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Tras las huellas de la tristeza asesina: despersonalización, trabajo enajenado y Kriminalgeschichte en Die Leiden des jungen Werthers de J.W. von Goethe

[In the footsteps of murderous sadness: depersonalization, alienated labor and Kriminalgeschichte in Die Leiden des jungen Werthers by J.W. von Goethe]

Resumen

A los 190 años de la partida del reconocido escritor alemán, una de sus obras de juventud es importante para entender la actualidad de su crítica a las sociedades afianzadas en la anulación de los individuos. El presente artículo tiene como objetivo detenerse en dos puntos concretos de la celebre novela. El primer punto tiene que ver con la incipiente burocratización del trabajo en los albores de la modernidad capitalista en la Alemania del siglo XVIII y la deformación del sujeto, cuya consecuencia es una existencia mediada por lo tanático. Esta primacía de lo tanático deviene en la creación de un potencial criminal y en una enajenación con un marcado acento homicida. El segundo punto está relacionado con una propuesta de lectura: Goethe se apropia de los elementos de las Kriminalgeschichten para señalar una serie de problemas de orden social, religioso y político vinculadas a las aspiraciones revolucionarias de la burguesía alemana del período. La conjunción de ambos elementos permiten renovar la importancia de la novela en relación con una crítica a las formas opresivas estatales-jurídicas, sociales y económicas que se hallan en las contradictorias estructuras ideológicas de la modernidad en Alemania.

Palabras claves:
Kriminalgeschichte; Werther; J.W. von Goethe; Trabajo enajenado; Literatura alemana

Abstract

190 years after the departure of the renowned German writer, one of his early works is of great importance today in order to understand the relevance of his criticism of societies entrenched in the annulment of individuals. This article aims to dwell on two specific points of the famous novella. The first point has to do with the incipient bureaucratization of work at the dawn of capitalist modernity in eighteenth-century Germany and the deformation of the subject, the consequence of which is an existence mediated by the thanatic. This primacy of the thanatic becomes the creation of a criminal potential and an alienation with a marked homicidal accent. The second point is related to a reading proposal: Goethe appropriates the elements of the Kriminalgeschichten to point out a series of social, religious and political problems linked to the revolutionary aspirations of the German bourgeoisie of the period. The conjunction of both elements allows to renew the importance of the novella in relation to a critique of the oppressive public legal, social and economic forms that are found in the contradictory ideological structures of modernity in Germany.

Keywords:
Kriminalgeschichte; Werther; J.W. von Goethe; Alienated work; German literature

1 Acedia y disolución: La enajenación del trabajo como destrucción de la razón y del sentimiento

La aparición en 1774 de Die Leiden des jungen Werthers marca, de manera crítica, las construcciones ideológicas de la naciente burguesía alemana del siglo XVIII. Entre el ímpetu por una reforma estético-vital y un ataque al pensamiento racionalista y dogmático a través de una exacerbación de los sentimientos y la ternura, la novela del joven Goethe logra calar profundamente en la autopercepción que tiene la burguesía sobre su posición social y su impotencia ante una transformación concreta de la realidad.2 2 Estas críticas e intentos de reforma estético-vital se da en el marco del ya conocido Sturm und Drang y en la Empfindsamkeit característica del período. Ante la vasta bibliografía sobre ambos temas, cabe destacar un elemento particular que se tiene en consideración en el presente trabajo. La crítica alemana, en general, asocia la Empfindsamkeit como un elemento peculiar del desarrollo de la burguesía alemana del período sin trazar una genealogía de estos conceptos. Tanto esta idea como la noción de ternura (Zärtlichkeit) tienen su origen en la noblesse de robe francesa, es decir, en la nueva aristocracia surgida a partir el siglo XV. La apropiación de la burguesía alemana de los ideales aristocráticos franceses llama la atención, ya que pone en evidencia los mecanismos represivos de la propia aristocracia alemana en torno estos temas. Para una mayor profundización sobre estos interesantes problemas, el agudo artículo de Burkhard Meyer-Sickendiek Zärtlichkeit. Zu den aristokratischen Quellen der bürgerlichen Empfindsamkeit (2014) es ilustrativo. Esta incapacidad en la praxis se vuelca hacia la vida interior. En la interioridad la emancipación cobra, de manera ideal, un sentido del cual los sujetos pueden aferrarse para evitar ser “dominados” por una realidad estratificada y una pobreza de las experiencias mediadas por la sumisión y la obediencia ciega a las relaciones sociales opresivas. Werther, como personaje representativo del espíritu burgués de la época, ataca dicha cosificación a través de la desmesura de la imaginación. Sin embargo, esta propia desmesura se torna también en una forma de cosificación: lo que emancipa contiene en sí misma la idea de sometimiento y destrucción. Este elemento tiene que ver, especialmente, con su marcado rechazo a la idea de límite como categoría estético-vital. Esta carencia le impide concretar sus aspiraciones artísticas pictóricas, ya que el ensimismamiento se osifica hasta paralizar toda praxis creadora. El joven Goethe, al tomar esta disyunción entre la praxis y el ensimismamiento en el artista, problematiza algunos aspectos del Künstlerroman que, desde el siglo XVIII, comienza a tener una relevancia en la producción intelectual y literaria de la burguesía alemana.3 3 Esta aseveración puede fundamentarse, inclusive, desde la propia producción del joven Goethe. La composición del Wilhelm Meisters theatralische Sendung (Urmeister) data entre 1777 y 1785. El escaso intervalo de tiempo entre ambas obras señala que, para el autor, el problema del artista burgués es apremiante en el sentido de que, a través del arte, no solo se define una posición de clase, sino también la importancia de la individualidad y personalidad creadora para contrarrestar la hipóstasis de la opresión feudal. Con respecto a estas reflexiones, señala agudamente Miguel Vedda que:

En toda ocasión se presenta Werther como el espíritu expansivo, que en cuanto tal carece de la «fuerza creadora» (Schöpfungskraft), de la «fuerza de corazón» (Herzkraft) que, de acuerdo con Goethe, tipifican al artista. La propia dispersión de Werther, la renuencia a entregarse a una ocupación concreta, remite a su falta de poder concentrador; la clave de todas las posibilidades y límites del personaje reside en su carencia de fuerza luciferina y de orientación firme al ensimismamiento, en su propensión a buscar tan solo la fusión armónica, «ganimédica» con el todo y lo divino, sin buscar un contrapeso material y terreno. De ahí que no haya que remontar exclusivamente a causas externas ─sociales o política─ su fracaso amoroso, artístico y profesional; las razones se encuentran en su propia constitución de entusiasta, que en cuanto tal rechaza toda limitación (Vedda 2015Vedda, Miguel. Leer a Goethe. Buenos Aires: Editorial Quadrata, 2015.: 67).

La imposibilidad de entregarse a lo concreto (es decir, a la realidad) tiene en sí la huella de lo divino que, en el contexto de la novela, está marcado por una propensión a la muerte y a la disolución. El mundo interior, más que salvaguardar a la personalidad, la encamina hacia su propia abolición porque no encuentra asideros en la vida práctica. La falta de la fuerza luciferina que señala Vedda tiene que ver, justamente, con este punto. Lo luciferino, en términos simbólicos, tiene relación con una luminosidad rebelde que busca transformar la realidad a través de las acciones. Goethe, al señalar la carencia general de esta luminosidad en Werther, demuestra el estancamiento del proyecto burgués alemán para la construcción de un futuro en donde la luz (en este punto, se puede también hablar de ilustrar) juegue un papel central en la conciencia civil de los sujetos y en una nueva noción del Estado. A pesar de esto, como se verá detenidamente en las siguientes reflexiones y en la segunda parte del presente trabajo, hay momentos de la novela en donde Werther sale de sí mismo a raíz de conmociones sociales: su relación con el trabajo y la aristocracia y un crimen.

