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Lecciones continentales. el impacto del golpe de Estado brasileño en las elecciones presidenciales chilenas de 1964

Lições continentais. o impacto do golpe de Estado brasileiro nas eleições presidenciais chilenas de 1964

Resumen:

El derrocamiento de João Goulart en Brasil en 1964 tuvo resonancias regionales poco estudiadas. Ese mismo año, en Chile se desarrolló una campaña presidencial especialmente polarizada dada la posibilidad cierta de que Salvador Allende y la izquierda vencieran. Este artículo estudia las distintas formas que tuvo ese impacto, incluyendo análisis elaborados por diplomáticos chilenos, la recepción ideológica de las fuerzas políticas chilenas en pugna, las “lecciones” que sacaron de ese evento y la constitución de redes transnacionales anticomunistas en base a la experiencia brasileña. El impacto del golpe de 1964 en el escenario político chileno fue posible gracias a la constitución de un lenguaje ideológico común de Guerra Fría, en tiempos en que la revolución, el reformismo y el anticomunismo eran los ejes del conflicto político latinoamericano.

Palabras claves:
Anticomunismo; Chile; Brasil

Resumo:

A derrubada de João Goulart no Brasil, no ano de 1964, teve ressonâncias regionais ainda pouco exploradas. Nesse mesmo ano, houve no Chile uma campanha presidencial particularmente polarizada dada a possibilidade concreta de vitória de Salvador Allende e da esquerda. Este artigo estuda as formas distintas que teve esse impacto, incluindo as análises elaboradas pelos diplomatas chilenos, a recepção ideológica das forças políticas em disputa, as “lições” que tiraram do evento e a constituição das redes transnacionais anticomunistas, com base na experiência brasileira. O impacto do golpe de 1964 e o cenário político chileno foram possíveis graças à constituição de uma linguagem ideológica comum da Guerra Fria, nos tempos em que a revolução, o reformismo e o anticomunismo eram os eixos do conflito político latino-americano.

Palavras-chave:
Anticomunismo; Chile; Brasil

Introducción

El derrocamiento de João Goulart en Brasil inició un ciclo continental de movimientos militares contrarrevolucionarios que erigirían férreas dictaduras de ánimos refundacionales. En esta nueva etapa, los militares se alejarían conscientemente de su rol de árbitros del conflicto político para asumir la facultad de definir los proyectos de desarrollo y la forma autoritaria de ejercicio del poder político (O’Donnell, 1973MOULIAN, Tomás. La democracia cristiana en su fase ascendente, 1957-1964. Santiago: FLACSO, 1986.; Stepan, 1988STEPAN, Alfred C. Rethinking military politics: Brazil and the Southern Cone. Princeton: Princeton University Press, 1988. ). Sin embargo, el golpe de Brasil no fue importante sólo por haber iniciado la etapa autoritaria en la región, sino también por el impacto inmediato que tuvo en el desenvolvimiento de otros conflictos políticos en el continente. Este artículo estudia un tipo de vínculo en particular: la recepción en el Chile de 1964 del golpe en Brasil, conexión hecha posible en virtud de las coyunturas políticas de ambos países. Mientras los militares brasileños acababan con el régimen democrático, en Chile se desarrollaba una particularmente reñida campaña presidencial, en la que se desplegó un inmenso aparato propagandístico anticomunista contra la candidatura de Salvador Allende. Por ello, planteo que la recepción chilena del golpe brasileño fue posible e importante gracias a la circulación y adopción de un lenguaje político común, marcado por el anticomunismo y el rechazo a la revolución. En la medida en que ambas experiencias - un golpe y una elección - fueron leídas desde esa particular perspectiva, es que pudieron ser, a ojos de sus contemporáneos, experiencias equivalentes. En el ambiente polarizado del Chile de 1964, toda experiencia global y regional que pudiera ser codificada en esos términos podía ser utilizada en el áspero conflicto político y propagandístico del momento. Brasil, en ese contexto, aportó con “lecciones continentales” que fueron leídas de maneras contradictorias por los bandos en pugna. Para las fuerzas políticas que entonces se articularon en base a la persuasión anticomunista, el derrocamiento de Goulart era una derrota global del comunismo, llevado a cabo por un movimiento social transversal que habría actuado en nombre de la nación. Como veremos, hubo quienes se inspiraron directamente de ese ejemplo para movilizarse contra la izquierda chilena y posibilitar su derrota electoral.

Las elecciones chilenas de 1964 fueron un hito fundamental en el proceso político chileno del tercer cuarto del siglo XX al menos por tres motivos. En primer lugar, enfrentó a dos de los más influyentes líderes políticos del período en un evento electoral que echó mano a todos los recursos disponibles para persuadir a los votantes: Salvador Allende, entonces senador del Partido Socialista (PS) y líder de la coalición izquierdista denominada Frente de Acción Popular (FRAP) y, por el otro, Eduardo Frei, fundador de la Democracia Cristiana (DC) y rostro visible del socialcristianismo en Chile. Ambos personajes representaban proyectos políticos antagónicos formulados al calor de la polarización de la política latinoamericana, a pesar de que ambos postulaban programas que implicaban profundos cambios políticos, sociales y económicos. En segundo término, 1964 significó el fin del período presidencial del empresario Jorge Alessandri (1958-1964), apoyado por los partidos conservador y liberal. Su propuesta gubernamental estuvo orientada hacia la modernización gradual de la estructura productiva del país en base al fomento a la libre empresa y la observancia irrestricta al derecho de propiedad privada. Su fracaso relativo hizo imposible instalar en los comicios de 1964 a un candidato de continuidad con oportunidades de vencer. Así, las opciones se centraron en el centro socialcristiano y la izquierda marxista, dejando de lado con ello las ansias de conservación del orden político y social. Las elecciones de 1964, en ese sentido, implicaron la cancelación temporal de las posibilidades políticas de la derecha chilena en orden a defender el régimen imperante, obligándolos de ese modo a sacrificar sus expectativas de poder político y someterse a la voluntad de su rival políticamente más aceptable (Correa, 1989CORREA, Sofía. La derecha en Chile contemporáneo: la pérdida del control estatal. Revista de Ciencia Política (Santiago). v. XI, n. 1, p. 5-19, 1989.).

Fue a raíz de esa situación que los comicios de 1964 se caracterizaron, en tercer lugar, por una notoria expansión de la retórica anticomunista en tanto herramienta de persuasión y legitimación política. Ciertamente, el anticomunismo en Chile no era nada nuevo. Desde la fundación de las primeras orgánicas socialistas a principios de siglo XX - e incluso antes - diversos sectores políticos y sociales utilizaron y difundieron discursos y prácticas tendientes a criticar y reprimir a todos aquellos grupos que propugnaban la necesidad de un cambio revolucionario de las relaciones económicas y sociales. Luego de la crisis de los años 1920s y con la reestructuración del sistema político a inicios de los 1930s, el anticomunismo - devenido, en diferentes oportunidades, en antiizquierdismo, antisocialismo o antiobrerismo - se incorporó definitivamente al lenguaje común de la lucha política cotidiana, toda vez que, a partir de esa época, apareció una izquierda marxista visible, articulada en los partidos socialista y comunista. En la segunda posguerra, el crecimiento del Partido Comunista de Chile (PCCh), las necesidades políticas del gobernante Partido Radical (PR) y la influencia de los primeros tiempos de la Guerra Fría provocaron, en 1948, la dictación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que proscribió al comunismo chileno y eliminó a sus militantes y simpatizantes de los registros electorales. El debate público en torno a la aprobación de dicha ley, por cierto, estuvo plagado de invocaciones tendientes a la demonización del comunismo local, vinculándolo con la existencia de una conspiración global con el objeto de disolver la nación en una dictadura comandada por poderes foráneos, entre otras cosas (Huneeus, 2009HUNEEUS, Carlos. La guerra fría chilena: Gabriel González Videla y la Ley Maldita. Santiago: Random House; Mondadori, 2009. ). Este tipo de imágenes se repitieron constantemente durante los años 1950s, sobre todo en aquellos momentos en que el Ejecutivo aplicaba esta ley para reprimir al movimiento sindical.

El anticomunismo, por otro lado, no era un rasgo particular del sistema político chileno, más allá que sus formas, modalidades y contenidos hayan estado ligados con las especificidades de la realidad local. Era, por el contrario, una polaridad ideológica fuertemente arraigada en la política latinoamericana desde hace ya varias décadas (Drinot, 2012DRINOT, Paulo. Creole anti-communism: labor, the Peruvian Communist Party, and APRA, 1930-1934. Hispanic American Historical Review (Durham, NC). v. 92, n. 4, p. 703-736, 2012.; Grandin, 2004GRANDIN, Greg. The last colonial massacre: Latin America in the Cold War. Chicago: University of Chicago Press, 2004.). El anticomunismo, en ese sentido, se constituyó en un potente tipo de polaridad ideológica que dotó de un lenguaje común a posturas contrarrevolucionarias en base a matrices doctrinarias de larga data en el continente. Así, en el caso latinoamericano, el anticomunismo se nutrió del catolicismo conservador, del nacionalismo y del liberalismo político y económico, por lo que podía incluir a actores conservadores y reformistas, quienes en varias ocasiones entraron en conflicto respecto a su posición frente al comunismo (Motta, 2002MOTTA, Rodrigo Patto Sá. Em guarda contra o perigo vermelho: o anticomunismo no Brasil, 1917-1964. São Paulo: Perspectiva; Fapesp, 2002. , cap. 2). Hacia 1960, la Revolución Cubana y la modificación estratégica en la política norteamericana hacia América Latina posibilitaron que grupos reformistas divergentes de los sectores conservadores asumieran también un particular discurso anticomunista y contrarrevolucionario. Las izquierdas latinoamericanas, del mismo modo, encontraron en el régimen castrista un modelo a emular o, al menos, a defender, en tanto posibilidad revolucionaria. El hecho mismo de que un movimiento insurreccional haya tenido éxito en suelo latinoamericano y que, más aún, desde esa experiencia haya resultado un régimen de características socialistas, permitió pensar con cierto grado de viabilidad proyectos de desarrollo alternativo, ya sea asumiendo el esquema revolucionario guerrillero u orientando la lucha política hacia la institucionalidad democrática (Marchesi, 2018MARCHESI, Aldo. Latin America’s radical left: rebellion and Cold War in the global 1960s. New York: Cambridge University Press, 2018. ).

