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ENTREVISTA CON SALVADOR REYES EQUIGUAS

Salvador Reyes Equiguas es investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), profesor de náhuatl clásico en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), además de biólogo, historiador y traductor de documentos coloniales en náhuatl clásico al español, entre ellos los Cantares mexicanos y el Códice florentino. La presente entrevista1 1 El presente trabajo se llevó a cabo gracias al apoyo financiero del Programa de Becas Posdoctorales (POSDOC) de la UNAM y a la Dra. Pilar Máynez, nuestra supervisora, a quienes agradecemos. aborda el rol central de la traducción en la (re)construcción histórica del México prehispánico a través de manuscritos novohispanos en náhuatl clásico, por lo que evidencia la esencialidad del acto traductivo y su respectiva reflexión en la investigación y producción de conocimientos entre esos historiadores o, más bien, esos historiadores-traductores.

Cadernos de Tradução [CT]: Hace años usted traduce manuscritos novohispanos del náhuatl clásico al español y, por ende, es traductor, diría yo. ¿Usted se considera traductor?

Salvador Reyes Equiguas [SRE]: Antes de responder puntualmente, deseo hacer una breve consideración. En México, la riqueza lingüística es vasta y con mucha fortuna; gozamos de la existencia de un considerable patrimonio documental escrito en lenguas indígenas, concebido tanto en los sistemas autóctonos como por medio del alfabeto. Para reconstruir la historia y cultura de esos pueblos, de tiempos prehispánicos y coloniales, requerimos procesar estas fuentes documentales y eso implica su transcripción paleográfica, su edición, traducción y estudio. Para afrontar estos cometidos, los humanistas (filólogos, críticos literarios, historiadores, entre otros) nos hemos visto en la necesidad de echar mano de diversos conocimientos que, en muchas ocasiones, se allegan por cuenta propia, incluso de forma consuetudinaria, como ocurre con aquellos provenientes de la paleografía, la ecdótica y traductología. Considero que, si bien hacemos las veces de paleógrafos, editores y traductores, carecemos del sustento teórico y rigor metodológico de esas disciplinas, en particular de la traductología. Esto se debe al objetivo con el que nos aproximamos a ese patrimonio, que es disponer de fuentes para respaldar estudios históricos, filológicos o culturales. Así, haber participado en proyectos de transcripción, edición y traducción de fuentes documentales en náhuatl clásico, sí me hace traductor, aún a sabiendas de las limitaciones indicadas.

[CT]: ¿En qué momento, durante sus investigaciones como historiador del llamado México Antiguo, se vio ante la tarea de traducir? ¿La práctica era ya común entre los historiadores?

[SRE]: El estudio de las fuentes documentales en México —con una perspectiva historiográfica moderna y científica— se remonta al siglo xix, cuando una vez conformada la nueva nación, ésta dirigió su mirada a su antiguo pasado como un elemento clave de la identidad cultural. A pesar del contexto político convulso que imperaba en la vida de México durante ese siglo, el surgimiento de una generación pionera en el estudio de fuentes significó el nacimiento de una historiografía mexicana, preocupada en la conformación de corpus documentales y que, a la postre, derivó en el establecimiento de una tradición mexicana en el estudio de fuentes en lenguas indígenas, particularmente en náhuatl, que aunque ofreció resultados limitados, éstos fueron de un alto valor hermenéutico. A partir del último tercio del siglo xix y las primeras décadas del xx, pensadores como Francisco del Paso y Troncoso, Antonio Peñafiel, José Fernando Ramírez, Alfredo Chavero y otros, se habían dado a la tarea de estudiar las lenguas, los códices y textos alfabéticos, aunque también perduraban las ideas de un sector de humanistas de corte hispanista que sólo abrevaba de las fuentes escritas en español. A la par, en el extranjero, acontecimientos como el desciframiento de la Piedra de Rosetta por Champollion despertó la atención en documentos del México Antiguo y se llevaron a cabo grandes proyectos editoriales como el de Edward Kingsborough, que publicó en Inglaterra una cuantiosa cantidad de códices mexicanos, prehispánicos y coloniales, sólo por mencionar un ejemplo.

