press, 1987.).

En la antropología, la historia y la sociología (cuyas fronteras eran movibles, relacionadas a veces íntimamente, como en el caso de las dos últimas), este debate sobre el derecho tenía como protagonista al método comparativo. A este último, Fustel de Coulanges le brindó la misma importancia que ya tenía entre sus contemporáneos. La objeción de uno de sus alumnos, el helenista Gustave Glotz, quien reprochó a su maestro la “timidez” en su utilización y su “empleo restringido”, se convirtió en un acontecimiento intelectual: “en la época en que apareció La ciudad antigua, nadie, desde Montesquieu, lo había manejado con tal maestría” (GLOTZ, 1957, p. 3GLOTZ, Gustave. La ciudad griega. Ciudad de México: Uteha, 1957.). Para García Gual (1982, p. 22)GARCÍA GUAL, Carlos. Prólogo. In: COULANGES, Fustel de. La ciudad antigua. Madrid: EDAF, 1982, p. 11-20., Fustel era “el eslabón intelectual entre Condorcet, Saint-Simon, Comte, y Durkheim y Mauss”. Su posición es relevante: por un lado, Fustel fue considerado el sucesor de Montesquieu (GUIRAUD, 1896, p. 37GUIRAUD, Paul. Fustel de Coulanges. Paris: Librairie Hachete, 1896.), por el otro, era el maestro de Durkheim (COLLINS, 1988COLLINS, Randall. The Durkheimian tradition in confict sociology. In: ALEXANDER, Jefrey C. (ed.). Durkheimian sociology: cultural studies. New York: Cambridge University Press, 1988, p. 107-128.; LUKES, 1985LUKES, Steven. Émile Durkheim, his life and work: a historical and critical study. Redwood City: Stanford University Press, 1985.). Todos, sin excepción, fueron comparatistas. Es decir, a través de Fustel el método comparativo articuló una red de alianzas entre disciplinas y autores, en uno y otro lado del Canal de la Mancha.

Una vez desaparecido el autor de La c iudad ant ig ua, la v italidad del método comparativo se hizo sentir en las ciencias sociales de la Europa de fin de siècle, a través de un brillante equipo, en el cual fguraban: M. Mauss, C. Bougle, P. Fauconnet, R. Hertz, A. Meillet, F. Simiand, M. Halbwachs y H. Hubert; era el equipo de la revista L’Année sociologique (BESNARD, 1979BESNARD, Phillipe. La formation de l’equipe de l’année sociologique. Revue française de sociologie, [S. l.], v. 20, n. 1, p. 7-31, 1979. Disponible en: <htps://bit.ly/3aF2cef>. Consultado en: 8 jun. 2022. doi: htps://doi.org/10.2307/3321262.
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). Arnaldo Momigliano (1997)MOMIGLIANO, Arnaldo. Ensayos de historiografía antigua y moderna. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1997. escribió que la conciencia de los juristas franceses sobre la importancia y el valor del método comparativo “se enriqueció gracias a la teorización de ese método por parte de un discípulo de Fustel que siguió un camino propio: Émile Durkheim” (MOMIGLIANO, 1997, p. 282MOMIGLIANO, Arnaldo. Ensayos de historiografía antigua y moderna. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1997.).

No obstante, además del caso de Fustel de Coulanges, la relación entre sociólogos y antropólogos también fue directa. En 1898, Mauss hizo una estancia académica en Cambridge y en Oxford. En esta última universidad conoció a Frazer, trabajó con Tylor y estudió el sánscrito. Mauss había hecho el viaje a Inglaterra con el “objetivo de profundizar en la obra de Edward Tylor, Max Müller, James Frazer”, así que, al haber sido invitado a cenar por ellos dos, obsequió a Tylor el primer volumen de L’Année sociologique, con una respetuosa dedicatoria de Durkheim y con el “homenaje y profundo respeto” de Mauss. La dedicatoria es testimonio de fliación intelectual entre el equipo de sociólogos más importantes de su época, con las fguras más importantes de la antropología victoriana (ROSATI, 2004ROSATI, Massimo. Marcel Mauss in Inghilterra. La Ricerca Folklórica, n. 50, p. 149-151, 2004. htps://doi.org/10.2307/4141544.
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). La fliación es evidente incluso en Durkheim, quien fue un lector atento de Maine, McLennan, Bachofen, Morgan, Müller, Tylor, Lang y Robertson-Smith, cuya importancia en Les formes, de 1912, es mayúscula, aunque está presente ya desde Les règles, de 1895. Entre 1895 y 1896, mientras Durkheim impartía un curso sobre las formas elementales de la religión, sufrió “una revelación. Ese curso [sobre las formas elementales de la religión] de 1895 marca una línea de demarcación en el desarrollo de mi pensamiento”, como él decía, pues “ese año por primera vez, encontré la manera de abordar sociológicamente el estudio de la religión” (STEINER, 2003, p. 28STEINER, Philippe. La sociología de Durkheim. Buenos Aires: Nueva Visión, 2003.). Este último ha señalado que, para entonces, Durkheim utilizaba los datos etnográficos en el marco de la sociología y estaba leyendo The religion of the Semites, de William Robertson-Smith; a quien Frazer dedicó The golden bough: a study in comparative religion.

Las monografías publicadas por Durkheim en L’Année sociologique son muestra del acercamiento de la sociología con la antropología: La prohibition de l’inceste et ses origines, de 1898, Sur le totémisme, escrito y publicado entre 1900 y 1901, Sur l’organisation matrimoniale des societés australiennes, de 1905, De quelques formes primitives de classification, de 1903, escrita en colaboración con Mauss. De este último (con Henri H u b e r t ) , Esquisse d’une théor ie générale de la magie y, sobre todo, Essai sur le don. Forme et raison de l’echange dans les societés archaiques, escrito y publicado entre 1923 y 1924, constituyen un notable testimonio sobre la manera en la cual los datos que procesaba la antropología sobre las sociedades “primitivas” estaban siendo analizados por la sociología religiosa.