Ese escenario continental radicalizó en Chile la adopción del lenguaje de Guerra Fría, algo que se demostró tanto en el encono alcanzado por las dos principales candidaturas y sus bases políticas a pesar de no expresar diferencias programáticas insalvables, como en la especial receptividad a eventos políticos de otras latitudes en la medida en que se entendían como expresión de un mismo conflicto fundamental de escala global. En ese sentido, los comicios de 1964 significaron uno de los momentos de mayor notoriedad de la “internacionalización” de la política chilena, es decir, de la consonancia del lenguaje político esgrimido en la campaña con las categorías utilizadas entonces para describir el escenario bipolar de Guerra Fría (Fermandois, 2005FERMANDOIS, Joaquín. Mundo y fin de mundo: Chile en la política mundial, 1900-2004. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005.), y que, según se verá, tuvo como protagonistas a experiencias latinoamericanas interpretadas como compatibles con lo que entonces vivía Chile. En ese sentido, este estudio se enmarca en las propuestas metodológicas abiertas por las investigaciones de Tanya Harmer (2011HARMER, Tanya. Allende’s Chile and the Inter-American Cold War. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2011. , 2012HARMER, Tanya. Brazil’s Cold War in the Southern Cone, 1970-1975. Cold War History v. 12, n. 4, nov. de 2012, p. 659-681. ) sobre la dimensión “interamericana” de la Guerra Fría durante la Unidad Popular chilena y el rol de la dictadura brasileña a nivel continental, en la que los procesos, actores y vinculaciones relevantes no necesariamente pasan por las instancias de decisión del gobierno de los Estados Unidos, sino que se le reconoce y comprueba niveles cambiantes de autonomía a actores políticos latinoamericanos. La Guerra Fría latinoamericana, en ese sentido, adquiere contornos propios precisamente en aquellos espacios de convergencia entre fenómenos políticos locales y codificaciones ideológicas globales, que no sólo incluye la participación de Washington de acuerdo a su propia visión “hemisférica” de confrontación global con el comunismo, sino que también motiva la circulación de imágenes y construcción de redes políticas entre actores tradicionalmente entendidos como “locales” (Pettinà, 2018PETTINÀ, Vania. Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina. Ciudad de México: El Colegio de México, 2018.; Marchesi, 2017MARCHESI, Aldo. Escribiendo la Guerra Fría latinoamericana: entre el Sur “local” y el Norte “global”. Estudos Históricos (Rio de Janeiro). v. 30, n. 60, p. 187-202, 2017. ). En el caso aquí en estudio, la sintonía entre los lenguajes políticos esgrimidos tanto en el derrocamiento de Goulart y la elección chilena de 1964 abrió una ventana para que, mirado desde Chile, ambos fenómenos fuesen compatibles y, por lo tanto, susceptibles de entregar “lecciones” valiosas para el conflicto político local.

La alternativa democratacristiana

Durante las elecciones presidenciales chilenas de 1964, además de los programas políticos y las propuestas concretas, se preparó e instaló un enorme aparato propagandístico de proporciones desconocidas hasta entonces. Producto tanto de la decisión consciente de actores locales como también de la intervención financiera y logística de actores estatales y no-estatales de los Estados Unidos y Europa, la campaña presidencial se vio fuertemente afectada por la propagación masiva y constante de imágenes y discursos que, buscando impedir el triunfo de Salvador Allende, asociaron al proyecto de la izquierda con regímenes caracterizados por la arbitrariedad y la destrucción de los vínculos sociales (Gustafson, 2007GUSTAFSON, Kristian. Hostile intent: US covert operations in Chile, 1964-1974. Washington: Potomac Books, 2007. ; Power, 2002POWER, Margaret. Right-Wing Women in Chile: Feminine Power and the Struggle Against Allende, 1964-1973. University Park: Pennsylvania State University Press, 2002. ). Las imágenes difundidas durante parte importante del siglo XX en relación a la Unión Soviética - caracterizadas por el hambre, el caos, la persecución y la pobreza asociadas a dicho experimento - y, por sobre todo, las que comenzaron a circular sobre el experimento revolucionario en Cuba, en tanto reproducción regional de los miedos sobre la revolución, se multiplicaron en la campaña anticomunista de 1964 (Castro, 2014CASTRO, Javiera. La influencia de la Revolución Cubana en el imaginario de las derechas política y mediática, 1958-1962. Santiago: Programa de Historia de las Ideas Políticas en Chile/Universidad Diego Portales, 2014. (Documento de Trabajo, n. 5) ). Así, la elección se transformó en una encrucijada entre “comunismo” y “democracia”, instalando en el escenario chileno una división bipolar que no se condecía enteramente con el desarrollo político anterior y las adscripciones ideológicas de sus diferentes sectores.

La imagen de la Revolución Cubana, por cierto, no condicionó solamente a las expresiones anticomunistas. En los primeros años de la década de los sesenta, este nuevo referente comenzó a agudizar las diferencias doctrinarias y estratégicas al interior de la izquierda. El Partido Comunista, fiel a su tradición política y a las líneas generales del Movimiento Comunista Internacional, propugnaba entonces el camino de la “vía pacífica” y la alianza con el centro político en función de un proyecto modernizador y democratizador como antesala de una ulterior construcción socialista. Por el contrario, el socialismo chileno postulaba un nebuloso proyecto político clasista, sin contemplar alianzas más allá de la izquierda, que, con el pasar de los años, se fue radicalizando - como gran parte de la izquierda latinoamericana no-comunista - hasta llegar a asumir, retóricamente, como propia la vía armada (Casals, 2010CASALS, Marcelo. El alba de una revolución: la izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo”, 1956-1970. Santiago: LOM Ediciones, 2010. ).

Asimismo, el impacto de Cuba determinó también el tipo de relación que los Estados Unidos entablaron con América Latina. Luego del período de Eisenhower, marcado por el apoyo norteamericano a todo régimen político encuadrado con las líneas principales de su política exterior, por lo general sin mucha preocupación por su adscripción a las formas democráticas de gobierno (Pettinà, 2007PETTINÀ, Vania. Del anticomunismo al antinacionalismo: la presidencia Eisenhower y el giro autoritario en la América Latina de los años 50. Revista de Indias (Madrid). v. 67, n. 240, p. 573-606, 2007. ), la nueva administración demócrata de John F. Kennedy optó por una estrategia reformista y desarrollista para impedir la ampliación del fenómeno castrista hacia América Latina, a la vez que mantenía e incrementaba las medidas de atosigamiento y desestabilización en contra del régimen cubano. En la Conferencia de Punta de Este de 1961 se anunció oficialmente este plan, la “Alianza para el Progreso”, que buscaba, a través de la ayuda norteamericana y de procesos de modernización económica impulsados por cada gobierno, incrementar el nivel de vida de los sectores sociales empobrecidos con el fin de aliviar tensiones y evitar estallidos revolucionarios. El objetivo político inmediato, por otro lado, era generar las condiciones necesarias para tomar medidas en contra de Cuba con la participación de la mayoría de los países latinoamericanos, con lo que se evitaba evidenciar cualquier tipo de acción como una mera agresión de los Estados Unidos (Bandeira, 2008BANDEIRA, Luiz Alberto Moniz. De Martí a Fidel: la Revolución Cubana y América Latina. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2008. , cap. 10).

Los postulados principales de la Alianza para el Progreso - reforma agraria, reforma tributaria, modernización del comercio, ampliación de la educación e impulso a la construcción de viviendas, entre otras cosas - se identificaron en Chile desde temprano con la Democracia Cristiana (DC), partido de matriz socialcristiana que por entonces experimentaba un agudo proceso de crecimiento electoral, desplazando en el intertanto del centro político al Partido Radical. Desde la separación de la Falange Nacional del Partido Conservador en 1938 hasta la fundación de la Democracia Cristiana en 1957, esta corriente había tenido un pobre desempeño electoral, con un leve ascenso hacia mediados de los años 1950. Sin embargo, con el desbande de las bases de apoyo del gobierno populista de Carlos Ibáñez (1952-1958), la caída moderada aunque sostenida de la votación electoral de la derecha y la ampliación explosiva del universo de electores a partir de las reformas de 1958 y 1962, la suerte democratacristiana comenzó a cambiar. En las presidenciales de 1958, su candidato y líder natural, Eduardo Frei, llegó en tercer lugar con un prometedor 20,5%, absorbiendo gran parte, junto a la izquierda, del ibañismo de 1952. La DC, a pesar de la derrota, logró retener gran parte de la popularidad de Frei, logrando en las municipales de 1963 desplazar definitivamente al radicalismo como primera fuerza nacional (Moulian, 1986MOULIAN, Tomás. La democracia cristiana en su fase ascendente, 1957-1964. Santiago: FLACSO, 1986.). Su atractivo radicaba en el proyecto reformista basado en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia e inspirado en el desarrollismo y en las propuestas modernizadoras de la CEPAL, con sede en Santiago, que enfatizaban la necesidad de cambios estructurales con el objeto de incorporar a los sectores sociales marginados y desarrollar las economías nacionales en base a la diversificación de la producción, la ampliación de los mercados internos y la planificación estatal como guía racional para un desenvolvimiento armónico del conjunto de la sociedad. Ello legitimó el alternativismo democratacristiano, por cuanto pudieron presentarse con cierto grado de verosimilitud como una opción intermedia al individualismo liberal capitalista, por un lado, y al marxismo ortodoxo, por el otro, lo que, si bien durante largos años les valieron nutridas críticas tanto de la izquierda como de la derecha, constituyó la principal razón de su popularidad en un momento en el que se favorecían por toda América Latina gobiernos desarrollistas no-revolucionarios (Díaz de Valdés, 2003DÍAZ DE VALDÉS, Luz María. La Democracia Cristiana, una opción ideológica y real frente al marxismo en Chile (1957-1964). Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile, 2003.).