Tras la Revolución, en las primeras décadas del siglo xx, se renovó la necesidad de leer el pasado prehispánico desde otra perspectiva, con un marcado acento nacionalista. El establecimiento de una universidad nacional moderna, a la par de una política cultural nacionalista, propició el surgimiento de nuevas generaciones de humanistas que, con sensibilidad, construyeron una nueva imagen del pasado prehispánico, donde era menester ampliar la disposición de fuentes documentales para estos propósitos, al mismo tiempo que se develaba un patrimonio arqueológico descomunal que permitía la reconstrucción histórica con mayor precisión. Sin embargo, debemos reconocer que perduraba la existencia de un sector intelectual resistente a reconocer el valor universal de estas culturas, equiparándolas a cualesquiera otras. Aún en el siglo xx era común que los historiadores y filósofos concedieran al pensamiento antiguo de los indígenas un carácter estrictamente mítico y que, en sus estudios, recurrieran a fuentes documentales escritas en español o echaran mano de las traducciones de especialistas del náhuatl al inglés o alemán y acaso, de las pocas traducciones al español. Fue hasta hace pocas décadas que se abandonaron esas prácticas. En todo caso, se puede afirmar que el estudio de fuentes indígenas en el México moderno es resultado del trabajo de varias generaciones de interesados en el México Antiguo. Para apuntalar este comentario, prestemos atención al simple hecho de que la fuente alfabética en náhuatl más valiosa, el Códice Florentino, (una enciclopedia histórica y cultura de los nahuas que reconstruye el pasado y la cultura de vísperas de la Conquista y de las primeras décadas coloniales y que cuenta con una columna en náhuatl y casi en paralelo, una paráfrasis del franciscano Bernardino de Sahagún, en español), sólo ha sido traducida íntegramente al inglés y de manera fragmentaria al español2 2 Nota de la entrevistadora: Actualmente existen las traducciones totales de tres de los doce libros del Códice florentino. Disponible en: https://traducciondelcodiceflorentino.com Accedido el: 7 de abril de 2023. , y que los historiadores previos a la década de los 80 solían citar la paráfrasis, a pesar de las notables diferencias respecto al texto original en náhuatl, conocida como Historia general de las cosas de Nueva España.

Por mi parte, tuve la suerte de formarme en un entorno académico en el que se trabajaba arduamente para proponer el procesamiento de fuentes documentales y que revertía la tendencia mencionada en las líneas previas. Sin duda alguna, el Seminario de Cultura Náhuatl, —que concibió Ángel María Garibay y continuó Miguel León-Portilla, desde finales de los sesenta del siglo pasado hasta su reciente fallecimiento de este último— fue uno de los espacios de mayor relevancia y trascendencia en la formación y creación de grupos de trabajo en el estudio de las fuentes nahuas. Siendo alumno en el Seminario, a finales de los noventa, asistía a las sesiones en las que se analizaban los textos de lo que podemos llamar la liturgia nahua, es decir del conjunto de rituales de la antigua religión a lo largo del ciclo solar. Para ello, revisábamos los Primeros Memoriales, que como muchos otros documentos, cuentan con rasgos alfabéticos y pictográficos y cuya traducción íntegra al español sigue pendiente. En el Seminario contábamos con la participación de grandes nahuatlatos, inicialmente con Librado Silva (†) y Francisco Morales (quienes nos daban clase de la lengua al término de cada sesión del Seminario) y posteriormente David Silva, Javier Galicia e Ignacio Silva. Otros pensadores nahuas que asistían al Seminario son Cayetano Juárez y Natalio Hernández. Sin duda, ellos enriquecían al Seminario notablemente y los asistentes tratábamos de aprovecharlos al máximo. A ese espacio también asistían investigadores consolidados de distintas formaciones, provenientes de México y de distintos continentes: historiadores, filósofos, antropólogos, arqueólogos, biólogos, médicos, abogados… En ese espacio académico se formaron ejércitos de humanistas, sobre todo historiadores y filólogos interesados en Mesoamérica en general y en los nahuas en particular. En dichas sesiones, quienes éramos principiantes poco podíamos aportar en el análisis de los textos y nos quedaba apreciar el despliegue de conocimientos y manejo de la lengua por parte del doctor León-Portilla y de otros investigadores que asistían al Seminario con regularidad, desde varios lustros o décadas previas. Fue entonces que cobré consciencia sobre la importancia de la lengua para acceder al conocimiento de la cultura y la historia de ese antiguo pueblo. En paralelo, como parte de mis estudios de posgrado, debía cursar la lengua náhuatl. Me siento afortunado de haber sido alumno del lingüista Leopoldo Valiñas (†), quien nos formaba en el método lingüístico, que se sumaba a los saberes históricos. La suma de esas experiencias me fue acercando a los documentos nahuas.

