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La antropología latinoamericana ante la violencia de la incomprensión

A antropologia latinoamericana diante da violência da incompreensão

Latin American anthropology in the face of the violence of incomprehension

Resumen

Cuando nuevos autoritarismos con claros rasgos fascistas ascienden, la antropología asume nuevos desafíos: reponer las heterogeneidades constitutivas, sus historias peculiares, sus puntos de vista y sus entramados relacionales. No se trata sólo de las alteridades radicales. También son las alteridades vividas e impensadas del día a día, donde la territorialidad, la etnicidad, la racialidad, el género y la clase operan de modos multidimensionales. Necesitamos una antropología desde y del sur con la potencialidad de comprender sociedades con perspectivas múltiples y que contribuya a deshacer suturas hegemónicas. Esos senderos indican la necesidad de la etnografía, del descentramiento y, en fin, de la propia antropología para una democracia radical.

Palabras claves:
antropología; nuevos autoritarismos; desafíos; América Latina

Resumo

Quando crescem novos autoritarismos com claras características fascistas, a antropologia assume novos desafios: repor as heterogeneidades constitutivas, suas histórias peculiares, seus pontos de vista e suas tramas relacionais. Não se trata apenas de alteridades radicais. São também as alteridades vividas e impensadas da vida cotidiana, onde territorialidade, etnia, racialidade, gênero e classe operam de maneiras multidimensionais. Precisamos de uma antropologia a partir do sul e para o sul com o potencial de entender sociedades com múltiplas perspectivas e que contribuam para desfazer suturas hegemônicas. Esses caminhos indicam a necessidade da etnografia, do descentramento e, finalmente, da própria antropologia para uma democracia radical.

Palavras-chave:
antropología; novos autoritarismos; desafíos; América Latina

Abstract

When new authoritarianisms grow with clear fascist characteristics, anthropology assumes new challenges: restore the constitutive heterogeneities, their singular histories, their points of view and relational webs. It is not only a question of radical alterities, but also of the lived and unthought alterities of everyday life, in which territoriality, ethnicity, raciality, gender and class operate in multidimensional forms. We need an anthropology produced from the South and for the South with the potential to understand societies from multiple perspectives that help unravel hegemonic sutures. These paths indicate the need for ethnography, decentring and, finally, anthropology itself for a radical democracy.

Keywords:
anthropology; new authoritarianisms; challenges; Latin America

Cuando nuevos autoritarismos con claros rasgos fascistas ascienden, la antropología no puede continuar su trabajo impávida. En las sociedades contemporáneas, la antropología tiene desafío de reponer las heterogeneidades constitutivas, sus historias peculiares, sus puntos de vista y sus entramados relacionales. No se trata sólo de las alteridades radicales. También son las alteridades vividas e impensadas del día a día, donde la territorialidad, la etnicidad, la racialidad, el género y la clase operan de modos multidimensionales.

Necesitamos una antropología desde y del sur, una antropología comprometida con el conocimiento, con la comprensión, con la familiarización de las alteridades, con la desnaturalización y exotización de nuestro sentido común (Comaroff y Comaroff, 2014COMAROFF, John; COMAROFF, Jean. 2014. Teoría desde el sur. Buenos Aires: Siglo XXI. ). Es decir, comprometida con las sociedades en que esa antropología se produce. Un conocimiento antropológico que puede contribuir a una crítica de las relaciones de poder social y culturalmente instituidas.

Desde el sur, debemos leer de modo peculiar la historia de la antropología con fines de apropiación y construcción de linajes. Es imposible exagerar la relevancia epistemológica y política de buscar comprender a las sociedades no occidentales, ampliar los puntos de vista sobre el mundo, multiplicar los mundos humanos, transformar las ideas establecidas (Grimson, 2017GRIMSON, Alejandro. 2017. “Estudio preliminar”, In: Roberto Cardoso de Oliveira (org.), El trabajo del antropólogo. Buenos Aires: UNGS.). Pero más allá de las historias de colonialismo, cualquier descontextualización del conocimiento plantea serios problemas políticos y epistemológicos (Chakrabarty, 2008CHAKRABARTY, Dipesh. 2008. Al margen de Europa. Barcelona: Tusquets.).