Comienza la campaña

A pesar de que la ley electoral indicaba lo contrario, los últimos seis meses de 1963 fueron de intensa campaña. Las líneas de propaganda fueron las predecibles: Allende continuó con los tópicos desarrollados en su anterior candidatura presidencial de 1958. En enero de 1963, había dado a conocer el programa presidencial de la izquierda, basándose en un diagnóstico crítico de la realidad: estancamiento económico, expansión de la miseria, explotación a manos extranjeras de las riquezas económicas, alta tasa de mortalidad infantil, baja escolarización, déficit habitacional, altos niveles de cesantía y alarmante aumento del déficit fiscal. Sus principales propuestas fueron: ampliación del derecho a voto, expansión de la protección social, la educación y los derechos laborales; democratización de las Fuerzas Armadas y reforma al Parlamento con el objeto de hacerlo unicameral.1 1 Programa de Gobierno: documento interno de la candidatura de Salvador Allende, Santiago, Horizonte, 1963. Para la campaña, además, se creó OCEPLAN (Oficina Central de Planificación) a cargo de Max Nolff y compuesto por varios técnicos y economistas de izquierda que, de vencer Allende, se incorporarían al gobierno. OCEPLAN analizó los problemas de la situación chilena y propuso planes de acción concretos: nacionalización de los minerales (cobre, nitratos y hierro), nacionalización de la banca, control del comercio exterior, impulso a partir del Estado de la actividad industrial, reforma del sistema tributario, control en la distribución de bienes, etc. Y, por supuesto, la propuesta más radical: una profunda reforma agraria que reestructurase el régimen de propiedad en el campo en favor de pequeños campesinos y trabajadores sin tierra. En materia internacional se abogó por la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, de los derechos humanos y de la paz mundial, además de una “política de dignidad” con respecto a los Estados Unidos y un irrestricto apoyo a Cuba en su lucha revolucionaria, junto a una apertura comercial y diplomática con los países del bloque socialista y del resto del mundo (Carvajal, 1991CARVAJAL, Christian. La elección presidencial de 1964. Tesis (Licenciatura en Ciencias Jurídicas), Universidad de Concepción. Concepción, 1991., p. 115; Gil y Parrish, 1965GIL, Federico; PARRISH, Charles. The Chilean presidential election of September 4, 1964. Washington: Institute for the Comparative Study of Political Systems, 1965. , p. 29-30).

La derecha política, aliada con el radicalismo, creó el “Frente Democrático”, levantando la candidatura del senador radical Julio Durán, representante del ala derecha de la colectividad. Su postulación se planteó como una continuación de la labor “saneadora” de Jorge Alessandri, basando su discurso en un agudo anticomunismo. Por su parte, Eduardo Frei y la Democracia Cristiana definieron también desde temprano sus tópicos de campaña. Aparentemente, sus diferencias con la izquierda eran más bien de tono y de grado que de sustancia. Proclamaron la necesidad de fuertes reformas estructurales, todas con la activa participación del Estado en el área económica. La DC acuñó el slogan “Revolución en Libertad” para dar cuenta de sus perspectivas de reformas a través de la institucionalidad democrática, postulándose implícitamente como una opción “libertaria” frente a las supuestas ansias totalitarias de la izquierda. Si por un lado, en términos programáticos, las diferencias entre ambos sectores no eran insalvables, la posición adoptada en el conflicto global de la Guerra Fría y los marcos ideológicos en los cuales enmarcaron sus perspectivas de acción hicieron de ambos bloques enemigos irreconciliables, más aún cuando, a partir de marzo de 1964, la izquierda y el centro democratacristiano quedaron como las únicas fuerzas con posibilidades de vencer.

Esto último ocurrió a raíz de un evento fortuito. En diciembre de 1963 falleció el diputado socialista Óscar Naranjo, por lo que - como señalaba la legislación de entonces - debía llamarse a elecciones complementarias en la provincia del parlamentario, Curicó, para llenar su vacante. Se fijaron para marzo de 1964, momento crucial en la campaña presidencial. La derecha, conociendo su ascendiente electoral en la región, no dudó en plantear los comicios como un plebiscito, esperando vencer y, con ello, contar con el apoyo democratacristiano para vencer a la izquierda. Freístas y allendistas fueron más cautos, aunque de igual modo consideraron el evento como un episodio clave en sus aspiraciones presidenciales. El FRAP nominó rápidamente al hijo homónimo del diputado fallecido, un popular y joven médico de la zona, esperando con ello captar nuevos electores. Allende, al igual que toda la dirigencia del FRAP, se hicieron presentes en Curicó para apoyar a Naranjo, relacionando directamente el desempeño electoral de su candidato con las posibilidades del sector en las presidenciales de septiembre de ese año. Mientras el Frente Democrático basaba su campaña en el “peligro marxista”, democratacristianos e izquierdistas enfatizaron la ineficiencia económica del gobierno de Jorge Alessandri y el alza del costo de la vida, que sólo durante 1963 había alcanzado el 45,5% (Etchepare y Valdés, 1985ETCHEPARE, Jaime Antonio; VALDÉS, Mario Eduardo. El naranjazo y sus repercusiones en la elección presidencial de 1964. Política (Santiago). v. 7, p. 117-153, jul. 1985., p. 127).

Luego de una animada campaña en la zona, no exenta de ásperas discusiones y violentos enfrentamientos entre los comandos, el triunfo fue para el candidato del FRAP, superando al abanderado del Frente Democrático y relegando al tercer lugar a la Democracia Cristiana. Electoralmente, ello significó un terremoto político de vastas repercusiones. El FRAP había aumentado en un 10,4% su desempeño en comparación con las municipales del año anterior, mientras que la derecha había caído en un 14,9%. Desde allí, los acontecimientos se sucedieron rápidamente. Julio Durán renunció a su candidatura, mientras que conservadores y liberales desahuciaron el pacto con los radicales y ofrecieron su apoyo a Frei. Para evitar el desbande de los votos radicales hacia Allende, el PR decidió por sí solo mantener la candidatura de Durán, a costa de varias y notorias defecciones y a pesar de las conversaciones sostenidas en su momento con Allende. La piedra de tope para el apoyo radical al FRAP fue, según lo declararía con posteridad Julio Durán, la presencia del Partido Comunista, signado como colectividad totalitaria y antidemocrática que buscaba encumbrarse en el poder para instaurar una dictadura de clase.

El golpe en Brasil

El golpe que derrocó a João Goulart en Brasil sucedió en esa especial coyuntura. En la estela de la Revolución Cubana, la izquierda brasileña comenzó un proceso de reestructuración, que incluyó al Partido Comunista Brasileño (PCB), como también a nuevas organizaciones izquierdistas como Acción Popular (AP) y las Ligas Campesinas y Política Obrera (POLOP), entre otras. A principios de la década de los 1960 estos y otros grupos comenzaron a incorporar a nuevo sectores sociales en pos de proyectos de cambio social radical, ayudados por una especial coyuntura política.

Brasil, como Chile, exhibía una larga tradición política anticomunista, que tenía como hito fundacional la “intentona” de golpe de Estado llevado a cabo en 1935 con activa participación comunista. Desde allí, gracias a la recepción de las imágenes y corrientes políticas internacionales como también a los roces sociales en el contexto de un acelerado proceso de modernización, distintos sectores políticos ligados a tendencias católicas y nacionalistas comenzaron a difundir argumentos y alegatos contrarios a la persuasión revolucionaria del comunismo brasileño y otros grupos afines, centrando su rechazo en la imagen de la Unión Soviética (Motta, 2007MOTTA, Rodrigo Patto Sá. O perigo é vermelho e vem de fora: o Brasil e a URSS. Locus: Revista de História (Juiz de Fora). v. 13, n. 2, 2007.). En los primeros años de la década de los 1960, este tipo de posturas comenzaron nuevamente a reactivarse, tanto por la emergencia del régimen revolucionario cubano y la reelaboración de la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina, como por el proceso político interno. La elección, en 1961, de Jânio Quadros dio inicio a una política exterior “independiente”, que incluía un acercamiento hacia los países no-alineados e incluso algunos del bloque soviético. La indignación que provocó esta línea en quienes habían votado por él con la esperanza de derrotar a la izquierda varguista provocó un masivo proceso de organización civil. La prensa conservadora recogió este estado de ánimo, intentando encauzar ese movimiento hacia el fortalecimiento de las posiciones anticomunistas y la defensa de los valores principales (familia, propiedad, religión) de esa sensibilidad. Las críticas se hicieron cada vez más agudas y masivas, sobre todo luego de que el presidente condecorara en Brasil a Ernesto “Che” Guevara.