[CT]: Parece que muchos historiadores del México prehispánico y colonial tratan la traducción como una herramienta auxiliar. ¿Qué piensa de dicho tratamiento?

[SRE]: En efecto, creo que los historiadores hemos procedido de esa forma. En lo personal, me llama sobremanera la atención que el estudio del patrimonio documental nahua ha sido valorado como fuente para la historia, dicho en el sentido estrictamente disciplinario, en contraste con su aprecio como piedras fundacionales de las letras de estas tierras, dicho en sentido amplio. Con esto digo que los críticos literarios no han prestado la atención que amerita esta tradición literaria, que ha sido abordada por historiadores. Considero que eso obedece al propio desarrollo histórico de los estudios del México Antiguo al que me he referido sumariamente en las respuestas anteriores. Como lo mencioné antes, la historiografía mexicana de tiempos modernos requirió de la consolidación de un corpus documental que, aunque se sabía de su existencia, no se sabía con profundidad de sus contenidos debido a que no contábamos con ediciones y traducciones de los textos en cuestión. Aquí vale decir que evidentemente, la taxonomía científica moderna no corresponde necesariamente con la tipología del patrimonio documental nahua. Los códices y textos combinan distintos saberes. Por ejemplo, los textos herbolarios incluyen consideraciones cosmogónicas; el pensamiento mítico se combina con el histórico en los registros del pasado que da cuenta del origen de los pueblos nahuas y las representaciones del espacio despliegan el transcurso del tiempo. En este sentido, la aproximación a estos documentos exige perspectivas abiertas que integran los conocimientos de distintas disciplinas, entre ellas, las competencias lingüísticas básicas para traducir. De esta forma, aproximarse a cualquier documento nahua (como ocurre con cualquier cultura escrita pretérita) exige conocimientos de la lengua y también de distintos conocimientos disciplinarios, en función de los contenidos que se pretenden conocer.

[CT]: Según usted, ¿por qué la traducción sería central en la producción de nuevos conocimientos históricos mediante los manuscritos en náhuatl clásico?

[SRE]: Hoy, como comunidad científica, hemos ampliado considerablemente el conocimiento del México Antiguo gracias a las aportaciones de los editores y traductores de las fuentes documentales. En este sentido, la labor traductológica ha sido el catalizador de estos avances. Hoy en día, la mayoría de los investigadores del México prehispánico cuenta con conocimientos lingüísticos y filológicos no sólo del náhuatl sino también de otras lenguas y culturas, como el zapoteco, mixteco, maya, otomí, purépecha, entre otras, y los aprovechan en sus propias investigaciones. A pesar de ello, el universo documental por procesar es aún de proporciones descomunales. Por citar sólo un ejemplo de la trascendencia de las traducciones, podríamos estar en condiciones de concebir una historia del náhuatl, no sólo desde la lingüística histórica sino también desde la cultura escrita a partir del periodo Posclásico al presente. Asimismo, la gama de los aspectos culturales de la reconstrucción histórica se ha ampliado gracias al crecimiento y disposición de los corpus documentales. De los estudios de la antigua religión, actualmente está en boga el estudio de la evangelización llevada a cabo en la propia lengua náhuatl, como otro ejemplo posibilitado por las traducciones.

[CT]: Es cierto que la traducción también se presenta como un instrumento de interpretación clave en la difusión de saberes provenientes del náhuatl clásico y no se debería negar la importancia de los innúmeros traductores que nos han brindado diversos conocimientos históricos y culturales. Sin embargo, ¿no le parece ser momento de problematizar la traducción como medio de construcción, no necesariamente de descubrimiento y divulgación de la historia de los nahuas?