Teniendo en consideración lo antes expuesto, ¿puede desarrollarse esa condición de entusiasta y esa anhelada fusión armónica con el todo en el marco de la experiencia del trabajo? Las primeras cartas de la segunda parte de la novela revelan esta compleja relación entre lo concreto y lo ideal o, para ser más específico, cómo la posibilidad de la concreción se transforma en una mala conciencia y en una enajenación que potencian la deformación de la realidad y la disolución de Werther en una infinitud destructiva. Un ejemplo claro de esto se halla en la carta del 24 de diciembre. La fecha no es un dato menor: la celebración del nacimiento de Cristo se anuda con el martirio de Werther ante el trabajo y las relaciones sociales con la aristocracia a las cuales debe soportar. El entrecruzamiento simbólico es más profundo en la medida en que Goethe vislumbra el nacimiento de una época marcada por la fatalidad del sujeto enajenado y la crucifixión de los mismos por parte de una sociedad absorta en un formalismo deshumanizante. Para comprender con mayor precisión esto, Werther escribe en relación con su situación general y, en particular, con el Embajador que:

De esto tenéis la culpa todos los que me habéis convencido para que me echara el yugo, cantándome alabanzas de la actividad. ¡Actividad! Si quien siembra patatas y va a la ciudad a vender su trigo no tiene más actividad que yo, estoy dispuesto a seguir diez años más en la galera donde estoy aherrojado. ¡Y qué miseria resplandeciente, qué aburrimiento entre estas gentes mezquinas que se están viendo aquí unas a otras! ¡Su manía de grandezas, y cómo vigilan y se acechan para dar un pasito adelante, sin nada que las cubra! Por ejemplo, hay una mujer que habla a todo el mundo de su nobleza y de su tierra, de modo que cualquier desconocido tiene que pensar que es una loca que se imagina maravillas con un poquito de nobleza y con la fama de sus posesiones: pero lo peor es que esa mujer es precisamente de la vecindad y es hija de un escribiente, un empleadillo. Mira, no puedo comprender al género humano: no tiene sentido degradarse de modo tan bajo (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 62-63)

Como burgués, Werther observa que la miseria resplandeciente viene aparejada con el tedio de una sociedad homogeneizada bajo la patología de la jerarquización. Esta patología (que él, de manera precisa, designa como manía) construye la noción misma del trabajo y del Estado. La actividad, aquello mediante lo cuál los sujetos se relacionan entre sí, está mediado por una irracionalidad que garantiza la despersonalización y el desprecio hacia lo social. No es fortuito, en este sentido, que Werther se observe a sí mismo dentro de una galera. La imagen de la embarcación (en donde usualmente eran enviados prisioneros a cumplir sus condenas) se constituye, en este contexto, como una expresión de la compleja modernidad feudal-capitalista en el sentido de que la libertad se transforma, de manera paradójica, en un rumbo hacia la ausencia de la emancipación. La patología de la jerarquización radicaliza dicho rumbo: a través de la subordinación a una actividad despersonalizada, los sujetos allanan el camino hacia su de-formación como individuos. Esta formación en el desprecio afianza en Werther una lucidez desventurada en torno a sí mismo y a los demás. Con respecto a estas situaciones sociales que padece Werther, cabe destacar la siguiente reflexión:

In solchen Zusammenhängen argumentiert Werther mit der «Natur» als Norm gegen künstliche, einer voraufklärten Vergangenheit zugehörige Abgrenzungen zwischen den Menschen. Allerdings gerät Werther ebenso mit jener Gesellschaftsorganisation in Konflikt, die dieses alte Modell ablöst. (Er teilt damit die Position vieler deutscher Intellektueller im späten 18. Jahrhundert, die die alteuropäischen Strukturen als überholt und unproduktiv ansahen, aber auch die heraufziehende Moderne als defizitär begriffen). Hier ergeben sich die Probleme aus dem Mangel eines allgemeinen Sinns, an dem der einzelne partizipiert, sowie aus den Anpassungsleistungen an je verschiedene Handlungs und Sprechweisen in den Teilbereichen der Gesellschaft. So erscheint das Individuum als entkernt und in seiner Kohärenz bedroht (Von Petersdorff 2006Von Petersdorff, Dirk. ›Ich soll nicht zu mir selbst kommen‹. Werther, Goethe und die Formung moderner Subjektivität. In: Frick, W.; Golz, J.; Zehm, E., Goethe-Jahrbuch 2006. Göttingen, Wallstein Verlag, 2006, 67-85.: 79).

La llamada a un orden natural, de amplias reminiscencias roussonianas, no puede desarticular esta patología, ya que la misma pertenece al propio despliegue de las fuerzas productivas, esto quiere decir, de la civilización. En este sentido, el desprecio de Werther a la miseria resplandeciente es mucho más profundo, ya que no solo se trata de la aristocracia, sino de una civilización que ha hecho de la homogeneidad de la actividad creadora una necesidad para erigir el progreso. De ahí que, como señala Von Petersdorff, la modernidad sea vista como deficiente por parte de Werther. Su pertenencia al mundo y su coherencia como individuo y como burgués es constantemente aplacada por fuerzas político-sociales que lo arrastran a una orfandad ontológica. La subjetividad individual se ve, de este modo, cercenada: ser un sujeto significa vivir en la desrealización. La impotencia ante lo artificial y lo ridículo se manifiesta en el ejemplo de la mujer que, inmersa en su locura grandilocuente gracias a sus posesiones, no se percata de sus propios orígenes de clase. El tono satírico con que Werther contempla esto viene aparejado con la idea de que la sociedad, como totalidad, se acecha y se vigila a sí misma para inflingirse castigos si existe la posibilidad de desarticular la irracionalidad que caracteriza a las estructuras sociales. Sin embargo esta conciencia satírica, más que salvaguardar al personaje de la patología, deviene en una incomprensión del mundo con acentos nihilistas.4 4 El término nihilismo tiene una larga tradición en el pensamiento y en la literatura occidental que varía de acuerdo a las exploraciones individuales y al contexto social. Una interesante reflexión de esta noción, enmarcada en la Goethezeit, la ofrece Jean Paul Richter en su Vorschule der Ästhetik. Si bien hay una diferencia de tiempo relativamente alta (30 años) en relación con la novela de Goethe su exploración del concepto, en términos estéticos, es altamente sugestiva para entender el acento nihilista de Werther. Para Jean Paul: “Daher suchen dichtende Jünglinge, diese Nachbarn der Nihilisten, z. B. Novalis oder auch Kunst-Romanschreiber, sich gern einen Dichter oder Maler oder anderen Künstler zum darzustellenden Helden aus, weil sie in diesen weiten, alle Darstellungen umfassenden Künstlerbusen und Künstlerraum alles, ihr eignes Herz, jede eigne Ansicht und Empfindung kunstgerecht niederlegen können; sie liefern daher lieber einen Dichter als ein Gedicht. Kommt nun vollends zur Schwäche der Lage die Schmeichelei des Wahns, und kann der leere Jüngling seine angeborne Lyrik sich selber für eine höhere Romantik ausgeben: so wird er mit Versäumung aller Wirklichkeit—die eingeschränkte in ihm selber ausgenommen— sich immer weicher und dünner ins gesetzlose Wüste verflattern; und wie die Atmosphäre wird er sich gerade in der höchsten Höhe ins kraft- und formlose Leere verlieren” (Richter 1963: 33-34) Este repliegue en sí mismo a través de la negación de la realidad demuestra, por una parte, la escisión entre lo público y lo privado que se acentuará en la sociedad burguesa capitalista; por otra parte, la inmolación de la vida (su propio suicidio) en búsqueda de formas atávicas de la experiencia divina que lo revinculen a un sentido de pertenencia fuera del orden social imperante.