La tensión aumentó con la repentina renuncia de Quadros y el ascenso al poder de João Goulart, hasta entonces vicepresidente y líder del ala izquierda del Partido dos Trabalhadores do Brasil (PTB). En el mundo conservador y militar, Goulart era asociado directamente con el comunismo brasileño, apareciendo entonces como posibilidad cierta la generación de un estallido revolucionario y una completa orientación pro-soviética del gobierno. Los miedos parecieron concretarse cuando en noviembre de 1961, Goulart, siguiendo la línea exterior de su predecesor, anunció la apertura de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Las protestas de los sectores conservadores no se hicieron esperar, e incluso aumentaron con el rol mediador entre Washington y La Habana que asumió Brasil en la “crisis de los misiles”, como también con la oposición de Goulart a la exclusión de Cuba de la OEA (Hershberg, 2004aHERSHBERG, James G. The United States, Brazil, and the Cuban Missile Crisis, 1962 (Part 1). Journal of Cold War Studies (Cambridge, MA). v. 6, n. 2, p. 3-20, 2004a. HERSHBERG, James G. The United States, Brazil, and the Cuban Missile Crisis, 1962 (Part 2). Journal of Cold War Studies (Cambridge, MA). v. 6, n. 3, p. 5-67, 2004b., 2004b). Todo eso, sumado a la agudización del conflicto social interno y a las dificultades políticas de Goulart para establecer sus términos en el Congreso, provocaron una progresiva paralización de la institucionalidad estatal. La radicalización ideológica, la fragmentación política y la dispersión del poder llevaron a una situación en la cual el Estado se vio progresivamente inhabilitado de tomar decisiones, provocando una tensión cada vez mayor con los sectores sociales movilizados tanto para acelerar el proceso de cambios como para oponerse a ello. La agudización de esta situación, sumado a la incapacidad presidencial por restablecer los equilibrios políticos y la organización de un gigantesco movimiento social anticomunista apoyado por la oposición política, la prensa y algunos sectores militares, provocaron finalmente que la crisis se resolviese por la fuerza. El 31 de marzo-1 de abril, y con un entusiasta apoyo norteamericano, João Goulart fue derrocado por un golpe militar que clausuró las libertades y garantías constitucionales, iniciando una tarea de reversión de las políticas y medidas instauradas en las administraciones anteriores (Santos, 1986SANTOS, Wanderley Guilherme dos. Sessenta e quatro, anatomia da crise. São Paulo: Vértice, 1986. ; Dreifuss, 2008DREIFUSS, René Armand. 1964, a conquista do Estado: ação política, poder e golpe de classe. Petrópolis: Vozes, 2008. ; Souza, 2004SOUZA, Ricardo Antonio. As direitas latino-americanas: anticomunismo e defesa da legalidade constitucional no Brasil 1964 e Chile 1973. In: Encontro Internacional da Anphlac, 6., 2004, Maringá. Anais Eletrônicos… Maringá: Anphlac, 2004.; Fico, 2014FICO, Carlos. O golpe de 1964: momentos decisivos. Rio de Janeiro: FGV Editora, 2014.).

En Chile, la definición de las fuerzas políticas en la campaña presidencial concentraba parte importante de la atención, por lo que el deterioro de la situación brasileña no había sido aún advertido. En contraposición con la relevancia posterior, el régimen de Goulart no se había constituido en un referente importante para la izquierda chilena, más allá de ciertas simpatías generadas por su política exterior y sus intenciones reformistas. Es notorio, en ese sentido, que en la prensa de izquierda no aparezcan referencias más elaboradas sobre los sucesos en Brasil, más allá de algunas noticias puntuales y ciertas caracterizaciones de la situación política brasileña desde esa óptica. Del mismo modo, la derecha política chilena no había hecho demasiada cuestión de la experiencia brasileña, limitándose a repetir de vez en cuando los argumentos anticomunistas de la oposición a Goulart. El Diario Ilustrado, vocero del Partido Conservador, por ejemplo, señaló el mismo 31 de marzo que la situación brasileña había derivado en el caos completo, habiéndose formado grupos revolucionarios que controlaban la situación al interior del gobierno. Por ello, el periódico chileno hacía eco de los llamados de los grupos conservadores brasileños hacia las Fuerzas Armadas de ese país para restablecer el orden político y social, y alejar el fantasma del comunismo. “El porvenir es muy oscuro, señalaba El Diario Ilustrado, y los acontecimientos de los próximos días mostrarán si el pueblo brasileño tiene la fuerza de reaccionar contra la amenaza comunista de acuerdo con su tradición de libertad y los ideales espirituales que configuran el alma nacional”.2 2 “Brasil en el umbral del comunismo”, El Diario Ilustrado, 31 mar. 1964, p. 3. Una vez que el conflicto político brasileño empezara a ser codificado desde categorías compartidas en el marco del lenguaje de Guerra Fría, la prensa conservadora chilena comenzó a prestarle atención en virtud de la eventual aplicación de sus conclusiones al escenario local.

Al mismo tiempo, la embajada chilena en Río de Janeiro seguía atentamente la situación política, reportando de manera periódica al Ministerio de Relaciones Exteriores. En enero de 1964, por ejemplo, el embajador Marcelo Ruiz informaba del deterioro general del escenario político brasileño, señalando como ejemplo las acusaciones mutuas sobre intentos de golpes de Estado entre el gobierno y la oposición.3 3 Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 17 ene. 1964, n. 64/2, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante, AMRREE). Los mismos conceptos fueron vertidos en el Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 24 ene. 1964, n. 94/26, AMRREE. Con el avanzar de los meses la legación chilena fue evidenciando el cambio del lenguaje esgrimido en la lucha política, mostrando por ello preocupación ante las posibilidades cada vez más reales de una ruptura institucional.4 4 El embajador Ruiz, al respecto, informada preocupado que el clima político iba radicalizándose aceleradamente, tanto que la editorial del periódico O Jornal habría tratado a Leonel Brizola de “energúmeno” y al gobernador de Pernambuco de “agente del comunismo internacional”. Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 18 mar. 1964, n. 325/99, AMRREE. Unos cuantos días antes del golpe, el embajador Ruiz confesó estar en presencia de una “larga cadena de situaciones que en el momento parecen llevar al país al borde de la guerra civil y que después terminan en una relativa tranquilidad”, caracterizando la situación, a través de sus oficios, como de lucha política frontal entre el gobierno y la oposición, usando para ello todas las herramientas políticas disponibles.5 5 Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 26 mar. 1964, n. 354/8, AMRREE. A su vez, la embajada chilena fue el receptor de las quejas y observaciones de grupos civiles anticomunistas que observaban con preocupación la actitud del gobierno de Alessandri, sobre todo con relación a la expansión del comunismo en el continente. En febrero de 1964, por ejemplo, el embajador Ruiz comunicó la llegada de varios telegramas y cartas de protesta con motivo de la celebración en Santiago del II Congreso Latinoamericano de la Juventud (CLAJ), tildado de una “iniciativa típicamente comunista”.6 6 Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 24 mar. 1964, n. 349/104, AMRREE. Entre las misivas recibidas por la embajada destaca la del Movimiento de Organizaciones Femeninas (MAF) de São Paulo, en donde se señalaba que “[El MAF], cierto de interpretar el sentimiento de amor a la libertad arraigado entre las mujeres brasileñas, como asimismo todas sus hermanas latinoamericanas, pide permiso para lanzar su vehemente protesta contra la realización del Congreso Comunista Latinoamericano en Santiago, en vista de tratarse de una manifestación de carácter subversivo y comunista, destinada a lanzar a la juventud de nuestros pueblos contra los principios fundamentales de la civilización continental. — Quiera recibir las expresiones de nuestra alta consideración. — Fdo. María Mesquita de Motta e Silva, Presidente”.

Las primeras reacciones tras el derrocamiento de Goulart en Chile fueron en gran parte coincidentes con las posiciones brasileñas al respecto, sobre el entendido de que tal evento se inscribía dentro de las lógicas políticas a nivel continental y que, por ende, podía ser interpretado mediante categorías ideológicas universales. En ese sentido, el golpe brasileño, más que como resultado de un conflicto político local, fue entendido como una expresión particular de una lucha ideológica continental, por lo que sus “lecciones” eran potencialmente aplicables al caso chileno.

Así lo interpretó, entre otros, el periódico El Mercurio, el máximo referente del pensamiento conservador-liberal en Chile. En varias notas alusivas a los sucesos brasileños, se lamentó el quebranto institucional que implicaba la “revolución” que derrocó a Goulart, en cuanto afectaría la estabilidad política de la región entera. Acusaron de estos sucesos a las tendencias demagógicas de los últimos gobernantes brasileños y a la alianza cada vez más estrecha con grupos comunistas locales. “A veces estos gobernantes quisieron dar la impresión de que con sus dotes políticos populistas lograrían encauzar las ansiedades de su pueblo (…) pero muy pronto dejaron ver que esta táctica (…) sólo conseguía estimular los extremismos”.7 7 “Lecciones del caso brasileño”, El Mercurio, 3 abr. 1964, p. 3. Durante el período de Goulart, añadieron, se habría creado una situación artificial de agitación y desorden con el objeto de una perpetuación en el poder del grupo gobernante y el ascenso del Partido Comunista brasileño dentro de él, en un contexto de rápido deterioro de la situación económica. Si bien El Mercurio se mostró relativamente reacio a la posibilidad de una nueva dictadura militar en la región - señalando, de hecho, que la “revolución” en Brasil se orientaría por otros patrones8 8 “Los acontecimientos en Brasil”, El Mercurio, 2 abr. 1964, p. 3. -, dejó en claro que la experiencia brasileña tenía “lecciones” que no debían dejarse pasar, sobre todo en cuanto a la lucha anticomunista:

Para la opinión pública hemisférica lo ocurrido en la gran nación carioca encierra lecciones que deben aprovecharse. Entre ellas, que el subdesarrollo y la miseria no pueden ser subsanados con recursos demagógicos ni con la excitación de las pasiones populares; que el comunismo está siempre al acecho de los errores que comete la democracia para introducirse por medios violentos o legales en la dirección del Gobierno, y que los gobernantes que pretenden transformar las democracias legales en Estados totalitarios, con predominio de su voluntad omnímoda, caen a menudo víctimas de sus promesas inconsistentes y de la insinceridad política.9 9 “Lecciones del caso brasileño”, El Mercurio, 3 abr. 1964, p. 3.