Una antropología desde el sur requiere construir y consolidar sus propios modelos de producción y legitimación antropológica, resquebrajando todas las lógicas de la escritura y publicación mainstream, habilitando otros modos de conocimiento. Para una antropología comprometida con el conocimiento, con la comprensión, con la familiarización de las alteridades, con la desnaturalización y exotización de nuestro sentido común. Es decir, comprometida con las sociedades en que esa antropología se produce.

Una antropología comprometida es una formulación a la vez precisa e intencionalmente ambigua. Ambigua porque no pretendemos proponer ninguna receta peculiar acerca de dicho compromiso. Se trata de un compromiso en preguntarse acerca de cómo el conocimiento antropológico puede contribuir a una crítica de las relaciones de poder. Una antropología que sabe, reconoce y respeta que hay muchos otros desarrollos disciplinares, pero que también desea ser respetada en sus opciones. Opciones que por otra parte son diversas y divergentes, en largas tradiciones con los pueblos indígenas, con los afroamericanos, con los movimientos sociales, con los sectores populares. Divergentes porque no ha habido ni podrá haber una caracterización homogénea de las relaciones sociales y culturales, ya sea en el espacio del Cono Sur o en América Latina.

Uno de los elementos conceptuales en los que hemos avanzado durante este siglo ha sido justamente el reconocimiento de la heterogeneidad social, cultural y política de América Latina. Cada país abordó de maneras diferentes los vínculos estado-sociedad, sus territorios, las relaciones entre los blancos y los no-blancos, las desigualdades de género y de clase, los lenguajes del conflicto social.

La necesidad de articulaciones políticas en procesos de regionalización como Mercosur o UNASUR no se deriva de algún sustrato cultural o esencia latinoamericana (Grimson, 2011GRIMSON, ALEJANDRO. 2011. Los límites de la cultura. Buenos Aires: Siglo XXI .). Más bien, se deriva del reconocimiento de posiciones relativamente equivalentes ante el desigual proceso de globalización. La exigencia de contextualización se realiza o puede realizarse en escalas distintas (Grossberg, 2012GROSSBERG, Lawrence. 2012. “La teorización de los contextos”. In: Estudios culturales en tiempo futuro. Buenos Aires: Siglo XXI . pp. 47-58.). Todas esas escalas, sin embargo, son históricas, conflictivas, relacionales, con tramas de heterogeneidad y desigualdad, con disputas de poder.

Dos situaciones históricas

Quisiera detenerme en dos casos de esta convergencia divergente. Me refiero a las transformaciones macropolíticas vividas en este siglo en varios países de Sudamérica. A inicios de siglo, con el llamado “giro a la izquierda”; y, posteriormente, en el cambio vertiginoso que se está viviendo actualmente. En ambos casos las situaciones locales y nacionales son realmente muy distintas y cambiantes, por ejemplo en Venezuela, Uruguay, Ecuador, Chile, Bolivia, Argentina o Brasil.

A grandes rasgos, la mayor parte de la primera década del siglo XXI revirtió la célebre tesis de Prebisch sobre el constante deterioro de los términos de intercambio. El aumento de los precios de los productos que América Latina exporta implicó por una parte un incremento cualitativo de las producciones de soja, de los proyectos mineros o petroleros. Los diferentes estados, en función de sus políticas, se apropiaron más, menos o nada de esas nuevas rentas, las controlaron más, menos o nada y actuaron más, menos o nada en términos redistributivos. Eso generó nuevas configuraciones políticas en varios países, que muchos sintetizaron con el término “populismo”, otros autores refirieron a partir de la idea del “consenso de las commodities” (Svampa, 2013SVAMPA, Maristella. 2013. “Consenso de los commodities y lenguajes de valoración en América Latina”. Nueva Sociedad, Nº 244 / Marzo - Abril 2013.) o “neoextractivismo”. Como tendencia general, se redujo la pobreza, hubo procesos de inclusión social, se redujeron algunas desigualdades y se ampliaron ciertos derechos, todo lo cual fue muy cambiante entre países.