A la luz de esto, no es de extrañar que junto a la miseria resplandeciente de la aristocracia, la actividad enajenante demuestre también que el aburrimiento forma parte de la deformación de los sujetos. En su monumental biografía sobre Goethe, Rüdiger Safranski señala un interesante aspecto de este punto cuando menciona que:

Las reflexiones posteriores sobre el tedio de la vida como enfermedad, que Goethe sufrió durante un tiempo, según su propia confesión, destacan sobre todo una relación perturbada con el mundo. Esa relación se perturba cuando el individuo, inundado de sentimientos, ya no ve la vida real y se cierra frente a las tareas y ofertas del día. Contra el tedio sólo ayuda la participación activa en la vida. «Participar» es para el Goethe tardío el concepto clave de su propia terapia. Eso presupone una relación con la realidad que se esfuerza por la objetividad. Sólo así pueden obtenerse fuerzas vivificantes del exterior. «Si quieres gozar de tu valor / combate por conferir valor al mundo.» Esta fue le máxima que en 1814 dedicó a Arthur Schopenhauer, que con tanta urgencia la necesitaba, en su libro de recuerdos. Ahora bien, en 1774, la novela Werther expresa el tedio de la vida de una forma diferente, pues más que hablar de él, habla sobre todo desde él. Pero un concepto en las consideraciones posteriores conduce al centro del tedio de la vida: es el concepto de la «imaginación paralizante» (Safranski 2015Safranski, Rüdiger. Goethe. La vida como obra de arte. Buenos Aires: Tusquets Editores, 2015.: 153).

La idea de una participación con el mundo es trastocada porque la actividad, más que ser una manifestación de la plenitud, es vivida por Werther como un síntoma de una objetividad negativa, es decir, como una mutilación promovida por la parálisis social. La inmersión en el tedio tiene que ver con asumir la negatividad como una rebelión ante la realidad. La subjetividad, consciente de su infertilidad ante las ideologías osificadas de una modernidad atávica, se volatiliza hasta hacer de la enfermedad un rasgo distintivo de la naciente burguesía alemana. El impulso “revolucionario” del individuo está mediado, en este sentido, por una profunda derrota cuya consecuencia es la hipóstasis de lo incomprensible. Esta carencia de la compresión es lo que lleva al personaje, ciertamente, a una exageración con rasgos paródicos del tedio y, al mismo tiempo, a algo mucho más complejo: ante la ausencia de la razón, las formas mítico-atávicas que persigue Werther (su posterior identificación con la lectura de Ossián remarca esto) se transforman ya no en una lucha contra la sociedad, sino contra el proyecto de la civilización como límite y mesura. Bajo esta perspectiva, el trabajo enajenado, al que Werther llama acertadamente como una jaula (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 62) esconde en sí mismo la abolición de la razón y el anhelo tanático.

De esta forma, la «imaginación paralizante» encuentra su expresión tanto en el tedio como modus vivendi, como en la jaula de hierro de un mundo desencantado.5 5 La famosa tesis weberiana de la jaula de hierro (término acuñado, en realidad, a partir de la traducción al inglés de su Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus) puede encontrar, con los matices pertinentes mediados por los diferentes contextos y desarrollos del capitalismo alemán, un antecedente en esta apreciación de Werther sobre la idea del trabajo. Al situar al personaje como funcionario, Goethe vislumbra el proceso negativo de la racionalización de la libertad humana en pos de una actividad que diluye la individualidad en vez de afirmarla. En este sentido puntual, Werther es también un antecedente de los futuros oficinistas de la pequeño burguesía que, sometidos a una vida grisácea y carente de toda realización íntima, entran en un solipsismo autodestructivo, agobiante y enajenado. La exacerbación de los sentimientos, la búsqueda incesante de fundirse con las formas míticas, tiene que ver, a la luz de esto, con un intento de divinizar la noción de individuo y darle un lugar central en la historia del pensamiento alemán. Sin embargo esta intención, condenada a reproducir lo irracional, nace de una desesperación de la cual el personaje no puede desligarse porque se transforma en su lugar espiritual y en su signo distintivo en la lucha contra la normatividad feudal. De este modo, el final trágico de Werther cobra una nueva dimensión: si bien es un suicidio ritual marcado por la búsqueda del infinito, su origen tiene que ver con un aspecto material y finito, es decir, con una desilusión potenciada por el encuentro con una sociedad sin sentido y con el trabajo como despersonalización. La única vía posible para establecer la autonomía del sujeto es a través de su propio aniquilamiento. Por ello Werther observa, en su discusión con Alberto, que el suicidio es una forma de emancipación contradictoria del individuo ante el orden político-teológico y una razón plenamente dogmática y estratificada por el poder. El suicidio se plantea, en este sentido, como un momento de secularización que lleva consigo la nada: lo moderno se constituye gracias a este vacío. Werther hace de la muerte una épica de la burguesía, por ello la respuesta que recibe es que “-Esta es otra de tus manías-dijo Alberto-: lo exageras todo, y aquí no tiene razón, por lo menos, en que comparas el suicidio, de que ahora se hablaba, con las grandes acciones: pues no se puede considerar sino como una debilidad. Porque, ciertamente, es más fácil morir que soportar decentemente una vida de tormentos (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 44). Para destacar aún más este problema, cabe mencionar la siguiente reflexión de Christopher Altamura:

Werther’s plight is a condensed, dramatized depiction of an extreme case of a neurotic individual’s fantasies and sufferings, all of which resulted from the unique configuration of alienation in modern societies. Werther’s sacrificial suicide was a magical attempt to expropiate desire from the Other in fantasy because there was no authoritative recognition to be found in his social world (again, because of the modern sociological configuration of alienation). A key takeaway from Werther’s story is that, under conditions of alienation, sacrifice goes awry (Altamura 2019Altamura, Christopher. The Sorrows of Modern Subjectivity. Capital, Infinity Disease and Werther’s Hysterical Neurosis. Fast Capitalism, v. 16, n. 2, 55-64, 2019.: 62).

Ese deseo del Otro (manifiesto a través de la fijación por Carlota) se ve cercenado ante una normatividad que demanda del individuo una ciega predisposición a transformarse en un mero eslabón de una clase particular. El intento de expropiar al Otro tiene relación, justamente, con que Werther, como sujeto burgués, entra en una lucha agónica por ser reconocido como un ser humano dotado de pasiones ante una esfera abstracta del poder y del trabajo auspiciadas por una religiosidad opresiva. Las consecuencias de esta “expropiación” serán radicales y no solo se circunscriben al suicidio del personaje, sino a una serie de actitudes que se estudiarán con más detenimiento en el siguiente apartado.