A pesar de la desaparición del maestro, en 1917, y de los estragos causados por la guerra, la escuela durkheimiana preservó la fuerza intelectual con la que había surgido (HEILBRON, 1985HEILBRON, Johan. Les métamorphoses du durkheimisme, 1920-1940. Revue Française de Sociologie, [S. l.], v. 26, n. 2, p. 203-237, 1985. Disponible en: <htps://bit.ly/3tqutvJ>. Consultado en: 8 jun. 2022. doi: htps://doi.org/10.2307/3321573.
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). Marcel Mauss, quien quizá haya sido el heredero más brillante de la tradición durkheimiana, preservó su legado en Francia; mientras que Radclife-Brown (1975)RADCLIFFE-BROWN, Alfred Reginald. El método de la Antropología social. Barcelona: Anagrama, 1975. lo hizo en Inglaterra, y Robert Merton y Talcot Parsons hicieron lo propio en los Estados Unidos. Al ser nombrado profesor de la Cátedra de Sociología en el Collège de France (poco antes que F. Simiand y M. Halbwachs), el mérito académico individual fue también símbolo del reconocimiento institucional y del prestigio intelectual de una nueva disciplina, cuya extensión teórica de sus dominios comprendió con prof undidad. De ac uerdo con Momigliano (2011, p. 471)MOMIGLIANO, Arnaldo. De paganos, judíos y cristianos. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2011.: “1925 fue el annus mirabilis de la escuela”, pues Halbwachs había publicado Les cadres sociaux de la mémoire, Mauss su “revolucionario” Essai sur le don, y Henri Hubert “había dado aquellas conferencias sobre los alemanes que solo se publicarían de manera póstuma en 1952”. Como ha sugerido Carlo Ginzburg (2010)GINZBURG, Carlo. Lectures de Mauss: l’essai sur le don. Annales: Histoire, Sciences Sociales, Paris, v. 65, n. 6, p. 1303-1320, 2010., a esta constelación bien podría añadirse Les rois thaumaturges, de Marc Bloch, publicado en 1924.

La tarea de Durkheim y del equipo de L’Année sociologique fue la reorganización de la episteme: “La sociología solo es y solo puede ser el sistema, el corpus de las ciencias sociales”, lo cual “indica e implica un cambio radical en el método y la organización de esas ciencias”, según escribió Durkheim (2000, p. 251)DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.. Su carácter científico era inseparable de su dimensión estratégica; su carácter programático, inseparable de su poderío intelectual. Al respecto, Lévi-Strauss (1964, p. 5-7)LÉVI-STRAUSS, Claude. La sociología francesa. In: GURVITCH, Georges & MOORE Wilbert (ed.). Sociología del siglo XX. Barcelona: El Ateneo, 1964, p. 1-31. señaló que la sociología permitió la renovación de las ciencias humanas, a las que tocó con su poder taumatúrgico.

No obstante, para ello era necesario crear alianzas estratégicas, definir parentescos, terminar con monopolios de explotación exclusiva, generar reglas y métodos comunes de trabajo para ciencias diferentes (KARADY, 1979KARADY, Victor. Stratégies de réussite et modes de faire-valoir de la sociologie chez les durkheimiens. Revue française de Sociologie, [S. l.], v. 20, n. 1, p. 49-82, 1979. Disponible en: <htps://bit.ly/3ztGsN1>. Consultado en: 8 jun. 2022. doi: htps://doi.org/10.2307/3321264.
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). Si la ambición de la sociología no era nueva –así había sido desde Comte o Spencer–, entre los durkheimianos cobraba un cariz diferente: el estudio de la unidad del mundo social, en tanto construcción intelectual, según escribió Durkheim (2000, p. 294)DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000., “solo puede tener por órgano un cuerpo de ciencias distintas indisociables, que tengan conciencia de su interrelación”. El símbolo de esta conciencia fue el método comparativo, pues “satisface todas las exigencias de las ciencias” (DURKHEIM, 2000, p. 296DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.). Equiparable a la experimentación, este era la piedra filosofal de la nueva ciencia: “Para reemplazar a la experimentación, que es imposible, nos haría falta al menos la comparación” (DURKHEIM, 2000, p. 296DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.). Durkheim denominó a este tipo de explicación sociológica y de reglas relativas al uso de la prueba “experimentación indirecta o método comparativo”, al cual consideraba “el único conveniente para la sociología” (DURKHEIM, 2000, p. 187DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.). A través de esto, las divisiones y las proporciones de la nueva ciencia, sea sociología general, sociología religiosa, sociología moral y jurídica, sociología criminal y estadística moral, sea sociología económica o morfología social, se fundían en una sola experiencia: “la sociología comparativa no es una rama especial de la sociología: es la propia sociología” (DURKHEIM, 2000, p. 199DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.).

A modo de una fuerza de gravitación que se ejercía sobre las ciencias, el método comparativo vinculaba a disciplinas reguladas por la experimentación indirecta. A la observación, proseguía la distinción entre los hechos y los fenómenos, la clasificación y la formulación de hipótesis y, finalmente, la experimentación de las variaciones concomitantes de los hechos sociales: “lo que hay que hacer es comparar no variaciones aisladas sino series de variaciones regularmente establecidas” (DURKHEIM, 2000, p. 196DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.), tal como él lo había hecho en De la division du travail social, en Le suicide, aunque también en Les formes élémentaires de la vie religieuse. En las obras mencionadas, él definió esta idea del método comparativo al explicar que la forma:

Cómo han de formarse estas series difere según los casos: pueden comprender hechos tomados o bien de una sola y única sociedad –o de varias sociedades de la misma especie– o de varias especies sociales diferentes (DURKHEIM, 2000, p. 196DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.).

El estudio entre “varias sociedades de la misma especie” y de “varias especies sociales diferentes” (DURKHEIM, 2000, p. 196DURKHEIM, Émile. Las reglas del método sociológico y otros escritos. Madrid: Alianza, 2000.) supuso un horizonte para las comparaciones. De acuerdo con ello, el objetivo era ver el movimiento a partir del cual se van añadiendo los diversos elementos que componen un mismo fenómeno, cómo a partir de las similitudes entre los hechos observados estos se van imbricando unos con otros, para observar, finalmente, la formación y asociación de dichos elementos de un fenómeno en movimiento. Así, el sentido original del método comparativo había sido transformado al grado de asimilarse a la propia sociología (comparada). Y con la intención de apoderarse de la totalidad social, los durkheimianos amenazaron con reunir a todas las ciencias bajo su programa; para ellos, el método comparativo debía ser la gramática de las ciencias del hombre.