Sin embargo, hace ya unos años comenzaron a deteriorarse nuevamente los términos del intercambio y caer los precios de la soja, los minerales o el petróleo, afectando a las economías y estados latinoamericanos. No hubo una reacción homogénea ante esta nueva situación, pero esos gobiernos atravesaron situaciones críticas. Los oficialismos perdieron elecciones presidenciales en Argentina y en Chile, la destitución ilegítima de Dilma Rouseff, el encarcelamiento de Lula y el surgimiento del bolsonarismo en Brasil, la derrota del gobierno en el referendum en Bolivia en 2016, el “neoliberalismo por sorpresa” de Ecuador y la crisis de Venezuela.

Se han planteado diversas tesis acerca de la crisis de esos gobiernos. La primera alude a las denuncias de corrupción o los problemas de gestión. Es razonable preguntarse, sin embargo, si ese tipo de denuncias o problemas tienen el mismo impacto en la sociedad en contextos de crecimiento y procesos redistributivos, o en contextos de relativo estancamiento. También se atribuyó ese debilitamiento con las campañas de los medios de comunicación o manipulación judicial. Y es parte de la realidad. Sin embargo, esto no responde la pregunta acerca de por qué en determinados contextos esas acciones resultan efectivas y en otros no, o en todo caso resultan bastante poco efectivas. Por ejemplo, la derrota electoral de Macri en 2019 en Argentina se da con los grandes medios oficialistas y con fuerte persecución judicial. Sólo pretendo señalar que hay otros factores, específicamente subjetivos, que no se han considerado en toda su relevancia. Por eso, los nuevos desafíos políticos tornarán aún más relevantes los aportes antropológicos.

El surgimiento de la fuerza social social y política que se expresa en Brasil en el bolsonarismo no debe comprenderse en absoluto como un fenómeno localizado ni pasajero. Algo se está resquebrajando con tiempos dispares en distintos países de América Latina y en el mundo. El triunfo del uribismo en Colombia y sus crecientes amenazas para cualquier hipótesis de paz es otro hecho crucial. En otros países las derechas pretendidamente “modernas” fracasan. Especialmente, las amenazas de reediciones del fujimorismo y los resultados prácticos de todas las dinámicas de alta polarización, han planteado un in crescendo de violencias.

Las derechas se encuentran en proceso de mutación. Si bien sus avances han sido muy fuertes desde 2015 no logran por ahora estabilizar un plan ni generar hegemonías perdurables, como correspondería a una etapa consolidada. En diferentes países se agudiza la polarización. Y aunque haya países donde símiles del bolsonarismo o del uribismo puedan ser electoralmente derrotados, estos no son fenómenos fugaces. Más bien, el ascenso y la presencia de una “nueva derecha” parece ser un rasgo de esta etapa histórica, vinculado incluso a fuerzas sociales fuertemente enraizadas en sectores de la sociedad.

Incluso en países donde se habían presentado con un rostro moderno y democrático es urgente abrir las preguntas acerca de las dinámicas que produce la crisis social y la polarización política. Cuando azuzan los estereotipos, cuando construyen a sus adversarios como enemigos, cuando creen que su única chance es la guerra discursiva, sólo se encuentran en el escalón previo a la ya presente represión focalizada y violación por parte del Estado de los derechos humanos.

Judicialización de la política, politización de la justicia, presos políticos, persecución a opositores, impunidad de “fuerzas de seguridad”, actos de censura, cercenamiento de espacios de comunicación críticos, ataques a universidades públicas, represión de movimientos sociales van configurando un panorama que no puede ser pasado por alto.

