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Saltando las olas: el localismo del surf en la playa de Patos (Galicia)

Rabeando as Ondas: o localismo do surf na praia de Patos (Galícia)

Burning the waves: surf localism at Patos beach (Galicia)

Resumen

En las playas donde se practica surf surge un conflicto llamado localismo, basado en la territorialización inscrita por ciertos surfistas en el espacio litoral. Este deriva en acciones violentas fundadas en un sentido de pertenencia, que tienen como objetivo la preservación del privilegio de surfear las olas del lugar. En este artículo, abordamos etnográficamente el localismo en el surf mediante el estudio de caso de la playa de Patos (Galicia). Rastreamos el conflicto y analizamos las relaciones de poder entre dos grupos de surfistas: locales y comunes. Concluimos que el localismo opera a la vez como un proceso de dominación, plagado de juegos representacionales, y como resistencia, presentándose como un mecanismo de conservación y regulación del entorno erigido por la comunidad surfista. Frente a la moda y globalización del surf, dominada por el crowding o masificación de las playas, el localismo revela una estrategia informal de distribución de las olas.

Palabras clave:
Localismo; Surf; Galicia; Etnografía; Relaciones de poder

Resumo

Nas praias de surf surge um conflito chamado localismo, baseado na territorialização inscrita por certos surfistas no espaço costeiro. Isto deriva de ações violentas baseadas no sentimento de pertencimento, que visam preservar o privilégio de surfar as ondas do lugar. Neste artigo, abordamos etnograficamente o localismo no surf através do estudo de caso da praia de Patos (Galícia). Rastreamos o conflito e analisamos as relações de poder entre dois grupos de surfistas: os locais e os comuns. Concluímos que o localismo opera tanto como um processo de dominação, atormentado por jogos de representação, quanto como resistência, apresentando-se como um mecanismo de conservação e regulação do meio ambiente erguido pela comunidade surfista. Diante da moda e da globalização do surf, dominada pelo crowding ou massificação das praias, o localismo revela uma estratégia informal de distribuição das ondas.

Palavras-chave:
Localismo; Surf; Galícia; Etnografia; Relações de poder

Abstract

On surfing beaches, a conflict known as localism often arises based on the territorialisation inscribed by certain surfers upon the coastal space. This results in violent actions based on a sense of belonging which aim to preserve the privilege of surfing the waves of a particular spot. In the present article, we ethnographically approach localism in surfing through a case study of Patos beach (Galicia). We trace conflicts and analyze power relations between two groups of surfers: locals and commoners. We conclude that localism operates both as a process of domination (plagued by representational games) and as resistance, presenting itself as a mechanism erected by the surfing community for theconservation and regulation of the environment. Faced with the increasing popularity and globalization of surfing, dominated by overcrowding or massification of beaches, localism reveals an informal strategy of wave distribution.

Keywords:
Localism; Surfing; Galicia; Ethnography; Power relations

Introducción

No todo es paz, armonía y buena onda en el surf. A menudo, la violencia salpica las playas donde este es practicado, los llamados spots. Dentro y fuera del agua, las disputas emergen bajo la forma del localismo, un conflicto basado en la territorialización inscrita por ciertos surfistas -conocidos como locales- en el espacio litoral, que puede derivar en acciones coercitivas fundadas en un sentido de pertenencia y que tienen como objetivo la preservación del privilegio de surfear las olas de dicho espacio ( Sweeney 2005SWEENEY, Stuart. 2005. The Spatial behavior of surfers. University of California, Department of Geography. Santa Barbara, CA.; Waitt y Warren 2008WAITT, Gordon y Andrew WARREN . 2008. “Talking shit over a brew after a good session with your mates: surfing, space and masculinity”. Australian Geographer 39 (3): 353-365. doi: https://doi.org/10.1080/00049180802270549.
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). Presente en numerosas costas de todo el mundo, la intensidad con la que se presenta este conflicto varía alrededor de los contextos culturales y de las playas concretas donde se practica surf ( Beaumont y Brown 2016BEAUMONT, Emily y David BROWN. 2016. “ ‘It’s not something I’m proud of but it’s… just how I feel’: local surfer perspectives of localism”. Leisure Studies 35(3): 278-295. doi: https://doi.org/10.1080/02614367.2014.962586.
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). Así, este fenómeno adquiere variados gestos y manifestaciones: grafitis, insultos, miradas hostiles y amenazas en el parking, daños a propiedades (coches, tablas), advertencias para que ciertos surfistas abandonen el spot o no remen las olas, aguadillas 1 1 Una aguadilla o calada consiste en sumergir la cabeza de alguien en el agua durante unos instantes. , expulsiones e incluso golpes y peleas dentro y fuera del agua.

Desconocido por lo general fuera de los círculos surfistas, el localismo se presenta como un mundo impermeable. Pese a la gravedad que pueden llegar a alcanzar las distintas agresiones, existe un gran vacío tanto en su conocimiento como en su regulación. Si bien podemos hallar análisis de cierto calado en contextos como Brasil ( Martins 2014MARTINS, Marília. 2014. “Territorial disputes, identity conflicts, and violence in surfing”. Motriz: Revista de Educaçao Física 20 (1): 15-25. doi: https://doi.org/10.1590/S1980-65742014000100003.
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), Australia ( Evers 2009EVERS, Clifton. 2009. “The Point: surfing, geography and a sensual life of men and masculinity on the Gold Coast, Australia”. Social & Cultural Geography 10 (8): 893-908. doi: https://doi.org/10.1080/14649360903305783.
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) o EE.UU. ( Olivier 2010OLIVIER, Steve. 2010. “ ‘Your Wave, Bro!’: virtue ethics and surfing”. Sport in Society 13 (7-8): 1223-1233. doi: https://doi.org/10.1080/17430431003780229.
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), lo cierto es que para el caso español las aportaciones son tan escasas como superficiales. El localismo no es abordado ni directamente ni en profundidad, sino mencionado colateralmente en trabajos que indagan los orígenes del surf ( Esparza 2011ESPARZA, Daniel. 2011. “De Hawai al Mediterráneo: La génesis del surf en España”. Revista Internacional de Ciencias del Deporte 7 (26): 370-383. doi: https://doi.org/10.5232/ricyde.
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) o los efectos del turismo en zonas costeras ( Rivera 2016RIVERA, Manuel. 2016. “Paisaje, patrimonio y turismo de surf: factores de atracción y motivación en el Parque Natural del Estrecho (España)”. Cuadernos de Turismo (37): 351-376. doi: https://doi.org/10.6018/turismo.37.256271.
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). Además, y salvo excepciones ( Sanz-Marcos y Alonso-Sobrado 2019SANZ-MARCOS, Paloma y Dunia ALONSO-SOBRADO . 2019. “Los surfistas españoles desde un enfoque tribal: aproximación a su descripción como tribu urbana”. E-Motion, Revista de Educación, Motricidad e Investigación (12): 67-83.), la mayoría de las investigaciones no miran a este mundo desde la antropología y las ciencias sociales, sino a través de disciplinas como la actividad física y las ciencias del deporte, el turismo o el derecho.

En este artículo abordaremos el localismo en el surf mediante el estudio de caso de un contexto específico: la playa de Patos, en Nigrán (Galicia), que presenta uno de los localismos más extremos a nivel español 2 2 Información obtenida de la Guía Surf Skate, que cataloga anualmente las playas del mundo en función a variables de interés, entre ellas el localismo. Véase: Guía Surf Skate. Guía Surf Skate. 12ª. ed. Cantabria: RCREA Comunidad Gráfica, 2019. Disponible en: https://issuu.com/guiasurfskate/docs/issuu_2019. Consultado el: 6 oct. 2023. . Situándonos al Sur de la provincia de Pontevedra y a un paso de la frontera con Portugal ( Figura 1), trataremos de arrojar luz sobre un fenómeno extendido por el territorio e inexplorado por la literatura académica. Además, centrándonos en el caso gallego, la ausencia de investigaciones es acusada dada la singularidad del territorio en sí: a lo largo de mil quinientos kilómetros de costa recortada por rías y acantilados, sin contabilizar las islas y marismas (Instituto Nacional de Estadística 2008) 3 3 Información obtenida en: Instituto Nacional de Estadística (INE). Entorno físico y medioambiente. En: Instituto Nacional de Estadística (INE) (ed.). Anuario Estadístico de España. Madrid: INE, 2008. p. 7-47. Disponible en: https://www.ine.es/prodyser/pubweb/anuario08/anu08_01entor.pdf. Consultado el: 6 oct. 2023. , Galicia alienta la popularidad y la práctica del surf debido a las buenas condiciones que presentan ciertas zonas y al elevado número de spots en la región.

Figura 1.
Mapa de spots de Galicia

En este trabajo exploraremos el localismo en Patos prestando especial atención a las relaciones de poder y resistencia articuladas entre los dos principales actores de este conflicto: los surfistas locales y los surfistas comunes, siendo la primera una categoría emic y la segunda una categoría analítica . A mayores, introduciendo los aspectos más generales de la práctica del surf, describiremos los saberes específicos que poseen los surfistas y los modos en que estos se adquieren y circulan, así como trataremos de identificar los criterios que permiten clasificar a un surfista como local y las vías de integración en dicho grupo. Al mismo tiempo, a través del fenómeno del localismo y del análisis de las prácticas que lo constituyen, indagaremos en las formas de relación con el territorio y en el modo en que estos agentes gestionan y regulan los usos del mar. En tanto conflicto, el localismo hace emerger un paisaje activo cruzado por tensiones varias, donde el proceso de globalización capitalista, la turistificación de las playas, las disputas en torno al espacio, el manejo de las nuevas tecnologías, el ocio o la preeminencia del cuerpo ayudan a contextualizar, a la par que atraviesan, este singular proceso de dominación articulado alrededor de la práctica del surf.