2 La muerte desbordada: el problema de la Kriminalgeschichte en la novela

Elemento formal y de contenido obviado por una parte importante de la tradición crítica en torno a la novela, la incorporación de rasgos de las Kriminalgeschichten en la misma puede resultar sorprendente. Sin embargo, así como el joven Goethe se apropia de algunas características de la Künstlerroman, también ve en la tradición de las historias criminales una importante manifestación de las injusticias y las distorsiones del sistema jurídico y estatal feudal. Antes de fundamentar por medio de la novela esta lectura singular, resulta conveniente reflexionar brevemente sobre este discurso.

La popularidad del abogado francés Gayot de Pitaval (1663-1743) gracias a la publicación de sus Causes celebres et interessantes, avec les jugements qui les ont décidées (1734-1743) en veinte tomos logra darle un nuevo horizonte de lectura a las actas judiciales al mezclar formas narrativas con términos técnicos, provocando de este modo una apropiación literaria de este naciente género. La primera traducción al alemán de los casos de Pitaval se realiza entre 1747 y 1768.6 6 Cabe destacar que las Kriminalgeschichten tendrán grandes exponentes en la propia Alemania. En general, se suele situar Der Verbrecher aus verlorener Ehre (1786) de Friedrich Schiller como el comienzo de esta larga tradición. Este apartado intenta proponer una nueva periodización que tome en cuenta al joven Goethe. No es de extrañar que estuviera al tanto de la existencia de esta traducción y que, inclusive, la leyera considerando que su formación académica era, precisamente, la jurisprudencia. Teniendo en consideración esto, cabe destacar la siguiente reflexión de Carola Pivetta que resulta ilustrativa para definir los rasgos de este subgénero:

Para comenzar con uno acaso evidente pero insoslayable, ha de mencionarse la centralidad de la figura del criminal, no como punto de llegada, a la manera del policial clásico, sino como punto de partida: las narraciones de casos se centran en el autor del crimen. Lo que en ellas importa no es tanto el crimen mismo -como epítome que condensaría la esencia del delincuente- o la historia del crimen (lo que Bloch llama la “reconstrucción de lo no-narrado) cuanto la biografía del criminal y sus motivaciones internas. La perspectiva de exploración de la interioridad del delincuente, que el caso criminal propicia, es adoptada también en otras formas de la prosa de tema criminal (cuento, novela corta, novela), destacándose como un rasgo distintivo de la tradición de narrativa criminal en lengua alemana, particularmente en su versión realista. Otro rasgo sobresaliente y ya más especifico de la forma que nos ocupa es su alta porosidad, su gran permeabilidad a otros discursos (Pivetta 2014Pivetta, Carola. El ›caso criminal‹ de P.J.A. Feuerbach a Der neue Pitaval. In: Massa, A.; Giovannini, G.; Martins, E. (Eds), Cruce de fronteras, Grenzgänge, Cruzando fronteiras Tomo I. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2014, 455-463.: 461-462).

Que el criminal tenga una inusitada centralidad tiene que ver, especialmente, con indagar en los motivos que llevan a un individuo a resquebrajar el orden existente y las relaciones civiles a través de la violencia. El delincuente demuestra con sus acciones que el poder reside en la transgresión, ya sea por medio de la muerte o la destrucción de las bases que garantizan la reproducción ideológica de la alienación, es decir, la propiedad privada. A su vez, la centralidad de esta figura tiene que ver con el propio desarrollo de la noción de individuo en la Alemania del siglo XVIII y comienzos del XIX. Así como el intento eufórico de Werther por la emancipación contiene en sí el anhelo de la autonomía, el criminal demuestra otras facetas reprimidas de la individualidad que ya no solo tienen que ver con la burguesía, sino también con las clases populares. En este sentido, la permeabilidad del subgénero que señala Pivetta es uno de los motivos por los cuales el joven Goethe encuentra en esta forma una expresión capaz de demostrar la paradójica importancia que tienen las pasiones, la violencia y la exclusión social en la conformación de la sociedad moderna.

¿En qué sentido aparecen estos rasgos en la novela? Un análisis detallado demuestra que Werther, como personaje, es un potencial criminal y que la novela, de hecho, se mantiene en esa ambigüedad. Para destacar esta afirmación, hay que detenerse en algunas cartas. Una de ellas es la carta del 16 de marzo. En la carta anterior Werther narra la decepción, el asombro y el desprecio que siente ante la sumisión de los que considera sus amigos, el Conde de C y la señorita de B, ante unas formas sociales impersonales y carentes de autenticidad. Al encontrarse con la señorita de B después del incidente y escuchar el sufrimiento que padece ante las normas que debe seguir ante las clases inferiores, escribe Werther las siguientes líneas llamativas:

Cada palabra que decía me atravesaba el corazón como una espada. Ella no sentía qué misericordia hubiera sido callármelo todo; y todavía añadió cuánto se charlaría aún sobre ello, y qué clase de gente lo consideraría como un triunfo: cómo se reirían y alegrarían ahora con este castigo a mi orgullo y a mi poca estimación de otras personas, lo cual me lo reprochan hace ya mucho. Y todo eso, Guillermo, oírselo a ella, con el acento de la más auténtica simpatía por mí;… me quedé destrozado, y todavía ardo de cólera dentro de mí. Quería que alguien se me pusiera delante reprochándomelo para poderle atravesar con un puñal: si viera sangre, me sentiría mejor. Ah, muchas veces he tomado un cuchillo para dar aire a este corazón oprimido. Se cuenta de una especie noble de caballos que cuando los acosan y persiguen terriblemente, se muerden ellos mismos una vena por instinto, para recobrar el aliento. Así me ocurre a mí muchas veces: querría abrirme una vena que me diera la libertad eterna (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 68-69).

La conflictividad social, la marginación y la desilusión ante lo inauténtico llevan a Werther a pensar en el homicidio como un acto de libertad para sí mismo, a la par de pensar en cometer suicidio. Las estructura sociales enajenadas, al privar a los sujetos del reconocimiento de sus modos de ser, deviene en una represión homicida la cual constituye el desarrollo del capitalismo y del Estado que garantizan la existencia de la enajenación. La “expropiación” del espíritu burgués que encarna Werther tiene que ver, ciertamente, con un ataque al absolutismo en términos simbólicos. Sin embargo, es la antesala a la “expropiación” de la vida humana que caracteriza al afán de la burguesía por consolidar su posición económica imitando la deshumanización y la abstracción de la existencia. Así como Werther busca absorber y dominar la vida de Carlota por medio de su subjetividad sin límites, la racionalidad burguesa (que hereda la propensión religiosa de mitificar los objetos hasta hacerlos parte de una infinitud inexistente) lleva hasta sus últimas consecuencias dicho dominio no solo de las personas, sino de la realidad misma. Además de esto, cabe destacar que en varios momentos de la novela Werther habla de asesinar a otros, especialmente cuando fantasea con matar a Alberto, a Carlota y luego suicidarse (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 102). Una mirada actual, en este punto, harían de Werther un potencial femicida.