En el sentido común de minorías intensas de varios países latinoamericanos ha sido persistente la legitimación de desigualdades de clase, de etnicidad y raza, de género y orientación sexual, territoriales y de generación. El clasismo, racismo, sexismo, centralismo y el desprecio tanto hacia los jóvenes como a los ancianos ha estado presente. Sin embargo, ahora amenaza con incrementar su intensidad, tanto de la violencia social como política, y convertirse en hegemónico en varios países. Analizar cómo se generaron estos fenómenos y qué responsabilidad han tenido las diversas fuerzas sociales y políticas, es una tarea pendiente.

Antropología y democratización

Los antropólogos, como todos los ciudadanos, han tenido visiones más esperanzadas y más críticas durante el “giro a la izquierda”, más vinculadas a apoyar medidas que generaron más igualdad, más reconocimiento, más democracia, y otras que han colocado el énfasis en el apoyo de movimientos sociales que tensionaron o se opusieron a procesos neodesarrollistas o neoextractivistas, o a la seducción de las formas neoliberales del multiculturalismo (Hall, 2010HALL, Stuart. 2010. Pensamiento sin garantías. Bogotá: Universidad Javeriana.; Laclau, 1996LACLAU, Ernesto. 1996. Emancipación y diferencia. Buenos Aires: Ariel.).

Dichos debates políticos son especialmente interesantes y necesarios. Obviamente el papel de la disciplina no tiene nada que ver con saldarlos o resolverlos. En cambio sí tiene que ver con contribuir a comprender cada uno de los puntos de vista. Sobre todo, comprender las lógicas de constitución de los puntos de vista. Las perspectivas no derivan de alguna naturaleza cultural, sino que son nodos de tramas sociales y de subjetividades.

Allí hay un anudamiento crucial entre etnografía y democratización. Más reconocimiento, más pluralidad, mayor perspectiva para entender las relacionalidades entre las demandas, sus historias, los sentidos prácticos de reclamos simbólicos, la construcción histórica de intereses, requiere de una multiplicación de las etnografías en nuestros países.

Esa comprensión de los puntos de vista complejamente entrelazados requiere, además, incluir el estudio de la dinámica de los puntos de vista. Es decir, el estudio de las subjetividades sociales y sus procesos de transformación. Porque, de hecho, a inicios de esta década podía haber diferentes posiciones políticas en contextos de libertad de expresión. Pero no había pronósticos de que las incomprensiones persistentes, anudadas a las desigualdades también duraderas, pudieran adquirir la deriva que tuvieron al final de la década.

Es difícil imaginar un mundo con mayor incomprensión que el actual, sociedades con mayor distanciamiento entre grupos que se perciben mutuamente como otros peligrosos. El socavamiento del proceso de paz en Colombia, los procesos de persecución y proscripción política en varios países, el crecimiento de la xenofobia y el racismo, los alardes de misoginia y homofobia sistemática, el combate contra la “ideología de género” como “subversión cultural”, las amenazas de destrucción física de opositores (a veces ya concretadas), dan cuenta de un cambio cultural y político de grandes proporciones. Crecen las intolerancias, estigmas, estereotipos y las prácticas derivadas de ellos. Crecen los obstáculos a la convivencia democrática. Hay fenómenos sociales y políticos en América del Sur con claros rasgos fascistas, y otros que podrían tener esa misma deriva en el futuro.

A primera vista, estas cuestiones parecieran propias de la ciencia política o la sociología política. Mi argumento es que son también temas muy caros a las tradiciones antropológicas latinoamericanas. Para asumirlos como tales es necesario analizar la trama de nuestras disciplinas y no sólo los estudios particulares. Las tradiciones etnográficas nos han permitido comprender un sinnúmero de situaciones locales o de grupos, ya sean indígenas, afro, sectores populares, desigualdades de género y más recientemente también de las elites y del Estado. Todos ellos se basan no sólo en el trabajo etnográfico, sino también el requisito antropológico del descentramiento (Grimson, Merenson y Noel, 2012GRIMSON, ALEJANDRO; MERENSON, S.; NOEL, G. 2012. “Introducción”. In: Antropología ahora. Buenos Aires: Siglo XXI . ).