Metodológicamente, como después detallaremos, partimos de una etnografía sensible apoyada en el trabajo de campo, la observación participante y las entrevistas en profundidad. Todo esto se verá complementado con nuestra experiencia y nuestros saberes surfistas, pues una de nosotras surfeó en Patos durante casi una década. Es así que ahondaremos en el conocimiento local ( Geertz 1994GEERTZ, Clifford. 1994. Conocimiento local. Barcelona: Paidós.) en perspectiva situada y encarnada ( Haraway 1995HARAWAY, Donna. 1995. Ciencia, cyborgs y mujeres. Madrid: Cátedra.). Sabiendo que al surf lo envuelven numerosas emociones y sensaciones, afinaremos nuestra sensibilidad etnográfica para aprehender los sentidos del campo y re-conocer el campo como un lugar de sentidos ( Stoller 1989STOLLER, Paul. 1989. The taste of ethnographic things: the senses in Anthropology. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.). Por ello, allá donde ni la mirada ni la palabra sean suficientes, combinaremos la observación con la percepción participante ( Pink 2015PINK, Sarah. 2015. Doing Sensory Ethnography. London: SAGE.).

La estructura del artículo es la siguiente. Primero describiremos el contexto específico de Patos, introduciendo la práctica del surf y repensando la playa como un lugar de conflicto. A continuación discutiremos nuestro repertorio metodológico, una etnografía atenta a las percepciones y dispuesta a dialogar con sus propios dilemas de campo. Después analizaremos el conflicto en sí, combinando la descripción densa ( Geertz 1994GEERTZ, Clifford. 1994. Conocimiento local. Barcelona: Paidós.) con la reflexión teórica, aproximándonos al localismo desde un plano espacial ( Certeau 2010CERTEAU, Michel de. 2010. La invención de lo cotidiano. México, D.F.: Universidad Iberoamericana.), interaccionista ( Goffman 1979GOFFMAN, Erving. 1979. Relaciones en público. Madrid: Alianza.) y desde los estudios del poder ( Foucault 1992FOUCAULT, Michel. 1992. Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.; Scott 2003SCOTT, James C. 2003. Los dominados y el arte de la resistencia. Tafalla: Txalaparta.). Por último, esbozaremos nuestras conclusiones, entre las que apuntamos que el localismo opera como un complejo proceso de dominación, plagado de matices y juegos representacionales varios, pero a la vez -y paradójicamente - funciona también como resistencia, presentándose como un mecanismo de autorregulación y conservación frente al proceso global de moda del surf que tiene como resultado el crowding o la masificación de las playas.

En la playa de Patos

Sobre la playa, la arena readquiere su doble significado: geológico y social, superficie de piedras desintegradas en partículas finísimas y lugar de combate. Campo abierto de relaciones de fuerzas sociales, la playa es un observatorio sociológico privilegiado ( Calvo 2009CALVO, Carlos. 2009. “Bourdieu en la playa. Campos de fuerza y relaciones de poder sobre la arena”. Gazeta de Antropología 25 (2).: 3).

Ubicada en el concello de Nigrán, en el área metropolitana de la ciudad de Vigo, Patos es una playa semiurbana dotada de servicios y bandera azul 4 4 La bandera azul es un distintivo otorgado por la Fundación Europea de Educación Ambiental a playas que cumplen una serie de condiciones ambientales e instalaciones. . Muy concurrida en los meses estivales, está considerada -y es promocionada por las instituciones- como una de las más bellas del paisaje gallego, debido en parte a su proximidad con las Islas Cíes, pertenecientes al Parque Nacional de las Islas Atlánticas 5 5 Información obtenida de una de las guías/itinerarios que hace la oficina de turismo de la Xunta de Galicia. Concretamente, de una sobre turismo de surf. Para más información, véase: Xunta de Galicia. Itinerarios. (s.f.). Disponible en: https://www.turismo.gal/docs/mdaw/mzey/~edisp/turga312309.pdf?langId=gl_ES. Consultado el: 6 de oct. 2023. . Sin embargo, para el tema que nos ocupa, más allá de la hermosa estampa Patos es un lugar de conflicto. En la playa y para los surfistas, el localismo representa la territorialización de ese conflicto.

Cuando pensamos la playa, solemos pensar en el ocio o el descanso que comporta. La pensamos con la luz, el calor o la brisa de los largos días de verano. A nivel fenomenológico, sin embargo, habrá tantas playas como prácticas y experiencias de la misma. En este sentido, cabe indicar que esta imagen de la playa, así evocada y ensoñada, es por supuesto una invención cultural. Durante siglos, la costa no era pensada sino como la prolongación última del mar, ese infinito enigmático y amenazante poblado de piratas, que inspiraba miedo y repulsión. No sería hasta la Ilustración y especialmente durante el siglo XIX cuando una nueva sensibilidad, en Europa, mira al mar de otro modo, como un territorio donde el “vacío” se torna “emoción” ( Corbin 1993CORBIN, Alain. 1993. El territorio del vacío: Occidente y la invención de la playa (1750-1840). Barcelona: Mondadori.). En aquellos tiempos, además, la medicina higienista subraya las bondades terapéuticas de tomar las aguas: primero las termales de los balnearios, después -especialmente en el Atlántico de la península ibérica - las aguas marinas. Esta práctica, restringida en origen a la aristocracia, se populariza a inicios del siglo XX y eclosiona a partir de los años cincuenta, cuando la creciente industria del turismo promociona la playa como un lugar de ocio y diversión, animando así los baños de sol como una fuente de energía y vitalidad ( Larrinaga 2015LARRINAGA, Carlos. 2015. “De las playas frías a las playas templadas: la popularización del turismo de ola en España en el siglo XX”. Cuadernos de Historia Contemporánea 37: 67-87. doi: https://doi.org/10.5209/rev_CHCO.2015.v37.50987.
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). Será precisamente en los años cincuenta cuando el surf dé el salto de EE.UU. a Europa, desarrollándose en el norte peninsular español a partir de los sesenta ( Esparza 2011ESPARZA, Daniel. 2011. “De Hawai al Mediterráneo: La génesis del surf en España”. Revista Internacional de Ciencias del Deporte 7 (26): 370-383. doi: https://doi.org/10.5232/ricyde.
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) 6 6 Será a finales de los sesenta cuando el surf llegue a Galicia, en las áreas de A Coruña y Vigo. Así, desde sus orígenes míticos y confusos entre los pueblos de la Polinesia o los mochicas y chimúes del Perú pre-inca, en tanto práctica para el desplazamiento y la pesca artesanal; o en su contacto con Occidente en las expediciones del capitán Cook a las actuales islas Hawaii (Brown y Ford 2006), el surf ha venido conformándose como una práctica deportiva de gran popularidad. . Pareciera, entonces, que la playa se vuelve la representación de la conquista de la igualdad social.

Sin embargo, más allá de estos enfoques historiográficos, miradas como las de la sociología crítica francesa han mostrado cómo la playa es también un escenario de conflicto, violencia y dominación, donde la lógica social de la diferencia se espacializa ( Calvo 2009CALVO, Carlos. 2009. “Bourdieu en la playa. Campos de fuerza y relaciones de poder sobre la arena”. Gazeta de Antropología 25 (2).). Las primeras incursiones del campesinado en la segunda mitad del siglo XX, por ejemplo, que son a la vez un producto de las primeras vacaciones -en tanto conquista del Estado de bienestar - y una expresión de su dinamismo cultural, ponen de manifiesto las diferencias de clase y estilo: las dificultades en el “manejo” de los códigos estéticos y en la adquisición de las “técnicas de uso de la playa”, tales como las maneras de vestirse y desvestirse, o el saber y no saber nadar, aprendidas por simple costumbre; o el sentimiento de “vergüenza corporal” y “vergüenza cultural”, mostrando sus marcas de moreno en la piel como estigmas que denotan su pertenencia social y su relación con el trabajo, donde el moreno uniforme requeriría de una exposición prolongada en la playa, solo apta para quienes poseen más tiempo y recursos ( Champagne 1975CHAMPAGNE, Patrick. 1975. “Les paysans à la plage”. A ctes de la Recherche en Sciences Sociales 1 (2): 21-24.). Es decir, un espacio donde la propia hexis corporal denota un proceso de dominación simbólica ( Bourdieu 1998BOURDIEU, Pierre. 1998. La distinción. Madrid: Taurus.). Así entendida, la playa se nos presenta como un escenario de relaciones de poder, insuficientemente atendida en perspectiva etnográfica pese a la existencia de valiosos trabajos que problematizan cuestiones en torno a su uso y preservación ( Low, Taplin y Scheld 2009LOW, Setha, Dana TAPLIN y Suzanne SCHELD . 2009. Rethinking urban parks. Austin: University of Texas Press.) o en torno a su carácter de espacio público ( Maya-Rodríguez 2017MAYA-RODRÍGUEZ, Francisco J. 2017. “Crafted Natures: A Beach as Seen by Its Fishermen”. Český lid 104 (2): 247-258. doi: http://dx.doi.org/10.21104/CL.2017.2.05.
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).

En Patos, el conflicto surfista se concentra en su punta occidental, llamada “el Pico de Patos” y caracterizada por presentar un fondo de roca que genera olas de gran calidad, a diferencia de las que rompen en el resto de la playa ( Figura 2). Esto se explica por las características del lugar: la parte central, donde surfean los practicantes comunes, es de fondo de arena, generando cambios constantes debido a la acumulación y desplazamiento de la misma. Este fondo requiere que las olas que llegan de alta mar tengan una fuerza elevada para generar paredes largas, limpias y surfeables 7 7 La pared es la parte limpia y surfeable de la ola que va abriéndose a un lado de la espuma. Representa el recorrido de la ola, por lo que será de mayor calidad cuanto más larga sea y cuanto más tiempo aguante sin romper. Según su verticalidad, posibilitará un surf más o menos explosivo. , lo que rara vez ocurre debido al bloqueo que suponen las Islas Cíes ( Figura 3). Sin embargo, nada de esto resulta problemático en la zona occidental, más escorada, donde el fondo de roca facilita un pico perfecto y constante que solo necesita una fuerza mínima para generar buenas olas.