Del método comparativo a la historia comparativa

Aunque la lingüística resintió la atracción del movimiento sociológico, su tradición comparatista la hizo girar en su propio campo. Las notables investigaciones de Rasmus Rask, –Undersøgelse om det gamle nordiske eller islandske sprogs oprindelse, de 1818–, de Jakob Grimm –Deutsche Grammatik, de 1819– y de August Schleicher – Compendium der Vergleichenden Grammatik der indogermanischen Sprachen, de 1861, se escribieron en el momento fundacional de la lingüística indoeuropea, confriendo a la nueva disciplina un sello comparatista. En el siglo XVIII, el descubrimiento del sánscrito revolucionó las teorías lingüísticas precedentes. El libro de Friedrich von Schlegel, Über die Sprache und Weisheit der Indier, de 1808, permitió a los eruditos de toda Europa conocer el antiguo lenguaje de la India y demostró que las relaciones entre el latín y el griego, y entre estos con los grupos germánico y céltico, eran más que una inducción.

Con ello, la teoría del origen común y la relación mutua entre las lenguas indoeuropeas había sido probada. La hipótesis del origen común, a partir del cual se desarrollaron múltiples familias lingüísticas, se basó en los parentescos, los trazos comunes que, en el largo camino de la evolución histórica, definían la identidad entre el presente y el pasado más antiguo. De esta manera, “la sociedad sería pensada sobre el modelo del lenguaje visto como una línea evolutiva” (KRISTEVA, 1981, p. 191KRISTEVA, Julia. Le langage, cet inconnu: une initiation a la linguistique. Paris: Seuil, 1981.). La búsqueda de un objeto susceptible de ser estudiado científicamente, cuyo uso hiciera posible el acceso a una sociedad “primitiva”, hizo posible el descubrimiento del lenguaje por la antropología. Tylor, Firth, Malinowski y Boas fueron los pioneros a realizar este acercamiento con la lingüística. No obstante, según Kristeva (1981, p. 54)KRISTEVA, Julia. Le langage, cet inconnu: une initiation a la linguistique. Paris: Seuil, 1981., décadas después la relación se había invertido: “en Europa, la antropología se inspira en los trabajos de Saussure y de Meillet”.

En su Cours de linguistique générale, Saussure (2006, p. 28)SAUSSURE, Ferdinand. Curso de lingüística general. Toledo: Akal, 2006. escribió que, en el estudio de las lenguas romances y las germánicas, la comparación no fue más “que un medio, un método para reconstruir los hechos”, por lo que al ser entendida como uno de los varios aspectos de los fenómenos lingüísticos se le otorgó a la comparación el puesto que exactamente le corresponde: el descubrimiento de las correspondencias entre las lenguas. Si estas eran un medio para penetrar en la naturaleza de los fenómenos lingüísticos, la comparación sería el método para estudiarlos. Antoine Meillet (1921, p. 19)MEILLET, Antoine. Linguistique historique et linguistique générale, v. 1. Paris : Honoré Champion, 1921. definió el problema planteado por Saussure con un parecido sorprendente: “el objeto de la ciencia que se ha convenido en llamar gramática comparada es hacer de la historia de los desarrollos lingüísticos un medio de relación entre las diversas lenguas”. Él recibió la influencia del grupo de L’Année sociologique (fue colaborador de sus páginas y mantuvo proximidad con Mauss, Hubert, Granet, Halbwachs y Fauconnet) y, junto a Lucien Lévi-Bruhl y Salomón Reinach, fue uno de los animadores del Institut Français d’Anthropologie. El método comparativo reguló esta serie de acercamientos y carreras de relevos.

De esta manera, “la lingüística ha tomado contacto con todas las disciplinas vecinas donde espera encontrar explicaciones”, escribió Meillet (1954, p. 6)MEILLET, Antoine. La méthode comparative en linguistique historique. Paris: Honoré Champion, 1954.. Su ambición era similar a la que tenían la antropología y la sociología, aunque se basaba en la tradición de Rask, Bopp, Müller, Grimm, Saussure, al igual que en las cátedras de Gramática Comparada de M. Bréal (1866-1905), A. Meillet (1906-1936)MEILLET, Antoine. Linguistique historique et linguistique générale, v. 2. París: Honoré Champion, 1936. y É. Benveniste (1937-1972) en el Collège de France (más de un siglo: entre 1866 y 1972), e incluso en las cátedras de lenguas orientales de Sylvain Lévi (1894-1935) y Ernest Renan (1862-1892), también en el Collège de France.3 3 La lista de profesores desde la fundación del Collège de France en 1530 está disponible en: htps://bit.ly/3uXGBnD. Consultado en: 18 dic. 2020. Prestigio intelectual, legitimidad científica y reconocimiento institucional hicieron de la lingüística –en particular de la lingüística histórica– una ciencia cuya vitalidad científica giraba en torno de un imponente análisis flológico y comparativo, fuera este último etimológico o mitológico. Convencido, Meillet se declaró adepto: “Yo soy comparatista” (MERLIN, 1952, p. 576MERLIN, Alfred. Notice sur la vie et les travaux de M. Antoine Meillet, membre de l’Académie. Comptes-rendus des séances de l’Academie des Inscriptions et Belles-Letres, Paris, v. 96, n. 4, p. 576, 1952.), puesto que, a decir suyo, este método representaba:

(…) el único instrumento eficaz del cual dispone el lingüista para hacer la historia de las lenguas, porque sólo ella permite seguir en el tiempo los estados sucesivos de una lengua y la marcha de su evolución, de reconocer aquellas que están emparentadas y forman grupos, de reconstituir esquemáticamente el ancestro inicial común de las cuales ellas descienden y representan las derivaciones autónomas (MERLIN, 1952, p. 576MERLIN, Alfred. Notice sur la vie et les travaux de M. Antoine Meillet, membre de l’Académie. Comptes-rendus des séances de l’Academie des Inscriptions et Belles-Letres, Paris, v. 96, n. 4, p. 576, 1952.).

La definición muestra las correspondencias con la antropología evolucionista de Frazer y con la sociología y las variaciones concomitantes de Durkheim. El origen común, la evolución y las derivaciones a partir de un mismo tronco, y los estados sucesivos de una lengua y sus derivaciones son ideas que, tanto en la antropología como en la sociología, están permeadas por el método comparativo. Al igual que en las demás ciencias, en la lingüística este último hacía posible definir las similitudes y las diferencias evolutivas. De tal suerte que la definición de Meillet es testimonio de la presencia de elementos provenientes de ambas disciplinas, que poco después fueron asimilados en la lingüística.

