La idea de la “maduración del desarrollo” fundamenta, de modo bastante recurrente, las explicaciones sobre el fracaso escolar: el alumno no aprende porque es inmaduro, y le resta a la escuela esperar que él “madure”. Cuando se dice que un niño no está maduro, en comparación al desarrollo ya alcanzado por un adulto, se focaliza apenas en las diferencias cuantitativas entre ellos y se olvida que esas nuevas cualidades del adulto no surgieron en él por la maduración, sino, por el permanente proceso de apropiación de la cultura humana. De esa forma, la referida idea de “maduración del desarrollo” expresa una profunda biologización del ser humano, reduciendo al aparato biológico del individuo la explicación de problemas sociales y educacionales. El objetivo de este ensayo es analizar las relaciones entre la maduración y el desarrollo, apuntando los límites de las explicaciones biologicistas de los fenómenos humanos y las posibilidades de la explicación elaborada por la teoría histórico cultural para la organización del trabajo pedagógico. Esa concepción reconfigura el papel de la maduración en el proceso de aprendizaje y le otorga a la educación escolar un lugar central en el desarrollo de las funciones psicológicas superiores. Así, no le cabe a la escuela esperar que el niño madure, al contrario, es su deber crear condiciones para que la madurez se efective.
Desarrollo humano; Aprendizaje; Desarrollo infantil; Teoría histórico-cultural