Figura 2.
Playa de Patos vista desde arriba, con el Pico y su fondo de roca a la izquierda

Contrariamente a lo que podríamos pensar, no es en el mar donde se practica surf. Técnicamente, en el mundillo, solo se surfea en “el pico”, esto es, el espacio en que rompen olas susceptibles de ser surfeadas. Cierto es que puede existir más de un pico en los spots. Al escoger uno de ellos no solo se tiene en cuenta la calidad de sus olas sino también la cantidad de personas que se encuentran en él, la presencia o no de locales y el nivel de peligro que supone surfearlo. En esta playa, el pico de más calidad -el Pico de Patos, el más conocido del Sur de Galicia - está acaparado por surfistas locales, que reclaman un derecho exclusivo sobre ese espacio y sus olas. Para ellos, los surfistas comunes -los no locales - son percibidos como una amenaza. Dicha percepción deriva en prácticas de exclusión e intimidación cuyo objetivo es proteger un espacio que sienten como propio.

Figura 3.
Vista de las Islas Cíes desde la playa de Patos

Los surfistas manejan espacios que no se ven, que cobran sentido, visibilidad y significado en cuanto son recorridos y practicados ( Certeau 2010CERTEAU, Michel de. 2010. La invención de lo cotidiano. México, D.F.: Universidad Iberoamericana.). Fenomenológica y experiencialmente, sus desplazamientos no están delimitados por barreras físicas sino por fronteras que solo son perceptibles para la “mirada surfista”, y que emergen de ella ( Brown y Ford 2006BROWN, David y Nick FORD . 2006. Surfing and Social Theory. Experience, embodiment and narrative of the dream glide. London: Routledge.). Es decir, una mirada que hace ver, que produce desde la experiencia lo que ve, en tanto ver implica re-conocer y, por tanto, conocer para poder ver ( Merleau-Ponty 1975MERLEAU-PONTY, Maurice. 1975. Fenomenología de la percepción. Barcelona: Península.). O de otro modo, “lo que se mira y se ve está indisociablemente vinculado con lo que se hace” ( Ruiz-Ballesteros y Valcuende del Río 2020RUIZ-BALLESTEROS, Esteban y José María VALCUENDE DEL RÍO . 2020. “Cuerpos en el entorno: Reflexiones para una etnografía de las percepciones ambientales”. AIBR 15 (1): 105-128. doi: https://doi.org/10.11156/aibr.150106.
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: 117). Si en la mirada, por tanto, están implicados nuestros ojos pero también nuestra experiencia y nuestros cuerpos, la singular relación con el medio que mantiene la comunidad surfista le permite manejarse con soltura entre las olas. Al fin y al cabo, lo que una hace en un espacio condiciona su modo de sentirlo ( Hall 1987HALL, Edward T. 1987. La dimensión oculta. Madrid: Siglo XXI.: 181). De este modo, tratando el localismo como un conflicto basado en la territorialización, entendemos el territorio no solo en su vertiente física sino como una práctica dinámica e intersubjetiva que lo recorre, lo crea y lo recrea en base a la experiencia. Así, el Pico de Patos -“el Pico” - no solo se conforma por las condiciones materiales del océano sino por las interacciones entre surfistas, haciendo del localismo un conflicto sostenido en el agua y en la piel ( Waitt y Warren 2008WAITT, Gordon y Andrew WARREN . 2008. “Talking shit over a brew after a good session with your mates: surfing, space and masculinity”. Australian Geographer 39 (3): 353-365. doi: https://doi.org/10.1080/00049180802270549.
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).

Tal y como los pasos tejen y espacializan los lugares ( Certeau 2010CERTEAU, Michel de. 2010. La invención de lo cotidiano. México, D.F.: Universidad Iberoamericana.), en tanto estos cobran sentido en la acción y en la relación de los caminantes que los habitan, surfear en una zona del mar teje en ella un territorio, un pico. Si un pico deja de ser funcional -por el cambio de fondos de playa, la construcción de un dique u otros motivos que alteren la morfología costera -, se desterritorializa. En cierto modo podemos entender los picos como espacios de paso, liminares ( Turner 1988TURNER, Victor W. 1988. El proceso ritual. Madrid: Taurus.): cuando no hay olas, todas las redes que se tejen alrededor de ellos parecen desaparecer y las dinámicas de apropiación se esfuman. Cuando el pico emerge y es surfeado, la identidad surfista -y el localismo como conflicto- toman cuerpo y lugar; al haber corrido la ola, el surfista se constituye como tal, en el agua y sobre la tabla. Empero, la cualidad de estos espacios de paso, y su singularidad ritual, es que no solo permiten que otros pasen a través suyo, sino que también ellos pasan, fluyen, se desvanecen, otorgando a la práctica surfista y al localismo una curiosa -y pasajera- dimensión temporal. Además, estos espacios funcionan como veneradas áreas de culto en torno a las cuales se acumulan simbólicamente experiencias, saberes y memorias que provocan fuertes sentimientos de identidad, fricción, comunidad y conflicto. En la cotidianidad tejida intersubjetivamente entre surfistas comunes y locales, una cotidianidad que convierte la playa en un microcosmos donde se crean y recrean a diario las relaciones y los límites que las sostienen, el viejo mito del mar libre o res nullius, esto es, una “cosa de nadie” caracterizada por la ausencia de formas regladas de acceso, se evapora -al igual que ocurre en las sociedades pesqueras gallegas ( Alonso-Población 2014ALONSO POBLACIÓN, Enrique. 2014. O mar é femia. Riesgo y trabajo entre los pescadores de una villa costera gallega. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.) - con cada golpe de ola, y el localismo convierte la playa en escenario de actuación y representación del poder.

Una etnografía a golpe de ola

Si miro hacia la izquierda puedo verlos disfrutando de sus olas. Oigo sus gritos de éxtasis al surfearlas. Y yo congelándome, después de un baño entre cien personas en condiciones pésimas. Qué rabia. Pero, así es como funciona ¿no? Los locales son los locales… Su pico, su hogar, sus olas. Es una cuestión de respeto, dicen. Siento las piedras de la orilla clavándose en mi pie, estoy temblando. El sol se pone. De fondo, siguen sus gritos. Me muero de rabia ( Diario de campo, 25 de enero de 2020).

El mundo del surf está empapado de emociones y experiencias sensoriales. La adrenalina y la euforia por coger una buena ola, el riesgo y el temor a golpearse con las rocas, el frío del invierno metido en los huesos, el agua colándose en el neopreno, la alegría del contacto estrecho con el entorno, la paz de ver un atardecer desde la rompiente, el pelo seco por la sal, la frustración por tener un mal baño cuando la playa se masifica, la rabia de no poder surfear en el pico cuando hay locales, el miedo a que haya bronca y te echen del agua, la fatiga y el dolor en el cuerpo al salir del mar… Los surfistas viven rodeados de estímulos sensoriales responsables de que deseen volver a la playa, e incluso, de cómo se comportan cuando están en ella. En el contexto del localismo estos se agudizan, de manera que es indispensable atenderlos para aprehender el conflicto con cierta profundidad.

Para hacerlo, a veces no basta con observar ni con escuchar. Metodológicamente, en tales situaciones debemos poner el cuerpo en la arena, en el agua, aceptando la intersubjetividad inherente al trabajo de campo como una vía para relacionar sus percepciones y las nuestras ( Diz 2019DIZ, Carlos. 2019. “Maneras de vivir: emoción, política e identidades en movimiento”. ANDULI, Revista Andaluza de Ciencias Sociales 18: 93-117. doi: https://doi.org/10.12795/anduli.2019.i18.05
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). Es así que el localismo se expresa también mediante la circulación, el intercambio y la apropiación de estímulos y emociones colectivas y relacionales; emociones incorporadas y socializadas entre surfistas, y que actúan sobre el terreno como formas de comunicación, reconocimiento y afiliación ( Flores Martos 2019FLORES MARTOS, Juan A. 2019. “The Ethnographic Traveler: Immersions, Encounters, and Imaginings”. In: M. Bianet Castellanos (ed.), Detours. Travel and the Ethics of Research in the Global South. Tucson: The University of Arizona Press. pp. 52-71.). De este modo, en la playa, el espacio del conflicto y las emociones que desata se retroalimentan formando un todo en sí mismo, constituyendo estas -al territorializarse- un sistema de conocimiento local ( Thrift 2004THRIFT, Nigel. 2004. “Intensities of feeling: Towards a spatial politics of affect”. Geografiska Annaler: Series B, Human Geography 86 (1): 57-78. doi: https://doi.org/10.1111/j.0435-3684.2004.00154.x.
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).

Entendiendo el campo más como un habitus que como un lugar fijo, esto es, como “un conjunto de disposiciones y prácticas corporizadas” ( Clifford 1999CLIFFORD, James. 1999. Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa.: 91), y sabiendo que los sentidos y estímulos sensoriales contribuyen a la construcción de la experiencia y la identidad ( Stoller 1989STOLLER, Paul. 1989. The taste of ethnographic things: the senses in Anthropology. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.), debemos primeramente reconocer los límites de nuestra mirada. Es decir, existe una vulnerabilidad intrínseca al trabajo de campo: somos observadoras vulnerables porque nos involucramos en él, lo afectamos y nos afecta, y en cualquier momento nos pueden devolver la mirada ( Behar 1996BEHAR, Ruth. 1996. The vulnerable observer. New York: Beacon Press.). Por tanto, si bien el sentido de la vista ha sido privilegiado desde los albores de la etnografía ( García Grados 2017GARCÍA GRADOS, Carlos. 2017. “La percepción participante como una herramienta metodológica feminista: Una aplicación a los estudios de género”. AIBR 12 (2): 125-146. doi: https://doi.org/10.11156/aibr.120203.
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), numerosas tentativas feministas y encarnadas han venido ensayando maneras de hacer etnográficas que entienden el cuerpo, las emociones y (todos) los sentidos como un punto de partida de la experiencia de estar en el mundo y articular modos de saber ( Esteban 2004ESTEBAN, Mari Luz. 2004. “Antropología encarnada. Antropología desde una misma”. Papeles del CEIC 12: 1-21.; Gregorio 2014GREGORIO, Carmen. 2014. “Traspasando las fronteras dentro-fuera: Reflexiones desde una etnografía feminista”. AIBR 9 (3): 297-322. doi: https://doi.org/10.11156/aibr.090305.
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).