En una frase, en cuyo eco resuena el “hecho social” de los durkheimianos, Meillet (1936, p. 168)MEILLET, Antoine. Linguistique historique et linguistique générale, v. 2. París: Honoré Champion, 1936. sostuvo: “Todo hecho de lengua manifesta un hecho de civilización”. Con ello, más que ser un fin en sí misma, la historia adquirió la connotación de un medio para reconstruir esos estados sucesivos de las lenguas. Gracias a la historia podía observarse la evolución de las lenguas, una vez que se identificaran distintas variables, con base en el tiempo: modificaciones de las formas o la anatomía de las palabras; el espacio: los dialectos o las ramificaciones menores; las condiciones sociales: el establecimiento de una lengua en una época determinada; la jerarquía social: el lenguaje culto o el popular. De tal manera que la gramática histórica brindaba los medios para estudiar los cambios del lenguaje en el tiempo y en el espacio.

Para Meillet, el procedimiento de la lingüística histórica descubría los problemas que resolver a través de las unidades de análisis (el signo o, simplemente, las lenguas) que debían someterse al procedimiento de la comparación. De acuerdo con esa idea:

Se observan los resultados de los cambios, no los cambios en sí mismos. Entonces, es gracias a las combinaciones que se sigue –y que se puede seguir– el desarrollo de las lenguas. Pero estas combinaciones son, como se verá, rigurosas y precisas. Todas descansan sobre la afirmación que ciertas concordancias entre lenguas diversas no se explican por trazos comunes a todos los hombres y requieren la hipótesis de una tradición particular. Tal es en esencia el método comparativo. Para apreciar el valor comprobatorio de una combinación, jamás hay que perder de vista el carácter de la prueba. (MEILLET, 1936, p. 168MEILLET, Antoine. Linguistique historique et linguistique générale, v. 2. París: Honoré Champion, 1936.)

De un modo parecido al de Durkheim, en este procedimiento se encuentra el peso de las variaciones, las concordancias, las clasificaciones, el grado de desarrollo civilizatorio, el uso de la prueba y el valor de la misma. Esto se explica no solo por la influencia de Durkheim en Meillet, sino por el estudio de la cuestión social, sea por la sociología, o por la lingüística histórica, sea incluso por la antropología. La clasificación basada en tipos o familias formaba los marcos a partir de los cuales se comparaban lenguas pertenecientes a medios y desarrollos históricos diferentes, cuyas similitudes se explicaban por un origen común o por sus relaciones de vecindad y parentesco. A partir de ahí podían observarse las variaciones, en el tiempo y en el espacio, de las correspondencias entre los hechos lingüísticos.

Dentro de la historia de la evolución general de las lenguas indoeuropeas, las similitudes y diferencias entre las lenguas –sean las que correspondían por su evolución a partir de un origen común, o por las grandes derivaciones de este mismo tronco– mostraban las diferencias de medio, puesto que descubrían la originalidad de las formas de una lengua, lo cual conllevaba la determinación de los parentescos y las fliaciones entre ellas. La gramática comparativa de la lingüística histórica –que había triunfado al elaborar el inventario de las diferentes familias de las lenguas de Europa– representaba el futuro de la disciplina. Meillet (1936, p. 116)MEILLET, Antoine. Linguistique historique et linguistique générale, v. 2. París: Honoré Champion, 1936. consideró que “de las investigaciones y del rigor con el cual se conduzcan, depende el futuro de la lingüística”.

Después de la desaparición de Michel Bréal y Ferdinand Saussure, Meillet se convirtió en la fgura dominante de la lingüística francesa. Su posición institucional y sus relaciones con el grupo de L’Année sociologique multiplicaron los canales de irradiación de su obra y su influencia más allá de los territorios de su especialidad. No solo había recibido la influencia de Émile Durkheim y Lucien Lévy-Bruhl, sino que también había sido maestro de Marcel Mauss y de Lucien Febvre. Por intermedio de Henri Berr, sus lecciones habían sido fltradas en época temprana a Marc Bloch, quien reconoció la importancia de Meillet para el método comparativo en la historia. Por ello, Bloch (1995 [1928], p. 87-88)BLOCH, Marc. Pour une histoire comparée des societés européennes. In: BLOCH, Marc. Histoire et historiens. Paris: Armand Colin, 1995, p. 94-123. sostuvo que la lingüística fue: “la primera que ha elevado a la comparación, originalmente del todo instintiva, a la altura de un método racional”. Para asegurar su porvenir, este autor consideraba que la historia comparada de la estructura social debía voltear hacia esta última:

En la historia propiamente dicha, esta aplicación del método sería el equivalente de la lingüística histórica (por ejemplo, de la lingüística indoeuropea), mientras que la historia comparada de manera amplia se correspondería, más o menos, con la lingüística general (BLOCH, 1995 [1928], p. 97-98BLOCH, Marc. Pour une histoire comparée des societés européennes. In: BLOCH, Marc. Histoire et historiens. Paris: Armand Colin, 1995, p. 94-123.).

No obstante, así como la lingüística había procesado la influencia de la sociología durkheimiana desde su tradición comparatista (los “hechos lingüísticos” como “hechos sociales”: el lenguaje como “hecho” de civilización), sosteniendo, además, fuertes correspondencias con la comparación antropológica, la influencia de Meillet y la lingüística histórica en los historiadores de Annales, fue asimilada desde un humus que les era propio. En particular, a partir de la obra de un historiador que, en sus años de estudiante, solía escuchar a Fustel en la Sorbonne: Henri Pirenne, a quien Bloch y Febvre le propusieron la dirección de la revista Annales. Pirenne sostuvo que no podía escribirse la historia de un país, sin que ella fuera, a su vez, una historia de Europa. ¿Una historia nacional? Sí, pero una historia de un espacio concreto, pensado más allá de las fronteras nacionales. “Revelar la insuficiencia del método que consiste en tratar la historia de un pueblo desde el punto de vista del pueblo mismo” como si este fuera “una simple manifestación local de la historia universal”, sostenía el autor de la Histoire de Bélgique (PIRENNE, 1972, p. 28PIRENNE, Henri. De la méthode comparative en histoire. In: DES MAREZ, Guillaume & GANSHOF, François Louis. Compte rendu du Ve congrès international des sciences historiques. Berlín: Krauss Reprint, 1972, p. 19-32.). Según él, solo a través de la comparación era posible armar la síntesis.

Si queremos comprender las originalidades y las individualidades nacionales, un solo procedimiento se nos ofrece a nosotros, y es el de la comparación. Por ella, en efecto, y solo a través de ella, podemos elevarnos al conocimiento científico. No lo haremos jamás si nos confinamos en los límites de la historia nacional (PIRENNE, 1972, p. 28PIRENNE, Henri. De la méthode comparative en histoire. In: DES MAREZ, Guillaume & GANSHOF, François Louis. Compte rendu du Ve congrès international des sciences historiques. Berlín: Krauss Reprint, 1972, p. 19-32.).