Sin embargo, hay procesos políticos y procesos de conocimiento que actúan en la dirección opuesta. Sin tradiciones etnográficas, sin renovaciones y reinvenciones etnográficas el mundo real sería incluso más segregante y violento que el actual. Por eso, si la antropología no existiera habría que inventarla. Y esto que parece trivial, no lo es en América Latina para muchos de nuestros países donde esa tradición es frágil y donde nuestras disciplinas están aún en ciernes.

Por ello, hay objetivos inherentes a la antropología que han cobrado una enorme relevancia social y política en estos años. Me refiero a la búsqueda constante de comprensión, de descentramiento, de desplazamientos anti-etnocéntricos, de crítica implacable de los modos de estigmatización cultural, exclusión social y cerrazón política.

Desafíos

Por ello, otro de los desafíos cruciales para las antropologías desde el sur es incrementar los procesos de agregación de estudios y de generalización. Si no hacemos esto, permaneceremos en buenos estudios localizados, que amplíen los horizontes de diversidad del mundo o también permitan refutar las generalizaciones con pretensiones de trascendentalidad realizadas desde otras disciplinas. El problema es que dichas generalizaciones no antropológicas, a veces agudas y a veces no tanto, no se sustentan en el principio del descentramiento y por lo tanto realizan contribuciones que nosotros podemos, al menos, complementar.

Por dar un ejemplo sencillo, la antropología nunca podría afirmar que los triunfos o derrotas de los llamados “populismos” o “antipopulismos” se explican por generalidades como el clientelismo, los medios, el autoritarismo, la economía u otras palabras similares. Las razones son sencillas. Primero, sabemos que hay hechos cuyo significado pretende ser clausurado con estos y otros términos. Segundo, sabemos que tantos los hechos como esas palabras están sujetos a procesos de interpretación vinculados a la multiplicidad de puntos de vista. Tercero, sabemos que los puntos de vista no son lugares fijos, inmutables o puros, sino que son cambiantes y están entremezclados los unos con los otros. Por todo ello, la tarea antropológica comienza por deshacer sentidos comunes, por colocar en entredicho a los supuestos generalizantes, por comprender las explicaciones como constitutivas de una disputa de interpretaciones.

En efecto, si pensamos las sociedades como convergencias contingentes de puntos de vista, como construcción de sentidos comunes que suturan diferencias sociales y culturales, como resultado de fabricaciones hegemónicas que muchas veces ocultan los espacios de divergencia, entonces la tarea de agregación y generalización excéntrica resulta crucial. Tanto en términos epistemológicos como políticos. Podemos debatir en términos políticos si entendemos esa tarea centrada en empoderar movimientos en favor o de reclamo ante los gobiernos llamados “populistas” o de “izquierda”, si buscamos ampliar los horizontes de dichos procesos contemporáneos o si asumimos otra posición. Mi punto aquí es que más allá de esas diferencias, que no sólo son diferencias de punto de vista, sino también tradiciones distintas respecto de cómo pensar los avances democráticos e igualitarios, la antropología tiene una tarea crucial como aporte al conocimiento y como aporte a las estrategias políticas en distintos niveles.

¿Por qué sufrió hace ya varios años una derrota completa la promesa de un cambio en el Paraguay? ¿Por qué sufrió derrotas electorales el kirchnerismo en la Argentina? ¿Cómo ha sido posible la dinámica política de Brasil? ¿Por qué se alcanzaron los niveles de disputa y complejidad de la situación venezolana? ¿Qué relación tiene esto con la alternancia que hubo en Chile? ¿A qué se debe la fragilidad de la izquierda o del populismo o de ambos, en los contextos peruanos y colombianos? Allí donde no hubo derrotas, ¿significa que no hay problemas?