Ahora, este impulso contra la vida y la experiencia deformada del trabajo y la sociedad son indisociables en la medida en que la posibilidad de lo concreto se transforma en la constatación de una negatividad objetivada de la cual el personaje no puede escapar aunque huya de la situación. El trabajo enajenado produce los sueños homicidas y conduce a una anulación de la representación de los otros. La subjetividad de Werther, habitada por la tristeza y la cólera, tritura la exterioridad hasta hacer de la nada la última forma de pensar en el mundo. El mundo burgués, al menos en Alemania, se inaugura bajo esta miseria político-social y existencial. Sin embargo, esta potencialidad destructiva revela un hecho no menor: el deseo de librarse de la opresión a través de la violencia y la muerte que Werther padece es la expresión individual de una clase que encontrará en la Revolución Francesa su forma política más palpable. A pesar de ello, el personaje termina por volcar hacía sí mismo la posibilidad de una praxis destructora. De ahí el inminente fracaso del espíritu revolucionario: el solipsismo de una conciencia desventurada impide llevar a cabo alguna transformación de la realidad y, por ende, abre el camino hacia la derrota de los ideales ligados a la autonomía y un reconocimiento social de la alteridad. La plena conciencia de la derrota de estos ideales es el origen del impulso homicida de Werther. En este sentido, cabe destacar que

La cuestión es que es una revolución marcada por el fracaso, al igual que el sujeto que la sustenta. Werther sigue paso a paso ese camino hasta sí mismo, pero en ese sí mismo no encuentra sino la irrealizabilidad del ideal, de manera que es un camino que no puede tener otro final que la renuncia a uno mismo con la consiguiente corrupción del ideal o la muerte del sujeto incapaz de realizarse y, por tanto, de actualizar el ideal. Porque los ideales, los valores que quedan sin realizar por el sujeto se demonizan, devienen en demonios que atormentarán a ese sujeto hasta esa terrible alternativa (Bodas Fernández 2008Bodas Fernández, Lucía. El sujeto burgués en el Werther de Goethe: inactividad y fracaso. Eidos. Revista de filosofía, n. 8, 82-102, 2008.: 91).

Un elemento que resulta llamativo de esta reflexión es cómo el fracaso de Werther (es decir, de las aspiraciones políticas y existenciales de la burguesía alemana) conlleva a una abstracción y total autonomía de los ideales hasta que se independizan y se transforman en el origen de la locura del personaje. El sujeto concreto es abolido por su propia ideología. En este sentido, Goethe logra visualizar uno de los tantos elementos contradictorios de la teoría y la praxis en la modernidad feudal-capitalista. Esta independencia de los ideales frente al sujeto es demoniaca en el sentido de que alimenta una distorsión fatal de lo real. Lo demoniaco es la abstracción devenida en cercenamiento y enceguecimiento, de ahí que Werther ya no pueda discernir entre su representación ideal de Carlota y la situación fáctica. Por ello su deseo de matarla: lo que moriría es la realidad e imperaría lo ideal deshumanizado. Esto conlleva a aceptar una de las premisas fundamentales de la novela como género que propone György Lukács: la pecaminosidad (Lukács 2010Lukács, György. Teoría de la novela. Un ensayo histórico-filosófico sobre las formas de la gran literatura épica. Trad: Micaela Ortelli. Buenos Aires, Ediciones Godot, 2010.: 154). Al tomar elementos formales y de contenido de las Kriminalgeschichten, Goethe hace de la novela un alegato luciferino contra una visión del mundo enmarcada en una religiosidad punitiva. La exacerbación del pecado (el suicidio, la afrenta a las estructuras sociales, el homicidio como liberación) tiene la intención de atacar, en términos simbólicos y filosóficos, la omnipotencia teológica-moral que sostiene al absolutismo estatal. En este sentido, y de manera profundamente contradictoria y ambigua, la novela afirma el proceso de secularización del pensamiento alemán amparado en la Aufklärung.

Si bien Werther no comete ningún homicidio, al leer con detenimiento la novela siguiendo la influencia de la Kriminalgeschichte, se puede rastrear una historia “paralela” que funciona como un espejo de las intenciones del personaje. Se trata de la historia del campesino y su amor no correspondido. Este idilio imposible en el mundo petrificado por la formas sociales termina de una manera violenta. La mujer, al rechazar y luego expulsar de su casa a este campesino que le declara su amor, se compromete con otro. Este compromiso, anudado a la desesperación y a la perdida de lo amado, es el detonante del crimen: el campesino asesina al otro hombre y es arrestado entre una turba. Antes del crimen, y en un encuentro previo que tiene Werther con el asesino, dice sobre la pasión de este hombre que “Este amor, esta fidelidad, esta pasión, no son tampoco una invención poética. Viven y tienen su mayor pureza en esa clase de hombres que llamamos incultos y groseros. Nosotros, los bien educados… ¡los educados para nada! (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 70). Esta reivindicación que hace Werther de las pasiones de las clases populares en contraposición a la burguesía ilustrada es ambigua si se toma en consideración el desenlace del campesino. En las clases populares emana una fuerza que se podría catalogar como telúrica, esto quiere decir, vinculada a la experiencia más profunda que tienen los seres humanos con la realidad y con la sociedad. La nada de la racionalidad normativa burguesa y feudal no puede dar cuenta de las pasiones de lo concreto que surgen de esa “pureza”, como la llama Werther. Sin embargo, y a pesar de la opinión positiva sobre ello, esta pureza está íntimamente vinculada con un desenfreno trágico: todo acto y sentimiento auténtico en una sociedad deformada termina en el ostracismo y la muerte. De este modo, la idea de lo auténtico está mediada por la violencia y por el sacrificio. Las pasiones, más que abrir los caminos hacia la formación de una personalidad, devienen en la negación de la vida y la condena. En este sentido, Goethe se mantiene ambiguo, reivindicando lo telúrico de las clases populares y, al mismo tiempo, reflexionando sobre las consecuencias trágicas de una vida auténtica en el marco de la sociedad feudal-capitalista.

Además de lo ya señalado, es interesante destacar la conmoción que causa en Werther el crimen. En este estado, el narrador señala que:

Con la terrible y violenta agitación, todo lo que había en él estaba trastornado. En un momento quedó arrancado de su tristeza, de su desánimo, de su entrega indiferente; de modo insuperable, se apoderó de él la simpatía por el asesino, y le invadió un afán inexpresable de salvar a ese hombre. Le sentía desgraciado: le encontraba inocente, aun como criminal, y se ponía tan profundamente en su situación, que creía también convencer de ellos a los demás. Ya deseaba poder hablar a favor de él, ya se agolpaba en sus labios el más vivo alegato; se apresuró hacia el pabellón de caza, y por el camino no pudo menos de ir diciendo a media voz todo lo que quería exponer al administrador (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 94).

Son pocos los momentos de la novela en donde el personaje es arrancado de su solipsismo y arrojado a los conflictos sociales e individuales de una manera tan clara. Al sentir simpatía por el asesino, el reconocimiento del otro como sujeto y la revinculación con la sociedad se da a través de la plena negatividad: la desgracia de una vida condenada es el momento en donde se desnudan las consecuencias de la normatividad asfixiante. La defensa que hace Werther del asesino en conjunto con su compasión revelan un aspecto importante de las aspiraciones sociales del personaje: la dimensión afectiva forma parte también de los orígenes de la violencia. Por ello logra comprender la situación del campesino, ya que él mismo, como sujeto, es susceptible a caer en la misma fatalidad motivada por unas estructuras sociales enajenantes. No deja de ser llamativo que la comprensión de un otro se desenvuelva a través de lo trágico. La acción del campesino es un equivalente al suicidio de Werther, solo que el primero apuesta a la exterioridad, mientras que el segundo hacia sí mismo. A su vez, esta humanización del criminal se opone a la normatividad teológico-feudal y es, directamente, un alegato en contra de un poder que, enceguecido por sus propios preceptos, no puede vislumbrar los orígenes sociales del crimen. En este sentido, cabe destacar la siguiente reflexión ilustrativa de Alexander Košenina:

Nicht die Tat, sondern der Täter steht seither im Vordergrund; dieser wird nicht länger dämonisiert und verdammt, sondern die Anteilnahme an dem »Unglücklichen« und das verstehende Interesse an den Umständen und persönlichen Motivationen, die zur Tat geführt haben, stehen im Vordergrund. Der Jurist August Gottlieb Meißner, der ab 1778 das Genre der modernen Kriminalerzählung begründet, erklärt im Vorwort zu seinen Kriminalgeschichten: »(…) so vergesse man auch nie den großen Unterschied zwischen gesetzlicher und moralischer Zurechnung; zwischen dem Richter, der nach Thaten, und demjenigen, der nach dem Blick ins Innerste des Herzens urtheilt«. Diese naturrechtliche Unterscheidung der unverbrüchlichen imputatio juridica von der imputatio moralis, die alle psychologischen und sozialen Umstände des Verbrechersubjekts mit ins Kalkül zieht, um über die Zurechnungsfähigkeit und gegebenenfalls über strafmildernde Umstände entscheiden zu können, bedeutet einen ungeheuren Reformschub für das frühneuzeitliche Rechtsverständnis (Košenina 2007Košenina, Alexander. Es ›ist also keine dichterische Erfindung‹: Die Geschichte vom Bauernburschen in Goethes ›Werther‹ und die Kriminalliteratur der Aufklärung». In: Frick, W.; Golz, J.; Meier, A.; Zehm, E. Goethe-Jahrbuch 2007. Göttingen, Wallstein Verlag, 2007, 189-197.: 192-193).7 7 Es interesante destacar que la defensa de Werther al asesino se enmarca en las transformaciones del derecho que el joven Goethe auspiciaba. Unas líneas más arriba del ya citado párrafo, señala Košenina con respecto a esto que “Statt zum Ankläger macht sich Werther im folgenden zum Verteidiger. Bereits durch seine Anrede des Beschuldigten als «Unglücklicher» erweist er sich als Anhänger zeitgenössischer Rechtsreformen, über die der Jurist Goethe auch in Dichtung und Wahrheit berichtet: »Es zeigten sich große Bewegungen in der Jurisprudenz; es sollte mehr nach Billigkeit geurteilt werden«. Unter den Richtern »verbreitete sich der Humanismus, und alles wetteiferte, auch in rechtlichen Verhältnissen höchst menschlich zu sein. Gefängnisse wurden gebessert, Verbrechen entschuldigt, Strafen gelindert (…); ein Damm nach dem andern ward durchbrochen« (2007: 192).

Werther juzga el asesinato de acuerdo a la imputatio moralis, es decir, desde la mirada en el corazón. En este sentido, la moral burguesa (alimentada por la Empfindsamkeit) se transforma en un momento revolucionario que, finalmente, fracasa ante la imputatio juridica. Al oponerse a esta visión del Estado sobre la vida de los sujetos, Werther termina por volverse un outsider. La exclusión se concretiza en el momento en que los rasgos de la compasión intentan transforma a la comunidad. Si se toma como referencia que el lugar donde se desarrollan los hechos tiene el nombre de Wahlheim (hogar de elección), Werther decide aceptar convertirse en un paria frente a las fuerzas sociales y estatales en pos de nueva idea de lo humano. Sin embargo, como se ha señalado, esta nueva noción del sujeto está íntimamente unida a la enajenación del trabajo y al propio deseo homicida de una subjetividad asediada por la petrificación de la existencia. Por ello, la mirada en el corazón” nace de una negatividad que, si bien logra apostar por una transformación radical del sujeto moderno, tiende a contener una desventura autodestructiva. Esta desventura es la noción burguesa de la civilización.

Es interesante destacar en este punto el breve intercambio que tiene Werther con el administrador, en donde se detalla el fracaso prometeico del personaje ante la justicia teológico-feudal. El narrador menciona que:

Por el contrario, no dejó terminar a nuestro amigo, le replicó vivamente y lamentó que hubiera tomado bajo su protección a un asesino. Le indicó que de ese modo toda ley quedaba abolida, y toda seguridad del Estado quedaba aniquilada; además, añadió que en un asunto semejante él no podría hacer nada sin cargarse de la mayor responsabilidad; todo debía ir en orden, siguiendo el curso prescrito. Werther no se rindió todavía, sino que rogó solamente que el administrador hiciera la vista gorda si se pudiera ayudar a escapar a aquel hombre. También esto lo rehusó el administrador. Alberto, que intervino por fin en el diálogo, tomó también el lado del anciano: Werther quedó dominado por el número, y con un terrible sufrimiento se puso en camino, después que el administrador le dijo varias veces: -¡No, no se lo puede salvar!-. Cuánto le hirieron estas palabras, lo vemos por un apunte que se encontró entre sus papeles, y que seguramente fue escrito aquel mismo día: «¡No te has de salvar, desgraciado! Veo muy bien que no nos hemos de salvar» (Goethe 1963Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.: 94-95).

La abolición de la imputatio juridica viene aparejada con una desarticulación de la noción del Estado que Werther, como representante de los ideales burgueses alemanes, busca como fin. La seguridad del Estado que el administrador resguarda no solo tiene que ver con el crimen, sino también con las estructuras sociales deshumanizadas y con la experiencia de la enajenación del trabajo. El orden como totalidad e ideología impide ver lo concreto, es decir, las elecciones de la vida individual. Ahora, una lectura atenta de toda la situación revela la ambigüedad característica con que Goethe construye la novela, ya que surge la pregunta ética de hasta qué punto la imputatio moralis (la mirada en el corazón) puede ser viable a la hora de construir una nueva sociedad que se ampare en la ya señala pecaminosidad luciferina. Goethe es crítico y, al mismo tiempo, defensor de las transformaciones ideológicas de la burguesía alemana a la luz de esto. No es fortuito en este punto que el administrador aluda a un concepto cristiano como el de la salvación y su imposibilidad. El mantenimiento del orden exige como tributo el sacrificio de la vida individual y, con ello, la posibilidad de un análisis crítico y exhaustivo de las miserias ideológicas que ahogan a los sujetos. Salvarse, en el marco de este contexto, implica aceptar el status quo de una sociedad arraigada en la infalibilidad de la justicia, tanto terrenal como eclesial. Werther comprende esta situación y la extrapola a su propia experiencia vital: los outsiders están condenados a perecer bajo la mirada de la sociedad y del Estado. Al verse a sí mismo como un excluido, Werther agudiza más la conciencia desventurada sobre la realidad social y sobre la formación de la personalidad de los individuos. En este sentido, la imposibilidad de la salvación es un elemento que forma parte de la consolidación de la burguesía y de su lucha contra el absolutismo. Al abandonar uno de los pilares centrales del pensamiento dogmático-moral del cristianismo, el desamparo de la secularización acompaña tanto a la burguesía como a las clases populares. El crimen del campesino y la defensa de Werther ante el Estado son manifestaciones de una tensión no solo de visiones sobre la construcción de una comunidad y de un marco civil, sino también de la propia noción de clase social. Bajo esta perspectiva el asesinato, al mismo tiempo que cuestiona los presupuestos éticos de la sociedad, se presenta como la trasgresión más violenta que un sujeto hace contra sí mismo y contra los demás. En este sentido, Goethe demuestra las contradicciones ideológicas ante un conflicto que pone en duda no solo a las instituciones, sino que también abole la vida. Para profundizar en esto, cabe destacar la siguiente reflexión de Vedda sobre este episodio de la novela en particular:

Un rasgo típico, no solo de las historias criminales, sino también de la ficción policial alemana es énfasis puesto, no en el planteamiento de un misterio y en la búsqueda de un culpable, sino en el análisis minucioso de la psicología del criminal. Es significativo que, en el episodio que analizamos, el asesino pertenezca a un estamento inferior al del narrador: la corriente más importante de los casos criminales alberga el propósito de despertar la simpatía por delincuentes a los que presenta, no como monstruos inhumanos, sino como seres parecidos a los lectores de las clases medias, aunque se encuentren separados de ellos por una barrera social concebida como infranqueable. La humanización, como puede verse, es parcial: se trata de suscitar la compasión hacia outsiders cuyo comportamiento criminal el lector burgués y pequeñoburgués llega a comprender, ya que obedece a una lógica parecida a la que rige sus actos; pero también se procura consolar a dicho lector, en vista de que su origen y formación no permitirán que obre de manera bestial. Representativo del desarrollo de Werther es que este pierda la -débil-conciencia que posee inicialmente acerca de las diferencias entre su propia condición y carácter y los del criado: como las otras -con Odiseo, con Cristo-, esta identificación tiene que revelarse, en una lectura atenta, como falaz (Vedda 2015Vedda, Miguel. Leer a Goethe. Buenos Aires: Editorial Quadrata, 2015.: 78).

Si bien Werther logra humanizar y entender al criminal, ambas manifestaciones son eclipsadas en el momento en que se comprende que el personaje también es prisionero del sentimentalismo y el pensamiento ilustrado según el cual toda empatía previene la barbarie. La falacia que señala Vedda apunta, precisamente, a que el reconocimiento está mediado por lo infranqueable de la posición social y por la búsqueda de una noción universal de lo humano que fracasa ante las miserias individuales y concretas de los sujetos. En este sentido, la “mirada en el corazón” contra la normatividad jurídica se torna vacía: existe en la medida en que es un ideal y no una acción en la realidad. A la luz de esto, la Kriminalgeschichte funciona, ciertamente, como un alegato ante la brutalidad del sistema jurídico feudal pero, al mismo tiempo, como una forma de consuelo ante la violencia y de afirmación de unos valores burgueses que replican la despersonalización y deshumanización de los individuos en pos de salvaguardar las escasas conquistas sociales obtenidas. Por ello, si la historia del crimen del campesino forma parte de un proceso de secularización, este fracasa en emancipar a las clases populares y se torna en un vínculo más de la represión y del sometimiento no ya solo del aparato estatal feudal, sino de la naciente burguesía alemana. La “ilustración” de la pequeñoburguesía lectora se da, teniendo en consideración esto, a través de la opresión y la exclusión: la barbarie se vuelve “pedagógica” en la medida en que la muerte es hipostasiada y abrazada como un momento estético consolatorio.

3 Conclusiones

“Todo el Werther es una confesión encendida del hombre nuevo nacido en el curso de la preparación de la revolución burguesa, proclamación de la nueva hominización, del nuevo despertar de la omnilateral actividad del hombre producida por la sociedad burguesa y por ella trágicamente condenada a la ruina” (Lukács 1968Lukács, György. Goethe y su época. Trad: Manuel Sacristán. Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1968.: 80). Estas palabras del filósofo húngaro, a la luz de lo expuesto en los apartados del presente artículo, tienen una vigencia singular. El despertar de la burguesía alemana viene acompañada de una conciencia de la enajenación producto del trabajo y de las tensiones sociales existentes puestas de relieve a través del crimen. El nuevo sujeto despierta por su propia desventura y por el signo de lo trágico. La tristeza homicida que padece Werther anticipa la represión y la violencia de los individuos sometidos a la sociedad del rendimiento, es decir, al corolario de los ideales burgueses. La condena a la ruina que señala Lukács tiene íntima relación con esto: al mismo tiempo que Werther proclama la emancipación de la subjetividad, esta se encuentra moribunda porque defiende, en última instancia, el desarrollo de las aspiraciones represivas de una clase social que hace de la despersonalización un valor supremo. La ruina y lo moribundo, entonces, se transforman en elementos sine qua non de una subjetividad mutilada que hará del capitalismo su arma contra la vida.

Por otra parte, es ilustrativo pensar en la recepción de la novela en su propia época teniendo en consideración tanto la idea del sujeto enajenado por el trabajo y el crimen. Así, la figura de Friedrich Blanckenburg ofrece una idea llamativa sobre este asunto. Martín Koval, en un interesante análisis que realiza sobre este autor, señala que “Para Blanckenburg, una novela como Werther puede ayudar a desarrollar la capacidad de “participación afectiva” o “empatía” (“Teilnehmung”) del lector, que considera una herramienta clave para el bien común, ya que es ella la que, en todo caso, puede quitar la idea del suicidio de la mente de alguien que (como Werther) cree que lo ha perdido todo” (Koval 2021: 103). La “participación afectiva” que observa Blanckenburg puede no solamente limitarse al suicidio del personaje, sino también al contexto social opresivo que genera el crimen del campesino y la deshumanización de las clases sociales aristocráticas que denuncia Werther. La “empatía”, desde esta perspectiva, es una empatía revolucionaria que se asocia, directamente, con el paradójico nacimiento de ese nuevo sujeto burgués que Lukács señala. En este sentido, la aspiración a un bien común no se circunscribe meramente a la situación solipsista de Werther y al intento de racionalizar su elección con fines pedagógicos, sino también a comprender críticamente la represión dogmático-feudal que impide una transformación histórica de la sociedad alemana. Ciertamente, esta noción de bien común fracasa en la medida en que la emancipación no se da a través de una acción contra las estructuras imperantes, ya que la muerte y la exclusión devienen en el único camino que posee la subjetividad desventurada para enfrentarse a las abstracciones objetivadas. Sin embargo, Blanckenburg destaca algo central, y es la función emancipadora de una lectura estética de la obra del joven Goethe. En este sentido, tanto la crítica del sujeto enajenado por el trabajo y la introducción de la Kriminalgeschichte por parte del autor construyen un espacio estético que aspira a desentrañar las miserias ideológicas y afectivas de una Alemania anclada en un pasado sin porvenir y un futuro extraño y alienante. Por ello, el presente artículo recupera Die Leiden des jungen Werthers: en ella existe una actualidad profunda en el sentido de que tanto el crimen como la deformación causada por las estructuras económico-sociales siguen re-produciendo, con más fuerza, la desventura y la desesperanza hasta hacer de la tristeza asesina y violenta uno de los mayores logros de la sociedad burguesa.