La especificidad del conocimiento histórico, su peculiaridad, o para decirlo en las palabras de Pirenne, “las originalidades” y las “individualidades nacionales” solamente emergían con el procedimiento de la comparación; condición de base para elevar a la historia, ya en pleno siglo XX, “al conocimiento científico”. Para él, la comparación permite atribuir “descubrimientos” u “originalidades” a las realidades locales, regionales o nacionales, que “solo han sido préstamos”, cuyas “diferencias” (PIRENNE, 1972, p. 28PIRENNE, Henri. De la méthode comparative en histoire. In: DES MAREZ, Guillaume & GANSHOF, François Louis. Compte rendu du Ve congrès international des sciences historiques. Berlín: Krauss Reprint, 1972, p. 19-32.) brotan a veces “solo hasta su contraste”. El autor de Mahomet y Charlemagne consideraba que la historia tenía como objeto a “todos” los fenómenos históricos, pero esta “totalidad” no era el estudio temático de la historia universal, el campo más “grande” al que puede dedicarse un historiador, sino que la concepción de la historia de las sociedades como “un todo”. A partir de la idea de que “el concepto histórico necesariamente implica al concepto universal histórico” (PIRENNE, 1997, p. 23PIRENNE, Henri. ¿Qué están tratando de hacer los historiadores? Revista Semestral de Estudios Regionales, [S. l.], n. 7, p. 22-31, 1997.), la historia es considerada en “la totalidad de su desarrollo”, estudiando las historias nacionales, por supuesto, pero considerando su “evolución general”, con la intención de que la historia sea, según decía Pirenne, “universal”.

No obstante, en esta frase resuena la influencia de la historiografía social alemana, en particular, la del historiador Karl Lamprecht, autor de la obra Deutsche Geschichte (publicada entre 1891 y 1909). Con la idea de estudiar una ciencia histórica internacional y una nueva historia de la civilización alemana, y guiado por el precepto de la Kulturgeschichte (‘historia de la civilización’) Lamprecht fundó el Institut für Universal Geschichte, en Leipzig. A él le atribuye Pirenne, junto a Gabriel Monod (el gran historiador de la Tercera República, quien fue discípulo de Michelet, maestro de Pirenne y de Febvre), el porvenir de una nueva concepción de la historia: “el método de Lamprecht”, agregó Pirenne (2004, p. 11)PIRENNE, Henri. Una polémica histórica en Alemania. Contrahistorias: La otra mirada de Clío, Ciudad de México, v. 1, n. 2, p. 7-14, 2004., consiste en “considerar a la historia desde el punto de vista de las ciencias sociales”.

Lamprecht distinguía dos métodos dentro de la crítica al método histórico en Alemania: el primero de ellos, “inferior”, giraba en torno a la crítica hermenéutica y la datación de los testimonios; el segundo, “superior”, consistía en “dominar los hechos, sus fechas y sus relaciones, abarcándolos con la mirada puesta en un horizonte más vasto”. De acuerdo con Arcangeli (1990, p. 22)ARCANGELI, Bianca. Il mestiere dello storico negli scriti di H. Pirenne. In: PIRENNE, Henri. L’opera dello storico. Napoli: Bibliopolis, 1990, p. 9-71., el instrumento que para Pirenne conduce al sentido profundo de los hechos era el método comparativo. Dos son los tipos de comparaciones: el primero refere a la constatación de los hechos esenciales respecto de los otros que son accidentales; el segundo, cuyo fundamento está en las teorías de Comte –inventor del neologismo “sociología”–, consiste en reconocer los trazos comunes de la “vida interior” o “vida del alma”, y de la “vida material” de la civilización estudiada (MASTROGREGORI, 1987, p. 62-63MASTROGREGORI, Massimo. Il genio dello storico: le considerazioni sulla storia di Marc Bloch e Lucien Febvre e la tradizione metodologica francese. Napoli: Edizioni Scientifiche Italiane, 1987.). Bryce Lyon, uno de los biógrafos del autor de Mahomet y Charlemagne, explicó la función de Pirenne en el campo intelectual:

(…) sirvió de correa de transmisión entre Lamprecht y Bloch y Febvre, pero no fue simplemente una correa de transmisión… Ante el toque hábil de Pirenne, el sistema lamprechtiano fue transformado, mejorado y hecho creíble. Las ideas de Lamprecht, inteligente y hábilmente fltradas, fueron conducidas por Pirenne a Bloch y Febvre (ARCANGELI, 1990, p. 58ARCANGELI, Bianca. Il mestiere dello storico negli scriti di H. Pirenne. In: PIRENNE, Henri. L’opera dello storico. Napoli: Bibliopolis, 1990, p. 9-71.).

Prueba de ello es La société féodale, obra de síntesis de una civilización que, desde la mitad del siglo IX hasta las primeras décadas del siglo XIII, constituyó la estructura total de la Europa Occidental y Central. En ella, el objetivo de Marc Bloch (1 9 9 4 , p . 16) “es el análisis y la explicación de una estructura social, con sus relaciones”. A partir de una perspectiva atenta a estos grandes movimientos estructurales, al igual que a su mutación más coyuntural, él reconstruyó esa estructura social con sus relaciones: “Un método parecido, si resulta ser, con la experiencia, fructífero, podrá encontrar su uso en otros campos de estudio, delimitados por diferentes fronteras” (BLOCH, 1994, p. 16BLOCH, Marc. La société féodale. Paris: Albin Michel, 1994.). A sí, La société féodale edificó una estructura social y las formas de relaciones que en el feudalismo revistieron una tonalidad particular al estar rodeado por “tres bloques: mahometano, bizantino y eslavo”. Por ello, sea entre sociedades vecinas y contemporáneas, o lejanas en tiempos y espacios (el feudalismo europeo y el de Japón) el autor escribió una historia comparativa del feudalismo, a gran escala.

