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Reseña de Mársico, Platón. Alcibíades Mayor (2017)

Review of Mársico, Platón. Alcibíades Mayor (2017)

MÁRSICO, C.. (trad.) (2017). Platón. Alcibíades . Buenos Aires, Miluno.

MÁRSICO, C. (trad.) (2017). Platón. Alcibíades. Buenos Aires, Miluno.

Alcibíades de Platón es un diálogo que permite trazar profundas interrelaciones con el resto de la obra platónica, desde las consideraciones que se pueden interpretar como atenuantes de la acusación socrática de Apología, hasta el proyecto antropológico de Fedón y ciertos llamados a la discusión con la erística de Eutidemo. El Alcibíades versa puntualmente sobre la naturaleza humana y aquello que es necesario realizar para ser un buen gobernante, ejemplificado en un protréptico ético-filosófico que se resuelve en el autocuidado a partir de la práctica de la filosofía. Estos puntos se encuentran tratados en el estudio preliminar que acompaña la traducción al castellano de dicho diálogo realizada por la profesora Claudia Mársico y que se devela como un preámbulo necesario para el abordaje de las ricas consideraciones en torno a la obra. El volumen en cuestión consta de 197 páginas, en cuales se puede encontrar el estudio preliminar que consta de cinco apartados, una lista de la bibliografía citada y la traducción propiamente dicha. Esta ha sido hecha a partir de la edición de N. Denyer (2001DENYER, N. (ed.) (2001). Plato. Alcibiades. Cambridge, Cambridge University Press.) y toma como referencia la edición canónica de Henri Estienne para la numeración del texto.

El primer aparado del estudio preliminar versa sobre la relación entre Sócrates y Alcibíades y pone de manifiesto el fenómeno de vínculo pederastico. Por su temperamento, Alcibíades se encuentra acompañado solo por Sócrates, quien intenta “reformar” su accionar haciéndolo virar hacia una actitud filosófica. Intento fallido que encontrará a Sócrates manchado y culpado por la conducta de su amado. La charla íntima anclada en el erotismo, según Mársico, pone de manifiesto el compromiso con el otro que arrojará como consecuencia el compromiso con la ciudad que se evidencia en el gobierno de sí y de los otros, fenómeno por el cual la formación política trasciende cualquier tékhne y la filosofía se impone como necesidad a un personaje que, como Alcibíades, quiere gobernar.

El segundo apartado versa sobre los personajes, la autenticidad y la datación de la obra. Mársico pone de manifiesto la relevancia intertextual del Alcibíades y aclara que fue considerado un texto introductorio a la obra de Platón. Con respecto a la figura de Sócrates, Mársico manifiesta que es similar a la presentada en los diálogos de transición, pero que combina artes refutatorias de los diálogos tempranos con argumentos de gran alcance propios de las obras de madurez. Con respecto a Alcibíades, se realiza una breve descripción biográfica donde resaltan los testimonios de la relación con Sócrates, tales como los de Isócrates, Jenofonte y Esquines, y la acusación de asébeia por participación en ritos de profanación. En lo que respecta a la autoría del diálogo, aunque esta fue puesta en duda por la filología decimonónica, Mársico manifiesta que no habría razones para dicha consideración, ya que esta suele fundamentarse en la falta de uniformidad del diálogo que no es un defecto, sino un retrato fiel de estrategias de rectificación subjetiva.

El tercer apartado define la estructura de la obra aludiendo a que la falta de unidad y el quiebre de los esquemas esperables es un criterio simplista para objetar la autenticidad de la obra. Mársico pone de manifiesto que el diálogo se estructura en tres partes: un tramo retórico, otro refutativo y finalmente un tramo dialéctico donde se reitera una estrategia de conmoción anímica que propicia la práctica filosófica en Alcibíades. Los temas que se tratan incluyen la relación que sostiene Sócrates con Alcibíades, la noción de conocimiento relacionado a la política, y la noción de justicia y su utilidad, cuestiones estas que concluyen en el conocimiento de la dinámica antropológica por parte del político que obliga al autogobierno para gobernar a otros.

El cuarto apartado es el más extenso de todos, en tanto contiene siete puntos que versan sobre los problemas centrales del diálogo: la relación de esta obra con las filosofías socráticas de los megáricos, Antístenes, Esquines, los elíacos y los cirenaicos; una breve consideración geopolítica que involucra a espartanos y persas; el juicio femenino sobre la posición criticable de Alcibíades; la relación entre política y conocimiento; el aspecto antropológico y el cuidado de sí; la teoría de las Formas y el impacto del Alcibíades en la tradición filosófica.

