Nuestra actualidad se encuentra marcada por los signos de la catástrofe y la devastación, y es menester superar el relato apocalíptico para leer el amplio espectro de la debacle presente. Esta es la premisa del artículo, “Esbozos para la creación de un concepto de ‘práctica filosófica”, escrito por Moscoso-Flores (2022) en sintonía con los diagnósticos y las propuestas de intervención de autoras como Donna Haraway e Isabel Stengers.
Que la catástrofe se imponga como la condición de nuestro presente, implica para la filosofía contemporánea dos cosas íntimamente ligadas: por un lado, renunciar al modelo de pensamiento de la crisis y, con ello, a la identificación que existe entre conocer y pensar según las categorías heredadas del idealismo alemán; en segundo lugar, asumir de manera irrenunciable la implicación de la filosofía en su reflexión, lo cual conduce a derribar las fronteras de teoría y práctica, tejidas con tanto espero desde los primeros balbuceos de la filosofía occidental en Grecia y reforzada desde los albores de la modernidad.
Para el ejercicio del pensar filosófico, son múltiples las repercusiones del problema que aborda con acierto este artículo. Quisiera destacar las que me parecen, en lo personal, las más importantes: en colmar las distancias entre teoría y práctica se nos va no solo el pensamiento de nuestra época, sino la propia vida, vida que se asume (o debiera asumirse) desde la precariedad, desde la indigencia, desde la falta de condiciones, desde la explotación, desde la pobreza y desde la violencia que campa en pleno siglo XXI, como lo han puesto de relieve los autores que han ahondado en el problema del Antropoceno o del Capitaloceno. Paralelamente, es importante destacar que la catástrofe no impone a la filosofía solo un cambio de paradigma, sino la necesidad de asumir otra temporalidad: la de la urgencia. Pensar desde la urgencia, implica abandonar la comodidad del aislamiento que inauguran como locus filosófico las Meditaciones metafísicas. Con lo cual, la revuelta, la guerra y la devastación que se cierne sobre el planeta nos ponen en movimiento para pensar colectivamente - más allá de todo cinismo y obviando el tono apocalíptico - lo que queda por hacer.
Vincularnos con la precariedad desde la urgencia implica poner en juego, ensayar estrategias -donde se anudan lo discursivo y no discursivo- que han de ser capaces de romper la parálisis actual de la filosofía, encerrada en las cuatro paredes de la academia, que cómodamente se parapeta en la universidad sin intentar cuestionar (ni menos confrontar activamente), las condiciones que impone a la ciencia y a la subjetividad el Capitalismo Mundial Integrado.
Una filosofía en clave pragmática, como la que propone Moscoso-Flores, es refractaria no solo del racionalismo, que pone al sujeto, en su soledad, en un más allá del mundo, sino también de la pretendida -y valorada- neutralidad del conocimiento. En efecto, a la precariedad desde la urgencia se responde con gestos que trasuntan la necesidad de resistir al presente y, por tanto, de cocrear un saber útil para la vida entre prácticas y saberes que se sitúan en medio de la indigencia del (in)mundo.
Pues bien, la elaboración de una pragmática en clave de práctica filosófica establece filiaciones con dos importantes líneas actuales del pensamiento, que proveen a este ejercicio de un repertorio conceptual arraigado en prácticas y de un enclave metodológico anclado en el cuerpo.
Con respecto al primer eje, en el nodo conceptual de prácticas-materialismos, nos encaminamos a través de una discusión que ha sabido romper con las fronteras disciplinares, para poner el acento en la capacidad o, mejor dicho, en la potencia transformadora y revolucionaria de la filosofía. Asumiendo, a la base, el lugar de la filosofía de Marx en esta conquista del materialismo filosófico, el artículo se detiene en el examen de la contribución de los neomaterialismos en su confrontación con el Antropoceno, destacando la relevancia que han tenido al “reformular las bases epistemológicas de los modelos tradicionales de construcción de saberes, abriendo así la escena a una ontología crítica que permita recomprender los componentes éticos, estéticos y políticos propios de la diversidad de fenómenos que componen la vida social contemporánea en virtud de sus singularidades y multiplicidades”. Efectivamente, los neomaterialismos han sido clave en la labor de repensar la ciencia y la “textura de la realidad”, soldando el vínculo del mundo humano y no-humano, desde la perspectiva del cuidado.
En relación con segundo eje, nodo metodológico materialismos-afectos, Moscoso- Flores se sumerge en el ‘giro afectivo’ del pensamiento, por una clara razón. La ‘teoría de los afectos’ spinoziana, y la lectura deleuziana de esta, deviene en ‘metodología de los afectos’, dado que permite replantearse la relación e imbricación de los cuerpos en el mundo desde el ‘contagio afectivo’ que implica vivir juntos. Sin embargo, esta imbricación no se agota en el nexo que describe las relaciones humanas. Al contrario, busca sobrepasar lo humano en virtud de articular una ecología ampliada, capaz de establecer vecindades entre distintas especies.
En este sentido, estos Esbozos dan cuenta de la necesidad de asumir un desafío que es al mismo tiempo epistémico y político, cuando se trata de contribuir a crear nuevas formas inmanentes de existencia, donde la filosofía no asume una posición de vanguardia o guía, sino de ejercicio táctico que busca contribuir a desplegar las posibilidades futuras aún plegadas en el presente.
Referencia
Datas de Publicação
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Publicação nesta coleção
13 Fev 2023 -
Data do Fascículo
Jan-Mar 2023
Histórico
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Recebido
23 Out 2022 -
Aceito
30 Out 2022