En nuestro trabajo de campo hemos decidido nutrirnos de la técnica de la observación, así como del uso etnográfico del cuerpo y la sensorialidad como fuentes de reflexión, lo que se ha venido llamando “percepción participante” ( Pink 2015PINK, Sarah. 2015. Doing Sensory Ethnography. London: SAGE.). Entendiendo la percepción como “la dimensión más íntima de la experiencia” ( Ruiz-Ballesteros y Valcuende del Río 2020RUIZ-BALLESTEROS, Esteban y José María VALCUENDE DEL RÍO . 2020. “Cuerpos en el entorno: Reflexiones para una etnografía de las percepciones ambientales”. AIBR 15 (1): 105-128. doi: https://doi.org/10.11156/aibr.150106.
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: 111), el carácter situado de nuestro tiempo en la playa ha funcionado como un complemento de aprendizaje a nuestras tareas de observación, diálogo y registro etnográfico. Los nueve años que una de nosotras pasó surfeando en Patos abrieron puertas y alumbraron preguntas, accediendo a informantes, tratando sin tapujos el conflictivo tema del localismo -de difícil acceso y de nula discusión pública-, y reforzando nuestro conocimiento sobre el tema: los códigos, la jerga, las normas no escritas, el funcionamiento de las olas y las corrientes, etc. A la vez, como en toda investigación, no pocos dilemas fueron enfrentados. Hubo que manejar las distancias y las pasiones, así como habitar la intersección entre el saber nativo y el saber etnográfico.

Sin embargo, el haber reducido en los últimos años nuestra práctica del surf en Patos nos permitió volver a ella con la mirada fresca y la distancia adecuada. Cuando nos subimos de nuevo a la tabla la playa había cambiado: habían aparecido nuevos surfistas, otros lo habían dejado, habían abierto nuevas escuelas de surf en la orilla, se habían modificado los fondos marinos 8 8 Los fondos marinos de arena cambian con frecuencia por alteraciones en la morfología costera, normalmente provocadas por fenómenos climáticos o por la construcción de infraestructuras a pie de playa. ... El localismo, en cambio, seguía y todavía sigue funcionando como lo hacía entonces. Para entenderlo en proximidad, hemos desarrollado trabajo de campo entre septiembre de 2019 y junio de 2020. Además de lo ya comentado, pudimos realizar entrevistas en profundidad con surfistas comunes y locales, estableciendo como condición una experiencia mínima de cinco años surfeando en Patos, con el fin de asegurar los suficientes conocimientos sobre el entorno y sus dinámicas. En este punto, cabe decir que el grupo de surfistas locales fue más difícil de contactar. No fue poca su desconfianza ni fueron pocos los rechazos, a menudo malentonados. Todos, por supuesto, significativos. En sus silencios y en sus violentas negativas, hablaban el secretismo y la impermeabilidad del localismo.

Tensión en el Pico: saberes, normas y crowding

No todo es una gran familia en el agua. El surf no es hoguerita, buen rollo y tienda de campaña. No. Hay muy mal ambiente (Jake, surfista común, 24 años).

Con tanta gente, eso no es hacer surf: es pelearse (Lucas, surfista local pionero, 44 años).

El surf es un deporte náutico practicado sobre una tabla que se desliza sobre la pared de las olas. Sin embargo, en nuestro diario de campo, apenas aparece recogida la palabra “deporte” en la voz de los informantes. Cuando hablan del surf, enfatizan principalmente las emociones que comporta y las relaciones que permite establecer con el entorno, destacando con entusiasmo -y a menudo con un cierto misticismo new age- el (con)tacto directo con el medio y, en un sentido háptico, su interrelación e interdependencia con los elementos: el mar, el sol, la arena de la playa, el viento ( Obrador-Pons 2007OBRADOR-PONS, Pau. 2007. “A haptic geography of the beach: naked bodies, vision and touch”. Social & Cultural Geography 8 (1): 123-141. doi: https://doi.org/10.1080/14649360701251866.
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). “A mí el surf me ayuda a relajarme, a conectar conmigo y con la naturaleza… a ver el mar”, decía Carla, una surfista común de veintiún años. Pero esa supuesta relajación se rompía a menudo por la tensión en el Pico. Por ello, nuestro interés principal no radica en discutir el localismo como efecto de una práctica deportiva, sino en entender que esta, en su carácter figuracional y multidimensional, se entreteje con procesos sociales más amplios desplegados en el territorio, tales como el poder y la violencia, que están en el origen histórico de tantos deportes ( Elias y Dunning 1992ELIAS, Norbert y Eric DUNNING . 1992. Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Madrid: Fondo de Cultura Económica.). Más precisamente, reconociendo en nuestro trabajo la impronta eliasiana de la relacionalidad en la comprensión ontológica del conflicto y en el análisis de los mecanismos de inclusión y exclusión que organizan y diferencian a los surfistas locales y comunes -o en las categorías de Elias y Scotson (2016ELIAS, Norbert y John SCOTSON . 2016. Establecidos y marginados. Una investigación sociológica sobre problemas comunitarios. Madrid: Fondo de Cultura Económica.), a los “establecidos” y “marginados”-, no pretendemos ni podemos abarcar en este artículo todas las dimensiones deportivas del surf, que comporta -como todo deporte- un campo y un proceso de socialización específicos, actuando como un factor de distinción de clase ( Bourdieu, 1998BOURDIEU, Pierre. 1998. La distinción. Madrid: Taurus.). Por tanto, sabiendo que el surf es una realidad múltiple, fragmentada y con sus diferencias internas -a la vez un deporte olímpico, una profesión performada en circuitos internacionales, una técnica enseñada en escuelas o una práctica de ocio amateur que activa conflictos territoriales-, para analizar la tensión en el Pico y a tenor de lo (no) manifestado por nuestros informantes nos moveremos más allá del ámbito estrictamente deportivo.

En la playa de Patos, dos grupos se enfrentan en la jerarquía de poder sobre las olas: los comunes y los locales, arrogándose estos últimos la propiedad del Pico. Al igual que ocurría con los marginados y los establecidos en la localidad ficticia de Winston Parva ( Elias y Scotson 2016ELIAS, Norbert y John SCOTSON . 2016. Establecidos y marginados. Una investigación sociológica sobre problemas comunitarios. Madrid: Fondo de Cultura Económica.), estos dos grupos presentan modos de vida y características similares, pero se ven a sí mismos como radicalmente distintos. En la cotidianidad de la playa, se revelan un conjunto de interdependencias funcionales que producen relaciones de distanciamiento y proximidad. Comunes y locales confieren a la regularidad, el conocimiento, la antigüedad, la experiencia y el “vicio” el valor práctico que conforma su identidad surfista. Es la continuidad semanal (“estar en el agua”) la que permite ganar experiencia, adquirir saberes y dominar las técnicas corporales ( Mauss 1991MAUSS, Marcel. 1991. Sociología y antropología. Madrid: Tecnos.). De esta manera, cada “baño” adquiere una dimensión ritual, pues como decíamos, estar en el agua y surfear las olas implica un tránsito espacio-temporal que reafirma la identidad grupal. Estos saberes no están conformados solo por aspectos físicos, sino también por aquellos que resultan necesarios para la práctica del surf y la interacción en el agua: conocer las normas, el canal, la resaca y el estado de las corrientes, o saber interpretar cuáles son los mejores momentos para subirse a la tabla. Así, la comunidad surfista es, como todas, una comunidad epistémica, capaz de producir, ensamblar y hacer circular saberes. Al adquirir tales conocimientos, aprenden y aprehenden el entorno, desarrollando una “mirada surfista” que les permite descifrar el mar y leer en él la calidad de sus olas y los peligros que entraña ( Brown y Ford 2006BROWN, David y Nick FORD . 2006. Surfing and Social Theory. Experience, embodiment and narrative of the dream glide. London: Routledge.). Quien surfea, “coge” y “caza” olas tal como quien pesca identifica los distintos peces en el mar, teniendo ambas prácticas tanto de rutina como de performance e improvisación ( Hoeppe 2007HOEPPE, Götz. 2007. Conversations on the beach: fishermen's knowledge, metaphor and environmental change in South India. New York: Berghahn Books.). Por ello, los saberes no bastan ante un medio cambiante, traicionero e incierto. Al igual que entre las comunidades pescadoras gallegas, en Patos se sobreentiende que “ o mar es quien ‘manda’” ( Alonso-Población 2014ALONSO POBLACIÓN, Enrique. 2014. O mar é femia. Riesgo y trabajo entre los pescadores de una villa costera gallega. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.: 248). El surfista se encuentra a su merced, vulnerable, siempre atento a su colosal mandato, debiendo surfear con las olas y no en ellas, dejando un rastro efímero y negociando (sobre la tabla y en un acto pasajero) entre su voluntad y los caprichos del océano. Su cuerpo, en equilibrio, busca adaptarse a lo impredecible, guiándose por un sentido intuitivo adquirido en el proceso de aprendizaje e incorporado en forma de habitus ( Bourdieu 1998BOURDIEU, Pierre. 1998. La distinción. Madrid: Taurus.).

Entre el cálculo y la intuición, quienes surfean territorializan el Pico. El localismo no viene dado. Son el movimiento y las líneas que estos trazan las que lo producen, haciendo emerger el lugar, el conflicto y las prácticas que lo recorren. La fricción comienza con las interacciones en el agua, bañando además nuestras entrevistas, donde locales y comunes manifiestan su carácter sociocéntrico al cargar contra el otro en una paradójica relación de dependencia ( Elias y Scotson, 2016ELIAS, Norbert y John SCOTSON . 2016. Establecidos y marginados. Una investigación sociológica sobre problemas comunitarios. Madrid: Fondo de Cultura Económica.). Jake, de veinticuatro años, nos describe su experiencia, mediada por el crowding o masificación de la playa: “Esto es como conducir. Hay muchos coches y una sola vía, que es la ola. Entonces, hay preferencias” ( Figura 4). Para evitar golpes, caídas y accidentes, los surfistas comparten normas no escritas que regulan su comportamiento. Pero Jake carga contra los locales: “¡Las normas no las cumplen! Quizá las cumplen entre ellos, pero los otros que se pudran”. Sabiendo que, normativamente, las olas y la playa son “bienes de dominio público” conforme a la Ley de Costas y a la Constitución española, estos surfistas inventan e interiorizan sus propias reglas para gestionar sus interacciones en público. En clave interaccionista y en resonancia con las palabras de Jake, producen un código de circulación y “un conjunto de normas [que] permite a las unidades vehiculares utilizar de modo independiente una serie de avenidas con objeto de desplazarse” ( Goffman 1979GOFFMAN, Erving. 1979. Relaciones en público. Madrid: Alianza.: 26). Prolongando esta analogía para nuestro caso de estudio, las tablas serían las unidades vehiculares que permiten a nuestros protagonistas desplazarse por una avenida acuática (el mar) y por sus calles (las olas).