Aquello que se ha dado en llamar “el giro a la izquierda en América Latina”, alude a fenómenos muy diferentes cuando son analizados país por país. En algunos casos, hubo rupturas en sistemas bipartidistas, en otros casos la emergencia de fuerzas políticas después de veinte años de derrotas electorales, en otros casos consecuencias inesperadas de grandes crisis de la etapa final del neoliberalismo clásico.

Es cierto que ha habido numerosas contemporaneidades en América Latina. Cierta cercanía temporal de los llamados populismos clásicos, tanto de aquellos que fueron gobierno como aquellos que no pudieron alcanzarlo. Hubo cierta simultaneidad en las dictaduras, en particular en el Cono Sur. También en los regresos a los regímenes constitucionales. Hubo simultaneidades bastante fuertes en la hegemonía de las políticas neoliberales. También en gobiernos posneoliberales, populistas, de izquierda o como se los quiera llamar.

Sin embargo, en cualquiera de las etapas mencionadas, muchos países no participaron de la tendencia general. Por otro lado, considerar que Bolivia y Paraguay, que Evo Morales y Lugo, fueron parte de la misma tendencia, puede resultar un abuso tipológico.

Desde el punto de vista de los especialistas nacionales, provinciales o de grupos, el objeto que analizan constituye una excepción: un caso único. En realidad, todos los casos son únicos. La pregunta no es esa, sino por las historia y las contingencias anudadas en esa especificidad. Y sobre qué procesos generales nos habla un caso. Es decir, por qué constituye efectivamente un caso y, además, un caso de qué. ¿Un caso de gobierno de izquierda, de gobierno populista, de triunfo, de derrota, de reducción de desigualdades, etcétera?

¿Cómo definimos los problemas? Por supuesto, necesitamos un relativismo metodológico para escapar a los modos dominantes en el debate político y mediático en cada uno de los países. El aporte antropológico no consiste en mostrar que “el problema” es que el gobierno no gobernó tal como yo hubiese deseado. O en negar la existencia de problemas porque sí lo habría hecho. Por ejemplo, si en varios de esos gobiernos ha habido y hay tensiones entre modelos neodesarrollistas y otros que apuntan a una visión menos economicista del desarrollo, más integral, no necesariamente las pérdidas de legitimidad se han originado en el énfasis en el camino neodesarrollista. De hecho, la perspectiva crítica al neoextractivismo y al neodesarrollismo no ha logrado construir opciones políticas electoralmente viables en ninguno de los países.

Se trata de considerar a la sociedad como un conglomerado indigesto y dinámico de puntos de vista, de modos de sentir, de vivir, de mirar, de significar. Modos atravesados por las historias subalternas y hegemónicas, por las historias nacionales de inclusiones y exclusiones, por regímenes de visibilidad cambiantes en el tiempo, historizaciones de clasificaciones de clase, étnicas, raciales, de género, territoriales. Historizaciones del Estado (Frederic, 2013FREDERIC, Sabina. 2013. Las trampas del pasado. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.). Y de sus ausencias. Historizaciones de la violencia. Social y política. Micro y macro. Doméstica y pública.

Formas de percepción sedimentadas. Cosmologías no reconocidas como tales. Experiencias locales, nacionales e internacionales desigualmente vividas. Diferencialmente sentidas. Perspectivas híbridas, retornos -estratégicos o no- al pasado vivido o imaginado. Celebraciones, alegrías, angustias, miedos, tristezas incorporadas. Hechas cuerpo.