Más directa fue la apreciación de El Diario Ilustrado. Para el periódico conservador, los sucesos de Brasil no se explicaban solamente por la irresponsabilidad del gobernante o la habilidad de los grupos revolucionarios sino que, más bien, eran parte de un plan internacional de desestabilización de los países de América Latina y de construcción de regímenes dominados por el comunismo soviético. Ante tal amenaza, entendida en términos de Seguridad Nacional, la intervención militar habría sido legítima, a pesar de que, en rigor, se había derrocado a un presidente constitucional. Además, el masivo apoyo recibido por la “revolución” brasileña, le otorgaría una legitimidad popular incuestionable, por cuanto demostraría que la mayoría del país se habría inclinado por posiciones anticomunistas y, por ende, se habrían opuestos a los designios del gobierno de Goulart.

Desde otra matriz interpretativa, la izquierda chilena también asumió el golpe en Brasil como un acontecimiento de escala regional, fácilmente reproducible en otros países si las condiciones así lo requiriesen. En la declaración oficial, el FRAP también le adjudicó una significación continental al suceso, del cual, del mismo modo, podían extraerse enseñanzas:

El camino hacia la liberación económica y social del pueblo brasileño que el Presidente João Goulart había trazado en forma clara ha sido cortado por la oligarquía y la intervención de Estados Unidos cuyo Gobierno se ha apresurado en reconocer al Jefe sedicioso impuesto por los golpistas. (...) Esta lección es muy importante para todos los Pueblos de América Hispana que luchan por su liberación e independencia: la Reacción no respeta los Estatutos Jurídicos de ninguna Patria cuando se trata de defender sus mezquinos intereses y apetitos económicos y recurre a todos los medios para ello: la calumnia, a la mentira, el golpe militar.10 10 “‘La reacción no respeta los estatutos jurídicos de ninguna patria’”, El Siglo, 4 abr. 1964, p. 3.

Para la izquierda, el golpe había sido un movimiento de fuerza, en la que los sectores dominantes más audaces, en alianza con el poder militar, habían logrado imponer sus términos. Para evitar una situación similar ante la posible victoria de Allende, el comunicado llamaba a las “fuerzas populares a estrechar filas en torno a la campaña presidencial (…) para imponer el respeto al veredicto de las urnas ante cualquier intento de sedición de los golpistas criollos”.11 11 Ibid. Unos días después, en el Senado, el secretario general del PCCh, Luis Corvalán, caracterizó al golpe en Brasil como una “advertencia” del imperialismo norteamericano, acusando a todos aquellos sectores que se escudan en el anticomunismo como herramienta política de trabajar directamente a favor de las posibles intenciones golpistas en el país.12 12 “Tratan de repetir en Chile la operación brasileña”, El Siglo, 16 abr. 1964, p. 4.

Con el pasar de los días, el derrocamiento de Goulart motivó una reflexión más elaborada por parte de periodistas y otros dirigentes de izquierda sobre sus implicancias y posibilidades de reproducción en Chile, más aún considerando el cariz que iba tomando la campaña presidencial. En abril, el Partido Radical volvió a reflotar la candidatura de Durán, con el objetivo expreso de evitar una fuga electoral hacia la izquierda. Conservadores y liberales, mientras tanto, confirmaron el apoyo incondicional a Frei, conformándose un bloque social y electoralmente poderoso que amenazaba las posibilidades de Allende. Estructurado este cuadro político, comenzó a evidenciarse un cambio en el vocabulario político esgrimido. La DC, en esa nueva posición, comenzó a enfatizar de modo mucho más evidente los aspectos anticomunistas de su propuesta,13 13 Ejemplo de ello fue el tono usado en la “Tercera Declaración de Millahue”, documento programático de campaña de la Democracia Cristiana dado a conocer en abril de 1964. “PDC fija en Millahue posición frente al momento político”, El Diario Ilustrado, 19 abr. 1964, p. 4. mientras la derecha política, imposibilitada de referirse al programa reformista de la DC, concentró la totalidad de sus energías en criticar a la izquierda y a Allende. Desde mediados de ese año, además, se constató un explosivo aumento de la propaganda anticomunista en la prensa y en la radio,14 14 Ello se refleja, entre otras cosas, en la cantidad de afiches anticomunistas publicados en la prensa conservadora en junio, julio y agosto de 1964. Si en los meses anteriores sólo habían aparecido dos o tres afiches mensuales, a partir de junio esa cifra se eleva a 14, 35 y 35, en el caso de El Mercurio, y a 9, 18 y 40 para El Diario Ilustrado, en los meses señalados. fenómeno que, posteriormente, se ha ligado con el inicio de la intervención financiera y logística de los Estados Unidos en la campaña chilena (Uribe y Opaso, 2001URIBE, Armando; OPASO, Cristíán. Intervención norteamericana en Chile: dos textos claves. Santiago: Sudamericana, 2001. ). En esos mensajes se enfatizó, entre otras cosas, la relación directa que existiría entre la candidatura de Allende y la experiencia cubana, señalando que de vencer la izquierda en las urnas se impondría el mismo tipo de régimen que en La Habana. La propaganda, además, diferenció por sujetos sociales, concentrándose especialmente en la mujer, en tanto última defensa de la familia, la religión y la democracia ante los embates del marxismo (Power, 2008POWER, Margaret. The engendering of anticommunism and fear in Chile’s 1964 presidential election. Diplomatic History (Bloomington). v. 32, n. 5, p. 931-953, 2008. ).

Aniceto Rodríguez, dirigente socialista, publicó meses después un extenso documento completamente dedicado a la situación chilena en el contexto continental a raíz de la actitud de los Estados Unidos y los sucesos en Brasil. En ese sentido, el texto es una crítica a la “Alianza para el Progreso” en la medida en que, como habría quedado demostrado, su objetivo real era la reproducción de la dominación estadounidense en América Latina. Entre las herramientas utilizadas, habría estado el “envenenamiento de la opinión pública” para preparar el terreno a un golpe de Estado y amagar así las posibilidades de los movimientos revolucionarios. Esa estrategia, según Rodríguez, habría sido utilizada profusamente en el Brasil de Goulart y, con motivo de la elección presidencial, se estaría usando igualmente en Chile, buscando con ello el mismo resultado:

Plumarios bien pagados, prensa antipatriota, radios comprometidas, presiones a las firmas comerciales avisadoras, cagatintas adocenados, imprentas y editoriales, afiches y panfletos anónimos donde sin mayor esfuerzo se huele el origen y financiamiento de las embajadas yanquis. En resumen, todo un siniestro mundo organizado para la mentira en gran escala actuando ayer en Brasil y hoy en Chile bajo la misma batuta imperialista (Rodríguez, 1964RODRÍGUEZ, Aniceto. La conspiración contra Chile: Brasil y OEA, democracia Made in USA. Santiago: Prensa Latinoamericana, 1964. ).

En ese esfuerzo, por supuesto, habría tenido un rol decisivo los órganos de inteligencia de los Estados Unidos, asumiendo en ambos procesos políticos un rol director en la implantación del anticomunismo como estrategia de desestabilización institucional.

En la misma línea se encuentran los trabajos del periodista Robinson Rojas, uno de los principales difusores de la interpretación izquierdista del derrocamiento de Goulart. Rojas, de hecho, viajó a Brasil luego del golpe, publicando varios reportajes en periódicos de izquierda. De ese esfuerzo nació un año después el libro Estados Unidos en Brasil (1965). En sus columnas, Rojas elevó a modelo insurreccional los mecanismos utilizados en Brasil, señalando, con ello, que respondían a una nueva actitud del “imperialismo” para con el resto de la región. Se habría desarrollado, en ese sentido, un modelo de “conspiración blanca”, dado por, primero, el desprestigio mediático y, después, por la acción directa. En ambas etapas, el anticomunismo habría jugado un rol decisivo, toda vez que consistía en un mecanismo eficiente para predisponer a parte de la población en contra del gobierno. El asesinato de Kennedy y el golpe en Brasil, en ese sentido, estarían ligados por la intención de sus autores y los argumentos utilizados. Se buscaba, así, el endurecimiento de la política estadounidense hacia América Latina, la instalación de regímenes orientados hacia las necesidades del “imperialismo” y la destrucción de las intencionalidades reformistas y revolucionarias de los movimientos políticos y sociales de la región, acusando para ello de “debilidad” frente al comunismo a quien no se subordinara a los designios norteamericanos. El proceso político de Brasil fue leído en esos términos, enfatizando el carácter conspirativo y engañoso de quienes promovían públicamente ideas anticomunistas.15 15 Un buen resumen de estos argumentos puede encontrarse en Robinson Rojas, “Golpe de Estado en Chile”, Punto Final, n. 4, oct. 1965 (separata).