Figura 4.
Jake surfeando en el Pico de Patos

Al charlar con los surfistas y participar de sus rutinas en el agua, destacaban (de entre normas como la remontada, la rotación, la distancia de seguridad y el deber de ponerse el invento 9 9 El invento es una cuerda elástica que une el tobillo del surfista a la tabla. ) la importancia de la norma de las “preferencias”, que regula quién tiene prioridad para coger una ola, dando preferencia a quien está más cerca del punto donde esta comienza a romper, pues podrá efectuar un recorrido más largo de la misma. Pero estas normas, que funcionan como obligación y como expectativa, son vulneradas por los locales. Estos pueden “saltar una ola”, lo que implica coger una ola que no les corresponde, poniendo en riesgo la integridad física de los comunes. De este modo, la (auto)regulación comunitaria e informal en el Pico de Patos contiene, como toda legislación, sus propios espacios de vulneración. En un sentido foucaultiano, el localismo ha de comprenderse a través de las relaciones de poder (plurales, dinámicas y productivas) que lo incorporan ( Foucault 1992FOUCAULT, Michel. 1992. Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.). El surf, desde este enfoque, no está exento de los discursos y efectos modernos centrados en la disciplina, el castigo, la estética o la vigilancia, que además producen un cuerpo entrenado y moldeado conforme a normas hegemónicas. Aquí, los efectos normalizadores del poder se aprecian también en la interiorización de las normas por los propios surfistas comunes, que otorgan privilegios a los locales mediante el gesto de “dejar las olas”, esto es, cedérselas cuando no les corresponden. Empero, tal como la norma deja espacio a su vulneración, el poder (aprehendido como un continuum y como un proceso siempre frágil e inacabado) da pie a su resistencia, tal y como veremos en el siguiente apartado. Un conflicto, eso sí, que si bien ha estado presente desde hace más tiempo en playas de todo el mundo, se ha agudizado en el caso concreto de Galicia en las tres últimas décadas como efecto del crowding.

Al igual que ha ocurrido con otras prácticas asociadas al ocio, al juego o al tiempo libre, el surf ha experimentado una expansión mundial producto de su estandarización, regulación y deportización ( Brown y Ford, 2006BROWN, David y Nick FORD . 2006. Surfing and Social Theory. Experience, embodiment and narrative of the dream glide. London: Routledge.). El consecuente aumento de torneos alrededor del mundo, la consolidación y patrocinio de marcas surfistas o el interés de las productoras audiovisuales por ambientar sus películas en el “mundillo” -tan estereotipado y fácilmente caracterizable- contribuyeron a expandir la moda del surf, el estilo de vida que conlleva y la forma de vestir que lo patrocina. En consonancia con esta popularización y condición de moda global, la práctica del surf se ha disparado en Galicia en los últimos años ( Santos 2015SANTOS, Diego. 2015. “Desarrollo turístico a través del surf”. In: E. González , A. García , J. García y L. Iglesias (coords.), Mundos emergentes: cambios, conflictos y expectativas. Toledo: Asociación Castellano Manchega de Sociología. pp. 97-109.). Esto ha dado lugar a dos procesos que hoy parecen actuar como catalizadores de la radicalización del localismo en Patos: el cambio en el estilo y el fenómeno crowding.

Por un lado, los cambios en el estilo de surfear vienen parcialmente provocados por transformaciones en el diseño de las tablas. De tablas largas de gran volumen y peso ( longboard) que favorecían un surf de movimientos lentos que buscaba “bailar” con la ola, se ha pasado al uso de tablas cortas y ligeras ( shortboard) que permiten mayor movilidad sobre el agua, alumbrando maniobras más explosivas sobre olas hasta entonces demasiado rápidas. Además, las nuevas tablas, más fáciles de transportar, permiten la movilidad de los surfistas a otros spots y el consecuente turismo del surf, cada vez más expandido en Galicia y en el vecino Portugal, adonde cruzan de vez en cuando para coger olas. Este nuevo estilo, el más valorado hoy en la playa, exige una condición irrenunciable: solo puede haber un surfista corriendo la ola. Así, este paradigma de “una ola, un surfista” incrementa la tensión y la rivalidad en la playa ( Olivier 2010OLIVIER, Steve. 2010. “ ‘Your Wave, Bro!’: virtue ethics and surfing”. Sport in Society 13 (7-8): 1223-1233. doi: https://doi.org/10.1080/17430431003780229.
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).

Esta tensión es el caldo de cultivo del localismo, que se retroalimenta en segundo lugar del crowding, es decir, la masificación de una playa o un pico concreto ( Fortes 2010FORTES, Rafael. 2010. “Localismo e desbravamento do Brasil: Duas dimensões do espaço na cobertura jornalística de esportes radicais”. Revista Eco-Pós 13 (2): 143-162. doi: https://doi.org/10.29146/eco-pos.v13i2.864.
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). El cambio de estilo y la globalización del surf se han acompañado del desarrollo de plataformas digitales de predicción meteorológica, que permiten conocer de antemano las condiciones del mar. Tradicionalmente, el surf estaba ligado a una cierta incertidumbre: un surfista no podía saber cómo estarían las olas antes de llegar al spot, lo que mantenía alejados en muchas ocasiones a aquellos que vivían lejos de la playa ( Sweeney 2005SWEENEY, Stuart. 2005. The Spatial behavior of surfers. University of California, Department of Geography. Santa Barbara, CA.). Sin embargo, la proliferación de webs, aplicaciones móviles y webcams que muestran en directo el estado del mar han reducido esa incerteza, provocando que más gente se acerque a la playa a las mismas horas. Es así que las nuevas tecnologías abren la posibilidad de planificar y racionalizar los tiempos surfistas, haciendo que los viejos saberes más apegados a la experiencia (predecir las olas mirando la posición de la luna, identificando la dirección del viento en las hojas de los árboles, o recordando las condiciones meteorológicas del año anterior) se vuelvan cada vez más obsoletos ( Estrada Milán 2020ESTRADA MILÁN, Jesús y Luis ESCALARA BADÁN . 2020. “Riding Waves on the Mexico-United States Border: Beaches, Local Surfers and Cross-Border Processes”. Journal of Sport and Social Issues: 1-16. doi: https://doi.org/10.1177/0193723520928600.
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). Como consecuencia de todo ello y en consonancia con las dinámicas de consumo e individualismo contemporáneas, los picos se masifican y emerge un escenario caracterizado por la escasez de olas ( Figura 5). En este contexto, los locales reaccionan y echan mano de técnicas de exclusión e intimidación cada vez más violentas y radicales frente a los comunes, percibidos como “intrusos”. En el caso de Patos, la masificación y el localismo son especialmente acusados debido a las buenas condiciones que la playa brinda a la gente más joven. Todos los núcleos de población situados en la franja costera entre la Ría de Vigo y Portugal encuentran en Patos el lugar más cercano y adecuado para iniciarse en el surf.

Figura 5.
Crowding en la playa de Patos un día de pocas olas

Violencia y miedo: el localismo como estrategia de dominación

¿El localismo? La gente lo va contando. Nos explicaron que, cuando fuéramos al Pico, no cogiésemos olas si había un local allí (Catalina, surfista común, 23 años).

Lo que hay es miedo, ¿sabes? Que parece malo, pero a mí me gusta que haya ese miedo. Si fuera solo respeto, la gente iría. Pero con miedo la gente no va, porque saben que van a llevar una buena hostia [un buen golpe] y es la única manera de que lo entiendan (Manu, surfista neolocal, 26 años).

Locales y comunes son los principales protagonistas de esta trama, pero su relación dependiente nos impide contemplarlos como dos grupos aislados, ni mucho menos homogéneos ni monolíticos. Por lo tanto, en el análisis de sus relaciones de poder y resistencia debemos advertir el sentido analítico de dicha dicotomía, aún a sabiendas del carácter poroso e impuro de sus fronteras. Del mismo modo que la violencia que lo atraviesa, que es siempre algo más que su expresión física; que es a la vez productiva, destructiva y reproductiva; que resulta un producto combinado de fuerzas estructurales y prácticas de los actores; y que se presenta como una espiral espejada que se manifiesta como un continuum en la cotidianidad de la playa ( Scheper-Hughes y Bourgois 2004SCHEPER-HUGHES, Nancy y Philippe BOURGOIS (coords.). 2004. Violence in War and Peace. Oxford: Blackwell.); así el localismo ha de aprehenderse como una continuada relación social mediada por el conflicto.

Los surfistas locales se subdividen a su vez en dos grupos. Por un lado, los que llamaremos “locales pioneros”, hombres de entre cuarenta y cincuenta y cinco años que han surfeado en el Pico toda su vida; ellos fueron quienes (en su práctica) lo trazaron y territorializaron, estableciendo a su alrededor dinámicas de apropiación. No destacan por su nivel de surfing ni suelen llegar a las manos con los comunes, aunque sí esporádicamente. Suelen limitarse a gruñir, amenazar, insultar y “saltar” olas. Por otro lado, están los “neolocales”, que no suelen superar los treinta años y entre quienes pudimos encontrar solamente a una mujer. Su violencia es más física y explícita: peleas dentro y fuera del agua, aguadillas, golpes y daños a la tabla o al coche de otro surfista, etc. Su acceso privilegiado al Pico viene explicado por su elevado nivel de surfing y por su capital social, siendo amigos o familiares de algunos de los ya considerados locales, quienes consienten y autorizan -en cierto sentido- su entrada en la zona más codiciada de la playa. Su regularidad en Patos y el ser reconocidos por sus iguales les permite formar parte de ese grupo reducido de unos veinticinco locales. El resto, lo que llamamos surfistas comunes, son cientos en la playa; un conjunto fluctuante y heterogéneo de distintas edades y niveles, donde abundan mujeres y también jóvenes, quienes inician su aprendizaje de la mano de sus colegas o de los monitores de las escuelas de surf de la zona.