Su definición del método comparativo explica el procedimiento utilizado, en la medida que es, en realidad, un testimonio intelectual. A la vez experimento científico que asimilación metodológica, esta definición es prueba de la presencia de elementos provenientes de otras disciplinas, de la hibridación que sufrieron y de la razón de su permanencia en una arquitectura distinta y original. En este sentido, la historia comparativa del fundador de Annales es el punto de confuencia entre elementos provenientes de otras disciplinas (con préstamos, correspondencias e intercambios recíprocos) que se fundieron en una sola experiencia. A propósito de este crisol con diversas tonalidades, Bloch escribió en su célebre artículo “A favor de una historia comparada de las civilizaciones europeas”:

Elegir, en uno o varios medios sociales diferentes, dos o más fenómenos que parecen, a primera vista, presentar ciertas analogías entre sí, describir las curvas de su evolución [Frazer y Fustel], constatar las similitudes y las diferencias y, en la medida de lo posible, explicar las unas y las otras. Por tanto, dos condiciones son necesarias para que, históricamente hablando, haya comparación: una cierta similitud entre los hechos observados [Durkheim] –de manera evidente– y una cierta diferencia entre los medios [Pirenne, Mauss y Meillet] donde ambos se han producido (BLOCH, 1995 [1928], p. 95-96BLOCH, Marc. Pour une histoire comparée des societés européennes. In: BLOCH, Marc. Histoire et historiens. Paris: Armand Colin, 1995, p. 94-123., el énfasis es mío).

Bloch seguía de cerca la clasificación de la lingüística, pero a partir de ello generaba dos tipos aplicables a medios sociales diferentes: la comparación en medios vecinos y contemporáneos (Meillet y Pirenne) o en medios lejanos en tiempos y espacios (Frazer y Durkheim). Una vez elegido cualquiera de los dos tipos, la comparación de “dos o más fenómenos” y en “medios diferentes”, por un lado, circunscribía temporal y espacialmente las causas de explicación de las originalidades de los fenómenos estudiados o el motivo de las diferencias históricas y, por el otro, explicaba las analogías de los fenómenos estudiados.

El primer tipo de comparación –que Bloch relacionaba con el procedimiento de la lingüística general, aunque era también el de la etnografía– servía para descubrir fenómenos similares ubicados en medios diferentes, pero, sobre todo, para encontrar (a través de las analogías) los eslabones de una cadena procesual. En el segundo –que él equiparaba con la lingüística histórica o indoeuropea–, la comparación hacía posible formular hipótesis de contacto, difusión y permanencia de los fenómenos históricos e identificaba las causas de las originalidades de un fenómeno, tal y como lo hizo en Les rois thaumaturges. No obstante, en cualesquiera de los dos tipos él comparaba a través de unidades de análisis. La primacía de las unidades de análisis en el procedimiento comparativo explica la correspondencia entre etnólogos, sociólogos, lingüistas e historiadores. Distintas en cuanto a naturaleza (sea la religión y las civilizaciones, o el signo lingüístico y las lenguas), las unidades de análisis eran idénticas con relación a su objetivo: seleccionar y clasificar los hechos examinados, armar series, conjuntos o unidades de cohesión interna, para explicar las similitudes y las diferencias entre los fenómenos que estudiar, sea en sociedades vecinas y contemporáneas, sea en sociedades distantes en tiempo y espacios. En el caso de Bloch, estas son: el carácter sobrenatural atribuido a los reyes de Francia e Inglaterra (las “representaciones colectivas” de Durkheim) en Les rois thaumaturges; los caracteres originales de los sistemas de rotación de cultivos o las civilizaciones rurales, en L’histoire rurale française; el feudalismo como tipo social, el vasallaje como sistema, en La societé feódale. Ante esa serie de correspondencias, préstamos y rechazos, con las experiencias comparativas de múltiples disciplinas, Bloch (1995 [1928], p. 94)BLOCH, Marc. Pour une histoire comparée des societés européennes. In: BLOCH, Marc. Histoire et historiens. Paris: Armand Colin, 1995, p. 94-123. escribió en Pour une histoire comparée des sociétés européennes: “No me presento ante ustedes como el ‘descubridor’ de una nueva panacea”.

Su inventiva consistió en leer las huellas por donde otros habían transitado, incorporándolas en las cartas de navegación que lo guiaron durante sus exploraciones en sociedades cercanas o lejanas, fuesen contemporáneas o no. Con eso vinculó mundos distintos y distantes, conectando islas de historia (SAHLINS, 1988SAHLINS, Marshall. Islas de historia: la muerte del capitán Cook – metáfora, antropología e historia. Barcelona: Gedisa, 1988.). Para él, ning una isla era una isla (GINZBURG, 2000GINZBURG, Carlo. No island is an island: four glances at English literature in a world perspective. Los Angeles: Columbia University Press, 2000.), pues la comparación hacía posible trazar constelaciones que guiaban a los viajeros en lejanas travesías, cuyos caminos solían cruzarse, imbricarse o bifurcarse. En estas travesías también viajaba la comparación.

A modo de conclusión

El país de las comparaciones que los historiadores descubrieron por cuenta propia había sido recorrido incontables veces por exploradores de otras disciplinas. Mientras que los primeros lo consideraron un país extranjero, los etnólogos, sociólogos y lingüistas tenían en él su arqueología y folklore. Desde finales del siglo XVIII, con las obras de Grimm, Bopp, Müller, Rask y Schleicher, en la lingüística histórica se practicaba la comparación, acercando, a través del lenguaje y gracias a las investigaciones de Tylor, Firth, Malinowski y Boas, a la lingüística con la antropología. Por su cuenta, Fustel de Coulanges había fltrado la comparación desde la etnología victoriana hasta la sociología durkheimiana, asimilándola con La cité antique en el terreno de la historia. De este modo, su posición en el campo de la historiografía francesa fue fundamental para la red de transferencias y los juegos del intercambio del método comparativo: Fustel no solo lo practicó, sino también lo dispersó entre sus alumnos más cercanos: C. Jullian, G. Bloch (padre de Marc), H. Berr, G. Glotz, É. Durkheim, e infuyó en otros más jóvenes, como L. Gernet (quien fue compañero de R. Hertz, M. Mauss, M. Bloch), a su vez, maestro de J.-P Vernant, cabeza en jefe de una corriente de helenistas en las que fguran P. Vidal-Naquet, M. Detienne, N. Loraux y F. Hartog.