El embajador Ruiz, por su parte, informó periódicamente al gobierno chileno sobre sus impresiones luego del golpe. Sin asumir un esquema interpretativo muy decidido, deslizó algunas diferencias con el régimen instalado luego del derrocamiento de Goulart. En ese sentido, una vez que fue quedando claro que no habría una restauración democrática en el corto plazo, Ruiz comentó con preocupación la persecución a la que eran sometidos los adherentes al régimen anterior, aunque sin por ello articular una defensa de la actuación de Goulart (tildado, en sus informes, de “demagogo” e “irresponsable”).16 16 Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 7 abr. 1964, n. 400/10, AMRREE. Además, criticó el desprecio por el orden constitucional y la irregular elección de Castelo Branco como presidente de la República, reconociendo, por otro lado, la estabilización económica que el nuevo régimen había generado.17 17 Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 16 abr. 1964, n. 450/12, AMRREE. Ruiz, por último, expresó su preocupación por la situación de las relaciones interamericanas, en tanto Brasil, que con anterioridad se había opuesto a la ruptura con La Habana, había cambiado de posición, debilitando la posición chilena al respecto. Alessandri, a pesar de su orientación política, se opuso a las intenciones norteamericanas aduciendo el principio de “autodeterminación”, buscando salidas consensuadas para no debilitar a organismos interestatales como la OEA. Derrotada su posición, Alessandri rompió con Cuba a pocos días de la elección presidencial, bajo una fuerte oposición de la izquierda y aplausos de la derecha (Fermandois, 1982FERMANDOIS, Joaquín. Chile y la “cuestion cubana”, 1959-1964. Historia, v. 17, p. 113-200, 1982.).

La interpretación izquierdista del golpe en Brasil afectó también la evaluación que hicieron los sectores conservadores sobre las características que fue asumiendo el nuevo régimen de Castelo Branco. El Mercurio, luego de apoyar en sus primeros momentos el derrocamiento de Goulart, comenzó a mostrar diferencias con las medidas de la dictadura, buscando evitar la identificación entre anticomunismo y gobiernos antidemocráticos. En ese sentido, señaló el periódico, la oposición a las intenciones de la candidatura de Allende se estarían realizando en Chile sólo por medios institucionales, sin caber dentro de las posibilidades un intento por acabar con las libertades democráticas:

En efecto, la natural defensa que llevan a cabo los partidos legales en Chile y en otros países, para impedir que los comunistas se apoderen de su control, se ve entorpecida por la insidiosa campaña de los totalitarios que tratan de identificar a los movimientos políticos que aquí luchan por mantener las libertades con el régimen militarista que hoy impera en Brasil (…) De este modo, las denuncias acerca de la amenaza que significa el advenimiento al gobierno del comunismo, por la violencia o la vía del sufragio, la asimilan a un propósito de repetir los procedimientos que están poniéndose en práctica en la referida nación (…) Nada más ajeno a la verdad que este plan totalitario de desprestigio de la democracia. Refiriéndonos al caso de Chile, no existe actualmente ni el menor asomo de conspiración para destruir el orden constitucional; las acusaciones políticas de la ciudadanía se desenvuelven dentro de la más amplia libertad y el marxismo disfruta de garantías como cualquier otra colectividad política.18 18 “Crisis de la democracia en Brasil”, El Mercurio, 12 abr. 1964, p. 3.

Todo esto no impidió, sin embargo, que sectores más decididamente anticomunistas - dentro y fuera de la derecha política19 19 En ese sentido, hubo intervenciones públicos de dirigentes conservadores y liberales favorables al régimen brasileño, sin hacer eco de la crítica al autoritarismo realizada por El Mercurio. Ejemplo de ello fue la intervención del senador liberal Pedro Ibáñez en el Congreso el 16 de mayo. En la ocasión señaló que el gobierno de Castelo Branco era legítimo en tanto expresión de una mayoría ciudadana en contra de una “minoría totalitaria”. “La democracia republicana tiene que defenderse del colonialismo soviético”, La Nación, 17 mayo 1964, p. 17. -, defendiesen al régimen de Castelo Branco en cuanto dique necesario para el avance del comunismo en la región. Para El Diario Ilustrado, por ejemplo, la derrota de Goulart habría trasladado los esfuerzos del comunismo internacional hacia Chile, mostrando por ende una especial simpatía hacia Brasil por su labor de defensa continental.20 20 “Infiltración comunista de agentes extranjeros”, El Diario Ilustrado, 30 mayo 1964, p. 3. Otros intelectuales fueron más allá. Ángel Aparicio Laurencio, exiliado cubano, expresaba públicamente su admiración hacia “el pueblo brasileño por su elevado espíritu democrático”. “Ante los pueblos de América - agregó - surge un futuro luminoso, pues no debemos dudar de que la revolución brasileña ejercerá una influencia cada vez más decisiva en la edificación democrática de América”. En contraste con la experiencia cubana, Brasil se erigía, para este autor, como un referente a considerar en la lucha contra el comunismo:

El paralelo entre la revolución comunista cubana y la revolución brasileña es edificante y aleccionador. En Cuba imperan la opresión y el atropello. En Brasil, la libertad y la justicia. En Cuba, un futuro sombrío de guerra y miseria. En Brasil, un futuro de promesas de paz y progreso social. Cuba es una isla sojuzgada por el imperialismo comunista. Brasil es un país liberado del yugo comunista.21 21 Ángel Aparicio Laurencio, “Revolución brasileña”, El Diario Ilustrado, 6 jul. 1964, p. 3.

Otros actores políticos independientes expresaron ideas similares. Fue el caso del ex-comunista peruano, y devenido en un activo anticomunista, Eudocio Ravinés. En una serie de conferencias dictadas en Santiago,22 22 Registradas en: “Comunistas trataron de acallar a Eudocio Ravinés”, El Diario Ilustrado, 1o jun. 1964, p. 14; y “Ravinés habló sobre realidad de la revolución en Brasil”, El Diario Ilustrado, 3 jun. 1964, p. 2. Ravinés vinculó a la “revolución” en Brasil con una ofensiva regional en contra del comunismo y sus intenciones destructivas. La elección chilena, en ese análisis, sería la última oportunidad del comunismo para expandir sus dominios por la región, ocupando para ello engañosos ropajes electorales.23 23 “La importancia de Chile como democracia militante influirá siempre sobre el destino de Latinoamérica. Pero los resultados de esta elección no desviarán ya el proceso de victoria sobre el comunismo, que estamos realizando en forma verdaderamente épica, solos, con nuestras propias fuerzas y, hasta hoy, sin ayuda de nadie (…) En el momento actual, América Latina está preparando aguerridamente una nueva acción. Se puede llegar a decir, sin fanfarronada que, tras la victoria del Brasil, los días del castrismo están contados”. “Las opiniones de Ravinés”, El Diario Ilustrado, 30 mayo 1964, p. 3.

Las posiciones adoptadas por distintos actores del arco político chileno expresaron varios fenómenos en curso. El primero de ellos fue la asociación automática que se hizo entre los procesos políticos de la región con los sucesos de la campaña presidencial. En ese sentido, se elaboró al calor de una reñida lucha electoral un lenguaje político que tendía hacia la asociación regional, primero, y global, después, de los distintos sucesos locales.24 24 Incluso es posible rastrear este fenómeno en Brasil en relación a los resultados electorales chilenos. Según señala Carlos Fico (2014), una vez consumada la derrota de Allende, el propio Castelo Branco expresaría su alegría al agregado militar de la embajada norteamericana, atribuyéndose parte del crédito por el resultado. Para la izquierda, el golpe brasileño implicaba un recrudecimiento de la labor del imperialismo norteamericano que, por lo mismo, podía efectuar la misma operación en Chile o en otro lugar en donde sus intereses se vean amenazados. Para la derecha política, sus medios de prensa y algunos activistas afines, el derrocamiento de Goulart constituía el resultado de la labor agitadora del comunismo internacional y, más allá de las diferencias en torno a las características del régimen de Castelo Branco, se asumió el acontecimiento como una expresión de los avances revolucionarios en la región. Ambos enfoques enfatizaron el carácter conspirativo y engañoso de quienes se sindicaban como responsables de estos eventos, encuadrando sus interpretaciones dentro de las categorías ideológicas de la Guerra Fría.

Redes transnacionales anticomunistas en 1964

Los nexos entre el derrocamiento de Goulart y las elecciones chilenas de 1964 no se limitaron solamente a la recepción e interpretación de estos sucesos según esquemas ideológicos definidos. Relacionado con ello, hubo también contactos directos entre actores políticos y sociales que vieron en el ejemplo de Brasil una oportunidad para canalizar de mejor modo la labor anticomunista. Si bien es un tema complejo de rastrear, es posible señalar que hubo al menos dos agrupaciones chilenas que entablaron contactos con diferentes instituciones brasileñas en orden a difundir y legitimar los argumentos anticomunistas usados en la campaña.