El derecho exclusivo que portan los locales sobre las olas les permite interiorizar un know-how (Evers 2006) propio del Pico de Patos: comprenden cómo funcionan sus corrientes, su resaca, su canal, y perciben los peligros de la roca en su fondo. Surfeando allí diariamente, su habitus se complejiza, incorporando mediante sus vivencias los saberes específicos que este requiere. Sus experiencias también les han vinculado emocionalmente entre ellos y con el espacio, tal y como reflejan nuestras entrevistas y tal y como ocurre en numerosas playas alrededor del mundo ( Waitt y Warren 2008WAITT, Gordon y Andrew WARREN . 2008. “Talking shit over a brew after a good session with your mates: surfing, space and masculinity”. Australian Geographer 39 (3): 353-365. doi: https://doi.org/10.1080/00049180802270549.
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). Son estas vinculaciones, en Patos, las que permiten la presencia y supervivencia del grupo de locales: estos existen en tanto se encuentran inmersos en una red de relaciones interdependientes que los conectan entre sí mientras los diferencian de los comunes. Como apuntaba Lena, una de nuestras informantes más jóvenes (veintiún años) que criticaba con dureza el localismo: “el local, solo, no puede serlo”. El “local del Pico” existe en tanto es parte de un grupo que es reconocido en la playa por compartir las características anteriormente descritas.

Atravesando ambos grupos, el localismo permea el imaginario surfista en Patos. Este circula como una historia estructurada y estructurante transmitida mediante rumores, sin autor, pero con múltiples relatores, que contribuyen a reforzar la unidad de los grupos ( Scott 2003SCOTT, James C. 2003. Los dominados y el arte de la resistencia. Tafalla: Txalaparta.). El localismo deviene así un mito compartido que encauza las prácticas en la playa; a través de él, la comunidad se narra e imagina a sí misma, mientras los distintos grupos se sitúan y representan al calor de esas historias. Nuestras conversaciones con comunes, por ejemplo, revelan un haz de anécdotas que se repiten, entre ellas las de locales portando machetes, cuchillos y navajas para amenazarlos. Algunas sin evidencia empírica, otras sí: “La historia del machete es verdad. Yo estaba allí. El tipo se calentó, salió fuera, fue a la furgoneta, cogió un machete y esperó en la orilla a que el otro saliese del agua”, relata Manu, neolocal que reconoce cómo el localismo toma forma en el agua y en la orilla, en el Pico, pero también en las duchas, la arena y el parking, moviéndose a través de ese microcosmos surfista que es la playa de Patos. Hayan presenciado o no estos momentos, los comunes creen en ellos y perciben el conflicto como real. Dar nombre a la violencia, fabularla y narrarla, permite a veces que esta circule y se reproduzca (Caldeira 2007), al tiempo que estos rumores organizan y posibilitan una continua reordenación simbólica intra e intergrupal.

Jake, surfista común, afirma haber presenciado enfrentamientos que denotaban cierta continuidad:

Oí dos gritos. Uno le puso la tabla encima, le metió una patada en la cara y le empezó a hacer aguadillas [...] Cuando el otro sacó la cabeza del agua para respirar, le dijo: “¿Quieres que siga como el otro día?”. O sea, que ya la había tenido con ese tío otro día y ya le había ahogado un poquito.

En este escenario, el miedo se convierte en una emoción poderosa, paralizante a la vez que disciplinaria. Así lo reconocen los propios locales, que dan cuenta de su existencia y eficacia, como se desprende de las palabras de Manu que encabezan este apartado: “... a mí me gusta que haya ese miedo”. El miedo de los comunes a sufrir algún daño por ir a surfear al Pico provoca que se alejen de él, relegados a las olas “cerrojo” (de mala calidad) y masificadas de la playa. Esto mismo, como veremos, le ocurría a quien ahora escribe estas líneas, paralizada no pocas veces por las amenazas de los locales e insegura ante una sensación de miedo y vulnerabilidad no siempre explicables. En primera instancia, el miedo tiene como telón de fondo en este y en otros contextos la preocupación por la integridad corporal ( Fernández de Rota y Diz 2019FERNÁNDEZ DE ROTA, Antón y Carlos DIZ. 2019. “Miedo y seguridad. Dispositivos de la contención conservadora y de la modulación neoliberal”. Athenea Digital 19 (1): e2153. doi: https://doi.org/10.5565/rev/athenea.2153.
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). Pero el localismo en Patos, más allá de su relativo éxito en cuanto a la jerarquización espacial de la zona, el control sobre las olas y el ordenamiento desigual y arbitrario de los grupos, nos hace ver que ninguna estrategia de dominación es absoluta, pues emergen prácticas que escapan a su disciplina, aunque no queden fuera de su campo de acción ( Certeau 2010CERTEAU, Michel de. 2010. La invención de lo cotidiano. México, D.F.: Universidad Iberoamericana.). Del mismo modo, las resistencias (cambiantes, fragmentarias, polisémicas y enhebradas con el poder) nunca son totales ni completas, y lejos queda nuestra intención de romantizarlas ( Abu-Lughod 1990ABU-LUGHOD, Lila. 1990. “The Romance of Resistance: Tracing Transformations of Power Through Bedouin Women”. American Ethnologist 17 (1): 41-55. doi: https://doi.org/10.1525/ae.1990.17.1.02a00030
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). Con todo, los surfistas comunes ingenian en Patos, con mayor o menor acierto, un conjunto de tácticas para con la hegemonía de los locales, dada su posición de vulnerabilidad y su carencia de dominio y propiedad sobre el pico ( Figura 6).

Figura 6.
Un local saltando las olas en el Pico de Patos

Un conflicto de apariencias: poder y resistencia en la playa

Echando mano del análisis de la dominación de Scott (2003SCOTT, James C. 2003. Los dominados y el arte de la resistencia. Tafalla: Txalaparta.) y recordando el sentido analítico de nuestra dicotomía, subrayamos que el localismo en tanto relación de poder expresa la tensión entre los locales, que dominan la situación al detentar el control sobre el Pico y sus olas, y los comunes, subordinados a su poder y temerosos del enfrentamiento directo. Su relación se sostiene en un juego de apariencias ligado al uso de máscaras y disfraces, tan propio de las situaciones de conflicto ( Gledhill 2000GLEDHILL, John. 2000. El poder y sus disfraces. Barcelona: Bellaterra.) que reflejan, a la vez, el poder de la representación y la representación del poder ( Balandier 1994BALANDIER, Georges. 1994. El poder en escenas. Barcelona: Paidós.). Según Scott, al “discurso público”, que se ajusta a las expectativas generadas en torno a ambos grupos, y por el cual estos se comportan de la manera que se espera de ellos (respetando o saltándose las normas, por ejemplo), hay que añadir el “discurso oculto”, propio de un ámbito privado donde se comunicarían sensaciones y pensamientos más sinceros fundados en la experiencia. Así, dentro de cada grupo existiría una presión interna por mantener las apariencias, generando una dialéctica de ocultamiento-vigilancia que esconde ciertas verdades (situadas, subjetivas) y vigila que los acontecimientos sigan desarrollándose conforme a las expectativas.

En Patos, esta estructura se mantiene precisamente por medio de la vigilancia, la normalización y la interiorización. Cada surfista está vigilado por el resto, desde el agua o desde la orilla, y además, normaliza la situación y vuelve esta mirada hacia sí mismo ( Foucault 1992FOUCAULT, Michel. 1992. Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.). Acompañado de amenazas, agresiones e historias que las hacen circular, el localismo tiene una cierta pátina de inevitabilidad: “Siempre lo hubo y siempre lo habrá”, dice Manu. No obstante, entre los comunes bulle la rabia y el sentimiento de injusticia. Critican a los locales en sus círculos de intimidad, con cautela y sigilo, y sentencian que el localismo “debería desaparecer”. En cambio, en el cara a cara, callan frente a ellos, muestran “respeto” y no hacen públicas sus ideas. Los locales, por su parte, cultivan también un discurso oculto, casi infranqueable, compuesto más de gestos que de palabras. Su tono violento y su imagen agresiva y masculina conforman una máscara social, típica de las relaciones en público ( Goffman 1979GOFFMAN, Erving. 1979. Relaciones en público. Madrid: Alianza.). Así lo reconoce el propio Manu, que sostiene que entre su grupo de locales “se hacen un poco los chulos”. Jake, surfista común, relata cómo en la orilla y en el parking (lejos del Pico) los locales muestran otro semblante: “Hablan entre ellos de cómo está su mujer y tal, pero en bajito, para mantener ese papel de tío duro y tío malo”.

Estas últimas palabras, al abordar el localismo y sus expresiones de violencia, devienen significativas. Sabiendo, como ya dijimos, que entre los locales apenas existen mujeres, no podemos evitar pensar que los varones extienden mar adentro los privilegios que tienen en tierra firme. Desde una lectura crítica y feminista, el localismo se presenta y se representa como el reflejo de una fuerza estructural; una práctica excluyente, masculina y patriarcal, donde el surfista local encarnaría en buena medida el ideal del hombre normativo. Devenir local implica asumir y reproducir una cierta pedagogía de la crueldad ( Segato 2019SEGATO, Rita. 2019. “Pedagogías de la crueldad: El mandato de la masculinidad (Fragmentos)”. Revista de la Universidad de México 9: 27-31.), pues la relación de poder y dominación con los y las comunes impone un entrenamiento y un habitus cruel y violento, al tiempo que comporta la adquisición más o menos consciente de un habitus emocional ( Gould 2009GOULD, Deborah B. 2009. Moving Politics. Chicago: University of Chicago Press.); esto es, una disposición corporal que es también emocional, que guía los sentimientos y las actitudes en correspondencia, mientras las jerarquiza y les reserva (o no) lugares y momentos de expresión. Así, la disputa por las olas se encarna y se dirime entre el goce, la alegría, el placer, el miedo, la rabia y el dolor, teniendo cada una su momento y su lugar, y construyéndose siempre en relación con el otro antagonista.