Con respecto a las cuestiones y problemas centrales, en el primer punto se resalta la relación con la dialéctica, la filosofía a nivel ético y político, y los fundamentos de la antropología y la psicología. En dicho punto, Mársico dedica especial atención a las filosofías socráticas que funcionan como interlocutoras del planteo de Sócrates en Alcibíades a partir del marco de zonas de tensión dialógica que intenta no descuidar las relacionas teóricas y contextuales que permitan el abordaje en términos intersubjetivos e intertextuales. Mársico ejemplifica este punto al mostrar cómo el platonismo incorpora la erística megárica como momento de la dialéctica, rechaza las tesis antisténicas a nivel metafísico y lingüístico, y retoma tesis cirenaicas en lo que respecta a la conciencia del hombre.

En relación con los ecos megáricos, se argumenta que la erística es un momento de la dialéctica platónica, sin dejar de explicitar las diferencias epistemológicas entre Platón y los megáricos. La posición de dicho grupo consiste en considerar la filosofía como elemento de advertencia contra los peligros de las empresas cognitivas serias, ya que si bien algunos estudiosos consideran que aceptaron la existencia de Formas, el acceso a ellas sería inútil en tanto el medio utilizado para hacerlo, el lógos, no es fiable. Mársico puntualiza que el uso de la erística megárica en Alcibíades sirve para la suspensión de presupuestos básicos con un objetivo purificatorio que conduce a Alcibíades a modificar su comportamiento. Los lazos intertextuales quedan evidenciados en las características de la refutación erística que envuelve al adversario en una conmoción anímica.

Con relación a los ecos antisténicos, estos se manifiestan en el momento en que Alcibíades define que su maestro es la opinión de la mayoría que detenta el monopolio de la transmisión del lenguaje, lo que presupone que el saber consiste en la relación nombre-cosa. Sócrates intenta refutar esta posición esgrimiendo los problemas en torno a la predicación que surgen de aceptar dicha adecuación nominal. A su vez, hay varias referencias a Antístenes en materia antropológica y al materialismo corporeísta que Platón rechaza de modo explícito.

El punto que versa sobre los ecos esquíneos trata particularmente sobre elementos de perturbación anímica como transformación del accionar o “purificación” anímica que se encuentran en la estrategia erística de Alcibíades. En efecto, Mársico pone de manifiesto las semejanzas entre los Alcibíades de Esquines y de Platón a partir de los cambios emocionales del interlocutor de Sócrates, cambios que van del orgullo y la altivez hasta un estado de confusión y molestia, objeto de la ridiculización que Alcibíades siente a manos de Sócrates. En Alcibíades de Esquines se realiza un manejo similar del ánimo que va desde el orgullo hasta el llanto, producto de las limitaciones explicitadas por Sócrates.

En lo que concierne a la relación del diálogo con la propuesta de Fedón de Elis y los elíacos, se señalan dos puntos de contacto con el Alcibíades: por una parte, la relación entre Alcibíades y un cachorro de león que aparece en Zópiro traza un paralelo entre la docilidad de este y la indocilidad de aquel, y se relaciona con la conversión anímica; por otra parte, la concepción antropológica de Fedón que muestra una gran coincidencia con la postura platónica. En efecto, Fedón sostiene que las tendencias naturales del cuerpo pueden ser contrarrestadas por un dispositivo mental. Si bien la antropología elíaca no coincide exactamente con la platónica, se encuentra cercana a la propuesta de Alcibíades.

Con respecto a los ecos cirenaicos, Mársico reconstruye la concepción de Aristipo y su hedonismo somático que encuentra certidumbre en sus propias vivencias. El punto de contacto parecería estar en el “cuidado de sí”, en tanto el hombre tiene conciencia de sus afecciones internas a pesar de no poder pronunciarse por la causa externa. En tanto el alma es la sede de procesos placenteros o dolorosos recibidos por el cuerpo, la tendencia al placer y reconocimiento es justamente aquello de lo cual Alcibíades no puede escapar. La distinción entre ambos proyectos antropológicos radica en las distintas concepciones del placer, ya que para los cirenaicos es somático; para Platón, intelectual. Así, desde el punto de vista platónico, el proyecto cirenaico se devela como una perversión de la esclavitud anclada en placeres del cuerpo, contrapunto que se observa en el Alcibíades.