La primera de ellas fue la sección chilena de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad (TFP), quienes, como sus inspiradores, adhirieron a una versión ultraconservadora del catolicismo y que, hacia 1964, comenzaron a actuar por primera vez en el escenario político chileno. TFP fue fundado en Brasil, por Plinio Correa de Oliveira, respondiendo a su inquietud por contar con un organismo civil bajo las órdenes de la Iglesia católica que hiciese frente a las amenazas que identificaba en la sociedad. En su clásico texto Revolución y contrarrevolución (publicado por primera vez en Chile precisamente en 1964OLIVEIRA, Plinio Correa de. Revolución y contra-revolución. Santiago: Paulinas, 1964.), Correa de Oliveira explicitó sus propuestas. Para él, el catolicismo había sufrido una progresiva decadencia desde la Edad Media. El comunismo, por otro lado, sería sólo el último de los muchos enemigos de la religión, caracterizándolo, por ende, como la encarnación del mal absoluto. Para revertir esa situación, se requería de una restauración de la Iglesia católica en cuanto eje rector de la sociedad con el objeto de construir un nuevo orden basado en preceptos religiosos. En ese sentido, TFP se planteó abiertamente como una institución contrarrevolucionaria, entendiendo por ello la lucha por el orden, en contraposición con el desorden generado por la revolución. Luego del golpe de 1964, y de la ostensible baja en la movilización social anticomunista, TFP se erigió como la única institución visible de esta corriente, toda vez que sus intereses iban más allá de una lucha política específica (Motta, 2002MOTTA, Rodrigo Patto Sá. Em guarda contra o perigo vermelho: o anticomunismo no Brasil, 1917-1964. São Paulo: Perspectiva; Fapesp, 2002. , p. 149-154). En los años siguientes, decenas de grupos católicos ultraconservadores a lo largo de América Latina se plegarían a los postulados de TFP, transformándose en un fenómeno de derecha transnacional cuyo estudio aún está en desarrollo (Power, 2010POWER, Margaret. Transnational, conservative, catholic, and anti-communist: Tradition, Family and Property (TFP). In: DURHAM, M.; POWER, M. (Eds.). New perspectives on the transnational right. New York: Palgrave Macmillan, 2010.; Ruderer, 2012RUDERER, Stephan. Cruzada contra el comunismo: Tradición, Familia y Propiedad (TFP) en Chile y Argentina. Sociedad y Religión (Buenos Aires). v. 22, n. 38, 2012.; Zanotto, 2019ZANOTTO, Gizele. Uma rede de sociabilidade integrista: a expansão “tefepista” para a Argentina e Chile (1967). In: BOHOSLAVSKY, E.; MOTTA, R.P.S.; BOISARD, S. (Eds.), Pensar as direitas na América Latina. São Paulo: Alameda, 2019.).

En Chile, la organización inspirada en TFP empezó a funcionar al menos desde 1963. Ese año comenzó a publicar la revista Fiducia, desde donde, entre otras cosas, comenzaron a difundir y comentar los escritos de Correa de Oliveira. El grupo se presentó en los siguientes términos:

Traemos un pensamiento de lucha, el pensamiento de universitarios jóvenes que se inscriben decididamente y sin ambages en la acción contrarrevolucionaria, porque no creemos en la paz mediocre de los escépticos, ni en las utopías más o menos revolucionarias de quienes tras la búsqueda de un desarrollo para América Latina, han olvidado los auténticos valores y exigencias del hombre y la sociedad, de quienes en los hechos trascendentes de nuestra historia, sólo saben ver un anticipo de la nueva sociedad.25 25 “En esta situación histórica”, Fiducia, n. 1, oct. 1963, p. 2.

Durante la campaña presidencial chilena, TFP se dedicó a divulgar su particular interpretación de la realidad política latinoamericana. Junto con reiterar los conceptos sobre la izquierda política, Allende y la experiencia cubana, las emprendió también contra los sectores católicos reformistas, en la creencia de que su postura era producto de una infiltración marxista en la Iglesia católica. De hecho, la TFP adoptaría una postura igualmente contraria a la Democracia Cristiana, sobre el entendido de que, del mismo modo que la izquierda marxista, estarían fomentando la revolución y con ello la ilusión de liberación.26 26 “Chile en vías de la revolución”, Fiducia, n. 10, ago. 1964, p. 4-5. De hecho, una vez terminada la campaña, TFP rechazó con fuerza el restablecimiento de relaciones con la Unión Soviética y el comienzo de la implementación de las reformas estructurales contenidas en el programa de Frei, particularmente la reforma agraria y la política del cobre. “Como por una extraña burla a aquel imprevidente hombre de la calle que creyó rechazar lo que representaba el candidato marxista - se señaló - un nuevo paso hacia la socialización de las mentalidades, vida y organización del país, es lo que se anuncia”.27 27 “Más allá del antisocialismo y del anticomunismo electorales”, Fiducia, n. 11, sept. 1964, p. 8.

Si bien en 1964 esta organización estaba aún en ciernes, su postura ante los comicios marcará lo que será su desarrollo en los años siguientes. De hecho, TFP será un actor visible y reconocible dentro del amplio espectro antiizquierdista que, durante el gobierno de Salvador Allende, actuará desde la oposición y, luego, en la dictadura de Pinochet, apoyará y legitimará al régimen, basando parte importante de su discurso y práctica en un encendido anticomunismo (Ruderer, 2012RUDERER, Stephan. Cruzada contra el comunismo: Tradición, Familia y Propiedad (TFP) en Chile y Argentina. Sociedad y Religión (Buenos Aires). v. 22, n. 38, 2012.).

La movilización social anticomunista en la oposición a Goulart, por otro lado, quedó en la cultura política chilena como un referente modélico de lucha en contra de gobiernos tildados de revolucionarios. Ello fue especialmente evidente para algunas organizaciones civiles que, en el contexto de la elección presidencial chilena de 1964, se formaron para evitar la victoria de Allende. Fue el caso de “Acción Mujeres de Chile”, organización que agrupó a mujeres de clase alta y media en contra de la izquierda y que, además, sería el semillero de otras organizaciones de masas aparecidas en la década del setenta para combatir al gobierno de la Unidad Popular (Power, 2002POWER, Margaret. Right-Wing Women in Chile: Feminine Power and the Struggle Against Allende, 1964-1973. University Park: Pennsylvania State University Press, 2002. ).

“Acción Mujeres de Chile” se fundó a finales 1963, luego de que un pequeño grupo de mujeres abandonase otro organismo anticomunista creado por entonces. Las fundadoras pertenecían a alguna de las familias más ilustres de la sociedad chilena, sirviendo, en parte, como la puerta de entrada para el ingreso de mujeres conservadoras de clase alta a la política. La organización, durante la campaña de 1964, se encargó de divulgar propaganda antiallendista e invitar a distintas personalidades extranjeras afines a Chile para colaborar en esa tarea.

En esa labor, “Acción Mujeres de Chile” siguió muy de cerca la movilización social anti-Goulart en Brasil, particularmente aquella protagonizada, obviamente, por mujeres. De hecho, a partir de esa sintonía, se establecieron los primeros vínculos entre este tipo de organizaciones, colaborando con la transferencia de un anticomunismo conservador que enfatizaba, por un lado, el rol doméstico de la mujer y, por otro, su labor política activa en cuanto defensora de los valores sociales amenazados por el comunismo. El movimiento de las mujeres brasileñas fue paradigmático justamente por aquella capacidad de proyectar públicamente este tipo de ideario, colaborando con la generación de las condiciones necesarias para el derrocamiento del gobierno (Power, 2002POWER, Margaret. Right-Wing Women in Chile: Feminine Power and the Struggle Against Allende, 1964-1973. University Park: Pennsylvania State University Press, 2002. , p. 102-116). En otras palabras, la imagen visible que dejó en Chile este fenómeno fue la de mujeres aparentemente inexpertas luchando exitosamente contra el comunismo. Las equivalencias establecidas con el escenario político chileno hicieron que las activistas establecieran rápidamente relaciones con sus pares brasileñas.

Estos vínculos se crearon de distintas formas. En algunos casos, los Estados Unidos, interesados en la generación de estas redes, posibilitaron estos acercamientos. En noviembre de 1964, la Oficina de Intercambio Educacional y Cultural del Departamento de Estado ofreció a un grupo de mujeres anticomunistas un recorrido por algunas regiones de los Estados Unidos, con la cobertura y publicidad de las principales revistas norteamericanas. Desde ese tipo de experiencias se generaron instancias como el I Congreso Sudamericano de la Mujer en Defensa de la Democracia, celebrado en Río de Janeiro en abril de 1967. Otras mujeres, sin embargo, crearon lazos directos. Bebe Nogueira, activista anticomunista de Brasil, le escribió una carta a Sofía Eastman en julio de 1964, animándola a seguir con más bríos la campaña anticomunista en contra de Allende. Por entonces, Olga Irarrázaval, otra dirigente de “Acción Mujeres de Chile”, comenzó a establecer contactos con mujeres brasileñas, los que finalmente se concretaron en el Congreso de 1967 (Power, 2015POWER, Margaret. Who but a woman? the transnational diffusion of anti-communism among conservative women in Brazil, Chile and the United States during the Cold War. Journal of Latin American Studies (Cambridge). v. 47, n. 1, p. 93-119, 2015. ).

Durante la campaña de 1964, el resultado más visible de este tipo de contactos fue la importación a Chile de un discurso grabado de la hermana disidente de Fidel Castro, Juanita, de visita entonces en Brasil. En un primer momento, “Acción Mujeres de Chile” quiso llevar a Juanita Castro a Santiago para reforzar la propaganda anticomunista en la recta final de la campaña. Cuando eso no fue posible, se decidieron por la grabación en Brasil de un discurso que sería difundido por cadenas de radios afines. En la noche del miércoles 2 de septiembre de 1964, a pesar de que la ley electoral no permitía la difusión de más propaganda, las cadenas de emisoras de la Radio de la Sociedad Nacional de Minería, la Radio Corporación y la estación “La Voz de Chile” dieron a conocer el breve discurso grabado de Juanita Castro en el que se instó a la población chilena, y particularmente a las mujeres, a evitar la “dolorosa experiencia obtenida en estos largos años en el infierno rojo de Cuba”. Elena Larraín, entrevistada varios años después por la historiadora Margaret Power, reconoció haber sido la gestora de la operación, que motivó fuertes reclamos de Allende y la izquierda ante lo que interpretaban era una ilegítima intervención en asuntos internos del país (Power, 2015).