Los locales también sufren la presión e incluso el miedo. Las miradas de sus colegas los obligan a mantener las apariencias: si bajan la guardia, perderán el reconocimiento como local y los privilegios asociados 10 10 Privilegios que quedan circunscritos a Patos. En otros picos, los locales sufren las mismas intimidaciones que el resto, lo que muestra las limitaciones de su poder, o los límites contextuales del mismo. Es el caso, cuenta Manu, del “local del machete”, que en una de sus incursiones en la playa de Afife (Portugal) le fueron arrancados los retrovisores de su furgoneta. Este “localismo de frontera”, que emerge ocasionalmente en los viajes entre Galicia y Portugal, no es abordado en este artículo por falta de espacio. . Quizá por ello, dentro del agua, guardan distancias y apenas hablan entre sí: “En el agua [un local] ni te mira ni te saluda; es para marcar territorio”. Estas palabras de Manu corroboran nuestra experiencia en Patos: entre locales, la lealtad termina en la orilla. “Marcar territorio”, en clave goffmaniana, supondría marcar en un escenario el lugar de la acción y el papel de cada cual. A su vez, las reacciones de los comunes al localismo son aparentemente individuales, pero lo cierto es que cada protesta expresa un deseo urdido colectivamente entre bastidores; es decir, cada resistencia hace público el discurso oculto de los subordinados a la jerarquía del Pico. Cuando un común desobedece el orden impuesto allí por los locales (cuando decide coger una buena ola o simplemente adentrarse en el Pico) muestra remordimiento, pues pedir perdón contribuye a restaurar el orden simbólico que legitima a los locales ( Scott 2003SCOTT, James C. 2003. Los dominados y el arte de la resistencia. Tafalla: Txalaparta.). Lucas, local pionero, lo entiende como una cuestión de respeto: “Un fulano que acabe de empezar que no me coja las olas [...] eso es ser maleducado y hay que disculparse”. Para él, el respeto forma parte de un lenguaje social y de un sistema de comunicación basado en la asimetría de poder; ser respetado implica ser legitimado y reconocido como local, esto es, como alguien con privilegios en el lugar, lo que aparece intrínsecamente ligado a un circuito de orgullo y masculinidad que fundamenta en gran medida -como en tantos ámbitos- su identidad surfista ( Bourgois 2010BOURGOIS, Phillipe. 2010. En busca de respeto. Madrid: Siglo XXI.). En cambio, para Catalina y demás comunes, “en ningún momento es respeto”, pues no creen en la legitimidad de ese orden. Su respeto actuado y sus pequeñas resistencias (dejar las olas, disculparse, no ir al Pico en ciertos momentos o ir en otros) suponen una estratagema con que minimizar los daños y el proceso de apropiación de las olas. Tal vez así, gradualmente, logren integrarse en el Pico:

Sin molestar a nadie, dejando las olas, disculpándote si la cagas, no deberías de tener problemas [...] Sí que ves cosas injustas, claro, pero quizás te compensa más el callarte y no tenerla, y poder surfear ahí de vez en cuando (Jake, surfista común).

A lo largo de nuestro trabajo de campo, cada vez que acudíamos a la playa y nos dábamos un baño, enfrentábamos las mismas sensaciones y escenas que los surfistas comunes. El miedo podía paralizarnos, o simplemente mantenernos al margen, fuera del Pico y de sus anheladas olas. En los primeros meses, nuestras percepciones se aliaban con las de los comunes, hasta el punto de que podían cegarnos de algún modo la visión global del conflicto: en los discursos, en las entrevistas con ellos y en la orilla de la playa, el local y el localismo se representaban con demasiada nitidez, con demasiada simpleza; un “otro” cuyo perfil se recortaba sin dudas entre la arena y el horizonte, en discursos e historias varias. Con el correr del tiempo, distanciándonos de nuestra mirada inicial, pudimos abrir otras líneas de interpretación y ser más cautelosas en nuestras observaciones. Sin embargo, el cuerpo, la vulnerabilidad y la tensión con los surfistas locales siempre ocuparon su espacio en nuestra experiencia, al tiempo que aprendíamos progresivamente las técnicas comunes de resistencia para sobrellevar el localismo. Veamos, en este sentido, una de nuestras anotaciones:

Durante las últimas semanas, en cada una de las pocas ocasiones en las que me atreví a adentrarme en el Pico (cuando las condiciones parecían lo suficientemente malas como para predecir que los locales no se molestarían en surfear ese día), llevaba preparadas la excusa y la disculpa perfectas por si mis predicciones fallaban. Repetía y ensayaba las palabras en mi cabeza una y otra vez, a veces las practicaba en compañía de alguna amiga que se había atrevido también a surfear allí ese día. Pero, al final, cuando veía al local entrar en el agua, el miedo me paralizaba y lo único que era capaz de pronunciar era un perdón titubeante que disfrazase mi rabia de respeto. A veces, con eso no era suficiente y no te quedaba otra que salir del agua ( Diario de campo, 9 de marzo de 2020).

A los dilemas éticos propios del trabajo de campo ( Del Olmo 2010DEL OLMO, Margarita (coord.). 2010. Dilemas éticos en antropología. Madrid: Trotta.), y a nuestra condición encarnada, reflexiva y no pocas veces torpe y frágil ( Esteban 2004ESTEBAN, Mari Luz. 2004. “Antropología encarnada. Antropología desde una misma”. Papeles del CEIC 12: 1-21.), había que añadir por un lado los dilemas de situación por los cuales los comunes preferían “salir del agua” e interiorizar una posición subalterna que reconocía y hasta reafirmaba el dominio de los locales sobre el Pico. De algún modo, su resistencia consistía en anteponer su vulnerabilidad a su valentía, de igual forma que lo hacíamos nosotras en beneficio de nuestra etnografía e integridad física. Por otro lado, nuestros dilemas se agudizaban en relación con los locales, pues no pocas veces éramos objeto de sus gestos, chanzas y miradas amenazantes. Sin embargo, nuestra justificada ira no podía, o no debía, contagiar nuestro análisis del localismo. Es más, nuestra ira y rencor expresaban un sistema de información y conocimiento local, dado que eran un ejemplo más de cómo las emociones, las percepciones y el espacio en sí del conflicto se retroalimentaban formando -como decíamos- un todo en sí mismo ( Thrift 2004THRIFT, Nigel. 2004. “Intensities of feeling: Towards a spatial politics of affect”. Geografiska Annaler: Series B, Human Geography 86 (1): 57-78. doi: https://doi.org/10.1111/j.0435-3684.2004.00154.x.
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). El sentido de la vista, pero también el del tacto; sentir el cansancio y el frío; desplazarse entre una sensación de peligro y una alegría compartida; tener miedo y sentir placer. Había situaciones y experiencias que no se podían captar ni representar solo con el ojo y las palabras.

En cuanto al poder y la resistencia, nuestra experiencia nos permite atestiguar que en este contexto son caras de la misma moneda. También el localismo puede interpretarse desde distintos ángulos, una vez afinada la mirada. Nuestra experiencia así lo indica. Excluidas frecuentemente del Pico y vulnerables frente al “egoísmo” de los locales, nuestros prejuicios iniciales tuvieron que ser revisados. Más allá de su cariz apropiacionista, nuestra etnografía revela algunas de las funciones del localismo que no debieran pasarnos desapercibidas: primero, evitar la masificación en el Pico y los accidentes derivados de ella; segundo, preservar el propio Pico en tanto lugar surfeable. A diferencia de la zona central de Patos, amplia y de fondo arenoso, el Pico es pequeño y bajo él hay grandes rocas. Desconocer las normas, incumplirlas (aquí, la norma general de las preferencias pierde su valor frente a la arbitraria prioridad del local) o coger una ola en cuyo recorrido se encuentre otro surfista se vuelve peligroso. Puedes salir ileso de un golpe contra la arena, pero rara vez de uno contra las rocas. De ello son conscientes los locales: “No es un rollo de ser malo, ser bueno; es simplemente seguridad”, sostiene Manu, quien se burla de los comunes al referirse al Pico: “‘Ay, es que es de todos…’. Sí, es de todos, pero hay una puta roca debajo y me puedo abrir la cabeza por tu culpa”. Esta circulación moral e interesada de la acusación y la culpa reifica la jerarquía sobre las olas a la vez que discrimina los usos del lugar en base a saberes surfistas diferenciales. Para los locales como Lucas y Manu, entre otros, el Pico ha de reservarse únicamente a aquellos con más nivel de surfing, aunque -curiosamente- hay comunes con mucho nivel que ven restringido su acceso. Exigir a los comunes, quienes carecen del derecho a surfear allí regularmente y a adquirir la experiencia necesaria, que posean el know-how del Pico, no es una contradicción sino una trampa. El “ya vendrá tu momento”, como alguna vez hemos escuchado en la voz de los surfistas locales, es la promesa de un futuro que no llegará, y representa un cierre de posibilidades para los comunes; un cierre de poder con el que los locales afirman su verdad sobre el Pico al definir qué saberes son allí necesarios ( Foucault 1992FOUCAULT, Michel. 1992. Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.).

Pese a todo, algunos comunes reconocen el valor y la función del localismo en Patos, corroborando así una lectura multicapa y más compleja del fenómeno, que en su producción y reproducción constante nos permite pensar más allá de las apariencias y en perspectiva relacional:

Si no hubiese localismo en el Pico, creo que este estaría masificado. O sea, me parece que el localismo está mal, pero de lo contrario sería horrible porque estaría todo el mundo allí y nadie podría surfear: ni los locales ni los no locales (Catalina, surfista común).

Por tanto, el localismo del Pico de Patos también emerge para evitar el crowding extendido en el resto de la playa, frenar los accidentes y preservar el Pico para la práctica del surf. Su masificación, conectada a prácticas de consumo y procesos de globalización y turistificación, es percibida como amenaza. Si no se pudiesen coger olas, el Pico desaparecería en tanto pico, se desterritorializaría y se convertiría en un punto más de la costa. Por ello, las acciones de intimidación y exclusión del localismo se perciben, en algunos casos, como una “maldad necesaria” (Evers 2006) para mantener cierto orden en la playa ante la escasez de olas, funcionando como un mecanismo de regulación y distribución informal de las mismas.