[SRE]: Sí, sería extraordinario que el acercamiento a los textos antiguos fuera explorado no sólo por historiadores o filólogos, sino principalmente por traductores profesionales y que se reflexionara sobre el acto mismo de la traducción. En el ámbito académico, tenemos pendiente la formación de traductores de las lenguas indígenas con fines científicos, como ocurre con otras lenguas, sobre todo de las occidentales y ahora, de algunas de Oriente. En otros ámbitos sociales están surgiendo grupos de hablantes de lenguas indígenas que, con el cobijo de instituciones o de proyectos autogestivos desde el seno de las propias comunidades, se han preocupado por la difusión de su cultura y han fomentado la cultura escrita alfabética en el registro de sus tradiciones y en la publicación bilingüe (incluso trilingüe) de sus creaciones literarias, conocida con el término yancuictlatolli, la “nueva palabra”. Quizá sin proponérselo, estos hablantes representan la posibilidad del surgimiento de un movimiento traductológico muy interesante que motivaría infinitud de reflexiones. Por otra parte, hoy en día hemos cobrado consciencia de las lenguas originarias como parte esencial de la diversidad cultural que nos conforma y eso se refleja formalmente en el reconocimiento constitucional del carácter nacional de todas las lenguas y no sólo del español. De esta misma forma, se ha creado el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, que forma traductores certificados pero que, ante la compleja realidad social de los hablantes de lenguas indígenas, prioriza sus funciones en atender los aspectos apremiantes de su realidad; por ejemplo, en la formación de traductores que funjan como peritos en procesos jurídicos, sobre todo de índole penal. En contraste, otros aspectos sociolingüísticos quedan en segundo plano. Somos testigos y partícipes de un presente sumamente complejo, con visos contrastantes de fatalidad y esperanza, ante el riesgo de desaparición de muchas de las lenguas nacionales y en simultáneo, de la aparición de obras clásicas de la literatura occidental (como El principito), traducidas en distintas lenguas indígenas. Todo ello debería ser objeto de análisis y reflexión de todo tipo de humanistas.

[CT]: ¿Cree que para tales avances hacen falta metodologías de traducción entre los historiadores-traductores o se trata más bien de cierta resistencia a la traducción por parte de los historiadores?

[SRE]: Es una pregunta muy difícil de responder. Creo que no cuento con elementos teóricos sólidos y suficientes para brindar un parecer bien fundamentado. Sólo puedo decir que considero que, en México, el tratamiento a las lenguas indígenas no es ni cercano al tratamiento de las lenguas extranjeras. Por muchas razones, entre ellas las históricas, pero también sociales y económicas, las escuelas de traducción no incluyen en sus planes curriculares el estudio y traducción de lenguas indígenas, aunque ya hay presencia de cursos con valor curricular. La Historia, como forma de pensar, es por definición, abierta a cualquier forma de conocimiento y en consecuencia, quienes aspiramos a practicarla no estamos cerrados ni a la traductología ni a ninguna otra metodología pertinente para enriquecer la labor historiográfica. De hecho, creo que los historiadores que están a la vanguardia se están preparando en la traductología para enriquecer sus investigaciones. Considero que es cuestión de tiempo para atestiguar los frutos de esa afortunad relación entre distintas áreas del conocimiento humanístico, a tono con los tiempos que corren en los que impera la interdisciplinariedad.

[CT]: ¿A lo largo de esos años la traducción ya le habría indicado otros rumbos en la (re)construcción histórica del México prehispánico? Es decir, ¿en algún momento se percató de que necesariamente a causa de la labor traductiva su trabajo alcanzó más profundidad? Un ejemplo vendría bien.