Consideraciones finales

La recepción del golpe brasileño en Chile se dio en un momento de particular confrontación política e ideológica en el marco de una reñida elección presidencial, de la que finalmente sadría victorioso por mayoría absoluta el democratacristiano Eduardo Frei. Esa situación puntual, sumado al enorme despliegue de argumentos ideológicos de corte anticomunista, posibilitó que el golpe brasileño se codificara desde un lenguaje común. Ello facilitó la transferencia de imágenes e ideas, y su aplicación verosímil en Chile, dado que, para unos y otros, la experiencia brasileña participaba de una confrontación política continental y global. Las “lecciones” aprendidas decían relación con el futuro cercano del conflicto político chileno: mientras para la izquierda significaba una advertencia sobre los peligros inherentes a esfuerzos de cambio social, para quienes se identificaron con distintas vetas de anticomunismo la experiencia brasileña daba luces sobre los caminos para combatir a lo que entendían era el “comunismo”, incluyendo la movilización social y, en último término, el uso de la fuerza militar. En esa línea, hubo quienes vieron los sucesos de Brasil como una referencia obligada en la lucha política local, lo que motivó la construcción de redes transnacionales contrarrevolucionarias como aquellas vinculadas a TFP y a mujeres anticomunistas. Seis años después, cuando Allende y la izquierda pudieron llegar al poder en elecciones democráticas, muchas de estas “lecciones” se pusieron en práctica, tanto en cuanto a las estrategias de movilización de masas contrarrevolucionarias como, finalmente, a la solución militar violenta ante lo que era entendido como una amenaza vital a los fundamentos de la sociedad.

La Guerra Fría en América Latina, en este sentido, debe entenderse como un conflicto político e ideológico que se desenvolvió en distintas escalas y con diversas direccionalidades. Sin pretender subestimar la participación norteamericana en los sucesos de Brasil y Chile - que incluyó influencia política y millonarias transferencias de recursos en ambos casos (Fico, 2014FICO, Carlos. O golpe de 1964: momentos decisivos. Rio de Janeiro: FGV Editora, 2014.; Casals, 2016CASALS, Marcelo. La creación de la amenaza roja: del surgimiento del anticomunismo en Chile a la “campaña del terror” de 1964. Santiago: LOM Ediciones , 2016. ) -, este texto ha puesto el énfasis en la autonomía de actores estatales y no-estatales tanto a la hora de difundir planteamientos de cierto tipo como de generar redes internacionales en función de ellas. Es decir, el anticomunismo, tanto el de la oposición a Goulart como el desplegado en la campaña presidencial chilena, no fue exclusivamente una mera utilización o implantación externa por parte de una potencia con el objeto de influir en el desarrollo político local. Evidentemente, mucho de ello hubo, y las investigaciones relacionadas a estos aspectos no deben olvidarlo. Sin embargo, tampoco debe dejarse de lado la generación de influencias recíprocas, incorporación ideológica de experiencias de conflicto político en otros países, y redes políticas interamericanas que, con altos grados de autonomía, participaron también de las dinámicas regionales de Guerra Fría.

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  • 1
    Programa de Gobierno: documento interno de la candidatura de Salvador Allende, Santiago, Horizonte, 1963.
  • 2
    “Brasil en el umbral del comunismo”, El Diario Ilustrado, 31 mar. 1964, p. 3.
  • 3
    Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 17 ene. 1964, n. 64/2, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante, AMRREE). Los mismos conceptos fueron vertidos en el Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 24 ene. 1964, n. 94/26, AMRREE.
  • 4
    El embajador Ruiz, al respecto, informada preocupado que el clima político iba radicalizándose aceleradamente, tanto que la editorial del periódico O Jornal habría tratado a Leonel Brizola de “energúmeno” y al gobernador de Pernambuco de “agente del comunismo internacional”. Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 18 mar. 1964, n. 325/99, AMRREE.
  • 5
    Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 26 mar. 1964, n. 354/8, AMRREE.
  • 6
    Oficio Ordinario, Embajada de Chile en Brasil, 24 mar. 1964, n. 349/104, AMRREE. Entre las misivas recibidas por la embajada destaca la del Movimiento de Organizaciones Femeninas (MAF) de São Paulo, en donde se señalaba que “[El MAF], cierto de interpretar el sentimiento de amor a la libertad arraigado entre las mujeres brasileñas, como asimismo todas sus hermanas latinoamericanas, pide permiso para lanzar su vehemente protesta contra la realización del Congreso Comunista Latinoamericano en Santiago, en vista de tratarse de una manifestación de carácter subversivo y comunista, destinada a lanzar a la juventud de nuestros pueblos contra los principios fundamentales de la civilización continental. — Quiera recibir las expresiones de nuestra alta consideración. — Fdo. María Mesquita de Motta e Silva, Presidente”.
  • 7
    “Lecciones del caso brasileño”, El Mercurio, 3 abr. 1964, p. 3.
  • 8
    “Los acontecimientos en Brasil”, El Mercurio, 2 abr. 1964, p. 3.
  • 9
    “Lecciones del caso brasileño”, El Mercurio, 3 abr. 1964, p. 3.
  • 10
    “‘La reacción no respeta los estatutos jurídicos de ninguna patria’”, El Siglo, 4 abr. 1964, p. 3.
  • 11
    Ibid.
  • 12
    “Tratan de repetir en Chile la operación brasileña”, El Siglo, 16 abr. 1964, p. 4.
  • 13
    Ejemplo de ello fue el tono usado en la “Tercera Declaración de Millahue”, documento programático de campaña de la Democracia Cristiana dado a conocer en abril de 1964. “PDC fija en Millahue posición frente al momento político”, El Diario Ilustrado, 19 abr. 1964, p. 4.
  • 14
    Ello se refleja, entre otras cosas, en la cantidad de afiches anticomunistas publicados en la prensa conservadora en junio, julio y agosto de 1964. Si en los meses anteriores sólo habían aparecido dos o tres afiches mensuales, a partir de junio esa cifra se eleva a 14, 35 y 35, en el caso de El Mercurio, y a 9, 18 y 40 para El Diario Ilustrado, en los meses señalados.
  • 15
    Un buen resumen de estos argumentos puede encontrarse en Robinson Rojas, “Golpe de Estado en Chile”, Punto Final, n. 4, oct. 1965ROJAS, Robinson. Estados Unidos en Brasil. Santiago: Prensa Latinoamericana , 1965. (separata).
  • 16
    Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 7 abr. 1964, n. 400/10, AMRREE.
  • 17
    Oficio Confidencial, Embajada de Chile en Brasil, 16 abr. 1964, n. 450/12, AMRREE.
  • 18
    “Crisis de la democracia en Brasil”, El Mercurio, 12 abr. 1964, p. 3.
  • 19
    En ese sentido, hubo intervenciones públicos de dirigentes conservadores y liberales favorables al régimen brasileño, sin hacer eco de la crítica al autoritarismo realizada por El Mercurio. Ejemplo de ello fue la intervención del senador liberal Pedro Ibáñez en el Congreso el 16 de mayo. En la ocasión señaló que el gobierno de Castelo Branco era legítimo en tanto expresión de una mayoría ciudadana en contra de una “minoría totalitaria”. “La democracia republicana tiene que defenderse del colonialismo soviético”, La Nación, 17 mayo 1964, p. 17.
  • 20
    “Infiltración comunista de agentes extranjeros”, El Diario Ilustrado, 30 mayo 1964, p. 3.
  • 21
    Ángel Aparicio Laurencio, “Revolución brasileña”, El Diario Ilustrado, 6 jul. 1964, p. 3.
  • 22
    Registradas en: “Comunistas trataron de acallar a Eudocio Ravinés”, El Diario Ilustrado, 1o jun. 1964, p. 14; y “Ravinés habló sobre realidad de la revolución en Brasil”, El Diario Ilustrado, 3 jun. 1964, p. 2.
  • 23
    “La importancia de Chile como democracia militante influirá siempre sobre el destino de Latinoamérica. Pero los resultados de esta elección no desviarán ya el proceso de victoria sobre el comunismo, que estamos realizando en forma verdaderamente épica, solos, con nuestras propias fuerzas y, hasta hoy, sin ayuda de nadie (…) En el momento actual, América Latina está preparando aguerridamente una nueva acción. Se puede llegar a decir, sin fanfarronada que, tras la victoria del Brasil, los días del castrismo están contados”. “Las opiniones de Ravinés”, El Diario Ilustrado, 30 mayo 1964, p. 3.
  • 24
    Incluso es posible rastrear este fenómeno en Brasil en relación a los resultados electorales chilenos. Según señala Carlos Fico (2014), una vez consumada la derrota de Allende, el propio Castelo Branco expresaría su alegría al agregado militar de la embajada norteamericana, atribuyéndose parte del crédito por el resultado.
  • 25
    “En esta situación histórica”, Fiducia, n. 1, oct. 1963, p. 2.
  • 26
    “Chile en vías de la revolución”, Fiducia, n. 10, ago. 1964, p. 4-5.
  • 27
    “Más allá del antisocialismo y del anticomunismo electorales”, Fiducia, n. 11, sept. 1964, p. 8.
  • errata

    Errata
    DOI: 10.1590/TEM-1980-542X2020v2603errata2
    Para o artigo: Casals, Marcelo. (2020). Lecciones continentales. el impacto del golpe de Estado brasileño en las elecciones presidenciales chilenas de 1964. Tempo, 26(3), 557-580. Epub 16 de novembro de 2020.https://dx.doi.org/10.1590/tem-1980-542x2020v260303
    Em seu título traduzido para português,
    Onde se lê:
    Eleições continentais. o impacto do golpe de Estado brasileiro nas eleições presidenciais chilenas de 1964
    Leia-se:
    Lições continentais. o impacto do golpe de Estado brasileiro nas eleições presidenciais chilenas de 1964

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    16 Nov 2020
  • Fecha del número
    Sep-Dec 2020

Histórico

  • Recibido
    06 Mar 2019
  • Acepto
    05 Ago 2019
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