El punto que versa sobre la relación entre política y conocimiento pone de manifiesto que aquel que quiere gobernar debe identificar lo cierto y el error, hecho que se realiza con la detección de trabas y pruebas, consecuencia esta de una filosofia objetivista que cimenta la posición ética en la epistemología. En este marco, los símiles de la nave, la planta y la bestia de República ponen de manifiesto los actores políticos más relevantes: el político y el pueblo. Mársico describe los tres símiles en conjunto con la finalidad de establecer relaciones con el Alcibíades. La pesadilla que espera a la ciudad si el personaje homónimo se hace cargo de esta se relaciona directamente con los tres símiles: un barco a la deriva como consecuencia de querer el poder por el poder; un contexto desfavorable con respecto a la disposición natural de Alcibíades, promesa arrojada al abandono que se puede relacionar con el símil de la planta; y finalmente la corrupción el pueblo que pasa a ser una bestia en tanto el capitán del barco es deficiente en sus intenciones y formación.

El punto que trata sobre el aspecto geopolítico trata la relación intercultural entre Atenas, Esparta y Persia utilizada por Platón como estrategia de refutación. El desafío que representan dichos adversarios compromete la posición de Alcibíades y es, en efecto, un ardid retórico que intenta modificar su actitud. Mársico muestra cómo esto sería evidencia de los alcances de la estrategia socrática que no solo apela a elementos dialécticos que provoquen la refutación en el plano epistémico, sino que utiliza elementos de impacto anímico para modificar las actitudes de los interlocutores.

En el punto que trata sobre el juicio femenino se ponen de manifiesto las críticas de las cuales Alcibíades podría ser objeto por parte de espartanos y persas, pero no por parte de los reyes, sino por parte de las mujeres. Aquí, Mársico manifiesta que se trata de despertar la vergüenza en Alcibíades a partir del juicio de mujeres venerables para incentivar el cuidado de sí, postulando al otro como un espejo que refleje su figura. Las críticas de terceros se muestran como un elemento más que forma parte de las estrategias erísticas y dialécticas, y ponen en primer plano no el aspecto epistémico, sino la “disposición afectiva” del interlocutor.

El punto que trata sobre la antropología de Alcibíades versa sobre la dualidad cuerpo-alma. Mársico señala que en Odisea e Ilíada no hay oposición entre alma y cuerpo, pues estos son polos de lo que el hombre es. Habría una fragmentación corporal y anímica que se manifiesta en la permanencia en el Hades de la psyché y dicha posición no permitiría justificar la noción de “responsabilidad moral”. La posición platónica es unívoca: Fedón es prueba de que Platón considera al hombre en identificación con el alma, en tanto el cuerpo es sólo una prisión, postura con la cual el Alcibíades se condice. Así, el cuidado de sí se devela como un cultivo del alma que se encuentra anclado en un modelo epistémico, pero sin descuidar la mirada de terceros. Alcibíades no sabe lo que ignora y actúa involuntariamente, pues no basta con mirarse a sí mismo, sino que es necesario un espejo: la experiencia del otro en la constitución del yo.

En el punto que refiere a la teoría de las Formas, o de la ausencia de ellas en dicho diálogo, Mársico argumenta que la ausencia de Ideas no alcanza para justificar que Platón no ha sido el autor del diálogo. Asimismo, se señala que aparece mucha terminología asociada al plano eidético, al menos en relación con las nociones universales que emplea Sócrates. Además, Mársico propone que podría decirse que la búsqueda de la definición de lo justo presupone el plano eidético para llegar a respuestas satisfactorias.

El punto que refiere a la importancia del diálogo en la tradición filosófica posterior marca la reapropiación y recuperación de la obra en ámbito griego y romano, en época cristiana y de parte de filósofos como Schleirmacher y Foucault cuyos trabajos han sido el punto de partida para que el diálogo recupere centralidad filosófica en la actualidad.

Con respecto a la traducción, esta está acompañada de un extenso aparato de minuciosas notas que van desde precisiones generales hasta aclaraciones particulares que enriquecen sustanciosamente la traducción. De este modo, tanto el estudio introductorio como las notas realizadas se muestran como un marco indispensable para abordar el diálogo en profundidad. La obra es muy versátil, ya que permite el acceso tanto a un público especializado como a un público principiante en la materia.

Bibliografía

  • DENYER, N. (ed.) (2001). Plato. Alcibiades Cambridge, Cambridge University Press.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    2 Mayo 2019
  • Fecha del número
    2019

Histórico

  • Recibido
    11 Feb 2018
  • Acepto
    13 Mar 2018
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