Nosotros, los antropólogos, estudiamos generalmente fracciones, mundos o submundos. Periferias de las periferias. Pero la antropología asume y debe asumir que en cada detalle, en cada microcosmos, hay destellos de totalidades. Totalidades contingentes. Porque también las sociedades han atravesado y atravesarán vivencias de sutura de sus propias multiplicidades. Y experiencias de ausencia sistemática de ciertas suturas. Anudamientos y desanudamientos, escasos territorios vírgenes, territorios penetrados, estatal y masculinamente, blanco-céntricos y a veces mestizo-céntricos. Con nociones hegemónicas acerca de la raza, la nación, la política, el estado, el poder, la democracia. Nociones que tienden a obliterar justamente la multiplicidad de puntos de vista. Que tienden a juzgar la diferencia a través de autorreferencialidades no pocas veces europeísticamente centradas.

Esta concepción de la potencialidad política de nuestro trabajo, nos impulsa a postular esa relación entre etnografía, descentramiento y construcción de una democracia radical. Se trata de comprender, con relativismo metodológico, para deshacer articulaciones hegemónicas. Se trata de deshacer para transformar.

¿Hasta qué punto será eficaz una deconstrucción activa de esos significantes que buscan ir instituyendo las fronteras de la hegemonía? Nuevamente, las opiniones políticas serán divergentes. Pero desde el punto de vista de una política de devenir mayorías, no hay forma de no abordar simultáneamente disputas políticas por las significaciones y por las expectativas de la sociedad. No hay forma de escapar a las exigencias ciudadanas, no resulta factible sustituir procesos distributivos por de niveles de eficacia, de transparencia y de lucha contra la corrupción. Y viceversa.

No hay una antropología políticamente comprometida posible si no realiza una exotización de su propia sociedad. Exotización y descentramiento como caminos específicamente antropológicos hacia un análisis crítico. Crítico no sólo de las antiguas formas hegemónicas, sino también de las limitaciones y carencias de cualquier proceso alternativo.

Comprender heterogeneidades sociales es un objetivo para una antropología comprometida con los sufrimientos y padecimientos de las mayorías. La condición de ese devenir es el compromiso con la sutura entre los ideales democráticos con las formas de percepción extendidas entre los sectores populares. Con sus perspectivas, sus vivencias, sus modos de significación.

La antropología desde el sur tiene la potencialidad de comprender sociedades con perspectivas múltiples y puede por ello contribuir a deshacer suturas hegemónicas. Al hacerlo revela una condición sine qua non de una política de mayorías. Esos senderos indican la necesidad de la etnografía, del descentramiento y, en fin, de la propia antropología para una democracia radical.

Referencias bibliográficas

  • CHAKRABARTY, Dipesh. 2008. Al margen de Europa Barcelona: Tusquets.
  • COMAROFF, John; COMAROFF, Jean. 2014. Teoría desde el sur Buenos Aires: Siglo XXI.
  • FREDERIC, Sabina. 2013. Las trampas del pasado Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
  • GRIMSON, Alejandro. 2017. “Estudio preliminar”, In: Roberto Cardoso de Oliveira (org.), El trabajo del antropólogo Buenos Aires: UNGS.
  • GRIMSON, ALEJANDRO. 2011. Los límites de la cultura Buenos Aires: Siglo XXI .
  • GRIMSON, ALEJANDRO; MERENSON, S.; NOEL, G. 2012. “Introducción”. In: Antropología ahora Buenos Aires: Siglo XXI .
  • GROSSBERG, Lawrence. 2012. “La teorización de los contextos”. In: Estudios culturales en tiempo futuro Buenos Aires: Siglo XXI . pp. 47-58.
  • HALL, Stuart. 2010. Pensamiento sin garantías Bogotá: Universidad Javeriana.
  • LACLAU, Ernesto. 1996. Emancipación y diferencia Buenos Aires: Ariel.
  • SVAMPA, Maristella. 2013. “Consenso de los commodities y lenguajes de valoración en América Latina”. Nueva Sociedad, Nº 244 / Marzo - Abril 2013.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    28 Nov 2019
  • Fecha del número
    2019

Histórico

  • Recibido
    26 Jul 2019
  • Acepto
    14 Nov 2019
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