[SRE]: Para responder, debemos remontarnos de nuevo a los distintos eslabones del proceso de consolidación del estudio de fuentes documentales nahuas. Tras la Revolución, el Estado mexicano creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia a quien encomendó el resguardo, exploración y conocimiento del patrimonio cultural proveniente de las culturas indígenas y posteriormente, la formación de profesionales en diversas áreas antropológicas que coadyuvaran a lograr esos cometidos. En un contexto nacionalista, la imagen del pasado prehispánico cambió paulatinamente. Ya en la segunda mitad del siglo xx, la aparición de La visión de los vencidos de Miguel León-PortillaLeón-Portilla, Miguel (Ed.). Cantares mexicanos. Estudios de Ascensión Hernández de León - Portilla, Liborio Villagómez y Salvador Reyes Equilas. México: Universidad Nacional Autónoma de Mexico/Fideicomiso Teixidor, 2011. representó la propuesta de escribir la historia desde nuevas perspectivas, a partir de las fuentes históricas indígenas y no sólo desde aquellas concebidas por el pensamiento hispano, acto hermenéutico sumamente sesgado que se alejaba de la aspiración de la quimera que llamamos objetividad histórica. Así, la publicación lanzó a escena pública la discusión sobre fue el acercamiento y la reflexión sobre el pensamiento histórico de los nahuas, su concepción del tiempo y la explicación del devenir del hombre en el tiempo. Para los años 70, el inah, a través de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, sumó a su oferta académica la carrera de etnohistoria, con lo que se formalizaba la práctica de una nueva forma de investigar y escribir Historia, que se veía dando con los antecedentes mencionados, y otros más. Sin pretender resolver la definición abierta de la etnohistoria, lo que en mi opinión la distingue de otras formas de escribir la historia es que pretende reconstruir el pasado desde la perspectiva de los propios protagonistas de los hechos, en su propios términos y conceptos y en ello, la lengua y sus distintos registros (así somo otros lenguajes) es la clave de la decodificación del pensamiento, en este caso, de los nahuas. En mi parecer, la lengua es la ventana más idónea para comprender el pensamiento de cualquier pueblo, de la visión histórica que tienen de sí mismos. Me formé como historiador con esta pretensión. Me referiré a una situación de sencilla comprensión para exponer sumariamente este proceder. Cuando León-Portilla me invitó a colaborar en el equipo de traducción de los Cantares Mexicanos, su equipo contaba ya con avances notables en la traducción. Había que iniciar depurando la propuesta paleográfica, que se me encargó como primera tarea en el equipo, que estaba conformado por Miguel León-Portilla (quien lo dirigía), Librado Silva y Francisco Morales y al que finalmente me integré. En las reuniones de trabajo se leía el texto en náhuatl y se cotejaba con los avances de la traducción, deteniéndonos en las inquietudes que cada uno expresaba. Por mi parte, considero que mi aportación residió precisamente en actualizar el inventario léxico al que se recurría al traducir al español y que por décadas había dotado de estilo al trabajo de esos titanes en el estudio de fuentes. Quizá por tradición y principio de autoridad, se traducía tlahtoani por “rey”; pilli por “noble” y así otras categorías sociales y cargos. A los guerreros mexicas se les nombraba “caballeros águila” y “caballeros tigre”. Fue una labor ardua convencer al grupo que debíamos actualizar la propuesta, evitando la traducción de categorías y cargos políticos y evitar la traducción de los nombres propios de plantas y animales. No lo logré en su totalidad, pero quien sea cuidadoso puede detectar que las traducciones previas realizadas por esa triada observaron cambios respecto a la correspondiente de Cantares. En la publicación del estudio y traducción de Cantares Mexicanos se proponen cambios sustanciales en la traducción, recurriendo al español mexicano y a las voces en uso cuyo origen es el náhuatl. Considero que eso se debió a la aceptación de la peculiaridad de la experiencia histórica de los nahuas, como lo es de todas las culturas, y en mi opinión, eso debe ser destacado en la propuesta de traducción, con tonos etnohistóricos.

[CT]: Siendo usted un historiador consciente de la relevancia de la traducción en el quehacer histórico del mundo nahua, ¿cómo discurriría sobre su propio trabajo como traductor o historiador-traductor?

[SRE]: Creo que no estoy en condiciones de responder a ello porque, aunque uno despliegue su mejor esfuerzo para proponer una reconstrucción histórica a partir de una traducción realizada por sí mismo, el proceso en su conjunto implica una dosis de labor artesanal considerable que es difícil valorar. Asumo que las propuestas son precisamente eso, propuestas cuya publicación implica el mismo riesgo del artista que lanza una obra nueva. Considero que la labor del traductor se asemeja a la del historiador en el sentido de tejer un texto convincente de su propuesta, legible y que induzca al lector en su verdad, pero inevitablemente perentorio. Por ello, autoevaluarse puede ser un gesto que apunte a alimentar el ego profesional o en contrasentido, menospreciarse. Prefiero que el posible lector forje su propio criterio y emita su parecer sin cortapisas y aceptar con humildad los señalamientos de errores en aras de mejorías.