Referencias bibliográficas

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  • Bodas Fernández, Lucía. El sujeto burgués en el Werther de Goethe: inactividad y fracaso. Eidos. Revista de filosofía, n. 8, 82-102, 2008.
  • Goethe, Johann Wolfgang von. Los sufrimientos del joven Werther. Trad. José María Valverde. Barcelona: Editorial Planeta, 1963.
  • Košenina, Alexander. Es ›ist also keine dichterische Erfindung‹: Die Geschichte vom Bauernburschen in Goethes ›Werther‹ und die Kriminalliteratur der Aufklärung». In: Frick, W.; Golz, J.; Meier, A.; Zehm, E. Goethe-Jahrbuch 2007. Göttingen, Wallstein Verlag, 2007, 189-197.
  • Koval, Martín. La recepción de Las penas del joven Werther de J. W. Goethe en el contexto de la Segunda Ilustración. La reseña de Friedrich Blanckenburg. Pandaemonium Germanicum, v. 24, n. 43, 2021, 96-110.
  • Lukács, György. Teoría de la novela. Un ensayo histórico-filosófico sobre las formas de la gran literatura épica. Trad: Micaela Ortelli. Buenos Aires, Ediciones Godot, 2010.
  • Lukács, György. Goethe y su época. Trad: Manuel Sacristán. Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1968.
  • Meyer-Sickendiek, Burkhard. Zärtlichkeit. Zu den aristokratischen Quellen der bürgerlichen Empfindsamkeit. In: Kiening, C.; Koschorke, A.; Vogel, J.; Wellbery, E. D. Deutsche Vierteljahrsschrift für Literaturwissenschaft und Geistesgeschichte, 2014, 206-233.
  • Pivetta, Carola. El ›caso criminal‹ de P.J.A. Feuerbach a Der neue Pitaval. In: Massa, A.; Giovannini, G.; Martins, E. (Eds), Cruce de fronteras, Grenzgänge, Cruzando fronteiras Tomo I. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2014, 455-463.
  • Richter, Jean-Paul. Vorschule der Ästhetik. München, Carl Hanser Verlag, 1963.
  • Safranski, Rüdiger. Goethe. La vida como obra de arte. Buenos Aires: Tusquets Editores, 2015.
  • Vedda, Miguel. Leer a Goethe. Buenos Aires: Editorial Quadrata, 2015.
  • Von Petersdorff, Dirk. ›Ich soll nicht zu mir selbst kommen‹. Werther, Goethe und die Formung moderner Subjektivität. In: Frick, W.; Golz, J.; Zehm, E., Goethe-Jahrbuch 2006. Göttingen, Wallstein Verlag, 2006, 67-85.
  • 2
    Estas críticas e intentos de reforma estético-vital se da en el marco del ya conocido Sturm und Drang y en la Empfindsamkeit característica del período. Ante la vasta bibliografía sobre ambos temas, cabe destacar un elemento particular que se tiene en consideración en el presente trabajo. La crítica alemana, en general, asocia la Empfindsamkeit como un elemento peculiar del desarrollo de la burguesía alemana del período sin trazar una genealogía de estos conceptos. Tanto esta idea como la noción de ternura (Zärtlichkeit) tienen su origen en la noblesse de robe francesa, es decir, en la nueva aristocracia surgida a partir el siglo XV. La apropiación de la burguesía alemana de los ideales aristocráticos franceses llama la atención, ya que pone en evidencia los mecanismos represivos de la propia aristocracia alemana en torno estos temas. Para una mayor profundización sobre estos interesantes problemas, el agudo artículo de Burkhard Meyer-Sickendiek Zärtlichkeit. Zu den aristokratischen Quellen der bürgerlichen Empfindsamkeit (2014) es ilustrativo.
  • 3
    Esta aseveración puede fundamentarse, inclusive, desde la propia producción del joven Goethe. La composición del Wilhelm Meisters theatralische Sendung (Urmeister) data entre 1777 y 1785. El escaso intervalo de tiempo entre ambas obras señala que, para el autor, el problema del artista burgués es apremiante en el sentido de que, a través del arte, no solo se define una posición de clase, sino también la importancia de la individualidad y personalidad creadora para contrarrestar la hipóstasis de la opresión feudal.
  • 4
    El término nihilismo tiene una larga tradición en el pensamiento y en la literatura occidental que varía de acuerdo a las exploraciones individuales y al contexto social. Una interesante reflexión de esta noción, enmarcada en la Goethezeit, la ofrece Jean Paul Richter en su Vorschule der Ästhetik. Si bien hay una diferencia de tiempo relativamente alta (30 años) en relación con la novela de Goethe su exploración del concepto, en términos estéticos, es altamente sugestiva para entender el acento nihilista de Werther. Para Jean Paul: “Daher suchen dichtende Jünglinge, diese Nachbarn der Nihilisten, z. B. Novalis oder auch Kunst-Romanschreiber, sich gern einen Dichter oder Maler oder anderen Künstler zum darzustellenden Helden aus, weil sie in diesen weiten, alle Darstellungen umfassenden Künstlerbusen und Künstlerraum alles, ihr eignes Herz, jede eigne Ansicht und Empfindung kunstgerecht niederlegen können; sie liefern daher lieber einen Dichter als ein Gedicht. Kommt nun vollends zur Schwäche der Lage die Schmeichelei des Wahns, und kann der leere Jüngling seine angeborne Lyrik sich selber für eine höhere Romantik ausgeben: so wird er mit Versäumung aller Wirklichkeit—die eingeschränkte in ihm selber ausgenommen— sich immer weicher und dünner ins gesetzlose Wüste verflattern; und wie die Atmosphäre wird er sich gerade in der höchsten Höhe ins kraft- und formlose Leere verlieren” (Richter 1963: 33-34)
  • 5
    La famosa tesis weberiana de la jaula de hierro (término acuñado, en realidad, a partir de la traducción al inglés de su Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus) puede encontrar, con los matices pertinentes mediados por los diferentes contextos y desarrollos del capitalismo alemán, un antecedente en esta apreciación de Werther sobre la idea del trabajo. Al situar al personaje como funcionario, Goethe vislumbra el proceso negativo de la racionalización de la libertad humana en pos de una actividad que diluye la individualidad en vez de afirmarla. En este sentido puntual, Werther es también un antecedente de los futuros oficinistas de la pequeño burguesía que, sometidos a una vida grisácea y carente de toda realización íntima, entran en un solipsismo autodestructivo, agobiante y enajenado.
  • 6
    Cabe destacar que las Kriminalgeschichten tendrán grandes exponentes en la propia Alemania. En general, se suele situar Der Verbrecher aus verlorener Ehre (1786) de Friedrich Schiller como el comienzo de esta larga tradición. Este apartado intenta proponer una nueva periodización que tome en cuenta al joven Goethe. No es de extrañar que estuviera al tanto de la existencia de esta traducción y que, inclusive, la leyera considerando que su formación académica era, precisamente, la jurisprudencia.
  • 7
    Es interesante destacar que la defensa de Werther al asesino se enmarca en las transformaciones del derecho que el joven Goethe auspiciaba. Unas líneas más arriba del ya citado párrafo, señala Košenina con respecto a esto que “Statt zum Ankläger macht sich Werther im folgenden zum Verteidiger. Bereits durch seine Anrede des Beschuldigten als «Unglücklicher» erweist er sich als Anhänger zeitgenössischer Rechtsreformen, über die der Jurist Goethe auch in Dichtung und Wahrheit berichtet: »Es zeigten sich große Bewegungen in der Jurisprudenz; es sollte mehr nach Billigkeit geurteilt werden«. Unter den Richtern »verbreitete sich der Humanismus, und alles wetteiferte, auch in rechtlichen Verhältnissen höchst menschlich zu sein. Gefängnisse wurden gebessert, Verbrechen entschuldigt, Strafen gelindert (…); ein Damm nach dem andern ward durchbrochen« (2007: 192).

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    25 Nov 2022
  • Fecha del número
    Jan-Apr 2023

Histórico

  • Recibido
    16 Mayo 2022
  • Acepto
    12 Jul 2022
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