Conclusiones

Con este artículo, sostenido en nuestra experiencia etnográfica y en nuestra práctica surfista, hemos analizado el conflicto del localismo a través del estudio de caso de la playa de Patos, en Galicia. Con esta contribución invitamos a seguir pensando un fenómeno prácticamente inexplorado en el contexto español. Evitando una concepción reduccionista y simplificadora en el análisis del poder y la resistencia, y apostando por una dimensión dinámica, relacional y encarnada del conflicto, el localismo nos permite mirar más allá de su carácter representacional y del contexto específico de su emergencia. Este puede entenderse como una respuesta local a un proceso global de moda del surf, empujado por la revolución tecnológica de las aplicaciones móviles, los cambios en los diseños en la industria y el impulso desde las administraciones públicas del turismo de playa en todas sus vertientes. El localismo resuena con debates y conflictos contemporáneos de gran calado, inabarcables en este texto y que tienen que ver, entre otras cuestiones, con la gestión de los recursos y la relación con el medio, con procesos de recomunalización y reterritorialización en un mundo en crisis, o con la reacción particularista e identitaria a contextos globalizados de dislocación cultural ( Appadurai 1990APPADURAI, Arjun. 1990. “Disjuncture and difference in the global cultural economy”. Theory, culture & society 7 (2-3): 295-310. doi: https://doi.org/10.1177/026327690007002017.
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).

En su complejidad, y revelando la ambigüedad limitante de toda dicotomía, el localismo se presenta a la vez como estrategia de dominación y forma de resistencia. Por un lado, los surfistas comunes se encuentran en una posición de vulnerabilidad desde la que tratan de minimizar la apropiación localista de las olas y el entorno. Por otro, el propio localismo actúa como resistencia ante el crowding o masificación de la playa, funcionando como contención que minimiza los riesgos de accidentes y como mecanismo de conservación de las olas del Pico de Patos. Una conservación que deberíamos continuar rastreando en lo sucesivo, más allá de este artículo, a sabiendas de las complejidades que esta entraña en función de las prácticas, agentes, saberes, mundos e intereses implicados ( Carman y Carman 2020CARMAN, María y Victoria CARMAN . 2020. “Los límites de la divergencia entre saberes populares y expertos: El debate en torno a la conservación del delfín franciscana y las prácticas pesqueras sustentables”. Mana, 26(3): 1-39. doi: https://doi.org/10.1590/1678-49442020v26n3a200.
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). En este sentido podemos decir que la “mirada surfista”, más allá del tratamiento dado por Brown y Ford (2006BROWN, David y Nick FORD . 2006. Surfing and Social Theory. Experience, embodiment and narrative of the dream glide. London: Routledge.), contiene un valor polisémico, pues “mira” por el entorno; esto es, lo cuida y lo salvaguarda, a su manera, navegando entre un egoísmo que lo preserva para sí y una actitud colectiva que lo conserva como bien común. El localismo funciona como un sistema informal de relaciones que autoorganizan y autorregulan las olas que rompen en un pico, comprendiéndolas como un recurso comunitario. Ante la ausencia de regulación estatal y formal, y a pesar de que normativamente está reconocido el derecho de disfrute de las olas como “bienes de dominio público” (en tanto no se comprometan ni la integridad física ni el acceso de terceros 11 11 Información obtenida en Ministerio para la Transición Ecológica y El Reto Demográfico. Gestión del dominio público marítimo terrestre (s.f.). Disponible en: https://www.miteco.gob.es/es/costas/temas/procedimientos-gestion-dominio-publico-maritimo-terrestre.html. Consultado el: 6 oct. 2023. ), la comunidad surfista de Patos se erige a pesar del conflicto (o a través de él) en un agente más de negociación con el medio, brindándonos la posibilidad de cara al futuro de abrir nuestra investigación sobre el localismo al debate candente sobre la gestión de los bienes públicos y los bienes comunes, y en consecuencia, a la necesidad (o no) de la intervención del Estado.

Con este trabajo, finalmente, surfear con las olas y no en ellas nos ha permitido ensayar una etnografía dinámica y vulnerable, sensible y abierta a la incertidumbre. Una etnografía, eso sí, parcialmente limitada aquí por el texto y su representación, pero igualmente somática y entregada a la experiencia, la emoción y las percepciones, tan importantes en el trabajo de campo ( Ruiz-Ballesteros y Valcuende del Río 2020RUIZ-BALLESTEROS, Esteban y José María VALCUENDE DEL RÍO . 2020. “Cuerpos en el entorno: Reflexiones para una etnografía de las percepciones ambientales”. AIBR 15 (1): 105-128. doi: https://doi.org/10.11156/aibr.150106.
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). Para concluir, pensamos que el surf nos ofrece un gesto o un movimiento provocador que nos invita a descentrar la mirada, a repensar en adelante nuestras relaciones con el entorno y a ir más allá de una visión antropocéntrica en nuestras investigaciones. La práctica del surf y el surf como práctica, en este sentido, nos invitan a transformar nuestro método y nuestra atención, y a situarnos en el continuum como quien se sitúa en un terreno abierto de interrogación desde el cual problematizar, y tal vez superar, dualismos varios: la naturaleza y la cultura, lo humano y lo no humano, etc. ( Viveiros de Castro 2012VIVEIROS DE CASTRO, Eduardo. 2012. “‘Transformação’ na antropologia, transformação da ‘antropologia’”. Mana, 18(1): 151-171. doi: https://doi.org/10.1590/S0104-93132012000100006
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). Al fin y al cabo, hacer una etnografía a golpe de ola pasa por reconocer en primer lugar que no hay etnografía si no hay olas en la playa, y que la tabla-y-el-surfista-y-la-ola son ante todo una unidad de movimiento que traza una línea, un territorio y un problema. En este gesto resuena, tal vez, la posibilidad de abrirnos relacionalmente a otras ontologías, de acompañar y multiplicar nuestras potencias, sensibilidades, vulnerabilidades y presencias en el campo, y de asumir críticamente nuestras interdependencias como práctica, condición y compromiso.

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Notas

  • 1
    Una aguadilla o calada consiste en sumergir la cabeza de alguien en el agua durante unos instantes.
  • 2
    Información obtenida de la Guía Surf Skate, que cataloga anualmente las playas del mundo en función a variables de interés, entre ellas el localismo. Véase: Guía Surf Skate. Guía Surf Skate. 12ª. ed. Cantabria: RCREA Comunidad Gráfica, 2019. Disponible en: https://issuu.com/guiasurfskate/docs/issuu_2019. Consultado el: 6 oct. 2023.
  • 3
    Información obtenida en: Instituto Nacional de Estadística (INE). Entorno físico y medioambiente. En: Instituto Nacional de Estadística (INE) (ed.). Anuario Estadístico de España. Madrid: INE, 2008. p. 7-47. Disponible en: https://www.ine.es/prodyser/pubweb/anuario08/anu08_01entor.pdf. Consultado el: 6 oct. 2023.
  • 4
    La bandera azul es un distintivo otorgado por la Fundación Europea de Educación Ambiental a playas que cumplen una serie de condiciones ambientales e instalaciones.
  • 5
    Información obtenida de una de las guías/itinerarios que hace la oficina de turismo de la Xunta de Galicia. Concretamente, de una sobre turismo de surf. Para más información, véase: Xunta de Galicia. Itinerarios. (s.f.). Disponible en: https://www.turismo.gal/docs/mdaw/mzey/~edisp/turga312309.pdf?langId=gl_ES. Consultado el: 6 de oct. 2023.
  • 6
    Será a finales de los sesenta cuando el surf llegue a Galicia, en las áreas de A Coruña y Vigo. Así, desde sus orígenes míticos y confusos entre los pueblos de la Polinesia o los mochicas y chimúes del Perú pre-inca, en tanto práctica para el desplazamiento y la pesca artesanal; o en su contacto con Occidente en las expediciones del capitán Cook a las actuales islas Hawaii (Brown y Ford 2006BROWN, David y Nick FORD . 2006. Surfing and Social Theory. Experience, embodiment and narrative of the dream glide. London: Routledge.), el surf ha venido conformándose como una práctica deportiva de gran popularidad.
  • 7
    La pared es la parte limpia y surfeable de la ola que va abriéndose a un lado de la espuma. Representa el recorrido de la ola, por lo que será de mayor calidad cuanto más larga sea y cuanto más tiempo aguante sin romper. Según su verticalidad, posibilitará un surf más o menos explosivo.
  • 8
    Los fondos marinos de arena cambian con frecuencia por alteraciones en la morfología costera, normalmente provocadas por fenómenos climáticos o por la construcción de infraestructuras a pie de playa.
  • 9
    El invento es una cuerda elástica que une el tobillo del surfista a la tabla.
  • 10
    Privilegios que quedan circunscritos a Patos. En otros picos, los locales sufren las mismas intimidaciones que el resto, lo que muestra las limitaciones de su poder, o los límites contextuales del mismo. Es el caso, cuenta Manu, del “local del machete”, que en una de sus incursiones en la playa de Afife (Portugal) le fueron arrancados los retrovisores de su furgoneta. Este “localismo de frontera”, que emerge ocasionalmente en los viajes entre Galicia y Portugal, no es abordado en este artículo por falta de espacio.
  • 11
    Información obtenida en Ministerio para la Transición Ecológica y El Reto Demográfico. Gestión del dominio público marítimo terrestre (s.f.). Disponible en: https://www.miteco.gob.es/es/costas/temas/procedimientos-gestion-dominio-publico-maritimo-terrestre.html. Consultado el: 6 oct. 2023.

Editado por

Editora-Jefe:

María Elvira Díaz Benítez

Editor Asociado:

John Comeford

Editora Asociada:

Adriana Vianna

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    08 Dic 2023
  • Fecha del número
    2023

Histórico

  • Recibido
    27 Jul 2021
  • Acepto
    24 Mayo 2023
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