[CT]: ¿No cree que la historia del México prehispánico a partir de manuscritos en náhuatl clásico debería escribirse en paralelo a la historia de las experiencias de traducción de los historiadores?

[SRE]: Sin duda debería ser así. Nos falta hacer una historia de la traducción del patrimonio indígena al español como parte de la historia cultural y de la relación entre el español y la cultura mestiza con las lenguas nacionales, por lo menos las que están en condiciones de ser historiadas y el náhuatl forma parte de ese conjunto. Concebir una obra así representaría una aportación fundamental a la historia de la historiografía mexicana. Sería estupendo saber y analizar la cadena de las generaciones de historiadores traductores y las estrategias con las que procedieron. La suma de esos recuentos sería de gran utilidad en la formación de historiadores y traductores, como debe ocurrir con otras tradiciones culturales, como en China o la India. Es cercana a nosotros la experiencia de la tradición traductológica y su historia en Occidente, con el griego, el latín y aún el hebreo. Si contásemos con investigaciones históricas de la traducción de lenguas indígenas, sobre todo del náhuatl y el maya, estaríamos en condiciones de concebirlas como tradiciones “clásicas”, al contar con corpus vastos y transcripciones y traducciones del universo de ese corpus que se retroalimentaría y se replicaría con nuevas traducciones de textos aún no procesados y de los que permanentemente deben ser actualizados.

[CT]: ¿Pretendería, con base en su experiencia como historiador-traductor, brindarles más espacio a sus reflexiones traductivas en futuras investigaciones?

[SRE]: Claro que sí. Como lo indiqué anteriormente, la construcción del conocimiento histórico es abierta y, en consecuencia, la formación y adquisición de competencias por parte de los historiadores también debe serlo, es lo ideal. Esto se debe a que la historia incluye cualquier aspecto de la vida de la especia humana, en todas las geografías y en distintos tiempos. Las experiencias de comunicación humana a lo largo del tiempo y las geografías incluyen miles de lenguas. Acercarnos a las vidas pasadas en sociedad, los artificios civilizatorios y la historia cultural, expresado todo ello con distintas formas de lenguaje, exige aprender en la medida de lo posible, el manejo de la lengua del momento y el contexto que se quiere comprender. Si se desea percibir el espíritu religioso de la vida medieval, lo pertinente es acercarse al latín. Si se desea dedicarse profesionalmente a reconstruir la conformación de las ciudades mayas y el surgimiento de la escritura entre esos pueblos, lo ideal es que conozca el chol, la lengua asociada a la escritura clásica maya. Si se desea comprender la ideología mexica y el sentido de los sacrificios humanos, el náhuatl puede dar luz sobre los valores sagrados de la sangre. Recurrir a la lengua como la herramienta para acceder al pensamiento de las culturas pretéritas tiene como condición necesaria la reflexión sobre la lengua objeto de conocimiento, sus características y potencial expresivo; sus nociones más abstractas y el inventario de su vocabulario como reflejo del inventario de su cultura material. La reflexión permanente que derive en la construcción y reconstrucción de estrategias de traducción son combustible para la imaginación histórica. Bienvenido, pues, el ejercicio reflexivo traductológico como puerto de embarque para proponer nuevas traducciones por parte de cualquier interesado, incluyendo a los historiadores.

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    El presente trabajo se llevó a cabo gracias al apoyo financiero del Programa de Becas Posdoctorales (POSDOC) de la UNAM y a la Dra. Pilar Máynez, nuestra supervisora, a quienes agradecemos.
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    Nota de la entrevistadora: Actualmente existen las traducciones totales de tres de los doce libros del Códice florentino. Disponible en: https://traducciondelcodiceflorentino.com Accedido el: 7 de abril de 2023.

Referências

  • León-Portilla, Miguel (Ed.). Cantares mexicanos Estudios de Ascensión Hernández de León - Portilla, Liborio Villagómez y Salvador Reyes Equilas. México: Universidad Nacional Autónoma de Mexico/Fideicomiso Teixidor, 2011.

Datas de Publicação

  • Publicação nesta coleção
    17 Nov 2023
  • Data do Fascículo
    2023

Histórico

  • Recebido
    07 Abr 2023
  • Aceito
    22 Maio 2023
  • Publicado
    Maio 2023
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