Correspondencias, lecturas cruzadas, filtraciones y asimilaciones entre disciplinas distintas y medios intelectuales diferentes son la clave para comprender este campo de transferencia. En la obra de Durkheim, quien fuera uno de los maestros de A. Meillet, este último encontró una herramienta para descifrar los “hechos lingüísticos” al asimilarlos como “hechos sociales”. El lenguaje como “hecho” de civilización es una clara innovación metodológica que los durkheimianos habían hecho a partir de E. B. Tylor, H. S. Maine y J. Frazer. En este sentido, la recepción en la lingüística de las variaciones, clasificaciones, pruebas y leyes de carácter general, propuestas por la sociología y la antropología, fue posible porque había un humus proclive para ello (una tradición comparatista) y un agente interesado en esta germinación (Meillet). Esto es claro en la lingüística, así como en la historia. Si a la fltración de Fustel y Meillet se añade la influencia de Pirenne –el eslabón entre el método comparativo de Lamprecht, con M. Bloch y L. Febvre–, el campo de transferencias adquiere la imagen de un crisol donde se bañan todos los colores, cuyas tonalidades hacen de la formación de la historia comparativa un punto de encuentro para los tipos del método comparativo, usado en las ciencias sociales durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Las transferencias muestran el dinamismo de las relaciones entre los científicos, la atención y el reconocimiento de un método, que, aun cuando se practica en disciplinas distintas (sean idiográficas o nomotéticas, sean recientes y en expansión, o clásicas e institucionalizadas), demuestra un potencial extraordinario en cada una de ellas. Esta confuencia no es resultado de una recepción pasiva, sino activa y creativa: ahí donde el método comparativo fue asimilado, también fue sujeto a un uso maleable. Aunque en ocasiones la transmisión fue directa, a menudo ha sido filtrada. No se trata de un árbol genealógico cuya raíz apunte hacia la última hoja. No es así. Las influencias, los préstamos, las correspondencias a menudo son reconocibles, pero suelen ser difusas. Incluso los propios protagonistas no tienen plena conciencia de los cauces por los cuales ha fuido el conocimiento aprendido. Harold Bloom consideraba que cada discípulo tomaba algo de su mentor, pero de manera creativa a fin de transformar e innovar la herencia recibida. La angustia reside en ubicarla un momento de su recorrido, en su maleabilidad y metamorfosis (BLOOM, 1997BLOOM, Harold. The anxiety of influence. 2nd edition. New York: Oxford University Press, 1997.).

Si bien es cierto que hay una actitud crítica, creativa y alerta que depura las ideas o los métodos aprendidos; una inventio que representa la creatividad del autor en tanto receptor agudo y creativo, el trasvase es complejo. En la medida en la que ocurre, la influencia original se transforma, al mismo tiempo que el conocimiento adquirido también se modifica. Así, las ideas tanto como los métodos tienen su grado de resistencia y maleabilidad. No se siembran en un terreno yermo o deshabitado, sino todo lo contrario. Las prácticas de grupo o del gremio son como las generaciones microbianas: le sirven de humus a un virus que ahí encuentra un lugar propicio para reproducirse. En esta singular confuencia científica se encuentra la base que hizo germinar la práctica cruzada, con una sincronía asombrosa, del método comparativo, lo cual no es más que la expresión del fervor comparatista.4 4 Desde luego, muchas han sido las críticas al uso del método comparativo y sus limitaciones, presentándose en diferentes disciplinas durante un largo período. Refexiones de gran utilidad pueden verse, por ejemplo, en la etnografía –Boas (2007) y Evans-Pritchard (1991)–, en la historia –Bloch (1995 [1928]) y Febvre (1992)–, en la sociología –Bendix (1963) y Bourdieu (1987)–, en la ciencia política –Lasswell (1968) y Lijphart (1971)– y en la lingüística (en debate con la historia) –Hill y Hill (1980) y Sewell y Thrupp (1980).

Creatividad intelectual e innovación metodológica se mezclan con la posición de las piezas en el tablero. Las correas de transmisión entre métodos no respetan fronteras nacionales, y tampoco lo hacen con las fronteras disciplinares: entre ambas, el método comparativo fue un forastero, un indocumentado que migró de uno a otro lado, durante incontables travesías, a lo largo de dos siglos. Su transmisión generó una red de expansión que vinculó a las disciplinas (antropología, sociología, historia, lingüística) aunque también circuló por otras tantas (jurisprudencia, geografía, psicología, política, economía). En cada uno de estos viajes la recepción fue activa, creativa, pero la síntesis intelectual de los tipos anteriores (Frazer, Durkheim, Meillet, Pirenne) ocurrió en el caso de la historia, cuyas influencias recíprocas e intercambios (Lamprecht, Pirenne, Bloch) son, en realidad, tan solo un momento de la circulación del método comparativo en las ciencias sociales: una filiación, una definición, una travesía que hasta el momento no deja de suscitarse. No obstante, en este momento específico surgió la definición de la historia comparativa y su forma de abordaje en sus dos tipos (comparaciones de larga y corta distancia, comparaciones diacrónicas y sincrónicas) que corresponden al momento de fundación de la historia comparativa, en tanto paradigma científico contemporáneo, cuyo carácter y naturaleza se debe a la impronta de las ciencias sociales en los dominios de Clío, en cuya tarea Marc Bloch desempeñó un lugar de primer orden (ATSMA; BURGUIÈRE, 1990ATSMA, Hartmut & BURGUIÈRE, André (ed.). Marc Bloch aujourd’hui: histoire comparée et sciences sociales. Paris: EHESS, 1990.; RIOS GORDILLO, 2016RIOS GORDILLO, Carlos Alberto. Las formas de la comparación: Marc Bloch y las ciencias humanas. Ensayo de morfología e historia. Ciudad de México: UAM; Anthropos, 2016.).

Sin el recurso a la historia comparativa cualquier territorio puede convertirse en patria. Los juegos de escalas –local, regional, nacional e internacional– son representativos de una mirada que, con frecuencia, suele reducir la escala de análisis mientras reduce la de observación. A menudo, los estudios locales suelen brindar explicaciones también locales; los estudios regionales lo hacen en el marco de esa unidad llamada región, al igual que las aproximaciones nacionales lo hacen a partir de los centros geográficos y políticos; es decir, la reducción (local, regional) o elevación (nacional) de la escala de observación conlleva el peligro de reducir, a su vez, la escala de análisis. Frente a ello, Marc Bloch decía (2011, p. 786)BLOCH, Marc. L’Ile-de-France: le pays autour de Paris. In: Mélanges historiques. Paris: CNRS, 2011.: “un buen estudio de historia local podría, sin duda, definirse así: una pregunta de interés general planteada a los documentos que proporciona una región particular”.

La convocatoria a las preguntas, cuyo carácter y naturaleza más general permite pensar el entrelazamiento del mundo, sigue vigente. La mundialización del planeta es todavía un desafío para la comprensión histórica, sobre todo, echando mano de los análisis elaborados a partir de compartimentos estancos. No obstante, la situación no es nueva. Hace casi medio siglo, en su ensayo de balance sobre los estudios históricos en América Latina, el historiador sueco Magnus Mörner (1973)MÖRNER, Magnus. The study of Latin American history today. Latin American Research Review, New York, v. 8, n. 2, p. 75-93, 1973. advirtió la dificultad de esbozar un análisis sobre las perspectivas y los problemas en la historiografía latinoamericana. Casi al mismo tiempo, en 1971, el historiador norteamericano Eugene Genovese (1976, p. 40)GENOVESE, Eugene Dominic. El enfoque comparativo en historia latinoamericana. In: CARDOSO, Ciro Flamarion & BRIGNOLI, Héctor Pérez (org.). Perspectivas de la historiografía contemporánea. Ciudad de México: Secretaría de Educación Pública, 1976, p. 34-50. escribió: “un enfoque comparativo tiene mucho más que ofrecer que un enriquecimiento de las historias nacionales, regionales y locales” y agregó: “El enfoque comparativo en la historia latinoamericana probablemente demostrará ser muy útil como un medio de integrar la historia de América Latina a la historia mundial y más específicamente, como un medio de contribuir a la historia sintética del capitalismo moderno” (GENOVESE, 1976, p. 50GENOVESE, Eugene Dominic. El enfoque comparativo en historia latinoamericana. In: CARDOSO, Ciro Flamarion & BRIGNOLI, Héctor Pérez (org.). Perspectivas de la historiografía contemporánea. Ciudad de México: Secretaría de Educación Pública, 1976, p. 34-50.). Quizá ha sido la historiografía brasileña la que más intentos ha hecho en este sentido. Por ejemplo, al explorar los vínculos de Brasil con Europa y América Latina, Celso Furtado en Formação econômica do Brasil, de 1951, o Desenvolvimento e subdesenvolvimento, de 1961; Fernando Henrique Cardoso en Capitalismo e escravidão no Brasil meridional, de 1962; Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, de 1973; Ciro Flamarion Cardoso y Héctor Pérez Brignoli en História econômica da América Latina, de 1983; y Jorge Luiz Bezerra Nóvoa en Le Brésil dans le développement inégal du capitalisme: le cas de Bahia, de 1985, trabajaron las relaciones comerciales, los ciclos económicos, las fuctuaciones mundiales del capitalismo, la relación asimétrica entre desarrollo y subdesarrollo, por lo cual la teoría de la dependencia y la historia económica comparativa adquirieron preponderancia a la hora de estudiar la especificidad brasileña frente al resto de América Latina, los Estados Unidos de América y Europa (BARROS, 2007BARROS, José D’Assunção. História comparada: atualidade e origens de um campo disciplinar. História Revista, Goiânia, v. 12, n. 2, p. 279-315, 2007. Disponible en: <htps://bit.ly/39aLOC2>. Consultado en: 8 jun. 2022. doi: htps://doi.org/10.5216/hr.v12i2.5472.
htps://bit.ly/39aLOC2>....
). En un ensayo sobre la influencia de Annales en Brasil, Marcia Mansor D’Alessio (1997)D’ALESSIO, Marcia Mansor. Los Annales en Brasil: algunas refexiones. Revista Semestral de Estudios Regionales, [S. l.], n. 7, p. 70-81, 1997. escribió que a raíz del golpe militar de 1964 otros temas adquirieron importancia: la esclavitud, el paso del trabajo esclavo al trabajo libre, el nacimiento del proletariado brasileño, la inmigración, las oligarquías, el coronelismo, el tránsito del Imperio a la República y la Revolución de 1930. No obstante, entre los temas más sensibles a la comparación destacan los sistemas esclavistas y el mercado mundial capitalista.

Tiempo atrás, Fernand Braudel (1943, p. 19)BRAUDEL, Fernand. À travers un continent d’histoire : le Brésil et l’œuvre de Gilberto Freyre. Mélanges d’histoire sociale, Paris, n. 4, p. 3-20, 1943. observó esa peculiaridad de la historia brasileña en el concierto de la historia del mundo: “nosotros lo vemos bajo otro ángulo, que no se debe pasar por alto, después de todo: la de su historia oceánica, europea y mundial”. ¿No es esta circunstancia excepcional una situación o una peculiaridad que al Brasil ha permitido jugar, en tiempos y espacios, el juego de la comparación?

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    Artículo no publicado en plataforma de preprint. Todas las fuentes y bibliografía utilizadas están referenciadas en el artículo.
  • 3
    La lista de profesores desde la fundación del Collège de France en 1530 está disponible en: htps://bit.ly/3uXGBnD. Consultado en: 18 dic. 2020.
  • 4
    Desde luego, muchas han sido las críticas al uso del método comparativo y sus limitaciones, presentándose en diferentes disciplinas durante un largo período. Refexiones de gran utilidad pueden verse, por ejemplo, en la etnografía –Boas (2007)BOAS, Franz. Las limitaciones del método comparativo de la antropología. In: BOHANNAN, Paul & GLAZER, Mark (ed.). Antropología: lecturas. Madrid: McGraw-Hill, 2007, p. 85-93. y Evans-Pritchard (1991)EVANS-PRITCHARD, Edward Evan. Introducción. In: EVANS-PRITCHARD, Edward Evan. Las teorías de la religión primitiva. (Col. Antropología). 8ª edición. Madrid: Siglo XXI, 1991, p. 11-39.–, en la historia –Bloch (1995 [1928])BLOCH, Marc. Pour une histoire comparée des societés européennes. In: BLOCH, Marc. Histoire et historiens. Paris: Armand Colin, 1995, p. 94-123. y Febvre (1992)FEBVRE, Lucien. Deux philosophies opportunistes de l’histoire: de Spengler à Toynbee. In: FEBVRE, Lucien. Combats pour l’histoire. Paris: Armand Colin, 1992, p. 119-143.–, en la sociología –Bendix (1963)BENDIX, Reinhardt. Concepts and generalizations in comparative sociological studies. American Sociological Review, Bloomington, v. 28, n. 4, p. 532-539, 1963. Disponible en: <https://bit.ly/3xb9aPS>. Consultado en: 8 jun. 2022. doi: htps://doi.org/10.2307/2090069.
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Editado por

Editores Responsáveis
Miriam Dolhnikof e Miguel Palmeira

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    06 Ene 2023
  • Fecha del número
    2022

Histórico

  • Recibido
    05 Ene 2021
  • Acepto
    05 Nov 2021
Universidade de São Paulo, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas, Departamento de História Av. Prof. Lineu Prestes, 338, 01305-000 São Paulo/SP Brasil, Tel.: (55 11) 3091-3701 - São Paulo - SP - Brazil
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